Diferencia entre revisiones de «Partido del Trabajo de Colombia (moirista)»

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==Actualidad==
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Actualmente el PTC participa de las luchas contra el [[TLC]] en diferentes escenarios, entre ellos, la revista [[Nueva Gaceta]] que reúne destacados intelectuales del partido e independientes. La [[Juventud Patriótica-PTC]] es la organización del PTC que reúne jóvenes de colegios, universidades y barriadas populares.
Actualmente el PTC participa de las luchas contra el [[TLC]] en diferentes escenarios, entre ellos, la revista [[Nueva Gaceta]] que reúne destacados intelectuales del partido e independientes. La [[Juventud Patriótica-PTC]] es la organización del PTC que reúne jóvenes de colegios, universidades y barriadas populares.
En la actualidad el partido del trabajo de colombia se propone ganar un escaño en el senado de la republica con su candidato oficial MARCELO TORRES quien es su secretario nacional, su numero en el tarjeton es el 24 y ha recibido el apoyo incondicional del candidato presidencial del polo democratico alternativo gustavo petro, quien ha invitado a los colombianos y colombianas a votar el 14 de marzo del 2010 por marcelo torres, quien ha dirigido su campaña bajo el eslogan de "gire a la izquierda". este fue su discurso durante el lanzamiento oficial de campaña, evento realizado en bogota el 5 de noviembre del 2009.

'''Entablamos la batalla por un escaño en el Senado'''

''Discurso de Marcelo Torres en el acto de lanzamiento''

Rechina de nuevo en Colombia la fanfarria de la reelección. Y al tiempo que cunde la incertidumbre institucional nada menos que en materia de elecciones presidenciales -puesto que el presidente ya está en campaña aunque no ha declarado todavía que es candidato, y que nadie sabe a qué atenerse en cuanto a las reglas de esta contienda por la presidencia-, Uribe reparte cheques en los consejos comunales, urge a las Cámaras legislativas, amenaza a las Cortes, protege los negocios de sus hijitos con el erario público, defiende su política de agro ingreso -es decir el reparto de plata pública a montones para grandes capitalistas y terratenientes amigos del gobierno y los paramilitares-, firma el último convenio militar con el imperio, anuncia que entregará las playas públicas a los concesionarios de grandes cadenas hoteleras extranjeras y naturalmente, sigue hablando bellezas de la “confianza inversionista” y de la “seguridad democrática”.

Todavía, cuando Colombia entró ya en plena recesión, cuando la industria, las exportaciones y los ingresos de los colombianos comunes y corrientes caen en picada, cuando las ventas a Venezuela se redujeron a la mitad, los ministros y sus asesores insisten en desplegar sus cuadros estadísticos y sus curvas tan abundantes de barritas de colores como de mentiras. Los gurúes económicos del régimen han tenido que rectificar sus pronósticos en cuatro ocasiones y el estimado del PIB para este año sigue bajando.

Y mientras tanto, para el país real, el país nacional, no el de los magnates de la banca, ese de las billonarias ganancias semestrales, ni el de las multinacionales que hacen su agosto con nuestros recursos naturales o nuestro mercado interno, sino el de los trabajadores, el de los educadores, el de las apabulladas capas medias, el de los profesionales que manejan taxis, el de los vendedores callejeros, el de las angustiadas amas de casa, el de los mototaxistas, el de los empobrecidos agricultores pobres y medios, el de los desplazados que venden baratijas o piden limosna en los semáforos, el de las víctimas de la violencia a cuyos voceros siguen matando, el de los desempleados que pasan del 12 por ciento, en fin, para todo ese gentío, para toda esa pobrería, Colombia sigue siendo cada vez más una tierra de dolor, de desengaño, de rabia, de frustración y de amargura.

Pero también, como lo demostraron el afecto y la alegría con que la gente sencilla celebraba en las calles la presencia de Gustavo Petro, un país de esperanza, con muchas ganas de progreso, y con un grandioso potencial de lucha para transformar la nación en una sociedad mejor, con paso firme hacia el desarrollo económico y social.

Trabajar duro, ha de ser nuestro cometido para acercar el momento en que esa inmensa esperanza cobre cuerpo en una nueva realidad política, económica y social para la abrumadora mayoría de los colombianos.

En cuanto a la ruta que deben transitar los colombianos amantes de la paz y del progreso para coronar la transformación del país, la consulta presidencial del Polo nos dejó valiosísimas lecciones.

La primera, que para enfrentar y derrotar a Uribe y para instaurar así un nuevo gobierno democrático que se una a la marcha progresiva de numerosos países de América Latina, los colombianos debemos conformar una gran coalición multipartidista y multiclasista.

La segunda, que cualquiera que sea el desenlace de la contienda por la presidencia en el 2010 –y hay buenas razones para creer que Gustavo Petro puede ser el próximo presidente de la república-, se necesitará un nutrido y capaz contingente de congresistas. Si ganamos, porque se necesitarán los mejores hombres y mujeres del país no sólo para participar en el gobierno sino para defender su obra y su política desde el Congreso; y si gana Uribe, porque entonces va a ser necesario recurrir hasta el último átomo de energía para vigorizar la resistencia civil de la cual dependerá la supervivencia de la democracia y de las fuerzas de sus filas.

Y la tercera, que hay que escoger bien los hombres y mujeres que librarán esa batalla en uno u otro caso; que el criterio de tan importante escogencia no puede ser otro que el de las ejecutorias concretas de quienes aspiren a ocupar dichos cargos de representación; que el empleo de los fondos de las organizaciones de masas y de la influencia de administraciones amigas es un logro lícito y normal de la democracia, pero que la mayor calificación es el desempeño airoso y firme y constante en la lucha con o sin dichos gajes. Al saludable filtro de ese criterio someto a los colombianos la consideración de mi nombre para el Senado de la república.

Si ese rasero se aplicara, por ejemplo, a la tarea principal, la más importante labor reciente de los demócratas de Colombia, la campaña de Gustavo Petro en la consulta del Polo, para calificar nuestro desempeño en ella, tendría que registrarse:

Que Marcelo Torres y los hombres y mujeres que lo acompañan respaldamos esa campaña, pero no de cualquier manera, no unas veces sí y otras no, y no sólo en los momentos de auge y de júbilo.

Que nuestro respaldo se dio no en una o dos secciones territoriales sino desde el Amazonas hasta la Guajira y desde el Chocó hasta Casanare. En algunos departamentos nuestro concurso fue definitivo para ganar, como en Bolívar. En Bogotá, escenario principal de la consulta, no hubo ninguna de las formidables jornadas callejeras adelantadas por el candidato presidencial, no se realizó ninguna reunión, grande o pequeña, y no se llevó a cabo ninguna movilización, particularmente en la distribución de centenares de miles de ejemplares del periódico de campaña, en que no estuvieran presentes los efectivos del PTC.

También se manifestó ese apoyo en todas las instancias de coordinación del Polo; con el papel de Yezid García en el Comité Ejecutivo Nacional, y con centenares de dirigentes y activistas en las coordinaciones de Bogotá y de las ciudades más importantes del país y hasta en los más pequeños municipios.
En el movimiento obrero, especialmente con la notable actividad de los dirigentes Fabio Arias en la CUT y de Miguel Pardo en el magisterio, y con el trabajo de una treintena de dirigentes sindicales nacionales y regionales.

Entre la intelectualidad, los medios universitarios y la comisión de relaciones internacionales del Polo, con Consuelo Ahumada.

En el Congreso de Jóvenes del Polo, cuando las huestes de jóvenes petristas se retiraron de ese evento en protesta por los desafueros allí cometidos por los voceros de la extrema izquierda, nuestros dirigentes juveniles Elkim Pérez y Jeisson Zubieta estuvieron entre quienes encabezaron aquella acción colectiva.

Y en el II Congreso del Polo, cuando al frente del reducido grupo del sector democrático que entonces se mantuvo firme, presenté la constancia de que no aceptábamos la posición sectaria que se aprobó en ese Congreso y de que manteníamos incólume la bandera en defensa de la política de convergencia.

Nuestra contribución no se circunscribe al terreno organizativo. Nuestro respaldo a la política de coalición se debe a que esa es nuestra posición; ya desde antes de la primera reelección de Uribe, cuando la preocupación del Polo era ganarle a Horacio Serpa, habíamos asegurado, que se debía concentrar las fuerzas para librar exitosamente la batalla, que debía escogerse un candidato único de todas las fuerzas de la oposición y la resistencia civil contra la candidatura de Uribe. Y que, cualquiera que fuera el procedimiento y el candidato que resultara escogido, este tenía que adoptar un programa y unas reglas de juego comunes acordes con las necesidades de la lucha y el criterio de las fuerzas políticas y las organizaciones de masas así representadas .

Estas palabras fueron planteadas el 22 de julio de 2004, antes de nuestro ingreso al Polo por quien aquí se dirige a ustedes, en discurso pronunciado en una reunión de la GCD, el Polo y el Partido Liberal en el Hotel Orquídea Real. Corresponden a lo que llamamos la política de frente único, política que brillaba entonces por su ausencia en el Polo. Ingresamos al Polo precisamente para impulsar su adopción, y a sabiendas de que debíamos unirnos con quienes profesaran la misma convicción. Por eso después, cuando al fin surgieron en su interior las condiciones para adoptar esa orientación, nos pusimos enseguida sin vacilar del lado del líder que tuvo el valor y la lucidez de plantearla, Gustavo Petro.

Y en cuanto a los errores que la izquierda debe enmendar para ganarse el corazón y la confianza de la gente laboriosa del país, que es la abrumadora mayoría, y por tanto, para convertirse en una verdadera opción de poder, desde mucho tiempo atrás he sido partidario, como los hombres y mujeres que me acompañan, del deslinde tajante y sin ambages con las aventuras armadas, con el secuestro y el terrorismo, y he corrido los riesgos de asumir posición semejante en Colombia.

Ejemplar es el papel que Gustavo Petro viene cumpliendo al respecto hoy en día. Pero en honor a la verdad debo llamar la atención sobre algo de lo que ya casi nadie se acuerda. Cuando las Farc al amparo de una política oficial de gobierno, tan ingenua como desastrosa, extendía sus huestes por el país y trocaba sus veintitantos frente en más de sesenta, en el auge de la “combinación de todas las formas de lucha”, haciendo a la vez cretinismo parlamentario y proselitismo armado, secuestrando y fusilando militantes de izquierda inermes en nombre de la revolución, hubo una posición -esa sí revolucionaria- que se mantuvo recia en la denuncia de aquellos crímenes y en el llamado a rechazar tantos desafueros bajo el membrete, falso, del comunismo.

Francisco Mosquera fue el autor de aquella esclarecedora política, y a mí me tocó asumir la vocería pública de la misma. Y vivir por ello a salto de mata, cambiando constantemente de domicilio, escondiéndome, amenazado de muerte por los portavoces criollos de Moscú y acusado de agente de la CIA. Varios de mis compañeros fueron fusilados inermes en unos casos por las Farc y en otras por el ELN y a veces por la espalda, como le tocó a la enfermera Aydée Osorio en Arenal, Sur de Bolívar. Aquí, en este auditorio están Alberto Herrera –capitán de los que llamábamos los descalzos- y su mujer, Isabel Felsberg, que se salvaron por un pelo de ser asesinados. Me parece que hoy, cuando ha florecido en Colombia el repudio a la descabellada política de extrema izquierda es apenas justo que se desdoble esta página y que el país sepa que hubo arriesgados pioneros de esta posición, de los cuales tengo el honor de formar parte, que la asumieron desde una época en que era una nota perdida sin poder ni resonancia.

Si he sostenido junto con mi corriente esta posición desde los tiempos en que la abrumadora mayoría de la izquierda se empecinaba en la errática vía de la insurgencia armada para llegar al poder, era natural que nos acercáramos al Polo y que decidiéramos ingresar a este en su versión original, la del PDI. Y desde cuando el PDI se transformó en PDA, he librado la lucha contra la tendencia de extrema izquierda que ingresó a sus filas.

Respaldé, en el Comité Ejecutivo Nacional del Polo, el debate de Petro sobre la responsabilidad de las Farc en el asesinato de los diputados del Valle y voté en pro de participar en la marcha del 4 de febrero del 2008, la más gigantesca marcha de los colombianos contra el secuestro y contra las Farc, también al lado de Petro. Aquella posición nuestra, cuatro votos de 38 del CEN, minoritaria entre las cuatro paredes de la sede del Polo, se convirtió en mayoría cuando el clamor del país que llegaba desde la calle obligó al anterior burocratismo mayoritario a rectificar, así fuese tardía y muy parcialmente.

En dos ocasiones consecutivas fui postulado como aspirante a la Alcaldía de Magangué, la tierra del reino de La Gata. Las mismas dos veces en que me expresaron su oposición a ello mi mujer y mi hijo de trece años. Las mismas dos circunstancias en que muchos integrantes de mi corriente, sobre todo en la primera, oyeron estupefactos el descabellado anuncio y hasta llegaron a preguntarse si el Secretario General se mantenía en sus cabales. Algún camarada preguntó, refiriéndose a la ardiente villa de la ribera izquierda del río Magdalena, que donde quedaba Maranjuez. Incluso el propio Secretario de organización de nuestra corriente, Yezid, llegó a preguntarme por teléfono, cuando supo que iba a cruzar a nado el río Magdalena en un acto de campaña, que si lo que me proponía era no sólo ahogarme electoralmente sino físicamente, es decir, en cuerpo y agua.

Ahora nos reímos al recordar tanta peripecia. Desde luego, no se trataba, como alguien me dijo, de emular la famosa travesía del gran río de China, el Yang-tse-kiang, por Mao. Simplemente era un mensaje vivo, ejemplificado, a la población de Magangué, de que se podía sortear con éxito el río del terror, de las corrientes traicioneras de la intimidación, de los asesinatos y la intimidación.

Un mensaje ejemplificado con una habilidad propia del ribereño, nadar; porque hay ríos que no se pueden vadear, cruzarlos caminando, hay que nadar, correr cierto riesgo. Había que decirles a los magangueleños que nadar es como la vida, y que si podían nadar podían atravesar con éxito la dura vida que padecen. Deben ustedes saber que no afronté mayor riesgo cruzando el río, que en Magangué cuando nacen los niños para familiarizarlos con el medio se los arroja al río, no al río Jordán sino al Magdalena; quienes nacimos en Magangué y llegamos a viejos somos por tanto los que aprendimos algo que jamás olvida el ribereño: nadar, nadar en los remolinos y corrientes cambiantes.

En esas dos campañas pude asimilar a fondo el aforismo de Francisco Mosquera: “El valor es hálito vital de todas las empresas desbrozadoras del progreso humano”. Porque estoy seguro que las dos campañas que llevé a cabo en Magangué fueron empresas desbrozadoras del progreso humano en dos sentidos por lo menos: en cuanto ayudaron decisivamente a que se consolidara en ese municipio una fuerza civil ciudadana, rebelde al régimen del paramilitarismo y del narcotráfico, que hoy está organizada y movilizada; y en cuanto pudieron servir como ejemplo de lucha para alentar e inspirar una movilización emancipadora en otras muchas poblaciones de la Costa Caribe y del interior del país contra el mismo flagelo de narcos y paramilitares.

Aún cuando sólo fuera por eso valdría la pena haber realizado esas dos campañas. Pero es que, además de haber servido como punto de arranque de la candidatura presidencial de Gustavo Petro en el Caribe colombiano, Magangué fue tierra de un experimento significativo: haber indicado a los pueblos que padecen el terror y la intimidación la herramienta idónea para liberarse, la formación de una coalición lo más amplia posible cuyo programa inmediato sea el restablecimiento de la democracia local. Y haber constituido la primera experiencia concreta de que es factible unir las fuerzas más heterogéneas, que van desde la oposición hasta segmentos del partido de la U., en un frente común contra la mafia paraca y narca.

Debo agregar algo breve pero esencial sobre mi paso por el Senado de la República. Mi labor como senador de la oposición, que entonces era muy reducida en el Congreso, puede sintetizarse en esa recopilación laboriosamente ordenada, clasificada y editada por Yezid García y César Tovar en un volumen publicado años atrás, que contiene los discursos, las proposiciones, las constancias, los votos, y los proyectos legislativos del senador Jorge Santos Núñez y de quien les habla contra la legislación antiobrera y dirigida contra los maestros y los trabajadores de la salud, contra las privatizaciones, contra la apertura del mercado nacional a los géneros extranjeros, a favor de las protestas y movilizaciones de los trabajadores, educadores, estudiantes y demás sectores de pueblo. Pero lo principal que debimos afrontar Jorge Santos y mi persona, fue la más grande y escandalosa intromisión de los Estados Unidos dirigida a derrocar un gobierno colombiano, el de Ernesto Samper.

Mi posición en aquella, una de las más graves crisis políticas del país, insistió en que si bien era condenable la participación de los dineros del narcotráfico en la campaña presidencial de Samper, era al pueblo colombiano y a sus propias instituciones a quienes correspondía enjuiciar la responsabilidad del cuestionado mandatario y de ningún modo al gobierno de los Estados Unidos. En consecuencia, repudiamos las actividades desestabilizadoras de la intervención norteamericana y de los sectores políticos colombianos que para ello se prestaron, incluido Andrés Pastrana.

Entonces y ahora, he sostenido que de las enormes ganancias del narcotráfico se benefician principalmente la economía legal e ilegal de los Estados Unidos, los grandes bancos que lavan los dólares y la mafia gringa dueña del mercado al detal de los narcóticos. En consecuencia, entonces y ahora también he repudiado la subordinación de Colombia a la política antinarcóticos estadounidense, especialmente en el terreno militar y policial, como los tratados y acuerdos desiguales de extradición de colombianos.

El establecimiento de siete bases militares gringas que pisotean la soberanía nacional y el reconocido fracaso de la política antinarcóticos confirman rotundamente las denuncias que hice por aquella época en el Senado colombiano.

Amigos y amigas:

Llegaré al Senado de la república para defender la política, las medidas y las ejecutorias del nuevo gobierno de coalición presidido por Gustavo Petro o por cualquier otro personaje de la democracia que haga triunfar el pueblo en las presidenciales del 2009.

Alzaré siempre mi voz en ese escenario en pro de las causas justas de Colombia, de nuestros hermanos latinoamericanos y del mundo entero.

Y en el evento de que prosiga la horrible noche, la noche del uribismo, me comprometo a que las denuncias de origen popular hagan trepidar ese recinto, contra la tiranía, por la libertad y la soberanía nacional, por el bienestar de las mayorías de Colombia.

De pie compañeros, arriba los corazones. Todos podemos contribuir al robustecimiento de esta auténtica fuerza democrática que estamos forjando, todos podemos formar parte de la gesta transformadora para salvar el país, ¡Viva la democracia y el bienestar del pueblo


==Planteamiento==
==Planteamiento==

Revisión del 01:00 25 feb 2010

Logotipo del partido.

El Partido del Trabajo de Colombia PTC (moirista) es un partido político de la clase obrera, de carácter marxista-leninista y maoísta.

Carácter y orientación del partido

El PTC tiene su origen en el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario, MOIR. Fuerza de la que se separo en 1999 para preservar la política amplia de Frente Único esbozada por Francisco Mosquera, fundador e ideólogo del partido. Esta orientación busca unir a todos los sectores de Colombia que sufren la opresión norteamericana, para derrotar esta dominación, causa fundamental de los males del país, y establecer un Estado democrático de transición.

Presencia política

El PTC hace parte del Polo Democrático Alternativo, PDA, y su fuerza sindical confluye en la Central Unitaria de Trabajadores CUT. En esta organización forma parte del sector democrático, cuyas propuestas fueron aprobadas en el V Congreso de la entidad. Participa de la Gran Coalición Democrática que aglutina fuerzas sindicales, políticas y sociales del país.

Dirigentes históricos

El dirigente del PTC es Marcelo Torres quien irrumpió en la vida política nacional como líder de las gigantescas protestas estudiantiles antiimperialista de 1971. Entre 1994 y 1998, Torres, como senador con Jorge Santos, inició los debates contra los neocoloniales tratados de libre comercio.

Actualidad

Actualmente el PTC participa de las luchas contra el TLC en diferentes escenarios, entre ellos, la revista Nueva Gaceta que reúne destacados intelectuales del partido e independientes. La Juventud Patriótica-PTC es la organización del PTC que reúne jóvenes de colegios, universidades y barriadas populares.

Planteamiento

EL PTC plantea la más firme oposición programática contra el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, e impulsa en el Polo Democrático una política amplia de unidad con los sectores democráticos, oponiéndose al encerramiento de la unidad dentro de los límites de la llamada izquierda.

El PTC es partidario de una salida política negociada al conflicto armado, rechaza los métodos terroristas, y propugna una lucha civilista, democrática y unitaria del pueblo colombiano. A nivel internacional llama a la unidad de los partidos, organizaciones y fuerzas revolucionarias, democráticas y progresistas de toda índole, en la resistencia de los pueblos contra el neoliberalismo y el hegemonismo imperialista norteamericano.

Órganos

El órgano de difusión del partido es el periódico La Bagatela.

Enlaces externos