Diferencia entre revisiones de «Luis Alberto de Herrera»

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En [[1908]], desde [[Washington D. C.|Washington]], comenzó su vocación antiintervencionista. Así lo escribe al Ministro de Relaciones Exteriores de la época, desde su cargo de secretario de la delegación uruguaya:
En [[1908]], desde [[Washington D. C.|Washington]], comenzó su vocación antiintervencionista. Así lo escribe al Ministro de Relaciones Exteriores de la época, desde su cargo de secretario de la delegación uruguaya:
{{cita|Washington, diciembre 15 de 1902. Excmo. Señor Don Germán Roosen. Ministro de Relaciones Exteriores. Montevideo, Señor Ministro: Su Excelencia el señor Presidente de los Estados Unidos acaba de dirigir su mensaje al nuevo Congreso. Se trata de un meditado documento al que solo me referiré en lo que nos es pertinente: esto es, a las declaraciones que contiene sobre política internacional. Las traduzco enseguida para exacto conocimiento de V.E. Dicen así:


“Es de desear seriamente que todas las naciones de Sud América, tomen el rumbo que algunas de entre ellas ya han tomado con evidente éxito y que invitaran a sus playas el comercio, perfeccionando a la vez sus condiciones materiales y reconociendo que la estabilidad y el orden son los requisitos a todo desarrollo dichoso. Ninguna nación independiente de América tiene motivo para abrigar el más leve temor sobre una agresión de los Estados Unidos. Importa a cada cual imponer el orden dentro de sus propias fronteras y pagar sus obligaciones justas a sus acreedores extranjeros. Cuando esto hagan pueden estar ellas persuadidas a que, sean fuertes o débiles, nada tienen que temer de la intervención exterior. Mas y más la creciente independencia y complejidad de la política internacional y de las relaciones económicas, da incumbencia a todos los poderes civilizados y ordenados del mundo para insistir en la buena política del globo”.
{{cita|Washington, diciembre 15 de 1902.


En otro párrafo se hace referencia al Tribunal de Arbitraje de La Haya, manifestándose el deseo de que todas las diferencias internacionales que puedan surgir en el futuro se diriman por medios pacíficos. Lo indudable, señor Ministro, es que en el párrafo trascripto se avanza una grave advertencia a los países de Sud América. Ahí se dice, a las claras, que las nacionalidades latinoamericanas están expuestas a una intervención de fuerza de parte de los Estados Unidos, cuando el desorden interno haga presa de ellas, más propiamente hablando, cuando los Estados Unidos juzguen que es llegado el caso de proceder así. Por supuesto que siendo tantas las tentaciones y encontrando cimiento en el motivo revolucionario, no importaría contrariedad asumir ese papel pacificador y de tan desastrosas consecuencias para la soberanía de los intervenidos. Se trata, pues, de un paso altamente significativo. El gobierno de Estados Unidos, por primera vez hace a la faz del mundo una declaración tan radical y amenazadora. No es ella otra cosa que un nuevo inciso de la ventajosísima Doctrina Monroe, cuyas proyecciones van aumentando con los años, a medida que aumentan las energías y voracidades del país que las creo. Queda constatado oficialmente que Estados Unidos se atribuye derechos jugosos de tutor, de inflexible tutor, sobre las naciones del Sud América. Entrego al la apreciación de V.E. tan arriesgada y pasmosa innovación internacional. Saludo a V.E. con mi consideración más distinguida. Luis Alberto de Herrera.<br />
Excmo. Señor Don Germán Roosen. Ministro de Relaciones Exteriores. Montevideo, Señor Ministro: [[Theodore Roosevelt|Su Excelencia]] el señor [[Presidente de los Estados Unidos]] acaba de dirigir su mensaje al nuevo Congreso. Se trata de un meditado documento al que solo me referiré en lo que nos es pertinente; esto es, a las declaraciones que contiene sobre política internacional. Las traduzco enseguida para exacto conocimiento de V.E. Dicen así:
<ref> Carta de Luis Alberto de Herrera a el Ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay, German Roosen. Antiimperialismo Herrera y los Yankis, de Ricardo Rocha Imaz</ref>}}

“''Es de desear seriamente que todas las naciones de Sud América, tomen el rumbo que algunas de entre ellas ya han tomado con evidente éxito y que invitaran a sus playas el comercio, perfeccionando a la vez sus condiciones materiales y reconociendo que la estabilidad y el orden son los requisitos a todo desarrollo dichoso. Ninguna nación independiente de América tiene motivo para abrigar el más leve temor sobre una agresión de los Estados Unidos. Importa a cada cual imponer el orden dentro de sus propias fronteras y pagar sus obligaciones justas a sus acreedores extranjeros. Cuando esto hagan pueden estar ellas persuadidas a que, sean fuertes o débiles, nada tienen que temer de la intervención exterior. Mas y más la creciente independencia y complejidad de la política internacional y de las relaciones económicas, da incumbencia a todos los poderes civilizados y ordenados del mundo para insistir en la buena política del globo''”.

En otro párrafo se hace referencia al Tribunal de Arbitraje de La Haya, manifestándose el deseo de que todas las diferencias internacionales que puedan surgir en el futuro se diriman por medios pacíficos. Lo indudable, señor Ministro, es que en el párrafo trascripto se avanza una grave advertencia a los países de Sud América. Ahí se dice, a las claras, que las nacionalidades latinoamericanas están expuestas a una intervención de fuerza de parte de los Estados Unidos, cuando el desorden interno haga presa de ellas, más propiamente hablando, cuando los Estados Unidos juzguen que es llegado el caso de proceder así. Por supuesto que siendo tantas las tentaciones y encontrando cimiento en el motivo revolucionario, no importaría contrariedad asumir ese papel pacificador y de tan desastrosas consecuencias para la soberanía de los intervenidos. Se trata, pues, de un paso altamente significativo. El gobierno de Estados Unidos, por primera vez hace a la faz del mundo una declaración tan radical y amenazadora. No es ella otra cosa que un nuevo inciso de la ventajosísima [[Doctrina Monroe]], cuyas proyecciones van aumentando con los años, a medida que aumentan las energías y voracidades del país que las creó.

Queda constatado oficialmente que Estados Unidos se atribuye derechos jugosos de tutor, de inflexible tutor, sobre las naciones del Sud América. Entrego al la apreciación de V.E. tan arriesgada y pasmosa innovación internacional.

Saludo a V.E. con mi consideración más distinguida. Luis Alberto de Herrera.<ref name="HerreraYanquis"/>}}


Al pasar el tiempo, Herrera reafirmó sus conceptos, reiterando su admiración histórica por los Estados Unidos, por su pujanza, por su organización interna; admiración que, evidentemente, no corría paralelamente a su pensamiento en materia de política internacional.
Al pasar el tiempo, Herrera reafirmó sus conceptos, reiterando su admiración histórica por los Estados Unidos, por su pujanza, por su organización interna; admiración que, evidentemente, no corría paralelamente a su pensamiento en materia de política internacional.
{{cita|Ahí está el ejemplo de los Estados Unidos. ¿Qué nación puso jamás tanta base de equidad en sus orígenes? ¿No fueron sus creadores aquellos puritanos que emigraron a las selvas vírgenes en procura de libertad civil y religiosa? ¿No se educó la hermosa prole en el amor al derecho? ¿No se rompe un día y para siempre con la metrópoli por juzgar insoportable atropello el gravamen de algunos peniques impuestos al té y al papel sellado? ¡Deliciosas memorias! Cuando su noticia filtra en las viejas sociedades se esparce por el mundo, con un estupor, la esperanza de asistir al advenimiento, casi maravilloso, de una democracia prístina. [[Alexis de Tocqueville|Tocqueville]] y [[Eduardo Laboulaye|Laboulaye]], deslumbrados, marchan al encuentro de la nueva aurora. En sus honestas paginas flota el alivio de los grandes ensueños cumplidos. En efecto, aquellos peregrinos olvidados de la Europa: extraños de vulgares codicias y a la definición del atentado cívico; trabajadores infatigables; con la plegaria encendida en el espíritu cuando descansa el brazo, austeros; equilibrados, libres del peligro vecinal, nietos y biznietos de quien, en éxtasis de muerte, aconsejara a sus descendientes no probar jamás la fruta del mal de la conquista, esos admirables peregrinos prometían ungirse heraldos de la justicia nacional Sin embargo, ¡Que vuelco enorme han presenciado los tiempos!, como se ha hecho de tortuosa la línea recta bosquejada por los mayores cuáqueros, que infinita distancia separa a Franklin, enviado sereno de una humildad republicana, evangelizador de las virtudes desinteresadas, del imperialista presidente Roosevelt, victimario de pueblos y apóstol de la política del “[[Gran Garrote|big-strick]]” —del garrote— cernida sobre los organismos débiles de nuestro hemisferio.<br /><ref> Fragmento extraído del libro ''El Uruguay Internacional''. De Luis Alberto de Herrera</ref>}}

{{cita|Ahí está el ejemplo de los Estados Unidos. ¿Qué nación puso jamás tanta base de equidad en sus orígenes? ¿No fueron sus creadores aquellos puritanos que emigraron a las selvas vírgenes en procura de libertad civil y religiosa? ¿No se educó la hermosa prole en el amor al derecho? ¿No se rompe un día y para siempre con la metrópoli por juzgar insoportable atropello el gravamen de algunos peniques impuestos al té y al papel sellado? ¡Deliciosas memorias! Cuando su noticia filtra en las viejas sociedades se esparce por el mundo, con un estupor, la esperanza de asistir al advenimiento, casi maravilloso, de una democracia prístina.

[[Alexis de Tocqueville|Tocqueville]] y [[Eduardo Laboulaye|Laboulaye]], deslumbrados, marchan al encuentro de la nueva aurora. En sus honestas paginas flota el alivio de los grandes ensueños cumplidos. En efecto, aquellos peregrinos olvidados de la Europa: extraños de vulgares codicias y a la definición del atentado cívico. Trabajadores infatigables, con la plegaria encendida en el espíritu cuando descansa el brazo; austeros, equilibrados, libres del peligro vecinal, nietos y bisnietos de quien en éxtasis de muerte, aconsejara a sus descendientes no probar jamás la fruta del mal de la conquista, esos admirables peregrinos prometían ungirse heraldos de la justicia nacional.

Sin embargo, ¡Que vuelco enorme han presenciado los tiempos! como se ha hecho de tortuosa la línea recta bosquejada por los mayores cuáqueros, que infinita distancia separa a [[Benjamin Franklin|Franklin]], enviado sereno de una humildad republicana, evangelizador de las virtudes desinteresadas, del imperialista presidente [[Theodore Roosevelt|Roosevelt]], victimario de pueblos y apóstol de la política del “[[Gran Garrote|''big-strick'']]” —del garrote— cernida sobre los organismos débiles de nuestro hemisferio.<ref>{{cita libro |apellidos= Herrera|nombre= Luis Alberto|editorial= B. Grasset|ubicación= París|título= El Uruguay internacional|año= 1912|id= {{OCLC|45946291}}}}</ref>}}


Estos apuntes rápidos del anti-intervencionismo en el Uruguay, van delineando lo que —a partir de 1939— sería una obsesión en Herrera. Fueron escritos apenas finalizada la primera década del siglo XX, por lo que fue una de las primeras voces críticas de las políticas externas de Estados Unidos.
Estos apuntes rápidos del anti-intervencionismo en el Uruguay, van delineando lo que —a partir de 1939— sería una obsesión en Herrera. Fueron escritos apenas finalizada la primera década del siglo XX, por lo que fue una de las primeras voces críticas de las políticas externas de Estados Unidos.
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{{cita|Ni Rusia ni Estados Unidos… Ni la sovietización de las patrias americanas ni su subordinación a ninguna estructura –sea cual fuere su origen o finalidad– que tenga intención, propósito o sentido de limitar la bien conquistada soberanía de los pueblos. En definitiva: ni en las filas rojas del comunismo, ni una estrella más en la bandera de ningún imperialismo. El mundo no está ni política no ideológicamente cerrado a otras soluciones…|Herrera citado por la agencia Reuters, 4 de julio de 1947.}}
{{cita|Ni Rusia ni Estados Unidos… Ni la sovietización de las patrias americanas ni su subordinación a ninguna estructura –sea cual fuere su origen o finalidad– que tenga intención, propósito o sentido de limitar la bien conquistada soberanía de los pueblos. En definitiva: ni en las filas rojas del comunismo, ni una estrella más en la bandera de ningún imperialismo. El mundo no está ni política no ideológicamente cerrado a otras soluciones…|Herrera citado por la agencia Reuters, 4 de julio de 1947.}}

=== Realismo en política internacional ===
=== Realismo en política internacional ===
{{AP|El Uruguay internacional}}
{{AP|El Uruguay internacional}}

Revisión del 19:18 22 feb 2010

Luis Alberto de Herrera
Archivo:Dr. Luis Alberto de Herrera.png
Luis Alberto de Herrera hacia la década de 1940.


Miembro del Consejo Nacional de Gobierno
1 de marzo de 1955-1 de marzo de 1959
Presidente Luis Batlle Berres (1955)
Alberto Fermín Zubiría (1956)
Arturo Lezama (1957)
Carlos Fischer (1958)


Presidente del Consejo Nacional de Administración
1 de marzo de 1925-1 de marzo de 1927
Predecesor Julio María Sosa
Sucesor José Batlle y Ordóñez

Información personal
Nacimiento 22 de julio de 1873 Ver y modificar los datos en Wikidata
Montevideo (Uruguay) Ver y modificar los datos en Wikidata
Fallecimiento 8 de abril de 1959 Ver y modificar los datos en Wikidata (85 años)
Montevideo (Uruguay) Ver y modificar los datos en Wikidata
Sepultura Cementerio Central de Montevideo Ver y modificar los datos en Wikidata
Residencia Montevideo, Uruguay
Nacionalidad Uruguaya
Familia
Padre Juan José de Herrera Ver y modificar los datos en Wikidata
Cónyuge Margarita Uriarte
Hijos María Hortensia de Herrera
Educación
Educado en Universidad de la República Ver y modificar los datos en Wikidata
Información profesional
Ocupación Profesor de Historia
Abogado
Juez de Paz
Diplomático
Periodista
Escritor
Barraquero
Militar
Partido político Partido Nacional
Distinciones

Luis Alberto de Herrera y Quevedo (Montevideo, 22 de julio de 1873 - ídem, 8 de abril de 1959) fue un político, periodista e historiador uruguayo, principal caudillo civil del Partido Nacional durante más de 50 años y uno de los mayores dirigentes históricos de la corriente blanca de dicho partido. Fue una de las principales figuras políticas de Uruguay en el siglo XX.

Biografía

Infancia, estudios e iniciación política

Hijo de Juan José de Herrera y de su esposa, Manuela Quevedo Lafone, creció en un hogar de gente culta y severa, regido por la disciplina de cuño protestante impuesta por su madre. Estudió en colegios de Montevideo y Buenos Aires y Derecho en la Universidad de la República. Se inició políticamente en 1892 en el club "2 de enero", y en 1893 pronunció su primer discurso político en Paysandú. Ese mismo año comenzó a escribir en el diario El Nacional, junto a Luis Ponce de León y Eduardo Acevedo Díaz.

Primeras experiencias en batalla

Luis Alberto de Herrera
Información personal
Nacimiento 22 de julio de 1873 Ver y modificar los datos en Wikidata
Montevideo (Uruguay) Ver y modificar los datos en Wikidata
Fallecimiento 8 de abril de 1959 Ver y modificar los datos en Wikidata (85 años)
Montevideo (Uruguay) Ver y modificar los datos en Wikidata
Sepultura Cementerio Central de Montevideo Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad Uruguaya
Familia
Padre Juan José de Herrera Ver y modificar los datos en Wikidata
Educación
Educado en Universidad de la República Ver y modificar los datos en Wikidata
Información profesional
Ocupación Periodista, escritor, diplomático, político y abogado Ver y modificar los datos en Wikidata
Cargos ocupados Senador de la República Ver y modificar los datos en Wikidata
Lealtad Ejército Revolucionario de Aparicio Saravia
Ejército del Paraguay
Rango militar Teniente y General
Conflictos

Revolución de 1897 Revolución de 1904

Guerra del Chaco

Título Luis Alberto de Herrera como soldado nacionalista, durante la Revolución de 1897.
Partido político Partido Nacional Ver y modificar los datos en Wikidata
Distinciones

Al movilizarse militarmente el Partido Nacional en 1896, viajó a Buenos Aires junto a Carlos Roxlo, Luis Ponce de León y Florencio Sánchez, y participó activamente en los preparativos revolucionarios. Fue uno de los “Veintidós de Lamas”, un pequeño grupo proveniente de Argentina a las órdenes de Diego Lamas que desembarcó el 5 de marzo en Puerto Sauce, Departamento de Colonia, para reunirse con otros e iniciar la Revolución de 1897. Estuvo presente en la batalla de Tres Árboles (17 de marzo), la más importante victoria blanca en toda esa campaña de más de seis meses, que Herrera acompañó y luego narró detalladamente en su libro Por la Patria.

Viaje a Estados Unidos y su participación en la Revolución de 1904

Al producirse el golpe de Estado de Juan Lindolfo Cuestas (10 de febrero de 1898) recibió el ofrecimiento de integrar el Consejo de Estado de 1898, pero rehusó por influencia de su padre. En 1901 viajó a Estados Unidos como encargado de negocios de Uruguay ante ese país y Canadá.

En 1903 se recibió de abogado, aunque nunca llegó a ejercer la profesión. Por aquellos años comenzó a estudiar el liberalismo estadounidense, rastreando su influencia en la revolución independentista del Río de la Plata. Regresó a Uruguay en enero de 1904, apenas iniciada la guerra civil de ese año, e hizo toda la campaña junto a los revolucionarios blancos, ya en puestos de director. Trató sin éxito de evitar la desbandada del ejército revolucionario después que Aparicio Saravia cayera herido en la batalla de Masoller y fue uno de los redactores del documento de la paz de Aceguá.

En estos instantes se derrama la sangre preciosa de adversarios y también de compañeros cuya suerte, buena o mala, yo también quiero correr.
Herrera a José Batlle y Ordóñez, explicando los motivos de su renuncia al cargo de diplomático, enero de 1904.

Primera actividad política

En noviembre de 1900 fundó el diario La Democracia, junto a Carlos Roxlo, y en 1905 fue electo diputado por Montevideo. Ese mismo año, y siempre en colaboración con Roxlo, presentó el proyecto de limitación de la jornada laboral que se considera el antecedente de la ley de 8 horas de trabajo diario. La prédica de La Democracia determinó que, en 1906 y por orden personal del presidente José Batlle y Ordóñez, Herrera fuera detenido en violación de sus fueros parlamentarios, en un incidente público que causó conmoción. Ya en libertad retó a duelo al presidente y terminó batiéndose, sin consecuencias, con un hijo de la esposa de Batlle, Ruperto Michaelson Pacheco.

También en 1906 viajó a Europa y, en los años siguientes, fue el principal negociador blanco en la dura tarea de reformar el sistema electoral. En 1908 contrajo matrimonio con Margarita Uriarte Olascoaga —viuda de Alberto Heber Jackson— con quien tuvo una hija, María Hortensia, madre a su vez de Luis Alberto Lacalle, ex Presidente de la República. El primer hijo de Margarita Uriarte, Alberto Heber Uriarte, fue a su vez abuelo de Mario y Alberto Héber Usher.

En 1910 fue electo secretario de actas del Honorable Directorio del Partido Nacional. En 1913 el Presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, visitó Uruguay y pidió una entrevista con Herrera, ya que le interesaba comentar con él su libro La Revolución Francesa y Sudamérica, que se había publicado en 1910. En 1914 viajó a Paraguay para reforzar viejos lazos históricos de su partido con aquel país y fue electo diputado por Río Negro.

Aparición como líder

El año de 1915 fue el de su ruptura con la mayoría partidaria a raíz de su apoyo a la reforma constitucional en gestación. A partir de ese momento se convirtió en el líder indiscutido de un sector partidario (el Herrerismo, nombre que hasta entonces habían utilizado los partidarios colorados de Julio Herrera y Obes), que lo reconocía como caudillo e inspirador, y redactó el programa del Partido Nacional.

Fueron años de intensa actividad política, en los que sus mejores energías se emplearon en transformar al viejo y levantisco Partido Nacional en una colectividad pacífica, gracias a un sistema electoral que ayudó a perfeccionar. Recorrió el país animando sus mítines con una oratoria llana y proseiforme, que cambiaba de léxico y estilo según fuese el auditorio al que se dirigía. Notable mezcla de caudillo popular e intelectual, inauguró una visión hedonista de la política, que insistía en lo “lindo” de ser blanco, “por el gusto de serlo” y empleaba un desacartonado sentido del humor que ejercía fuerte impacto en un tiempo de políticos retóricos y ampulosos.

Primera división del Partido Nacional

En 1916 fue electo miembro de la Asamblea Constituyente (cosa que reiteraría en 1923), en los primeros comicios con voto secreto –una vieja reivindicación blanca– y representación proporcional, que significaron la primera victoria blanca en 50 años.

Por entonces, el Partido Nacional se dividió profundamente en lussichistas (por Arturo Lussich) y herreristas, preludio de ulteriores rupturas. En 1920 fue electo por primera vez presidente del Directorio del Partido Nacional. En 1921 no hizo nada por evitar la expulsión de Lorenzo Carnelli, legislador escorado a la izquierda, decretada por la Convención partidaria, hecho que generó la primera escisión. Carnelli fundó el Partido Blanco Radical, opuesto al liderazgo de Herrera. Ese mismo año hizo repatriar de Brasil los restos de Aparicio Saravia (“Les trajo el caudillo muerto para que comprendieran la necesidad del caudillo vivo” –comentaría Eduardo Víctor Haedo–).

Carreras presidenciales

Luis Alberto en los años veinte.

En 1922 fue por vez primera candidato a la Presidencia de la República, ante el colorado José Serrato –que lo derrotó por escaso margen– y recorrió el país en el llamado “Tren de la Victoria” inaugurando una tradición que se mantendría por décadas. Ese mismo año se batió a duelo, sin consecuencias, con el ex presidente Baltasar Brum. En 1925 fue electo miembro del Consejo Nacional de Administración (organismo colegiado a cuya instalación Herrera se había opuesto formalmente) y anunció que no cobraría su sueldo; le correspondió presidir el organismo hasta 1927.

En 1926 compitió por segunda vez por la Presidencia de la República y perdió por estrechísimo margen ante Juan Campisteguy. El Partido Blanco Radical, fuera del lema, sumó 3.844 votos, que le hubieran dado la victoria si se hubieran acumulado. Hubo denuncias de fraude y se suscitó un movimiento tendente a volver a la guerra civil, que el propio Herrera se encargó de neutralizar con energía (“Que se lleven todo, menos la paz de la República”). En 1927 coincidió con José Batlle y Ordóñez en el Consejo Nacional de Administración y los duelos dialécticos entre ambos se hicieron célebres.

Ese mismo año viajó a Londres en misión diplomática de cortesía. Copió entonces información relativa a las gestiones de Lord John Ponsonby en el Río de la Plata, que determinaron en 1828 la creación de Uruguay como país independiente. En base a ellos escribió uno de sus principales trabajos históricos: La misión Ponsonby (1930). Ese mismo año compitió contra Gabriel Terra en la carrera presidencial, y fue nuevamente derrotado; Eduardo Lamas se presentó también como candidato fuera del lema.

Segunda división del Partido Nacional

En 1931 se produjo la esperada división del partido en Herrerismo y el Nacionalismo Independiente, que se llamaban despectivamente “ranas” y “avestruces” respectivamente. El Partido Nacional Independiente, encabezado por Eduardo Rodríguez Larreta y J. Andrés Ramírez, este último de extracción colorada, nucleaba mayormente a intelectuales y, aunque se situaban a la izquierda del Herrerismo en términos ideológicos, tenían eco en los sectores medios y altos de la población, mientras Herrera conservaba su incidencia en los medios humildes del interior del país.

Ese año fundó el diario El Debate, que se dividió con El País –órgano de los “independientes”– la prensa partidaria blanca. En 1932 volvió a Paraguay cuando se libraba la guerra del Chaco, entre esa nación y Bolivia y se ofreció a combatir, por lo que el gobierno paraguayo le otorgó el grado de General.

Participación en el golpe de Estado de Gabriel Terra

Al producirse la Gran Depresión económica de la década de 1930, iniciada tras la crisis de 1929 en la bolsa neoyorquina, Herrera coincidió con el presidente Gabriel Terra en la necesidad de modificar la Constitución de 1918 y cambiar el Poder Ejecutivo bicéfalo, que consideraban inoperante. Herrera apoyó el golpe de Estado del 31 de marzo de 1933, lo que creó un abismo entre el Nacionalismo Independiente y el Herrerismo y afectó la popularidad del caudillo. Se disolvieron el Parlamento y el Consejo Nacional de Administración y se creó una Junta Gobierno de nueve miembros para asesoramiento del Poder Ejecutivo. Herrera integró dicha Junta de Gobierno.

En tanto Herrera compartía el poder con Terra, los principales dirigentes “independientes” eran reprimidos y encarcelados en la Isla de Flores. La Constitución de 1934 creó el denominado vulgarmente “Senado de medio y medio”, compuesto en un plano de igualdad por terristas y herreristas; Herrera fue hasta ese entonces constituyente y senador. En las elecciones de 1938 no fue candidato presidencial (la fórmula herrerista fue Juan José de Arteaga – Carmelo Cabrera) y en cambio fue reelecto al Senado. Los comicios fueron ganados por el colorado Alfredo Baldomir, familiar y partidario de Terra.

El entonces Senador Herrera en su alocución "Derecho de réplica".

Caída del ciclo político de Herrera

En las elecciones de noviembre de 1942 nuevamente Herrera fue candidato presidencial, y nuevamente derrotado, pero por amplísimo margen, ya que el Partido Nacional perdió en los 19 departamentos, siendo considerada la peor de las derrotas nacionalistas.

Una nueva carta magna (Constitución de 1942) eliminó el “Senado de medio y medio” y liquidó el esquema de poder que Herrera había montado con Terra. En 1943 el caudillo enviudó, y parecía que su ciclo político estaba perimido. En las elecciones de 1946 fue candidato presidencial por quinta vez (fórmula Herrera – Martín R. Echegoyen), fue derrotado ampliamente por Tomás Berreta pero mantuvo el liderazgo del Partido Nacional y recuperó posiciones (del 22% de los votos totales de 1942 pasó al 31%, y los blancos ganaron seis gobiernos municipales).

Sus últimas cartas por la Presidencia

En 1950 conservó su caudal contra la fórmula ganadora colorada encabezada por Andrés Martínez Trueba, en lo que fue su última candidatura presidencial. Cuando en 1952 Martínez Trueba propuso una reforma constitucional para implantar el Poder Ejecutivo colegiado, Herrera, con 77 años, tuvo uno de sus más inesperados virajes: apoyó la reforma, argumentando que “había que entrar en el gallinero del vecino y comerle unas gallinas”.

Aprobada la reforma, compitió en las elecciones de 1954 después de sufrir la escisión del Movimiento Popular Nacionalista que lideraba Daniel Fernández Crespo. Obtuvo una banca en la minoría del Consejo Nacional de Gobierno, lo que pareció un final honorable para su carrera. Pero aún no había jugado su última carta: para las elecciones de 1958 pactó con el líder de la Liga Federal de Acción Ruralista, Benito NardoneChico-tazo”, de origen colorado, lo que le significó fuertes críticas de sectores blancos, que acuñaron el término “loqueseísta” para definirlo.

Pero el Partido Nacional obtuvo una rotunda victoria en esos comicios y regresó al gobierno después de 93 años. Dentro del lema, que albergó esta vez a todos los blancos, Herrera (con 85 años) superó a la Unión Blanca Democrática (UBD) por 11.000 votos.

Entrevista a Luis Alberto de Herrera con motivo de su cumpleaños número 85, transmitida en radio El Espectador de Montevideo.

Entonces ya era una figura nacional, que recorría las calles de Montevideo en su viejo Ford V8 modelo 1937, a veces a contramano por la izquierda y recibía a los visitantes en su famosa casa quinta de la calle Larrañaga 3760 (hoy Avenida Luis Alberto de Herrera), donde vivía modestamente (había quemado dos fortunas en el fuego de la lucha política). Después de la victoria, en la que no había sido electo para ningún cargo, Herrera trató en influir en el nuevo gobierno, pero Nardone prescindió de su influencia, lo que llevó a una rápida y radical ruptura “Una comadreja colorada se ha metido en el rancho de los blancos”. Falleció en esos menesteres el 6 de abril de 1959.

En Montevideo hay una avenida que lleva su nombre y, al final de la misma, una estatua recordatoria. Tres décadas después, su nieto Luis Alberto Lacalle reconstruiría el Herrerismo y conquistaría finalmente la Presidencia de la República (1989).

Monumento a Luis Alberto de Herrera
Autor Edmundo Pati (1889-1970)
en colaboración con V. Habegger y Jorge Durán Mattos
Creación 18 de julio de 1970
Ubicación Avenida Gral. Flores y Luis Alberto de Herrera
Material Bronce y basamento de Mármol gris
Dimensiones Figura de Herrera de pie y en actitud de avanzar, vestido con ropa de calle, con el sombrero en la mano izquierda

Actividad legislativa

El 23 de febrero de 1905 los diputados blancos Luis Alberto de Herrera y Carlos Roxlo presentaron un proyecto de Ley de Trabajo que reducía la jornada laboral a 11 horas con dos horas de descanso, lo que hacia nueve horas de trabajo efectivo. Aunque no fue aprobada (ni siquiera considerada).

El proyecto alcanzaba la jerarquía de autentico estatuto del trabajador. El capítulo 1 especificaba los gremios y actividades que quedaran comprendidos por la ley (eran las minas y canteras, construcción, ferrocarriles, transportes fluviales, tranvías, puentes y caminos, colocación de hilos telegráficos y teléfonos, usinas y “todas las oficinas y talleres industriales o fabricas donde se haga uso del trabajo manual”).

El Capítulo 2 establecía el derecho a indemnización por accidentes de trabajo; el 3 prescribía la formación de un fondo para pagar estas indemnizaciones, que se depositaria en el Banco República y que “cuando un Cuerpo Legislativo lo juzgue oportuno”, constituiría la base de un Banco de Seguros del Estado. El capítulo 4 establecía la limitación de la jornada laboral. Se establecía la obligatoriedad de dejar un día libre por semana. El capítulo 6 reglamentaba el trabajo de niños y mujeres, prohibiendo el empleo de menores de 12 años y el trabajo nocturno de mujeres menores de 21 años y jóvenes menores de 15. El capítulo 7 reglamentaba las normas de higiene que deberían cumplir talleres y fabricas.

Relaciones con el Presidente José Batlle y Ordóñez

A raíz de la “ley del mal tercio” y otras decisiones del Poder Ejecutivo objetadas por los blancos, el diario La Democracia llevo a cabo una violenta campaña periodística contra el presidente, En marzo de 1906 (cuando la Republica era recorrida por nuevos rumores de alzamiento) José Batlle y Ordóñez adopto la decisión de clausurar transitoriamente dicho órgano de prensa (además de otro llamado La Razón) en una medida de muy dudosa legalidad. Luis Alberto de Herrera y Carlos Roxlo decidieron resistir y continuaron la edición del diario, que repartían personalmente por las calles. Entonces el presidente dio la orden de intervenir la imprenta, pero los responsables se buscaron otra para seguir editando la publicación.

Batlle ordenó en ese momento detener a Herrera y este fue llevado preso a la Jefatura de Policía, que funcionaba en la planta baja del Cabildo. La decisión era, en este caso, claramente anticonstitucional, ya que Herrera era diputado desde enero de 1905 y, por lo tanto, estaba protegido por los fueros. Los intentos que se realizaron ante el Jefe de Policía Juan Bernassa y Jerez para que liberara al legislador fueron infructuosos; el jerarca se amparaba en la orden impartida por el presidente de la República. Por fin, Batlle y Ordóñez comunico su decisión a la Asamblea General, la cual ordeno poner de inmediato en libertad a Herrera.

De que tiempo data el deterioro, que seria irreversible, de las relaciones entre Batlle y Luis Alberto de Herrera. Al parecer Herrera había tenido amoríos con Celia Rodríguez Larreta, y a consecuencia de ello el esposo de esta, un militar llamado Adolfo Latorre, la había asesinado de dos balazos en el Hotel del Prado el 26 de diciembre de 1904. El escándalo llegó al paroxismo cuando esa misma noche el abogado de Celia, Teófilo Díaz, mato de un balazo al teniente Latorre, en el mismo escenario y cuando este hallaba en poder de la policía. El día 27, mientras se velaba a la mujer asesinada, el poeta Roberto de las Carreras se hizo presente y trato de leer un texto que había escrito en el cual Celia era defendida como una “Mártir de amor libre”, a raíz de lo cual fue expulsado violentamente.

Esta tragedia, estrictamente privada pero que tomo lógico estado publico, fue imprudentemente insinuada por un artículo del Diario El Día (conducido por el presidente) titulado ¿Quién dijo miedo?, al parecer escrito por el propio Batlle y Ordóñez, que en su parte medular decía, en referencia a la fallecida Celia: “Oh tu, bellísima e irreflexiva niña, que no tuviste a tu lado a un varón fuerte en los días de peligro, como lo habrías tenido débil en los días de la falta…” Herrera se sintió aludido y reto a duelo a Batlle, quien se excuso argumentando que su carácter de presidente de la República no podía batirse. Por fin Herrera se batió el 22 de abril de 1906 con Ruperto Michaelson Pacheco, familiar del presidente, sin consecuencias. Las relaciones personales entre los dos grandes caudillos civiles nunca se recompusieron.

Ideología

Política internacional

Antiimperialismo

Por la vía del nacionalismo Herrera llegó al antiimperialismo. En este campo no redujo su aporte a la mera formulación de un rechazo teórico al imperialismo, sino que asumió, con todos sus riesgos que ello conllevaba, una actividad de militancia así como de investigación profunda del proceso hallando las raíces económicas del mismo. Dicha militancia fue puesta de relieve en su acción diplomática, en su producción histográfica, en sus intervenciones parlamentarias, en su acción política cotidiana. Su particular vocación hacia este tema le provocó varios roces con otros políticos contemporáneos.[1]

En 1908, desde Washington, comenzó su vocación antiintervencionista. Así lo escribe al Ministro de Relaciones Exteriores de la época, desde su cargo de secretario de la delegación uruguaya:

Washington, diciembre 15 de 1902. Excmo. Señor Don Germán Roosen. Ministro de Relaciones Exteriores. Montevideo, Señor Ministro: Su Excelencia el señor Presidente de los Estados Unidos acaba de dirigir su mensaje al nuevo Congreso. Se trata de un meditado documento al que solo me referiré en lo que nos es pertinente: esto es, a las declaraciones que contiene sobre política internacional. Las traduzco enseguida para exacto conocimiento de V.E. Dicen así:

“Es de desear seriamente que todas las naciones de Sud América, tomen el rumbo que algunas de entre ellas ya han tomado con evidente éxito y que invitaran a sus playas el comercio, perfeccionando a la vez sus condiciones materiales y reconociendo que la estabilidad y el orden son los requisitos a todo desarrollo dichoso. Ninguna nación independiente de América tiene motivo para abrigar el más leve temor sobre una agresión de los Estados Unidos. Importa a cada cual imponer el orden dentro de sus propias fronteras y pagar sus obligaciones justas a sus acreedores extranjeros. Cuando esto hagan pueden estar ellas persuadidas a que, sean fuertes o débiles, nada tienen que temer de la intervención exterior. Mas y más la creciente independencia y complejidad de la política internacional y de las relaciones económicas, da incumbencia a todos los poderes civilizados y ordenados del mundo para insistir en la buena política del globo”.

En otro párrafo se hace referencia al Tribunal de Arbitraje de La Haya, manifestándose el deseo de que todas las diferencias internacionales que puedan surgir en el futuro se diriman por medios pacíficos. Lo indudable, señor Ministro, es que en el párrafo trascripto se avanza una grave advertencia a los países de Sud América. Ahí se dice, a las claras, que las nacionalidades latinoamericanas están expuestas a una intervención de fuerza de parte de los Estados Unidos, cuando el desorden interno haga presa de ellas, más propiamente hablando, cuando los Estados Unidos juzguen que es llegado el caso de proceder así. Por supuesto que siendo tantas las tentaciones y encontrando cimiento en el motivo revolucionario, no importaría contrariedad asumir ese papel pacificador y de tan desastrosas consecuencias para la soberanía de los intervenidos. Se trata, pues, de un paso altamente significativo. El gobierno de Estados Unidos, por primera vez hace a la faz del mundo una declaración tan radical y amenazadora. No es ella otra cosa que un nuevo inciso de la ventajosísima Doctrina Monroe, cuyas proyecciones van aumentando con los años, a medida que aumentan las energías y voracidades del país que las creo. Queda constatado oficialmente que Estados Unidos se atribuye derechos jugosos de tutor, de inflexible tutor, sobre las naciones del Sud América. Entrego al la apreciación de V.E. tan arriesgada y pasmosa innovación internacional. Saludo a V.E. con mi consideración más distinguida. Luis Alberto de Herrera.

[2]

Al pasar el tiempo, Herrera reafirmó sus conceptos, reiterando su admiración histórica por los Estados Unidos, por su pujanza, por su organización interna; admiración que, evidentemente, no corría paralelamente a su pensamiento en materia de política internacional.

Ahí está el ejemplo de los Estados Unidos. ¿Qué nación puso jamás tanta base de equidad en sus orígenes? ¿No fueron sus creadores aquellos puritanos que emigraron a las selvas vírgenes en procura de libertad civil y religiosa? ¿No se educó la hermosa prole en el amor al derecho? ¿No se rompe un día y para siempre con la metrópoli por juzgar insoportable atropello el gravamen de algunos peniques impuestos al té y al papel sellado? ¡Deliciosas memorias! Cuando su noticia filtra en las viejas sociedades se esparce por el mundo, con un estupor, la esperanza de asistir al advenimiento, casi maravilloso, de una democracia prístina. Tocqueville y Laboulaye, deslumbrados, marchan al encuentro de la nueva aurora. En sus honestas paginas flota el alivio de los grandes ensueños cumplidos. En efecto, aquellos peregrinos olvidados de la Europa: extraños de vulgares codicias y a la definición del atentado cívico; trabajadores infatigables; con la plegaria encendida en el espíritu cuando descansa el brazo, austeros; equilibrados, libres del peligro vecinal, nietos y biznietos de quien, en éxtasis de muerte, aconsejara a sus descendientes no probar jamás la fruta del mal de la conquista, esos admirables peregrinos prometían ungirse heraldos de la justicia nacional Sin embargo, ¡Que vuelco enorme han presenciado los tiempos!, como se ha hecho de tortuosa la línea recta bosquejada por los mayores cuáqueros, que infinita distancia separa a Franklin, enviado sereno de una humildad republicana, evangelizador de las virtudes desinteresadas, del imperialista presidente Roosevelt, victimario de pueblos y apóstol de la política del “big-strick” —del garrote— cernida sobre los organismos débiles de nuestro hemisferio.
[3]

Estos apuntes rápidos del anti-intervencionismo en el Uruguay, van delineando lo que —a partir de 1939— sería una obsesión en Herrera. Fueron escritos apenas finalizada la primera década del siglo XX, por lo que fue una de las primeras voces críticas de las políticas externas de Estados Unidos.

Adquieren inusitada fuerza las líneas transcritas si se juzga que era muy remoto, en aquella época, el peligro norteamericano en el Uruguay. Así lo subraya en El Uruguay Internacional, dedicado a analizar las relaciones de nuestro país con sus dos poderosos limítrofes; sobre todo con la Argentina y el problema jurisdiccional del Río de la Plata, defendiendo la tesis de la línea al medio en contraposición al talweg.

El caso cubano

Herrera, en reiteradas oportunidades sobre toda su carrera política, hizo referencia a Cuba y su subyugación hacia Estados Unidos.

(...) A todo esto ya Cuba era norteamericana por su dependencia comercial. La errada política arancelaria de la Madre Patria hizo más por la anexión que la fuerza de las armas. Dice el ilustre habanero doctor José Ignacio Rodríguez: "Poco a poco se ha viendo, sin que nadie pudiese remediarlo, que económicamente había dejado Cuba de ser una dependencia de España y se había convertido, del modo mas completo y absoluto posible, de una dependencia americana". En 1886, el 94% de los productos cubanos pedía mercado a Estados Unidos. ¿Cómo sorprenderse de lo que ha sucedido y de lo que va a suceder? Las leyes de la vida han impuesto el patronato de la Unión. Que nuestro Uruguay comprenda el inmenso riesgo de estas subordinaciones a al economía vecina.[4]

Párrafos adelante, remata:

Sellando la declaración del Congreso que "el pueblo de la isla es y de derecho debe ser libre e independiente", las tropas americanas se retiraron apenas eligió Cuba su primer mandatario. ¿Asegura este antecedente que esa libertad no será interrumpida? Cuando la prosperidad económica de una nación depende de la benevolencia de otra nación vecina y mucho más poderosa, su autonomía, es también fruto de la ajena benevolencia. La enmienda Platt, que califica un menoscabo de soberanía, está en pie. Por otra parte, ya dos guerras civiles han provocado la intervención yanqui. Que tan elocuente ejemplo de una absorción inevitable nos arranque a la indiferencia internacional en que vivimos.[4]

Estas interpretaciones del caso cubano están fuertemente inspiradas en la exposición que José Martí realizara en la Conferencia Monetaria de las Republicas Americanas en marzo de 1881.

La causa sandinista

La causa nicaragüense encuentra en Herrera un vocero desinteresado y eficaz. Vinculó la agresión a la tierra de Augusto César Sandino con la secesión panameña y la actitud de desembozada prepotencia pacifista de la Conferencia Panamericana de La Habana, brindando en una página de inusual severidad, habida cuenta de su posición política de entonces, el juicio condenatorio de las ambiciones imperiales norteamericanas.

Un telegrama llegado ayer, nos trasmite en su laconismo trágico, la noticia de un nuevo choque entre Sandino, el romántico defensor de las libertades, y las tropas de desembarco americanas, defensoras de los intereses de los banqueros de Wall Street.

En esta guerra infame que soporta Nicaragua por el solo hecho de ser territorio estratégico para la construcción de un nuevo canal, cuyo dominio es codiciado por Estados Unidos. No sólo desde el punto de vista militar que ya de por sí es fundamental, dado que el de Panamá es fácil de obstruir en cualquier momento de peligro, sino también desde el punto de vista económico puesto que la distancia a recorrer entre costas Orientales y Occidentales de Estados Unidos se reducirían en 1.608 kilómetros.

Hoy por hoy Nicaragua representa el dolor sangriento de América, que se debate entre las guerras del imperialismo, que no se para a escarniar el derecho siempre invocado en sus campañas de rapiña (...). Pero América, esa América cantada por el poeta de la oda vibrante y soberana; esa América que tembló de huracanes y que vive de amor, no puede ceder el paso sin ver manchadas de oprobio las páginas de la historia. Sandino, un héroe continuador de la obra de los grandes libertadores —Washington, Bolívar, San Martín, Artigas, Sucre—, águila él mismo desde su montaña abrupta, vigila, acecha para caer a golpes de ala sobre los fusileros liberticidas siervos del dólar, salvándose así la dignidad de su pueblo, mientras los hermanos de América —¡todos sus hermanos!— pregonan el plan de defensa contra el avance insolente del actual imperialismo.

Nicaragua doliente, Nicaragua sangrienta, es hoy el símbolo de la América libre, amenazada por el tirano moderno: el dólar.[4]
La política de la “Buena Vecindad”

Luis Alberto de Herrera se manifestó reiteradas veces, en desacuerdo con la política de la Buena Vecindad, impulsada por Estados Unidos.

Pero ¿Cómo interpretar, si no conciliar, la anunciada nueva política de la "Buena Vecindad" del presidente Franklin Delano Roosevelt, con los verdaderos propósitos imperialistas?

Es imposible, para una cabal interpretación del drama latinoamericano con relación a su poderoso vecino norteño, sustraerse a observar, aunque mas no sea a vuelo de pluma, a los "buenos vecinos".

Cuba, para empezar: según él era un feudo norteamericano. La Enmienda Platt le había dado a los estadounidenses el control militar, político y económico de la isla. Y cuando en 1933 Grau San Martín asumió el poder, sin miramientos ni recato, Sumner Welles —embajador de los Estados Unidos en Cuba— comenzó a preparar su derrocamiento. Y cuando cayó Grau y empezó el tiempo del sargento Batista, aquel pudo acusar, sin reticencias, al gobierno de Washington como responsable de su caída. Guatemala, Honduras y Costa Rica, con los Ubico, los Tiburcio Carías y los Jiménez, eran feudos de la United Fruit. El Salvador con Maximiliano Hernández; el "protectorado" de Panamá; Trujillo en la Republica Dominicana; por citar los más notorios, fueron ejemplos típicos de que dio a llamarse "las republiquitas del Caribe".[4]

El drama de Nicaragua con el asesinato de Augusto César Sandino y la llegada del poder a los Somoza; la dictadura de Juan Vicente Gómez en Venezuela; fueron hechos en los que también – ciertamente- no estuvieron ajenos a los Estados Unidos.

En si toda la década de 1930, la pre-guerra, estuvo signada por las intervenciones más o menos descaradas de las embajadas estadounidenses en los países latinoamericanos.

Herrera y la Segunda Guerra Mundial

Al estallar la Segunda Guerra Mundial Herrera adoptó una posición claramente favorable a los aliados y contraria a la Alemania de Adolf Hitler, pero se opuso firmemente a que Uruguay se involucrara en el conflicto. Cuando el canciller Alberto Guani comenzó a negociar la eventual instalación de una base naval estadounidense en Punta del Este, Herrera se opuso formalmente. Esta actitud significó que se le acusara de simpatizar con el Eje, particularmente por el Partido Comunista del Uruguay (PCU), decididamente intervencionista tras la invasión de Alemania a la Unión Soviética en junio de 1941. En 1942 Baldomir dio un golpe de Estado con apoyo de Batllismo y el Nacionalismo Independiente (“El Partido Comunista apoya las medidas tomadas por el general Baldomir. Que se encarcele a Herrera, se clausure El Debate y se tomen medidas drásticas contra la Quinta Columna” expresó el PCU tras el golpe).

Ni Rusia ni Estados Unidos… Ni la sovietización de las patrias americanas ni su subordinación a ninguna estructura –sea cual fuere su origen o finalidad– que tenga intención, propósito o sentido de limitar la bien conquistada soberanía de los pueblos. En definitiva: ni en las filas rojas del comunismo, ni una estrella más en la bandera de ningún imperialismo. El mundo no está ni política no ideológicamente cerrado a otras soluciones…
Herrera citado por la agencia Reuters, 4 de julio de 1947.

Realismo en política internacional

El realismo en la política internacional de impronta Herrerista, se ve plasmado en la obra de Luis Alberto de Herrera, "El Uruguay Internacional", dicho libro publicado en París, en 1912, es un libro pionero en cuanto a reflexión que pone al país en sus quilates, pero en relación con el mundo y con una vigencia más allá de la preguerra mundial. Ha inspirado las definiciones del partido blanco desde entonces y a veces las del Estado como actor internacional. Es una pieza clave para dar cuenta del "nacionalismo" uruguayo de Herrera, no como forma de estar en Uruguay sino de estar en el mundo, y para pensar no tanto en los problemas del Uruguay, sino en el recurrente asunto del Uruguay como problema. La pequeñez relativa entre dos gigantes regionales y en la frontera lingüistica, que desarrollan vínculos asimétricos (el uruguayo se argentiniza en Argentina pero se mantiene uruguayo en Brasil, escribía Herrera) Herrera, casi 100 años atrás publicaba en su libro “El Uruguay Internacional” ciertas preocupaciones que atañen a este problema actual y pasado que vive y que vivia la sociedad uruguaya. Expresaría en el libro antes nombrado, las siguientes palabras:

Encaremos la grave perturbación desde el punto de vista de las ideas. Tal vez sea este el peligro mayor cernido sobre los localismos sagrados. Si una patria pierde su sello original; si el idioma nativo se bate en retirada, arrollado por otro; si nada distingue a sus hijos de los vecinos; si ellos carecen de criterio propio en las cuestiones externas, o reciben, sin beneficio de inventario, opiniones prestadas; si sus héroes se miden con ajeno cartabón y si sus aspiraciones de colectividad no exceden de la servil imitación; si todo eso, o mucho de eso ocurre, tendrá fundamento el sobresalto porque pálida será , entonces, la personalidad del cuerpo internacional tan sugestionado.
Así trabaja la conquista pacifica, la mas segura de todas en virtud de no apoyarse en violencias.

Paginas adelantes continúa:

Por esa vía se va a los enervamientos del anexionismo […] También la pequeñez territorial impone mayor vivacidad a los localismos. Descuidada la nativa guardia, corre riesgo la propia idiosincrasia.

Y remata expresando que:

La penetración pacifica es la mas grabe de todas porque ella abre camino a posteriores dominaciones. Si en una época provoco justificadas alarmas la expansión en nuestro territorio del idioma portugués, en la realidad, aunque no tan intenso, en lo que se ve, debe preocuparnos el avance argentino en nuestro ambiente.

Así, el nacionalismo y tradicionalismo herrerista es de raíz rural, lo que explica la conexión ideológica de Herrera con Barrés y Maurras. Aunque, por la diversidad de circunstancias, asumiera un distinto sentido. Aquí fue un nacionalismo "nativista", salvador de las raíces autóctonas, procediendo al rescate de lo que se denostaba como "barbarie”. Herrera representa la épica lucha entre el liberalismo y el conservadurismo esta última línea de pensamiento tiene su justificación en afirmar toda conservación a la cultura local, en cuestión, a la conservación de todo “localismo sagrado” frente a cualquier “penetración pacifica” diría Herrera.

Todo esto, hacia pensar a Herrera, la neseisdad de una mística nacional que sirva de contrapeso, el apoyo de un fondo cultural y cívico sólido, el aprovechamiento de una posisión geografíca que es clave de autonomñia del rol articulador en la región, la percepción de un orden constetable, amenazado, cambiante, son para Herrera las dotaciones y a la vez las exigencias más relevantes del Uruguay internacional. Segun el historiador Romeo Pérez, Herrera con su "Uruguay Internacional": "se propuso sustentar un juridicisimo que eludiera esos peligros de ingenuidad, abstracción y carencia de realismo. [...] No tenía precedentes en su condición de exhaustiva y rigurosa indagatoria de los recursos con que contaba entonces el Uruguay, como actor del sistema mundial, y de los desafíos y amenazas que sobre él se cernían. La investigación conducía un programa, a sxu vez completo y coherente, del que no había dispuesto antes nuestra política externa y nuestro servicio exterior"

Anti-Liberalismo y Conservadurismo

En su obra "La Revolución Francesa y Sudamérica", publicada en 1910, Herrera contradice la tesis de que la Revolución Francesa fuera inspiradora de la revolución latinoamericana. De acuerdo con Herrera, si Francia influyó, lo hizo más bien por el lado jacobino, como el Plan de operaciones de Mariano Moreno o el profundo autoritarismo de Simón Bolívar.

Herrera reivindica, como lo había hecho un siglo antes Francisco de Miranda, la experiencia norteamericana. A diferencia de otros antiimperialistas, Herrera destaca la robustez de las instituciones republicanas estadounidenses, pero rechaza la invasión de "republiquetas bananeras del patio trasero". Admira a Thomas Jefferson, Benjamin Franklin, James Madison, George Washington y Alexander Hamilton.

Para Herrera, la irrupción en América del Sur de las ideas de la Revolución Francesa, en vez de impulsar el avance de la libertad, lo obstaculizó. Dichas ideas estarían en la base de los dos principales e inextricables problemas de la región: la anarquía y el despotismo. El fracaso de las instituciones habría alentado el ascenso de caudillos, demagogos y tiranos (y viceversa). Siguiendo este razonamiento, el autor sugiere que los padecimientos políticos sudamericanos hubieran sido menos graves si la inspiración se hubiera buscado en otros modelos. Menciona varios sistemas políticos en los que "la libertad y el derecho conocen sanciones seductoras". Además de Estados Unidos, cita a Inglaterra, Suiza, Países Bajos y Alemania.

Pese a los elogios al sistema estadounidense, para Herrera hubiera sido más razonable aplicar en América del Sur el modelo monárquico inglés. "Algunos patriotas eminentes propiciaron la conveniencia de una transición suave, utilizando el intermedio de la forma monárquica; pero estos sabios consejos se perdieron en el tumulto clamoroso", sostiene Herrera.[5][6]

Concepción económica

Defendió principalmente el sector de la riqueza agropecuaria, se puede considerar a Herrera como una personalidad adherida al ruralismo o agrainismo político, económico y tradicional. Critico acérrimamente todo intento de industrialización debido a su “artificialidad” (según propias palabras). No por eso se debe de identificar al ideario herrerista con la protección del gran latifundio, el mismo Herrera en un artículo publicado en El Debate el día 27 de junio de 1948, menciona lo siguiente,

“la potencialidad económica del gran capital, ha ido desalojando paulatinamente los predios en propiedad o arriendo, a numerosos núcleos de trabajadores de agro […] Tendencia absolutista, llamada a transformar, si se le consintiera el centro de las actividades agrarias, con zonas feudales, destinadas al expansionismo sin limites de las explotaciones agropecuarias. (latifundio) […] es preciso detener este avance vertiginoso del expansionismo capitalista […] El capitalismo, buscando formas positivas y estables de colocación, se ha dedicado a especulaciones en base a la tierra, a la que, pretendiendo desvirtuarla en su misión específica, se la toma como medio de asegurarse usuraria rentabilidad. (A este problema, se le debe de buscar una solución), si no queremos decretar un mayor éxodo de población hacia las capitales, con todo el peso de la enorme tragedia que ellos importaría en el orden económico y social del país”

También se debe de tener en cuenta que el Herrerismo, de Herrera se identificó en defender el rol primordial del mercado y de la iniciativa privada, una desconfianza viseral a los impuestos, calificándose como anti-tarifista en política económica internacional y también nacional, (más de una vez el caudillo nacionalista convocó a la “huelga de los bolsillos cerrados”)

Antiestatismo

Se puede ver al antiestatismo como un reflejo clásico de una política conservadora, dicha política conservadora de carácter herrerista, contrasta con el “Uruguay de planificación batllista”, un Uruguay donde existió (y todavía existe) una industria fuertemente subsidiada, con cambios preferenciales, hipertrofia y centralismo en los servicios que por lo general se vuelcan a la capital. Sobre dicho centralismo y estatismo Herrera se pronunciaría en una de sus obras centrales “La Revolución Francesa y Sudamérica”:

“Motor irrefrenado de una inmensa maquinaria, en sus dependencias mueren todas las ondas de esfuerzo autonómico. La frondosidad de su sombra esteriliza la vegetación en el núcleo inmediato, reatado por sus raíces seculares, chupadoras de las mejores savias. Caja de amortización de los caracteres y de la libertad moral de los ciudadanos, llamó Lamartine al presupuesto. La grave dolencia centralizadora, titulada estatismo, es decir, monopolio abruma¬dor del Estado, gravita sobre la democracia francesa. ¿Acaso puede compararse tan desastroso espectáculo de sofisma republicano con el ejemplo que se recoge en las sociedades cimentadas sobre la comuna autonómica?”

Ese fragmento está evidentemente influido por Tocqueville y su obra “La Democracia en América” de donde extrae Herrera la contraposición que existía entre el modelo autonómico y federal de Estados Unidos y el centralismo francés. Es una crítica a la burocracia centralista francesa de la que el Uruguay copió el modelo (el Battlismo sobre todo). Esa frase, quiere decir que a través del presupuesto estatal se limita la libertad de los ciudadanos a cambio de beneficios sociales con el objetivo de transformarlos en individuos dependientes del estado, sin carácter.

La propuesta Herrerista es de un país con autonomías locales, autosuficientes, capaces de generar oportunidades de empleo como para retener a las nuevas generaciones, en cuestión, un Uruguay donde halla una mayor distribución demográfica más pareja y no tan macrocefalica y concentrada en la capital.

Obras

  • Por la Patria - 1899
  • El acuerdo de los Partidos - 1900
  • La tierra Charrúa - 1901
  • El programa de la Revolución - 1904
  • Las verdaderas bases de paz - 1904
  • Desde Washington - 1904
  • Labor Diplomática en N. América - 1905
  • La Doctrina Drago y el interés del Uruguay - 1908
  • La Diplomacia Oriental en el Paraguay (I) - 1908
  • La Revolución Francesa y Sudamérica - 1910
  • La Diplomacia Oriental en el Paraguay (II) - 1911
  • El Uruguay Internacional - 1912
  • Acción Parlamentaria - 1917
  • Tres años de Cámara - 1917
  • Buenos Aires, Urquiza y el Uruguay - 1919
  • Uno que Vio - 1919
  • La Clausura de los Ríos - 1920
  • La encuesta Rural - 1920
  • Una Etapa - 1923
  • En la Brecha - 1923
  • El Drama del 65: la culpa Mitrista - 1926
  • Sin nombre - 1928
  • La Misión Ponsonby - 1930
  • La Paz de 1828 - 1940
  • Orígenes de la Guerra Grande - 1941
  • El Canadá, visto y leído de cerca - 1946
  • La Seudo-historia para el Delfín - 1947
  • Antes y después de la Triple Alianza - 1951

Referencias

  1. Fragmento extraído del libro “Herrera. La encrucijada nacionalista”. De de Carlos Zubillanga
  2. Carta de Luis Alberto de Herrera a el Ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay, German Roosen. Antiimperialismo Herrera y los Yankis, de Ricardo Rocha Imaz
  3. Fragmento extraído del libro El Uruguay Internacional. De Luis Alberto de Herrera
  4. a b c d Rocha Imaz, Ricardo (1981). Antiimperialismo: Herrera y los Yanquis. Ediciones Blancas. OCLC 254016086. 
  5. Reeditan obra clave de Luis Alberto de Herrera Consultado el 17 de febrero de 2010
  6. Adolfo Garcé: Herrera y la monarquía constitucional Consultado el 17 de febrero de 2010

Fuentes

  • Peirano, Ricardo (2000 - 2002). Gran Enciclopedia del Uruguay. Barcelona: Sol 90. OCLC 51576630. 

Enlaces externos

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Predecesor:
Julio María Sosa
Presidente del
Consejo Nacional de Administración

1925-1927
Sucesor:
José Batlle y Ordóñez

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