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== Vida ==
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Medardo Ángel Silva nació en [[Guayaquil]] el [[8 de junio]] de [[1898]], y murió el [[10 de junio]] de [[1919]], despues de tener una orgía entre hombres, en la misma ciudad. [[Escritor]], [[poeta]], [[músico]] y [[compositor]] [[Ecuador|ecuatoriano]], es considerado el mayor representante del [[modernismo]] en la poesía ecuatoriana. <Br><Br>
Medardo Ángel Silva nació en [[Guayaquil]] el [[8 de junio]] de [[1898]], y murió el [[10 de junio]] de [[1919]] en la misma ciudad. [[Escritor]], [[poeta]], [[músico]] y [[compositor]] [[Ecuador|ecuatoriano]], es considerado el mayor representante del [[modernismo]] en la poesía ecuatoriana. <Br><Br>


Desde muy joven se destacó por sus composiciones literarias, pese a que su obra se hizo realmente conocida después de su muerte. Además, sabía interpretar obras musicales, gracias a la amistad que tenía con los padres agustinos en cuyo convento practicaba el piano. <Br><Br>
Desde muy joven se destacó por sus composiciones literarias, pese a que su obra se hizo realmente conocida después de su muerte. Además, sabía interpretar obras musicales, gracias a la amistad que tenía con los padres agustinos en cuyo convento practicaba el piano. <Br><Br>

Revisión del 13:12 3 jun 2009

Medardo Ángel Silva

Nació: 8 de junio de 1898,
Guayaquil,EcuadorBandera de Ecuador Ecuador
Murió: 10 de junio de 1919)
Guayaquil,EcuadorBandera de Ecuador Ecuador
Profesión: Poeta, músico
y compositor

Medardo Angel Silva es uno de los poetas más insignes y reconocidos de la literatura ecuatoriana.

Vida

Medardo Ángel Silva nació en Guayaquil el 8 de junio de 1898, y murió el 10 de junio de 1919 en la misma ciudad. Escritor, poeta, músico y compositor ecuatoriano, es considerado el mayor representante del modernismo en la poesía ecuatoriana.

Desde muy joven se destacó por sus composiciones literarias, pese a que su obra se hizo realmente conocida después de su muerte. Además, sabía interpretar obras musicales, gracias a la amistad que tenía con los padres agustinos en cuyo convento practicaba el piano.

Su poesía era hasta cierto punto romántica. Aun así, tenía las características de un modernismo que había llegado tardíamente al Ecuador y que estaba a punto de expirar en Europa, gracias a la influencia de la revolución rusa y el advenimiento del marxismo. Después de su muerte sus poemas se publicaron en Francia en 1926.

De la misma forma, se sabe muy poco acerca de la supuesta amistad que mantuvo con otros jóvenes que tenían sus mismas aspiraciones estéticas, los poetas quiteños Ernesto Noboa y Caamaño, Arturo Borja y Humberto Fierro, quienes pertenecían a la alta aristocracia capitalina. A no ser de unas pocas cartas en donde se hablan de sus gustos literarios, no hay documentos ni testimonios que aseguren que estos poetas lo hayan conocido físicamente, peor aún que hayan sido sus amigos.

Medardo Ángel Silva fue un joven de la clase baja de Guayaquil, que logró cierto reconocimiento por su trabajo como periodista desde los 17 años (aproximadamente, cuando abandonó sus estudios en el colegio Vicente Rocafuerte) hasta su muerte, a los 21. Trabajó en imprentas pequeñas y luego colaboró en varios semanarios y revistas. Posteriormente, llegó a trabajar en el diario El Telégrafo, en la página de literatura, donde pudo publicar varios poemas y relatos cortos.

Silva no se graduó de bachiller, pero su condición de autodidacta lo llevó ser maestro escolar e incluso a leer en francés, así se le facilitó el contacto con la poesía de los simbolistas franceses (Paul Verlaine, Arthur Rimbaud, Charles Baudelaire), quienes llegaron a ser sus más grandes referentes. Sus influencias, además, fueron el modernismo de Rubén Darío y el misticismo de Amado Nervo.

A mediados de la década de 1950, cuando se hace una reseña del acontecer literario del Ecuador de principios del siglo XX, se encuentran similitudes en los escenarios poéticos de Silva y de los otros tres jóvenes de Quito, a quienes los separaba la distancia y la clase social a la que pertenecían. Así, a estos cuatro poetas se les denominó como la generación decapitada, porque la mayoría murieron jóvenes, con una intensa carrera literaria para sus pocos años de existencia.

La muerte de Medardo Ángel Silva sigue siendo un misterio sin esclarecer: a los 21 años el joven poeta murió de un tiro en su cabeza. Posteriores análisis ponen en duda el suicidio, ya que la bala entró por detrás de la oreja. Sin embargo, nunca se investigó más allá y fue enterrado sin los ritos fúnebres católicos, por lo que se asume su muerte como un suicidio y eso ha llevado a la construcción de un imaginario popular acerca de sus últimas horas, en él se habla desde que habría estado jugando con el arma, y que su muerte fue un accidente, hasta que por una decepción amorosa habría tomado esa trágica decisión.

Dejó en la orfandad a su hija María Mercedes Silva, de apenas un año, quien nació de un romance con la joven Angela Carrión Vallejo, quien vivía asilada en la casa de la madre del poeta.

Obra Literaria

Escribió bajo los seudónimos de "Jean D'Agreve" y "Oscar René", que adoptó en 1915.

Entre sus famosas obras literarias están:

  • El árbol del bien y del mal (poesía)
  • María Jesús (novela)
  • Trompetas de oro (poesía)
  • El alma en los labios (poesía)

Poesía Romántico-Modernista

Mucho se ha discutido acerca del carácter modernista de Silva. Su obra está llena de evocaciones a signos modernistas que llegaron tardíamente a Ecuador, pero a pesar de ello se conjuga con rezagos del romanticismo, lo cual no es una dicotomía sino una visión muy particular del arte de Silva, Fierro, Noboa y Borja.

De Medardo Ángel Silva se dice que escribió como un modernista pero que vivió como un gran romántico. Prueba de ello fue su intensa vida y su trágica muerte.

La poesía romántico-modernista ecuatoriana evoca la exaltación del amor, la fascinación por lo exótico y un metódico tedio por la vida.


El alma en los labios
Para mi amada
Cuando de nuestro amor la llama apasionada
dentro tu pecho amante contemples extinguida,
ya que sólo por ti la vida me es amada,
el día en que me faltes me arrancaré la vida.
Porque mi pensamiento, lleno de este cariño
que en una hora feliz me hiciera esclavo tuyo,
Lejos de tus pupilas es triste como un niño
que se duerme soñando en tu acento de arrullo.
Para envolverte en besos quisiera ser el viento
y quisiera ser todo lo que tu mano toca;
ser tu sonrisa, ser hasta tu mismo aliento,
y así poder estar más cerca de tu boca.
Vivo de tu palabra, y eternamente espero
llamarte mía, como quien espera un tesoro.
lejos de ti comprendo lo mucho que te quiero
y, besando tus cartas, ingenuamente lloro.
Perdona que no tenga palabras con que pueda
decirte la inefable pasión que me devora;
para expresar mi amor solamente me queda
rasgarme el pecho, amada, y en tus manos de seda
dejar mi palpitante corazón que te adora!



'Dance d'Anitra'
Va ligera, va pálida, va fina
cual si una alada esencia poseyere.
Dios mío, esta adorable danzarina,
se va a morir, va a morir... se muere.
Tan áerea, tan leve, tan divina,
se ignora si danzar o volar quiere;
y se torna su cuerpo una ala fina,
cual si el soplo de Dios la sostuviere.
Sollozan, perla a perla cristalina,
la flautas en ambiguo miserere.
Las arpas lloran y la guzla trina...
¡Sostened a la leve danzarina,
Porque se va a morir, por que se muere!


'Aniversario'
Hoy cumpliré veinte años. Amargura sin nombre
de dejar de ser niño y empezar a ser hombre;
de razonar con lógica y proceder según
los Sanchos, profesores del sentido común.
Me son duros mis años y apenas si son veinte-
ahora se envejece tan prematuramente;
se vive tan de prisa, pronto se va tan lejos
que repentinamente nos encontramos viejos
en frente de las sombras, de espaldas a la aurora
y solos con la esfinge siempre interrogadora.
¡Oh madrugadas rosas, olientes a campiña
y a flor virgen; entonces estaba el alma niña
y el canto de la boca fluía de repente
y el reír sin motivo era cosa corriente!
Iba a la escuela por el más largo camino
tras dejar soñoliento la sábana de lino
y la cama bien tibia, cuyo recuerdo halaga
sólo al pensarlo ahora; aquel San Luis Gonzaga
de pupilas azules y rubia cabellera
que velaba los sueños desde la cabecera.
Aunque íbamos despacio, al fin la callejuela
acababa y estábamos enfrente de la escuela
con el "Mantilla" bien oculto bajo el brazo
y haciendo en el umbral mucho más lento el paso,
y entonces era el ver la calle más bonita,
más de oro el sol, más fresca la alegre mañanita.
Y después, en el aula con qué mirada inquieta
se observaban las huellas rojas de la palmeta
sonriendo , no sin cierto medroso escalofrío,
de la calva del dómine y su ceño sombrío.
Pero, ¿quién atendía a las explicaciones?
Hay tanto que observar en los negros rincones
y, además, es mejor contemplar los gorriones
en los nidos, seguir el áureo derrotero
de un rayito de sol o el girar bullanguero
de un insecto vestido de seda rubia o una
mosca de vellos de oro y alas de color de luna.
El sol es el amigo más bueno de la infancia;
nos miente tantas cosas bellas a la distancia,
tiene un brillar tan lindo de onza nueva! Reparte
tan bien su oro que nadie se queda sin su parte;
y por él no atendíamos a las explicaciones.
Ese brujo Aladino evocaba visiones
de las mil y una noches -de las mil maravillas-
y beodas de sueño nuestras almas sencillas
sin pensar, extendían sus manos suplicantes
como quien busca a tientas puñados de brillantes.
Oh, los líricos tiempos de la gorra y la blusa
y de la cabellera rebelde que rehúsa
la armonía de aquellos peinados maternales,
cuando íbamos vestidos de ropa nueva a Misa
dominical, y pese a los serios rituales,
al ver al monaguillo soltábamos la risa.
Oh, los juegos con novias de traje a las rodillas,
los besos inocentes que se dan a hurtadillas
a la bebé amorosa de diez o doce años,
y los sedeños roces de los rizos castaños
y las rimas primeras y las cartas primeras
que motivan insomnios y producen ojeras.
¡Adolescencia mía! te llevas tantas cosas,
¡que dudo si ha de darme la juventud más rosas!,
¡y siento como nunca la tristeza sin nombre,
de dejar de ser niño y empezar a ser hombre!
Hoy no es la adolescente mirada y risa franca
sino el cansado gesto de precoz amargura,
y está el alma, que fuera una paloma blanca,
triste de tantos sueños y de tanta lectura...!


'Se va con algo mío…'
Se va con algo mío la tarde que se aleja…
mi dolor de vivir es un dolor de amar,
y, al son de la garúa, en la antigua calleja,
me invade un infinito deseo de llorar.
¿Qué son cosas de niño, me dices?... ¡Quién me diera,
tener una perenne inconciencia infantil,
ser del reino del día y de la primavera,
del ruiseñor que canta y del alba de abril!
¡¡Ah, ser pueril, ser puro, ser canoro, ser suave
-trino, perfume, canto, crepúsculo o aurora-
como la flor que aroma la vida,… y no lo sabe,
como el astro que alumbra las noches… y lo ignora!

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