Diferencia entre revisiones de «Leyenda negra española»

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Contenido eliminado Contenido añadido
Deshecha la edición 35404798 de 189.144.137.4 (disc.) - revirtiendo
Línea 3: Línea 3:
El [[Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española|diccionario]] de la [[Real Academia Española]] define '''leyenda negra''' como «''opinión contra lo español difundida a partir del siglo XVI»'' y como ''«opinión desfavorable y generalizada sobre alguien o algo, generalmente infundada»''.
El [[Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española|diccionario]] de la [[Real Academia Española]] define '''leyenda negra''' como «''opinión contra lo español difundida a partir del siglo XVI»'' y como ''«opinión desfavorable y generalizada sobre alguien o algo, generalmente infundada»''.


== Definición ==para entenderlo mejor.
== Definición ==
El creador del término, [[Julián Juderías]], lo describe en 1914 en su libro ''La Leyenda Negra'' como:
El creador del término, [[Julián Juderías]], lo describe en 1914 en su libro ''La Leyenda Negra'' como:
{{cita|[...] el ambiente creado por los relatos fantásticos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en todos los países, las descripciones grotescas que se han hecho siempre del carácter de los españoles como individuos y colectividad, la negación o por lo menos la ignorancia sistemática de cuanto es favorable y hermoso en las diversas manifestaciones de la cultura y del arte, las acusaciones que en todo tiempo se han lanzado sobre España fundándose para ello en hechos exagerados, mal interpretados o falsos en su totalidad, y, finalmente, la afirmación contenida en libros al parecer respetables y verídicos y muchas veces reproducida, comentada y ampliada en la Prensa extranjera, de que nuestra Patria constituye, desde el punto de vista de la tolerancia, de la cultura y del progreso político, una excepción lamentable dentro del grupo de las naciones europeas.|Julián Juderías<ref>Juderías, p.24</ref>}}
{{cita|[...] el ambiente creado por los relatos fantásticos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en todos los países, las descripciones grotescas que se han hecho siempre del carácter de los españoles como individuos y colectividad, la negación o por lo menos la ignorancia sistemática de cuanto es favorable y hermoso en las diversas manifestaciones de la cultura y del arte, las acusaciones que en todo tiempo se han lanzado sobre España fundándose para ello en hechos exagerados, mal interpretados o falsos en su totalidad, y, finalmente, la afirmación contenida en libros al parecer respetables y verídicos y muchas veces reproducida, comentada y ampliada en la Prensa extranjera, de que nuestra Patria constituye, desde el punto de vista de la tolerancia, de la cultura y del progreso político, una excepción lamentable dentro del grupo de las naciones europeas.|Julián Juderías<ref>Juderías, p.24</ref>}}

Revisión del 02:34 23 mar 2010

Ilustración de Theodor de Bry (1528 – 1598) inspirada en el siguiente pasaje de la Brevísima de fray Bartolomé de Las Casas: «Tomaban las criaturas de las tetas de las madres por las piernas, y daban de cabeza con ellas en las peñas. Otros daban con ellas en rios por las espaldas, riendo y burlando y cayendo en el agua decían, "bullis cuerpo de tal"; otras criaturas metían en la espada con las madres juntamente, y todos cuantos delante de si hallaban. Hacían unas orcas largas que juntasen casi los piés á la tierra, y de trece en trece, á honor y reverencia de nuestro Redentor y de los doce Apóstoles, poniéndoles leña y fuego los quemaban vivos.»

El diccionario de la Real Academia Española define leyenda negra como «opinión contra lo español difundida a partir del siglo XVI» y como «opinión desfavorable y generalizada sobre alguien o algo, generalmente infundada».

Definición

El creador del término, Julián Juderías, lo describe en 1914 en su libro La Leyenda Negra como:

[...] el ambiente creado por los relatos fantásticos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en todos los países, las descripciones grotescas que se han hecho siempre del carácter de los españoles como individuos y colectividad, la negación o por lo menos la ignorancia sistemática de cuanto es favorable y hermoso en las diversas manifestaciones de la cultura y del arte, las acusaciones que en todo tiempo se han lanzado sobre España fundándose para ello en hechos exagerados, mal interpretados o falsos en su totalidad, y, finalmente, la afirmación contenida en libros al parecer respetables y verídicos y muchas veces reproducida, comentada y ampliada en la Prensa extranjera, de que nuestra Patria constituye, desde el punto de vista de la tolerancia, de la cultura y del progreso político, una excepción lamentable dentro del grupo de las naciones europeas.
Julián Juderías[1]

La segunda obra clásica del tema es Historia de la Leyenda Negra hispanoamericana de Rómulo D. Carbia. Si Juderías hizo más hincapié en la vertiente europea de la leyenda, el argentino Carbia se centra en su vertiente americana. Así, para Carbia, dando una definición más extensa del concepto:

[...] abarca la Leyenda en su más cabal amplitud, es decir, en sus formas típicas de juicios sobre la crueldad, el obscurantismo y la tiranía política. A la crueldad se le ha querido ver en los procedimientos de que se echara mano para implantar la Fe en América o defenderla en Flandes; al obscurantismo, en la presunta obstrucción opuesta por España a todo progreso espiritual y a cualquiera actividad de la inteligencia; y a la tiranía, en las restricciones con que se habría ahogado la vida libre de los españoles nacidos en el Nuevo Mundo y a quienes parecería que se hubiese querido esclavizar sine die.
Rómulo D. Carbia[2]

Después de Juderías y Carbia muchos otros autores han definido y empleado el concepto.

En 1944, el American Council on Education, preocupado con el sesgo antihispano del sistema y el material educativo en EE. UU., definió el concepto en un largo informe como:

The "Black Legend" is a term long used by Spanish writers to denote the ancient body of propaganda against the Iberian peoples which began [sic] in sixteenth century England and has since been a handy weapon for the rivals of Spain and Portugal in the religious, maritime, and colonial wars of those four centuries.
La leyenda negra es una expresión usada por escritores españoles para designar la antigua propaganda contra los pueblos iberos, que empezó en el siglo XVI en Inglaterra y ha sido desde entonces un arma para los rivales de España y Portugal en las guerras religiosas, marítimas y coloniales de aquellos cuatro siglos.
American Council on Education[3]

Philp Wayne Powell en su libro Tree of Hate (1971) define la Leyenda negra básicamente como la creencia de que:

The basic premise of the Black Legend is that Spaniards have shown themselves, historically, to be uniquely cruel, bigoted, tyrannical, obscurantists, lazy, fanatical, greedy, and treacherous; that is, that they differ so much from other peoples in these traits that Spaniards and Spanish history must be viewed and understood in terms not ordinarily used in describing and interpreting other people.
La premisa básica de la Leyenda Negra es que los españoles se han mostrado históricamente como excepcionalmente crueles, intolerantes, tiránicos, oscurantistas, vagos, fanáticos, avariciosos y traidores; es decir, que se diferencian de tal modo de los demás pueblos en estas características que los españoles y la historia de España deben ser vistos y comprendidos en términos que no son empleados habitualmente para describir e interpretar a otros pueblos.
Philp Wayne Powell[4]

Un autor más reciente, Manuel Fernández Álvarez, ha definido la Leyenda negra como:

Cuidadosa distorsión de la historia de un pueblo, realizada por sus enemigos, para mejor combatirle. Y una distorsión lo más monstruosa posible, a fin de lograr el objetivo marcado: la descalificación moral de ese pueblo, cuya supremacía hay que combatir por todos los medios.
Manuel Fernández Álvarez[5]

Existe también un paralelo entre la Leyenda negra y el antiamericanismo que el historiador William S. Maltby expresa de la siguiente manera:

In more ways than one, the position of the United States in the twentieth century approximates that of Spain in the sixteenth. Wielding enormous power in the defense of an essentially conservative ideal, it finds itself object of hatred and jealousy to friends and foes alike. No one who reads the newspaper can doubt that a new Black Legend is being assembled by the nations of the world, or that America is the intended victim. Like Spain, it has indulged its passion for self-criticism to the fullest; and in the end, its fate may be the same.
En más de un aspecto, la posición de los Estados Unidos en el siglo XX se asemeja a la de España en el siglo XVI. Blandiendo un poderío enorme en defensa de un ideal esencialmente conservador, se encuentra como blanco del odio y de los celos de amigos como de enemigos. Nadie que lea los periódicos podrá dudar que las naciones del mundo están compilando una nueva Leyenda Negra, ni de que los Estados Unidos han disfrutado de un poderío mundial; como España, se han permitido llevar la autocrítica hasta el extremo; y, a la postre, su destino puede ser el mismo.
William S. Maltby[6]

Interpretaciones críticas y la llamada «leyenda blanca»

En años recientes se ha formado un grupo de historiadores, entre los que se encuentra Alfredo Alvar, Ricardo García Cárcel, Lourdes Mateo Bretos y Carmen Iglesias, que no creen en la existencia objetiva de la leyenda, sino que consideran que la Leyenda negra no es más que la percepción que tienen los españoles sobre su imagen en el extranjero. Carmen Iglesias lo expresa de la siguiente forma:

La «leyenda negra» es por así decir, la imagen exterior de España tal como España la percibe [...] La leyenda negra consiste, por tanto, en los rasgos negativos —que son objetivamente los más repetidos— que la conciencia española descubre en la imagen de ella misma.
Carmen Iglesias[7]

García Cárcel incluso niega directamente la existencia de la Leyenda negra en su libro La leyenda negra:

Ni leyenda, en tanto en cuanto el conjunto de opiniones negativas de España tuvieran no pocos fundamentos históricos, ni negra, dado que el tono nunca fue constante ni uniforme. Abundan los grises, pero la coloración de estas opiniones estuvo siempre determinada por los colores contrapuestos de lo que aquí hemos llamado leyenda rosa.
Garia Carcel y Mateo Bretos[8]

En opinión del historiador e hispanista Henry Kamen, el concepto de «Leyenda negra» dejó de existir en el mundo anglosajón hace ya muchos años, aunque se mantiene por cuestiones políticas internas españolas.[9]​ La posición de Kamen y su libro Imperio han sido fuertemente criticados por Arturo Pérez-Reverte y José Antonio Vaca de Osma.[10][11]

Varios historiadores e investigadores relacionan la Leyenda negra antiespañola y anticatólica, con su contracara la «Leyenda blanca o rosa», propagandista de las conquistas e invasiones de la España católica. Hendrik Henrichs explica este punto de vista en la Revista de Occidente del siguiente modo:

Las naciones poderosas tienden a forjarse una imagen de sí mismas que, en la mayoría de los casos, se fundamenta sobre un mito de origen y una misión en el mundo. La propagación de esta imagen propia suscita a menudo imágenes contrarias en los adversarios de dichas naciones poderosas. En ese intercambio de imágenes internas y externas relacionadas con la identidad y la importancia internacional de una nación determinada se van acuñando frases lapidarias que quedan grabadas en la memoria internacional [...] España, la primera potencia europea en hacerse con un imperio mundial, constituye asimismo el primer ejemplo de esa tensión entre imagen propia e imagen contrapuesta internacional en la historia moderna. Simplificando, se podría decir que la imagen que tenía España de sí misma coincidió durante mucho tiempo con la llamada Leyenda Blanca. La imagen contraria aducida por los adversarios de España se conoce como Leyenda Negra. Si bien estos términos datan de finales del siglo XIX y principios del XX, el conjunto de imágenes propias y contrapuestas al que representan es más antiguo.
Hendrik Henrichs[12]

El escritor argentino Ernesto Sabato en su artículo «Ni leyenda negra ni leyenda blanca», publicado en el periódico El País en 1991, ante la proximidad del 500º aniversario del descubrimiento de América, propone una superación del «falso dilema» entre ambas leyendas, para presentar un enfoque que, «sin negar y dejar de lamentar "las atrocidades perpetradas por los sojuzgadores"», al mismo tiempo sea capaz de asumir la cultura, la lengua castellana y el mestizaje, que esa empresa conformó en América.[13]

Historia

El origen italiano

El historiador Sverker Arnoldsson de la universidad de Gotemburgo, en su libro La leyenda negra. Estudios sobre sus orígenes, coloca el origen de la Leyenda negra en la Italia medieval, al contrario que otros autores anteriores que lo colocan en el siglo XVI.[nota 1]​ Arnoldsson se basa en los estudios de Benedetto Croce y Arturo Farinelli para afirmar que la Italia de los siglos XIV, XV y XVI era eminentemente hostil a España. De hecho Arnoldsson divide la Leyenda negra en Italia en dos partes: la más antigua (de comienzos del siglo XIV), anticatalana o antiaragonesa, y otra más moderna que se forma a partir de 1500, y que ha permanecido posteriormente.

Las teorías de Arnoldsson han sido puestas en duda por diversos historiadores. En general, se basan en los siguientes argumentos:[14]

  1. Que los primeros escritos contra los españoles se hayan escrito en Italia, no es motivo suficiente para poner allí el origen de la Leyenda negra: es una reacción normal en cualquier sociedad que se ve dominada por poderes extranjeros.
  2. La Leyenda negra implica una cierta tradición, lo que no se puede afirmar del caso italiano que se basaba exclusivamente en una reacción a la presencia reciente de tropas españolas.
  3. Desde finales del siglo XV y principios del XVI, existían también muchos que admiraban España y sobre todo a Fernando el Católico.

Maltby añade a estos argumentos la falta de un hilo conductor que una la críticas italianas con la forma canónica de la Leyenda en los Países Bajos e Inglaterra.[15]

El sentimiento anticatalán

En su primera forma, anticatalana o antiaragonesa, la Leyenda negra comienza con la influencia política de la Corona de Aragón en determinados territorios de Italia en el siglo XIII. La presencia de príncipes, cortesanos, soldados y mercenarios (e incluso piratas) aragoneses en Italia condujo a una reacción de la sociedad local, sobre todo de las élites que se consideraban herederos de la Antigüedad romana. Los hidalgos españoles comienzan a tener fama de «rudos, ignorantes, sin intereses intelectuales» y ridículamente ceremoniosos. La expansión aragonesa en el sur de Italia también coincide con el auge del comercio en Barcelona y Valencia, competidoras para las ciudades italianas del norte a partir del 1300, sobre todo en los mercados mediterráneos occidentales. La reacción de nuevo será la extensión de una imagen de avaricia y astucia infame de los comerciantes catalanes. Un tercer punto en la percepción de la Corona de Aragón, y por extensión de la Península Ibérica, de los italianos es la de inmoralidad y de desmesurada sensualidad que creen ver en las cortes papales de Calixto III y su sobrino Alejandro VI, ambos de origen valenciano, la corte aragonesa de Nápoles y sobre todo de las cortesanas valencianas, que eran muy conocidas en Italia. Finalmente, los elementos no europeos, sobre todo la influencia judía e islámica, eran vistos con desconfianza. Los judíos expulsados en 1492 llegaron en grandes cantidades a las ciudades italianas, con lo que se llegó a confundir «marrano» con «español», hasta el punto de que el papa Julio II llamaba «marrano circonciso» a su predecesor Alejandro VI. La enemistad entre españoles e italianos llegó al punto de que en 1503, tras la muerte de Alejandro VI, hubo una persecución violenta contra los detestados nepotes catalanes, que tuvo como resultado algunos muertos.[16]

Aunque la leyenda negra anticatalana tuvo su origen en Italia, se extendió al Mediterráneo oriental con las expediciones de los almogávares, que influyeron decisivamente en el temor y rechazo que adquirieron en dicha zona, que hicieron famosa la imprecación o insulto «¡venganza catalana te alcance[17]

El sentimiento anticastellano

Hasta el 1500 los catalanes representaban a ojos de los italianos tanto a catalanes, como aragoneses, valencianos, castellanos o portugueses, en fin, a los españoles. Esta situación cambió a partir de 1500, momento en el que Castilla comenzó a tener la preeminencia política, económica y militar sobre los demás reinos de la Península Ibérica.[18]​ Durante el siglo XVI, las intervenciones militares de tropas españolas en Italia se generalizarán, no sólo con el consiguiente rastro de destrucción y muerte que llevan las guerras, sino también con infinidad de conflictos menores causados por soldados acuartelados que no recibían sus soldadas a tiempo. Serán importantes en la formación de la opinión italiana el saqueo de Prato de 1512, en la que se calculan entre 500 y 5600 muertos según las fuentes, y sobre todo el saqueo de Roma de 1527, a pesar de que también participaran tropas alemanas e italianas.[19]​ La imagen del español cruel, astuto y rapaz se fue extendiendo. En 1559 Marcantonio da Mula comenta,

[...] è dubbio se questa brava gente abbia dato piu utile o più danno ai suoi signori da parecchi anni in quà: perchè, si come sono stati causa di donarli delle vittorie, così hanno fatto perder loro di molti cuori e volontà de' popoli col maltrattarli, e il cuore de'sudditi è la maggior fortalezza che habbia il principe.
[...] es dudoso si esta brava gente ha sido más útil o más dañina a sus señores desde hace unos años, porque, así como han sido la causa de darles victorias, también han hecho perder muchos corazones y voluntades del pueblo con maltratarlo, y el corazón de los súbditos es la mayor fortaleza que tiene el príncipe.
Marcantonio da Mula[20][nota 2]

También el gobierno en Nápoles y otras dependencias de la Corona Española eran causa de animadversión en la población. Así, por ejemplo, a pesar de que los impuestos no eran excesivos se producían muchas quejas.[21]​ La Inquisición levantó muchas protestas contra el gobierno, hasta el punto de que el descontento sobre los familiares contribuyó en gran medida a los motines de 1511 y 1516 en Sicilia. En Nápoles, el simple rumor de la sustitución de la inquisición episcopal por la Inquisición española produjo un motín muy violento en 1547. El miedo, que en Nápoles llevó al asalto del cuartel de soldados españoles y a degollar a muchos, era causado en parte por sentimientos nacionalistas, ya que se veía con razón a la Inquisición como un instrumento político del rey. Finalmente, incluso la justicia española, que era «excesivamente» imparcial, se ganó la enemistad de la aristocracia y las clases privilegiadas.[22]

En el plano cultural, los italianos eran conscientes de su superioridad frente a los españoles, reduciendo la cultura española a las novelas caballerescas, que los intelectuales atacaban desde el plano moral, intelectual y estético.[nota 3]​ La influencia española en Italia en los siglos XV y XVI fue enorme, hasta el punto de que aprender y escribir castellano estaba de moda y las novelas de caballerescas Tirante el Blanco y Amadís de Gaula eran lo más leído tanto en Italia como en España. Esta consciencia era más dolorosa cuanto que les era evidente la superioridad de las armas españolas.[23]

El origen alemán

Arnoldsson ha dado un segundo origen de la Leyenda negra en Alemania.[24]​ El humanismo alemán fue muy nacionalista y se creó más bien en oposición al humanismo italiano, ensalzando a los antepasados germánicos frente al enemigo romano. Sin embargo, tanto en Ulrico de Hutten como en Martín Lutero, los dos autores más influyentes de comienzos del siglo XVI, se confunde lo italiano con das Welsche, es decir, el mundo latino o lo romance, en el que se incluye Francia, Portugal y España, con el matiz de «falso, inmoral, extranjero en oposición a lo nacional».[25]

Lutero sintió una evidente enemistad por España, a pesar de que el país todavía no era la potencia militar y cultural que llegaría a ser más tarde, y su pensamiento tuvo una influencia posterior indudable. Para Lutero, los españoles eran ladrones, falsos, orgullosos y lujuriosos. Esta desconfianza puede tener varios orígenes, de entre los que Arnoldsson destaca:[26]

  • la identificación de Italia, España y el papismo, con lo que lo españoles quedaron caracterizados como crueles, rapaces, inmorales y falsos;
  • su antisemitismo, ya que consideraba a los españoles descendientes de los judíos, «sunt plerunque Marani, Mamalucken»;
  • su temor a una invasión española y turca, pueblos que consideraba próximos,
Ideo prophetatum est Hispanos velle subigere Germaniam aut per se aut per alios, scilicet Turcam [...] Et ita Germania vexabitur et viribus ac bonis suis exhausta Hispanico regno subiugabitur. Eo tendit Sathan, quod Germaniam liberam perturbare tentat.
Lutero[27]

En 1566 se publicaron las conversaciones de Lutero, en las que daba su conocida opinión sobre los españoles.[28]

Sin embargo, no sería hasta la Guerra de Esmalcalda cuando se propagarían estas opiniones entre el pueblo germano. La propaganda de guerra de la Liga de Esmalcalda era muy nacionalista e identificaba a su enemigo, el emperador Carlos V, con los extranjeros, con Roma, el Catolicismo, el papa y España, a pesar de que entre los partidarios de Carlos V también había alemanes y protestantes: no querían ser «gobernados por españoles». Comienza la imagen del rey de España como adalid del Catolicismo, en parte promovida por la propia corona. Pero sobre todo contribuyeron a ese odio las tropelías de las tropas de Carlos V, compuestas por españoles, italianos y alemanes.[29]

Hacia finales del siglo XVI se introduce en la Leyenda negra un cierto tinte racista bajo la influencia de panfletos franceses y neerlandeses: la importante proporción de judíos y moros, el tinte moreno y la estatura serán anatemizados por los intelectuales alemanes.

[...] Spaniern [...], die essen gern weiss Brot vnd küssen gern weisse Meidlein, vnd sind sie stiffelbraun vnd Pechschwartz wie König Balthasar mit seinem Affen.
Los españoles comen pan blanco y besan mujeres rubias con mucho gusto, y son tan negros como el rey Baltasar y su mono.
Johann Fischer, Geschichtklitterung (1575)[30]

El origen judío

El historiador Philip Wayne Powell añade un tercer origen entre los judíos expulsados de España. Powell coloca el comienzo de la crítica de las poblaciones judías contra España en 1480, con la creación de la Inquisición Española que se dirigía principalmente contra criptojudíos y falsos conversos, pero es a partir de la expulsión de 1492 que se generalizó esta opinión. A pesar de que habían sido expulsados anteriormente de casi todos los países europeos, en ningún otro habían tenido durante la Edad Media tanto arraigo, llegando a vivir lo que se ha llamado una Edad de Oro, dando una relevancia especial a esta expulsión.[31]

Estudios de Kaplan, Yerushalmi, Mechoulan y Jaime Contreras muestran que muchos intelectuales judíos expulsados colaboraron en la extensión de la imagen negativa de España. La comunidad sefardí más importante estaba en Ámsterdam, en los Países Bajos, con dos sinagogas. Su actividad, «poco affectos al servicio de Su Majestat», llegó a provocar la protesta de los embajadores españoles ante el Archiduque en Bruselas. Especialmente odiada era la Inquisición, considerada la «cuarta bestia de la que habla el profeta Daniel», justificación desnaturalizada, cúmulo de maldades, que había corrompido la sociedad. La crítica se extendió a Flandes y Venecia, donde también se habían asentado sefardíes. Así, las comunidades daban publicidad a las ejecuciones de la Inquisición, como la ocurrida en 1655 en Córdoba.[32]

Los sefardíes se mostraron agradecidos con su nueva patria durante la guerra de independencia: así como España era «tierra de idolatría» y de esclavitud, como la de Egipto, cuyos gobernantes sufren la maldición de Yaveh; Holanda en cambio es la tierra de la libertad, sobre la que el Dios de Israel hará caer todas las bendiciones, tal como escribieron Daniel Levi de Barrios o Menasseh ben Israel (anteriormente llamado Manoel Soeiro).[33]​ También emplearon su poder dentro de la industria editorial, tanto para apoyar a los holandeses en su lucha, como para extender la crítica hacia España.[31]

Críticos españoles

La Brevíssima relación

Tras el descubrimiento de América en 1492, surgió en la Corona de Castilla un debate sobre la forma en que debían ser tratadas las poblaciones indígenas. Inicialmente se había introducido el sistema de las encomiendas, muy similar al que se había dado a las poblaciones moriscas de Granada y también a la mita, que habían empleado los incas en época precolonial. El sistema no dejaba de ser polémico por la crueldad con la que eran tratados los indios.[34]​ Contra la situación protestaron muchos religiosos e intelectuales, entre ellos Antonio de Montesinos, Tomás Ortiz, Vicente Valverde, Luis de Morales, Francisco de Benavides, Martín de Calatayud, Bartolomé de la Peña, Juan Fernández Angulo, Domingo de Santo Tomás, Cristobal Molina y Luis de Morales.[35]​ Este esfuerzo continuo fructificó con la promulgación por Carlos I de España de las Leyes Nuevas en 1542, que prohibían nuevas encomiendas y ordenaban que las existentes pasasen a la corona tras la muerte de los encomenderos. Aunque con un éxito relativo, la medida no consiguió acallar el litigio.[34]

Dentro de este ambiente de controversia, destacó sin duda Bartolomé de las Casas y su Brevissima relación de la destrucción de las Indias.

Pero el texto de las Casas no fue el único empleado en el extranjero para demostrar los desmanes de España en América. Los relatos de Girolamo Benzoni, Francisco López de Gómara y Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés también fueron empleadas por historiadores, filósofos, polemistas y propagandistas extranjeros.[36]

Críticas a la Inquisición

Francisco de Encinas, con sus hermanos Jaime y Juan, fue de los primeros en criticar la persecución de los protestantes por la Inqusición española en su relato De statu belgico deque religione hispanica historia Francisci Enzinas Burgensis publicado en 1545 en español y en 1558 en francés.[nota 4]​ Según Encinas, en la Inquisición nada tenían de humanos, vivían en el lujo, «eran monstruos, secuaces de Satanás», que saqueaban España envueltos en secretismo. Se atribuye a Encinas un segundo libro, publicado bajo el seudónimo Dryander, titulado Les principaux instuments du Seigneur pour maintenir le vrai christianisme renaissant de notre temps en Espagne, publicado en Basileo o Ginebra entre 1560 y 1565, en el que menciona con mayor precisión algunos casos de protestantes perseguidos por la Inquisición.[37]

Mayor influencia tuvo el Sanctae Inquisitionis Hispanicae Artes (Exposición de algunas mañas de la Santa Inquisición Española) publicado en Heidelberg en 1567 bajo el seudónimo Reginaldus Gonzalvus Montanus. Parece que Gonzalvus era un alias de Antonio del Corro, un teólogo protestante español exiliado en los Países Bajos. Del Corro añadió credibilidad a su relato por el conocimiento que tenía del tribunal. El libro fue un éxito inmediato, entre 1568 y 1570 hubo dos ediciones en inglés, una en francés, tres en holandés, cuatro en alemán y una en húngaro y continuó publicándose y citándose hasta el siglo XIX. El relato, en general correcto, toma la forma de un prisionero que pasa por todas las etapas del proceso y sobre todo el interrogatorio, permitiendo al lector identificarse con la víctima. Esta corrección de la descripción oculta que del Corro presenta algunas de las prácticas más extremas de la Inquisición como la regla, a todo acusado como inocente, a todo oficial de la Inquisición como taimado y vano y cada paso en el proceso como una violación de la ley natural. Del Corro, que alababa el propósito inicial de la Inquisición, es decir, perseguir a los falsos conversos, no había previsto el uso de su libro en la Leyenda Negra, de forma similar a lo que ocurrió con Bartolomé de las Casas. Estaba convencido de que la Inquisición había sido convertida por los monjes dominicos en algo execrable del que Felipe II no conocía su funcionamiento real y de que el pueblo español se oponía a la funesta institución.[38]

Polemistas protestantes

Los protestantes se identificaban en el siglo XVI con las herejías desde la época de la conversión del Imperio romano hasta el siglo XV, lo que llevó a la creación de martirologios en Alemania e Inglaterra, colecciones de vidas de mártires descritas con mucho morbo, a menudo profusamente ilustradas, que circularon entre las clases más populares y que insuflaban la indignación contra la Iglesia Católica. Uno de los más famosos y el que más influencia tendría fue el Book of Martyrs (El libro de los mártires, 1554) de John Foxe, en parte gracias a los 50 grabados de torturas y malos tratos que lo ilustraban. A pesar de que parece haber estado mal informado y por ejemplo no mencionó los autos de fe de Valladolid, Foxe dedicó un capítulo entero a la Inquisición española, el The execrable Inquisition of Spayne.[39]

The cruell and barbarous Inquisition of Spayne [...] now it is practised agaynst them that be neuer so litle suspected to fauour the veritie of þe Lorde. The Spanyardes, and especially the great diuines there do hold, that this holy and sacrate Inquisition can not erre, and that the holy fathers the Inquisitours, can not be deceaued. [...] Three sortes of men chiefly in daunger of the Inquisition. Three sortes of men most principally be in daūger of these Inquisitours. They that bee greatly riche, for the spoyle of their goods. They that be learned, because they will not haue their misdealynges and secret abuses to be espyed and detected. They that begyn to encrease in honor and dignitie, leste they beyng in authoritie, should worke them some shame, or dishonor. [...] yea and thoughe no worde bee spoken, yet if they beare any grudge or euill will agaynst the partie, incontinent they commaunde him to be taken, and put in an horrible prison, and then finde out crimes agaynst him at leasure, and in the meane tyme no man liuyng so hardye once to open his mouth for him. If the father speake one worde for his childe, he is also taken, and cast into prison, as a fauourer of heretickes. Neither is it permitted to any person, to enter to the prisoner: but there he is alone, in such a place, where he can not see so much as the groūde, where hee is, and is not suffred eithre to read or write, but there endureth in darkenes palpable, in horrors infinite, in feare miserable, wrastlyng with the assaultes of death. [...] Adde more ouer to these distresses & horrors of the prison, the iniuries, threates, whippings & scourgings, yrons, tortures, & rackes, which they endure. Some tymes also they are brought out, and shewed forth in some higher place, to the people, as a spectacle, of rebuke and infamie. [...] The accuser secret, the crime secret, the witnes secret: what soeuer is done, is secret, neither is the poore prisoner euer aduertised of any thyng.
La cruel y bárbara inquisición de España [...] ahora practicada en contra de aquellos mínimamente sospechosos de no favorecer la verdad del Señor. Los españoles, y especialmente las grandes dignidades allí, afirman que la Inquisición Española no puede errar y que los santos padres de la Inquisición no pueden ser engañados [...] Tres tipos de personas corren peligro por esta Inquisición. Aquellos que sean muy ricos, para expoliar sus bienes. Aquellos que sean cultos, porque no quieren que sus malas acciones y abusos secretos sean espiados y detectados. Aquellos que comienzan a crecer en honor y dignidad, a no ser que estén bajo la autoridad, les formarán alguna vergüenza o deshonra [...] y aunque no se diga ninguna palabra, si guardan algún rencor o mala voluntad contra la parte, incontinentes mandan que sea apresado y puesto en una horrible prisión y entonces inventan crímenes contra él a voluntad y mientras ningún hombre hablará por él. Si el padre habla una palabra por su hijo, también es apresado y encerrado en prisión como favorecedor de herejes. Tampoco le es permitido a nadie visitar al prisionero: y allí está sólo, en tal lugar, dónde no puede ver mucho más que el suelo, en el que se encuentra, y no se le permite leer o escribir, más aguanta en la oscuridad palpable, en horrores infinitos, triste y lleno de miedos, peleando con los asaltos de la muerte [...] Añade a estas aflicciones y horrores de la prisión, las heridas, amenazas, latigazos y flagelaciones, hierros, torturas y tormentos que soportan. Algunas veces son sacados y expuestos en algún lugar más importante, para la gente, como espectáculo, para reprobación e infamia [...] El acusador es secreto, el crimen secreto, los testigos secretos: lo que se haga es secreto, tampoco se advierte al prisionero de nada.
John Foxe[40][nota 5]

En el texto se encuentran muchos de los elementos que se repetirán más adelante: cualquiera puede ser juzgado por cualquier nimiedad, la Inquisición no puede equivocarse, los acusados lo son a menudo por dinero, envidia o para ocultar acciones de la Inquisición, si no encuentran pruebas se inventan, los prisioneros son aislados sin ningún contacto exterior en calabozos oscuros donde sufren horribles torturas, etc. Foxe ya advertía que la funesta institución podría introducirse en cualquier país que aceptara el catolicismo.[41]

De la misma época es el Livre des martyrs del editor ginebrino Jean Crespin, que contaba con el apoyo de Calvino. Editado en 1554, se reeditó en 1564 y 1570, finalmente, ampliado por Simon Goulart, en 1582 y 1619.[42]

Los ataques a la Inquisición y a la Iglesia Católica formaban parte de una guerra de propaganda entre católicos y protestantes, que se desarrolló a partir de finales del siglo XVI.[43]

La forma canónica de la Leyenda negra

La independencia de los Países Bajos

Es en los Países Bajos donde todos los hilos mencionados se unen por primera vez en uno de los ataques propagandísticos más violentos contra el imperialismo español. El emperador Carlos V, nacido en Flandes, fue tratado de forma más benigna que su hijo, Felipe II, tanto por sus súbditos de los Países Bajos, como por los historiadores posteriores, a pesar de que el primero era mucho más intransigente y estricto que el segundo. Los nobles protestantes flamencos, aliados de Carlos V, se opusieron violentamente al gobierno de Felipe II y para ello comenzaron por atacar a sus representantes.[44]

El primero en ser atacado fue Antonio Perrenot de Granvela, arzobispo de Malinas (1560) y cardenal (1561), que trató de reformar la organización eclesiástica flamenca: el hecho hubiese reducido la riqueza y la independencia del clero local. Granvela, que era del Franco Condado y por tanto extranjero, fue llamado «archidespreciable» y «dragón rojo» de España por sus enemigos, a pesar de no ser un servidor de España, sino del rey Felipe. La principal disputa era de los protestantes con los católicos, a los que temían por su poder, con el rey al frente. Sin embargo, para los dirigentes implicados, estaba claro de que se trataba de un problema político y no religioso, así lo dijo el Duque de Alba e incluso el embajador francés. Quizás el que sufrió los mayores ataques fue el Duque de Alba, la gran bestia negra de los flamencos, encargado de acabar con la sublevación de los nobles y los iconoclastas protestantes. Para ello creó el Tribunal de los Tumultos, conocido por sus enemigos como «Tribunal de Sangre», en el que se ajustició a muchos de los rebeldes, incluidos a importantes nobles y aristócratas. La guerra que siguió fue atroz por ambos lados; el que se recuerde principalmente al Duque de Alba y la crueldad española es, según Joseph Pérez, debido a que la historia la escribe el vencedor y las víctimas fueron consideradas a posteriori héroes fundadores de Holanda. La leyenda negra del Duque de Alba, sediento de sangre, monstruo de crueldad, llega a nuestros días y a los niños holandeses se les asusta con su nombre si se portan mal.[45]​ No ha sido hasta el siglo XX que se ha podido limpiar el nombre del duque de Alba: uno de los mayores generales de su época, fino estratega, inflexible con la disciplina (castigaba los excesos injustificados de sus tropas contra la población), político sagaz, uno de los hombres más cultos de su época, que comandaba en Flandes un ejército de 54.000 soldados, de los que sólo 7.900 eran españoles y 30.400 eran flamencos.[46]

Desde el principio, los flamencos hicieron un amplio uso de la propaganda, aprovechando su pujante industria editorial. Libelistas fueron el pintor Lucas de Heere, el poeta Van der Noot, el geógrafo Ortelius y muchos otros.[47]​ Uno de los principales propagandistas fue Felipe de Marnix de San Aldegonde, teólogo muy vinculado a Calvino, que posteriormente entraría a trabajar para Guillermo de Orange. Marnix, que había estado en Alemania, empleó todos los recursos a su disposición: los crímenes de las tropas españolas en la Guerra de Esmalcalda, la igualdad de españoles y turcos, sugiriendo una alianza, la maldad del Duque de Alba, etc., afirmaciones que repetiría en la Dieta de Worms en 1578.[48]​ Los panfletistas también apelaban al miedo a la Inquisición española, afirmando que el rey quería introducirla en los Países Bajos, empleando elementos de obras críticas publicadas anteriormente para explicar lo que ocurriría en tal caso.[43][nota 6]​ Incluso se llegó a publicar un documento falso del Santo Oficio que declaraba a todos los holandeses culpables de lesa majestad y amenazaba con una confiscación de bienes generalizada; documento que fue considerado auténtico por historiadores holandeses hasta el siglo XIX.[49]

La Apología del príncipe d'Orange

Guillermo de Orange, que se había convertido en el líder de los rebeldes, fue nombrado en 1576 stathouder (no soberano) de las Provincias Unidas, por lo que se puede suponer que la rebelión todavía no se dirigía contra rey. En 1579 las tropas españolas, tras amotinarse por no recibir la soldada, saquearon Amberes, hecho que también pasarían a formar parte de la Leyenda negra, como epítome de la crueldad española. Ese mismo año, Felipe II puso precio a la cabeza de Guillermo de Orange, que contraatacó publicando su Apología del príncipe d'Orange.[nota 7]​ La Apologie ou Défense du très illustre Prince Guillaume [...] contre le ban et édict publié par le roy d'Espagne [...], en realidad escrita por su capellán, Pierre L’Oyseleur, fue la ruptura definitiva de Guillermo con Felipe II y se puede considerar el acta de nacimiento de la Leyenda negra. El panfleto reproducía acusaciones anteriores contra el Duque de Alba, generalizando las culpas y las características de crueldad, barbarismo y saña a todos los españoles: los soldados españoles violaban a las mujeres enfrente de maridos e hijos. También retomaba las acusaciones italianas y alemanas de mezcla de razas, acusando a los españoles de judíos y moros.[50]

Pero no sólo reprodujo ideas anteriores, sino que elaboró argumentos nuevos. Atacó personalmente al rey, Felipe II, acusándolo de mujeriego, adúltero, de haber tenido relaciones incestuosas con su hermana, de bigamia, de asesino de su esposa Isabel de Valois y finalmente lo acusó de haber detenido, condenado y ejecutado a su propio hijo y heredero, don Carlos. Todas las acusaciones acabaron en el olvido, a excepción de la historia de «Don Carlos», que a partir de ese momento formó parte inseparable de la Leyenda negra. El camino lo abriría César Vichard de Saint-Réal en 1672 con su obra Dom Carlos. Aunque en su mayoría fantástica, fue tomada por real por varios autores posteriores, que retomarían la trama. Así, el Don Karlos, Infant von Spanien de Friedrich Schiller, publicado en 1787, estaba basado en la historia de Saint-Réal y en History of Philip II de Robert Watson. El impulso dado al tema por Schiller hará que se publiquen varias obras y alguna ópera con la misma trama, de las que la más famosa sin duda es el Don Carlos de Giuseppe Verdi.[51]​ Otro punto nuevo que introdujo en sus críticas fue la intolerancia religiosa española, que se vería reflejada tanto en la persecución de los protestantes por parte de la Inquisición,[nota 4]​ como en la crueldad de los españoles en América.[52]

El mérito de Guillermo de Orange es haber reunido una serie de informaciones, rumores y críticas dispersas y reunirlas para formar un sistema coherente y eficaz de propaganda.[43]​ Como resultado, se ha mantenido hasta hoy la percepción de que en la guerra de Flandes se opusieron «todo lo que es bueno, verdadero y libre contra los poderes de la oscuridad, la intolerancia y la supersitción».[53]

El ascenso de Inglaterra

Notas

  1. Arnoldsson menciona a Julián Juderías, a Rómulo D. Carbia, a Escobar López, a Manuel Cardenal y a Juan Fernández Amador de los Ríos como autores que colocan el inicio en el siglo XVI.
  2. Traducción propia del original italiano. Texto completo en línea de Relazione di Filippo II Re di Spagna letta in Senato da Marcantonio da Mula il 23 settembre 1559 en la Biblioteca Italiana.
  3. Arnoldsson compara este desprecio con la actitud hacia las películas de Hollywood en algunos círculos europeos.
  4. a b La persecución de los judíos, criptojudíos, musulmanes y conversos era vista con buenos ojos en el resto de Europa e incluso aplaudida en el caso de «un país tan mezclado con judíos y moros» como España. Pérez, p.85 ss.
  5. Traducción propia del original.
  6. En los Países Bajos, ya desde el reinado de Carlos I y a pesar de que el mismo Felipe II había asegurado que la Inquisición Española no era exportable, muchos holandeses tenían miedo de que el rey intentase introducirla para reducir sus libertades. Felipe II reconocía que los Países Bajos ya tenían una inquisición propia «más despiadada que la de aquí»: los tribunales de Amberes ejecutaron entre 1557 y 1562 a 103 herejes, más de los que murieron en toda España en ese período. Varios cambios en la organización de la Inquisición holandesa incrementaron los miedos, tanto a la Inquisición Española como a la forma local, y fue acrecentando la oposición durante el siglo XVI, hasta el punto que se temía la anarquía si no se legalizaba el calvinismo. Peters, p.144 ss.
  7. Pierre L’Oyseleur. «Apología del príncipe d'Orange». Universidad de Leiden. Consultado el 8 de marzo de 2010. 

Referencias

  1. Juderías, p.24
  2. Carbia, p.34-35
  3. Op. cit. Powell (1985), p.134; trad. García Cárcel (1997), p.286
  4. Powell (1985), p.11; traducción propia.
  5. Op. cit. Alvar (1997), p.5
  6. Maltby, p.9; trad. García Cárcel (1997), p.26
  7. Vaca de Osma, p.208
  8. García Carcel & Mateo Bretos, p.84
  9. «Henry Kamen». El Mundo. 21 de agosto de 2001. 
  10. Vaca de Osma (2004)
  11. Arturo Pérez-Reverte (4 de septiembre de 2005). «La Historia, la sangría y el jabugo». XLSemanal. 
  12. Hendrik Henrichs (septiembre de 2006). «Un holandés «distinto»: Johan Brouwer y la historia de España». Revista de Occidente (304). 
  13. Ernesto Sabato (2 de enero de 1991). «Ni leyenda negra ni leyenda blanca». El País (304). 
  14. Alvar, p.7
  15. Maltby, p.7
  16. Arnoldsson, p.11 ss.
  17. Arroyo, F. (8 de octubre de 2005). «El precio de la 'venganza catalana'». El País. 
  18. Arnoldsson, p.77-79
  19. Arnoldsson, p.27 ss.
  20. Arnoldsson, p.52
  21. Arnoldsson, p.53
  22. Arnoldsson, p.53 ss.
  23. Arnoldsson, p.59 ss.
  24. Arnoldsson, p.104 ss.
  25. Arnoldsson, p.117 ss.
  26. Arnoldsson, p.117 ss.
  27. Lutero: op. cit., Tischr., III, p.382, N° 3533 a (14—31 de enero de 1537); V, p.284, N° 5635 a (12 de mayo de 1544): op. cit. Arnoldsson (1960).
  28. Arnoldsson, p.132
  29. Arnoldsson, p.123 ss.; Kamen, p.305 ss.
  30. Hauffen: op.cit., en: Euphorion, IX, pág. 650, nota2: op. cit. Arnoldsson (1960)
  31. a b Powell, p.50 ss.
  32. García Cárcel, p.71-72
  33. García Cárcel, p.73 ss.
  34. a b Maltby, p.12 ss.
  35. García Cárcel (1997), p.228
  36. García Cárcel (1997), p.293
  37. Pérez, p.89 ss.
  38. Kamen, p.307; Peters, p.133-134; Pérez, p.96-97; Arnoldsson, p.131-132
  39. Peters, p.124 ss.; Pérez, p.94-95
  40. Foxe, John (1570). «The execrable Inquisition of Spayne». Book of Martyrs. 
  41. Peters, p.124 ss.
  42. Pérez, p.96
  43. a b c Pérez, p.99
  44. Pérez, p.53 ss.
  45. Pérez, p.57 ss.
  46. Pérez, p.62-63; Maltby, p50.
  47. García Cárcel (1997), p.68
  48. Pérez, p.60 ss.
  49. García Cárcel (1997), p.69
  50. Pérez, p.65 ss.
  51. Peters, p.199; Pérez, p.69 ss.
  52. Pérez, p.85 ss.
  53. Maltby, p.44

Temas relacionados

Bibliografía

Enlaces externos