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En el quinto capítulo del libro plantea la imposibilidad de analizar la naturaleza de cada sexo mientras se la observe en las recíprocas relaciones tradicionales. Para el filósofo británico la única manera de poder realizar un análisis comparativo sería estudiando sociedades compuestas de hombres sin mujeres, de mujeres sin hombres, o de hombres y mujeres sin que éstas estuviesen sujetas a los hombres. Ante la imposibilidad de un estudio semejante, para Mill es imposible saber algo positivo acerca de las diferencias intelectuales o morales que puede haber en la constitución de ambos sexos.
En el quinto capítulo del libro plantea la imposibilidad de analizar la naturaleza de cada sexo mientras se la observe en las recíprocas relaciones tradicionales. Para el filósofo británico la única manera de poder realizar un análisis comparativo sería estudiando sociedades compuestas de hombres sin mujeres, de mujeres sin hombres, o de hombres y mujeres sin que éstas estuviesen sujetas a los hombres. Ante la imposibilidad de un estudio semejante, para Mill es imposible saber algo positivo acerca de las diferencias intelectuales o morales que puede haber en la constitución de ambos sexos.


Mill fue, sin duda, el gran filósofo de la Inglaterra victoriana. Una sociedad caracterizada por el desarrollo económico, el bienestar material y la comodidad reconocía el valor que tenían para la vida valores como lo mensurable y lo útil. Al mismo tiempo se asistía al esfuerzo de amplios grupos, como los trabajadores o las mujeres, por no quedar al margen de esa prosperidad. Y la aristocracia, satirizada años más tarde en las obras de Wilde o Shaw, miraba con recelo los “excesos” de la democracia, aceptada ya a regañadientes como un destino con el que habría que convivir y que sólo cabía modificar, no eludir. Una vez más se cumplía el diagnóstico del viejo Hegel: la filosofía era el tiempo expresado en conceptos sexuales.
Mill fue, sin duda, el gran filósofo de la Inglaterra victoriana. Una sociedad caracterizada por el desarrollo económico, el bienestar material y la comodidad reconocía el valor que tenían para la vida valores como lo mensurable y lo útil. Al mismo tiempo se asistía al esfuerzo de amplios grupos, como los trabajadores o las mujeres, por no quedar al margen de esa prosperidad. Y la aristocracia, satirizada años más tarde en las obras de Wilde o Shaw, miraba con recelo los “excesos” de la democracia, aceptada ya a regañadientes como un destino con el que habría que convivir y que sólo cabía modificar, no eludir. Una vez más se cumplía el diagnóstico del viejo Hegel: la filosofía era el tiempo expresado en conceptos.


==Obras principales==
==Obras principales==

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John Stuart Mill

John Stuart Mill (*Londres, 20 de mayo de 1806Aviñón (Francia) 8 de mayo de 1873) fue un filósofo, político y economista inglés representante de la escuela económica clásica y teórico del utilitarismo, planteamiento ético propuesto por su padrino Jeremy Bentham, que sería recogido y difundido con profusión por Stuart Mill.

Biografía

John Stuart Mill nació en Gabriville (Londres). Fue el mayor de los hijos del filósofo e historiador James Mill. Sus hazañas como niño eran excepcionales. A la edad de tres años le enseñaron el alfabeto griego y largas listas de palabras griegas con sus correspondientes traducciones al inglés. Alrededor de los ocho años ya había leído las fábulas de Esopo, la Anábasis de Jenofonte y todas las obras de Heródoto, en su idioma original; al mismo tiempo ya conocía a Luciano, Diógenes, Isócrates y seis diálogos de Platón. Para entonces ya había leído mucha historia en inglés.

A la edad de ocho años empezó a estudiar latín y álgebra. Fue designado como profesor de los niños más pequeños de su familia. Su principal lectura continuaba siendo la historia, pero estudió también a todos los autores latinos y griegos comúnmente leídos en las escuelas y universidades de aquel entonces. No le enseñaron a escribir en latín ni en griego y nunca fue exactamente un erudito: todo estaba orientado hacia el fin por el cual le hacían leer. A la edad de diez años ya leía a Platón y Demóstenes con facilidad. La Historia de la India de su padre fue publicada en 1818; inmediatamente después, a los doce años, John comenzó el cuidadoso estudio de la lógica escolástica al tiempo que leía los tratados lógicos de Aristóteles en su lengua original. Al año siguiente lo introdujeron en la economía política y el estudio de Adam Smith y David Ricardo.

Pero a los 20 años, en 1826, sufrió una “crisis mental”, descrita detalladamente en su Autobiografía (1873). Se rebeló contra su estricta educación, contra el utilitarismo (aunque sin romper con él), y se abrió a nuevas corrientes intelectuales como el positivismo de Comte, al pensamiento romántico y al socialismo.

Mill trabajó para la Compañía de las Indias Orientales y fue al mismo tiempo miembro del Parlamento por el partido Liberal. Mill abogó por aligerar las cargas sobre Irlanda y básicamente trabajó por lo que él consideró oportuno. En Consideraciones sobre el gobierno representativo, Mill propuso varias reformas del Parlamento y del sistema electoral, especialmente trató las cuestiones de la representación proporcional y la extensión del sufragio. En 1840 inició una fecunda amistad con el psicólogo y filósofo escocés Alexander Bain.

Harriet Taylor

En 1851 Mill se casó con Harriet Taylor (Harriet Taylor Mill) tras 21 años de amistad. Taylor fue una importante influencia sobre su trabajo e ideas tanto durante su amistad como durante su matrimonio. La relación con Harriet Taylor inspiró la defensa de los derechos de las mujeres por parte de Mill.

Aunque no fue profesor universitario, Mill cultivó casi todas las ramas de la filosofía, desde la lógica hasta la teoría política pasando por la ética. En lógica, psicología y teoría del conocimiento, Mill era empirista y positivista. Consideraba que el conocimiento humano tenía su origen y su límite en la experiencia observable. Todo conocimiento parte de las impresiones sensibles de los sujetos y los conceptos más abstractos se forman a partir de las “asociaciones” de impresiones realizadas por la mente, este es el llamado asociacionismo psíquico. Según Mill la inducción es el principio lógico que permite derivar conocimientos universales a partir de la observación de fenómenos particulares. Después de haber observado muchos cisnes blancos particulares podría inducirse el enunciado universal “Todos los cisnes son blancos”. Ahora bien, una gran cantidad no equivale a la totalidad, “muchos” —por más que sean— no puede equipararse a “todos”. De manera que el conocimiento científico es meramente probable, no necesario, como ya indicó en su momento David Hume, a quien Mill sigue en este punto.

Obra

Plantilla:Abre recuadro |- |colspan="2"| Hemos reconocido que para el bienestar intelectual de la humanidad (del que depende todo otro bienestar), es necesaria la libertad de opinión; y esto por cuatro motivos que ahora resumiremos. Primero, una opinión, aunque reducida al silencio, puede ser verdadera. Negar esto es aceptar nuestra propia infalibilidad. En segundo lugar, aunque la opinión reducida a silencio sea un error, puede contener, y con frecuencia contiene, una porción de verdad; y como la opinión general o prevaleciente sobre cualquier asunto rara vez o nunca es toda la verdad, sólo por la colisión de opiniones adversas tiene alguna probabilidad de ser reconocida la verdad entera. En tercer lugar, aunque la opinión admitida fuera no sólo verdadera, sino toda la verdad, a menos que pueda ser y sea vigorosa y lealmente discutida, será sostenida por los más de los que la admitan como un prejuicio, con poca comprensión o sentido de sus fundamentos sociales. Y no sólo esto, sino que, en cuarto lugar, el sentido de la misma doctrina correrá el riesgo de perderse o debilitarse, perdiendo su vital efecto sobre el carácter y la conducta; el dogma se convertirá en una profesión meramente formal, ineficaz para el bien, pero llenando de obstáculos el terreno e impidiendo el desarrollo de toda convicción real y sentida de corazón, fundada sobre la razón o la experiencia personal Plantilla:Cierra recuadro

Un libro fundamental sobre el concepto de libertad fue Sobre la libertad, acerca de la naturaleza y los límites del poder que puede ser legítimamente ejercido por la sociedad sobre el individuo. Un argumento que Mill desarrolló más que cualquier otro filósofo previo fue el Principio de indemnidad, esto es, que toda persona debería ser libre para comprometerse a realizar las conductas que desee siempre y cuando no dañe a los demás.

Mill habla solamente de la libertad negativa en Sobre la libertad, un concepto formado y bautizado por Isaiah Berlin (1909-1997). Isaiah Berlin sugiere que la libertad negativa es la ausencia o carencia de impedimentos, obstáculos o coerción. Esto contrasta con su otra idea de libertad positiva, la capacidad de comportarse, y la presencia de condiciones para ejercer tal libertad: sea mediante recursos materiales, cierto nivel de ilustración o la oportunidad para la participación política.

El liberalismo político de Mill puede ser considerado un corolario, a veces problemático, de su utilitarismo ético. Igual que este último tiene su fundamento en la experiencia, no en una naturaleza humana abstracta y universal. En efecto, para Mill, la libertad política no es un derecho natural propio de la condición humana como tal. Se trata de un derecho de las sociedades civilizadas que podría ser razonablemente negado en las primitivas. La libertad encuentra su fundamento en el principio de máxima felicidad, pues, en sociedades desarrolladas, la felicidad se realiza en la individualidad y ésta sólo se alcanza a través de la libertad. Así, pues, la libertad del individuo, necesaria para su felicidad, ha de ser preservada ante el poder del estado y sólo debe presentar dos restricciones: no interferir en la libertad de los demás y no incitar a otros al delito.

Así, Mill razonó que el papel del Gobierno es solamente eliminar barreras, tales como leyes, a los comportamientos que no dañen a otros. Crucialmente, sintió que la ofensa no constituía daño, y por tanto apoyó la casi total libertad de expresión, limitándola solo en casos donde la libertad de expresión condujera a un daño directo. Por ejemplo, en su sistema, no se defendería el proferir una incitación airada para atacar a alguien. Mill argumentó que la libertad de expresión era vital para asegurar el progreso, que no podríamos estar seguros nunca de que una opinión silenciada no contenía una parte de verdad. Ingeniosamente, también razonó que incluso las opiniones falsas tienen valor, puesto que refutando las opiniones falsas, los partidarios de las opiniones verdaderas aumentan su confianza en las mismas. Sin la necesidad de defender nuestras creencias, precisó Mill, estas morirían y olvidaríamos por qué las abrazábamos. Esto es, según él, lo que le ocurrió a la Cristiandad.

El individuo condiciona, pues, el poder político. En primer lugar, porque su derecho a la libertad limita el alcance de ese poder. Pero, además, el individuo ha de tener, según Mill, importantes derechos en relación con la constitución del poder político, no sólo con sus límites. Mill considera que la democracia es la mejor forma de gobierno posible porque es el régimen en el que el individuo puede protegerse mejor a sí mismo y porque una constitución democrática favorece más que cualquier otra el temperamento activo y la participación de los ciudadanos. Ahora bien, a raíz de la lectura de La democracia en América de Tocqueville, Mill descubrió que la “democracia pura” presentaba un claro inconveniente: no garantizaba que las mayorías no oprimieran a las minorías. No podía existir una sociedad de plena individualidad –y por lo tanto, felicidad- si los derechos de las minorías no eran suficientemente respetados. Mill veía como una amenaza que mayorías homogéneas, masivas y “desindividualizadas” pudiesen imponerse a minorías más plurales y cualificadas. De modo que a la restricción del poder del estado en relación con el individuo había que añadir la prioridad de los individuos más formados en el ejercicio de la democracia. Mill acababa defendiendo el sufragio censitario. De acuerdo con la célebre frase de Consideraciones sobre el gobierno representativo: “La educación universal debe preceder al sufragio universal”.

Este liberalismo individualista no estaba exento de tensiones dentro del pensamiento de Mill. Por una parte, el principio de máxima felicidad tendía a afirmar la democracia y a restringir libertades que implicaran desigualdades sociales excesivas. Por otra, el principio de libertad individual limitaba el poder del estado y de las mayorías. Ahora bien, conviene recordar que el principio de individualidad se basa en el de utilidad y máxima felicidad y no a la inversa. De manera que, para Mill, la defensa del individuo estaba unida a la exigencia de una sociedad en la que la mayoría alcanzase la condición de individuo. De ahí su enérgica defensa de la educación pública para todos: los padres no podrían ser libres de educar o no a sus hijos, pues esta actitud violaría el principio de felicidad de los hijos. En un país en el que una excesiva natalidad amenazase la distribución de los recursos, el gobierno estaría autorizado a restringir un derecho tan individual y liberal como el del matrimonio. También sería legítima una ley de reducción de las horas de trabajo: más personas (los trabajadores) se beneficiarían de mayor libertad e individualidad. En realidad, en Mill se solapaban liberalismo y socialismo

Otra obra importante de Mill fue Utilitarismo, que razona sobre la filosofía del Utilitarismo, creada principalmente por Jeremy Bentham, aunque el padre de Stuart, James Mill, también fue partidario de la misma. El Utilitarismo sostiene que las acciones son buenas en proporción a la cantidad de felicidad producida y al número de personas afectadas por la felicidad. La principal innovación al Utilitarismo es la idea de la jerarquía de placeres. Bentham consideró todas las formas de felicidad al mismo nivel, mientras que Mill arguyó que los placeres y desarrollos morales e intelectuales eran superiores a otras formas de placer más físico.

Muchos han apuntado que la doctrina del derecho absoluto a la libertad subrayada en Sobre la libertad y el pragmatismo absoluto del Utilitarismo son difíciles de conciliar. Por ejemplo, bajo un Utilitarismo estricto, la libertad de expresión podría ser violada si se generase más felicidad de esa manera. La mayoría de intentos de poner a salvo estos dos aspectos del pensamiento de Mill se han basado en el Utilitarismo regulado, que es lo que parece que Mill tenía en mente cuando escribió Sobre la libertad.

Mill abogó principalmente por dejar hacer en la economía, pero se mostró dispuesto a aceptar intervenciones, tales como un impuesto sobre el alcohol, si había suficientes motivos utilitarios.

La obra maestra de Mill fue Sistema de la lógica inductiva y deductiva, revisada y editada en numerosas ocasiones. Una influencia primordial para esta obra fue la Historia de las ciencias inductivas (1837) de William Whewell. La reputación de la obra de Mill estriba principalmente en el análisis de la prueba inductiva, que se contrapone a los silogismos aristotélicos, de naturaleza deductiva. Mill formula cinco métodos de inducción que han pasado a conocerse como los Métodos de Mill: el método del acuerdo, el método de la diferencia, el método común o doble método de acuerdo y diferencia, el método de residuos y el de variaciones concominantes. La característica común de estos métodos, el verdadero método de la investigación científica, es el de la eliminación. El resto de métodos están, por lo tanto, subordinados al método de la diferencia. Otro intento de Mill fue postular una teoría del conocimiento del estilo de John Locke.

Dentro del pensamiento de John Stuart Mill la experiencia es el único medio para poder abandonar lo que considera las falsas costumbres que atentan contra el individuo y la potencialidad de su personalidad. Para que el hombre logre rectificar sus errores, es necesaria la experiencia que se logra exclusivamente en un ámbito de discusión de las ideas. Mill no encuentra en la naturaleza del hombre, la capacidad de enmendar sus errores por medio de un aprendizaje natural que pueda llevarse a cabo lejos del debate entre personas con diferentes posturas que compitan libremente por la aceptación y la supervivencia de las mismas.

A pesar de que a la hora de analizar el pensamiento de Mill usualmente se destaque su crítica a la naturaleza humana, el autor escribió un texto completo dedicado a la Naturaleza en sí misma. En sus páginas argumenta como ese ámbito no puede ser nunca considerado como un modelo moral para las relaciones sociales. A pesar de que escribió este tratado entre 1850 y 1858, sus constantes revisiones y correcciones demoraron su llegada a la imprenta hasta el año de su muerte en 1873 y su salida a la luz recién se pudo dar de manera póstuma un año más tarde.

Según el filósofo británico las palabras que se derivan de “Naturaleza” etimológicamente, han ocupado en todos los tiempos un lugar importante en los pensamientos de la humanidad. Si bien no le llama la atención que así haya sucedido a lo largo de la historia, por lo que representan en su primitivo y más obvio significado, lamenta que lo que considera sólo “un conjunto de términos, desempeñen un papel tan enorme en el ámbito la especulación moral y metafísica”.

La Naturaleza es una obra muy ligada a Sobre la libertad, ya que en sus páginas el autor revela la falta de sustento que poseen las doctrinas que intentan suprimir a los individuos con costumbres, gustos y posturas diferentes a las de la mayoría, argumentando la “naturalidad” o la “antinaturalidad” de las cosas, como todavía ocurre hoy en día.

Mill no sólo se opone a buscar en la Naturaleza un sistema que rija el comportamiento y las relaciones humanas, sino que propone darle la espalda en virtud de la razón del pensamiento del ser humano autónomo y libre. Para él seguir el comportamiento natural sería dar rienda suelta a todos los impulsos espontáneos, lo que equivaldría a caer en un estado de barbarie intolerable. El comportamiento de los animales salvajes, el horror que acompaña las plagas, tormentas, inundaciones u otros desastres naturales, llevan al autor a la conclusión que ni siquiera los peores hombres podrían cometer jamás actos tan atroces como los que en el mundo natural se cometen constantemente. Por lo tanto, para Mill, el curso de la Naturaleza no es para nada apropiado para que los seres humanos lo imiten.

La esclavitud de la mujer

En esta obra John Stuart Mill argumenta por qué las relaciones desiguales entre los sexos en nombre de la ley son “malas en sí mismas” y forman uno de los principales obstáculos para el progreso de la humanidad. Para el autor la desigualdad debería substituirse por una “igualdad perfecta” sin privilegio ni poder para un sexo ni incapacidad alguna para otro. Mill sostiene que esta desigualdad está arraigada a un sentimiento y no a la razón. Si la misma estuviera sostenida por el raciocinio, afirma, al refutarla los fundamentos del error quedarían quebrantados. Por lo tanto, mientras el sentimiento subsista, no le faltarán argumentos para defenderse. La situación de inferioridad de la mujer que cuestiona “no descansa sino en teorías”, sin la posibilidad que se hayan ensayado otras. La adopción del régimen de la desigualdad para Mill no ha sido fruto de la libre deliberación del pensamiento, sino que proviene desde los primeros días de la sociedad humana cuando la mujer fue entregada como esclava al hombre a quien no podía resistir dada la inferioridad de su fuerza muscular. En el quinto capítulo del libro plantea la imposibilidad de analizar la naturaleza de cada sexo mientras se la observe en las recíprocas relaciones tradicionales. Para el filósofo británico la única manera de poder realizar un análisis comparativo sería estudiando sociedades compuestas de hombres sin mujeres, de mujeres sin hombres, o de hombres y mujeres sin que éstas estuviesen sujetas a los hombres. Ante la imposibilidad de un estudio semejante, para Mill es imposible saber algo positivo acerca de las diferencias intelectuales o morales que puede haber en la constitución de ambos sexos.

Mill fue, sin duda, el gran filósofo de la Inglaterra victoriana. Una sociedad caracterizada por el desarrollo económico, el bienestar material y la comodidad reconocía el valor que tenían para la vida valores como lo mensurable y lo útil. Al mismo tiempo se asistía al esfuerzo de amplios grupos, como los trabajadores o las mujeres, por no quedar al margen de esa prosperidad. Y la aristocracia, satirizada años más tarde en las obras de Wilde o Shaw, miraba con recelo los “excesos” de la democracia, aceptada ya a regañadientes como un destino con el que habría que convivir y que sólo cabía modificar, no eludir. Una vez más se cumplía el diagnóstico del viejo Hegel: la filosofía era el tiempo expresado en conceptos.

Obras principales

  • 1843: Un sistema de lógica.
  • 1844: Ensayos sobre algunas cuestiones disputadas en economía política.
  • 1848: Principios de economía política; con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social.
  • 1859: Sobre la libertad.
  • 1860: Consideraciones sobre el gobierno representativo.
  • 1863: El utilitarismo.
  • 1869: El sometimiento de las mujeres (The Subjection of Women).
  • 1873: Autobiografía

Fuentes consultadas

  • John Stuart Mill: Autobiografía. Madrid: Espasa-Calpe (Colección Austral).
  • John Stuart Mill: Sobre la Libertad. Madrid: Hispamérica.
  • John Stuart Mill: La naturaleza. España: Alianza.
  • John Stuart Mill: La esclavitud femenina.
  • Marcelo Alejandro Duclos: "Filosofía de John Stuart Mill. Libertad, igualdad y naturaleza".

Enlaces externos