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Usuario:Cristinamatoses98/pruebaCM

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Ayer, debido a/a pesar de todo el pesimismo contemporáneo de Europa, los líderes del continente mostraron que tienen una capacidad residual para mantenerse unidos – cuando de verdad deben hacerlo. El primer presidente de la historia de la Unión Europea, Herman Van Rompuy, esperaba utilizar la breve reunión en Bruselas de esta semana, para levantar los espíritus lúgubres, y convencer al eurogrupo, el cual ha pasado una década gastando cada último julio de energía en reescribir sus reglas, con una mirada abierta y visionaria, y determinar un camino hacia un futuro en el cual Europa pueda soportar toda la magnitud de su poder.

Por desgracia, no salió según lo esperado, pero difícilmente iba a hacerlo en mitad de la que sería la turbulencia más grave que aún podía ocurrir en la moneda del continente. La cepa griega de la gripe en los mercados de fianzas amenazaba con mutar en una cepa española e incluso italiana, con el poder de acabar con el euro. Los líderes nacionales concibieron solo los bocetos mínimos de un remedio, pero al menos reconocieron que la eurozona bien podría, con el tiempo, mantenerse o caer como una. Sin embargo, el resultado fue una confusa declaración de buena gana para tomar “una determinada y coordinada acción” si lo requería, la cual en la práctica habría tenido que involucrar a París y a Berlín para cubrir alguna que otra deuda ateniense a cambio de medidas de austeridad adicionales.