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|enlaceautor= La Nación (Argentina)
|título= Benito Quinquela Martín, El maestro del dolor
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|año= 2006
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== Enlaces externos ==
== Enlaces externos ==

Revisión del 22:07 13 jul 2010

Benito Quinquela Martín

Benito Quinquela Martín pintando un cuadro en el barrio porteño de La Boca, hacia 1925.
Información personal
Nacimiento 1 de marzo de 1890 Ver y modificar los datos en Wikidata
La Boca (Argentina) o Buenos Aires (Argentina) Ver y modificar los datos en Wikidata
Fallecimiento 28 de enero de 1977 Ver y modificar los datos en Wikidata (86 años)
Buenos Aires (Argentina) Ver y modificar los datos en Wikidata
Sepultura Cementerio de la Chacarita Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad Argentina
Información profesional
Área Pintura, grabado, muralismo
Movimientos Neorealismo, arte social

Benito Quinquela Martín (1 de marzo de 1890; 28 de enero de 1977) fue un pintor argentino nacido en La Boca, Buenos Aires. Quinquela Martín es considerado el pintor de puertos -por excelencia- y es uno de los más populares pintores argentinos. Sus pinturas portuarias muestran la actividad, vigor y rudeza de la vida diaria en la portuaria La Boca.

Trayectoria

No ha podido determinarse con certeza su nacimiento porque fue abandonado el 20 de marzo de 1890 en la Casa de los Expósitos, un orfanato con una nota que decía "Este niño ha sido bautizado con el nombre de Benito Juan Martín". Se encontraba con ropas de buena calidad. Por su forma física, se dedujo que habría nacido 20 días antes; por lo que se fijó aquella fecha para su cumpleaños.[1]​ Hay otras versiones que afirman que esta nota nunca existió y que fueron las autoridades del orfanato quienes tomaron carta en el asunto. Lo que si es cierto es que la madre biológica nunca se presento para reclamarlo, dejo en el bebe como recuerdo un pañuelo cortado en diagonal adornado con una flor bordada. Podría haberse quedado con la otra mitad para intentar encontrarlo en alguna oportunidad cosa que nunca sucedió y nunca se encontró la otra mitad.[2]

Sus primeros siete años los vivió en un asilo de San Isidro, el artista tenía escasos recuerdos de esa época y aparecía en su memoria como desdibujada y nebulosa. Vivió entre los delantales grises y hábitos negros de las Hermanas de Caridad careciendo de figuras paternas en una edad crítica para la formación psiquica. Fue una infancia triste y solitaria donde prevaleció el encierro. Su carácter no se vió alterado por estos hechos, siempre fue alegre y compasivo y sus actitudes eran agradables. A pesar de todo el asilo era amplio y limpio, la comida nunca faltaba.[2]

La familia Chinchella

Con seis años, fue adoptado por Manuel Chinchella y Justina Molina, y él adoptó el apellido de su padrastro (que luego sería fonetizado como "suena" en el italiano, al castellano como Quinquela). “Mi vieja me conquistó en seguida –dicta Quinquela en su autobiografía recogida por Andrés Muñoz y publicada en 1963– y desde el primer momento encontró en mí un hijo y un aliado”.

Manuel, oriundo de Nervi, Italia, era un italiano de costumbres antiguas y que nunca se hubiese imaginado que iba a terminar educando a un artista plástico. Era robusto, de una gran fuerza muscular que había llegado a Argentina para mejorar su situación económica. Vivió un tiempo en Olavarría, por eso se lo apodó "El gaucho de Olavarría") y en ese momento vivía en La Boca y trabajaba descargando carbón en el puerto.

Una tarde de trabajo se cruzó con Juana, que sería su esposa, proveniente de Entre Ríos, de quien se enamoro a primera vista. Justina Molina tenía sangre india, venía de Gualeguaychú y era analfabeta, lo cual no le impedía atender la carbonería en el barrio porteño de la Boca con perfecta eficiencia: se acordaba mejor que nadie del estado de cuentas de cada cliente. Previamente había trabajado como sirvienta y en una fonda de la calle Pedro de Mendoza (donde hoy se encuentra el Museo Escuela Pedro de Mendoza donado por el pintor). Ese trabajo lo dejó porque a Manuel no le convencía la idea de que se ganara la vida sirviendo e instalaron juntos una carbonería en la calle Irala al 1500. Manuel Chinchella era un forzudo italiano que redondeaba los ingresos de la carbonería con trabajos en el puerto, donde cargaba de a dos las bolsas de 60 kg.

Justina no podía quedar embarazada pese a que ambos deseaban un hijo. Tomaron la decisión de adoptar uno y el 16 de noviembre de 1897 fueron a la Casa Cuna en busca de un varón crecidito que pudiera colaborar en la carbonería. Benito en ese momento tenía entre seis y ocho años, no se sabe exactamente la edad. El trato de su madre fue tierno sin escatimar en los abrazos mientras que el trato del padre con el niño era un poco distante, de ruda ternura, pero cada tanto una caricia cuando el padre llegaba del puerto le tiznaba la cara al "purrete" (niño).[3]​ Mientrás el padre trabajaba, la madre y el niño atendían la carbonería y hacían los quehaceres domésticos.[4]

Benito Quinquela Martín en su taller.

Ese mismo año comenzó su educación primaria en la escuela Berrutti de Australia al 1081, su maestra fue Margarita Erlin quien le enseño los conocimientos elementales: leer, escribir y nociones de matemáticas. Curso hasta tercer grado, la situación económica no dio para más y debió trabajar con el padre. Según Manuel los conocimientos adquiridos le permitían no ser estafado.

Entablo amistad con los mellizos García, conocidos por pendencieros pero inteligentes y capaces, ayudaron a Benito en sus tareas y cuando supieron que abandonaba sus estudios le enseñaron los conocimientos callejeros, a usar la honda, a tirar piedras con puntería certera y a robar alambres de las cercas para usarlos en defensa propia. En ese entonces se armaban peleas barriales, los de Barracas (descendientes de españoles) contra los de La Boca (italianos).[5]

En 1904 la familia se muda a la calle Magallanes 970, una zona donde era popular la militancia social y la política parecía ser el camino para construir un futuro mejor. Nacían los sindicatos, los gremios y los centros educativos. Benito comenzó a participar de la campaña de Alfredo Palacios, candidato a diputado socialista. Aunque era menor de edad lo que aprendió en esos años de trabajo lo inclinaban hacia ese sector político. Colaboró repartiendo volantes y manifiestos izquierdistas y pegando carteles. Esa elección la ganó Palacios y Benito aprendió a luchar por lo que uno quiere, que la participación tiene su rédito.[6]

Pero las cosas empeorarían al año siguiente en la parte económica y su padre pensó que si podía trabajar en política también lo podría hacer en el puerto. Su tarea era subir barco por barco con una bolsa vacía, llenarla con carbón hasta la parada de los compradores en los diques de Vuelta de Rocha. La paga era de cincuenta centavos cada veinticinco bolsas y el agregado de agudos dolores de espalda. Se destaco por su voluntad de hierro pese a su contextura física, era flaco, menudo, huesudo pero con una voluntad de hierro. Trabajaba desde las siete hasta las diecinueve horas. Lo apodaron "el mosquito" por el contraste entre su físico y la velocidad del trabajo.[7]

Sus comienzos como pintor

Había empezado a dibujar inspirado en las escenas y colores que observó en el puerto, usaba técnicas intuitivas dado que ignoraba los más elementales conocimientos de dibujo, eran rudimentarios, torpes utilizando carbón y lienzos de madera como elemento de trabajo que posteriormente eliminaba para evitar las bromas de sus compañeros.[7]

A los 14 iba a una escuela nocturna de pintura en la Sociedad Unión de La Boca, un centro cultural vecinal donde se reunían estudiantes y obreros para conversar. En esa academia se enseñaba casi de todo, desde música y canto, economía hogareña y otros cursos prácticos, mientras de día trabajaba en la carbonería familiar. Su maestro fue Alfredo Lazzari, pintor quien le dió sus primeros conocimientos técnicos sobre el arte. Como práctica le daba yesos donde reproducía dibujos en claroscuro y realizaron excursiones a la Isla Maciel los domingos por la tarde para entrenarse con el dibujo de las escena al natural. Continuo hasta los veintiún años con el curso. Con 17 años entra al Conservatorio Pezzini Stiatessi, donde estudia hasta 1920.[8]​ En esa academia conoció a Juan de Dios Filiberto y otros colegas con quienes se relacionaría durante toda su vida. Como este ambiente era muy distinto al que estaba acostumbrado, lleno de carbón y alejado de los libros intentó incorporar todo el conocimiento de golpe, después del trabajo iba a alguna biblioteca para intentar cubrir la carencia de educación formal. De toda la literatura que leyó la que más le impactó fue El arte del escritor Augusto Rodin, fue la que le despertó su vocación. En ese texto Rodin dice que que el arte debe ser sencillo y natural para el artista, la obra que requiere esfuerzo no es personal ni valedera, conviene más pintar el propio ambiente que "quemarse las pestañas persiguiendo motivos ajenos", de esas enseñanzas Quinquela extrajó: "Pinta tu aldea y pintaras el mundo", nunca se apartó de este dicho. Su aldea sería el barrio de La Boca, sus vecinos y el puerto. Asistió además las tertulias que se realizaban en la peluquería de Nuncio Nuciforo en Olavarría al 500, donde se conversaba de política, de cultura, de técnicas pictóricas y otros temas, se compartían lecturas y sus preocupaciones.[8]

En 1909 se enfermó de tuberculosis, en esa época la enfermedad causaba muertes. Sus padres lo mandaron a la casa de su tío, en Villa Dolores, Córdoba para que se cure con el aire serrano. Fueron seis meses de reposo que no solo le sirvieron para curarse sino también para relacionarse con otro pintor, Walter de Navazio, exponente de la pintura romántica que dibujaba los sauces y algarrobos que adornaban el paisaje. Pero este ambiente le hizo reforzar su idea de retratar solamente su propio mundo, el paisaje cordobés no lo inspiraba tanto como el puerto.

De regreso a su hogar, ya con la idea firme de continuar con su obra, monto un taller en los altos de la carbonería, donde recibió la visita de Montero, Stagnaro y la de Juan de Dios Filiberto que además fue modelo vivo. Más tarde además de visitantes se convirtieron en inquilinos del lugar. Esta situación, los óleos sobre el lugar, el constante paso de gente y las discusiones hasta altas horas de la madrugada dejo sorprendidos a los Chinchella. Además Benito usaba huesos humanos para estudiar su anatomía y se difundió el rumor que en el taller habitaban los fantasmas de los "dueños" de los esqueletos, se exageraba tanto que un día un amigo llevo todos los restos óseos al cementerio. Todo esto no contaba con la simpatía de Don Manuel, el padre, ni los fantasmas, ni los jóvenes ni la pintura. Y mucho menos que su hijo fuera un artista porque descuidaba su trabajo en el puerto. Un día a raíz de las fuertes discusiones y a pesar de que su madre lo apoyaba Benito abandono el hogar familiar, aunque siguió trabajando en el puerto para mantenerse le dedico más horas a la pintura debiendo alimentarse de mate y galletas marineras

Su vida fue a partir de entonces muy parecida al vagabundeo, un tiempo vivió en la Isla Maciel donde se relaciono con ladrones y malandra lo que no lo incomodó. Llego a conocer una escuela de punguismo con base en esa zona y le ofrecieron ser parte de ella pero no le intereso la idea. Pinto muchas telas con imágenes del lugar y aprendió mucho de los punguistas, que además del robo disimulado tenían una serie de códigos de honor y hermandad que le interesó. Todos estos saberes abrieron su mente e hicieron más rica su pintura.

Monto sus talleres en distintos lugares, desde altillos hasta barcos (tuvo uno en el "Hercules", un navío anclado en el cementerio de embarcaciones de Vuelta de Rocha), sin embargo no duraría mucho con estas mudanzas, los ruegos de su madre de que regresara porque no vivía tranquila más el consejo que le dió: "Si no te gusta el carbón, búscate un empleo del gobierno" lo hicieron retornar al hogar y conseguir un empleo como ordenanza en la Oficina de Muestras y Encomiendas de la Aduana en la Dársena Sur. Su nuevo empleo consistía en limpiar ventanas y cebar mate lo que le dejaba tiempo libre para pintar. Trabajo allí hasta que le solicitaron tareas de mensajero y traslado de caudales. Presento su renuncia indeclinable temeroso de lo que podía pasar si le robaban una encomienda, sabía mucho de punguismo.

A los pocos meses, en el año 1910, se presento en una exposición, una muestra de todos los alumnos del taller de Lazzari en la Sociedad Ligur de Socorro Mutuo de La Boca con motivo del veinticinco aniversario de esta sociedad. Participaron Santiago Stagnaro, Arturo Maresca, Vicente Vento y Leónidas Magnolo todos ellos principiantes y aficionados. Era el debut de Quinquela que expuso cinco obras: el óleo Vista de Venecia, dos dibujos realizados a pluma Vista de Venecia y dos paisajes confeccionados con témpera. Estas obras, que no se conservan actualmente excepto los dibujos en pluma y no es posible recuperarla, eran algo torpe, no tenía la habilidad suficiente en sus manos aún adquirida.

Benito deseaba crecer y sabía que debía mejorar su técnica para lograrlo, el maestro Pompeyo Boggio le enseño técnicas de dibujo natural. Junto a el estudiaron con Boggio Adolfo Bellocq, Guillermo Facio Hébecquer, José Arato y Abraham Vigo, todos ellos se inspiraban en los problemas sociales del país según afirma el crítico Jorge López Anaya. Formaron el denominado "Grupo de los Cinco" o "Artistas del Pueblo". También escribieron artículos en el diario La Montaña de Leopoldo Lugones.

Ninguno de estos pintores eran aceptados en el Salón Nacional, la principal galería que tenía la ciudad y quedaban dando vueltas en galerías menores. A partir de una idea de no se sabe quien crearon el Primer Salón de los Recusados dedicados a los artistas no admitidos en el Salón Nacional. Fue creado en la avenida Corrientes 655 en un local cedido por la Cooperativa Artística. Allí Benito expuso Quinta en la Isla Maciel y Rincón del Arroyo Maciel, obtuvo críticas divididas, positiva del diario La Nación y de Crítica y negativa considerada un desacato por parte de los jóvenes pintores por el diario La Prensa, el semanario Fray Mocho y José Gabriel de la revista Nosotros. Lo significante es que la prensa, mal o bien, se había empezado a fijar en sus trabajos.

Se anoto como profesor de Dibujo en la escuela Fray Justo Santa María de Oro, dependiente del Consejo General de Educación. En horario vespertino los obreros adultos concurrían a completar sus estudios secundarios. Quinquela les enseñaba los secretos del dibujo ornamental con el fin de aplicar el arte a la industria. La idea concebida junto al maestro Santiago Stagnaro era acercar el arte a la clase obrera.

Muere a los 87 años, el 28 de enero de 1977.

Calle caminito, obra colectiva de Quinquela Martín.

Fue el inventor de la calle "Caminito", una vía de ferrocarril abandonada que él quiso transformar en museo al aire libre para favorecer a los artistas y artesanos del barrio en los años de la década de 1950, y que con el tiempo, su éxito fue tal que ahora pareciera que siempre estuvo ahí Quinquela es un procer artistico.

Nota en Fray Mocho

La revista Fray Mocho le dedica una nota publicada en abril de 1916 que habla exclusivamente de el, redactada por Ernesto Marchese titulada "El carbonero" donde el autor expresa su admiración por su obra.

Este artículo lo termino de decidirse por el cambio de oficio: de pintor a carbonero y además lo ayudo a conseguir su primer cliente, el inmigrante español Dámaso Arce radicado en Olavarría, Buenos Aires que le escribió alentado por la publicación. La obra se tituló Preparativos de salida y fue entregada por el pintor en persona a su comprador que se acercó hasta el puerto. Allí conversaron y el español se intereso por la vida de Benito dado que el mismo había adoptado chicos huérfanos porque era incapaz de tener hijos propios. Y tras conocer este caso se cree que adopto quince chicos con el objetivo de descubrir otro talento artístico, no llegaron tan lejos pero el último de los nenes estudio pintura y atendió la colección de pintura de su padre que llegaría a ser el Museo Hispanoamericano de Arte de Olavarría.

Los editores de Caras y Caretas prestaron atención a la publicación y publicaron una copia de uno de sus cuadros, lo que provoco que se sintiera a gusto pintando sin tener que esconder sus útiles bajo la bolsa de carbón. Y su padre al leer la noticia en el diario sintió más respeto por la vocación de su hijo y además decía: "Tenemos a un gran artista en casa, lo he leído en los diarios".

Nuevas amistades

Benito se encontraba en el puerto con Facio Hécquecquer, un pintor con ideas afines sobre el arte. Sostenían que la pintura aprendida en la escuela no es la que está incorporada en el alma y el mensaje transmitido es más importante que la técnica. Ellos junto a otros colegas fundaron Artistas del Pueblo" con la idea de incentivar el descubrimiento del arte entre personas de recursos insuficientes que no podían concurrir a institutos privados.

Con Hécquecequer pintaron en la nueva casa ubicada en Magallanes 887, a donde Benito se fue a vivir con su familia. Además siguió colaborando en las tareas domésticas y con el trabajo del carbón de su padre, aunque la mayor cantidad de horas se la dedicaba a la pintura, generalmente con su nuevo amigo.

Hécquecequer le presento además a Pío Collivadino, director de la Academia Nacional de Bellas Artes que lo conduciría por el circuito de las grandes galerías y en viajes. Collivadino se asombro con la pintura de Quinquela, sobre todo con los cuadros de La Boca y cuando le comento a su secretario Eduardo Taladrid sobre lo que había visto le contagio la curiosidad de conocer al famoso pintor carbonero.

Cuando el padre de Quinquela vio a Taladrid en la puerta de su casa preguntando por un pintor y al ver que era de buenos modales y bien vestido tardo en comprender que ese pintor era su hijo. Cuando se dio cuenta tomo un palo de escoba, como acostumbraba, y golpeo varias veces el techo diciendo "Benito, te busca un señor de guantes". Benito abrió una escotilla en el techo y bajo por una escalera de mano de madera. Por esta escalera tuvo que subir Taladrid para conocer el estudio del pintor. En este momento nació la amistad entre ambos. A Taladrid le agrado la personalidad humilde, educada a pesar de ser un artista talentoso.

Taladrid le recomendó pintar en telas grandes y financio de su bolsillo la carrera a Quinquela por observar voluntad de trabajo pero falta de recursos económicos. La beca consistió en materiales, telas, pinturas, marcos y una sala de exposición alquilada para realizar su primera muestra individual. A partir de este momento Benito cambio su forma de trabajar, sus técnicas de pintura. Utilizo exclusivamente la espátula y el pincel lo uso para firmar solamente.

A pesar de la beca obtenida que lo llevo a dedicarse firmemente a su labor de pintura fundó junto con sus amigos Facio y Stagnaro la Sociedad Nacional de Artistas Pintores y Escultores con el objetivo de promocionar la actividad cultural y proteger a los autores,

La primera muestra individual de Quinquela la realizó en la Galería Witcomb ubicada en Florida 364 el 4 de noviembre de 1918, dieciocho meses de otorgada la beca y de un trabajo constante, que el lo vivió como una oportunidad de progreso. Fueron expuestas cuarenta y ocho obras, los catálogos se agotaron el primer día. En total se vendieron diez cuadros. Collivadino compró la primer obra y la de mayor precio fue comprada por un señor llamado Francisco Baldino a un valor de mil pesos, un monto muy superior a lo que podía haber ganado Quinquela trabajando en el puerto. Esta vez la prensa se mostró a favor del artista, fue considerado el embajador de La Boca y del puerto.

Primera exposición en el Salón Nacional de las Artes

En el año 1919, después de mucho tiempo de enviar sus obras al Salón Nacional de las Artes, el jurado acepto una de ellas. Había enviado dos obras: Dia de sol en La Boca y Buque en reparaciones pero solamente fue admitida una. Este dictamen enojo tanto a Benito como a Filiberto. Este último propuso presentarse en la exposición armados con cuchillos, robar las telas de ambas pinturas y llevarlas al Salón de los Recusados. Benito aceptó el plan pensando en la publicidad que traería pero al presentarse en el Salón para cometer el hecho se encontraron con las dos obras expuestas. Eduardo Taladrid les había ganado de mano y había convencido a sus influencias de presentar ambos cuadros. Esa fue la entrada de Quinquela al Salón Nacional de las Artes que continuó con los cuadros Rincón del Riachuelo en 1919 y Escena del trabajo, premiado en 1920.

Después de este éxito, Taladrid empezó a organizarle una segunda exposición individual, contando con la ayuda de un artículo del diario La Nación de Julio Navarro Monzó con el cual se presentó en la Sociedad de Beneficiencia de la capital presidida por la señora Inés Dorrego de Unzué. Con estas referencias, la nota y la recomendación de Taladrid, la señora de Unzué se encargó especialmente de conseguir un lugar para la segunda muestra individual de Quinquela. Ese lugar fue el salón del Jockey Club, lugar de reunión de la clase alta porteña.

El día de la exposición se entremezclaron con el público banqueros, terratenientes, industriales y otros miembros de la alta sociedad con carboneros, navegantes y vagos del puerto amigos de Quinquela. Los cuadros se presentaron en marcos de alta calidad, costeados por Taladrid acompañados por una orquesta con piano y violin que interpretaba obras de Schubert, Schumann, Beethoven y Filiberto. A pesar del lujo, Quinquela nunca se olvido de sus amistades y de su barrio.

Chinchella por Quinquela

En italiano, la c con la h se pronuncia k pero en Argentina se pronuncia como el fonema "ch". Para evitar confusiones lo "argentinizo" y lo empezó a escribir como se pronuncia en italiano. Por medio de un abogado realizó el cambio en la Justicia. El trámite tardó en hacerse, cuando consiguió la audiencia con el juez aprovechó para cambiar su nombre: "Benito Juan Martín Chinchella" paso a ser "Benito Quinquela Martín" eliminando el segundo nombre y pasando el tercero al apellido y de esta forma simplificarlo y en que en su país natal nadie se confunda. Aunque cuando viajo a Italia, al ver "Quinquela" escrito lo pronunciaron "Cuincuela".

El debut oficial de su nuevo nombre fue en 1920 con un premio a su tela Escena de trabajo exhibida en el Salón Nacional y en su tercera exposición individual en la galería Witcomb de Mar del Plata donde presentó veinte obras. A esta presentación se le sumo un viaje en avión a esa ciudad, su primer vuelo. Desde la ventanilla pintó las nubes vistas desde arriba. No se conoce el paradero actual de ese cuadro.

En esa ciudad balnearia pinto las vistas de la playa y disfruto del dinero que obtuvo por esa exposición y que invirtió para alquilar su primer taller que fue solamente suyo en la calle Almirante Brown.

Viajes realizados por el artista

En 1921, ya con treinta y un años, empezó una serie de viajes por el mundo y que se extendieron por diez años. Empezó por Brasil, donde su amigo Taladrid fue nombrado representante internacional de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes en la ciudad de Río de Janeiro para incentivar el intercambio cultural entre ambos países. En ese entonces el pintor que mejor representaba al espíritu argentino era Quinquela. Se mudó a esa ciudad brasilera por seis meses donde pinto los paisajes autóctonos. Según sus propias palabras en Río de Janeiro no había tantos pintores porque el cuadro natural era tan hermoso y perfecto que no podía copiarse y mucho menos mejorarse.

La razón por la que fueron seis los meses es que el salón donde pensaba exponer estaba ocupado por los reyes de Bélgica primero y por la muestra anual de arte brasilero después. Taladrid se ocupó de mantenerlo. El 8 de noviembre de 1921 se realizó la muestra en la Escuela de Bellas Artes (patrocinado por la Sociedad Estímulo de Bellas Artes), contó con la presencia del presidente Pessoa que fue invitado por Quinquela en una audiencia privada en la sede presidencial. La comitiva presidencial estaba compuesta por el Ministro de Relaciones Exteriores, doctor Acevedo Márquez y otras personalidades cariocas de la política y la cultura. Uno de los cuadros vendidos se exhibe en el Palacio de Guanabra, sede presidencial.

A su regreso su triunfo como artista fue celebrado en La Boca por sus vecinos que lo sintieron como un éxito propio. Cambió nuevamente de taller, junto a Manuel Victorica y Fortunato Lacámera alquilaron uno amplio en la calle Pedro de Mendoza 2087, esquina Coronel Salvadores con vista al Puente Avellaneda y además lo convirtió en su casa abandonando definitivamente su hogar paterno. La razón fue que debía pintar día y noche para preparar una exposición en Europa

El presidente Marcelo T. de Alvear le dió un cargó de diplomático en el Consulado Argentino por un sueldo de trescientos pesos mensuales y pasajes gratis. Viajó en el vapor "Infanta Isabel" con destino a Barcelona y de allí a Madrid donde conoció a Eduardo Schaffino, diplomático, pintor y crítico de arte. En su trabajo debió cumplir con seis horas diarias laborales tomando huellas digitales y atendiendo solicitudes de pasaporte. En el resto del día libre visitó cafés y bares locales intentando conocer gente para montar su nueva exposición. Conoció a Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina con quien visitó el Museo del Prado por segunda vez (ya lo había hecho antes pero se perdió ante la gran cantidad de obras exhibidas).

Además buscó en Madrid una sala de arte para realizar su exhibición, uso los contactos que había conseguido y finalmente escogió el Círculo de Bellas Artes de la calle de Alcalá. El 20 de abril de 1923 exhibió veinte telas de su producción. Fueron veinte días de exposición, visitada por todos los personajes de la aristocracia española y los argentinos residentes en ese país con excepción del cónsul Schiaffino que se había peleado con Quinquela a raíz de una discusión sobre la escritura del catálogo de su exposición. Ayudo a la exposición el interés del rey Alfonso XII que lo había recibido previamente en su palacio y había quedado sorprendido por la humildad, simpatía y carisma del pintor. Además la Infanta Isabel se acercó a conocerlo y lo invito a su residencia donde compartieron la hora del té conversando sobre la Argentina y España. Los resultados de esta exposición fueron dos cuadros comprados por el Museo de Arte Moderno de Madrid, Buque en reparación y A pleno sol, y coleccionistas particulares compraron otras telas. La crítica elogio el trabajo y el Círculo de Bellas Artes ofreció un banquete en su honor. Además se le ofreció una condecoración por ser el primer argentino que figuraba en el Museo de Arte Moderno, pero él se negó por sentirse ante todo pintor de La Boca y por no sentirse preparado por su condición de artista de barrio y carbonero según sus propias palabras.

A su regreso, postergado por más de un año, todo el país lo recibió con alegría. Trajo consigo el dinero suficiente para comprar la casa que sus padres utilizaban de carbonería, era alquilada y el negocio estaba en quiebra, y cerrarla. Ya los padres podían descansar tranquilos porque su hijo de podía ocupar de su futuro. Benito conservo su taller pero volvió a vivir en la casa paternal, ahora propia y retomo su ritmo de trabajo intensivo. Tenía que reunir material para presentar una exposición en la Sociedad Amigos del Arte de Buenos Aires.

Esta exposición contó con la presencia del presidente Alvear que era también coleccionista de arte y había sentido las opiniones de la prensa argentina y la española. Al conocer personalmente a Quinquela se hicieron amigos. En esa exposición, realizada el 6 de noviembre de 1924, el Ministerio de Marina adquirió la obra Día de sol en el Riachuelo siendo la primera en ingresar a un establecimiento militar argentino.

Su nuevo amigo, el presidente Alvear le aconsejó exhibir las obras en París, en ese momento considerada la Meca del arte. Allí empezó a planear su segundo viaje a Europa, previamente encerrarse una temporada en su taller para preparar las telas. Tuvo todo listo en noviembre de 1925 y se embarcó en el vapor "Massilia", quince años más tarde este navío traería la Argentina a los intelectuales españoles exiliados.

Una vez en Francia se contactó con Charles Bourdelle y Filippo Tommasso Marinetti entre otras personalidades del arte y la cultura de ese país. Fue rápidamente aceptado además como un dibujante de culto y realizó varios dibujos siguiendo el estilo onírico introspectivo que proponía la corriente vigente en ese momento, estos trabajos no fueron tomados en serio por Quinquela, se paseaba entre los pintores como un observador entremezclado, los consideraba innecesariamente extravagantes, más tarde le diría a Andrés Muñóz:

...Como tenía curiosidad de conocer de cerca a esos proselitistas del futurismo, escuela que todavía gozaba entonces de cierta boga, me hice pasar entre ellos por futurista. Les hacía dibujos raros y ellos los consideraban estupendos,[...] Como no se sentían capaces de seguir las huellas de los grandes maestros de la pintura, ni de crear la propia, se refugiaban en la extravagancia"

Expuso sus trabajos en la galería Charpentier de París, la muestra se inauguró en noviembre de 1925 y contó con la presencia de 24700 visitantes. Camille Mauclair, reconocido crítico de arte redactó el catálogo. Una de sus obras Tormenta en el astillero paso a ser parte de la colección del Museo de Luxemburgo y se exhibio en el Museo Jeu de Pomme. A excepción de Crepúsculo todo el resto de las pinturas permanecieron en Francia.

Antes de regresar a su país natal, la cancillería francesa dio una cena en su homenaje, donde concurrieron los personajes más selectos de la aristocracia local. Consistió en un banquete cuyo cubierto costó 60 francos por cubierto, valor que los amigos que Quinquela había conocido durante su estadía no podían pagar, por lo tanto el pintor organizó un segundo banquete a un costo de 6 francos por cubierto adonde si asistieron todos los futuristas que el pintor no quería dejar de lado a pesar de que los consideraba algo raros.

Otra vez de vuelta en el país y en su casa se reunió con el presidente Alvear que le preguntó todos los detalles del viaje y a pesar de su investidura cuando tenía ratos libre visitaba su estudio sin reparos de sentarse en el suelo o mancharse con pintura. Además siguió recibiendo la visita de todos sus colegas y artistas varios que fue conociendo durante su vida. Al ver tanta gente reunida en las celebraciones de bienvenida se armar un espacio para la creación, la discusión y la libertad de pensamiento.

Este proyecto que nació en junio 1925 se llamó la "Peña del Café Tortoni" donde se realizaron las actividades de la Sociedad de Artes y Letras de la cual Quinquela formó parte de su comisión directiva. Se realizaron conciertos, conferencias, exposiciones y recitales además de auspiciar todas las expresiones de arte popular. Se leyó poesía, se estudio el tango en presencia de reconocidos artistas locales y de la región incluyendo a Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Carlos Marchal y Juan de Dios Filiberto entre otros.

Le faltaba visitar Estados Unidos para completar la gira, lo hizo en 1927 viajando en el vapor American Legion. A su llegada conquisto el amor de una mujer sin saber ni una palabra del inglés y ayudado por traductores y el lenguaje de la pintura. Se trató de Georgette Blandi una escultora viuda apasionada del arte y poseedora de un gran poder adquisitivo. Además fue su madrina artística durante la gira, se ocupo de todo lo necesario para su exposición en Nueva York que se llevo a cabo en la Anderson Galleries en marzo de 1928 con treinta óleos.

La temática fue la clásica, el paisaje portuario pero esta vez se le agrego escenas de fundición y carga de hornos con visiones impresionistas del fuego. El público no se presento enseguida pero lo fue haciendo a medida que aparecieron las críticas favorables de la prensa local. En total fueron vendidas cinco obras: Dia de sol y Día gris en La Boca que pasaron a ser parte de la colección del Metropolitan Museum y Sol de mañana comprada por H.O, Havemayer, coleccionista privado. Este último cuadro carecía de la firma del pintor por una omisión de su parte, lo firmo delante del comprador y en este acto le entrego mil dólares adicionales.

Además el magnate de apellido Farrel, dedicado a la industria metalúrgica le encargo decorar con murales todos sus establecimientos metalúrgicos, un trabajo que demandó tiempo pero la oferta de medio millón de pesos argentinos era satisfactoria. Sin embargo Quinquela se consideraba el pintor de La Boca y del puerto, este motivo lo llevo a rechazar la oferta valiéndose del argumento de que "La Argentina necesita de artistas, y en consecuencia, considero que mi trabajo pertenece a mi país. Por lo demás, en Estados Unidos hay muchos pintores muy buenos, que tienen más derecho que yo a decorar sus fábricas"

La visita termino como las anteriores, con un banquete en su homenaje. Esta vez el mitín incluyo la visita del conde de Rivero, director del Diario de la Marina que lo invito a exponer sus obras en los salones que el periódico poseía en La Habana. Quinquela acepto porque esta exposición no demandaría tiempo ni búsqueda de salón, ya estaba todo incluido. Fueron expuestas veintiséis obras vendiéndose dos: Contraluz que la compro el conde y Niebla en el puerto por el doctor Felipe Camacho.

Antes de retornar se despidió en Nueva York de sus nuevos conocidos y de Georgette, que ya había atrapado su corazón a tal punto que en su testamento le dejo una suma de cien mil dólares que por cuestiones burocráticas de Estados Unidos nunca pudo cobrar. Además siempre la recordó como una mujer y artista de grandes cualidades.

A su regreso lo estaba esperando el presidente Alvear con otro agasajo realizado en la Sociedad Verdi de La Boca al que asistieron funcionarios y personalidades de la cultura. Hubo música, desfiles callejeros y la presencia de los bomberos voluntarios de La Boca para garantizar la seguridad. Esa noche Quinquela tuvo la certeza de que obro correctamente cuando rechazo la oferta del señor Farrel. Además su amigo el presidente de la República compró la obra Puente de La Boca para obsequiárselo al príncipe de Gales.

Termino la celebración y comenzó los preparativos para exponer en Italia e Inglaterra además de dos pinturas que se colocaron en el Teatro Regina.

Referencias

  1. La Nación, pag. 10
  2. a b La Nación, pag. 12
  3. La Nación, pag. 13
  4. La Nación, pag. 15
  5. La Nación, pag. 17
  6. La Nación, pag. 20
  7. a b La Nación, pag. 21
  8. a b La Nación, pag. 22

Bibliografía

Enlaces externos