Batalla de Zama

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Plantilla:Batalla

La Batalla de Zama, 19 de octubre de 202 adC, representó el desenlace de la Segunda Guerra Púnica. En ella se enfrentaron el general cartaginés Aníbal Barca contra el joven Publio Cornelio Escipión "el Africano" en las llanuras de Zama.

Antecedentes

Año 210 adC. Con el ejército de Aníbal Barca aún merodeando por el sur de Italia, el joven Publio Cornelio Escipión es elegido como comandante de las fuerzas romanas en Hispania. La elección fue sorprendente, dada su juventud e inexperiencia en tema de relaciones públicas - no tan extraña, sin embargo, dado que las ideas de Escipión sobre cómo conducir la guerra contra Cartago reflejaban el clamor del pueblo que pedía acción. (Quinto Fabio Máximo aún mantenía la teoría de aburrir a Aníbal hasta la muerte; hastiado por la pasividad, el cartaginés regresaría a casa. En cierto modo, funcionó).

Unos años después, el que fuera hijo de un cónsul de la Primera Guerra Púnica había demostrado ser un estratega excepcional, tras una victoria sobre Asdrúbal en Baecula y otra victoria, tácticamente perfecta, en la batalla de Ilipa. El año 205 adC fue nombrado cónsul mientras se oponía directamente a Fabio y su estrategia pasiva. Escipión propuso sacar a Aníbal de Italia de la única forma posible: llevando la guerra directamente a Cartago.

A estos efectos, y a pesar de la oposición de algunos senadores, le fue asignado el mando de Sicilia y sus dos legiones, principalmente remanentes y veteranos del fiasco de Cannas. Tras reforzar su ejército consular con nuevos reclutas, zarpó hacia el Norte de África donde derrotó a los cartagineses por tierra y mar, en una serie de rápidas maniobras. Esto obligó a los púnicos a negociar la paz.

Mientras tanto, el ejército de Magón - destinado a reforzar las tropas de Aníbal - había sido destruido en Liguria, inutilizando así la "estrategia italiana" del general. Aníbal regresó ante las demandas de la capital, y los ahora envalentonados cartagineses rompieron el tratado de paz con una serie de acciones que los romanos atribuyeron a la naturaleza "traicionera" de los púnicos.

Sin embargo, el ejército de Aníbal no se encontraba en su mejor momento. El apoyo político-militar romano en el conflicto por el trono númida había facilitado a Escipión los servicios de Masinisa, nuevo rey de Numidia (algo que le daría acceso a la excelente caballería ligera númida). Conocedor de estos hechos, Aníbal confió en poder presentar batalla a Escipión antes de que pudiera reunirse con su aliado. Para reforzar su diezmada caballería, que incluía aproximadamente 2.000 jinetes númidas liderados por Tiqueo[1]​, amigo de Sifax, Aníbal entrenó rápidamente un cuerpo de ochenta elefantes de guerra.

Con ambos generales listos para presentar batalla, el choque terminaría produciéndose en Zama, cerca del pueblo de Naraggara.

No obstante, antes de la batalla el cartaginés se entrevistó con Escipión para buscar un final pactado a la guerra, en vista de las imprevisibles consecuencias de la batalla. La propuesta fue rechazada por Escipión, quien pedía la rendición incondicional de Cartago.

La batalla

Disposición de los ejércitos.

Parece que Aníbal, sabedor de su inferioridad en tropas montadas, confió la responsabilidad de la victoria en su infantería. A ese fin, esperaba que ocurrieran una de dos cosas: o bien que sus elefantes dispersaran a la caballería romana, o que ésta persiguiera a los diezmados jinetes cartagineses fuera del campo de batalla, permitiendo que la infantería de Aníbal se enfrentara a las legiones cuerpo a cuerpo.

Disposición inicial

Anibal formó a sus 37.000 infantes (50.000 según Apiano) en tres líneas, 3.000 jinetes a los flancos y alrededor de 80 elefantes[2]​ en el frente. Este número de elefantes es mucho mayor que el que normalmente utilizaba Aníbal. Escipión formó alrededor de 20.000 legionarios, más 14.000 auxiliares, que incluían 6.000 númidas traídos por Masinisa[3]​, 2.700 equites y 4.000 jinetes númidas.

Los cartagineses, formaron 3 unidades colocando a los 80 elefantes al frente; la primera unidad estaba formada por la cifra de 12.000 infantes entre ligures, galos, mauritanos y baleares[1]​; la segunda, por africanos y cartagineses, de los cuales, entre éstos últimos, había muchos ciudadanos que iban a luchar para defender su tierra, y una legión de 4.000 macedonios[4]​ al mando de Sópatro[5]​; y la tercera unidad estaba formada por la infantería veterana de Aníbal, en su gran mayoría brutios, directamente bajo sus órdenes.

Los romanos adoptaron la disposición clásica de batalla de la legión: con los jabalineros hastati en primera línea, los lanceros principes en segunda, y los veteranos triarii armados con lanzas largas, detrás. Las unidades se encontraban separadas por pequeños pasillos que les permitían maniobrar, por los cuales debían escapar los hostigadores velites cuando la carga cartaginesa se hiciera insostenible, al mismo tiempo que evitarían que los elefantes rompieran la formación.

Primera fase

Archivo:Scipio Africanus the Elder.png
Scipio Africanus

Con ambos ejércitos frente a frente, los romanos soplaron los cuernos de batalla. Cundió el nerviosismo entre algunos de los elefantes - pues habían sido capturados recientemente - que retrocedieron en estampida contra la propia caballería númida de Tiqueo, creando un gran desorden.

Escipión tomó dos medidas geniales para contrarrestar el ataque de los elefantes: ordenó a sus hombres bruñir corazas, cascos y cualquier cosa de metal, de tal modo que el sol se reflejara en ellos y deslumbrara a los animales, y tomó así mismo la compañía de músicos y los llevó a vanguardia, donde sus cuernos y trompetas espantaron a los animales de la izquierda de tal modo que retrocedieron y sembraron la confusión entre la caballería númida.

Masinisa ordenó cargar a su caballería contra la menos numerosa de Tiqueo. Los elefantes, lanzados a la carga contra la infantería romana, tuvieron un efecto limitado gracias a los pasillos que había dejado Escipión. Atacados desde los flancos por las lanzas de los legionarios, los elefantes murieron o retrocedieron hacia las líneas cartaginesas. La caballería italiana de Lelio atacó, persiguiendo a los jinetes cartagineses fuera del campo de batalla.

Segunda Fase

Los supervivientes del ejército de Magón se lanzaron contra los hastati, acabando con gran número de ellos. Aníbal ordenó avanzar a la segunda unidad para apoyar el ataque; sin embargo, los legionarios romanos comenzaron el contraataque antes de que llegara el apoyo. Provistos de sus escudos corporales, consiguieron rechazarles. Esta falta de cooperación sembró la semilla del caos en las filas púnicas, que se vieron obligadas a retroceder. Mientras, los legionarios de Escipión acosaban a sus enemigos en retirada hasta que recibieron la orden de repliegue.

Una vez establecidos los cartagineses en posiciones más retrasadas, los romanos lanzaron una nueva ofensiva. Aníbal, deduciendo que sería necesaria una defensa firme, dispuso a su infantería veterana al frente, formando una fila perfecta de lanzas. Los oficiales púnicos dieron órdenes a las tropas en retirada de bordear a la tercera unidad.

El campo se hallaba cubierto de sangre y cadáveres, de modo que los veteranos hubieron de mantenerse a la defensiva. La entrada en combate de los veteranos de la guerra en Italia, desgastadas las menos numerosas tropas de infantería romanas, inclinó la balanza del lado de Aníbal, cuyas tropas comenzaron a ganar terreno.

Conclusión

La caballería romana de Lelio y los jinetes númidas de Masinisa, ya reorganizados tras la persecución de los jinetes de Tiqueo, regresaron en aquel momento al campo de batalla. Atacaron la formación compacta de los cartagineses desde la retaguardia, de manera que se produjo el colapso del ejército de Aníbal, que tuvo que huir de regreso a Cartago.

Las bajas cartaginesas se elevaban a alrededor de 20.000 hombres[6]​, junto con 11.000 heridos y 15.000 prisioneros, los romanos capturaron también 133 estandartes militares y once elefantes. Por otro lado, entre las filas romanas, hubo 1.500 muertos[7]​ y 4.000 heridos.

Consecuencias

Archivo:Hannibal.gif
Moneda de 230 adC con la efigie de Aníbal, British Museum

Esta derrota marcaba el final de la Segunda Guerra Púnica. Las condiciones impuestas a Cartago fueron humillantes. Aníbal, que había ganado todas las batallas en Italia y en los Alpes, había sido derrotado en su propio terreno. Tras esto ejerció como funcionario del tesoro en Cartago, pero los sufetes le acusaron de robar fondos del estado. Sintiéndose amenazado huyó de la ciudad, pues sus dirigentes pretendían entregarle a Roma, en la cual había rumores de que el cartaginés se rearmaba para entrar nuevamente en guerra.

Como consecuencia de su derrota en la Segunda Guerra Púnica, Cartago sería forzada al desarme militar, prohibiéndosele además tener una flota de guerra, algo que rompía su estatus de potencia. Sus acciones militares quedarían condicionadas a la autorización romana, algo que junto con diversas humillaciones, terminaría desembocando en la Tercera Guerra Púnica, en la que la ciudad de Cartago sería finalmente arrasada.

  1. a b Polibio, Historia Universal bajo la República Romana T. III L. XV
  2. Tanto Livio como Polibio coinciden en la cifra, aunque Tito Livio menciona que se utilizaron "más de" ochenta elefantes.
  3. Tito Livio, Ab Urbe condita (Historia de Roma), L. XXX C. 29
  4. Tito Livio, Ab Urbe condita (Historia de Roma), L. XXX C. 33
  5. J.P.V.D. Balsdon, "Rome and Macedon, 205-203 B.C." J.R.S., XLIV (1954), pp. 30-42 (en inglés)
  6. Según Livio, "más de veinte mil fueron muertos, y un número aproximadamente igual de ellos capturados"
  7. Dos mil, según Livio

Referencias

Enlaces externos