Archivo General de Simancas

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Castillo de Simancas, edificio que alberga el archivo.

El Archivo General de Simancas (también conocido por sus siglas, AGS) es un archivo ubicado en la localidad vallisoletana de Simancas. Se trata del primer archivo oficial de la corona castellana, dado que fue fundado en 1540.[1]​ Ubicado en el Castillo de Simancas, desde su fundación se ha convertido en uno de los ejes centrales de la Península Ibérica en lo que se refiere a conservación y custodia de documentos.

La evolución cronológica del archivo ha estado marcada por el devenir de la corona de Castilla. Uno de los principales hitos se produjo en 1588 cuando Felipe II de España otorgó la Instrucción para el Gobierno del Archivo de Simancas, un documento clave para entender la gestión tanto de este archivo como de otros de la península.[2]​ Por otro lado, los momentos de pujanza o de retraimiento de la monarquía castellana quedaron reflejados en el archivo en forma de llegada de documentos o carestía de recursos. También los daños sufridos durante la Guerra de la Independencia Española tuvieron importantes repercusiones en lo que hoy es el archivo.[3][4]

En la actualidad, el AGS es una institución cultural dependiente del Ministerio de Educación, Política Social y Deporte de España.[5]​ En su interior se desarrollan no sólo tareas de conservación y catalogación de los documentos que alberga, sino que además es un museo y un lugar en el que se puede investigar a partir de sus fondos. Éstos son muy extensos y se organizan en casi treinta secciones.[6]

Concepto y simbolismo

El Archivo de Simancas fue el primer archivo oficial de la Corona de Castilla, y existe como tal desde 1540, aproximadamente dos siglos después de que la corona aragonesa tuviese el suyo.[1]​ Este llamativo retraso ha sido objeto de reflexión para los historiadores que han estudiado el devenir histórico de la institución. En efecto, han sido varias las explicaciones propuestas: desde el nomadismo de la corte y la guerra con los moros hasta las luchas intestinas entre los Trastámara.[7]

Es innegable que un Estado del siglo XVI como la corona castellana, que pretendía sumarse a los nuevos tiempos de modernidad tras el Medievo, necesitaba rodearse de un aparato burocrático perfectamente articulado, y en ese sentido la figura del archivo fue crucial.[8]​ Por lo que supone un archivo, desde el primer momento se planteó, sin todavía concretar el lugar, que estuviese emplazado en una fortaleza, por mera cuestión de seguridad a la hora de custodiar los documentos que iba produciendo el aparato estatal.[9]

El hecho de que se fundase de manera tardía tiene una cierta connotación negativa por el retraso que implica respecto a otras potencias europeas, pero también positiva, pues si se pudo fundar fue porque el contexto sociopolítico lo permitía, las instituciones estaban asentadas y producían documentos que necesitaban ser guardados en algún lugar.[10]

Desde el primer momento y hasta tiempos recientes el AGS no fue destinado a tareas de índole cultural,[11]​ pues sólo respondía a una necesidad expresa de un sitio para conservar los documentos. En esa línea, un archivo centralizado es un punto de apoyo para el buen gobierno de un monarca, pues en él se hallan físicamente los documentos que legitiman su mandato.[12]

Con el paso del tiempo, la fundación del Archivo de Simancas se ha encumbrado a la categoría de "hito de la archivística española".[13]​ En cierto sentido lo fue, pues tras varios intentos allí se concretó la idea de establecer un archivo oficial en Castilla. Además, éste se dotó casi cinco décadas después (en 1588) de un reglamento pionero en cuanto al funcionamiento del archivo.[2]

Emplazamiento: el Castillo de Simancas

Vista del río Pisuerga, en Simancas.

El archivo se emplazó en Simancas, una localidad agrícola a 10 kilómetros de Valladolid.[14]​ El lugar no se escogió por azar, sino que se eligió un lugar fortificado y fácilmente defendible.[15]

La villa de Simancas cobró importancia en el marco del periodo de la reconquista en primer término, aunque su posición geoestratégica entre León y Castilla le confería un papel relevante en la política peninsular. No obstante, tras la conquista de Toledo y su territorio en 1085, la villa perdió importancia, y en el siglo XIII no era más que una de las muchas ciudades del alfoz vallisoletano.[16]​ Sin embargo, pronto dejó de formar parte de la jurisdicción de Valladolid, pues en 1465 el rey Enrique IV de Castilla recompensó a la ciudad de Simancas por permanecer fiel a la causa real en el marco de las disputas entre dicho rey y Alfonso XII.[17]​ Así, entre los siglos XV y XVII se viven los "años dorados" de Simancas, en los cuales se enmarca el establecimiento del archivo oficial de Castilla.[18]

Atendiendo a la ya citada búsqueda de seguridad, no es de extrañar que el emplazamiento para la institución fuese una fortaleza que, hasta 1917, la historiografía moderna y contemporánea fechaba en época de la reconquista. Empero, Francisco Rodríguez Marín publicó dicho año un documento en el cual, aparte de otros datos históricos, se dice que la fortaleza de Simancas había sido tomada por el almirante Don Fadrique en tiempos de Enrique IV para posteriormente ser derruida y reconstruida por su hijo, el almirante Don Alonso Enríquez.[19]​ De este modo, la fecha en la que se enmarca la construcción de la fortaleza está entre los años 1467 y 1480, siempre atendiendo al documento publicado por Rodríguez Marín.[20]

El castillo está tan sumamente reformado que es casi imposible saber cómo era en origen. Desde que los Reyes Católicos tomaron posesión de la fortaleza en 1490, se han hecho todo tipo de modificaciones, desde las diferentes alturas que construyó Felipe II hasta las múltiples reformas llevadas a cabo para adecuar el edificio al archivo.[21]

Hay un sinfín de factores que se pueden calificar como influyentes a la hora de que se eligiese el castillo de Simancas, entre los cuales se pueden destacar dos:

  • Una de las causas que hicieron que se eligiese esta fortaleza fue que, tras avanzar las fronteras de los territorios cristianos hacia territorios meridionales, se encontraba sin una función específica en tiempos de paz. Eso provocó que tuviese otros usos, desde ser un depósito de armas hasta actuar como prisión estatal, faceta que se desempeñaría simultáneamente con la de archivo.[22]
  • Por otro lado, fue importante la influencia de Francisco de los Cobos, Comendador Mayor de León, que como miembro del entorno de Carlos I de España ejerció toda su influencia de cara a que se fijase allí.[23]

Desde la fundación del Archivo de Simancas se produjeron todo tipo de obras de cara a su acondicionamiento y ampliación. Dado que el lugar estaba concebido para custodiar documentos y no para la investigación, la decoración fue pensada para inspirar temor.[24]

Por último, el castillo no era un lugar pensado para albergar un archivo, lo cual hace que existan algunos inconvenientes que han preocupado a los archiveros a lo largo de la historia. El más importante de ellos es el riesgo de incendios, un quebradero de cabeza arquetípico para cualquier director del archivo. Por un lado, el hecho de que el archivo compartiese espacio con una cárcel incrementaba el riesgo de que los libros se redujesen a cenizas. Además, al ser una fortaleza, el edificio fue un objetivo de primer orden en el desarrollo de los conflictos armados, lo cual causó estragos en los fondos de la institución en momentos concretos como la Guerra de Independencia de España, entre 1808 y 1814.[25]

En ese sentido, las voces críticas respecto a la ubicación no han faltado a lo largo del siglo XX y XXI, pues las propuestas de traslado de los documentos de Simancas son ciertamente frecuentes. Una de las voces que con más fuerza se presentan en esta línea es la de González Amezúa, que propone un traslado completo al Archivo Histórico Nacional de Madrid.[26]

Historia

Precedentes y fundación

Firma del Rey Carlos I.

A pesar del retraso respecto a otras monarquías europeas a la hora de establecer un archivo oficial centralizado, la Corona de Castilla no está exenta de intentos de llevar a cabo tal cometido. De este modo, la historiografía tradicional trata de buscar precedentes o puntos de partida para la archivística española. La idea más extendida es que Juan II de Castilla y Enrique IV de Castilla mandaron recoger algunos documentos de cara a reunirlos en un lugar preciso, algo que no se concretó pero que se utiliza como ejemplo de precedente. Otro apunte en esta misma línea, aunque poco riguroso desde el punto de vista de las fuentes escritas, es la posibilidad de que existiese un archivo en Burgos a comienzos del siglo XVI destruido por los comuneros, aunque es una opinión poco probable.[9][27]

El precedente más claro está en Fernando el Católico que en 1519 trató de organizar su propio archivo que encargó realizar al bachiller Diego Salmerón pero que nunca se llegó a llevar a término. De hecho, ese mismo año murió el bachiller y sus sucesores en el cargo, los licenciados Galindo y Acuña, nada hicieron sobre el encargo recibido.[28]

La fundación exacta de la institución simanquina responde al año 1540. En ese año, Carlos I de España estableció, en una cédula que se conserva en Bruselas, la creación de un archivo oficial de la Corona de Castilla en el castillo de Simancas.[29]​ En el momento de su fundación, el archivo compartió edificio con una cárcel, pero a pesar de ello la determinación por hacer un gran archivo centralizado era clara y desde 1542-43 hay constancia de que se llevaron a cabo obras para acondicionar el edificio, al tiempo que se recibían las primeras remesas de documentos.[30]

Siglo XVI

El Archivo General de Simancas nace en el siglo XVI. Entre los primeros documentos que llegaron al castillo se hallan los pertenecientes a la mota de Medina del Campo, en la cual algunos quieren ver otro precedente a Simancas.[31]

En 1545 se nombró el primer tenedor del archivo, el licenciado Antonio Catalán, y en este momento ya se puede hablar del archivo instituido como tal y no ya como un proyecto. La gestión del licenciado Catalán fue breve, pues duró apenas dos años en el cargo. No obstante, por la documentación conservada se sabe que este bienio fue fructífero en cuanto a la recuperación de documentos, pues entre 1545 y 1546 se emiten varias cédulas solicitando la recepción de documentos por toda Castilla.[32]

En 1547 falleció el primer tenedor del archivo, lugar que fue ocupado por el licenciado Diego Briviesca de Muñatones. Su labor al frente del archivo no fue todo lo provechosa que cabía esperar, ya que tardó un año en tomar posesión del cargo y delegó prácticamente todas sus funciones en su hermano y de los once años que estuvo al frente de Simancas, sólo tres residió en España. En 1559 renunció para irse a hacer carrera en Indias.[33]

Este mandato dio paso a unos años en los que el trabajo en el archivo fue anormal e improductivo. Para reconducir la situación, en 1561 Felipe II dobló el cargo de tenedor, dividiéndolo en un entendido en leyes y un entendido en letras, nombrando respectivamente al licenciado Sanci y a Diego de Ayala, a los cuales se unió en la gestión del archivo Tomás Bretón, alcaide de la fortaleza.[34]​ Pero esta situación fue breve, pues en 1566 falleció Sancti, y el alcaide fue apartado por cuestiones políticas, quedando tan sólo Diego de Ayala recopilando el archivo.[35]

El mandato ejercido por de Ayala fue amplio y se puede dividir para su estudio en dos etapas:

  • 1563-1574: ordena y cataloga el archivo.
  • 1574 en adelante: ampliaciones constantes de cara a engrandecerlo.

Respecto a la primera fase hasta 1564 existen pocas noticias,[36]​ con sólo algunos datos concretos, como el de que en 1572 Diego de Ayala viajó a Madrid para recoger unos documentos entre los que se encontraban cincuenta y tres arcas con papeles relacionados con las Indias.[37]​ Sus primeros esfuerzos estuvieron dedicados a convertir el archivo en una institución eficiente, por lo que fue haciéndose con salas del castillo que hasta entonces pertenecían a la cárcel.[38]

Respecto al edificio, Juan de Herrera participó en las obras de remodelación y acondicionamiento, dando proporciones al patio y participando en el desarrollo de toda la remodelación.[39]​ Las obras siempre se compaginaron con la labor de recogida de documentos. En estos años el archivo gozó de la colaboración de grandes figuras de la cultura del momento. Así, el historiador Jerónimo Zurita recogió documentos para el archivo durante 1567,[40]​ haciendo otro tanto el licenciado Rosales en 1568.[41]

La segunda etapa viene marcada por las protestas que Diego de Ayala efectuó respecto a que el archivo compartiese edificio con una cárcel, algo que a su juicio incrementaba el riesgo de incendios de manera notable.[42]​ Por otro lado, en esta etapa se trató de engrandecer el AGS todo lo posible, algo que planteó, especialmente desde 1588, problemas económicos serios.[43]​ Así, se vivieron algunos momentos contradictorios, como cuando Felipe II visitó el archivo en 1592 y sugirió toda suerte de reformas para las cuales luego apenas hizo aportaciones económicas.[44]​ De hecho, a pesar de la ingeniería financiera de Diego de Ayala, en ocasiones no hubo dinero para pagar ni a los ayudantes del archivo ni a los obreros de las remodelaciones.[45]

Dentro de esta segunda etapa, es imprescindible hablar de que en 1588 se produce un hito de la archivística española: la Instrucción que Felipe II da para el Gobierno del Archivo de Simancas.[46]​ Este documento trató de sistematizar los procedimientos a la hora de recoger documentos, conservarlos, describirlos y difundirlos, por lo que la historiografía dedicada a Simancas siempre lo ha planteado como un texto clave para entender no sólo el funcionamiento de este archivo en concreto, sino que también se ha presentado como un procedimiento paradigmático e influyente en la posterior archivística hispana.[2]

En 1593 murió Diego de Ayala, cuando ya se sabía prácticamente en bancarrota. A pesar de que sus últimos años estuvieron marcados por los quebraderos de cabeza que le proporcionaban los asuntos económicos y por sus problemas de salud, en dicho periodo se recopilaron muchos documentos, muchos de ellos de gran valor.[47]

Siglo XVII

Real Cédula de 16 de septiembre de 1600 emitida por el Consejo de Guerra que se conserva en el archivo.

Tras la muerte de Diego de Ayala, la dirección del archivo pasó a su hijo, Antonio de Ayala Manuel, que conocía las funciones del mismo perfectamente por haber sustituido a su padre en periodos en los que éste estaba enfermo. Estuvo en el cargo entre 1594 y 1610, y entre otros trabajos realizados, dotó al archivo de más personal que creció notablemente.[48]

La llegada de documentos se siguió intercalando con las reformas, y también con las solicitudes de investigadores deseosos de conocer los documentos de Simancas, como Pedro de Valencia, algo que no se concedía frecuentemente.[49]

Desde este momento y en los siglos venideros, se observa una tendencia en cuanto a los documentos que llegan: salvo grandes textos, la mayoría de los envíos se corresponden a papeles de los ministerios donde se amontonaban en cajones, y que, habiendo perdido actualidad y tratando de recuperar sitio, se envían a Simancas.[50]

Poco más hay que destacar del mandato del hijo de Diego de Ayala, pues este murió repentinamente en 1610. A partir de aquí hay un periodo tumultuoso, cuya principal característica son los mandatos cortos de los archiveros, ya que, desde Juan Gallo que ni siquiera tomó posesión del cargo hasta Diego de Isla que estuvo dos años en el cargo, no hubo una cabeza visible estable hasta Diego de Cepeda, que estuvo desde 1617 hasta 1630.[51]​ Es interesante que ya en este periodo se reconociera que el mandato de Diego de Ayala fue totalmente productivo para el archivo.

Durante la etapa de Diego de Cepeda, Francisco y Antonio de Hoyos -padre e hijo- interfirieron en su gestión. La historiografía posterior ha sido muy crítica con ellos, pues se dedicaron a hacer listas de documentos sin ningún tipo de análisis.[47]​ En cualquier caso, este periodo no es más que una etapa de transición, destinada a esperar a que Juan de Ayala Tello cumpliese la mayoría de edad.[52]

El heredero del clan De Ayala estuvo en el cargo desde 1630 hasta 1656, y aunque al principio todo apuntaba a que sería una nueva época dorada -era joven y tenía experiencia- no supo rodearse de un buen equipo. Los problemas con su hermano Diego, al cual eligió como parte de su equipo, y la Instrucción de Felipe IV de 1633 mediante la cual ordenaba seguir el método de trabajo de Antonio de Hoyos, mermaron su papel al frente de la institución. De hecho, se le obligó a hacer un informe anual sobre la marcha del archivo.[52]

Felipe IV autorizó al Conde-Duque de Olivares a crear su propio archivo, algo que influyó negativamente en Simancas. De hecho, el conjunto general de la época de Juan de Ayala siempre se ha visto con connotaciones negativas para el archivo.[53]​ Aun así, aunque se jubiló en 1656, en 1640 nombró a su hijo Juan para sucederle en el cargo, aunque éste lo ocupó tan sólo dos años.[54]

La segunda mitad del siglo XVII está marcada por Pedro de Ayala, otro miembro de la familia que dirigió la institución entre 1659 y 1698. A su llegada se encontró un archivo sin dotación financiera, con las obras paradas y con todo tipo de legajos sin inventariar, por lo que la primera década de su gestión estuvo dedicada casi por completo a la búsqueda de recursos económicos.[55]

Tanto es así que en 1670 amenazó con dimitir, y sólo tras muchos viajes y solicitudes consiguió nada menos que treinta mil ducados para obras, las cuales pudo llevar a cabo hasta 1675.[56]​ Mientras, entraban en el archivo todo tipo de documentos, siendo 61 cajones de la Secretaría del Consejo de Guerra y Estado los más destacables.

Pedro de Ayala falleció en 1698, designando como sucesor a su primogénito Francisco Antonio de Ayala.[57]​ Con el cambio de siglo no se cambiaría la tendencia de que los historiadores de toda la época moderna no tenían acceso al Archivo de Simancas para investigar salvo casos muy concretos.[58]

Siglo XVIII

La primera mitad del siglo XVIII estuvo marcada por el mandato de Francisco Antonio de Ayala, que dirigió Simancas entre 1698 y 1743. Con él se inaugura una característica que se mantendrá hasta 1818: casi toda la plantilla del archivo pertenecería a la familia de Ayala, incluyendo todo tipo de cargos.[59]​ En este periodo se vivió la visita de Felipe V, que en 1710 quiso conocer Simancas.

Fue un mandato con luces -ingresaron muchos documentos relacionados con los últimos Austrias- y sombras -se vino abajo una de las torres de la fortaleza, y hubo que destinar muchos recursos a obras de urgencia-.[60]​ En esta época se registra la entrada de documentos de gran importancia, como el testamento de Carlos II o la renuncia de Felipe V a la corona francesa.[61]

Cuando Francisco Antonio de Ayala falleció en 1743 fue sucedido por su hijo Manuel Santiago de Ayala Gallo, que dirigió el archivo entre ese año y 1772. En este momento, investigadores como Ascensio de Morales pudieron trabajar en el archivo.[62]​ Lo importante de la presencia de ese tipo de personalidades es que gracias a ellos se sabe, por sus descripciones a la hora de trabajar, cómo era el proceso que se había de seguir para poder investigar en Simancas.[63]

En este momento llegaron documentos excepcionales, como el Concordato de 1753. También se vivieron momentos complicados, como la reparación general del edificio de 1749 motivada por las humedades que amenazaban seriamente que pudiera mantenerse en pie.[64]​ El castillo se resintió también en 1755 por el terremoto de Lisboa.[65]

En 1772 murió Manuel Santiago de Ayala Gallo, siendo sucedido por su hijo de tan sólo siete años -se nombró un coordinador hasta que alcanzase la mayoría de edad-, Manuel de la Cruz Ayala y Rosales, el cual estuvo en el cargo hasta 1811, ya entrado el siglo XIX.[66]​ No obstante, en el siglo XVIII aún ocurrirían cosas reseñables, como la visita en 1773 del Conde de Floridablanca, o el traslado en 1785 de todos los documentos de Indias -uno de los puntos fuertes de los fondos de Simancas- al archivo que se decidió crear en Sevilla.[67]​ Hay constancia de que en 1791 Gaspar Melchor de Jovellanos visitó el archivo y criticó lo poco trabajador que era su personal.[68]

Siglo XIX

Real Orden de 20 de junio de 1816 en la que se manda a Tomás González a Valladolid a recibir 146 cajones pertenecientes al AGS. Estos cajones retornan de Bayona, donde habían ido a parar por orden de Napoleón durante la invasión francesa.

El nuevo siglo estuvo marcado fundamentalmente por el impacto negativo sobre el archivo que tuvo la Guerra de Independencia.[3]​ Durante todo el conflicto, hubo soldados franceses viviendo en la parte del edificio en el que se encontraba el archivo, algo que no sólo paralizó su actividad por completo sino que produjo toda suerte de problemas. Además, en 1811 murió Manuel de la Cruz, poniendo fin a la estirpe de archiveros de la familia De Ayala.[69]

Cuando en 1817 se hizo un informe oficial, los años en los que hubo guarnición francesa en el archivo fueron calificados de "calamitosos".[70]​ En ellos se incendió la cocina, se trasladaron documentos de un lugar a otro, se destruyeron algunos...[71]

Parte de los documentos se llevaron a Francia debido a que Napoleón quería hacer en París un gran archivo europeo centralizado y previamente había saqueado archivos en Alemania, Austria e Italia. Así, el general Kellerman se encargó de trasladar algunos documentos a Bayona y a París.[72]​ No obstante, salvo algunos relacionados con la política exterior en común de España y Francia, la mayoría volvieron tras la caída de Napoleón.[73]

Para tratar de reconducir la institución se nombró a Tomás González como nuevo director del Archivo de Simancas. A partir de aquí, salvo algunas excepciones como las remesas de documentos llegadas en 1852 -fueron las últimas en hacerlo-,[74]​ el archivo ve su labor totalmente reconducida, pasando a ser un archivo cerrado.

Lo cierto es que Fernando VII organizó el envío de varias remesas de documentos al archivo, aunque no por convicciones culturales ni de conservación, sino para desligar a sus ministros de la información contenida en los escritos.[75]​ Además, también visitó el archivo a lo largo de su mandato en más de una ocasión.[76]

Por otro lado, gracias a la Real Orden de 24 de abril de 1844, el archivo se abrió, al menos en líneas generales, a la investigación e historiadores como Manuel Danvila o Cánovas del Castillo pudieron trabajar en él.[77]​ Quedaron pero exceptuados los documentos relacionados con la vida de los reyes.[78]

A partir de este momento la archivística española se desarrolló de manera oficial, creándose en 1858 el Cuerpo Facultativo de Archiveros y reorientándose la vida del archivo hacia labores de catalogación y difusión.[79]​ En ese sentido también se produce, en 1877, la musealización del archivo, colocándose las primeras vitrinas de exposición de documentos.[80]

Entre los hechos más destacables de la segunda mitad del XIX están la visita del rey Alfonso XII en 1878, la dirección de Claudio Pérez Gredilla en la última década de la centuria y la llegada del teléfono en 1894.[80]

Siglos XX y XXI

Durante los siglos XX y XXI se experimentaron mejoras notables en las instalaciones, de cara a mejorar la labor de los investigadores.[81]​ La exposición de documentos creció permanentemente, hasta ser considerado en la práctica un aspecto más del archivo.[82]

Por otro lado, tanto la Guerra Civil Española como el régimen franquista no fueron todo lo nocivos que cabía esperar para el archivo. En cuanto al primer conflicto, Valladolid pasó rápidamente a la zona sublevada, por lo que no se perdieron documentos ni se peleó en el lugar. En cuanto al franquismo, la institución se conservó sin más, sin ningún tipo de purgas documentales.[4]

A pesar de todas las mejoras y comodidades inherentes a la Edad Contemporánea respecto a las precedentes, la incomodidad para los investigadores fue la tónica general durante el siglo XX. González Amezúa describió la única posada de Simancas como un lugar ruin e inhóspito.[83]

El Archivo de Simancas tiene desde este período la consideración de una institución cultural, en la que la conservación de documentos vive de la mano con la investigación y la musealización del edificio, todo ello dependiendo del Ministerio de Educación, Política Social y Deporte de España.[5]

Secciones y fondos

La organización del archivo responde fundamentalmente al proceso histórico que se ha descrito. Al ser una institución que se nutre fundamentalmente de documentos administrativos, sus fondos y las secciones en las que se organiza responden a esta trayectoria.[84]

Las secciones sensu stricto del archivo son casi treinta, pero De la Plaza Bores propone una organización en ocho grupos:[6]

  • Patronato Real: se trata de una colección organizada por Diego de Ayala entre 1564 y 1567.
  • Secretarías del Consejo de Estado (siglos XV-XVII) y Correspondencia Diplomática del siglo XVIII.
  • Secretarías de los Consejos de Flandes, Italia y Portugal (siglos XVI-XVII).
  • Secretarías y Escribanías del Consejo y de la Cámara de Castilla (siglos XV-XVII).
  • Registro del Sello de Corte (1475-1689).
  • Casa Real-Obras y Bosques (siglos XV-XVII).
  • Secretarías del Consejo de Guerra (siglos XV-XVII) y Secretarías del Despacho de Guerra (siglo XVIII) y del Despacho de la Marina (siglo XVIII).
  • Hacienda: forma más de la mitad del archivo, y en él se incluyen:
    • Secretarías y Escribanías del Consejo de Hacienda (siglos XV-XVII)
    • Contaduría Mayor de Hacienda (siglos XV-XVIII)
    • Dirección General de Rentas (siglos XVIII)
    • Etcétera.

Referencias

  1. a b DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 23.
  2. a b c RODRÍGUEZ DE DIEGO, José Luís, Instrucción para el gobierno..., p. 11.
  3. a b DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 68.
  4. a b DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 86.
  5. a b MARTÍNEZ GARCÍA, Luís, El archivo de Simancas..., p. 77.
  6. a b Dicha clasificación puede verse con más profundidad en DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 91-375.
  7. El erudito del siglo XVIII Santiago Agustín Riol ya se refiere a este tema en 1726.
  8. RODRÍGUEZ DE DIEGO, José Luís, Instrucción para el gobierno..., p. 32.
  9. a b DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 24.
  10. RODRÍGUEZ DE DIEGO, José Luís, Instrucción para el gobierno..., p. 36.
  11. MARTÍNEZ GARCÍA, Luís, El archivo de Simancas..., p. 78.
  12. MARTÍNEZ GARCÍA, Luís, El archivo de Simancas..., p. 101.
  13. RODRÍGUEZ DE DIEGO, José Luís, Instrucción para el gobierno..., p. 12.
  14. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 7.
  15. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 9.
  16. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 10.
  17. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 11.
  18. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 12.
  19. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 15.
  20. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 16.
  21. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 18.
  22. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 19.
  23. GONZÁLEZ AMEZÚA, Agustín, El Archivo General de..., p. 13.
  24. MARTÍNEZ GARCÍA, Luís, El archivo de Simancas..., p. 82.
  25. GONZÁLEZ AMEZÚA, Agustín, El Archivo General de..., p. 21.
  26. GONZÁLEZ AMEZÚA, Agustín, El Archivo General de..., p. 22.
  27. Para saber más sobre los diferentes intentos de fundar archivos en Castilla, ver RODRÍGUEZ DE DIEGO, José Luís, Instrucción para el gobierno..., p. 25-30.
  28. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 25.
  29. RODRÍGUEZ DE DIEGO, José Luís, Instrucción para el gobierno..., p. 30.
  30. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 26.
  31. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 27.
  32. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 28.
  33. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 29.
  34. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 30.
  35. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 31.
  36. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 32.
  37. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 34.
  38. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 35.
  39. Para saber más sobre el papel que Herrera llevó a cabo en este proceso, consultar DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 36-37.
  40. RODRÍGUEZ DE DIEGO, José Luís, Instrucción para el gobierno..., p. 40.
  41. RODRÍGUEZ DE DIEGO, José Luís, Instrucción para el gobierno..., p. 41.
  42. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 40.
  43. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 41.
  44. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 42.
  45. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 43.
  46. El texto completo de la misma, así como un facsímil, puede consultarse en RODRÍGUEZ DE DIEGO, José Luís, Instrucción para el gobierno....
  47. a b DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 44. Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; el nombre «plaza44» está definido varias veces con contenidos diferentes
  48. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 46.
  49. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 47.
  50. GONZÁLEZ AMEZÚA, Agustín, El Archivo General de..., p. 15.
  51. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 49.
  52. a b DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 51.
  53. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 52.
  54. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 53.
  55. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 54.
  56. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 55.
  57. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 56.
  58. GONZÁLEZ AMEZÚA, Agustín, El Archivo General de..., p. 16.
  59. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 57.
  60. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 58.
  61. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 59.
  62. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 60.
  63. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 61.
  64. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 62.
  65. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 63.
  66. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 64.
  67. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 65.
  68. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 67.
  69. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 69.
  70. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 70.
  71. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 71.
  72. GONZÁLEZ AMEZÚA, Agustín, El Archivo General de..., p. 16.
  73. GONZÁLEZ AMEZÚA, Agustín, El Archivo General de..., p. 17.
  74. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 75.
  75. MARTÍNEZ GARCÍA, Luís, El archivo de Simancas..., p. 106.
  76. MARTÍNEZ GARCÍA, Luís, El archivo de Simancas..., p. 108.
  77. GONZÁLEZ AMEZÚA, Agustín, El Archivo General de..., p. 19.
  78. GONZÁLEZ AMEZÚA, Agustín, El Archivo General de..., p. 18.
  79. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 76.
  80. a b DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 79.
  81. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 81.
  82. DE LA PLAZA BORES, Ángel, Guía del Investigador..., p. 82.
  83. GONZÁLEZ AMEZÚA, Agustín, El Archivo General de..., p. 23.
  84. Para saber más de la organización de los fondos documentales del archivo, consultar http://www.mcu.es/archivos/MC/AGS/FondosDocumentales.html.

Bibliografía

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