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INFORMACIÓN DADA POR MANOLI
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INFORMACIÓN DADA POR MANOLI
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A continuación te presentamos un texto bastante concienzudo sobre el origen de la Fiesta de Moros y Cristianos en Elda, obra de José Blanes Peinado, escrito como ponencia para el Primer Encuentro de Comparsas Zíngaras de la Comunidad Valenciana celebrado en Elda en el año 2001.

Acerca de los orígenes de la Fiesta de Moros y Cristianos se barajan tres hipótesis:

1) La Fiesta como rito. La Fiesta es un sentimiento mágico y ritual que, a pesar del progreso y de la evolución constante, permanece en la mente del hombre desde remotos tiempos. Nos referimos pues, a la Fiesta por antonomasia, el ritual primitivo y agrario que el hombre cultiva desde sus primeros tiempos de vida social.

Estos cultos agrarios, este conjunto de elementos religiosos, mágicos, rituales y míticos aparecen como auténticos universales humanos en diferentes culturas - diferentes en el espacio y en el tiempo. Adoptan diversas formas en sus no menos diversas manifestaciones. La especialización que adquieren determinadas de estas fiestas, la que nos interesa para explicar la nuestra, es el ritual que podemos llamar carnavalesco, en el buen sentido con que se utiliza esta palabra. Creo sinceramente que nuestra Fiesta tiene muchos puntos de contacto con otras manifestaciones paralelas que presentan claras connotaciones carnavalescas.

¿Cuáles son esos puntos de contacto, esas coincidencias? Los rituales de tipo carnavalesco se caracterizan por la presencia de dos principios contradictorios con triunfo de uno y expulsión y muerte del otro. En la mayoría de los casos aparece una especie de muñeco que representa al principio expulsado - llamémosle Muerte, la Vieja, la Befana, etc. ¿No tiene, acaso, nuestra desaparecida Mahoma un significado semejante aunque adaptado a la coyuntura ideológica y religiosa de nuestra peculiar Fiesta? Estos dos principios contradictorios mencionados están representados, a veces, por los capitanes o portavoces de los dos ejércitos que luchan, y así se produce lo que se denomina "agón" o lucha entre ellos con la victoria del principio del bien frente al del mal - léase en nuestras latitudes Cristianos "versus" Moros.

Entre todos estos rituales agonísticos (de agón) se ha de resaltar, especialmente, uno: la peculiar "danza de las espadas" cuyos protagonistas o danzantes se reparten en dos bandos o grupos claramente diferenciados, unos de rostro pintado de negro que se identifican como moros, y los otros que representan a los cristianos. Esta danza tiene diferentes derivaciones en Italia - la "Moresca"- y en España que ha evolucionado hacia la Fiesta de Moros y Cristianos. Hemos de concebir, pues, nuestra Fiesta como una forma historizada de la danza guerrera en la que aparecen los dos característicos bandos dentro de una situación conflictiva y en la que hay intervención de la palabra - parlamento o diálogo- por medio de sus "corifeos" respectivos - embajadores, capitanes, reyes cristiano y moro-, y de cuyo enfrentamiento real y dialéctico surge el triunfo del principio o bando que representa el bien. En este caso el bando cristiano está caracterizado por connotaciones muy claras que demuestran la ideología que sustenta la sociedad bajo cuyos auspicios se celebra la Fiesta.

Está, pues, perfectamente claro que la estructura de nuestra Fiesta se inserta realmente en esta clase de rituales primitivos o agrarios. Lo que ha sucedido en nuestro caso es una evolución relativamente reciente del ritual en el que ha influido un proceso de historización y, lógicamente, la ideología cristiana imperante.

Sin embargo, es difícil aplicar esta evolución a las fiestas que se extienden por nuestro Levante, ya que no existe esa continuidad de unos ritos ancestrales a las actuales representaciones festeras; lo que sí es muy posible que haya ocurrido en otras zonas de España que también celebran Moros y Cristianos pero con menor espectacularidad y cuyos contenidos son, quizá, más parecidos a esos antiguos rituales de tipo agrario.

2) Por otro lado, tenemos las fiestas reales (de Moros y Cristianos) celebradas con motivo de nacimientos, casamientos, coronaciones, etc., de ahí el nombre de reales (realeza). También este tipo de fiestas se celebraban en honor o con motivo de celebraciones religiosas. Estas fiestas eran, como es lógico suponer, esporádicas, ya que se celebraban puntualmente con algún motivo o acontecimiento de los antes mencionados.

Así en Ceuta en 1309, a propósito de una visita del rey Jaime II de Aragón, se celebra uno de estos festejos. En Jaen en 1463 con embajada o parlamento. En Alicante, por motivos de tipo religioso se celebran también en 1691 para celebrar las canonizaciones de San Pascual y San Juan de Dios, y en 1700 con motivo del primer centenario de la Colegial. Son celebraciones esporádicas. Y así durante varios siglos estas fiestas o representaciones se han sucedido a lo largo de la geografía española, únicamente con motivo de celebraciones precisas y puntuales.

Sin embargo, creo que hay una diferencia muy importante entre estas fiestas y el concepto que nosotros tenemos de las fiestas de Moros y Cristianos, más en la línea del ritual, y que se celebran desde tiempo inmemorial en nuestras aldeas y pueblos.

3) LA SOLDADESCA. Los rudimentos de estas fiestas estaban ya, en ciertas poblaciones, en la soldadesca o grupo de ciudadanos que formaban una especie de milicia en cada una de estas poblaciones. Esta soldadesca salía en las procesiones del patrono respectivo de cada pueblo disparando sus arcabuces, simplemente como si fuera un número más dentro del festejo popular que la población dedicaba al patrón o patrona. Testimonios de esta soldadesca hay muchos a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII. En el siglo XVI aparece el alardo (o alarde) de arcabucería en Caudete, Orihuela, Alcoy, Villena... etc. En el siglo XVII siguen estos alardes de arcabucería ya conocidos en muchas poblaciones de nuestro entorno, y en Alcoy ya aparecen diferenciados en dos bandos. En el siglo XVIII la soldadesca aparece como tal en Sax, Pertrer, Onil, Ibi, Cocentaina, Monforte del Cid, Bocairente y Yecla, y seguramente ya disparaban la pólvora en las fiestas en honor al patrón o patrona respectivo.

En Elda puede verse ya el uso de la pólvora en muchos casos, sin que se pueda decir con certeza si eran los arcabuces de la soldadesca o no los que la utilizaban.

En los albores del siglo XVII - concretamente en 1604- a la llegada de nuestros patronos, la Virgen de la Salud y el Cristo del Buen Suceso, el presbítero D. Gonzalo Sempere nos dice "que el estampido de la pólvora y el vuelo de las campanas anuncian su llegada", sin que este uso de la pólvora esté bien especificado si es de uso de la soldadesca o simple cohetería.

En el siglo XVII aparecen con mucha frecuencia los usos de la pólvora en fiestas y agasajos: así a principios de siglo, en plena Guerra de Sucesión, aparece esta cita respecto a "la pólvora para morteretes que se dispararon la noche en que se recibió la carta de gracias de Su Majestad" (Felipe V).

También "se disparó artillería en la Misa de acción de gracias y Te Deum que se celebró por la rendición del castillo de Alicante.

El 7 de Agosto de 1756, con motivo de una procesión de acción de gracias a la Virgen - tras salir de una mortífera epidemia- en la que desfilaron todo el pueblo con el clero y autoridades..."portando la imagen entre atronadoras salvas de morteretes".

Otra procesión de acción de gracias, o quizás la misma, cita D. Juan Tomás Sempere en un carta privada: "que este domingo que viene se le hará una gran procesión en acción de gracias, y un gran alarde con muchísimas hachas. A Juan Tomás Guarinos, suegro de Esperanza, han nombrado capitán, y al tío Bartolo, su cuñado, alférez, y hacen gran provisión de arcabuces por los lugares circunvecinos para tirar, pues han traído ya de Alicante diez arrobas de pólvora y dicen que no habrá para empezar. El tío Jusepe y yo hemos enviado a Villena por dos trabucos que son muy buenos para tirar: no sé si los conseguiremos". ¿Se refiere este alarde a la soldadesca que participaría en dicha procesión cuyos nombramientos de capitán y alférez se citan taxativamente? Ahí queda la incógnita planteada.

La soldadesca como tal, la Milicia local tiene una existencia bien notoria a lo largo del siglo XVIII, pero su participación en actos festeros claramente la encontramos en texto de 1707, a propósito de la procesión de la Virgen de la Salud en Septiembre de dicho año: "Ithem dcho. día por el gasto de quarenta y seis libras de pólvora se gastaron en disparar los morteretes y se dio a una compañía de soldados que dispararon en dcha. Fiesta" (Libro de Clavarios).

Si esta compañía de soldados, andando el tiempo, dio lugar - como en otras poblaciones- a la singular fiesta de Moros y Cristianos, no lo podemos saber. Pero ahí queda como antecedente de las fiestas que más tarde - principios del siglo XIX- se celebraban en Elda en honor a San Antón en el mes de enero, según nos cuenta D. Emilio Castelar en su opúsculo "Recuerdos de Elda o las fiestas de mi pueblo".

Entresacamos algunos párrafos de este texto castelarino publicado por nuestro Ayuntamiento en 1984 en edición comentada por José Ramón Valero Escandell. Comienza así:

"Y no digo nada de los Moros y Cristianos. La ilusión

era completa. El tabernero de la esquina, el mojigato

de la vecindad, el cristiano viejo sin un abuelo que oliera

a hereje, el sacristán de amén, parecíannos Muza o Tarik,

grandes sultanes de serallo, incapaces de probar el torrezno

y de respirar el vino así que vestían los pantalones bombachos

de seda amarilla, las fajas multicolores, las chaquetas bordadas

de lentejuelas, los turbantes de gasa llenos de alharacas, las

babuchas de tunecino tafilete...

...Los nuestros solían vestir, no como los caballeros de la Vega,

cuyas estatuas vemos bajo las bóvedas de la catedral de Toledo,

sino como petimetres del último siglo: que mis paisanos,

como los pintores del Renacimiento, reparan poco en cual-

quier anacronismo. Nada de brocado, de malla, de cota, de

pacete; al revés, calzón corto, zapato con argénteas hebillas,

medias de seda, casacón antiguo, sombrero apuntado,

distinguían a los católicos de los mahomentanos. Pero en

lo que ambos ejércitos se confundían, era en el estruendo que

armaban por cuarenta y ocho horas seguidas cerrando el uno

contra el otro con mortal coraje. Diríase que estábamos en

plena batalla, y no en sencilla fiesta: tal sonaban los arcabuces,

las descargas, los cañonazos... El castillo de cartón pintado

parecianos real y efectiva fortaleza y ante sus muros

los enemigos de nuestra religión oprimían y vejaban a la patria.

El embajador cristiano, que iba caballero en su alazán, precedido

de heraldos y pajes, acompañado de pomposa comitiva, en reque-

rimiento y demanda de la fortaleza, llevaba consigo nuestros votos,

como si de real y no fingida embajada se tratase.

Este testimonio de D. Emilio Castelar se refiere sin duda a las fiestas que él presenciaría siendo un niño en nuestro pueblo. Teniendo en cuenta que el insigne tribuno nació en 1832, y que vino a Elda casi inmediatamente, se supone que tendría, o podría tener, unos ocho años más o menos cuando presenciara estas fiestas. Así suponemos que puede tratarse de una fecha cercana a 1840, 41 o 42 la de la celebración de esta fiesta que con tanto apasionamiento y, quizás, con los ojos llenos de fantasía propia de un chico de su edad, nos narra el ilustre orador.

Pero precisamente en 1834 se constituye en Elda la Milicia Nacional por orden de a Reina Gobernadora: ésta consistía en un tipo de milicias urbanas móviles. En Elda había dos compañías con un total de 179 hombres aumentados más tarde a cerca de 400. En 1842 contaba con dos capitanes y 8 sargentos. La constitución de esta Milicia no quiere decir que no hubiera existido este tipo de soldadesca local en el siglo anterior, como aparece en numerosas citas, en una de las cuales se hace referencia incluso a la bandera que utilizaban que era de color rojo con las armas de la ciudad en su centro (s. XVIII: es la actual bandera oficial de nuestra ciudad).


Es muy posible que esta Milicia constituida en Elda a principios del siglo XIX tuviera mucho que ver con las fiestas de Moros y Cristianos que nos cuenta en su "librito" D. Emilio Castelar.

Precisamente es a partir de estas fechas cuando aparecen las fiestas que llamamos de Moros y Cristianos en las distintas poblaciones, con la presencia de comparsas y parlamentos o embajadas. De estos años - 1838- es la primera aparición en una publicación de las Embajadas de Alcoy, que durante mucho tiempo se atribuyó su autoría a nuestro poeta D. Juan Rico y Amat, que fue corregidor y jefe político de aquella población desde 1848 a 1850. Por coincidencia de estilo, ya que en un estudio realizado así se contempló, se había creído que esta obra había sido escrita por el insigne vate eldense, pero luego - al aparecer la publicación de 1838, años antes de que fuera D. Juan Rico jefe político de Alcoy- se desechó su paternidad.

En este proceso de evolución de la antigua soldadesca a la Fiesta pudo tener una influencia decisiva la aparición del Romanticismo.

El siglo XVIII - sus últimos años- conoce el nacimiento de esa ingente y avasalladora fuerza que representa el espíritu del Romanticismo, Movimiento que supone no sólo una revolucionaria y fresca corriente de pensamiento literario, sino incluso un nuevo estilo de vida, una original moda que se refleja - como siempre- en el vestir y en el sentir de las gentes jóvenes. Desde sus comienzos hasta la mitad del s. XIX, en que comienza su declive, invade ese sentimiento romántico tan influyente y avasallador las más diversas parcelas del arte y la vida cotidiana.

En España, país que influye - por su historia y su pretendido exotismo- en el nacimiento de este nuevo movimiento, penetra esta corriente por dos vías muy distintas: la andaluza, cargada de un contenido democrático y revolucionario; y la de Levante, que por el contrario presenta un carácter arcaizante, tradicionalista, impregnado de un cierto aristocratismo e incluso creyente. La aportación española a esta nueva moda literaria - dentro y fuera de la propia España- se refleja en el gusto por lo histórico-medieval, el romancero y por la actualización de todo aquello que rezuma Edad Media y conlleva una fuerte influencia orientalista. Inútil sería buscar, sin embargo, en nuestros dramas y novelas de corte romántico - Martínez de la Rosa, Duque de Rivas, etc.- nada que se parezca a una verdadera reconstrucción arqueológica de aquellos temas y tradiciones hispanas, que se exhuman y se intensifican en la última fase de nuestro Romanticismo. La obra romántica presenta por doquier los más fuertes anacronismos, las más pseudo-medievalescas representaciones, leyendas y ambientes históricos. Surgen de tal guisa unos "moros y cristianos" anacrónicos, convencionales; enorme variedad de bandoleros y gitanos, piratas y distintos tipos cargados de un ingenuo exotismo que origina unos cuadros plásticos sumamente coloristas.

En este momento histórico - fines del siglo XVIII y principios del XIX- se da, como ya hemos indicado, en nuestros pueblos y ciudades festeras un fenómeno social y a la vez festero ya analizado: la soldadesca, cuyos componentes desfilaban en sus respectivas fiestas patronales haciendo "alarde", al disparar, de sus horrísonos arcabuces. Rara era la población - dentro de nuestra cobertura festera levantina- que no tuviera este tipo de soldadesca, al frente de la cual había un capitán o alférez y que, a la vez que servían de defensa a su respectiva población, presentaban un carácter de hermandad o cofradía de cara a las fiestas de los patronos locales. Este es, sin duda, un estado previo a la aparición de nuestra Fiesta. De aquí se pasa ya a unos actos con cierto contenido histórico con enfrentamiento simbólico de moros y cristianos, en los que ya se ha diferenciado aquella primitiva soldadesca. Esos cristianos que visten el atuendo de época de acendrado anacronismo ("petimetres del último siglo" los llamó Castelar), y esos moros tan convencionales, a los que se suman los no menos anacrónicos bandoleros o contrabandistas, piratas, estudiantes, etc. Surgen, a su vez, unos parlamentos - embajadas se les llama en nuestro argot festero- que se representan en castillos simbólicos y ficticios y que se refieren a trozos legendarios y tradicionales de la historia de cada población, o de la historia de España en general. Parlamentos que evocan - como no podía ser de otro modo- un contenido absolutamente de corte romántico.

En nuestra ciudad, sin embargo, de estas fiestas de Moros y Cristianos que nos relata Castelar y que, al parecer, se celebraban en la década de los 40 del siglo XIX, apenas se sabe ya nada hasta 1863 ó 64 en que de nuevo parece ser que está presente este tipo de fiestas en los actos en honor a San Antón que se celebraban en el mes de Enero. Lamberto Amat, insigne cronista eldense de la época, es el encargado de relatarnos estas fiestas. Estas interrupciones de la continuidad periódica de las fiestas eran normales en la época que relatamos, con frecuencia dejaban de hacerlas cuando había problemas en la población, como por ejemplo los años que la cosecha era mala, o que a consecuencia de un "pedrisco" ésta se perdía irremisiblemente.

A propósito de estas fechas del siglo XIX (década de los sesenta) es curioso citar una anécdota que nos cuenta Hipólito Navarro, historiador y festero petrelense, en un artículo publicado en la Revista de Petrel de 1978. Dice así nuestro insigne vecino al relatar diversas anécdotas sobre las fiestas de Petrel: "Otra anécdota no menos famosa fue aquella con los festeros de Elda. No sé por qué, y alguna razón tendría que haber, la Mahoma o el Mahoma, como me contaba el tío Hereu, nos la compartíamos con los de Sax. Al llegar la Fiesta de Petrel, los de Sax traían la Mahoma y ésta venía con un letrero que decía "soy de hija de Sax y la cabeza de Petrel". Pues bien, un año, después de la Embajada, al conquistar la fortaleza los cristianos, como era costumbre, le pegaron fuego al enorme puro que llevaba - que no era más que un respetable cohete- y como de costumbre también la cabeza s e hizo añicos. Aquel año, como desde siempre, los sajeños estaban bajo el castillo esperando la clásica explosión y al acabarse el acto la bajaron para llevársela hacia Sax. Pero allí estaban también los festeros de Elda con la misma pretensión. Huelga decir la que se armó. Unos y otros queriendo llevarse el trofeo y, como era de esperar, brillaron los garrotes y los garrotazos, hasta que al fin, con la ayuda de los de Petrel, más o menos maltratada, salió para su otro pueblo. Aquel año,, que sería sobre 186...y tantos, se acabaron las fiestas de Elda. ¿Fue ésta la causa? Nadie ha podido explicarlo hasta ahora". (Hipólito Navarro "dixit").

En relación a este relato sería conveniente comentar dos cosas: primero, la coincidencia de esta acción de disputarse la Mahoma que también se daba con la de Biar, al acabar a Embajada, entre los festeros de Villena y Castalla, ganando siempre los primeros - dicen los historiadores- por ser en mayor número. Y por otra parte, la pregunta que se hace Hipólito Navarro al final de su relato, se puede hoy contestar, ya que existen testimonios posteriores de la existencia de nuestra Fiesta hasta finales del siglo XIX.

Al parecer la restauración de la Fiesta de Moros y Cristianos en Elda fue promovida por un director de la Banda de Música local, creemos que D. Juan Bautista García, natural de Alcoy. Este director tuvo un disgusto con la comisión de fiestas de Sax y para que la gente de Elda no fuera a ver las fiesta de la vecina población, que se celebraban en honor a San Blas el 2 de Febrero y siguientes, invitó a los festeros del pueblo a resucitar las antiguas fiestas de Moros y Cristianos de Elda en honor a San Antonio Abad, celebrándolas pocos días antes que las de Sax, menos de dos semanas.

Lo cierto es que en 1864 se ponen en marcha estas fiestas creándose numerosas comparsas entre las cuales había de catalanes, aragoneses, romanos y marinos, por el Bando cristiano, a los que posteriormente se añadiría la de Garibaldinos, mientras que el Bando moro tenía solamente una comparsa de su nombre. Entonces intervenían solamente dos bandas de música, una por cada bando, en lugar de tantas como comparsas. Todas estas comparsas desfilaban con brillantes y costosos trajes apropiados a la época que representan, los jefes, abanderados y pajecillos montados en briosos y muy bien enjaezados caballos.

El primer desfile tenía lugar a las diez de la mañana del día del primer día, entre las aclamaciones del público que se agolpaba en las calles del recorrido . Por la tarde se celebraba la guerrilla en el alto de San Miguel, quedando vencedores los moros y en posesión del castillo. Al anochecer tenía lugar la solemne procesión de traslado de del Santo desde su ermita hasta la iglesia de Santa Ana, en la cual se celebraba al día siguiente la Santa Misa y el panegírico de San Antón, transcurrido el cual lo devolvían con igual solemnidad a su ermita. Seguidamente se efectuaba el segundo desfile por las calles principales y, por a tarde, nuevamente en el Altico, otra vez el lance guerrero en el cual obtenían la victoria las huestes cristianas, con gran algazara de la multitud y atronadoras descargas de arcabucería.

El tercer y último día se celebraba en la Iglesia de Santa Ana la Misa de acción de gracias, a la que concurrían todos los festeros con sus uniformes, banderas y músicas, terminada la cual se efectuaba la elección y nombramiento de capitanes, abanderados, embajadores, etc. para el próximo año. Después de este acto los festeros se pasaban el día entero luciendo el uniforme por las calles y plazas de la villa, contentos y satisfechos no sólo por el esplendor dado a las fiestas, sino porque sus capitanes les habían obsequiado largamente con pastas y licores. (Lamberto Amat, periódico "El Graduador" de Alicante, Enero 1877) (1).

Para determinar que esta segunda etapa de la Fiesta se inició en 1864, José Luis Bazán nos presenta tres documentos muy sintomáticos:

1º) El episodio del músico que instauró la Fiesta, según nos cuenta Lamberto Amat en su artículo del "Graduador", que nos lleva a la fecha de 1863 0 1864.

2º) En el archivo municipal de la Casa de Cultura existen documentos donde s e especifica el pago de la pólvora usada en 1864 (279 1/4 Kg.). Al investigar los dos años anteriores se pudo comprobar que la cantidad era mucho menor (206 1/2 Kg.). La diferencia de algo más de 70 Kg. nos aproxima al gasto de pólvora durante la Fiesta.

3º) Constituye un elemento significativo que el Ayuntamiento de Elda pagara en 1864 los servicios de una banda de música, cuando la villa contaba con una propia. Este pago de servicios continuó durante algunos años.

En dos casas de Elda se conservaban - ahora están en depósito en las vitrinas de la Junta Central en su sede del Alminar- dos banderas. Una de ellas es del bando cristiano, bastante bien conservada por cierto, blanca ostentando en su centro una hermosa imagen bordada de San Antonio Abad; la otra es roja, mucho más deteriorada, y su emblema son dos alfanjes con las empuñaduras enlazadas sobre una media luna en la que campea la fecha de 1888, aunque precisamente por este deterioro se puede interpretar - yo creo que más acertadamente- la 1883.

La primera de ellas fue enarbolada por última vez por D. Rafael Laliga Gorgues, capitán del bando cristiano, hermano del malogrado poeta Francisco Laliga Gorgues, el cual dejó escrita una magnífica y épica embajada. Este poeta es, en palabras de Alberto Navarro Pastor, el más importante nacido en Elda (1861-1928). El texto de esta embajada, que aparece en uno de sus cuadernos con el nombre de "La Bandera de la Cruz", aunque no lleva fecha, lo podemos considerar de entre 1882 y 1884, pues de esos años son otros poemas que integran el cuaderno. El texto tiene 214 versos puestos en boca del Embajador, Capitán y Centinela moros (56), por un lado, y del Embajador cristiano (157), por otro. Desde hace 14 años este texto viene recitándose en la Embajada del Cristiano de las actuales fiestas eldenses, en la mañana del lunes. No sabemos si esta Embajada sería recitada en las fiestas del siglo pasado, o si el autor quizá no llega nunca a darla a la luz hasta que en 1967 la publicó íntegra Alberto Navarro Pastor, y ello dio pie a que en 1983 la Comisión de Embajadas y Alardo decidiera sustituir el tradicional texto de la Embajada cristiana por éste.

Y volviendo a las banderas, la segunda - la mora- fue llevada por D. Germán Gras Galiano, de cuyos descendientes se obtuvo la confirmación de aquel año bordado en la bandera, 1888 - hoy parece que se puede ver mejor 1883- fue el último en que se celebraron fiestas de Moros y Cristianos en Elda en el siglo XIX.

Otros testimonios sobre la celebración de la Fiesta cristiano-mora en pleno siglo decimonónico, nos vienen dados por transmisiones orales, heredadas de padres a hijos y también por recuerdos materiales conservados en familias de gran raigambre eldense - como ocurriera con las banderas. Así Juan José Amo nos habla en un artículo suyo acerca de los recuerdos que su abuela solía contarle sobre los tiempos de su juventud. Entre los temas de que hablaba, al favorito estaba en relación con su suegro D. Antonio Sirvent Maestre y sus cuatro hermanos que eran - según sus palabras- muy festeros y les gustaba desfilar en Moros y Cristianos por los años 1860 y siguientes. Pero sobre todo mostraba con orgullo el viejo sable con el cual, a partir de 1869 su suegro D. Antonio Sirvent salía de Embajador en las fiestas. Relataba que lo compró en Toledo ese mismo año, pues D. Antonio opinaba que un Embajador no debía usar espada de madera, por muy barata y cómoda que fuese. Este sable todavía lo conservan los descendientes de este personaje eldense, y en el cual puede verse inscrita su procedencia toledana y la fecha mencionada de 1869.

Igualmente este mismo autor en otro artículo publicado en la Revista de 1997 nos relata otro recuerdo de los comentarios de su abuela cuando su tío Vicente Busquier y Gil salía de festero acompañando a los Reyes Cristianos (sic).

Según parece, pues - en atención a este relato- en aquella época intervenían además de los embajadores, los Reyes cristianos (el rey y la reina), y un curiosos personaje: el "cura Pau Pérez". Y al parecer la intervención de este último era importante, pues los moros pretendían seguir profesando la fe islámica, y el cura era quien debía decidir hasta donde se podía ceder en materia religiosa.

D. Vicente Busquier y Gil fue el festero que durante más años representó el papel de "el cura Pau Pérez", hasta el punto de que entre los eldenses de la época era conocido por el nombre del personaje que, año tras año, representaba.

Este personaje eldense nació el 22 de Julio de 1853 y murió el 30 de Mayo de 1921 en una vivienda de la calle D. Juan Sempere, y según las fuentes orales recabadas de alguno de sus nietos, este personaje participaba en as fiestas de Moros y Cristianos de aquella época con un sable en la mano, siempre en las filas del bando cristiano. Lo curioso del caso es que esta figura del cura Pau Pérez está emparentada con el personaje alcoyano de Mossén Torregrosa, representación de aquel sacerdote que al parecer celebraba la santa Misa el 23 de Abril de 1276, cuando los moros - según la tradición alcoyana- se acercaban a la entonces villa de Alcoy con la intención de atacarla. Este personaje de la Fiesta alcoyana todavía participa en los actos de la trilogía festera de aquella ciudad, vestido de sacerdote con una guadaña como única arma. Sin embargo, la participación en los actos de la Embajada es meramente testimonial, sin intervención oral. No ocurría eso, según parece, en cuanto al personaje que nos ocupa, el cura Pau Pérez, ya que éste si que es posible que tuviera intervención en la propia Embajada, según hemos podido comprobar por los testimonios antes citados.

Lo que sí es cierto es que la Fiesta de Moros y Cristianos desaparece a fines del siglo XIX, - no se sabe con certeza ni por qué motivos, ni en que fecha determinada- pero sí está claro que esta fiesta no llega en ningún caso a celebrarse en los albores del siglo XX. Pero siguiendo con algunos documentos muy valiosos para conocer la celebración de nuestra Fiesta en pleno siglo XIX, observamos la carta dirigida al Comandante de puesto de la Guardia Civil de Petrel -en Elda no existía acuartelamiento de dicho cuerpo- solicitando que la fuerza se personara el 16 de Enero -a las 8 de la mañana- hasta el 19 del mismo mes para conservar el orden de las fiestas intituladas de Moros y Cristianos, que en obsequio de San Antonio Abad se han de celebrar. Esta carta está fechada en 13 de Enero de 1879.

También existe un escrito mediante el cual el Ayuntamiento comunica al Gobernador Provincial la celebración de la Fiesta de Moros y Cristianos. Este documento está fechado el mismo día, mes y año que el anterior. Dice que "en los días 16, 17 y 18 del actual tendrá efecto en esta villa - siguiendo la costumbre establecida de otros años- la fiesta de Moros y Cristianos dedicada a San Antonio Abad con tiros de arcabuz", y ello se comunica al Sr. Gobernador para "su conocimiento y efectos que estime conveniente".

¿Cuáles son los motivos que hacen que desaparezca la Fiesta de Moros y Cristianos en Elda? Tres son los factores que se han venido considerando en torno a esta pérdida de nuestra identidad festera:

1º) Por un lado las epidemias que asolaban nuestra ciudad con frecuente asiduidad, y concretamente la de 1885, de cólera morbo, fue una terrible plaga para la población que se vio mermada en 456 eldenses por las muertes ocasionadas por dicha enfermedad.

2º) Por otra parte, la crisis económica fue muy notoria en nuestro pueblo. Por aquellas fechas tardías del siglo se perdió una buena parte de nuestra riqueza agrícola. Las huertas de nuestro valle, otrora frondosas y ubérrimas, ven mermada su capacidad de seguir adelante precisamente por la falta de agua para el riego. Nuestro Vinalopó sufre una creciente salinidad de sus aguas, procedente de la desecación de unas lagunas de Villena cuyas aguas van a parar al río. El desastre económico es palpable y muchísimos eldenses tienen que emigrar - especialmente a Andalucía- en busca del sustento diario.

3º) A esto hay que añadir - según nos cuenta D. Vicente Coronel en la Revista de Moros y Cristianos de 1949- un sangriento suceso que ocurrió en una de las embajadas en las postrimerías del siglo. Era el embajador moro - según el relato- D. Francisco Coronel y el embajador cristiano D. Francisco Laliga, y sucedió que cuando éste se mostraba enardecido de coraje, contestando a las huestes mahometanas, sonó un disparo y un ¡Ay! desgarrador se escapó del pecho del embajador cristiano. Desde una casita de planta baja, situada en la esquina del Ayuntamiento - albergue del Alcaide de las cárceles del partido-, un sacerdote de mente extraviada entendido por Macanás, disparó sobre el embajador cristiano diciéndole ¡ahí va eso, Colorao! Y la cara del embajador se vio acribillada de perdigones.

Cualquiera que sea la versión certera sobre los últimos coletazos de la Fiesta de Moros y Cristianos del siglo XIX en nuestros lares eldenses, lo que sí se puede constatar es que en el siglo XX ya no queda ningún resquicio que nos hable de estas celebraciones en el mes de Enero. La Fiesta de San Antón sigue - al parecer- celebrándose con sus bailes típicos, hogueras y cucañas, y con la celebración meramente religiosa, pero nada se dice ya de sus Moros y Cristianos, que andando el tiempo - habrían de pasar todavía muchos y azarosos años- resurge fuerte y vigorosa de la mano de nuestros vecinos pueblos donde sí se mantuvo viva la llama cristiano-mora, Petrer, Sax y Villena. A partir de 1944 la Fiesta de Elda alcanza su tercera y definitiva etapa que ha de llegar al esplendor y magnificencia de nuestros días.

En 1943 aparece la primera manifestación - por así decirlo- de nuestra Fiesta: la tan conocida participación de Pepito el Platanero, vestido de contrabandista (traje de Villena), en el baile alrededor de la hoguera de San Antón.

En 1944 nace la Fiesta con una representación indiscriminada de festeros, vestidos de muy diversas maneras, con trajes cedidos por nuestros pueblos vecinos: Villena, Sax y Petrer.

En 1945 aparecen las primeras comparsas: Cristianos, Contrabandistas, Estudiantes, Marroquíes y Realistas. En 1946 se ven incrementadas estas comparsas con dos más: Navarro y Piratas; los Musulmanes aparecen en 1947, los Zíngaros en 1948 y los Marineros en 1950. Durante los años 40 y 50 la Fiesta se va consolidando en el seno de la sociedad eldense. En los años 60, en cambio, hay una fuerte crisis que se deja notar en la Fiesta; las comparsas conocen los índices más bajos de participación - alguna incluso desaparece momentáneamente. Hay muy poca participación juvenil, y la mujer no ha llegado todavía a su participación masiva en escuadras como ocurrió en años sucesivos. Pero, con todo, se llega a la celebración de las Bodas de plata de la Fiesta - 1969- y es a partir de esa fecha que la Fiesta va creciendo y masificándose a lo largo de los años 70 y 80, y en los años noventa alcanza su momento culminante con la celebración de las Bodas de oro en 1994. En estos momentos actuales sobreviven 9 comparsas - se ha incorporado una más de moros desde el año 1976: las Huestes del Cadí, han desaparecido Navarros y Marineros y han tenido una efímera vida comparsas como los Caballeros del Cid-, en líneas generales muy masificadas, ya que alguna de ellas sobrepasa los 1.300 festeros, y muchas de ellas - quizás la mayoría- pasa de los 1.000 festeros.

Se ha potenciado también la participación y ha aumentado de forma considerable ese sentimiento religioso popular de devoción a San Antón, que arrastra a los festeros a los actos religiosos como traslados del santo, Misa y Procesión. Así mismo el sentido de solidaridad, que tiene nuestra Fiesta, está presente en determinados actos de las comparsas como, por ejemplo, la visita al geriátrico de algunas de ellas, entre otros.

Como consecuencia de esta masificación tan notoria, el uso de trajes especiales se ha disparado igualmente de tal manera que el traje oficial, tradicional y característico de las comparsas, se ha visto disminuido en cuanto a su aparición en los desfiles. De igual manera, el uso indiscriminado de estos trajes de comparsa por personas ajenas a la Fiesta, pero que visten estas prendas - o parte de ellas- para poder introducirse en el ambiente que reina en plenas fiestas, especialmente durante las noches, en o que se puede considerar como una verdadera fiesta paralela a la oficial, que rompe moldes y atrae a muchísimos visitantes a disfrutar de ese ambiente.

La música festera es otro de los grandes elementos de nuestra Fiesta. Hay una riqueza abrumadora de marchas y pasodobles a lo largo de toda la geografía festera que hace que podamos disponer de tantas partituras - algunas bellísimas- y que, sin embargo, nos empeñamos a veces en repetir machaconamente las mismas piezas. En nuestra Fiesta - gracias a la celebración desde 1986 del Certamen de Música Festera- se ha enriquecido el acervo musical con una buena cantidad de pasodobles y marchas moras y cristianas dedicadas a las diferentes comparsas, embajadores, el propio Santo, escuadras y festeros que nos sitúan ya entre el conjunto de pueblos donde la riqueza de música festera es bien notoria. Las collas y fanfarrias, o grupos de percusión y dulzainas, es otro de los fenómenos que se han incorporado recientemente a nuestras comparsas haciendo posible, una vez más, esa convivencia entre festeros que no sólo desfilan una vez al año codo con codo con sus compañeros de escuadra o comparsas, sino también ensayan e interpretan en público todo ese acervo musical que tiene nuestra ancestral Fiesta de Moros y Cristianos. De ahí esa expansión de cuartelillos o sedes de las distintas comparsas y escuadras de nuestra fiesta que contribuyen, qué duda cabe, a que ese gran ambiente festero se respire en nuestra ciudad a lo largo de todo el año.