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El resultado de toda esta larga y dedicada elaboración es una obra singular, universalmente reconocida como una de las cumbre de la literatura europea. Con ella, las lenguas modernas logran al fin producir una poesía épica culta a la altura de las más admiradas de la Antigüedad Clásica; y la octava real se constituye definitivamente en las lenguas romances como la sucesora del hexámetro latino. Tal es la perfección formal que alcanza la octava del Ariosto, que suelen referirse a ella los críticos como '''octava de oro'''. [[Voltaire]], rendidísimo admirador de esta obra, llegó a declarar en su ''Diccionario Filosófico'': ''¡Cuán grande es el encanto natural de su poesía! Hasta el punto de que soy incapaz de leer uno solo de sus cantos traducido en prosa''.
El resultado de toda esta larga y dedicada elaboración es una obra singular, universalmente reconocida como una de las cumbre de la literatura europea. Con ella, las lenguas modernas logran al fin producir una poesía épica culta a la altura de las más admiradas de la Antigüedad Clásica; y la octava real se constituye definitivamente en las lenguas romances como la sucesora del hexámetro latino. Tal es la perfección formal que alcanza la octava del Ariosto, que suelen referirse a ella los críticos como '''octava de oro'''. [[Voltaire]], rendidísimo admirador de esta obra, llegó a declarar en su ''Diccionario Filosófico'': ''¡Cuán grande es el encanto natural de su poesía! Hasta el punto de que soy incapaz de leer uno solo de sus cantos traducido en prosa''.


==Los cinco cantos==
==sexo AnAl

Por escribir.


==Fortuna==
==Fortuna==

Revisión del 03:14 17 may 2009

Ruggiero rescatando a Angelica, por Jean Auguste Dominique Ingres (1819).

Orlando furioso es un poema épico caballeresco escrito por Ludovico Ariosto y cuya redacción definitiva se publicó en 1532.

La obra

El poema, extensísimo, se compone de cuarenta y seis cantos escritos en octavas (casi 40.000 versos) por los que deambulan personajes del ciclo carolingio, algunos del ciclo bretón (gruta de Merlín, visita de Reinaldos de Montalbán a Inglaterra) e incluso algunos seres inspirados en la literatura clásica griega y latina. Es, y así la presenta el autor, una continuación del Orlando enamorado de Matteo Maria Boiardo. Allá donde dejó éste inacabada su obra, la derrota del ejército de Carlomagno en los Pirineos por los moros, es donde arranca el Ariosto la suya, que suele, al reintroducir los personajes de su predecesor, dedicar una o dos octavas a resumir las aventuras narradas por Boiardo en el Enamorado.

A pesar de su título, Orlando (o Roldán, si se prefiere) no es el protagonista absoluto del poema, sino uno de los personajes principales que aparecen en él: la obra es un continuo entrelazarse de historias de distintos personajes que van apareciendo y desapareciendo en la narración, encontrándose y distanciándose, según se le antoja a Ariosto; una tela que constituyen diversos hilos paralelos que hábilmente sabe tejer el autor:

Mas pues son menester de varias telas
varios hilos, que tanto urdir pretendo,
dejo a Reinaldo en suerte semejante
y vuelvo con su hermana Bradamante.

(Orlando furioso, II, 30, vv. 5-8)

No hay, pues, en la obra la unidad de acción que, posteriormente, tanto preocupó a los teóricos y poetas renacentistas y que llevó a Torquato Tasso a escribir de muy diferente modo su Jerusalén liberada. Pero a pesar de que un resumen de la obra sería un discurso muy largo, pueden establecerse tres puntos en torno a los que gira la obra:

  • El tema épico representado por la lucha entre moros y cristianos y los distintos combates que protagonizan entre sí los héroes del poema.

Las damas, héroes, armas y decoros,
amor y audaces obras ahora canto
del tiempo aquel en que cruzaron moros
de África el mar, y a Francia dieron llanto,

(Orlando furioso, I, 1, vv. 1-4)
  • El tema amoroso cuya figura central es Angélica y el secundario más sobresaliente Orlando. Uno de estos sucesos amorosos es el que da nombre a la obra, cuando halló [don Roldán] en una fuente las señales de que Angélica la Bella había cometido vileza con Medoro, de cuya pesadumbre se volvió loco, y arrancó los árboles, enturbió las aguas de las claras fuentes, mató pastores, destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró yeguas, e hizo otras cien mil insolencias dignas de eterno nombre y escritura, según nos cuenta don Quijote antes de emprender su penitencia en Sierra Morena.

Diré de Orlando en este mismo trino
cosa no dicha nunca en prosa o rima,
pues loco y en furor de amor devino
hombre que antes gozó por sabio estima;

(Orlando furioso, I, 2, vv. 1-4)
  • El tema laudatario de exaltación de la Casa d'Este, señores de Ferrara en tiempos de Ariosto. La obra, de hecho, está dedicada por Ariosto allo Ilustrissimo e Reverendissimo Cardinale donno Ippolito da Este, suo signore.

Os plegue, hercúlea prole generosa,
adorno y esplendor del siglo nuestro,
Hipólito, aceptar esto que osa
y daros sólo alcanza un siervo vuestro.

(Orlando furioso, I, 3, vv. 1-4)

No obstante se trate de un poema épico fabuloso e inverosímil, el Ariosto salpica el texto de aventuras que a veces se antojan casi bufonadas, como la fabulilla del canto XXVIII en que una reina retoza con un enano contrahecho; o de ironías punzantes, que devuelven al lector a la realidad más verosímil como el comentario aquel que vierte luego de haber Angélica sostenido ante Sacripante que después de todas sus aventuras se mantenía aún virgen:

Quizás era verdad, mas no creíble
para quien fuese de razón provisto

(Orlando furioso, I, 56, vv. 1-2)

Argumento

Por escribir.

Redacción

Ariosto emprendió la continuación de la obra de Boiardo hacia 1505, diez años después de que la repentina muerte del conde de Scandiano hubiese dejado el Enamorado inconcluso. Pidió consejo a su amigo Bembo sobre cómo acometer la continuación y, a pesar de que este lo animó a proseguirlo en latín, desoyó el consejo y continuó la obra en el mismo metro (la octava) y con la misma lengua (el dialecto ferrarés) con los que Boiardo había escrito su obra. A los diez años, en abril de 1516 se publicó en Ferrara una primera versión del Furioso en cuarenta cantos dirigida principalmente a ser lectura de la corte ferraresa. No obstante, Ariosto no estaba del todo satisfecho con la primera versión de su obra, y, en 1521 publicó en Ferrara un segunda versión con pequeñas modificaciones y una lengua algo más toscana. Durante este tiempo, entre 1518 y 1519, escribió también cinco cantos (véase siguiente apartado), que no se resolvió a añadir a la obra.

La obra tuvo ya un considerable éxito con diez y siete reimpresiones, pero Ariosto se propuso aún hacerle una profunda revisión y acercarla más al público de toda Italia. Por aquella época bullía en Italia la discusión sobre la lengua, esto es, la discusión sobre cuál debía ser la lengua culta italiana. Ariosto siguió la tesis defendida por Bembo, que publicó la considerada primera gramática del italiano (su Prosas sobre la lengua vulgar) en 1524, y emprendió una profunda toscanización del texto siguiendo a Petrarca como modelo de lengua para su poesía. Además añadió seis cantos, con los que la obra llegó a los cuarenta y seis, y produjo notables modificaciones en el resto. Fruto de todo ello fue la tercera y definitiva versión de 1532.

El resultado de toda esta larga y dedicada elaboración es una obra singular, universalmente reconocida como una de las cumbre de la literatura europea. Con ella, las lenguas modernas logran al fin producir una poesía épica culta a la altura de las más admiradas de la Antigüedad Clásica; y la octava real se constituye definitivamente en las lenguas romances como la sucesora del hexámetro latino. Tal es la perfección formal que alcanza la octava del Ariosto, que suelen referirse a ella los críticos como octava de oro. Voltaire, rendidísimo admirador de esta obra, llegó a declarar en su Diccionario Filosófico: ¡Cuán grande es el encanto natural de su poesía! Hasta el punto de que soy incapaz de leer uno solo de sus cantos traducido en prosa.

Los cinco cantos

Por escribir.

Fortuna

Por escribir.

Fortuna en España

La obra, como en el resto de Europa, gozó pronto de gran fortuna en España. La primera traducción, bastante temprana, data de 1549 y se debe al capitán Jerónimo de Urrea. A pesar de estar compuesta en endecasílabos torpes que ni aun vagamente recuerdan los elegantes y armoniosos de Ariosto, la versión gozó de extraordinario éxito, fue reimpresa en numerables ocasiones durante el siglo XVI, y aún hoy es la favorita de algunas editoriales. Muy probablemente sea esta la traducción que criticó agriamente Cervantes en el célebre episodio del escrutinio de la librería en el Quijote. Un año después de la de Urrea, en 1550, vio la luz otra traducción, ésta de Hernando Alcocer, de escasísima calidad y que conoció la imprenta sólo una vez. En 1585 Diego Vázquez de Contreras publicó una versión prosificada muy libre, que llegó a ser elogiada por Alonso de Ercilla. Durante el siglo XIX la obra volvió a ser objeto de traducciones. Las versiones más famosas son las del conde de Cheste, en octavas, y la prosificada de Francisco J. Orellana, reimpresa varias veces en el siglo XX. En 2002, el poeta y filólogo José María Micó publicó una versión en endecasílabos blancos.

Pero aún más importante que sus traducciones es la honda huella que ha dejado la obra en la literatura española.

En el Quijote, ya sea en el de Cervantes o en el apócrifo de Avellaneda, es a menudo o citado o imitado o fuente de inspiración para alguna de las aventuras: es obra elogiosamente citada en el escrutinio (I,6); don Quijote cree ser don Reinaldos de Montalbán poco después (I,7), más adelante confunde una bacía de barbero con el yelmo de Mambrino, esto es, el que cubría la cabeza de don Reinaldos (I,21); la furia de Orlando es recordada por don Quijote en su penitencia en Sierra Morena (I,25), etc.

La imitación de Ercilla en la Araucana es tal que el más importante de los poemas épicos españoles parece un Orlando sin orlandos: los cantos de la Araucana comienzan todos con un proemio que introduce la aventura que se tratará dentro de él; todos los cantos acaban invitando al lector a continuar la lectura en el siguiente o justificando la oportunidad de parar la acción en ese momento; el poema tiene un destinatario al que se dirige en segunda persona a menudo el poeta; etc.

Gozaron también de fortuna las continuaciones. Las más famosas son dos que retoman los amores de Medoro y Angélica, cuyo asunto había invitado a proseguir Ariosto en el canto XXX: Las Lágrimas de Angélica de Luis Barahona de Soto y La hermosura de Angélica de Lope de Vega.

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