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Usuario:Andy mf/Taller

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Pueblo[editar]

El término de pueblo de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe aparece en la obra Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, publicado por primera vez en 1985.

Ante la crisis del marxismo y la imposibilidad del concepto de clase para articular luchas e identidades diversas en un proyecto común, propio de los fenómenos sociales del siglo XX, particularmente en el contexto latinoamericano, Laclau propone una teoría de las articulaciones y de las lógicas sociales que, a su vez, den cuenta de una teoría de la producción de los sujetos.

El concepto de pueblo lo usa para hablar de la construcción de identidades colectivas, sujetos colectivos, como también les llama. El concepto de pueblo no puede entenderse sin su reformulación sobre el concepto de hegemonía, que rompe con la lógica esencialista y economista, apostando así, por una idea de hegemonía que capte diversas formas de articulación hegemónica.

En las páginas de su libro, Laclau redacta su apuesta por la fundación de una nueva forma de la política, una que salga de la lógica meramente económica (sostenida por el marxismo), que implante así, una lógica política en sí misma.

Entre algunas de las críticas hechas a la teoría propuesta por Laclau, está la debilidad de su normatividad, pues ésta impide distinguir cuándo una hegemonía es democrática o progresista.

Política[editar]

Para Laclau, la política es posible por la tensión entre la lógica de la equivalencia y la lógica de la diferencia. Es en ese juego de tensiones entre los diferentes sujetos y sus discursos, es en la lucha por ocupar un espacio en la comunidad política, donde se configura la acción política y la articulación de los diversos actores.

Lógica de la equivalencia y lógica de la diferencia[editar]

Las diferentes demandas de una comunidad política generan antagonismos que se delimitan a sí mismos, a través de lógicas de equivalencia (cuando comparten demandas) y de diferencia (cuando contraponen demandas). La unión o la separación de los sujetos políticos está regida por estos mismos principios.

Discurso[editar]

El discurso está compuesto de elementos (toda diferencia que no se articula discursivamente) y momentos (posiciones diferenciadas, en tanto no aparecen articuladas al interior de un discurso). En el campo general de la discursividad del que habla Laclau, los discursos configuran la identidad de los sujetos.

Para Laclau y Mouffe, el discurso es el “terreno primario de constitución de la objetividad”, que no se reduce al habla o a la escritura. De forma sintética, el discurso es el entramado de relaciones diferenciales de significado.

“En la medida en que toda acción extralingüística es significativa, ella es también discursiva” (Laclau y Mouffe, 1993, p. 118).[1]

Laclau y Mouffe afirman que el carácter de los objetos que emiten discursos es inestable. Esto en un intento por romper con las ideas concebidas del idealismo y de la metafísica, que niega la existencia de un mundo externo al pensamiento.

El discurso es dónde se constituye el ser de los objetos. Inspirada en la concepción saussureana del lenguaje, el objeto se constituye en la convivencia/relación con otras diferencias (discursivas).

Campo general de la discursividad[editar]

Es un sistema de diferencias en el que la identidad de los elementos es puramente relacional. En este campo se agrupa un conjunto infinito de diferencias.

Identidad[editar]

Toda identidad se configura en el campo general de la discursividad.

En la tensión permanente entre la lógica de la diferencia y la lógica de la equivalencia, los sujetos van construyendo su propio discurso, es decir, su identidad. Cabe señalar que para el autor, toda identidad es parcialmente abierta y está sujeta a transformaciones por medio de la política.

Proceso de subjetivación[editar]

Es la formación de sujetos políticos (identidades colectivas).

La formación de sujetos políticos o identidades colectivas sólo es posible del encuentro, siempre en tensión, entre la lógica de la equivalencia y la lógica de la diferencia que enfrentan las identidades.

Para que exista una identidad colectiva (construcción discursiva del pueblo) es necesaria la consecución de la unidad en la diversidad. Esta unidad se consigue con la articulación de distintas demandas y la generación de equivalencias entre demandas que atenúen sus diferencias.

Las relaciones de antagonismo establecen las fronteras políticas del discurso en virtud de la negatividad. Posibilitan la conformación de una identidad, diferente y antagónica en relación a otras formaciones discursivas.

Una formación [discursiva] sólo logra significarse a sí misma -es decir, constituirse como tal- transformando los límites en fronteras, constituyendo una cadena de equivalencias que construye a lo que está más allá de los límites, como aquello que ella no es. Es sólo a través de la negatividad, de la división y del antagonismo, que una formación puede constituirse como horizonte totalizante (Laclau y Mouffe, 1987, p. 165).[2]

Articulación[editar]

La articulación es una práctica política para formar una identidad colectiva. Sólo es posible en la medida en que los diversos elementos o significantes constituyen una cadena equivalencial.

La práctica articulatoria permite que los significantes, en un primer momento diferentes, se agrupen entre sí como elementos equivalentes borrando parcialmente su diferencia y constituyendo una “cadena equivalencial”.

Representación[editar]

Para Laclau, la representación es un mecanismo inseparable a la política. Es el lugar al que las identidades colectivas aspiran llegar por medio de sus demandas. Alcanzar la representación es alcanzar la hegemonía.

Sin embargo, el pueblo / populus de Laclau termina siendo un concepto clasista del pueblo, ya que, como él explica, la "representación total" es imposible. La representatividad se concentra así, en sólo una parte de la comunidad política, una parte que logró alcanzar dicha representatividad.

Hegemonía[editar]

La hegemonía de Laclau refiere a aquella representatividad obtenida tras la unidad del sujeto colectivo, que en su acción colectiva, logra ocupar parcial y transitoriamente el lugar de representacion de la totalidad.

Laclau explica que la representación de la totalidad no es total ni es alcanzable. Es una totalidad fallida.

Esto significa que en el locus de la totalidad hallamos solamente esa tensión. Lo que tenemos, en última instancia, es una totalidad fallida, el sitio de una plenitud inalcanzable. La totalidad constituye un objeto que es a la vez imposible y necesario. Imposible porque la tensión entre equivalencia y diferencia es, en última instancia, insuperable; necesario porque sin algún tipo de cierre, por más precario que fuera, no habría ninguna significación ni identidad (Laclau, 2005, p. 94-95).[3]

La posibilidad de representar siempre será parcial porque sucumbe ante la imposibilidad de una conciliación definitiva, sucumbe ante el antagonismo.

Antagonismo[editar]

Funciona como condición de posibilidad para la constitución de un sujeto (identidad), y de un sujeto colectivo (identidad colectiva).

El antagonismo posibilita la capacidad que tienen las identidades para articularse entre ellas, pues permite establecer límites entre aquello que puede ser articulado en una cadena de equivalencia y aquello que no.

Esta condición funciona para distinguir el antagonismo de otra diferencia cualquiera presente en el juego infinito del “campo general de la discursividad”.

El antagonismo puede ser un límite interno: para definir las propias demandas, y al mismo tiempo, un límite externo: para oponerse a un “adversario común”.

Cuando es un límite interno, el antagonismo impide a la identidad suturarse, cerrarse sobre sí misma. Posibilita de igual modo que la identidad distinga el antagonismo de otra diferencia, como articularse con otras identidades por medio de las equivalencias.

Cuando es un límite externo, el antagonismo funciona como límite de una cadena de significantes diferentes que los convierte en equivalentes dado que, pese a su diferencia, todos se oponen a un “otro” (también denominado el “exterior constitutivo”).

Demandas[editar]

Las demandas son todas aquellas solicitudes de carácter emergente que hacen los sujetos. Tienen diversos orígenes y responden a necesidades específicas de las identidades que las exigen.

En la teoría, todas las demandas son equivalentes porque se oponen a un sistema institucional.

Las hay democráticas, cuando permanecen aisladas; y las hay populares, cuando estructuran cadenas de equivalencia y constituyen una unidad más amplia.

Para Laclau, la demanda es su unidad básica de análisis, pues considera importante comprender cómo se articulan las demandas para formar un grupo (sujeto colectivo).

Aunque las demandas de diversas luchas se articulen, estos grupos nunca consiguen abandonar del todo su particularidad, ni siquiera cuando representan la totalidad de demandas equivalenciales.

Cadena equivalencial[editar]

Las equivalencias delimitan el flujo continuo de diferencia en el campo general de la discursividad.

Esta equivalencia juega parte importante del rol en la configuración de una identidad colectiva que apuesta por la unidad en la diversidad.

Las diversas luchas, con sus respectivas demandas, al unificarse como elementos equivalentes, atenúan sus diferencias.

Entre más amplia sea la cadena de equivalencias, esa particularidad que representa el todo va a tender a ser más vaga, a desprenderse de su significado particular y a convertirse en un significante vacío, porque esa es la condición para representar la diversidad inconmensurable de las demandas, atenuar su contenido particular (Laclau, 2005, p. 93).[4]

  1. «Teoría, democracia y socialismo. En LACLAU, Ernesto. Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo. Buenos Aires: Nueva Visión, 1993. p. 207-254.». 
  2. «LACLAU, Ernesto; MOUFFE, Chantal. Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia. Madrid: Siglo XXI, 1987.». 
  3. «LACLAU, Ernesto. La razón populista, Buenos Aires: FCE, 2005.». 
  4. «LACLAU, Ernesto. La razón populista, Buenos Aires: FCE, 2005.».