Estimulación temprana

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Los programas de estimulación precoz utilizan con frecuencia el juego como base para el desarrollo de habilidades.

Se denomina estimulación precoz o atención temprana al grupo de técnicas educativas especiales empleadas en niños entre el nacimiento y los seis años de vida para corregir trastornos reales o potenciales en su desarrollo, o para estimular capacidades compensadoras. Las intervenciones contemplan al niño globalmente y los programas se desarrollan teniendo en cuenta tanto al individuo, como a la familia y el entorno.

Desarrollo

Los primeros seis años de vida se caracterizan por un alto grado de plasticidad neuronal[1]​ que permite la adquisición de funciones básicas como el control postural, la marcha o el lenguaje. La consecución progresiva de hitos en este desarrollo va permitiendo la aparición y mejora de nuevas habilidades (por ejemplo: es necesario que el niño aprenda a sujetar la cabeza, controlando la musculatura del cuello, para que pueda dirigir la vista, lo que refuerza la motivación para la marcha o el contacto visual como elemento socializador…). Este desarrollo surge de la interacción entre los genes y el ambiente. Los primeros son inmodificables, y establecen la base de capacidades propias de cada individuo. Los factores ambientales, sobre los que intervienen los programas de estimulación precoz, modulan e incluso inhiben o estimulan, la expresión de diversas características genéticas. Dentro de los factores ambientales se incluyen los puramente biológicos (estado de salud, nutrición…) y otros de índole psicológica, social y cultural: sus vínculos afectivos iniciales, el nivel de atención que recibe, el grado de interacción del ambiente con el niño (personas que lo rodean, objetos, luz, sonidos…). Estos factores son fundamentales en la maduración de conductas de adaptación al entorno, de la disposición al aprendizaje, del establecimiento de diferentes estrategias de comunicación o del desarrollo emocional.

Esta etapa temprana de la vida también se caracteriza por una mayor susceptibilidad a condiciones ambientales inadecuadas que pueden retrasar o bloquear la adquisición de algunas habilidades, aunque la capacidad adaptativa del sistema nervioso central en cualquier niño sin problemas de desarrollo permite una reorganización funcional de la que comenzamos a carecer a partir de los seis años de vida. De ahí la importancia de iniciar lo más precozmente posible los programas de intervención, especialmente en niños con alteraciones del desarrollo o con alto riesgo de padecerlos.


Grupos de riesgo

Con el objeto de favorecer la implantación precoz de programas de atención temprana se definen como colectivos con mayor riesgo de padecer alteraciones o retrasos en el desarrollo a los siguientes[2]​ :

  • Trastornos genéticos que dificultan el desarrollo (síndrome de Down, Síndrome X frágil,...)
  • Enfermedades congénitas o adquiridas que interfieren en el desarrollo (Trastornos del metabolismo, endocrinopatías...)
  • Alteraciones del período pre, peri o posnatal (prematuridad, bajo peso al nacer, anoxia durante el parto,...)
  • Niños de riesgo psico-social (Ausencia de cuidados correctos, maltratos familiares,...)[3]


Abordaje global

A la hora de diseñar programas específicos para cada niño deben tenerse en cuenta sus necesidades y circunstancias en todos los ámbitos: biológico, psico-social, emocional, familiar, escolar, cultural o socio-económico. Lo ideal es que la intervención se realice a través de un equipo interdisciplinar que aborde todos los aspectos del desarrollo que puedan resultar afectados: psicopedagogo, fisioterapeuta, logopeda... de modo que el trabajo, las decisiones y los objetivos sean comunes y compartidos por todo el equipo.


Notas

  1. SANTOYO VELASCO, C. (1991) . NOTAS SOBRE LA PLASTICIDAD DEL DESARROLLO PSICOLOGICO Y LAS INTERACCIONES TEMPRANAS. REVISTA INTERCONTINENTAL DE PSICOLOGIA Y EDUCACION: VOL. 4, NO. 2, 175-183
  2. siguientesGARCIA MARTIN, JOSE MARIA (1986) . LA INFANCIA EN RIESGO. MENORES: VOL. 3, N. 13, 34-43.
  3. ALVAREZ, ALVAREZ, MARIA LUISA (1994) . IMPORTANCIA DE LA INTERVENCION PSICOMOTRIZ TEMPRANA EN UN CENTRO DE PROTECCION INFANTIL. PSICOMOTRICIDAD: VOL. 3, N. 48, P. 35-4.

Bibliografía

  • Cabrera, M.C. y Sánchez Palacios, C. (1984). La estimulación precoz. Un enfoque práctico. Madrid: Siglo XXI.
  • Gassier, J. (1990). Manual del desarrollo psicomotor del niño. Barcelona: Masson (2ª Ed.).
  • SANCHEZ HIPOLA, C. (1994) . RESPONSABILIDAD FAMILIAR Y PROFESIONAL EN LA PREVENCION Y ATENCION TEMPRANA (II) POLIBEA: N. 31, P. 10-14.
  • BENSON, J.B., HAITH, M. (1995) . FUTURE-ORIENTED PROCESSES: A FOUNDATION FOR PLANNING BEHAVIOR IN A INFANTS AND TODDLERS. INFANCIA Y APRENDIZAJE: N. 69-70, P. 127-140.
  • MARTIN RAMOS, MARIA LUISA (1994) . ATENCION TEMPRANA: AYUDA A LOS PADRES. POLIBEA: N. 33, P. 6-7.
  • POLAINO-LORENTE, A (1997) . APEGO Y EDUCACION TEMPRANA. COMUNIDAD EDUCATIVA: Nº 244, 12-14.

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