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Imagocracia

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La imagocracia es una forma de gobierno en la que la censura y la propaganda —especialmente a través de la manipulación de los medios de comunicación—, en lugar de la coerción violenta, influyen significativamente en la opinión pública y la política para mantener el poder.[1][2]​ En una imagocracia, observada principalmente en las denominadas autocracias de la información (en inglés: informational autocracies)[3] o dictaduras de la manipulación (spin dictatorships),[1]​la atención se centra en técnicas de propaganda como el spin, la desinformación y el mantenimiento del control psicológico infundiendo miedo al «otro».[1]

El término imagocracia recoge la idea de que, en la sociedad moderna, donde los medios de comunicación y la cultura visual son omnipresentes, la imagen y la data que proyectan los líderes o los movimientos puede ser tan importante, si no más, que sus acciones o creencias reales. Una autocracia de la información no utiliza la violencia ni la represión directa contra sus oponentes políticos. También crea sus propias instituciones, que imitan a las democráticas. La última característica de estos regímenes es que tienen poco apoyo entre la élite culta, pero cuentan con un amplio respaldo entre las masas menos instruidas.[4]

Etimología

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El término imagocracia fue probablemente acuñado por primera vez por el político peruano Manuel Dammert en 2001 para describir el estilo de gobierno de Alberto Fujimori:

Una dictadura que construye y domina las imágenes de la vida social para perpetuar el poder oculto de una mafia corrupta que mantiene esterilizadas las vacuas instituciones de la democracia representativa [...] su fuente de poder reside en la dominación de la imagen, cuya representación aliena a los individuos. Esta relación social, convertida en rutina cotidiana e instituida como vórtice de la reproducción social, es el fundamento de su existencia como dictadura y el motor que exige su perpetuación.[5]

El concepto de autocracia de la información fue propuesto por el economista ruso Serguéi Guriyev y el politólogo británico-estadounidense Daniel Treisman en un artículo de 2020[3] (más tarde como dictadura de la información en su libro de 2022)[1]​:

Los dictadores sobreviven no mediante la fuerza o la ideología, sino porque convencen al público —con razón o sin ella— de que son competentes. Los ciudadanos no observan el tipo de líder, sino que lo deducen de las señales de su nivel de vida, la propaganda estatal y los mensajes enviados por una élite informada a través de medios de comunicación independientes. Si los ciudadanos concluyen que el líder es incompetente, lo derrocan. El dictador puede invertir en hacer propaganda estatal convincente, censurar a los medios independientes, cooptar a la élite o equipar a la policía para reprimir los intentos de sublevación, pero debe financiar ese gasto a costa del consumo de los ciudadanos.

Referencias

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  1. a b c d Guriyev, Serguéi; Treisman, Daniel (2023) [2022]. Los nuevos dictadores: el rostro cambiante de la tiranía en el siglo XXI (Marta Valdivieso, trad.). Barcelona: Ediciones Deusto. ISBN 978-84-234-3569-2. 
  2. Bouhaben, Miguel Alfonso; Blanco, Jorge Polo (2020). "Imagocracy and Imagomaquia. A Critical Reflection on the Relations Between Audiovisual Communication and Popular Culture in Latin America". International Journal of Political Philosophy 9 (17): 265-292. (Universidad Complutense de Madrid).
  3. a b Guriev, Sergei; Treisman, Daniel (Junio de 2020). «A theory of informational autocracy». Journal of Public Economics (en inglés) 186: 104158. doi:10.1016/j.jpubeco.2020.104158. 
  4. Kreko, Peter (26 de septiembre de 2022). «Stop Orban exporting his informational autocracy across Europe». Euronews. Consultado el 5 de noviembre de 2022. 
  5. Calderón Bentin, Sebastián (2018). «The Politics of Illusion: The Collapse of the Fujimori Regime in Peru». Theatre Survey (en inglés) 59 (1): 84-107. ISSN 0040-5574. doi:10.1017/S0040557417000503. Consultado el 19 de agosto de 2024.