Ir al contenido

Arabismo (lingüística)

De Wikipedia, la enciclopedia libre

En lingüística, un arabismo es un término que ha sido integrado al vocabulario de otro idioma desde el idioma árabe, bien sea el árabe clásico o alguno de sus dialectos, constituyendo un préstamo lingüístico. El idioma árabe se originó en la península de Arabia y, junto con la expansión del Islam entre los siglos VII y VIII, se difundió en tres continentes diferentes: África, Asia y Europa. Esta situación hizo que el árabe entrase en contacto con multitud de idiomas, dando lugar a numerosos arabismos en diversas lenguas. Entre las lenguas que han incorporado arabismos se incluyen:

  • Lenguas indoeuropeas: como el español, el portugués, el italiano, el francés, el inglés, el griego y el urdu.
  • Lenguas semíticas: como el hebreo moderno.
  • Lenguas bereberes: habladas en el norte de África.
  • Lenguas turcas: como el turco.
  • Lenguas iranias: como el persa (farsi) y el kurdo.
  • Lenguas indias: además del urdu, otras lenguas del subcontinente indio como el hindi.
  • Lenguas eslavas: como el serbocroata.

Los arabismos pueden proceder originalmente de otras lenguas, como del persa medio (pelvi) o del arameo.

Arabismos en español[editar]

Hay unos 4000 arabismos en español, algunos en desuso, pero otros de uso muy frecuente. Un número tan elevado de estos préstamos se explica por la necesidad de nombrar objetos y tareas que los árabes introdujeron al conquistar la península ibérica durante tantos siglos, y por el prestigio que entonces tenía una cultura que aportaba avances y una identidad bien diferenciada. Inevitablemente, esto no sólo ha dejado poso en el castellano, sino también en el resto de lenguas peninsulares.[1]

Muchos términos provenientes del árabe han perdido, con el paso del tiempo, el artículo que formaba su primera sílaba (por ejemplo, jaqueca en vez de ajaqueca, noria en vez de anoria, tahona en vez de atahona, etc.), proceso lingüístico que se conoce como aféresis. Además, hay palabras cuyo proceso de aféresis no es total, y se puede encontrar su uso de las dos maneras: talvina o atalvina, azora o sura, aduar o duar.[2]

Clasificación morfológica[editar]

Arabismos que adoptan el artículo original[editar]

Muchos arabismos españoles se reconocen típicamente por comenzar por «al-», por ser tomados a partir de la forma árabe con su artículo determinado original anexo, /al-/. Sin embargo también, en la forma árabe original, el sonido consonántico /-l-/ se omite duplicando la consonante posterior cuando sea de tipo solar, en cuyo caso el arabismo comienza por «a-» sin ir seguido de «-l-», con lo que ya no se detecta el origen árabe de forma tan evidente. Algunos ejemplos de ambos casos son:

  • aceituna, del árabe hispánico /azzaytūn/ (procedente del árabe clásico /zaytūn/, y este del arameo /zaytuun/, un diminutivo de /zaytā/);
  • adalid, del árabe hispánico /addalīl/ (procedente del árabe clásico /dalīl/);
  • adive (chacal), del árabe hispánico /aḏḏīb/ (procedente del árabe clásico /ḏīb/);
  • ajedrez, del árabe hispánico /aššaṭranǧ/ o /aššiṭranǧ/ (procedente del árabe clásico /šiṭranǧ/, este del pelvi /čatrang/ y este del sánscrito /čaturaṅga/, «de cuatro miembros»);
  • alacena, del árabe hispánico /alẖazāna/ (procedente del árabe clásico /ẖizānah/);
  • albacea, del árabe hispánico /(ṣāḥb) alwaṣīyya/;
  • albahaca, del árabe hispánico /alḥabāqa/ (procedente del árabe clásico /ḥabaqah/);
  • albañil, del árabe hispánico /albannī/ (procedente del árabe clásico /bannā/);
  • albufera, del árabe hispánico /albuḥāyra/ (procedente del árabe clásico /buḥayrah/, diminutivo de /baḥr/ «mar»);
  • albur (mújol), del árabe hispánico /albūri/ (procedente del árabe clásico /būrī/, y este del copto /bōre/);
  • alcancía, del árabe hispánico /alkanzīyya/ (procedente del árabe clásico /kanz/, «tesoro», y este del pelvi /ganǰ/);
  • alcanfor, del árabe hispánico /alkafūr/ (procedente del árabe clásico /kāfūr/, este del pelvi /kāpūr/, y este del sánscrito /karpūrā/);
  • alcázar, del árabe hispánico /alqāṣr/ (procedente del árabe clásico /qāṣr/, «castillo» o «fortaleza», y este del latín castra, «campamento»);
  • alcalde, del árabe hispánico /alqāḍi/ (procedente del árabe clásico /qāḍī/, «juez»);
  • álgebra, del latín tardío /algĕbra/ (procedente del árabe clásico /alǧabru (walmuqābalah)/, «la reducción (y el cotejo)»);
  • alguacil, del árabe hispánico /alwazīr/ (procedente del árabe clásico /wazīr/);
  • almádena, del árabe hispánico /almāṭana/ (procedente del árabe clásico /mi‘dan/ y /árabe hispánico /patāna/, «trasto», «cacharro»);
  • almazara, del árabe hispánico /alma‘ṣāra/ (procedente del árabe clásico /ma‘ṣarah/);
  • almohada, del árabe hispánico /almuẖādda/ (procedente del árabe clásico /miẖaddah/);
  • arroba, del árabe hispánico /arrūb‘/ (procedente del árabe clásico ربع, /rūb‘/, «cuarta parte»);
  • arroz, del árabe hispánico /arrāwz/ (procedente del árabe clásico /ruz[z]/, y este del griego ὄρυζα);
  • azafrán, del árabe hispánico /azza‘farān/ (procedente del árabe clásico /za‘farān/);
  • azúcar, del árabe hispánico /assūkkar/ (procedente del árabe clásico /sukkar/, «azúcar», y este del griego σάκχαρι, y este del pahlavi /šakar/).

Arabismos sin rasgos identificativos tan evidentes[editar]

En cambio, otros términos no presentan un patrón que descubra su origen, como en el caso de:

  • asesino, del árabe clásico /ḥaššāšīn/ («adictos al cáñamo indio»);
  • cifra y cero, del árabe hispánico /ṣifr/ (procedente del árabe clásico /ṣifr/, «vacío», por vía del italiano zero, y este del bajo latín zephy̆rum);
  • gazpacho, quizá del árabe hispánico /gazpāču/ (procedente del griego γαζοφυλάκιον, «cepillo de la iglesia», por su variado contenido); [cita requerida]
  • guitarra, del árabe /qīṯārah/ (procedente del arameo /qipārā/, del griego κιθάρα, «cítara»);
  • limón, del árabe hispánico /la[y]mún/ (procedente del árabe clásico /laymūn/, este del persa /limu/, y este del sánscrito /nimbū/);
  • medina, del árabe hispánico /madīna/ (procedente del árabe clásico /madīnah/, «ciudad»); y esta del arameo.
  • naranja, del árabe hispánico /naranǧa/ (procedente del árabe clásico /nāranǧ/, «naranja agria», este del persa /nārang/, y este del sánscrito /nāraṅga/);
  • ojalá, del árabe hispánico /in šā' allāh/, «si Dios quiere»;
  • tarea, del árabe hispánico /ṭarīḥa/ (procedente del árabe clásico /ṭarīḥa/, «echar»);
  • zanahoria, del árabe hispánico /safunnārya/ (procedente del griego σταφυλίνη ἀγρία, «zanahoria silvestre»).

Estudios lingüísticos[editar]

El primer estudio de los arabismos en el idioma español fue Recopilación de algunos nombres arábigos, publicado en 1593 por Fray Diego de Guadix. Fue escrito en un contexto en el que se estaban publicando multitud de estudios etimológicos por toda Europa. En este libro, el autor desarrolla un método de investigación propio, lo que le permitió recopilar 4336 arabismos, de los cuales la mayoría son sin embargo topónimos (nombres de lugares).[3]

Ya en el siglo xix se da un renovado interés académico por la influencia árabe en España. Cabe destacar los estudios de los lingüistas franco-alemanes Reinhart Dozy y Wilhelm Engelmann.[4]

En la academia española, cabe destacar la aportación de Leopoldo Eguílaz.[5]

Arabismos en las lenguas italianas[editar]

Los arabismos en el italiano normativo y, especialmente, en los dialectos regionales del sur de Italia, son el resultado de la influencia árabe durante la dominación islámica en Sicilia (Emirato de Sicilia), así como partes de la península italiana, que tuvo lugar principalmente entre los siglos IX y XI. Los arabismos en las lenguas italianas se pueden encontrar en el vocabulario relacionado con la agricultura, la cocina y la arquitectura, entre otros. Algunos ejemplos:

Arabismos en el portugués[editar]

La mayoría de arabismos en el idioma portugués se dieron, al igual que otras lenguas romances, en el contexto de al-Ándalus. Algunos arabismos en el portugués son almofada, açúcar, azeitona, arroz, aldeia, azeite, azul, alface, algodão, jarro, safra, alfarroba, etcétera.

Toponimia en la península ibérica[editar]

Muchos topónimos (nombres de lugar) en España y Portugal son de origen árabe. Durante la época imperial, muchos de estos nombres fueron reusados para nombrar nuevas ciudades en América, como por ejemplo «Guadalajara». Aquellos nombres que comienzan por «Guad-», del árabe clásico واد, /wād/, «valle» o «río», como por ejemplo:

  • Guadalajara, del árabe hispánico /wād alḥaŷara/, «valle de los castillos», «valle de las fortalezas» o «río de piedras»;
  • Guadalquivir, del árabe hispánico /wad alkabīr/, «río grande»;
  • Guadalete, del árabe /wād al-lete/ (procedente del árabe /wād/ y el griego Λήθη, «olvido»), «río del olvido»;
  • Guadalhorce, del árabe /wād aljurs/, «río de los silenciosos» o «río de la guardia»;
  • Guadalimar, del árabe /wād alahmar/, «río rojo»;
  • Guadarrama, del árabe /wād arraml/, «río del arenal»;
  • Guadiana, del árabe /wād/ y el latín ana («pato»), «río de patos».

Véase también[editar]

Otros préstamos o extranjerismos en el idioma español:

Notas[editar]

Bibliografía[editar]

Buscadores de léxico:

Bibliografía clásica[editar]

Bibliografía moderna[editar]

Referencias[editar]

  1. Arabismos en el español cotidiano - Un estudio diacrónico de frecuencias por Ingemar Lindqvist
  2. Monlau, Pere Felip (1856). Diccionario etimológico de la lengua castellana, ensayo. Impr. y Estereotipia de M. Rivadeneyra. p. 59. 
  3. Ruhstaller, Stefan (2012). «La Recopilación de algunos nombres arábigos de Diego de Guadix como temprano diccionario toponímico». Vox Romanica 71 (1): 163-196. ISSN 0042-899X. Consultado el 7 de mayo de 2022. 
  4. Dozy y Engelmann, 1869.
  5. Eguílaz y Yanguas, 1886.

Enlaces externos[editar]