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combatientes2 = [[Imagen:IslamSymbol.svg|25px]] Tropas de [[Munuza]], gobernador de la región bajo el [[Dinastía de los Omeyas|Imperio Omeya]]|
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comandante1 = [[Don Pelayo]]|
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comandante2 = +[[Al Qama]]|
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soldados1 = 300 soldados|
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soldados2 = Desconocidas (se calcula que entre 800 y 1.400 hombres)|
soldados2 = Desconocidas (se calcula que entre 800 y 1.400 hombres)|

Revisión del 22:44 1 jun 2009

Batalla de Covadonga
Invasión musulmana de la Península Ibérica
Parte de expansión musulmana y Reconquista

Estatua de Don Pelayo en Covadonga
Fecha primavera-verano de 722
Lugar Covadonga, Cangas de Onís, Asturias, España
Coordenadas 43°16′24″N 4°58′50″O / 43.273372222222, -4.9806694444444
Resultado Decisiva victoria asturiana
Beligerantes
Don Pelayo y tropas astures Tropas de Munuza, gobernador de la región bajo el Imperio Omeya
Comandantes
Don Pelayo Al Qama
Fuerzas en combate
300 soldados Desconocidas (se calcula que entre 800 y 1.400 hombres)
Bajas
Desconocidas (según los escritos sólo sobrevivieron 10 hombres y Don Pelayo) Desconocidas

La batalla de Covadonga tuvo lugar en 722 en Covadonga (España), un paraje próximo a Cangas de Onís (Asturias), entre el ejército de Don Pelayo y tropas musulmanas, que resultaron derrotadas.[cita requerida] Esta acción bélica se ha considerado siempre como el arranque de la más tarde denominada «Reconquista», término que aparece hacia el siglo X,[cita requerida] de tal forma que su autenticidad histórica está discutida.[cita requerida]

Gobernaba el norte peninsular desde León un bereber llamado Munuza, cuya autoridad fue desafiada por los dirigentes astures que, reunidos en Cangas de Onís en 718 bajo el liderazgo de Pelayo[cita requerida], tomaron la decisión de rebelarse negándose a pagar impuestos exigidos, el jaray y el yizia[cita requerida]. Tras algunas acciones de castigo a cargo de tropas árabes locales, Munuza solicitó la intervención de Córdoba[cita requerida]. Aunque se restó importancia a lo que estaba sucediendo en el extremo ibérico, el emir Ambasa envió al mando de Al Qama un cuerpo expedicionario sarraceno que probablemente en ningún caso alcanzaría la cifra de 180.000 hombres dada por las crónicas cristianas.

En cuanto a las fuerzas de Pelayo, la historiografía reciente las cuantifica en poco más de 300 combatientes[cita requerida]. Con ellas esperó a los musulmanes en un lugar estratégico, como el angosto valle de Cangas de los Picos de Europa cuyo fondo cierra el monte Covadonga, donde un atacante ordenado no dispone de espacio para maniobrar y pierde la eficacia que el número y la organización podrían otorgarle[cita requerida]. Allí, en 722, se produjo la batalla (para muchos, una simple escaramuza). La cuestión es que las tropas sarracenas fueron diezmadas, obligando a Munuza a escapar de Gijón, donde se hallaba en ese momento[cita requerida]. No logró huir el gobernador musulmán dado que él y sus tropas encontraron la muerte (posiblemente junto al río Trubia)[cita requerida]. Un centenar de hombres comandados por Pelayo habían ocupado la célebre cueva de Covadonga, atacando desde allí a las desconcertadas tropas moras[cita requerida]. Al Qama halló la muerte en este lance, mientras que sus fuerzas sufrieron grandes pérdidas en su desordenada huida, al caer sobre ellos una ladera debido a un desprendimiento de tierras (muy probablemente provocado) cerca de Cosgaya en Cantabria, según cuenta la leyenda.

La gruta de Covadonga, refugio de Don Pelayo

La batalla de Covadonga supuso la primera victoria de un grupo armado, rebelde contra la dominación musulmana en la Península Ibérica. Tuvo una amplia difusión en la historiografía posterior como detonate del establecimiento de una insurrección organizada que desembocaría en la fundación del reino independiente de Asturias. Esta victoria permitió que el reino no volviese a ser atacado por fuerzas musulmanas ("treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?).

Visión musulmana de la batalla

Según las crónicas árabes de la época:

Dice Isa Ibn Ahmand al-Raqi que en tiempos de Anbasa Ibn Suhaim al-Qalbi, se levantó en tierras de Galicia un asno salvaje llamado Belay [Pelayo]. Desde entonces empezaron los cristianos en al-Ándalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder, lo que no habían esperado lograr. Los islamistas, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de sus país hasta que llegara Ariyula, de la tierra de los francos, y habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se refugia el señor (muluk) llamado Belay con trescientos hombres. Los soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían que comer sino la miel que tomaban de la dejada por la abejas en las hendiduras de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron diciendo «Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?». En el año 133 murió Belay y gobernó su hijo Fáfila. El dominio de Belay duro diecinueve años, y el de su hijo, dos.
Crónica de Al-Maqqari

Visión cristiana de la batalla

Según las crónicas de Alfonso III. Crónica de Albelda datada en el 881:

Alqama entro en Asturias con 187000 hombres.Pelayo estaba con sus compañeros en el monte Auseva y que el ejército de Alkama llegó hasta él y alzó innumerables tiendas frente a la entrada de una cueva. El obispo Oppas subió a un montículo situado frente a la cueva y habló así a Rodrigo: «Pelayo, Pelayo, ¿dónde estás?». El interpelado se asomó a una ventana y

respondió: «Aquí estoy». El obispo dijo entonces: «Juzgo, hermano e hijo, que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda España unida bajo el gobierno de los godos y brillaba más que los otros países por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el ejército de los godos, no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas, ¿podrás tú defenderte en la cima de este monte? Me parece difícil. Escucha mi consejo: vuelve a tu acuerdo, gozarás de muchos bienes y disfrutarás de la amistad de los caldeos». Pelayo respondió entonces: «¿No leíste en las Sagradas Escrituras que la iglesia del Señor llegará a ser como el grano de la mostaza y de nuevo crecerá por la misericordia de Dios?». El obispo contestó: «Verdaderamente, así está escrito». [...] Tenemos por abogado cerca del Padre a Nuestro Señor Jesucristo, que puede librarnos de estos paganos [...].

Alqama mandó entonces comenzar el combate, y los soldados tomaron las armas. Se levantaron los fundíbulos, se prepararon las ondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las magnificencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos y llegaban a la casa de la Virgen Santa María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que la disparaban y mataban a los caldeos. Y como a Dios no le hacen falta lanzas, sino que da la palma de la victoria a quien quiere, los caldeos emprendieron la fuga...

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