Diferencia entre revisiones de «Cirrosis hepática»
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* Otras: [[hepatitis autoinmune]]. Toxicidad hepática por fármacos u otros químicos hepatotóxicos. Existen otras causas mucho más raras y algunas específicas de la infancia que producen cirrosis precoz en niños o adolescentes. |
* Otras: [[hepatitis autoinmune]]. Toxicidad hepática por fármacos u otros químicos hepatotóxicos. Existen otras causas mucho más raras y algunas específicas de la infancia que producen cirrosis precoz en niños o adolescentes. |
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Todas las enfermedades anteriormente citadas habitualmente necesitan años de evolución para llegar a producir cirrosis. Además, en muchos casos, el consumo excesivo de alcohol o la hepatitis crónica por virus C no llegan a producir nunca cirrosis y el paciente fallece por un motivo independiente de la enfermedad hepática. |
Todas las enfermedades anteriormente citadas habitualmente necesitan años de evolución para llegar a producir cirrosis. Además, en muchos casos, el consumo excesivo de alcohol o la hepatitis crónica por virus C no llegan a producir nunca cirrosis y el paciente fallece por un motivo independiente de la enfermedad hepática. |
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Son varios los factores etiológicos que se reconocen |
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en la cirrosis hepática; los más frecuentes son el |
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alcohol y los virus de la hepatitis B y C. |
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Alcohol. Dado que solamente el 10 a 15 % de los |
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alcohólicos crónicos desarrollan una cirrosis hepática, |
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se considera que en su aparición deben desempeñar |
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un papel importante, además, factores nutricionales, |
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inmunológicos y genéticos. Se plantea que |
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la hepatitis alcohólica sea la precursora de la cirrosis |
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o que en realidad haya una estimulación directa |
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de la fibrogénesis por el alcohol. |
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Virus de la hepatitis. El 5 o 10 % de las cirrosis |
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se debe al virus de la hepatitis B. Incluso se ha producido |
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ésta en los portadores crónicos de virus B, en |
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los países en que esta infección es endémica. Un alto |
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porcentaje de pacientes catalogados como portadores |
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de una cirrosis criptogénica, tienen anticuerpos |
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contra el virus de la hepatitis C. También se han encontrado |
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estos anticuerpos (anti-VHC) en enfermos |
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portadores de cirrosis alcohólica o HBsAg-positiva, |
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lo que hace plantear que este virus tenga participación |
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en la patogenia de la cirrosis de estos casos. |
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Cirrosis biliar primaria. Inicialmente los conductillos |
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biliares están destruidos por una reacción inmunológica; |
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después hay inflamación, necrosis |
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celular con fibrosis y colagenización. |
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Cirrosis biliar secundaria. Se ve en el curso de |
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afecciones capaces de bloquear el flujo biliar durante |
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un largo tiempo (como mínimo 3 meses). |
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Obstáculo al drenaje venoso del hígado. En la etapa |
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final de cualquier congestión venosa crónica del |
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hígado, se puede producir una cirrosis hepática (insuficiencia |
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cardíaca congestiva, pericarditis constrictiva, |
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síndrome de Budd-Chiari). |
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Fármacos. No es frecuente que los fármacos produzcan |
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cirrosis hepática; se ha visto con la administración |
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de metotrexate de forma prolongada y con la |
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alfametildopa, la oxifenisatina, la hidralazina y la |
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amiodarona, luego de un largo período de hepatitis |
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crónica. |
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Entidades de base genética. Hay un grupo de enfermedades |
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hereditarias y metabólicas que se acompañan |
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de cirrosis hepática, tales como: hemocromatosis, |
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== Etiopatogenia == |
== Etiopatogenia == |
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Para el el diagnóstico de la cirrosis hepática, habitualmente es suficiente con procedimientos no invasivos, como la combinación de técnicas de imagen como la [[ecografía]], y hallazgos de laboratorio. También se usa la [[biopsia]] hepática, sin embargo, hoy en día este procedimiento sólo se utiliza en casos seleccionados. |
Para el el diagnóstico de la cirrosis hepática, habitualmente es suficiente con procedimientos no invasivos, como la combinación de técnicas de imagen como la [[ecografía]], y hallazgos de laboratorio. También se usa la [[biopsia]] hepática, sin embargo, hoy en día este procedimiento sólo se utiliza en casos seleccionados. |
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del roca tomo II.El diagnóstico de cirrosis hepática debe establecerse |
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desde varios puntos de vista: clínico, anatómico, |
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etiológico y funcional. |
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El diagnóstico clínico se plantea ante un paciente |
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con algunos de los componentes del síndrome de |
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insuficiencia hepática o del de hipertensión portal, |
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o con una ascitis. Por lo general no ofrece dificultades, |
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salvo en el caso de enfermos monosintomáticos |
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o con pocos síntomas, en que puede confundirse con |
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otras afecciones. |
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El diagnóstico anatómico se establece con la |
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laparoscopia y sobre todo con la biopsia hepática, |
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que precisa el tipo histológico de cirrosis. |
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El diagnóstico funcional, que determina si la |
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cirrosis está compensada o descompensada, es necesario |
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para establecer una terapéutica adecuada. |
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El diagnóstico etiológico de la cirrosis hepática |
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es importante, ya que el tratamiento de la causa en |
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algunos pacientes puede cambiar de forma satisfactoria |
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el curso de la enfermedad. Al conocerla, se |
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define mejor el pronóstico, y en algunos casos se |
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llegan a tomar medidas profilácticas o incluso terapéuticas |
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con sus familiares. |
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Como cirrosis compensada se conoce a la fase de |
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la enfermedad en la que no existen prácticamente |
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manifestaciones clínicas o éstas son discretas, a lo |
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sumo una esplenomegalia o alguna expresión cutánea |
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de enfermedad hepática. En los exámenes complementarios |
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encuentra aumento de las gammaglobulinas |
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y aceleración de la eritrosedimentación. Las |
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cirrosis descompensadas son aquellas que no pueden |
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enmarcarse dentro de estos límites y presentan |
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manifestaciones de insuficiencia hepática, sangramientos, |
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trastornos neurológicos, etcétera. |
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== Prevención == |
== Prevención == |
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También tienen tratamiento algunas de las complicaciones de la cirrosis tales como las hemorragias digestivas, la ascitis y la encefalopatía hepática, que siempre deben ser indicados por un médico. |
También tienen tratamiento algunas de las complicaciones de la cirrosis tales como las hemorragias digestivas, la ascitis y la encefalopatía hepática, que siempre deben ser indicados por un médico. |
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El tratamiento definitivo de la cirrosis es el trasplante hepático. Se realiza sólamente en los pacientes en que se estima una supervivencia menor de dos años, a consecuencia de la cirrosis, y en los que no existe contraindicación para realizarlo por otros motivos |
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Tratamiento |
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El tratamiento del cirrótico tiene como objetivos |
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detener hasta donde sea posible el progreso de la |
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enfermedad, tratar las complicaciones y ayudar al |
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hígado a recuperarse al máximo. |
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Cirrosis compensada |
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En esta fase deben evitarse los excesos físicos y el |
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agotamiento, y permitirse sólo una actividad ligera |
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o moderada. La dieta será normoproteica y normocalórica |
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y se prohibirá el uso del alcohol. Deben vigilarse, |
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detectarse y tratarse de forma adecuada todos |
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los factores capaces de comprometer la función hepática, |
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tales como fármacos hepatotóxicos, infecciones, |
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deshidratación, etc. Se prohibirá la ingestión de |
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ácido acetilsalicílico o derivados, por la posibilidad |
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que tienen de producir SDA. Pueden utilizarse dosis |
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pequeñas de anabólicos si el paciente tiene astenia |
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y anorexia. Hay que evitar al máximo las |
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operaciones electivas, y de tenerse que practicar alguna, |
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se discutirá con el anestesiólogo la situación. |
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Cirrosis descompensada |
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En esta etapa el reposo debe extremarse y es preferible |
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hospitalizar al paciente. Se indicará una dieta |
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normoproteica y se vigilará el estado de conciencia |
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del enfermo o de cualquier signo que alerte sobre la |
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posibilidad del coma; en este caso hay que restringir |
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las proteínas y limitar la ingestión de sodio a 0,5 |
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o 1 g diario. |
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A continuación se expone el tratamiento de las |
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principales manifestaciones de la descompensación |
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hepática, con excepción de la hemorragia digestiva |
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y de la encefalopatía hepática, que se tratan en otros |
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capítulos. |
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Hipertensión portal. Se logra disminuir la presión |
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portal mediante el bloqueo betadrenérgico con propranolol |
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y nadolol, por sus efectos vasodilatadores |
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sobre el lecho arterial esplácnico y el sistema venoso |
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porta, junto a la reduccción del gasto cardíaco. |
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De ahí el uso profiláctico de los bloqueadores betadrenérgicos |
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(propranolol o nadolol) para disminuir |
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el riesgo de sangramiento en los pacientes con várices |
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esofágicas de tamaño moderado o grande, que nunca |
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han sangrado y no tengan contraindicaciones, en |
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dosis que descienda en un 25% la frecuencia cardíaca |
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en reposo. Se señala que el propranolol, además, |
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es capaz de reducir la incidencia de sangramiento |
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por una gastropatía congestiva y várices gástricas |
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por hipertensión portal. No se ha demostrado que la |
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escleroterapia de forma profiláctica disminuya el |
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riesgo del sangramiento inicial. Se debe realizar endoscopia |
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cada 2 años a los enfermos con cirrosis |
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hepática para diagnosticar las várices y actuar en |
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consecuencia. Realmente, la hipertensión portal se cundaria a cirrosis hepática no es reversible; en aquellos |
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casos que se determine, el trasplante hepático |
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brindará un beneficio. |
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Ascitis. El control de la ascitis coadyuva a mejorar |
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el estado general y el apetito del paciente, así |
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como a disminuir el peligro de las complicaciones. |
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El tratamiento tiene como objetivo la reducción progresiva |
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del líquido ascítico; una guía de su efectividad |
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es el peso del enfermo, que debe bajar a razón |
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de 0,5 kg/día si no hay edemas, y 1 kg/día si existen |
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éstos. Los enfermos con ascitis moderada pueden |
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ser tratados de forma ambulatoria (ver más adelante), |
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pero los que tienen una gran ascitis deben ingresarse, |
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para de esta forma controlar su peso diario, |
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las concentraciones de electrólitos y el tratamiento |
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indicado, el cual contempla los siguientes aspectos: |
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1. Reposo. En ocasiones se indica el reposo estricto |
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en cama, dado que el filtrado glomerular |
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mejora con el decúbito supino. |
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2. Restricción de sodio. Realmente es lo más importante |
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en el tratamiento. Se indica una dieta |
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con 800 mg de sodio (2 g de NaCl), con la cual |
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se logra un balance negativo de sodio y un aumento |
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de la diuresis. Con estas dos medidas, el |
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reposo en cama y la restricción de sodio, se |
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logra una buena respuesta si la ascitis es reciente, |
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la hepatopatía que tiene el paciente es |
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reversible, se puede resolver el factor desencadenante |
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y la eliminación de sodio por la orina |
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es alta con función renal normal. |
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3. Ingestión de líquidos hasta 1 000 ml en 24 h, |
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sobre todo si existe hiponatremia dilucional |
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severa (Na < 120 meq/L). |
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4. Diuréticos. Se indican si con las medidas anteriores |
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no se obtiene un aumento de la diuresis |
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y una disminución del peso corporal. Se utiliza |
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un inhibidor de la aldosterona, la espironolactona, |
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y también otros que actúan sobre el túbulo |
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distal: amilorida y triamtereno. Espironolactona: |
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1 tab (25 mg) 4 veces al día, que se aumenta |
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a razón de 100 mg/día cada 3 o 4 días, hasta |
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una dosis máxima que no es frecuente sea mayor |
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de 400 mg/día. Si no se logra una buena |
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respuesta porque existe una ávida absorción de |
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sodio a nivel del túbulo proximal, se añade un |
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diurético de mayor potencia, como furosemida, |
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una tiazida o ácido etacrínico; por ejemplo: espironolactona |
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(100 a 200 mg en 24 h) con |
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furosemida (40 mg) e ir aumentando la dosis |
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hasta 160 mg diarios. Estas combinaciones de |
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diuréticos deben ser utilizadas con mucho cuidado, |
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para evitar la disminución del volumen |
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plasmático, hiperazoemia e hipocaliemia, que |
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pueden llevar al paciente a una encefalopatía. |
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5. Controlar regularmente los electrólitos en el |
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suero y la orina, y la creatinina en la sangre. |
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Esto permite, entre otras cosas, medir la respuesta |
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terapéutica de los diuréticos. Se puede determinar |
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la dosis mínima eficaz de la espironolactona, |
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al encontrar en la orina un aumento |
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del sodio con una disminución del potasio, lo |
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cual es expresión de una inhibición competitiva |
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útil de la aldosterona. El hallazgo de una |
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hiperazoemia o una hipercaliemia, indica que |
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estamos en la dosis máxima de la espironolactona, |
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y que se debe reducir. |
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6. Paracentesis evacuadoras. Se han obtenido buenos |
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resultados como inicio del tratamiento, más |
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que con el reposo en cama y el uso de diuréticos, |
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en aquellos pacientes que tienen una ascitis |
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abundante y han tenido que ingresar. Para |
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ello se debe extraer el líquido ascítico por medio |
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de una cánula peritoneal, cumpliendo con |
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las normas de asepsia y con un estricto control |
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hemodinámico y de la función renal. Se debe |
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administrar albúmina mediante infusión EV en |
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aquellos enfermos que no tengan edemas periféricos, |
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para así prevenir que se produzca una |
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disminución del espacio intravascular con hipotensión. |
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Luego se le indica como mantenimiento |
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la restricción de sodio y el tratamiento |
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diurético en la forma ya antes explicada, para |
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de esa forma evitar que la ascitis recurra. |
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Cerca del 10 % de los pacientes con una cirrosis |
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hepática avanzada tienen una ascitis “rebelde” o |
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después de una paracentesis evacuadora reaparece |
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el líquido de forma brusca. En estos casos se indica |
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una paracentesis y se extraen de 4 a 6 L a los que |
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tienen edema periférico; a los que no lo presenten |
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debe asociarse albúmina a una dosis de 6 a 8 g /L de |
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líquido ascítico extraído, para que el proceder tenga |
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resultado, lo que es muy costoso. Debe tenerse en |
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cuenta que las paracentesis a repetición exponen al |
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enfermo al riesgo de la PBE. En algunos de éstos se |
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ha logrado mejorar la ascitis con la realización de |
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un cortocircuito porto-cava látero-lateral, sin olvidar |
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que estos pacientes tienen un alto riesgo quirúrgico. |
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Antiguamente, esta ascitis “rebelde” se trataba por |
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medio de la implantación quirúrgica de un cortocircuito |
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peritoneo-venoso de plástico, mediante una |
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válvula en un solo sentido sensible a la presión, que |
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hacía que el líquido ascítico pasara de la cavidad |
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abdominal a la vena cava superior. Este proceder se |
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ha visto afectado por la gran cantidad de complicaciones, |
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tales como coagulación intravascular diseminada, |
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infección y trombosis del cortocircuito. En |
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la actualidad, la ascitis “rebelde” se ha podido controlar |
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mediante la realización de un cortocircuito |
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portosistémico intrahepático transyugular (TIPS), |
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aunque en algunos enfermos la descompresión no |
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quirúrgica portal, a la vez que ha movilizado el líquido |
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ascítico, ha provocado una encefalopatía hepática |
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grave. El trasplante hepático es en realidad el |
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tratamiento definitivo del paciente con una ascitis |
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“rebelde”. |
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Peritonitis bacteriana espontánea. Cuando se sospeche |
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el diagnóstico, hay que comenzar el tratamiento |
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con antibióticos de forma empírica, con |
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cefotaxima o con ampicillín y un aminoglucósido. |
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Se prefiere la cefotaxima en la dosis de 2 g EV cada 8 |
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o 12 h, o ceftriaxona, de 500 a 1 000 mg EV cada 12 h, |
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durante 5 a 10 días. Cuando se aísle el germen causal, |
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debe indicarse el antibiótico específico. La respuesta |
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al tratamiento es buena, si en el líquido |
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ascítico obtenido de las paracentesis efectuadas |
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cada 48 h hay un descenso de más del 50 % de leucocitos |
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polimorfonucleares y son negativos los cultivos. |
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Es muy frecuente que el 70 % de los pacientes |
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presenten una recidiva durante el año que continúa |
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al primer episodio de PBE, por lo que está indicado |
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el tratamiento profiláctico de mantenimiento con |
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norfloxacino, en la dosis de 400 mg/día, para evitar |
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ésta. También se ha utilizado el trimetoprim-sulfametoxazol |
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durante 5 días a la semana, así como el |
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ciprofloxacino, 750 mg una vez por semana. |
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Síndrome hepatorrenal. Se obtiene mejoría cuando |
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se logra controlar las alteraciones hemodinámicas |
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del enfermo, pues disminuye la ascitis, aumenta |
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el retorno venoso y mejora el gasto cardíaco, con lo |
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que se incrementa el flujo plasmático renal y la filtración |
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glomerular. Deben tratarse las infecciones y |
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suspender los medicamentos nefrotóxicos. El mejor |
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tratamiento, de ser posible, es resolver la causa con |
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el trasplante hepático. |
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A continuación se expondrán brevemente la cirrosis |
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alcohólica y la biliar, que dadas sus causas respectivas |
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tienen sus propias particularidades. |
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== Véase también == |
== Véase también == |
Revisión del 19:23 22 oct 2009
Cirrosis hepática | ||
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Cirrosis de hígado visto axialmente con tomografía computada de abdomen | ||
Especialidad |
gastroenterología hepatología | |
La cirrosis hepática es la cirrosis que afecta al tejido hepático como consecuencia final de diferentes enfermedades crónicas.
Las consecuencias de la cirrosis hepática sobre la salud del individuo dependen fundamentalmente del grado de funcionalidad que el hígado pueda conservar a pesar de la alteración histológica.
Epidemiología
Según la OMS, en total mueren anualmente aproximadamente unas 200.000 personas a causa de cirrosis hepática en los países desarrollados. [1]
Anatomía patológica
La anormalidad principal de la cirrosis hepática es la presencia de fibrosis, que consiste en el depósito en el hígado de fibras de colágeno, pero para que se pueda hacer el diagnóstico anatomopatológico de cirrosis, este acúmulo de fibras ha de delimitar nódulos, es decir, ha de aislar áreas de tejido hepático, alterando la arquitectura del órgano y dificultando la relación entre los hepatocitos y los finos vasos sanguíneos a través de los cuales ejercen su función de síntesis y depuración y a través de los cuales se nutren.
De modo esquemático, la fibrosis forma algo parecido a una red tridimensional dentro del hígado, en la que las cuerdas de la red serían la fibrosis y las áreas que quedan entre las mismas los nódulos de células que regeneran dentro del mismo. Esta alteración se denomina nódulo de regeneración y es la característica que permite establecer el diagnóstico de cirrosis. Existen otras alteraciones hepáticas que se acompañan de fibrosis, que no se consideran cirrosis al no cumplir la condición de formar nódulos de regeneración.
Etiología
Las principales causas de cirrosis en los países desarrollados son:
- El consumo excesivo de alcohol (cirrosis etílica, alcohólica o enólica)
- La hepatitis crónica por virus C (cirrosis por virus C)
- Otros virus, como el de la hepatitis crónica por virus B y la infección crónica mixta por virus B y virus D,
- Enfermedades colestásicas crónicas (que afectan a la producción o a la salida de la bilis del hígado), tales como la cirrosis biliar primaria o la colangitis esclerosante primaria.
- Enfermedades metabólicas congénitas del hígado como la hemocromatosis primaria (sobrecarga hepática de hierro -bastante frecuente-), la enfermedad de Wilson (sobrecarga hepática de cobre -muy rara-) y la deficiencia de alfa-1 antitripsina (también bastante rara); o enfermedades metabólicas adquiridas como la esteatohepatitis no alcohólica asociada a la diabetes o la dislipemia.
- Otras: hepatitis autoinmune. Toxicidad hepática por fármacos u otros químicos hepatotóxicos. Existen otras causas mucho más raras y algunas específicas de la infancia que producen cirrosis precoz en niños o adolescentes.
Todas las enfermedades anteriormente citadas habitualmente necesitan años de evolución para llegar a producir cirrosis. Además, en muchos casos, el consumo excesivo de alcohol o la hepatitis crónica por virus C no llegan a producir nunca cirrosis y el paciente fallece por un motivo independiente de la enfermedad hepática.
Etiopatogenia
De forma similar a lo que acontece en otros tejidos, la inflamación es el proceso básico por el que el hígado responde al daño, cualquiera que sea éste. Mediante este proceso, el tejido hepático es capaz de reconocer el daño y si es posible repararlo. Si la reparación no es posible, estonces destruirá el tejido dañado. En condiciones normales, este tipo de respuesta restaura la estructura y la función originales y mantiene la homeostasis tisular, pero a veces la lesión es demasiado intensa o persistente, y el propio proceso inflamatorio compromete la integridad estructural a través de procesos como la fibrosis, la esclerosis o la cicatrización, ya que se reemplazan las estructuras dañadas por tejido anormal fibrótico. Los diferentes agentes etiológicos de las enfermedades hepáticas crónicas mencionados en el anterior apartado pueden causar daño tisular, inflamación y necrosis hepatocitaria, pero el tipo de reparación celular que predomine (regeneración o fibrosis) determinará que el tejido hepático se recupere, o bien que la fibrosis progrese y esta regeneración tisular anormal conduzca a la cirrosis. El predominio de un tipo u otro de respuesta depende tanto de las características y persistencia del agente lesivo, como de las características del individuo.
Fases de la cirrosis
En la evolución de la enfermedad, podemos distinguir dos fases: cirrosis compensada y descompensada. Esta diferenciación tiene en cuenta que los pacientes hayan o no desarrollado las complicaciones propias de la enfermedad.
Las complicaciones paradigmáticas que definen la cirrosis descompensada son:
- Ascitis: acúmulo de líquido libre intraabdominal con características de transudado Este transudado además puede infectarse (peritonitis bacteriana espontánea), habitualmente a causa de la translocación bacteriana (paso al torrente sanguíneo de las bacterias que conforman la flora intestinal)
- Encefalopatía hepática: deterioro de la función neurológica, habitualmente episódico y reversible, relacionado con el paso desde la circulación portal sustancias no depuradas por el hígado a la circulación general.
- Hemorragia digestiva por varices esofágicas.
- Ictericia: tinte amarillento de la piel y las mucosas a consecuencia del acúmulo de bilirrubina.
Mientras se encuentre compensada, los pacientes pueden no presentar ningún síntoma, y esta fase puede vivir años. En esta fase hay un importante número de pacientes que todavía no han sido diagnosticados. Asimismo, los pacientes con cirrosis compensada tienen una supervivencia parecida a la de la población general. Esto es así porque en condiciones normales el organismo no requiere de todo el "potencial" que el hígado tiene. Se puede tener el 100% del hígado afectado y no tener ningún tipo de sintomatología, detectando en todo caso un aumento de las transaminasas en un análisis de sangre.
La cirrosis descompensada, sin embargo, predice habitualmente una importante disminución de la supervivencia, y un mal pronóstico a corto plazo.
En el desarrollo de estas complicaciones intervienen básicamente dos factores patogénicos:
- La hipertensión portal (aumento de la tensión normal de la vena porta)
- La insuficiencia hepatocelular.
Además de las complicaciones descritas, pueden aparecer otras muchas, entre las cuales destaca el riesgo aumentado que tienen los pacientes con cirrosis hepática de desarrollar un hepatocarcinoma
Clínica
En muchos casos, el diagnóstico de la cirrosis es casual, puesto que como se ha dicho, en la fase compensada de la enfermedad sus manifestaciones pueden ser poco aparentes, presentando síntomas vagos o inespecíficos como dispepsia, astenia o hiperpirexia. Así, puede detectarse ante la existencia de hepatomegalia en una exploración física de rutina, ante alteraciones en las pruebas de función hepática, o ante la positividad en las pruebas de estudio de las hepatitis virales.
Entre las manifestaciones que es posible encontrar se encuentran algunos signos cutáneos. Ninguno es patognomónico, pero pueden resultar útiles para la sospecha diagnóstica; entre estos "Estigmas de hepatopatía" cabe destacar las arañas vasculares o spiders, distribuidas en el territorio de la vena cava superior, En ocasiones, está presente también un enrojecimiento de las eminencias tenar e hipotenar que se conoce como eritema palmar. En la cirrosis de origen alcohólico, puede aparecer hipertrofia parotídea y contractura de Dupuytren.
En ocasiones aparecen xantelasmas en los párpados, sobre todo en las enfermedades colestáticas (colangitis esclerosante primaria y cirrosis biliar primaria) mientras que en la enfermedad de Wilson aparece el anillo de Kayser-Fleischer (anillo de coloración pardo-verdosa en el borde límbico de la córnea, por depósito de cobre en la membrana de Descemet).
Al efectuar la exploración física abdominal suele observarse el hígado aumentado de tamaño con superficie irregular y consistencia dura, si bien en los estadios finales de la enfermedad puede encontrarse totalmente atrófico y retraído no siendo accesible a la palpación.
Dado que la hepatomegalia es en general indolora, la existencia de dolor abdominal debe hacer sospechar algún fenómeno intercurrente como una pancreatitis o un cólico biliar, dada la elevada incidencia de la litiasis biliar en el paciente cirrótico.
La esplenomegalia junto con la presencia de circulación colateral (múltiples venas dilatadas subcutáneas en la pared abdominal), indican la existencia de hipertensión portal. Cuando la circulación colateral es prominente alrededor de la vena umbilical en la zona del ombligo se denomina clásicamente como "cabeza de Medusa".
La hipertensión portal puede también condicionar la presencia de ascitis, que puede manifestarse como un aumento del perímetro abdominal, indicando la presencia de líquido libre intra-abdominal. Las hernias de la pared abdominal, sobre todo umbilicales son frecuentes cuando hay ascitis, así como el edema subcutáneo que aparece en las zonas declives (las piernas generalmente)
Las alteraciones endocrinas son comunes en la cirrosis, sobre todo en las de etiología alcohólica; los varones pueden presentar atrofia testicular, disminución de la libido y disfunción eréctil. La ginecomastia es frecuente. Las mujeres suelen presentar alteraciones menstruales e incluso amenorrea.
La ictericia, es un signo que acompaña con cierta frecuencia a la cirrosis descompensada y generalmente es un dato de enfermedad avanzada.
En la cirrosis descompensada pueden existir lesiones hemorrágicas como petequias, equímosis o hematomas ante traumatismos mínimos, epistaxis y gingivorragias que traducen la frecuente alteración de la coagulación que puede existir en los cirróticos.
El fétor hepático es un olor dulzón característico que aparece en estos pacientes por la exhalación de substancias derivadas de la metionina (metilmercaptán), por defecto en su desmetilación.
A todos los hallazgos expuestos se suele añadir un estado de desnutrición con evidente disminución de la masa muscular y del panículo adiposo.
Diagnóstico
Para el el diagnóstico de la cirrosis hepática, habitualmente es suficiente con procedimientos no invasivos, como la combinación de técnicas de imagen como la ecografía, y hallazgos de laboratorio. También se usa la biopsia hepática, sin embargo, hoy en día este procedimiento sólo se utiliza en casos seleccionados.
Prevención
Las cosas más importantes que puede hacer una persona para prevenir la cirrosis son:
- Evitar el consumo de alcohol.
- Moderar el consumo de sal de mesa (cloruro de sodio)
- Consultar a un médico por si existe una enfermedad hepática crónica silente que pueda llegar a producir cirrosis.
- Si un paciente sabe que tiene alguna enfermedad hepática, debe consultar periódicamente con su médico por si es una enfermedad tratable, cuya progresión se pueda evitar (enfermedad alcohólica o hepatitis B o C, por ejemplo).
- Vacunación en el caso de la hepatitis B, por ejemplo.
Tratamiento
La cirrosis como tal carece de tratamiento médico específico dado que es, en general, irreversible. Se pueden tratar algunas de las enfermedades que la producen y evitar o retardar la evolución de una cirrosis en estado inicial a las fases avanzadas.
También tienen tratamiento algunas de las complicaciones de la cirrosis tales como las hemorragias digestivas, la ascitis y la encefalopatía hepática, que siempre deben ser indicados por un médico.
El tratamiento definitivo de la cirrosis es el trasplante hepático. Se realiza sólamente en los pacientes en que se estima una supervivencia menor de dos años, a consecuencia de la cirrosis, y en los que no existe contraindicación para realizarlo por otros motivos
Véase también
Enlaces de interés
Fundación HCV Sin Fronteras http://www.hcvsinfronteras.org.ar
Organización Hepatitis 2000 http://www.hepatitisc2000.com.ar