Diferencia entre revisiones de «Eucaristía»

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Contenido eliminado Contenido añadido
R Católico (discusión · contribs.)
Sin resumen de edición
m Revertidos los cambios de R Católico (disc.) a la última edición de Edmenb
Línea 3: Línea 3:


En la [[Iglesia Católica Apostólica Romana]] y la [[iglesia ortodoxa|Iglesia Católica Ortodoxa]], la Eucaristía es la fuente y culmen de toda vida cristiana. Es ''signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da prenda de la vida eterna'' (Cfr. Compendio del Catecismo de Doctrina Católica n. 271). Además del nombre de Eucaristía suele denominársele Santa Misa, Cena del Señor, Fracción del Pan, Celebración Eucarística, Memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, santo Sacrificio, Santa y Divina Liturgia, Santos Misterios, Santísimo Sacramento del Altar y Sagrada Comunión.
En la [[Iglesia Católica Apostólica Romana]] y la [[iglesia ortodoxa|Iglesia Católica Ortodoxa]], la Eucaristía es la fuente y culmen de toda vida cristiana. Es ''signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da prenda de la vida eterna'' (Cfr. Compendio del Catecismo de Doctrina Católica n. 271). Además del nombre de Eucaristía suele denominársele Santa Misa, Cena del Señor, Fracción del Pan, Celebración Eucarística, Memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, santo Sacrificio, Santa y Divina Liturgia, Santos Misterios, Santísimo Sacramento del Altar y Sagrada Comunión.

== El Sacramento del Cuerpo y la Sangre ==

Es el sacramento central de la Iglesia, centro de culto y de la vida cristiana. En su etimología griega, eucaristía significa « acción de gracias, agradecimiento»; el Nuevo Testamento la utiliza para traducir el término hebreo bemkah (bendición). La berakah, que los judíos pronuncian sobre todas las cosas, es un acto de fe y de confesión del nombre de Dios. Es una alabanza entusiasta basada en la admiración por aquel que ha realizado maravillas increíbles. En la bendición solemne al final de la comida, los judíos daban gracias por el alimento que habían tomado. en el que veían un signo de la bondad del Creador que comunica su vida a los fieles, y por la tierra prometida que lo había producido, signo de aquella salvación que Dios había asegurado a su pueblo. Así pues, la berakah bíblica se basa en el recuerdo (anámnesis) de los beneficios extraordinarios recibidos, y se apoya en una confianza absoluta- en el Señor. El evangelista Lucas, al hablar de la última Cena de Jesús, nos dice que, después de haber dado gracias (eucharistésas}, tomó el pan, lo partió y se lo dio a los apóstoles (Lc 22,19). También antes había dado gracias sobre el cáliz, Encontramos esta misma expresión para el cáliz en Mt 26,27 y en Mc 14,23). En 1 Cor 11 se utiliza el verbo eucharistéo (y. 24) para la acción de gracias sobre el pan. El substantivo "eucaristía" pasó luego, a partir del siglo 11, para designar todo el rito.
La eucaristía es el sacramento central del septenario sacramental, ya que es el sacramento que hace presente al mismo Cristo. Pero es un sacramento complejo, va que la Cena del Señor es ante todo e1 memorial eficaz de su único sacrificio, el rito sacramental que actualiza la Pascua. Pero ha sido instituido para la Iglesia para permitirle recibir, mediante la comunión, el fruto del sacrificio de su Señor, uniéndose a él en la ofrenda al Padre. Por eso la eucaristía es al mismo tiempo e indisolublemente el signo sacramental eficaz que hace presente el sacrificio de Cristo y su Persona, su Humanidad, su Cuerpo y Sangre, para que lo recibamos en comunión. Es al mismo tiempo sacrificio y sacramento. Cristo es el sacerdote invisible, que se sirve del ministro visible como instrumento; es víctima sacrificial, que se hace presente sacramentalmente en los signos del pan y del vino; es alimento para los creyentes que participan de la comunión.
Celebrando "en memoria" de Jesucristo el sacramento de su Pascua, la Iglesia revive en la fe el acontecimiento de su muerte y resurrección, fundamento perenne de la nueva alianza, da gracias al Padre por lo que hace por los hombres mediante su Hijo. proclama que la obra de salvación ha llegado a su cumplimiento en Jesucristo. el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Pero si la eucaristía es un memorial en el que se actualiza la Pascua del Señor lo es no tanto en función de Cristo, en el que ha tenido su cumplimiento perfecto y perenne «la obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios,) (SC 5), sino en función de la Iglesia, como su principio y desarrollo, a fin de hacerla participar cada vez más de aquel misterio de gracia. El misterio pascual, en su forma de memorial, se «repiten entonces en el tiempo, para llegar a cada uno de los hombres y a cada una de las comunidades, de modo que la salvación pase de la Cabeza que la realizó a cada uno de sus miembros.
La asamblea eucarística, memorial del Señor muerto y resucitado, es lo que es en virtud del Espíritu de Jesús, que la congrega y unifica. El Espíritu Santo hace de la eucaristía la experiencia fundamental de la Iglesia. Suscita la presencia del Cuerpo Único de Cristo, sacramental y místico, y el de la comunidad que participa en ella. Es lo que pide la Iglesia: «Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad;
por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor... Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo Sangre de Cristo" (Misal romano, Segunda plegaria eucarística). Para que finalmente la eucaristía se realice como Pascua de la Iglesia, en toda su plenitud y en toda su verdad, es necesaria la comunión, que no es un añadido al memorial de la Iglesia, sino que se identifica con él, va que es en esa comunión donde el memorial recibe verdaderamente su actuación: lo traduce y le hace alcanzar su objetivo, va que la eucaristía es por su naturaleza una comida pascual, un banquete en el que hay que participar. La víctima inmolada es para el alimento, y por tanto para el crecimiento y la realización de la Iglesia: comiendo de un solo pan y bebiendo de un solo cáliz, los fieles sé convierten en la «ofrenda viva", asimilados a Cristo, la victima pascual.
Pero el que no participa de la comunión bloquea la orientación intrinseca del memorial-banquete. va que el Señor dejó su cuerpo entregado para ser comido, su sangre derramada para ser bebida: comiendo y bebiendo, se cumple la memoria del Señor como acogida en la fe y como adhesión a las cosas maravillosas que Dios ha realizado por los hombres.
Cuando celebra la eucaristía y se alimenta del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, la Iglesia forma un solo cuerpo con Aquel que se ha convertido para nosotros en redención (cf. 1 Cor 1,301)se sumerge en la resurrección que es 1 a fuerza universal de la salvación (Flp 3, 21); es la Esposa, asociada a su Señor en el misterio de la salvación. Todo el misterio de la salvación está contenido en la eucaristía (S. Th. 111, q. 83, a. 41;) y la ofrenda del sacrificio de la misa, plena reactualización sacramental del misterio pascual, es el culto más alto y perfecto dirigido a Dios. Por eso la celebración de la misa, acción de Cristo y del pueblo de Dios ordenado jerárquicamente, constituye el centro de la vida cristiana; y, en consecuencia, todas las demás acciones sagradas y todas las actividades de la vida cristiana se encuentran en íntima relación con ella. La eucaristía, si es el centro de la vida cristiana, llega a ser también el centro de la Iglesia local; la Iglesia saca de ella su continuo alimento y su fuerza: en la comunidad, que se reune para la celebración eucarística, se hace presente el mismo Cristo, y la participación en su Cuerpo y Sangre no hace sino que nos transformemos en lo que recibimos. La eucaristía es, por tanto, sacramento de unidad, auténtica acción cultual sacerdotal, celebrada en la común ofrenda sacrificial de todo el pueblo de Dios, estructurado jerárquicamente: el ejemplo por excelencia de esta unidad, nos recuerda el Vaticano II, se tiene «en la participación plena y activa de todo el pueblo santo de Dios en las mismas celebraciones liturgicas particularmente en la misma eucaristía, en una misma oración, junto al Único altar donde preside el obispo, rodeado de su presbiterio y ministros» (SC 41). Se reparte el Único pan para que se convierta en alimento de todos: de esta manera todos se convierten a un solo cuerpo en la comunión del Único Pan de vida, Jesucristo.
En torno a la eucaristia, la Iglesia se recoge en oración para la adoración de Aquel que se conserva sobre todo para el viático. Manteniéndose junto al Cristo Señor- en el sacramento eucaristico, los fieles gozan de su intima familiaridad con él y alcanzan un aumento de fe, de esperanza y de caridad, fomentando las justas disposiciones para celebrar el memorial del Señor y recibir frecuentemente aquel Pan que se les ha dado.



== Teología de la Eucaristía ==
== Teología de la Eucaristía ==

Revisión del 23:52 30 may 2009

Fracción de la Eucaristía.

La Eucaristía (del griego: Εuχαριστία eucharistia, "acción de gracias") es uno de los principales ritos cristianos, llamado también comunion, "Cena del Señor"[1]​ o "Santa Cena". Según la tradición del catolicismo, es "el sacramento del sacrificio del Cuerpo y de la Sangre de Jesucristo, instituido por él mismo para perpetuar en los tiempos venideros, hasta su segunda venida, el sacrificio de la Cruz".Quien realiza este acto es únicamente el sacerdote y los materiales son el pan de trigo y el vino de vid.

En la Iglesia Católica Apostólica Romana y la Iglesia Católica Ortodoxa, la Eucaristía es la fuente y culmen de toda vida cristiana. Es signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da prenda de la vida eterna (Cfr. Compendio del Catecismo de Doctrina Católica n. 271). Además del nombre de Eucaristía suele denominársele Santa Misa, Cena del Señor, Fracción del Pan, Celebración Eucarística, Memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, santo Sacrificio, Santa y Divina Liturgia, Santos Misterios, Santísimo Sacramento del Altar y Sagrada Comunión.

Teología de la Eucaristía

Se pueden considerar cinco elementos principales que han sido objeto de la reflexión teológica acerca de la Eucaristía: la institución del sacramento, la Eucaristía como sacrificio incruento, la Eucaristía como presencia real de Cristo, la Eucaristía como comunión y la Eucaristía como prenda de la gloria futura.

Institución del sacramento

La teología católica considera la Eucaristía como un sacramento y por tanto afirma que fue instituida por Jesucristo durante la Última Cena. Ahora bien , esto se dio, según los relatos evangélicos en un contexto amplio:

  • Cena Pascual. Se realizó durante una cena, una cena de intimidad, de despedida, en un ambiente religioso. Si se trató realmente de una cena de Pascua parece irresolvible con los datos disponibles debido a motivos de cronología y la escasa información explícita que pudiera dirimir la discusión. La tradición apostólica, a partir de Pablo, y después de Juan, considera la muerte de Jesús en cruz en clave pascual: «Cristo nuestra Pascua ha sido inmolado». La tradición patrística es generosa al presentar la cruz, la resurrección y, por tanto, la misma cena del Señor como realización de la Pascua.
Así se puede afirmar que la eucaristía fue prefigurada ya en el Antiguo Testamento, especialmente en la cena pascual, celebrada por los judíos, donde consumían pan sin levadura, carne de cordero asada al fuego y hierbas amargas.[2]
Los elementos principales de la celebración de la Pascua judía se encuentran en los siguientes textos bíblicos: Ex 12:1-8; Dt 16; Lv 23:5-8; Nm 28:16-25.
  • La Pasión. Jesús ya está existencialmente en estado de pasión, de sufrimiento cuando tiene la Última Cena con sus discípulos. Se subraya la conciencia que Jesús tenía de su muerte y del tipo de pasión que sobrevendría, anunciada también por medio de la Eucaristía. Se trataría incluso de una acción profética. Jesús invita a comer, a participar y a hacer memoria de lo que Él realiza.
  • Servicialidad mutua. De acuerdo con el relato del evangelista Juan, antes de la cena Jesús habría lavado los pies a sus discípulos y habría mandado a todos ellos que siguieran ese ejemplo de servicialidad.

Ahora bien, a partir de esos contextos, la Iglesia católica afirma que la institución de la Eucaristía por Jesucristo, tal cómo lo relatan los evangelios sinópticos, se realizó cuando tomando en sus manos el pan, lo partió y se los dio a sus discípulos diciendo:

Tomad y comed, este es mi cuerpo que será entregado por vosotros para el perdón de los pecados. Tomad y bebed todos de él porque esta es mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía.

Eucaristía como sacrificio

La profundización de este aspecto de la teología se debe, como en otras ocasiones, a las herejías o negaciones que se han dado durante la historia. Quizás el mayor incentivo de esta fue la negación de la transubstanciación y de la institución como sacrificio hecha por Wycliff.

El concilio de Trento intervino reinstaurando la tradición ya contenida en los escritos de los padres de la Iglesia acerca del sacrificio de la misa. Sin embargo, partió de allí también la reflexión sobre la especificidad del carácter de tal sacrificio. Existe un carácter sacrificial pero no queda clara la relación que existe entre el sacrificio redentor de Cristo y el sacrificio eucarístico, cómo y en qué medida la Eucaristía es memorial, presencia del único sacrificio de la cruz, y en qué medida este único sacrificio debe hacerse presente en la Eucaristía por la Iglesia a favor de la salvación del mundo.

En los Padres de la Iglesia

En la Iglesia de los padres apostólicos y anteriores al Concilio de Nicea se trata siempre de la Eucaristía como un sacrificio. Incluso la terminología relacionada con ella pone inmediatamente en el contexto sacrificial.

Para referirse a la relación con el único sacrificio de Cristo, los padres usan de terminología mistérica: imagen, semejanza, símbolo, tipo, misterio pues nos hace presentes en el misterio de la muerte ya acaecida del Salvador.

En la escolástica

La teología medieval no ha progresado mucho en la reflexión sobre el sacrificio eucarístico. Se profundiza en otros temas a partir del estudio del texto del canon romano.

Pedro Lombardo afirma en el libro de Sentencias: «La misa es llamada 'sacrificio y oblación porque es memoria y representación del verdadero sacrificio y de la santa inmolación hecha en el altar de la cruz... él es inmolado cada día en el sacramento, porque en el sacramento se cumple la memoria de cuanto ha sido realizado una sola vez'» (dist. 12 7).

Tomás de Aquino usa el verbo «repraesentat» para referirse a la Eucaristía en relación con el sacrificio de Cristo.

Así dada la dificultad de comprender el fondo teológico de la expresión «representar» se fue pasando de la representación de naturaleza sacramental a una de tipo simbólico-dramática que terminó por disminuir considerablemente la práctica de la comunión por parte de los fieles.

Según el teólogo Max Thurian las tendencias interpretativas que dieron pie a las críticas de los reformadores eran las siguientes:

  • Se minimizó el carácter cristológico del sacrificio y de la intercesión y la unicidad del sacrificio de la cruz.
  • Se exasperó la eficacia de los efectos de la misa «ex opere operato» pero sin insistir en la participación activa y responsable en comunión con Cristo y su sacrificio.
  • Se exageró el carácter propiciatorio de la misa para la remisión de los pecados. Tanto que se sobrepone la misa a la Pasión de Cristo.

En la Reforma Protestante

Martín Lutero, Philipp Melanchthon, Ulrico Zuinglio y Juan Calvino rechazaron unánimemente el carácter sacrificial de la Eucaristía. Por lo mismo no aceptaron el papel del sacerdote en la consagración de la hostia, sino que consideraron que leer las partes de la Escritura correspondientes a la Cena del Señor y partir y distribuir el pan y repartir el vino podían ser funciones asignadas a cualquier cristiano asistente a la Cena.

Lutero afirma que, dado que el hombre sólo es justificado por Dios a través de la fe y no de las obras, la misa es una obra humana más sin mayor eficacia que el de aumentar la fe. El sacrificio de Cristo es uno solo y la misa es un don recibido, no una ofrenda sacrificial que podamos dar a Dios. Por ello, abolió el canon romano y las misas privadas, dejando solo el recuerdo de la Cena.

Zuinglio, partiendo también del hecho de que el sacrificio de Cristo es único, afirma que la misa es sólo un recuerdo del sacrificio, una garantía de la redención que nos obtuvo el Señor.

Calvino afirma no sólo la unicidad del sacrificio, sino también del sacerdote que excluye cualquier sucesor o vicario. Tras algunos titubeos, debidos a la claridad de los padres de la Iglesia en este argumento, afirmó sólo el sentido de la Cena como recuerdo dejado por Cristo a sus discípulos.

Recientemente algunos reformadores han vuelto a considerar la teología del sacrificio eucarístico y en los documentos teológicos elaborados entre católicos y luteranos o anglicanos hay diversas posiciones más o menos cercanas, aunque todavía no comunes.

En la Contrarreforma

El Concilio de Trento subrayó la teología de la cruz propia de la carta a los Hebreos. La misa es una sacrificio visible, como conviene a la naturaleza humana y de la Iglesia, que representa y recuerda el único sacrificio de la cruz y aplica su fuerza de salvación y redención sobre los pecados de cada día. Sin embargo, hay una distinción de modo dado que el sacrificio de la Cruz fue cruento y el de la Eucaristía es incruento.

Se siguieron varias teorías que partiendo de la definición de sacrificio dada por la filosofía de la religión quisieron aplicar esa noción a la Eucaristía corriendo el peligro de separarla de su relación con el sacrificio de la cruz.

En el magisterio del siglo XX

Pío XII en la encíclica Mediator Dei, retoma las afirmaciones tridentinas desarrollando los fines del sacrificio eucarístico: latréutico, eucarístico, propiciatorio e impetratorio.

Pablo VI en la encíclica Mysterium fidei subraya la ofrenda de la Iglesia como parte del sacrificio.

El Catecismo de la Iglesia Católica habla de un sacrificio sacramental que es memorial del sacrificio de Cristo. Por tanto, la categoría que usa es la del memorial bíblico. Re-presenta el sacrificio de la cruz siendo memorial de él y aplicando sus frutos. El sacrificio de Cristo en la cruz y el de la Iglesia es un solo sacrificio; la Iglesia se asocia al sacrificio de Cristo y se une en la ofrenda y en la intercesión, en la comunión de los santos y por los difuntos.

En la Cena, Cristo anticipa sacramentalmente su sacrificio de la cruz y manda repetirlo en el futuro como su memorial. En la cruz tenemos el misterio pleno y absoluto de la oblación y de la inmolación de Cristo. En la misa se cumple el memorial de la cruz, a partir del mandato de la cena y con su estructura de banquete sacrificial. Pero la misa no representa la cena, sino la cruz en manera directa. La cruz es plenitud y punto de referencia tanto para la cena como para la misa. Tanto por la naturaleza histórica y visible del hombre y de la Iglesia como por los pecados cotidianos, es necesario que la misa se celebre muchas veces.

Eucaristía como presencia real

La iglesia católica afirma que el pan y el vino consagrados se convierten en el cuerpo y sangre de Cristo, respectivamente, pese a que los dos elementos (pan y vino) conservan sus accidentes (color, olor, sabor, textura, etc). Esta teoría es llamada "transubstanciación". La iglesia luterana, por su parte, confiesa que en el sacramento el cuerpo y sangre de Cristo subsiste junto con los elementos de pan y vino, denominándose esta teoría "consustanciación". La mayoría de iglesias reformadas (bautistas, pentecostales, etc), creen que el pan y el vino no cambian y sólo utilizan la eucaristía como una rememoración de la Última Cena.

En los Padres de la Iglesia

La teología de los padres de la Iglesia afirma con claridad la presencia del cuerpo y de la sangre del Señor, y la dimensión sacramental del pan y del vino. El problema entonces es explicar la relación entre la realidad y los signos sacramentales. Se habla, como en los demás sacramentos, de verdad de contenido y diversidad de modo. Las expresiones utilizadas para referirse al modo de realización de la presencia van desde el «santificarse» o «eucaristizarse» hasta el más fuerte «llegar a ser» (γίνομαι). En cuanto al pasaje de una realidad a la otra, los verbos usados son más descriptivos: hacer, transmutar, convertir, transformar, etc.

La fe en la presencia eucarística se une a la fe en las palabras de la institución y esta sostiene la creencia de que Cristo sigue estando presente sacramentalmente tras la Misa y se puede conservar y trasladar la Eucaristía.

En la escolástica

En el medioevo la reflexión fue más rica en matices debido al influjo de la escolástica. Hubo tendencias de realismo exagerado de tipo físico: la carne de Cristo en la Eucaristía sería absolutamente la misma que tuvo tras su encarnación y la Misa sería un caso de antropofagia querida por Dios. A los seguidores de esta línea se les llamó «cafarnaitas».

También se abrió paso la teología del símbolo sacramental que distinguía entre la presencia del cuerpo y de la sangre del Señor tras su encarnación y el modo de su presencia sacramental. Berengario de Tours fue todavía más allá subrayando de manera extrema el simbolismo (cf. De sacra Coena) y por tanto, la subjetividad de la presencia real que hacía depender de la fe. La Iglesia católica en diversos sínodos condenó la posición de Berengario y se le obligó a suscribir profesiones de fe que se iban al otro extremo.

Hay que esperar al siglo XIII para una reflexión teológica más equilibrada. De manos de Alberto Magno, Buenaventura y Tomás de Aquino se abre paso la afirmación de la presencia real y sacramental. Con la ayuda de la filosofía aristotélica –en especial la distinción entre sustancia y accidentes– se elabora la teología de la «transubstanciación».

Tomás de Aquino trata teológicamente del tema en la tercera parte de la Summa Theologiae, cuestiones 75 a 77 y de manera espiritual y con lirismo en los himnos que compuso para la misa de Corpus Christi, solemnidad instituida por el Papa Urbano IV tras el milagro de Bolsena.

En el IV Concilio de Letrán se consagra la terminología escolástica: «bajo las especies del pan y del vino se conviene verdaderamente, transubstanciados, en pan el cuerpo y en vino la sangre por el poder de Dios» (DS 802). También en el II Concilio de Lyon: «en el mismo sacramento el pan se transubstancia realmente en el cuerpo y el vino en la sangre de nuestro Señor Jesucristo» (DS 860).

En el Concilio de Constanza se condena la posición de Wycliff que afirmaba una suerte de «consubstanciación» debido, según su opinión, a la imposibilidad de permanencia de los accidentes en caso de cambio de sustancia.

En la Reforma

Todos los reformadores rechazaron el dogma de la transubstanciación, por lo cual descartaron al terminar la celebración de la Cena cualquier cuidado especial o veneración especial por el pan o el vino sobrantes; por lo mismo eliminaron los sagrarios y custodias, así como las patenas, pues en la Cena del Señor no se trataba de venerar múltiples partes de la hostia convertidas cada una en Cristo, sino de hacer como Jesús en la Última Cena, lo cual por lo demás no exigía usar copas de oro u objetos especialmente valiosos, que en realidad se convertían en riquezas del clero.

Lutero, dado su rechazo de la filosofía de Aristóteles, criticaba ásperamente la teología de la transubstanciación, aunque afirmaba la presencia real de Cristo en la Eucaristía en una suerte de consubstanciación semejante a la afirmada por Wycliff –sin su base filosófica– y que denomina «ubiquismo». Por ello negaba también la presencia real tras la celebración de la cena.

Zuinglio negaba la presencia real, pues consideraba que Cristo está presente en la celebración de la Cena solo espiritualmente para estimular la fe, de lo cual el pan y el vino son un símbolo.

Calvino admite una cierta presencia («virtus spiritualis») durante la celebración de la cena pero relacionada con la fe y niega la presencia después de ella.

Los anabautistas consideraron que la realidad del cuerpo y la sangre de Cristo en la celebración de la Cena no está determinada por una transubstanciación, sino porque la comunidad cristiana es el cuerpo de Cristo.[3]​ que efectivamente comparte un mismo alimento;[4]​ y es su sangre porque cada integrante de la comunidad cristiana también ama como Cristo amó, hasta entregar la vida por los demás.[3]​ Así el vino y el pan que se parte en la Cena, son unión comunitaria con la sangre de Cristo y participación de su cuerpo, de manera que los que comparten el mismo alimento son un solo cuerpo ICor 10:16-17, del cual Cristo es cabeza Ef 1:22-23 Col 1:18.

En la Contrarreforma

El tema se afrontó en la sesión XIII del Concilio de Trento en el año 1551, donde se aprobó el Decreto sobre la Santísima Eucaristía.

Las cualidades de la presencia quedan fijados: «En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, está contenido verdadera, real y sustancialmente el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y por tanto, Cristo todo entero». Aunque la expresión más usada es la de «presencia real», el concilio de Trento habla más bien de «contiene» o «es contenido» (continetur) lo cual se ha de entender desde el punto de vista sacramental (por la realidad del signo). Al acentuar que la presencia es de alma y divinidad, en Trento afirma también un punto de vista más personal e íntegro que cierto «cosismo» que se había venido desarrollando en la teología. Finalmente se afirma tal presencia como debida a las palabras de la consagración.

Asimismo en relación con la transubstanciación, el Concilio afirmó: «Una admirable y singular conversión de toda la substancia del pan en el Cuerpo y de la substancia del vino en la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, aunque permanezcan las especies de pan y vino. A esta conversión, la Iglesia católica de manera muy apta llama 'transubstanciación'». La palabra «conversio» se toma en su sentido de mutación, a partir de la filosofía pero hay que decir que se trata de una conversio única dado que se cambia la sustancia y permanecen las especies, es decir, las propiedades sensibles de la cosa. Por ello, los padres conciliares la llaman «admirable» y «singular». Se ha de notar también que se afirma la conversio de toda la sustancia contra las teorías de consubstanciación y ubiquismo.

Finalmente el Concilio de Trento reafirmó con fuerza la permanencia de la presencia real tras la celebración de la Misa y, por tanto, el culto que los fieles podían dar a ella en las iglesias. La presencia de «totus Christus» en cada especie y en sus fragmentos queda dogma de fe que implica una especie de multipresencia misteriosa y sacramental.

La fuerza de la controversia llevó a que en ámbito católico algunos exasperaran las expresiones sea de piedad (exagerando la presencia real del Cristo hombre) sea de realismo (Dios mismo en el pan). También se produjeron problemas debidos a la nueva noción de sustancia que se iba abriendo camino en la filosofía moderna.

En el magisterio del siglo XX

El Papa Pío XII en la encíclica Mediator Dei reafirmó la presencia real y el culto eucarístico y en la encíclica Humani Generis condenó las posturas teológicas que hablaban de presencia simbólica. Pablo VI en la encíclica Mysterium Fidei repropuso las líneas principales de la teología tridentina y afirmó los diversos modos de presencia de Cristo en su Iglesia, privilegiando el eucarístico.

En el Catecismo de Juan Pablo II, tras recordar las distintas presencias de Cristo en su Iglesia (cf. número 1373), se recuerda la singularidad de tal presencia en las especies eucarísticas y aclara que se le llama real no porque las otras sean irreales sino porque esta es por excelencia. Afirma además: «La presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y dura todo el tiempo que subsistan lasa especies eucarísticas» (número 1377) para tratar luego las consecuencias que de ello se derivan hacia el culto de la Eucaristía fuera de la Misa.

La Última Cena fresco en Milán (1498), de Leonardo da Vinci

Eucaristía como comunión

Dado que la primera misa se tuvo en el contexto de una cena, la teología, en especial tras el Concilio Vaticano II ha profundizado en el sentido de este convivió y en la responsabilidad que se sigue de mantener la unidad para que el compartir el mismo pan implique la unidad de corazón y de vida en el seguimiento de Cristo.

El misterio eucarístico que expresa y realiza la comunión con Cristo y entre nosotros, requiere la participación digna y comprometida de los fieles en el banquete eucarístico.

La doctrina de los Hechos de los Apóstoles une la celebración de la fracción del pan con la realidad de la comunidad cristiana y a sus compromisos de comunión hasta la condivisión de los bienes.

En la época patrística la relación Eucaristía-Iglesia es muy sentido. La Iglesia se presenta siempre entorno al único altar, en la perfecta comunión de fe, bajo la presidencia del obispo con su presbiterio, como sugiere Ignacio de Antioquía. De la Eucaristía fluye toda la vida y la acción de la comunidad cristiana, de la caridad social hasta el martirio. La Iglesia se reencuentra en su signo propio y en su experiencia fundante alrededor del misterio del cuerpo y la sangre del Señor.

Tomás de Aquino subraya que la gracia de la Eucaristía es la «unidad del Cuerpo Místico», la comunión con Cristo y entre nosotros, la unidad del pueblo cristiano (ST III q73 a3 co).

A este respecto, el Catecismo de Juan Pablo II afirma los siguientes frutos o efectos de la comunión:

  • La comunión acrecienta la propia unión con Cristo.
  • La comunión separa del pecado.
  • Por la comunión se hace la Iglesia.
  • La comunión entraña un compromiso en favor de los pobres.

En la teología de la liberación

La teología de la liberación enfatiza en el contexto de persecución e inminencia de la muerte que celebró Jesús con los suyos la Última Cena. Se ve alegría por la nueva alianza y la salvación y tristeza por la realidad de la muerte. Este conflicto no impide la celebración sino que se supera con el amor de la comunión. La Cena es el compartir de quienes se han reconciliadado y están entregando su vida por la reconciliación entre los humanos y así, de todos con Dios. Por ello la Eucaristía no debe seguir siendo manipulada para expresar una reconciliación inexistente. Como en Hechos 2:37-47 la fracción del pan debe estar unida a la comunión de bienes materiales y a la unión de corazones, el la oración y el Espíritu[5]

Eucaristía como prenda de la gloria futura

Se trata de una expresión usada en una oración antigua: «... et futurae gloriae nobis pignus datur» (se nos da una prenda de la gloria futura). Dado que la Eucaristía es memorial no sólo del sacrificio de Cristo en la Cruz sino también de su Resurrección, los que participan en ella reciben una anticipación de la gloria que experimentarán en el cielo.

Así, según la teología católica, la Eucaristía aumenta la esperanza y es remedio de inmortalidad, según la expresión de Ignacio de Antioquía (cf. Carta a los Efesios 20 2). El texto de la tercera plegaria eucarística recoge admirablemente esta esperanza al hacer la conmemoración de los difuntos:

[...] tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria; allí enjugarás las lágimas de nuestros ojos, porque, al contemplarte como Tú eres, Dios nuestro, seremos para siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tus alabanzas».

Elementos teológicos del sacramento católico

Los elementos esenciales para celebrar la Eucaristía son el pan de trigo y el vino de vid. Sin embargo, conviene decir algo más sobre la materia y forma del sacramento.

Materia

Se ha de usar pan ácimo. Los orientales han usado y usan pan fermentado. En el primer milenio hasta el siglo XI también en Occidente se usó pan normal. En la Institución general del misal romano se confirma el uso del pan ácimo (núm. 282). Ha de ser de trigo y confeccionado recientemente.

El vino ha de ser puro, del fruto de la vid, natural y genuino, sin substancias extrañas y no alterado. Se mezcla con un poco de agua. Se han dado tres interpretaciones para el uso del agua (además del evidente para reducir su fuerza). El primero dependiente de la reflexión sobre el agua y la sangre que salieron del costado de Cristo tras la lanzada (cf. Jn 19 34). Cipriano interpreta el agua como la participación de la Iglesia en el sacrificio de Cristo (cf. Carta 63 13). La tercera interpretación ve en el agua mezclada la doble naturaleza divina y humana en Cristo (así en la oración que el sacerdote reza mientras introduce el agua en el vino antes de bendecirlo).

En la tradición oriental se usa más bien vino purísimo.

No es lícito consagrar una materia sola durante la Misa o consagrar ambas fuera de la Misa (cf. Código de derecho canónico, canon 927).

Forma

Teológicamente se puede afirmar que la forma del sacramento en este caso depende de las palabras mismas de Jesús: «Haced esto en memoria mía» que involucrarían una necesidad de repetir palabras y gestos en un ambiente de alabanza y de acción de gracias. Ahora bien, las palabras de la consagración pronunciadas abiertamente son la forma del sacramento.

Se discute todavía sobre el valor que hay que dar a la epíclesis y su relación con las palabras consacratorias. Los padres de la Iglesia, tanto de Oriente como de Occidente afirman que la transubstanciación se ha de atribuir a las palabras consagratorias y a la fuerza del Espíritu Santo que es invocada, precisamente en la epíclesis.

Ministro

Sólo el sacerdote válidamente ordenado puede celebrar válidamente la Eucaristía. Para la licitud se requiere además que no esté impedido por ley canónica. Aunque en el número 902 del Código de Derecho Canónico se habla de la concelebración como una posibilidad, la Instrucción general del misal romano alienta decididamente esta práctica.

Asimismo, se fomenta la celebración cotidiana aunque, con algunas excepciones, no resulta lícito que un sacerdote celebre la Misa más de una vez al día.

Sujeto

Todo bautizado puede y debe ser admitido a la comunión a menos que tenga algún impedimento. Para los niños se requiere que tengan uso de razón y hayan recibido alguna catequesis acerca del sacramento.

Desarrollo del rito

En la Primera Apología de Justino (cc.LXV-LXVII) se describe la celebración eucarística con las siguientes partes: liturgia de la palabra, homilía, oración de los fieles, abrazo de la paz, presentación de los dones y plegaria eucarística, comunión eucarística, comunión de bienes.

"65. Luego, al que preside a los hermanos, se le ofrece pan y un vaso de vino, y tomándolos él tributa alabanzas y gloria al Padre del universo por el nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo y pronuncia una larga oración de gracias, por habernos concedido esos dones que de Él nos vienen... Y una vez que el presidente ha dado gracias y aclamado todo el pueblo, los que entre nosotros se llaman "ministros" o "diáconos" dan a cada uno de los asistentes parte del pan y del vino y del agua sobre el que se dijo la acción de gracias y lo llevan a los ausentes.

66. Y este alimento se llama entre nosotros "Eucaristía", de la que nadie es lícito participar, sino el que cree ser verdaderas nuestras enseñanzas y se ha lavado en el baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que cristo nos enseñó... cuando Jesús, tomando el pan y dando gracias, dijo: "Haced esto en memoria mía, éste es mi cuerpo". E igualmente tomando el cáliz y dando gracias, dijo: "Esta es mi sangre", y que sólo a ellos les dio parte.

67. Seguidamente, nos levantamos todos a una y elevamos nuestras preces, y éstas terminadas, como ya dijimos, se ofrece pan y vino y agua, y el presidente, según sus fuerzas, hace igualmente subir a Dios sus preces y acción de gracias y todo el pueblo exclama diciendo "amén". Ahora viene la distribución y participación, que se hace a cada uno, de los alimentos consagrados por la acción de gracias y su envío por medio de los diáconos a los ausentes".

A partir del siglo III los testimonios acerca de la celebración de la Eucaristía son cada vez más claros, sea en relación con el esquema celebrativo que permanece sustancialmente el propuesto por Justino, sea por los numerosos textos de plegarias eucarísticas para la celebración. Tales textos contienen una verdadera catequesis teológica y de fe sobre la Eucaristía. En el libro de las Constituciones apostólicas se indica el orden de la celebración: liturgia de la palabra, oración de los catecúmenos y abrazo de la paz (los catecúmenos se retiran), presentación de los dones, anáfora o plegaria eucarística, comunión, oración después de la comunión, oración de bendición y despedida.

La plegaria eucarística consta de los siguientes elementos:

  1. Acción de gracias que se expresa en el prefacio.
  2. Aclamación de alabanza del pueblo con el sanctus.
  3. La epíclesis para pedir la intervención del Espíritu Santo que transformará el pan en el cuerpo y el vino en la sangre del Señor.
  4. La narración de la institución con las palabras consacratorias.
  5. El memorial o anámnesis del misterio pascual de Cristo.
  6. La ofrenda de la Iglesia a través y junto con la víctima sagrada.
  7. Las peticiones e intercesiones por los vivos y muertos.
  8. La doxología final que glorifica a Dios.

Bibliografía recomendada

  • S. HAHN, La cena del Cordero: la Misa, el cielo en la tierra, Rialp, Madrid 2001.
  • Sor Pascale-Dominique Nau, OP, Historia de la Eucaristía: Desde la Cena hasta la Misa medieval en http://www.calameo.com/books/0000433431437ff56255c
  • J. RATZINGER, La Eucaristía, centro de la vida: Dios está cerca de nosotros, EDICEP, D.L., Valencia 2003.
  • J. SAYES, El misterio eucarístico, Ed. BAC Madrid 1986, ISBN 84-220-1258-8
  • M. NICOLAU, Nueva Pascua de la nueva alianza, Ed. Stvdivm, Salamanca 1973, ISBN 84-304-1156-9
  • A. JUNGMANN, El sacrificio de la Misa, Ed. BAC Madrid 1951.
  • Catecismo de la Iglesia católica, nn. 1322-1419.
  • Catecismo de la Iglesia católica (compendio), nn. 271-294.

Notas

  1. Lockward, A. 2003. Nuevo diccionario de la Biblia. Editorial Unilit: Miami p. 214
  2. Carro, D., Poe, J. T., & Zorzolia, R. O. 1994; 2003. Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 2: Exodo . Editorial Mundo Hispano. p. 114
  3. a b Schlaffer, Hans (1527) "Una agradable carta de consolación"; Selecciones Teológicas Anabautistas: 160-161. Guatemala: Herald Press, 1986
  4. Riedeman, Peter (1545) "Relato"; Selecciones Teológicas Anabautistas:166-168
  5. Boff, Leonardo "¿Cómo celebrar la Eucaristía en un mundo de injusticias?"; Desde el lugar del pobre: 99-113. Bogotá:Edicines Paulinas, 1989. ISBN 958-607-030-1

Véase también

Enlaces externos