La gran sultana

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La gran sultana doña Catalina de Oviedo es una comedia de cautivos[1]​ de Miguel de Cervantes, cuya acción tiene lugar en Constantinopla hacia 1600.

Características[editar]

Se publicó con el título completo de Comedia famosa intitulada La gran sultana doña Catalina de Oviedo dentro de las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados (Madrid, viuda de Alonso Martin, 1615). Es una de las mejores comedias del libro y cuenta cómo esta dama española, cautiva desde la infancia, acepta, tras largas peripecias, el amor del sultán sin renunciar a su religión y logrando la salvación de Lamberto y Clara, aparentes mujeres del harén turco, así como la del gracioso Madrigal. [2][3]​ Por otra parte, la hispanista Ruth Fine piensa que en esta comedia Miguel de Cervantes reescribe el Libro de Ester[4]

Argumento[editar]

La prisionera cristiana Catalina de Oviedo procura resistirse al amor del sultán de la Sublime Puerta, pero al final debe entregarse a él; en paralelo, otra cristiana del serrallo o harén, Clara (Zaida) está enamorada de otra, Zelinda (Lamberto), ya que Clara adopta el nombre morisco de Zaida y Lamberto el de Zelinda al hacerse pasar por mujer para poder seguirla al serrallo... y aún está a pique de acostarse con el gran Turco. Al final, ambos amantes se encuentran en situación bastante comprometida, pues, como resume Lamberto, dirigiéndose a su enamorada Clara o Zaida: «¿Qué habremos de hacer, señora, / yo varón y tú preñada?», y doña Catalina los libra del apuro.

Se recrea el episodio histórico de Catalina de Oviedo, presa de Amurates III, quien se enamoró de ella y la liberó de su esclavitud para desposarla, permitiéndole conservar sus costumbres y sus creencias religiosas, ya que doña Catalina, prisionera de los turcos, se niega a abrazar la religión mahometana, a cambiar su nombre de cristiana por el de mora y a vestir como mora. Y aunque ha de pasar por esto, vuelve a usar las ropas de cristiana a la primera oportunidad que se le presenta.

El ambiente que enmarca la acción, con la vida del serrallo de fondo, ofrece una gran riqueza de colorido; está salpicado de episodios muy variados y trufado por las agudezas del gracioso Madrigal, quien, entre otras gracias, echa grandes tajadas de tocino en un guiso de verduras que se disponían a comer unos judíos o se propone enseñarle a hablar en vizcaíno a un elefante, aunque el cadí se opone a ello: «Enséñale la española, / que la entendemos mejor» por lo que, aunque contiene momentos muy dramáticos, es en general de tono burlesco.

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Referencias[editar]