Diferencia entre revisiones de «El hombre sin atributos»

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El tamaño casi monumental de la obra ha constituido un dique disuasorio para la lectura de masas, circunstancia que, seguramente, la ha preservado contra críticas serenas y fundamentadas.
El tamaño casi monumental de la obra ha constituido un dique disuasorio para la lectura de masas, circunstancia que, seguramente, la ha preservado contra críticas serenas y fundamentadas.


En un intento por salvarla, se ha querido presentar su carácter caótico como núcleo de su esencia, intencionadamente crítico contra una sociedad y una época igualmente caóticas.
En un intento por salvarla, se ha querido presentar su carácter caótico como núcleo de su esencia, intencionadamente crítico contra una sociedad y una época igualmente caóticas. Pero esto no deja de ser una apreciación gratuita.


La novela, en realidad, no cuenta ninguna historia, sino que constituye una demostración sin límites de incontinencia verborreica. Es imposible seguir el hilo del texto, porque el autor lo pierde cada dos líneas. Además, el escritor se siente en la obligación de hacer una reflexión pseudofilosófica o pseudocultural a cada párrafo; ejercicio que debió ser muy cansado para Musil, y absolutamente agotador para cualquier lector sensato.

Robert Musil no consigue dar un perfil sicológico creíble a ninguno de sus personajes, y ni siquiera es coherente a la hora de adjudicarles características.

De lejos se capta que el autor ha buscado una morosidad detallista para la trama, como genialmente hacía Proust, pero no ha obtenido más que frivolidad y superficialidad, a lo Gómez de la Serna. Formal y curiosamente, ''El hombre sin atributos'' es una cataráta de comparaciones, un vómito de ''comos'', una mastodóntica greguería.

Junto a esta afinidad con Gómez de la Serna, su referente más próximo para el lector de lengua castellana es Blasco Ibáñez: en algunos capítulos nos parece estar leyendo ''Entre naranjos'', novela en que la frivolidad, la superficialidad y la ''pose culturalista'' adquieren niveles insuperables. Si hay una frivolidad diletante de calidad (Óscar Wilde), ni Gómez de la Serna, ni Blasco, ni mucho menos Musil, se aproximan a ella.

Las referencias empalagosas a la ciencia, y el uso de su terminología, resultan patéticos. A poco impresionarán ''palabros'' como ''turboultradinámico'', por ejemplo.

Es de esperar que, algún día, la crítica haga justicia con esa gran broma deshonesta que es ''El hombre sin atributos''.


== Referencias ==
== Referencias ==

Revisión del 21:53 1 jun 2009

El hombre sin atributos (título original alemán: Der Mann ohne Eigenschaften), a veces traducida al español también como El hombre sin cualidades, es una novela en dos volúmenes e inacabada, escrita por el novelista austriaco Robert Musil (1880-1942) entre 1930 y 1943.

La novela examina la existencia de personaje principal, Ulrich, sobre el fondo de una recreación de la sociedad austriaca anterior a 1914. Kakania es el término con el que el autor se refiere al Imperio Austrohúngaro, lugar donde vive el ya citado Ulrich, un burgués de 32 años, matemático de formación, quien decide dedicar un año de su vida para saber qué hacer con ella.

El eje de la novela gira en torno a la Acción paralela, un evento de grandísima importancia cuyo objetivo es contraponer los treinta años de monarquía de Guillermo II, al septuagésimo aniversario del emperador austriaco Francisco José. Nunca se llega a saber bien de qué trata la acción, aunque se crean comisiones y se discute sobre ella a lo largo de todo el libro.

Algunos de los personajes más importantes de esta obra son el condenado a muerte Moosbrugger, Walter y Clarissa, El general Von Stumm y Diotima.

La obra quedó inacabada, por lo que nunca sabremos hacia dónde caminaría la novela. Los capítulos dejados en las galeradas, incluidos en algunas ediciones, llevan a pensar que terminaría con el romance entre Ulrich y su hermana Agathe, gracias a una unión espiritual absoluta.


Valoraciones positivas

Según gran parte de la crítica se trata de una de las novelas más influyentes de la literatura en alemán del siglo XX.[1]​ Se la considera un heterogéneo compendio de la cultura desarrollada en el período de entreguerras. Según este punto de vista, la historia es una gran reflexión sobre las paradojas de la modernidad, sobre la crisis del racionalismo, y acerca de la búsqueda de una teoría del sentimiento que dé salida a las emociones atrapadas en un sistema asfixiado por la ciencia y la complejidad de la vida.

Valoraciones negativas

El tamaño casi monumental de la obra ha constituido un dique disuasorio para la lectura de masas, circunstancia que, seguramente, la ha preservado contra críticas serenas y fundamentadas.

En un intento por salvarla, se ha querido presentar su carácter caótico como núcleo de su esencia, intencionadamente crítico contra una sociedad y una época igualmente caóticas. Pero esto no deja de ser una apreciación gratuita.

La novela, en realidad, no cuenta ninguna historia, sino que constituye una demostración sin límites de incontinencia verborreica. Es imposible seguir el hilo del texto, porque el autor lo pierde cada dos líneas. Además, el escritor se siente en la obligación de hacer una reflexión pseudofilosófica o pseudocultural a cada párrafo; ejercicio que debió ser muy cansado para Musil, y absolutamente agotador para cualquier lector sensato.

Robert Musil no consigue dar un perfil sicológico creíble a ninguno de sus personajes, y ni siquiera es coherente a la hora de adjudicarles características.

De lejos se capta que el autor ha buscado una morosidad detallista para la trama, como genialmente hacía Proust, pero no ha obtenido más que frivolidad y superficialidad, a lo Gómez de la Serna. Formal y curiosamente, El hombre sin atributos es una cataráta de comparaciones, un vómito de comos, una mastodóntica greguería.

Junto a esta afinidad con Gómez de la Serna, su referente más próximo para el lector de lengua castellana es Blasco Ibáñez: en algunos capítulos nos parece estar leyendo Entre naranjos, novela en que la frivolidad, la superficialidad y la pose culturalista adquieren niveles insuperables. Si hay una frivolidad diletante de calidad (Óscar Wilde), ni Gómez de la Serna, ni Blasco, ni mucho menos Musil, se aproximan a ella.

Las referencias empalagosas a la ciencia, y el uso de su terminología, resultan patéticos. A poco impresionarán palabros como turboultradinámico, por ejemplo.

Es de esperar que, algún día, la crítica haga justicia con esa gran broma deshonesta que es El hombre sin atributos.

Referencias

  1. Literaturhaus Wien: „Musils Mann ohne Eigenschaften“ ist „wichtigster Roman des Jahrhunderts“ (en alemán).