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'''El Molino''', teatro de [[Barcelona]], fue uno de los más conocidos de Europa durante buena parte del siglo XX. Con l nombre de '''"La Pajarera Catalana"''', concebido como un espacio para espectáculos. En 1908 cambió el nombre por el de "'''Petit Moulin Rouge'''", en imitación del famoso "[[Moulin Rouge]]" del barrio de [[Montmartre]] de [[París]], por la similitud de los espectáculos que ofrecía.
'''El Molino''', teatro de [[Barcelona]], fue uno de los más conocidos de Europa durante buena parte del siglo XX. Con sus características aspas rojas de molino en la fachada, fue el más famoso de los teatros del Paralelo (Paral·lel), que llegó a ser bautizada como "la calle del teatro" de Europa, debido a la gran concentración de espacios escénicos que tenía.

'''El Molino''' era un [[cabaret]] y siempre fue considerado un espacio transgresor de los límites permitidos, con una gran capacidad de crear lenguajes propios, de doble sentido, con el móvil de poder escapar de las censuras de cada época.

En '''El Molino''' se programaban los espectáculos más atrevidos, con la presencia de las más famosas [[vedette]]s de [[España]].

Abrió sus puertas en el año [[1899]], con el nombre de '''"La Pajarera Catalana"''', concebido como un espacio para espectáculos. En 1908 cambió el nombre por el de "'''Petit Moulin Rouge'''", en imitación del famoso "[[Moulin Rouge]]" del barrio de [[Montmartre]] de [[París]], por la similitud de los espectáculos que ofrecía.
Con la llegada de la dictadura franquista, en [[1939]], el régimen obligó a castellanizar el nombre y quitarle la palabra "rojo", por las connotaciones políticas que podía sugerir. Desde entonces y hasta nuestros días, quedó como "'''El Molino'''".
Con la llegada de la dictadura franquista, en [[1939]], el régimen obligó a castellanizar el nombre y quitarle la palabra "rojo", por las connotaciones políticas que podía sugerir. Desde entonces y hasta nuestros días, quedó como "'''El Molino'''".

Revisión del 23:03 31 may 2009

Fachada del Molino
con su característica imagen

El Molino, teatro de Barcelona, fue uno de los más conocidos de Europa durante buena parte del siglo XX. Con sus características aspas rojas de molino en la fachada, fue el más famoso de los teatros del Paralelo (Paral·lel), que llegó a ser bautizada como "la calle del teatro" de Europa, debido a la gran concentración de espacios escénicos que tenía.

El Molino era un cabaret y siempre fue considerado un espacio transgresor de los límites permitidos, con una gran capacidad de crear lenguajes propios, de doble sentido, con el móvil de poder escapar de las censuras de cada época.

En El Molino se programaban los espectáculos más atrevidos, con la presencia de las más famosas vedettes de España.

Abrió sus puertas en el año 1899, con el nombre de "La Pajarera Catalana", concebido como un espacio para espectáculos. En 1908 cambió el nombre por el de "Petit Moulin Rouge", en imitación del famoso "Moulin Rouge" del barrio de Montmartre de París, por la similitud de los espectáculos que ofrecía.

Con la llegada de la dictadura franquista, en 1939, el régimen obligó a castellanizar el nombre y quitarle la palabra "rojo", por las connotaciones políticas que podía sugerir. Desde entonces y hasta nuestros días, quedó como "El Molino".

Permaneció abierto hasta la mitad de los años 1990, apostando hasta el final por el género de la revista. Al final cerró las puertas a causa de la mala gestión del propietario, de la crisis que afectó a varios teatros del Paralelo (Paral·lel), y a la falta de ayuda por parte de las administraciones.

Desde hace años existe una plataforma de entidades y ciudadanos de Barcelona que luchan por conseguir ayudas que permitan la reapertura del teatro, y evitar el actual deterioro del edificio, que avanza cada día a pesar que tanto la fachada como el escenario están catalogados, por el propio Ayuntamiento, como patrimonio histórico y artístico de la ciudad.

Las aspas de El Molino dan una vuelta más...

Un cualificado grupo de profesionales forman el equipo técnico que llevará a cabo la adecuación del emblemático edificio de El Molino. Esta es fruto de un largo estudio de viabilidad técnica coordinado por Àngel Llobet, reconocido ingeniero industrial, que entre otros cargos fue Decano de el Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Cataluña.

Los arquitectos responsables del proyecto son el estudio BOPBAA. Destacan que el edificio, para adecuarse a la normativa vigente y a su entorno, tiene que crecer, por arriba y por abajo, completando así un efecto de collage: a la fachada proyectada en 1913 por el arquitecto modernista Josep Manuel Raspall y al añadido del emblemático molino con aspas rojas, se añadirá el nuevo edificio. Se tapará el agujero existente y las medianas, produciendo un efecto bambalina, como si fuera un telón de fondo, que suavizará el sky line de El Paralelo, en consonancia, tanto en volumen como en altura, con el resto de edificios de la zona. La nueva fachada tendrá color, como no podría ser otra manera y ayudará a volver a la vida a esta emblemática calle barcelonesa.

Las dos plantas inferiores estarán destinadas a cocina y almacén. Las plantas superiores quedaran divididas entre la platea y el anfiteatro, con un aforo total de 230 plazas, las zonas de ensayo y despachos, y la terraza, que ofrecerá una vista única de El Paralelo. En la parte alta del edificio estará situada la sala técnica.

Las principales conclusiones después de un estudio de viabilidad económica y de gestión liderado por la empresaria Elvira Vázquez, representante de la empresa OCIOPURO, son que las condiciones socio económicas de Barcelona y la oferta de ocio nocturno de la ciudad han cambiado mucho en los últimos años. Barcelona destino turístico por excelencia, tiene que tener, como otras ciudades europeas, un espacio polivalente y sostenible, un café concierto de calidad. Un espectáculo universal con mimos, magia, cabaret y flamenco. Aspira también a convertirse en un punto de encuentro de aquellas fiestas populares que no tienen un lugar definido en la ciudad, ofreciéndose como espacio para hacer presentaciones y lugar de reunión para empresas e instituciones.

Con su apertura a finales del 2008, principios del 2009, El Molino pondrá fin a 11 años sin actividad y a muchos proyectos inviables, tanto desde el punto de vista urbanístico como artístico. En Molinolandia se puede seguir día a día el desarrollo de este proyecto y sus proyectos de futuro.

Orígenes y un poco de historia

Sus orígenes nos sitúan en el Paralelo del año 1898, en pleno barrio de Poble-sec, también llamado por entonces el Montmartre barcelonés debido a la proliferación de teatros de variedades, cafés-concierto y music-halls que hubo. Donde ahora se encuentra el actual teatro había una tasca “de mala muerte” llamada La Pajarera. Su dueño, harto de marineros borrachos y de obreros escandalosos, vendió el negocio en 1899 por 100 pesetas a un andalúz que había venido a Barcelona para hacer fortuna. Éste cambió el nombre de la taberna por el de La Pajarera Catalana, y montó un precario entarimado de tres metros de largo donde ofrecía un cuadro flamenco, formado por un grupo de jóvenes andaluces, ex-criados y jornaleros, que querían triunfar en el mundo artístico. Posteriormente se sumó un travesti que explicaba chistes. Ninguno de ellos cobraba por sus actuaciones y tenían que confeccionar ellos mismos el vestuario, pero tenían asegurado el pan, el vino y el techo, ya que dormían en unas literas situadas tras el escenario.

A partir de 1901 La Pajarera Catalana comenzó a hacerse un hueco en el mundo del espectáculo y mejoró sensiblemente la programación, ofreciendo algunas zarzuelas cortas y las actuaciones del Caballero Felip, ventrílocuo y artista polifacético muy popular en los locales del Paralelo de la primera década del siglo XX (como los cafés-teatro Español y Condal). También ofrecía un servicio de restaurante dentro del local, con servicio a la carta, y hasta se llegó a organizar un servicio de recogida gratuito de coches de alquiler para facilitar el recorrido de los clientes desde La Rambla hasta el local. Este servicio, que era nocturno, comenzaba a las 10 de la noche y realizaba el trayecto desde La Boquería hasta el local y viceversa, pasando por toda la calle Conde de Asalto.

A pesar de que incluso contrataron algunas prostitutas para animal al personal y reforzar la oferta de ocio del local, el negocio no llegó a ser rentable.

En Abril de 1905 La Pajarera Catalana vuelve a cambiar de propietario, pasando a llamarse Gran Salón del Siglo XX. Este local alternaba las variedades con los pases de cine con el cinematógrafo Gaumont, como hacían muchos locales del Paralelo, ya que este nuevo invento causó furor en la época.

En 1908 aparece por primera vez el nombre de Molino, pero en versión francesa: Petit Moulin Rouge. Este nombre se mantuvo hasta 1916, excepto por un breve paréntesis de cinco meses en 1910, durante los cuales el local se llamó Petit Palais, conservando la tradición afrancesada de los nombres. En 1936 volvió a cambiar su nombre por el de Moulin Rouge, el cual se mantendría hasta el final de la Guerra Civil. Hay que hacer hincapié en que, a la hora de fechas estos cambios de nombre de influencia francesa, no todos los cronistas e historiadores del Paralelo coinciden plenamente en las fechas, aunque sí en los diversos nombres.

También cabe destacar otras fechas relacionadas con el edificio y las diversas reformas que sufrió. En 1910 se realizaron unas obras que le dieron la configuración interior que mantuvo prácticamente hasta su cierre, llevadas a cabo por el arquitecto Manuel Joaquim Raspall (discípulo de Domènech i Montaner), quien le dio un toque modernista.

En 1929, probablemente a causa de la Exposición Universal, se remodeló la fachada, y, por imitación del famoso local de París, se le añadieron los elementos decorativos que recordaban un molino, es decir, la imagen que actualmente todos conocemos y de la que destacan especialmente las aspas. La nueva fachada no sustituyó a la anterior, sino que se añadió delante, creando en medio una cámara de aire. El arquitecto Joan Alemany Juvé fue el encargado de dirigir las obras. El empresario en ese momento era Antoni Astell (lo fue desde 1913 hasta el final de la Guerra Civil) y vivía en la calle Blai, muy cerca del local.

Durante esa época triunfaban en toda Europa los espectáculos de music-hall. Ese estilo de espectáculo, a menudo representado en escenarios muy pequeños, admitía todo tipo de artistas y actividades: músicos, humoristas, artistas de circo, magos, equilibristas, trapecistas, mujeres barbudas, mimos, funambulistas, forzudos, payasos... Y, por descontado, chichas, cuando más ligeras de ropa mejor.

En 1926 el local dejó de ser un local de espectáculo público para convertirse, durante un breve periodo de tiempo, en la sede del partido fundado por Miguel Primo de Rivera, la Unión Patriótica Española.

Durante la Guerra Civil continuó la oferta de espectáculos. El sindicato CNT gestionaba el local. En la línea de los nuevos aires revolucionarios, se tuvo que igualar el sueldo de todos los trabajadores, independientemente del trabajo que realizasen.

En 1939, después de la Guerra Civil y de la victoria del ejército de Franco, se prohibió el uso del término “rouge” (rojo), así como el uso de nombres afrancesados, y se volvió a cambiar el nombre, ésta vez por el definitivo: El Molino. En aquella época había comprado el local Francisco Serrano (que murió en 1970), dueño también del Bataclán, otro histórico teatro. Serrano consiguió atraer a un público más civilizado, más rico y refinado, que pagaba mejor las copas de alterne y se podía permitir consumir cava. Al poco tiempo promovió también el estraperlo, sobre todo de penicilina, en las zonas de butacas más discretas.

Durante los años 60, después de un pinchazo económico con embargo incluido, el local quedó en manos de la viuda del propietario, una inteligente empresaria, Doña Fernandita, que llevó los números con mano dura y fue ajustando, poco a poco, la economía del local, al menos durante un tiempo, hasta que llegó el momento de decadencia de éste tipo de salas de fiestas y fueron cerrando todas, una tras otra, de forma definitiva a mediados de los años 90. Uno de los principales factores de dichos cierres fueron los cambios en las formas de ocio, a los que algunos empresarios no supieron o no pudieron adaptarse.

Los artistas

Por el escenario de El Molino han pasado numerosos artistas, y todos ellos tuvieron que luchar contra la censura y la política, la guerra y el hambre, porque era un mundo propio con normas propias, y desde las “pájaras” hasta las “molineras” dieron a la España de todas las épocas una lección constante de libertad, de sublimación de lo popular, de grandeza de barrio, de erotismo sin hipocresía.

Durante la primera mitad del siglo XX destacaron los nombres de Granito de Sal, Condesita Zoe y Lola Montiel, con una reina indiscutible durante los años 40 y 50: la Bella Dorita.

Durante los años 50, 60 y 70 del siglo pasado desfilaron por su escenario artistas como Lander i Leanna, Mirko, Johnson, Escamillo, Pipper, Gardenia Pulido y Mary Mistral entre otros.

Durante la década de los 80 y hasta su cierre en 1997, su escenario acogió, entre otros artistas, a Amparo Moreno, La Maña y a Merche Mar, la última de sus vedettes.

El Molino también fue escenario de numerosas películas, desde el mítico El último cuplé (1957), dirigida por Juan Orduña y protagonizada por Sara Montiel, Las alegres chicas de El Molino (1977), película rodada por José Antonio de la Loma en el interior del local y protagonizada por los artistas de El Molino Christa Leem y Pipper, o El extranjer-oh! de la calle de la Cruz del Sur (1987), de Jorge Grau y protagonizada por José Sacristán, Emma Cohen, Teresa Gimpera y Gabino Diego.

Bibliografía