Sacro Imperio Romano Germánico

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Esta página versa sobre el imperio germánico. Para el antiguo imperio con capital en Roma, véase Imperio Romano.

El Sacro Imperio Romano Germánico (en alemán: Heiliges Römisches Reich; o Sacrum Romanum Imperium en latín) fue la unión política de un conglomerado de estados de Europa Central, que se mantuvo desde la Edad Media hasta finales de la época moderna. Nacido de la parte oriental de las tres en que se repartió el reino franco en 843 (Tratado de Verdún), el sacro imperio fue la entidad predominante de centroeuropa durante casi un milenio, hasta su disolución en 1806 por Napoleón I. En el siglo XVIII, comprendía la mayor parte de la actual Alemania, la República Checa, Austria, Liechtenstein, Eslovenia, Bélgica, y Luxemburgo, así como grandes áreas de la actual Polonia y una porción de los Países Bajos. Con anterioridad, habían formado parte del mismo los Países Bajos y Suiza, y zonas de Francia e Italia.

La denominación del Sacro Imperio varió enormemente a lo largo de los siglos. En 1034 se utilizaba la fórmula Imperio Romano para referirse a las tierras bajo dominio de Conrado II y no fue hasta 1157, durante el reinado de Federico I Barbarroja, que se empezó a usar el término Sacro Imperio. Por otro lado, el uso del término Emperador Romano hacía referencia a los gobernadores de las tierras europeas del norte y comenzó a usarse con Otón II (emperador entre 973 y 983). Los emperadores anteriores, desde Carlomagno (muerto en 814) hasta Otón I el Grande (emperador entre 962 y 973), habían utilizado simplemente el título de Imperator Augustus ("Emperador Augusto"). El término Sacro Imperio Romano comienza a ser utilizado a partir de 1254; y el término Sacro Imperio Romano Germánico data del 1512, después de muchas variaciones en los últimos años del siglo XV.

Escudo de armas de los emperadores del Sacro Imperio Germánico.

Carácter del Reich

Archivo:Electoral princes.png
Los príncipes electores del Sacro Imperio Germánico. De Bildatlas der Deutschen Geschichte, por Dr Paul Knötel (1895).

El Sacro Imperio, es una institución única en la historia mundial y por tanto difícil de comprender.

  • Nunca fue un estado nación. A pesar del carácter germánico de la mayor parte de sus gobernantes y habitantes, desde sus inicios el Sacro Imperio estuvo constituido por diversos pueblos. Una parte importante de su nobleza y de los cargos electos procedía de fuera de la comunidad germano-hablante. En su apogeo, el imperio englobaba la mayor parte de las actuales Alemania, Austria, Suiza, Liechtenstein, Bélgica, los Países Bajos, Luxemburgo, República Checa, Eslovenia, así como el este de Francia, norte de Italia y oeste de Polonia. Y con ellos sus idiomas, que comprendían no sólo el alemán y sus muchos dialectos y variantes, sino las lenguas eslavas, y las que más tarde conformarían los modernos francés e italiano. Además, su división entre territorios gobernados por numerosos príncipes seculares y eclesiásticos, obispos, condes, caballeros imperiales y ciudades libres hacían de él, al menos en la época moderna, un territorio mucho menos cohesionado que los emergentes estados modernos que tenía a su alrededor.
  • No obstante, durante la mayor parte de su existencia, fue algo más que una mera confederación. El concepto de Reich no sólo implicaba el gobierno de un territorio específico, sino que tenía fuertes connotaciones religiosas (de ahí el prefijo sacro). Hasta 1508, los reyes alemanes no eran considerados como emperadores del Reich hasta que el Papa, vicario de Cristo en la tierra, les hubiese coronado formalmente como tales.

El Reich podría describirse quizás mejor como una conjunción entre un estado y una confederación de carácter religioso.

Estructura e instituciones

Desde la Alta Edad Media el Reich se caracterizó por la peculiar coexistencia entre el imperio y los duques de los territorios locales, en constante pugna por arrebatarle el poder. En contraposición a los gobernantes de la Francia occidentalis, que más tarde se convertiría en Francia, el emperador nunca consiguió obtener el control directo sobre los estados que oficialmente regentaba. De hecho, desde sus inicios se vio obligado a garantizar más y más poderes a los duques y sus territorios. Dicho proceso empezaría en el siglo XII, concluyendo en gran medida con la paz de Westfalia (1648).

Oficialmente, el Reich se componía del rey, que había de ser coronado emperador por el papa (hasta 1508), y los Reichsstände (Estados imperiales).

Rey de Alemania

Corona del Sacro Imperio (2ª mitad del siglo X), conservada actualmente en la Schatzkammer de Viena.

La coronación papal de Carlomagno como emperador de los romanos en 800 constituyó el ejemplo que siguieron los posteriores reyes; y fue la actuación de Carlomagno defediendo al papa frente a la rebelión de los habitantes de Roma, lo que inició la noción del emperador como protector de la iglesia.

Convertirse en emperador requería acceder previamente al título de rey de los alemanes (Deutscher König). Desde tiempos inmemoriales, los reyes alemanes habían sido designados por elección, en el siglo IX era elegido entre los líderes de las cinco tribus más importantes (Francos, Sajones, Bávaros, Suabos y Turíngios), posteriormente entre los duques laicos y religiosos del reino, reduciéndose finalmente a los llamados Kurfürsten (duques electores). Finalmente el colegio de electores, quedó establecido mediante la Bula de Oro (1356). Inicialmente había siete electores, pero su número fue variando ligeramente a través de los siglos (véase príncipes electores para más detalles).

Hasta 1508, los recién elegidos reyes debían trasladarse a Roma para ser coronados emperadores por el papa. No obstante, habitualmente el proceso se demoraba hasta la resolución de algunos conflictos "crónicos": imponerse en el inestable norte de Italia, resolver disputas pendientes con el patriarca romano...

Las tareas habituales de un soberano: decretar normas, gobernar autónomamente el territorio... fueron siempre, en el caso del emperador, algo súmamente complejo. Su poder estaba fuertemente restringido por los diversos líderes locales; Desde finales del siglo XV, el Reichstag se estableció como órgano legislativo del imperio, una complicada asamblea que se reunía a petición del emperador, sin una periodicidad establecida y en cada ocasión en una nueva sede. Sólo tras 1663 el Reichstag se transformó en una asamblea permanente; véase Reichstag (institución) para más detalles.

Estados Imperiales

Una entidad era considerada como un Reichsstand (estado imperial) si, conforme a las leyes feudales, no tenía más autoridad por encima que la del emperador del Sacro Imperio Romano Germano. Entre dichos estados se contaban:

  • Territorios gobernados por un príncipe o duque, y en algunos casos reyes. (a los gobernadores del Sacro Imperio, con la excepción de la corona de Bohemia, no se les permitía ser reyes de territorios dentro del imperio, pero algunos gobernaron reinos fuera del imperio, como fue, durante algún tiempo, el caso del reino de la Gran Bretaña, cuyo rey era también Príncipe elector de Hannover.)
  • Territorios eclesiásticos dirigidos por un obispo o Príncipe-obispo. En el primer caso, el territorio era con frecuencia idéntico al de la diócesis, recayendo en el obispo tanto los poderes mundanos como los eclesiásticos. Un ejemplo, entre muchos otros, podría ser el de Osnabrück. Por su parte, un Príncipe-obispo de notable importancia en el Sacro Imperio era el obispo de Maguncia cuya sede episcopal se encontraba en la catedral de Maguncia.
  • Ciudades libres imperiales

El número de territorios era increíblemente grande, llegando a varios centenares en tiempos de la Paz de Westfalia. No sobrepasando la extensión de muchos de ellos unos pocos kilómetros cuadrados. El imperio en una definición afortunada era descrito como una "alfombra hecha de retales" (Flickenteppich).

Reichstag

El Reichstag era el órgano legislativo del Sacro Imperio Romano Germánico. Se dividía en tres tipos o clases:

  • El Consejo de los electores, que incluía a los electores del Sacro Imperio Romano Germánico.
  • El Consejo de los príncipes, que incluía tanto a laicos como a eclesiásticos.
    • El brazo laico o secular: Príncipes (aquellos con título de príncipe, Gran Duque, Duque, Conde Palatino, Margrave o Landgrave) tenía derecho a voto; algunos tenían varios votos al poseer el gobierno de más de un territorio con derecho a voto. Asimismo, el Consejo incluía cuatro colegios o que agrupaban a Condes o Grafs: Wetterau, Suabia, Franconia, y Westfalia. Cada colegio podía emitir un voto conjunto.
    • El brazo eclesiástico: Arzobispos, algunos abades, y los dos grandes maestres de la orden de los Caballeros Teutones y de los Caballeros Hospitalarios (Orden de San Juan) tenían cada uno de ellos un voto. Varios abades más estaban agrupados en dos colegios: Suabia y Rhin. Cada colegio tenía un voto colectivo.
  • El Consejo de las ciudades imperiales, que incluía representantes de las ciudades imperiales agrupados en dos colegios: Suabia y Rhin, teniendo cada uno un voto colectivo. El Consejo de las ciudades imperiales, no obstante, no era totalmente igual al resto, ya que no tenía derecho de voto en diversas materias como el de la admisión de nuevos territorios.

Cortes imperiales

El Imperio también contaba con dos cortes: la Reichshofrat (también conocida como Consejo Aulico) en la corte del rey/emperador (con posterioridad asentada en Viena), y la Reichskammergericht, establecida mediante la Reforma imperial de 1495.

Cronología

De los Francos del este a la querella de las investiduras

El imperio occidental, tal y como se dividió en el Tratado de Verdún, 843. Del 'Atlas to Freeman's Historical Geography', edited by J.B. Bury, Longmans Green and Co. Third Edition 1903.

Aunque existe una cierta polémica en el plano de las interpretaciones, el año 962 se suele aceptar como el de la fundación del Sacro Imperio. En ese año Otón I el Grande, era coronado emperador, recuperando de manera efectiva una institución desaparecida desde el siglo V en Europa Occidental.

Algunos remontan la recuperación de la institución imperial a Carlomagno y su coronación como emperador de los romanos en 800. Sin embargo, los documentos que generó en vida su corte, no dan un especial valor a dicho título y siguieron utilizando principalmente el de rey de los francos. Aun así en el reino de los francos, se incluían los territorios de las actuales Francia y Alemania, siendo éste el origen de ambos países.

Muchos historiadores consideran que el establecimiento del Imperio, fue un proceso iniciado con la fragmentación del reino franco en el Tratado de Verdún de 843. Mediante este tratado se repartía el reino de Carlomagno entre sus tres hijos. La parte oriental, y base del posterior Sacro Imperio, recayó en Luis el Germánico, cuyos descendientes reinarían hasta la muerte de Luis IV, llamado "el Niño", y que sería su último rey carolingio.

Tras la muerte de Luís IV en 911, los líderes de Alemania, Baviera, Francia y Sajonia todavía eligieron como sucesor a un noble de estirpe franca, Conrado I. Pero una vez muerto, el Reichstag reunido en 919 en la ciudad de Fritzlar designó al conde de Sajonia, Enrique I el Pajarero (919–936). Con la elección de un sajón, se rompían los últimos lazos con el reino de los francos occidentales (todavía gobernados por los carolingios) y en 921, Enrique I se intitulaba rex Francorum orientalum.

Enrique nombró a su hijo Otón como sucesor, quien fue elegido rey en Aquisgrán en 936. Su posterior coronación como emperador Otón I (más tarde llamado "el Grande") en 962 señala un paso importante, ya que desde entonces pasaba a ser el imperio – y no el otro reino franco todavía existente, el reino franco de occidente – quién recibiría la bendición del papa. No obstante, la mayor parte de su autoridad y poder, Otón las consiguió antes de su coronación como emperador, cuando en la Batalla de Lechfeld (955), derrotó a los magiares, con lo que alejó el peligro que este pueblo representaba para los territorios orientales de su reino. Esta victoria fue capital para el reagrupamiento de la legitimidad jerárquica en una superestructura política que estaba disgregándose a la manera feudal desde el siglo anterior

Desde el momento de su celebración, la coronación de Otón fue conocida como la translatio imperii, la transferencia del imperio de los romanos a un nuevo imperio. Los emperadores germanos se consideraban sucesores directos de sus homólogos romanos, motivo por el que se autodenominaron Augustus. Sin embargo, no utilizaron el apelativo de emperadores de los "romanos", probablemente para no entrar en conflicto con los de Constantinopla, que aún ostentaban dicho título. El término imperator Romanorum, sólo llegaría a ser de uso común más tarde, bajo el reinado de Conrado II (1024 a 1039).

Por estas fechas, el reino oriental no era tanto un reino “alemán”, como una “confederación” de las viejas tribus germánicas de los bávaros, alamanes, francos y sajones. El imperio como unión política, probablemente sólo sobrevivió debido a la determinación del rey Enrique y su hijo Otón, quienes a pesar de ser oficialmente elegidos por los líderes de las tribus germánicas, de hecho tenían la capacidad de designar a sus sucesores.

Esta situación cambió tras la muerte de Enrique II en 1024 sin haber dejado descendencia. Conrado II, iniciador de la dinastía sálica, fue elegido rey entonces sólo tras sucesivos debates. Cómo se realizó la elección del rey, parece una complicada combinación de influencia personal, rencillas tribales, herencia y aclamación por parte de aquellos líderes que eventualmente formaban parte del colegio de príncipes electores.

En esta etapa, se empieza a hacer evidente el dualismo entre los “territorios”, por aquel entonces correspondientes a los de las tribus asentadas en los países francos, y el rey/emperador. Cada rey prefería pasar la mayor parte del tiempo en sus territorios de origen. Los sajones, por ejemplo, pasaban la mayor parte del tiempo en los palacios alrededor de las montañas del Harz, sobretodo en Goslar. Estas prácticas solo cambiaron bajo Otón III (Rey en 983, emperador en 996–1002), que empezó a utilizar los obispados de todo el imperio como sedes del gobierno temporal. Además, sus sucesores, Enrique II, Conrado II, y Enrique III, ejercieron un mayor control sobre los duques de los distintos territorios. No es casualidad por tanto, que en este período, cambiase la terminología, apareciendo las primeras menciones como “regnum Teutonicum”.

El funcionamiento del imperio, casi quedó colapsado debido a la Querella de las investiduras, por la que el Papa Gregorio VII promulgó la excomunión del rey Enrique IV (Rey en 1056, emperador en 1084–1106). Aunque el edicto se retiró en 1077, tras el paseo de Canossa, la excomunión tuvo consecuencias de gran alcance. En el intervalo, los duques alemanes, eligieron un segundo rey, Rodolfo de Suabia, a quien Enrique IV, solo pudo derrocar en 1080, tras tres años de guerra. El halo de misticismo de la institución imperial, quedó irremediablemente dañado; el rey alemán había sido humillado y, lo que era más importante, la iglesia se había convertido en un actor independiente dentro del sistema político del imperio.

El imperio bajo los Hohenstaufen

Conrado III llegó al trono en 1138, e inició una nueva dinastía, la de los Hohenstaufen. Con ella el imperio entró en una época de apogeo bajo las condiciónes del Concordato de Worms de 1122. De este periodo cabe destacar la figura de Federico I Barbarroja (rey desde 1152, y emperador en 1155–1190) que sería el primero en rebautizar el imperio como "Sacro imperio", y programaría la instauración de un cuerpo legislativo unificado.

Bajo su reinado tomó fuerza la idea de romanidad del imperio, como modo de proclamar la independencia del emperador respecto a la iglesia. Una asamblea imperial en 1158 en Roncaglia, proclamó de forma explícita los derechos imperiales. Aconsejada por diversos doctores de la emergente facultad de derecho de la Universidad de Bolonia, se inspiraron en el Corpus Iuris Civilis, de donde extrajeron principios como el de princeps legibus solutus ("el príncipe no está sometido a la ley") del Digesto. El hecho de que las leyes romanas, hubieran sido creadas para un sistema totalmente diferente y que que no fuesen adecuadas a la estructura del imperio, era obviamente secundario; la importancia residía en el intento de la corte imperial de establecer una especie de texto constitucional.

Hasta la Querella de las investiduras, los derechos imperiales eran referidos de forma genérica como “regalías”, y no fue hasta la asamblea de Roncaglia, que dichos derechos fueron explicitados. La lista completa incluía derechos de peaje, tarifas, monedaje, impuestos punitivos colectivos, y la investidura (elección y destitución) de los detentores de cargos públicos. Estos derechos buscaban su justificación de forma explícita en el derecho romano, un acto legislativo de profundo calado; al norte de los Alpes, el sistema también estaba ligado al derecho feudal. Barbarroja consiguió así vincular de los tozudos duques germánicos, al concepto de la institución imperial, como ente unificador.

Otro paso constitutivo importante que se realizó en Roncaglia, fue el establecimiento de una nueva paz (Landfrieden) en todo el imperio, un intento de abolir las vendettas privadas entre los duques, al tiempo que se conseguía someter a los subordinados del emperador a un sistema legislativo y jurisdiccional público, encargado de la persecución de los actos delictivos; – una idea que en esos tiempos aún no era universalmente aceptada, y que se asemejaría al concepto moderno del "imperio de la ley".

Para solucionar el problema que suponía que el emperador (tras la Querella de las Investiduras), no pudiese continuar utilizando a la iglesia como parte de su aparato de gobierno, los Staffen cedieron cada vez más territorio a los “ministerialia”, que formalmente eran siervos no libres, de los cuales Federico esperaba fuesen más sumisos que los duques locales. Utilizada inicialmente para situaciones de guerra, esta nueva clase formaría la base de la caballería, otro de los fundamentos del poder imperial.

Otro nuevo concepto de la época, fue la sistemática fundación de ciudades tanto por parte del emperador, como por los duques locales. Este fenómeno justificado por el crecimiento explosivo de la población, también supuso una forma de concentrar el poder económico en lugares estratégicos, teniendo en cuenta que las ciudades ya existentes eran fundamentalmente de origen romano o antiguas sedes episcopales. Entre las ciudades fundadas en el siglo XII se incluyen Friburgo de Brisgovia, modelo económico para muchas otras ciudades posteriores, o Múnich.

El reinado del último de los Staufen, fue en muchos aspectos diferente de los de sus predecesores. Federico II subió al trono de Sicilia, siendo todavía un niño. Mientras en Alemania, el nieto de Barbaroja Felipe de Suabia y el hijo de Enrique el León, Otón IV, le disputaron el título de rey de los alemanes. Después de ser coronado emperador en 1220, se arriesgó a un enfrentamiento con el Papa al reclamar poderes sobre Roma; sorprendentemente para muchos, logró tomar Jerusalén en la Cruzada de 1228 cuando todavía pesaba sobre él la excomunión papal.

A la vez que Federico elevava el ideal imperial a sus más altas cotas, inició también los cambios que llevarían a su desintegración. Por un lado, se concentró en establecer un estado de gran modernidad en Sicilia, en servicios públicos, finanzas o legislación. Pero a la vez, Federico, fue el emperador que cedió mayores poderes ante los duques germanos. Y esto lo hizo mediante la instauración de dos medidas de largo alcance que nunca serían revocadas por el poder central.

En la Confoederatio cum princibus ecclesiasticis de 1220, Federico cedió una serie de regalías a favor de los obispos, entre ellas impuestos, acuñación, jurisdicciones y fortification, y más tarde, en 1232 el Statutem in favorem principum fue fundamentalmente una extensión de esos privilegios al resto de territorios (los no eclesiásticos). Esta última cesión la hizo para acabar con la rebelión de su propio hijo Enrique, y a pesar de que muchos de estos privilegios, ya habían existido con anterioridad, ahora se encontraban garantizados de una forma global, de una vez y para todos los duques alemanes, al permitirles ser los garantes del orden al norte de los Alpes, mientras que Federico se restringía a sus bases en Italia. El documento de 1232 señala el momento en que por primera vez los duques alemanes fueron designados domini terrae, señores de sus tierras, un cambio terminológico muy significativo.

Crisis tras la Reforma

Cuando Martin Lutero inició en 1517 lo que más tarde se conocería como Reforma protestante, muchos duques locales vieron la oportunidad de oponerse al emperador. El imperio se vio fatalmente dividido por las disputas religiosas, con el norte y el este, así como muchas de sus mayores ciudades, como Estrasburgo, Fráncfort y Nuremberg, en el lado protestante, mientras las regiones meridionales y occidentales se mantenían mayoritariamente en el catolicismo. Tras un siglo de disputas el conflicto – junto a otras disputas – derivó en la guerra de los treinta años (1618–1648), que devastaría el imperio. Las potencias extranjeras, incluidas Francia y Suecia, intervinieron en el conflicto, reforzando el poder de los contendientes del imperio, y apoderándose de considerables zonas de territorio imperial.

Después de la Paz de Westfalia

Tras la Paz de Westfalia de 1648, se inició el inicio del declive del imperio. Supuso la pérdida de la mayor parte del poder real del emperador y una mayor autonomía de los trescientos cincuenta estados resultantes, permitiendo incluso la formación de alianzas con otros estados de forma independiente. A todos los efectos, el Sacro Imperio Romano pasó a ser una confederación de estados.

La implosión del imperio

Tras la muerte de Carlos VI (1711-1740) el imperio se vio sacudido por una serie de crisis que pusieron en evidencia su decandencia final. El surgimiento de Prusia bajo el reinado de Federico II el Grande y las sucesivas guerras: Sucesión Austriaca y de los Siete Años, serían las más importantes.

Finalmente, el 6 de agosto, de 1806 el Imperio desaparecía formalmente, cuando su último emperador Francisco II (desde 1804, emperador Francisco I de Austria) renunciaba, tras la derrota militar a manos del ejército francés de Napoleón. Los sucesores de Francisco II continuaron titulándose emperadores de Austria hasta 1918.

Análisis

Se dice que la historia moderna de Alemania está determinada por tres factores principalmente: el Reich, la reforma, y, en su etapa final, la bicefalia entre Austria y Prusia.[1] Muchos han sido los intentos de explicar por qué el Reich nunca llegó a conseguir un poder fuertemente centralizado sobre sus territorios, en contraposición a la vecina Francia. Entre las razones dadas se incluyen:

  • El Reich fue desde sus inicios un ente muy federal: de nuevo en contraposición a Francia, que había sido, en su mayoría, parte del imperio romano, en las partes orientales del reino franco, las tribus germánicas eran mucho más independientes y renuentes a ceder poder a una autoridad central. Todos los intentos de convertir el cargo de rey en hereditario fracasaron, manteniéndose el de monarca como un cargo electivo. Tras ello, cada candidato a la corona debía realizar una serie de promesas a los electores, las llamadas Wahlkapitulationen (capitulaciones electivas), garantizando a los distintos territorios más y más poder a lo largo de los siglos.
  • Debido a sus connotaciones religiosas, el Reich como institución quedó seriamente dañada por las disputas entre el Papa y los reyes de Alemania, en relación a su coronación como emperadores. Nunca estuvo muy claro bajo qué condiciones el Papa debía coronar al emperador, y especialmente cómo el poder universal del emperador dependía del poder del Papa en materias clericales. Frecuentes disputas tuvieron este punto como centro, especialmente a lo largo del siglo XI, con motivo de la querella de las investiduras y el Concordato de Worms en 1122.
  • El hecho de que el sistema feudal del Reich, donde el rey constituía la cúspide de la llamada "pirámide feudal", fuese causa o síntoma, de la debilidad del imperio, no está claro. En todo caso, la obediencia militar, que – conforme a la tradición germana – estaba íntimamente ligada a la concesión de tierras a los vasallos, fue siempre problemática: cuando el Reich tenía que ir a la guerra, las decisiones eran lentas y quebradizas.
  • Hasta el siglo XVI, los intereses económicos del sur y el oeste del imperio diferían notablemente de los de la parte norte, donde estaba asentada la Hansa. Esta estaba más vinculada a Escandinavia y el Báltico que el resto de Alemania.

Tercer Reich alemán

Después de la unificación de Alemania como un estado nación en 1871 (véase Imperio Alemán), el Sacro Imperio Romano Germánico pasó a conocerse como el primer Reich. La Alemania nazi pasó a referirse a sí misma como el Tercer Reich, contando el imperio de 1871 como el segundo, para de ese modo vincularse con un pasado idealizado y presentarse a sí mismo como continuidad de un ente de tradición ancestral.

Bibliografía

  • Heinrich August Winkler, Der lange Weg nach Westen, Vol. 1: Deutsche Geschichte vom Ende des Alten Reiches bis zum Ende der Weimarer Republik, ISBN 3-406-46001-1, p. 5.
  • The Holy Roman Empire by James Bryce ISBN 0333036093

Véase también

Plantilla:Historia de Alemania

Historia de Austria
Babenberg
Habsburgo
Sacro Imperio Romano Germánico
Imperio austríaco
Imperio Austrohúngaro
Austria Alemana
I República
Austrofascismo
Anschluss y Ostmark
Austria ocupada
II República
Cronologías
Imperio austrohúngaro

Enlaces externos