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{{Cita|Este hombre, el azote de su tiempo, por su ansia de gloria, por la prudente tenacidad de su carácter, por su heroica valentía, fue uno de los milagros de Dios.}}
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== Sobre el origen etimológico de El Campeador==
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Al abordar la tarea de dilucidar cuál es la etimología de “campeador , nos encontramos con dos tesis apoyadas por diferentes autores. La primera,<ref> Galmes de Fuentes, Álvaro: Épica árabe y épica castellana, Barcelona, 1978, pp. 53-54; Menéndez Pidal, Ramón: La España del Cid, Madrid, 1956, pp. 1500-1712.</ref> apoyándose en diplomas coetáneos y en el mismo ''Carmen Campidoctoris'' (literalmente traducido del latín como "Cantar del Maestro de los Campos de batalla") señala que el término “campeador” proviene de las locuciones latinas “campi doctor” (literalmente, “maestro de los campos de batalla”) o “campi doctus” (literalmente, “adiestrado en los campos de batalla”).
Esta hipótesis ha sido rebatida por otros autores,<ref>Martínez Diez, Gonzalo: El Cid Histórico, Planeta, ISBN 84-08-03932-6 1999, p. 22; Levi-Provençal, Al-Andalus, XIII (1948), p 102; Malo de Molina, Manuel: Rodrigo el Campeador, Madrid, 1857, pp. 12-18; Catalán, Diego: El Cid en la Historia y sus inventores, Madrid, 2002.</ref> sustentándose en los siguientes argumentos:
Los documentos historiográficos temporalmente más cercanos a la vida de El Cid de los que disponemos estaban escritos en un latín más o menos culto, mientras que las hazañas del héroe se habían hecho ya populares en lengua [[romance]]. En este contexto, parece razonable suponer que los pocos escritores de la época (en su mayoría clérigos) quisieran dar un lustre culto a las expresiones del latín vulgar o el [[romance]]. Aceptando esta hipótesis, los autores citados interpretan el término “campeador” como voz [[romance]] lexicográficamente derivada del teutón “kamph” (lucha) y “kampher” (luchador). La etimología de estos vocablos godos parece a su vez ser de origen latino, pero se asumieron en el romance ibérico desde su origen y acepción germánica, no latina. Diez interpreta el concepto de luchador como el de el guerrero o campeón que reta al enemigo en combate singular, idea en la que abunda Dozy<ref>Dozy, Reinhat, Le Cid d'après des nouveaux documents, Leyde 1860, pp. 12-14</ref>. Siguiendo esta línea, Levi-Provençal mantiene que: “Hay un equívoco en la interpretación de la palabra española “Campeador”. En vez de intentar explicarla por sí misma se acude a los vocablos latinos eruditos “campidoctor” y “campidoctus”; pero a pesar de su raro empleo en el “Carmen Campidoctoris” y en la “Historia Roderici”, nada prueba que estas dos palabras latinas no hayan sido escogidas arbitrariamente a causa de su parecido fonético, para representar un vocablo popular”
Reuniendo estas tesis de diversa procedencia, el profesor David Porrinas <ref> Porrinas González, David: Una interpretación del significado de Campeador: el Señor del Campo de Batalla, Norba, Revista de historia, ISSN 0213-375X, pp. 1-20.</ref> parece descartar los términos “campi doctor” y “campi doctus” como origen de «Campeador» para dar validez a la voz romance “campeador” o “campeator” como étimo primario del alias del héroe castellano en el sentido de “luchador, batallador”.


== El Cid en las artes y en la cultura popular ==
== El Cid en las artes y en la cultura popular ==

Revisión del 17:15 5 may 2009

Estatua del Cid, en Burgos, obra de Juan Cristóbal González Quesada, inaugurada en 1955

Rodrigo Díaz de Vivar (Vivar del Cid, Burgos, hacia 1043[1]​ o 1048-1050[2]​ – Valencia, 1099) fue un hidalgo, guerrero y caballero de frontera castellano que llegó a dominar al frente de su propia mesnada todo el oriente de la Península Ibérica a finales del siglo XI, de forma autónoma respecto de la autoridad de rey alguno, aunque con el beneplácito del rey Alfonso VI, de quien Rodrigo siempre se consideró vasallo.

Se trata de una figura histórica y legendaria de la Reconquista española, cuya vida inspiró el más importante cantar de gesta de la literatura española, el Cantar de mio Cid. Ha pasado a la posteridad como El Cid Campeador o El Cid (del árabe dialectal سيد sīdi, 'señor', apelativos por los que ya fue célebre en su tiempo.

Según el autor musulmán andalusí Ibn Bassam (1109):[3]

Este hombre, el azote de su tiempo, por su ansia de gloria, por la prudente tenacidad de su carácter, por su heroica valentía, fue uno de los milagros de Dios.

Sobre el origen etimológico de El Campeador

Al abordar la tarea de dilucidar cuál es la etimología de “campeador , nos encontramos con dos tesis apoyadas por diferentes autores. La primera,[4]​ apoyándose en diplomas coetáneos y en el mismo Carmen Campidoctoris (literalmente traducido del latín como "Cantar del Maestro de los Campos de batalla") señala que el término “campeador” proviene de las locuciones latinas “campi doctor” (literalmente, “maestro de los campos de batalla”) o “campi doctus” (literalmente, “adiestrado en los campos de batalla”). Esta hipótesis ha sido rebatida por otros autores,[5]​ sustentándose en los siguientes argumentos: Los documentos historiográficos temporalmente más cercanos a la vida de El Cid de los que disponemos estaban escritos en un latín más o menos culto, mientras que las hazañas del héroe se habían hecho ya populares en lengua romance. En este contexto, parece razonable suponer que los pocos escritores de la época (en su mayoría clérigos) quisieran dar un lustre culto a las expresiones del latín vulgar o el romance. Aceptando esta hipótesis, los autores citados interpretan el término “campeador” como voz romance lexicográficamente derivada del teutón “kamph” (lucha) y “kampher” (luchador). La etimología de estos vocablos godos parece a su vez ser de origen latino, pero se asumieron en el romance ibérico desde su origen y acepción germánica, no latina. Diez interpreta el concepto de luchador como el de el guerrero o campeón que reta al enemigo en combate singular, idea en la que abunda Dozy[6]​. Siguiendo esta línea, Levi-Provençal mantiene que: “Hay un equívoco en la interpretación de la palabra española “Campeador”. En vez de intentar explicarla por sí misma se acude a los vocablos latinos eruditos “campidoctor” y “campidoctus”; pero a pesar de su raro empleo en el “Carmen Campidoctoris” y en la “Historia Roderici”, nada prueba que estas dos palabras latinas no hayan sido escogidas arbitrariamente a causa de su parecido fonético, para representar un vocablo popular” Reuniendo estas tesis de diversa procedencia, el profesor David Porrinas [7]​ parece descartar los términos “campi doctor” y “campi doctus” como origen de «Campeador» para dar validez a la voz romance “campeador” o “campeator” como étimo primario del alias del héroe castellano en el sentido de “luchador, batallador”.

El Cid en las artes y en la cultura popular

El Cid en la literatura

Reproducción del primer folio del manuscrito del Cantar de mio Cid conservado en la Biblioteca Nacional de España

Disponemos de una crónica en latín, la Historia Roderici, que es la fuente más fiel de la vida del Cid, y fue escrita en la segunda mitad del siglo XII. Junto a los testimonios de historiadores árabes, que tenían un concepto de la historiografía más científico, es la principal fuente de nuestros conocimientos sobre el Cid histórico.

En cuanto a literatura, Rodrigo Díaz de Vivar fue ya en vida objeto de obras literarias que ensalzaban su figura. Sus hazañas causaron admiración en sus contemporáneos cultos y eruditos, como lo demuestra el Carmen Campidoctoris, himno latino escrito en poco más de un centenar de versos sáficos en la segunda mitad del siglo XII que cantan al Campeador como se hacía con los héroes y atletas clásicos grecolatinos.

Por esta misma época, iban tomando forma en las voces del pueblo los cantares de gesta, del que se conserva el Cantar de mio Cid escrito entre 1195 y 1207 por un autor culto, letrado de la zona de Burgos y con conocimientos de derecho, referido a los hechos de la última parte de su vida (destierro de Castilla, luchas con el conde de Barcelona, conquista de Valencia), convenientemente recreados.

Entre los testimonios legendarios que se desarrollaron a la muerte del Cid en torno al monasterio de san Pedro de Cardeña está el utilizar a dos espadas con nombres propios, la llamada Colada y la Tizona, que según la leyenda era perteneciente a un rey de Marruecos y hecha en Córdoba. Ya desde el Cantar de mio Cid (solo cien años desde su muerte) figuran en la tradición los nombres de sus espadas y de su caballo, Babieca.

A partir del siglo XIV se va perpetuando una leyenda del Cid en las crónicas y sobre todo en los romances cidianos del romancero. Hasta el siglo XIV fue fabulada su vida en forma de epopeya, pero cada vez con más atención a su juventud imaginada con mucha libertad creadora, como se puede observar en las tardías Mocedades de Rodrigo, en que se relata como en su juventud se lanza a invadir Francia y a eclipsar las hazañas de las chansons de geste francesas. Las nuevas composiciones le dibujaban un carácter altivo muy del gusto de la época pero contradictorio con el estilo mesurado y prudente del Cantar de mio Cid. Su juventud y sus amores con Jimena fueron también objeto de tratamiento por parte del romancero.

En el siglo XVI, además de continuar con la tradición poética de elaborar romances artísticos, le fueron dedicadas varias obras teatrales de gran éxito, generalmente inspiradas en el propio romancero. En 1579 Juan de la Cueva escribió la comedia La muerte del rey don Sancho, basada en la gesta del cerco de Zamora. Iguamente hizo Lope de Vega en Las almenas de Toro y la más importante expresión teatral basada en el Cid: Las mocedades del Cid y Las hazañas del Cid (1618), de Guillén de Castro. Corneille se basó en la obra de Guillén de Castro para componer Le Cid (1636), una obra clásica del teatro francés. Los románticos recogieron con entusiasmo la figura del Cid siguiendo siempre el romancero: por ejemplo, La jura de Santa Gadea, de Hartzenbusch y La leyenda del Cid, de Zorrilla. Además el novelista por entregas Manuel Fernández y González escribió una novela basada en sus aventuras y sus leyendas llamada El Cid, y Ramón Ortega y Frías escribió una novela por entregas con el mismo tema en la misma época.

Eduardo Marquina estrena en 1908 Las hijas del Cid. Fuera del teatro y ya en el siglo XX, cabe destacar las versiones poéticas modernas del Cantar de mio Cid que realizaron Pedro Salinas, en verso, y Camilo José Cela. Las ediciones críticas más recientes del Cantar, han devuelto la frescura y belleza a estos viejos versos; así, la más autorizada actualmente es la de Alberto Montaner Frutos que fue editada en 2000 para la colección «Biblioteca Clásica» de la editorial Crítica.

Fuera de revisiones poéticas, existe una de las magnas obras del poeta y mago chileno Vicente Huidobro, que en 1929 publica La hazaña del Mío Cid, que como el mismo se encarga de señalar, es una «novela escrita por un poeta», lectura obligada para los devotos del Campidoctor.

A mediados del siglo XX, el actor Luis Escobar hizo una adaptación de Las mocedades del Cid para el teatro, titulada El amor es un potro desbocado; en los ochenta José Luis Olaizola publicó el ensayo El Cid el último héroe, y en el año 2000 el catedrático de historia y novelista José Luis Corral escribió una novela desmitificadora sobre el personaje titulada El Cid. En 2007 Agustín Sánchez Aguilar publicó la leyenda del Cid, adaptándola a un lenguaje más actual, pero sin olvidar la épica de las hazañas del caballero castellano.

El Cid en el cine y la televisión

En 1910 El Cid de Mario Casarini basado en la obra de Pierre Corneille.

En 1961 se estrenó la versión cinematográfica más popular del Cid. Fue dirigida por Anthony Mann y protagonizada por Sophia Loren y Charlton Heston. La película, producida por Samuel Bronston, se rodó en España.

En 1962 se realizó una coproducción hispano-italiana llamada Las hijas del Cid, dirigida por Miguel Iglesias.

En 1973, en un Estudio 1 se realizó una adaptación de El amor es un potro desbocado, donde Emilio Gutiérrez Caba hacía el papel del Cid, y Maribel Martín el de doña Jimena.

En 1980 se estrena en TVE la serie de animación Ruy, el pequeño Cid, donde se relatan las imaginarias aventuras de un Cid niño.

En 1983 se realizó en España una parodia sobre la vida del Cid llamada El Cid cabreador dirigida por Juan José Millán en la que el papel del protagonista estaba interpretado por Ángel Cristo y el de doña Jimena por Carmen Maura.

En 2003 se realizó una película animada llamada El Cid: La leyenda.

El Cid en la ópera

La historia del Cid fue adaptada para la ópera en cuatro actos por los libretistas Adolphe-Philippe D'Ennery, Edouard Blau y Louis Gallet basándose en la obra de Pierre Corneille y compuesta por el músico Jules Massenet.

Claude Debussy comenzó a poner música a un libreto de Catulle Mendès titulado Rodrigue et Chimène y trabajó en él entre 1890 y 1893, pero no concluyó la obra y la abandonó por otros proyectos.

Véase también

Referencias

  1. Alberto Montaner Frutos (2000)
  2. Martínez Diez, Gonzalo, El Cid Histórico, Barcelona: Editorial Planeta, S.A. 2001. ISBN 84-08-03932-6.
  3. Abu-l-Hasan Alí ibn Bassam, al-Djazira fi mahasin ahl al-Yazira, Dozy R., Recherches sur l'histoire et la littérature de l'Espagne pendant le moyen âge, Paris-Leiden, 1881.
  4. Galmes de Fuentes, Álvaro: Épica árabe y épica castellana, Barcelona, 1978, pp. 53-54; Menéndez Pidal, Ramón: La España del Cid, Madrid, 1956, pp. 1500-1712.
  5. Martínez Diez, Gonzalo: El Cid Histórico, Planeta, ISBN 84-08-03932-6 1999, p. 22; Levi-Provençal, Al-Andalus, XIII (1948), p 102; Malo de Molina, Manuel: Rodrigo el Campeador, Madrid, 1857, pp. 12-18; Catalán, Diego: El Cid en la Historia y sus inventores, Madrid, 2002.
  6. Dozy, Reinhat, Le Cid d'après des nouveaux documents, Leyde 1860, pp. 12-14
  7. Porrinas González, David: Una interpretación del significado de Campeador: el Señor del Campo de Batalla, Norba, Revista de historia, ISSN 0213-375X, pp. 1-20.

Bibliografía

  • Corral, José Luis (2000). El Cid. Barcelona: Edhasa. ISBN 84-350-6010-1. 
  • Coscollá Sanz, Vicente (2003). La Valencia musulmana. Valencia. ISBN 84-87398-75-8.  Parámetro desconocido |Reproducción= ignorado (ayuda)
  • Fletcher, Richard (2001). El Cid. España, Ed. Nerea. ISBN 84-89569-29-0. 
  • Martínez Díez, Gonzalo (1999). El Cid histórico. Barcelona: Planeta. ISBN 84-08-03161-9. 
  • Montaner Frutos, Alberto; ed. (2000). Cantar de Mio Cid. Barcelona: Crítica. ISBN 978-84-8432-121-5. 
  • ——, «El Cid. La historia.», en www.caminodelcid.org, página web del Consorcio Camino del Cid, Burgos, 2002.
  • Oliver Pérez, Dolores (2008). El Cantar de Mío Cid: génesis y autoría árabe. Almería: Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes. ISBN 978-84-934026-7-9. 
  • Plaza, José María (2006). Mi primer Cid. Ed. Espasa. ISBN 84-670-2300-8. 
  • Malo de Molina, Don Manuel (1857). Rodrigo el Campeador. Madrid, Imprenta Nacional. ISBN 84-8339-208-9.  Parámetro desconocido |Reproducción= ignorado (ayuda)
  • Agustín Sánchez Aguilar (2007). La leyenda del cid. ISBN 978-84-316-0958-0. 
  • F. Javier Peña Pérez Burgos (2000). El Cid Campeador: historia, leyenda y mito. Dossoles,. ISBN 978-84-674-4581-7.  Texto « reedición: reeditado en edición de bolsillo por Planeta-Agostini 2007

» ignorado (ayuda)

  • VVAA. El Cid. Del hombre a la leyenda. Junta de Castilla y León y Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. ISBN 978-84-935781-4-5. 

Enlaces externos