Diferencia entre revisiones de «Banes»

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Como pueden ver Banes nunca estuvo ajeno a la cultura, ni al elemento civilizador. Tampoco esta cultura era un privilegio para las clases ricas de la sociedad como pretenden hacernos creer los castristas hoy día. Tanto El Pequeño Ciudadano como la Academia Minerva, otra iniciativa de la Logia Teosófica Unidad extendían la educación a los niños de la clase más humilde de modo gratuito.
Como pueden ver Banes nunca estuvo ajeno a la cultura, ni al elemento civilizador. Tampoco esta cultura era un privilegio para las clases ricas de la sociedad como pretenden hacernos creer los castristas hoy día. Tanto El Pequeño Ciudadano como la Academia Minerva, otra iniciativa de la Logia Teosófica Unidad extendían la educación a los niños de la clase más humilde de modo gratuito.


===RELIGIÓN===
La población se han generalizado en distintas religiones como la Católica, y cultos donde profesan Metodistas, Adventistas del 7mo Día, Bautistas,Pentecostés y Testigos de Jehová.


===LOS BANENSES (SEGUNDA PARTE)===
===LOS BANENSES (SEGUNDA PARTE)===

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Plantilla:Infobox ciudad de Cuba

Banes es uno de 14 municipios que comprende la provincia de Holguín en Cuba. Situado al extremo norte de la provincia. Por el sur limita con el municipio de Antilla y por el oeste con el de Rafael Freyre y Gibara. Al norte y este le bañan las aguas del Océano Atlántico. Comprendido en su territorio una superficie de 550 kilómetros cuadrados.

La ciudad cabecera del municipio fue fundada en 1887. Debe su origen a un caserío situado a orillas del río de su nombre y a consecuencias de la compra, por los señores Dumois, a varios propietarios de tierras que desmontaron para la siembra de plátanos. En agosto de 1896 con motivo de la guerra de Independencia fue destruida, cuando los insurgentes y vecinos que los apoyaron, cumpliendo órdenes del General Máximo Gómez, aplican la estrategia de la tea incendiaria en este asentamiento poblacional y en los campos y áreas de cultivo, destruyendo totalmente la zona, la cual fue reconstruida en el año 1898, dando paso a la floreciente ciudad de calles bien pavimentadas, arboledas como pocas en la isla y lo que fue un intenso movimiento comercial. Es también una de las ciudades heroicas de la historia de Cuba.

Sus barrios comprendían áreas urbanas, otros rurales, como; Ángeles, Berros, Cañadón, Durruthy, Este, Flores, Macabi, Mulas, Oeste, Retrete, Río Seco, Samá, Veguitas y Yaguajay. El aspecto general del terreno en este municipio es llano y ondulado, con algunas montañas en la costa. Es regado por los ríos Banes, Jagüeyes y Negro. Entre sus alturas se destacan la sierra en el barrio Yaguajay, y el punto cumbre es el Pan de Samá que logra los 290 metros de altura. Río Banes que nace en la falda meridional de las lomas de Mulas y va a desembocar a la costa norte por la orilla del puerto de Banes. Este río fue desviado de su curso natural por la United Fruit Company, algunas de cuyas plantaciones de plátanos estaban ubicadas en dicha cuenca. Es además el pueblo donde el 16 de enero de 1901 nació Fulgencio Batista, último presidente antes de la Revolución del primero de enero de 1959. El último alcalde de Banes se llamaba Jaime Pozo, el cual hasta sus últimos días amó a su pueblo y contribuyó con el desarrollo de la ciudad. La base económica del pueblo es el cultivo de la caña de azúcar, el turismo y el comercio. El municipio Banes, o Baní por su nombre según los aborígenes, cuenta con hermosas playas como, Playa Guardalavaca, Puerto Rico, Morales y Punta de Mulas, así como yacimientos arqueológicos que datan de la conquista de América, en el museo Indocubano Baní. En Banes también podrá encontrar zonas agrícolas y ganaderas, en general un lugar acogedor donde lo cotidiano es lo normal.

Fragmentos del libro de relatos testimoniales "La Piel de la Memoria" de Rene Dayre Abella

BANES

A quienes tengan la paciencia de leerme, les pido, por favor, no esperen encontrar en esta breve y apretada descripción de ese pueblito perdido entre lomas y serranías, al cual sus primeros pobladores llamaron La Ensenada y que luego cambiaron a Banes - - supongo que en honor al cacique taíno Baní- - un riguroso estudio de la génesis del lugar, su historia o más bien su lugar dentro de la Historia y demás pormenores. Dejo esa tarea en mano de verdaderos eruditos. En este caso en mano de historiadores. No puedo dejar de recomendar al magnífico estudio que hiciera el señor Alfredo Dumois. Estoy convencido que nadie mejor que él puede dar una descripción histórica con tanto rigor, ya que el mismo Sr. Dumois es un miembro de esa familia fundacional del pueblo que trajo tanta prosperidad a la región. Al final del capítulo doy todos los datos para su acceso.

Mi percepción de Banes es totalmente subjetiva y en el presente relato me propongo, tal vez sin lograrlo plenamente, una descripción del entorno físico y emocional que me vio crecer “entre patos y gallinas”.

Mis primeros recuerdos de ese paradisíaco y mágico lugar es que siempre llovía. Sobre todo en las tardes o a las primeras horas de la noche. Al levantarme en la mañana era verdaderamente delicioso para mis sentidos percibir ese olor a tierra mojada que describo en uno de mis poemas.

Lo paradójico era que aunque lloviese en las tardecitas o a las primeras horas de la noche, los medio días eran brillantemente soleados. Apenas contaba con unos cinco o seis años y me gustaba deambular entre mayales y cardones recorriendo el pequeño espacio de la finquita que papá le rentaba a los Silva y que a mi corta edad se me hacía enorme.

En las mañanitas se respiraba siempre un fuerte olor a azucenas y a nardos. Eran las floristas que recorrían la Carretera de Veguitas con unas enormes canastas sobre la cabeza y obligadamente llegaban hasta casa, pues mi madre siempre les compraba gladiolos y azucenas.

Luego llegaban los carboneros y los plataneros a vender su carga y a desayunar, pues como he relatado en otra parte de mi libro, mi papá había instalado un puestecito de desayunos enfrente de la modesta vivienda.

Otra de las imágenes que conservo en la memoria y que no me va a arrancar ni siquiera el Alzheimer es la un sujeto a quien cariñosamente le llamábamos Negro Hidalgo y vendía pollos. Como yo siempre fui muy sensible –hipersensible casi – y odiaba la crueldad en el tratamiento que se les da a los animales, recuerdo que Negro Hidalgo traía a los pollos colgando, con la cabeza al suelo y lo peor era que no los alimentaba, ni siquiera les daba a beber agua. Esa imagen me resultaba repugnante y muy temprano comprendí que el mundo no es un lugar amable.

Otro incidente relacionado también con mi repugnancia a la crueldad contra los animales y que arranca de mi primera infancia se trata de cuando sufrí un ataque de sarampión y en mi convalecencia mi madre mató un pollito que yo había cuidado con mucho cariño y lo frió para que lo comiera. Una vez que supe la verdad me negué a comer y estuve llorando días. La mayoría de los chicos de mi edad esperaban con ansias la Navidad, sobre todo para recibir regalos. No niego que a mí también me agradaba esa tan esperada ocasión, pero me ponía triste escuchar los chillidos de los cerdos cuando eran sacrificados. Ingeniosamente me metía los deditos en los oídos y de esta forma trataba de acallar los lastimosos chillidos de muerte. Esa costumbre aún la conservo.

Pasando a temas más agradables diré que pasear por las estrechas callejuelas del pueblo, la mayoría de ellas aún no se encontraban asfaltadas, era una fiesta para el olfato, pues dondequiera se respiraba los más exquisitos aromas florales. Todavía llevo prendido de la nariz el olor del Galán de Noche, de los Jazmines y de las más variadas rosas. Toda vivienda, por más humilde que fuese tenía su pequeño jardín y los olores se desparramaban por todas partes.

En esa piel de la memoria Banes está grabado indeleblemente como el mágico Jedefriff maletiano. Es un recóndito espacio donde me interno muy a menudo a reflexionar sobre tantas cosas y son tantos los recuerdos que me asaltan que me obligan a escribir las más deshilvanadas líneas como ejercicio catársico y al final saco fuerzas de mi interior y vuelvo a la realidad un poco más equilibrado.

Recorrer las calles del pueblito de la mano de mi padre para visitar a su hermana Ernestina era todo un acontecimiento esperado ansiosamente por mí durante días. Mi tía vivía en el Barrio Americano o La Compañía, como también llamaban los banenses a esos predios.

Después de visitar a tía Ernestina papá me llevaba a los almacenes de La United Fruit Sugar Company ( LaCompañía) a comprar fruta enlatada y otros artículos. No olvido los melocotones californianos en almíbar EL MONTE que todavía disfruto y unas galletitas María de marca SIRE, de las cuales nunca he vuelto a saber nada.

Había un detalle muy curioso en nuestro paseo que no quiero omitir porque tal vez algún banense que me lea lo recuerde.

A unos pasos del viejo almacén se encontraba la estación ferroviaria de los Dumois. Hasta allí no llegaban los trenes porque pienso que las vías no soportaban mucho peso u otro detalle técnico que ignoro y sólo circulaban los gas-cars o gascares como les llamábamos usualmente. Bueno, justo en la estación ferroviaria se ponía un hombre cada tarde a vender naranjas. Usaba un ingenioso artilugio que nunca volví ver en toda mi vida. Era una especie de maquinita de hierro con dos pinchos para sostener o agarrar la naranja y luego le daba vueltas a una manigueta e iba pelando la naranja en espiral. Al final cuando te entregaba la naranja esta tenía la forma, más o menos, de un trompo. El señor cobraba un medio (cinco centavos) por un par de naranjas. Creo que no he vuelto a disfrutar unas naranjas tan dulces y tan perfectamente peladas como las que vendía aquel señor.

De regreso a casa era una parada obligada llegarnos al Café de Los Chinos a merendar. Aunque yo más bien prefería La Gibareña de Pepito Aguilera. Allí se me iban los ojos contemplando las exquisiteces que mostraba Pepito en sus vidrieras refrigeradas. Uno de mis dulces favoritos – en México decimos pan dulce- era el Brazo Gitano o el Cake de Frutas, acompañándolos de un refresco Orange Crush, que ya ni se ven.

A pesar de estar envuelto Banes en una atmósfera típicamente bucólica. No hay que olvidar que en un tiempo le llamaron Villa de Los Pinos. Al recorrer sus calles, estrechas pero muy limpias, casi siempre se escuchaba la algarabía de los muchachos que entraban o salían de las escuelas, tornándose así en pequeño pueblo un poco bullicioso. Además los claxon o fotutos de los primitivos autos que transitaban aquellas calles contribuían también a ese ambiente bullicioso del cual hablo.

La gente era amable y hospitalaria. Como pueblo pequeño todo el mundo se conocía. Cuando sucedía una desgracia todo el mundo se volvía solidario. A cada funeral que se celebrase, ya sea en la funeraria del señor Blasco a quien no sé por qué razón le llamaban La Chorra o en la privacidad de una casa mortuoria no había un solo banense que no acudiese a mostrar sus respetos a los deudos de la persona fallecida.

Hoy esa costumbre ha desaparecido y en cuanto a la hospitalidad y la amabilidad que caracterizaban a los banenses, lamentablemente, también va desapareciendo.


LOS BANENSES

Banes siempre fue pródigo en personalidades brillantes. Lamentablemente, por lo menos, dos de ellas devinieron en figuras siniestras para la Historia. Imagino que ya el lector puede irse formando una idea de esos personajes de los cuales hablaré luego.

En todos los ámbitos culturales y artísticos Banes destacó siempre por estar representado por celebridades. Tal es el caso, por ejemplo, del Poeta con mayúscula Gastón Baquero. Máxima figura de las letras hispanas. Además de Gastón Baquero, fueron también banenses Otto F. Maletá, Mario Peña Sánchez, quien además de poeta, destacó en la dramaturgia, así como en la actuación y la dirección escénicas. Rolando Gómez de Cárdenas, periodista e historiador local, quien fundara, además la Revista Literaria “Portada”, Don Fernando Rodríguez, periodista fundador del decano de la prensa local “El Pueblo”, quien ya en manos de su hijo Delfín Rodríguez, otro destacado periodista y escritor, fue intervenido por el recién estrenado gobierno castrista, secuestrando así desde los inicios de la llamada revolución cubana a la libertad de opinión. Además de estos mencionados medios de prensa hay que agregar “El Demócrata” y en la vecina Antilla el periódico “El Sol”, fundado y dirigido por Enrique Causarás Abella, un sobrino de mi padre.

En los espectáculos se distinguieron figuras como los hermanos Rigual, quienes triunfaron en México desde los años cincuenta del siglo pasado, de ellos es la autoría de la canción “Cuando Calienta el Sol”, popularizada más recientemente por el cantante mexicano Luis Miguel. Rosa Carmina, Doris de Goya, Angelita Castani, Náyade Proenza, soprano quien enseña en México, el dúo Sindo y María Elena y más cercano en nuestros tiempos el trovador Augusto Blanca Gil, uno de los fundadores del Movimiento de la Nueva Trova,

Otra de las figuras a destacar es la del poeta fallecido Francisco Mir Mulet, quien por suscribir un documento favoreciendo los Derechos Humanos en la Isla y abandonando las filas del Partido Comunista para integrarse al Partido de los Derechos Humanos fue defenestrado en vida y póstumamente, ya que violaron su tumba en Nueva Gerona.

En los años treinta del pasado siglo XX en Banes surgió un pujante movimiento teosófico motivado por la divulgación casi universal de la Teosofía popularizada por Madame Blavatski y expuesta por autores como Annie Besant, quien entonces dirigía la Sociedad Teosófica en Adyar, India, así como Charles Leadbeater, antiguo obispo anglicano.

En Banes el terreno ya estaba abonado por la labor ejercida por dos figuras que destacaron como médiums auténticas, quienes efectuaban fenómenos de efectos físicos como ectoplamía y demás. Estas médiums fueron Isolina Feria Ricardo y Esglórida Díaz, más conocida como ”Lalín”.

Debido a la espectacularidad de estos fenómenos, que hoy día llamaríamos paranormales y a la seriedad de las investigaciones, así como a la ausencia de interés económico o de protagonismo, tan caro a algunos pretendidos “médiums” , las personalidades más destacadas de la localidad. Periodistas, jueces y hasta el jefe de la policía de la ciudad, se reunieron en torno a estas figuras y de ese primitivo grupo de investigadores psíquicos surgió el Movimiento Teosófico en Banes y la Logia ”Unidad”.

Una de las primeras figuras interesadas en divulgar estos fenómenos fue el fotógrafo Amado Proenza, quien fue además el primer Secretario de la mencionada logia y a iniciativa de él nació un proyecto muy hermoso, que meció la cuna de la civilización en la comunidad: “El Pequeño Ciudadano”. Esta organización fundada por teósofos agrupó a jóvenes y adolescentes para educarlos en los valores cívicos y altruistas. Más tarde sirvió como edificio social para albergar a los Boy Scouts.

Como pueden ver Banes nunca estuvo ajeno a la cultura, ni al elemento civilizador. Tampoco esta cultura era un privilegio para las clases ricas de la sociedad como pretenden hacernos creer los castristas hoy día. Tanto El Pequeño Ciudadano como la Academia Minerva, otra iniciativa de la Logia Teosófica Unidad extendían la educación a los niños de la clase más humilde de modo gratuito.


LOS BANENSES (SEGUNDA PARTE)

Fulgencio Batista y Zaldívar.

Este es uno de los personajes siniestros de los que la mayoría de los banenses evitan hablar. Sin embargo, soy de los que piensan que todo hombre público tiene un lado oscuro y otro brillante, por lo que en mi modesta percepción no todo fue malo en él. Como no tengo vocación de historiador, ni de biógrafo, no voy a detenerme en pormenores o detalles de su biografía, por lo demás demasiado conocida. Sólo quiero destacar que lo he podido admirar de él, o sea su lado bueno, es que siendo un joven muy humilde tuvo un gran espíritu de superación personal y se propuso escalar la cima más alta hasta lograrla. El mismo Don Emilio Galicia, a quien el propio Batista le robó el famoso reloj de leontina de oro y lo vendió en ocho pesos para costearse el pasaje hasta La Habana y enrolarse en el ejército, me comentó cuando lo entrevisté en los años setenta que él siempre lo perdonó y nunca lo consideró un robo, pues Rubén como acostumbraba a llamarlo, sólo quería salir adelante y vio en el ejército su gran oportunidad. Don Emilio me hizo unas cuantas confesiones, que en su momento me costó trabajo creer, pero después he leído en alguna de sus biografías y todo coincide. La primera de ellas es que Don Belisario Batista, su padre, nunca lo quiso, por lo que su madre Doña Carmela Zaldívar tuvo que inscribirlo como hijo natural con el nombre de Rubén Zaldívar. Cuando aspiraba para Presidente en el año 1939 tuvo que postergar su candidatura y conseguir que un juez le inscribiera como Rubén Fulgencio Batista Zaldívar. Este ”pequeño” trámite le costó quince mil pesos. Una verdadera fortuna en aquellos tiempos. Otra de las confesiones es que Batista ejerció los más humildes trabajos para sobrevivir, incluso el de narigonero o sea le ponía unas argollas a la nariz de los bueyes para que fuesen halados. Su afán de superación lo llevó a convertirse en autodidacta. Devoraba todo lo que caía en sus manos. Me dijo que lo peor de Batista fue rodearse de asesinos y de personas sin escrúpulos que lo empujaron a conseguir el poder a como diera lugar, pero me dijo que en su primer mandato de gobierno se preocupó realmente por su pueblo y por mejorar el nivel de vida de todos los cubanos. Creo que la mayor apología que se le hiciera a este hombre considerado hoy día como el dictador sangriento vino de parte del fallecido Secretario General del antiguo Partido Socialista Popular que lo llevaba a las urnas como su candidato oficial: "cubano ciento por ciento, celoso guardador de la libertad patria, tribuno elocuente y popular... prohombre de nuestra política nacional, ídolo de un pueblo que piensa y vela por su bienestar... hombre que encarna los ideales sagrados de una Cuba nueva y que por su actuación demócrata identificado con las necesidades del pueblo, lleva en sí el sello de su valor".[ ↑ "Hoy", órgano oficial del PSP, 13 de julio de 1940

DON FIDEL DEL PINO SANTOS

Para tener una idea de la catadura moral de este señor es preciso leer alguna de las anécdotas que nos refiere Carlos Franqui en su libro “Vida, aventuras y desastres de un hombre llamado CASTRO’’ editado por Planeta, en México en el año 1989. No voy a citar textualmente esas anécdotas porque no quiero cansar al lector y con mis propias palabras daré cuenta de alguna de ellas.

Don Fidel del Pino Santos era un abogado inescrupuloso que sólo defendía a ricos y además siempre trataba de sacar la mayor tajada de ellos, tal es el caso de Don Ángel Castro, el padre de Fidel Castro. Este hombre creía ciegamente en el abogadillo ya que siempre fue su compinche en los abusos y desmanes que cometía el viejo Ángel, particularmente contra los inmigrantes haitianos que eran llevados a su feudo con engaños. En esta infame transacción se involucraban Don Fidel del Pino, padrino económico y el padrino católico del propio Fidel, un tal Luis Hilbert, cónsul honorario de Haití en la ciudad de Santiago de Cuba. Este cónsul atraía a los infelices haitianos que deseaban emigrar a Cuba y el abogadillo se encargaba del resto. Nunca les pagaban un salario justo o por lo menos digno y según el testimonio de gente que conoció a los Castro en Birán, tanto Ángel como Lina, su flamante nueva esposa se llevaron a más de uno de aquellos infelices labradores haitianos a la tumba por indisciplinados. Hay una vieja foto de Doña Lina Ruz empuñando una escopeta que da margen para pensar cualquier cosa.

Según Franqui don Fidel del Pino “era un político, magnate, latifundista, representante a la Cámara, socio, vecino y protector de Ángel Castro”.

Cuenta, además, Franqui, que cuando Ángel Castro se divorció de su primera esposa Lidia Garrote, el abogado Del Pino le propone que pase todos sus bienes a su nombre para no tener que compartir nada con su ex esposa y después de consumado el divorcio el abogadillo le hizo entrega mediante una falsa compra de todos los bienes a Don Ángel Castro.

Con lo desconfiado que era Don Ángel sorprende que se prestase a esa treta, pero esto nos da también una idea de la confianza que al final despertaría en el astuto jugador de cartas y cantaor de Láncara, a quien su padre envió a Cuba cuando se libraba la Guerra de Independencia en sustitución de un niño rico.

Por esos ocultos avatares de la vida que nadie entiende, aunque se lo proponga, de cierta manera la vida del dictador que desgobierna nuestra sufrida patria está entrelazada con Banes.

Allí se casó en el año 1948 con Mirta Díaz Balart, una hermosa y culta joven que cursaba estudios universitarios en La Habana e hija de Rafael Díaz Balart, un abogado y hombro muy probo a quien todos los banenses respetaban y se sentían orgullosos de tenerle como hijo predilecto de la ciudad. En relatos anteriores he contado todos los incidentes de esta boda, por lo que creo que se hace innecesario repetirlos aquí. Sólo voy a permitirme referir un par de anécdotas que me fueron reveladas por dos mujeres banenses que fueron trabajadoras domésticas de la familia Díaz Balart en Banes y luego en la casa de Fidel y Mirta en La Habana.

Silvia García, hoy fallecida, trabajó como empleada doméstica de la familia Díaz Balart en la mansión que ocupaban en la Avenida de Cárdenas en el centro de la ciudad de Banes y que luego, en un gesto muy generoso los Díaz Balart donaron a la ciudad para instalar en ella la Primera Escuela de Artes y Oficios.

Según me contaba Silvia en una ocasión la familia estaba reunida con ciertos invitados para celebrar una importante cena y esperaban por Fidel que se había ido desde muy temprano en la mañana a recorrer la hacienda de Birán.

Ya había pasado la hora de la cena que estaba fijada para las ocho de la noche y Fidel no llegaba. Así el tiempo se iba dilatando hasta las nueve de la noche y no querían servirla hasta que no llegase el flamante esposo, pues llevaban poco tiempo de casados.

Al final se apareció Fidel enfundado en unos pantalones de dril 100, de los que llamaban monteros, unas espuelas y unas botas completamente enlodadas, cubriéndose la cabeza con un sombrero jipi-japa.

El piso del salón no estaba alfombrado como se acostumbra hoy día, sino de madera finamente encerada y que se le acostumbra llamar duela. Pues este señor, quizás por resentimientos anti burgueses o por alguna otra razón desconocida, haló para sí una silla y sin saludar a los comensales, ni excusarse por la llegada a deshora, comenzó a comer sin lavarse las manos llevando piezas de pollo directamente a la boca.

A la señora Angélica Franco, la madre de Mirta le quiso dar un ataque y entonces recuerda que Don Rafael le dijo: “¿No te das cuenta que este hombre es un cerdo?”

La segunda anécdota la escuché de labios de Angelita Gandol, quien se había ido a vivir a La Habana para servir como doméstica en la casa de Mirta y Fidel. Cuenta Angelita que Fidel acostumbraba a pasearse dentro de la casa en calzoncillos y ella entonces era una mujer joven y le molestaba esa actitud. De nada sirvió que la propia Mirta le reclamase a Fidel que dejara esa costumbre y que respetara a la sirvienta. El tipo que es bastante exhibicionista continuó con el mismo hábito. También me contaba que la economía doméstica cada día iba de mal en peor, hasta el extremo de embargarle los muebles y sólo dejarle la pequeña cuna donde dormía Fidelito. Fidel, siempre delirante, le decía que todo iba a cambiar. Abrió un bufete de abogado pero nunca recibía clientes y entonces se le ocurrió la brillante idea de criar pollos en la azotea del apartamento. Quien no me crea puede leerse las memorias de Alina Fernández Revuelta: “Alina, la hija rebelde de Castro” y encontrará cosas aún más desquiciadas o delirantes.


BANES Y SUS PERSONAJES PINTORESCOS

Toda ciudad, grande o pequeña, ha tenido siempre sus personajes entrañables. La Habana, por ejemplo, tuvo al Caballero de Paris y quizá un sinnúmero de personajes más que se perdieron en el anonimato dada la vastedad del paisaje citadino. A diferencia de la gran urbe, las ciudades del interior del país, sobre todo los pueblos pequeños, estos personajes quedaron para siempre en la memoria colectiva, gracias a su presencia casi obligada en el vivir cotidiano, convirtiéndolos así en legendarios.

Banes fue pródigo en esos seres casi mágicos. Desde pequeños los banenses los vimos deambular por las estrechas callejuelas del pueblito. A veces compartían nuestros juegos y disfrutábamos de sus ocurrencias y travesuras.

Con los ojos de la memoria evoco uno de aquellos días de mi niñez. Desde lejos se divisaba un cíngulo de cerros y lomeríos que parecía apretar al pequeño pueblo. Eran las lomas de El Retrete a poca distancia de Veguitas donde vivíamos. La carretera se extendía serpenteando el paisaje y a lo lejos se veía la figura de una mujer menuda con un retazo de tela blanca que le cubría la cabeza a modo de rebozo, protegiéndose así del sol inclemente. Era Mercedes. Mercedes, así, a secas. La mayoría ignoraba sus apellidos. Solo sabíamos que vivía en las ruinas del Hogar Infantil en la barriada de El Negro y que había enloquecido luego de ser ultrajada por un tal Félix Almira. Un hombre adinerado.

Todavía no alcanzaba nuestra modesta vivienda y ya se oían sus voces: “pico, repico, tantos picos y yo sin un pico ¡Felialmira desgraciao!” Cada tarde repetía la misma rutina. Se comentaba que la pobre mujer se dirigía hasta la casa de ese mal hombre a gritarle toda clase de insultos y por supuesto este negaba siempre el aborrecible hecho aduciendo que era producto de su mente delirante. Cuando nos mudamos a la ciudad de Guantánamo dejé de ver a Mercedes. Nunca más supe de ella. Seguramente pereció en la misma miseria en que había mal vivido sin recibir nunca cuidado psiquiátrico, ni otro tipo de atenciones. La miseria y el abandono eran endémicos en la Cuba de aquellos días. Esto no es una apología al régimen que desgobierna nuestro amado país, ni a su tan cacareado sistema de salud pública, que al final resulta una falacia. Sólo trato de ser objetivo y demostrar que no todo era color de rosa en aquella república y justamente esa desigualdad social fue uno de los factores, si no el mayor, que nos llevó a la locura que padecemos hoy día los cubanos. Ojalá ese oprobioso pasado nunca más se repita y las nuevas generaciones construyan un sistema de gobierno justo y respetuoso de los más elementales derechos del hombre en una democracia plena.

LUIS BOBERA Y OTROS PERSONAJES

Todavía recuerdo a Luis Bobera. Era un personaje muy simpático. Recorría el pueblo paseando a su novia en una carretilla y solicitando algunas monedas para sobrevivir. Se cuenta que un día se propuso llevarse a su novia “La Morocha” a La Habana en su inseparable carretilla y lo logró. Lo único cierto es que nunca más se les volvió a ver transitando las empedradas callejuelas del pequeño pueblo.

CORONEL

¿Qué banense no recuerda a Coronel? Este personaje era un hombre robusto, de color, muy parco al hablar. Sólo se le soltaba la lengua cuando se encontraba ebrio, lo que sucedía con gran frecuencia. Aun así no revelaba nunca detalles de su vida privada, por lo que nunca supimos cuándo y cómo llegó a Banes, aparentemente de La Habana, esto último a juzgar por una tonadilla que siempre tarareaba rechinando los dientes: “La Habana, La Habana el que no la ve no la goza”. Una noche se acostó con la Muerte y jamás despertó.

TIO MONGO

Tío Mongo recorría las calles seguido por una cohorte de muchachos a quienes les divertía hacerle perder los estribos. El ”juego” consistía en pedirle la bendición. A la primera vez él respondía muy cortésmente: “Dios te bendiga” A la segunda vez se ponía un poco molesto. ¡La bendición, Tío Mongo! ¡Dios te bendiga! .A la tercera vez replicaba: ¡ Dios te bendiga, cacho e’ cabrón!

CORONILLA

Coronilla era el mote que la gente le había endilgado a Alberto Pérez. Se ganaba el sustento soldando palanganas y orinales. Era hojalatero y vendía unos jarritos que hacía con las latas de leche condensada. Cuando los niños – que siempre son muy crueles – le gritaban: ¡Coronilla!, Alberto reponía afablemente: Yo me llamo Alberto Pérez. Nunca se enojaba. Otra de sus simpáticas anécdotas era aquella que contaba que además de anunciarse como soldador y hojalatero acostumbraba a vocear: “se alquila a mi mamá y a mi hermana pa’trabajar”.

LULU

A Lulú la conocían todos los niños del pueblo. Intervenía en nuestros juegos infantiles poniéndoles siempre un toque mágico, pues, para nosotros, era una suerte de performer. Por unas monedas o a veces a cambio de una naranja no solamente cantaba, sino que bailaba charlestón. Para nosotros aquel baile era una novedad, pues estábamos en plena década de los cincuenta y ese baile era la última moda en los años veinte y los treinta del siglo pasado. Hay que ver los viejos filmes hollywoodenses de esa época para tener una idea de la fiebre que provocaba en los entonces jóvenes.

EUSEBIO

Eusebio era una pobre víctima de la polio. De extracción campesina muy humilde. Su discapacidad no le permitía trabajar y lo condenaba a la indigencia y la humillante mendicidad para sobrevivir. Siempre fue víctima de la maledicencia de los adultos indolentes y de la crueldad típica de los niños. El escarnio y las burlas de las que era objeto siempre le habían endurecido y alimentaban en su ser toda clase de resentimiento respondiendo a cada insulto con blasfemias y una lluvia de pedradas.

No olvido nunca un incidente muy lamentable que tuve la desafortunada ocasión de presenciar. Ocurrió una mañana luminosa de verano en el viejo Reparto Cárdenas. A sólo unas puertas de mi casa se encontraba ubicada la panadería La Humilde. Esa mañana nos encontrábamos casi frente a sus puertas un pequeño grupo de amigos y compañeros Boy Scouts intercambiándonos “ muñequitos ” y un panadero salió y le gritó “ pata e’ muelle” a Eusebio que atravesaba justo la calle. El panadero era un hombre de raza negra. Eusebio estaba ciego de furia y agarró una piedra y la lanzó con tal mala puntería que hizo blanco en la frente de Pepito Coronel, uno de mis amigos. Afortunadamente no le causó daños graves. Nunca vi a Eusebio tan encolerizado como aquella mañana. Se hincó en media calle y le gritó a aquel inconsciente: “¡Providencia, qué negrura!”. Por supuesto que fue un arranque de explícito racismo injustificable. A la distancia de los años analizo aquella actitud de Eusebio y comprendo cómo fuimos condicionados por el prejuicio racial desde pequeños como parte del comportamiento que heredamos de nuestros abuelos españoles. Ese racismo más o menos velado subsiste hasta nuestros días en la sociedad cubana actual. Lo arrastramos como un pesado lastre que nos descalifica como humanos plenos y civilizados frente a ciudadanos de otras latitudes. Lo peor es que ese racismo se ha institucionalizado bajo el comunismo. Recientemente tuve la oportunidad de ver un video de un espectáculo de comediantes de la isla y me repugnó. Es indignante escuchar frases donde califican a los orientales, particularmente a los santiagueros como palestinos y al prototipo de policía como un negro oriental. La actitud de Eusebio se resume así: sí, yo soy una víctima de la polio y apenas deambulo, pero tú eres un negro. En la pobrísima escala de valores de Eusebio ser negro era la peor calamidad. No creo que los nuevos amos de la isla posean otra visión de la negritud.

Referencias

^ "La Piel de la Memoria" de Rene Dayre Abella

^ La piel de la memoria by René Dayre Abella.