En el álbum Javier Krahe exponía su admiración por el cantautor francés Georges Brassens interpretando versiones de sus canciones (Marieta o La tormenta) y reflejando su estilo en composiciones propias que luego se convertirían en clásicos (La hoguera, Un burdo rumor o El cromosoma). Joaquín Sabina era prácticamente un desconocido en aquella época, aunque ya interpretaba una de sus canciones que se convertirían en todo un clásico y un himno generacional: Pongamos que hablo de Madrid. Colaboraba además en las ocurrencias de Krahe, acompañado por Alberto Pérez que interpreta, entre otras, la canción cómica de aquel Un santo varón.