Ir al contenido

Discusión:Historia de Torreón

Contenido de la página no disponible en otros idiomas.
De Wikipedia, la enciclopedia libre

El articulo es un resumen de una investigacion de varias fuentes, es solo para empezar, aun le falta bastante --:::Sergio Nava::: (discusión) 17:50 29 mar 2009 (UTC)[responder]

Pie de foto[editar]

Por favor, alguien cambie el pie de foto en la imagen del tren porque, obviamente, corresponde a finales del siglo XIX, no XVIII.--Aruizi (discusión) 07:27 27 abr 2010 (UTC)[responder]

NO PRRA 2806:101E:B:1F6B:89B2:F2FC:16BC:E28D (discusión) 17:02 9 nov 2021 (UTC)[responder]

La Familia CUEVAS ZAPATA, presente durante la toma de TORREON[editar]

Mi madre escribió sus memorias para que la familia supieramos y recordaramos un poco de nuestra historia personal. A cotinuacion una seccion de estas memorias donde se relata algunos aspectos que mi familia (y mi madre) experimentaron en esa turbulenta epoca ...

La abuela que hoy les habla, María Cuevas Zapata de García, nació en Torreón, Coah., el 11 de Febrero de 1907. Papá se llamó Juan Cuevas Guerra y mama, Agustina Zapata Hernández de Cuevas. Ellos contrajeron matrimonio el 2 (1o.) de Agosto de 1900 y fuimos 14 hijos, yo fui la cuarta y vivimos hasta hoy, hasta la edad adulta 3 hombres y 3 mujeres. Los demás niños murieron en la infancia, solo Juanito que nació en 1918 en Torreón murió a la edad de 11 años en Estados Unidos. Mi abuela maternal, Blasa Hernández de Zapata, y mi abuelo, Gregorio Zapata, fueron oriundos del Estado de Zacatecas de un poblado llamado Pozo de Gamboa. Los abuelos paternos fueron Anastacia Guerra de Cuevas y Juan Cuevas, oriundos del mismo pueblo, siendo amigos y vecinos de mis abuelos maternos. El abuelo Juan Cuevas murió cuando mi abuelita tenia 3 meses de estar esperando a mi padre, así que papa Juanito fue huerfanito desde el vientre de su madre. Juntos salieron de ese pueblo en el año de 1900 debido a una escasez de lluvias, buscando mejores medios de vida pues hubo sequía y mucha necesidad.

Así llegaron a Torreón cuando era solo una villa a fines del siglo en 1898. Esta caravana que salió de Pozo de Gamboa en 1898 todos zacatecanos, agricultores, ganaderos, artesanos, entre ellos mis abuelos, fueron los primeros pobladores de la villa que después se llamo Torreón. Entre este grupo venían mis padres, jóvenes solteros de 16 y 18 años ya prometidos en matrimonio, y al establecerse en su Nuevo lugar en Coahuila contrajeron matrimonio el 1o. (2) de Agosto de 1900. Mi abuelo materno, Gregorio Zapata, murió en 1906. La abuela paterna, Anastacia Guerra de Cuevas, murió en 1922 en Torreón.

Durante los años duros de la Revolución de 1910 se sufrieron grandes pérdidas materiales. Los ganaderos que negociaban del Estado de Chihuahua, Durango y Coahuila por tierra con sus ganados eran asaltados por bandidos o por las tropas revolucionarias. Así nunca supimos donde quedó el tío Antonio, hermano mayor de mi padre, y el tío José y algunos otros parientes como el primo Daniel Cuevas, hijo del hermano mayor. Mi padre con su negocio de establo lechero trató varias veces de mejorar su negocio, pero durante la Revolución fue amenazado y encarcelado y evitando todos estos peligros y pérdidas de la Revolución decidieron emigrar a los Estados Unidos en 1914. Mis padres y las 2 abuelitas y 5 hijos, mi hermana mayor Chonita, yo, Pedro, Elias y Davidcito radicamos en un pueblo cerca de Los Angeles llamado Monrovia, de donde papá pasó de ser dueño de un negocio próspero en México a un trabajador en las pizcas de fruta, más tarde en el ferrocarril como peón y luego albañil. Esto duró 3 años, y cuando las cosas parecían haberse normalizado en México regresamos a Torreón en 1917, el mismo grupo añadiendo a una niña pochita, Esther mi hermana que nació en 1915. Cuando viajamos a Cd. Juárez en 1914, para pasar a Estados Unidos, yo era una niña de 7 años. Fuimos detenidos en Chihuahua porque los villistas habían quemado los puentes y no había paso para los trenes. Del sur llegaban los trenes deteniéndose en Chihuahua en la estación y así se formó un campamento de viajeros esperando el arreglo de los puentes. Los hombres formaban cuadrillas y salían a reparar los puentes con mucho peligro, y las mujeres cocinaban lo que podían en hornillas formadas por piedras o braceros de carbón. Allí duramos como 15 días, hasta que en vagones enrejados en donde se transportaba carbón de las minas o ganado, el gobierno dispuso trasladarnos a Cd. Juárez. Llegamos sucios, empolvados con el polvo rojo de los metales y el carbón, pero llegamos sanos y salvos. Aun me horrorizo cuando me acuerdo lo que veíamos a lo largo del camino, colgados de los postes de los telégrafos aparecían hombres, unos ya esqueletos otros ennegrecidos y destilando grasa, mecidos por el viento. Si las guerras internacionales son duras y penosas, las civiles son tremendas para nuestros pueblos.

Por esa razón mucha gente salió de México para salvarse de los horrores de esa guerra civil.  Los 3 años vividos en los Estados Unidos para los niños fueron felices.  Asistimos a la escuela primaria y yo logré terminar el 3er grado, logrando la habilidad de hablar el inglés con una buena pronunciación.  En 1917 mi padre decidió regresar a México, pensando que entraría algo de su negocio y propiedad habiendo dejado todo en manos de un socio, Don Antonio Revolloza, quien entregó a mi padre al regresar un cuarto como almacén con las pieles del ganado que los revolucionarios habían sacrificado para alimentar a la tropa.


Durante la “Decena Trágica” en Torreón, así se le llamó a los diez días de sitio en que nadie podía entrar ni salir de la ciudad, en nuestro barrio quedaron sembrados cuerpos de civiles y soldados que eran cazados desde los cerros. Estos duraron días en ser sepultados, hasta que papá formó un escuadrón y con pañuelos para tapar su boca y nariz, armados de picos y palas abrieron fosas para sepultar los deshechos humanos que ya hedían y habían sido devorados por perros y cerdos hambrientos. Dos oficiales de rango quedaron sepultados en los traspatios de nuestra casa pues no había manera de llevarlos a los panteones. Para conseguir maíz y fríjol durante este sitio papá salió al centro una mañana y al regresar a casa el peligro de la balacera de un cerro a otro le impidió volver por la cañada que forman los dos cerros de nuestro barrio, pero se ingenió de ser acompañado por otras 3 mujeres y una de ellas prestó sus enaguas blancas, fondo de algodón blanco, para que puesto en un palo largo les sirviera de bandera pidiendo paz, así llegaron al caserío librándose de la balacera. El cerro enfrente de nuestra casa lo ocupaban las tropas carrancistas, entre los oficiales al mando de estos grupos había un primo de mi madre, Carlos Ochoa, aprovechando el parentesco y la oscuridad de las noches enviaba diariamente a soldados que cargaran botes de fríjol cocido que en casa les preparan y leche a raciones de comida y agua que subían en latas grandes al cerro para eliminar a la tropa. En el cerro opuesto al grupo estaba el grupo federal y nuestra casa quedaba a dos fuegos. Mi madre nos metía debajo de las camas prohibiéndonos asomar la cabeza o salir del cuarto pues el combate era duro. Por todo este peligro decidió papá dejar la ciudad y emigrar a los Estados Unidos.

La casa, con una espaciosa sala y corrales, había sido convertida en fortines y de las piezas agujeradas podían disparar a los cuatro vientos de donde estaban parapetados.  La noria, perforada con mucho costo pues era profunda y con una agua pura de roca, fue arreglada con tubería y bombas para llevar el agua a la cerranía que queda a la derecha donde estaban afortinados soldados del ejército federal.  En el cerro del lado izquierdo se afortinaron los soldados de Carranza.  Esto sucedió en el barrio llamado “Polvorera” y los corrales de los cuatro hermanos Cuevas estaban a la salida de la cañada y llevaba a los pueblos cruzando la sierra como Cuencamé, Velardena y Durango.

El primer año que regresamos a Torreón, 1917-1918 fue muy duro para mi padre. Tratando de rehabilitarse salía a los ranchos a caballo para recoger leche en los ranchos y vender leche en entregas casa por casa. En una ocasión que apareció el Río Nazas crecido le arrebató el caballo y producto, escapando el con su vida milagrosamente. Mi padre, Don Juan Cuevas, se enfrentó con situaciones muy duras durante otros dos años, ya la muerte de la abuelita Anastacia en 1922, ya que vio que su negocio no volvía a florecer, decidió regresar solo a Estados Unidos dejando a mamá sola con 7 hijos.

Jorge L. Garcia