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Toro de Quinua. Obra del maestro artesano Donato Enriquez.

El toro de Quinua es una pieza de cerámica característica del distrito de Quinua, del departamento de Ayacucho. Originariamente usado como recipiente para la toma de chicha. Es junto a las iglesias de Quinua, una de las piezas decorativas de las más representativas de la escuela cerámica de Quinua.[1]

Historia[editar]

La figura del toro representa la asimilación de un elemento cultural europeo dentro del mundo andino, introducido durante la conquista y el Virreynato del Perú. Este sincretismo, segûn varios autores, no supone extrañeza dada la profunda vocación pecuaria heredada de los antiguos peruanos, estos debieron sentirse atraídos por la fuerza de tiro de los bueyes, que eran capaces de arar profundamente; labranza que, por cierto, rendía óptimas cosechas[2]

La importancia enorme que la figura del toro va a tomar en las artes populares peruanas es más que una simple transposición de costumbres hispánicas. Como lo da a entender la tradición oral quechua en cuyos mitos y poesias aparece con igual frecuencia, el toro no es sólo un reemplazo del camélido en las artes plásticas. Esa primera suplantación se explica por la transformación de la economia ganadera de la cual desaparecen las llamas en el siglo pasado. [3]

Pero su incorporación al mundo autóctono corresponde también, primordialmente, a la evolución del pensamiento sincrético quechua, que encuentra en el poder del toro un sustituto del lugar que ocupaba el temible puma en su cosmos ideológico. Toma de él su carácter acuático y subterráneo, sus relaciones con los ritos de la fertilidad y su identificación (a veces antagónica) con el Amaru. Los animales europeos ingresaron progresivamente a la mitologia quechua y se incorporaron con mérito propio en los mitos y leyendas de los pueblos andinos.

El toro de oro habita el fondo de las lagunas y sale en las noches resplandecientes de luna para comunicar su poder al mundo; emerge para pelear y amar; para impartir los dones de la vida y los terrores del más allá; para entablar combate con el cielo y volverse a sumergir. Emisario de los reinos tectónicos, es el señor de las fuerzas ocultas. Igual lo fue en Creta, en las religiones del Cercano Oriente y en el culto de Mitra, el héroe solar cuyos ritos subterráneos dedicados al sacrificio del toro casi desplazaron al cristianismo en los tiempos de sus origenes. Algo tiene ese animal en sus ojos feroces y su estampa robusta que, a pesar de milenios de hábito y de domesticación, nunca permite al hombre olvidar su naturaleza primigenia y salvaje.

La gran figura del toro sucede a la irrupción del caballo. El toro de lidia viene después del todo de labranza, que a semejanza de la prestancia mitológica en el antiguo mundo griego, al llegar a los andes se erige en figura de "duende" y los nativos los introducen en sus mitos

Los artistas indios unieron rápidamente al corpulento toro, al conjunto de animales autóctonos con sus admirables formas escultóricas, reflejadas en la alpaca, los pumas y otros felinos, vicuñas y llamas ya que cuando lo vieron en un principio lo tomaron como algo casi divino recién llegado de otros mundos, e inmediatamente lo utilizaron como un motivo plástico más.

El origen de estos toros de arcilla ornamentados y vidriados fue mágico "de ofrenda a los dioses montañas, a los auquis"[4]​ . Las primeras creaciones fueron las de un toro rústico, sin adornos.

Luego, probablemente, se refleja la figura del elegido para la fiesta del "señalaco"[5]​ en la que escogen para padrillo al toro más hermoso, al que le pintan volutas y rayas,[6]​ le colocan adornos y finalmente le echan aguardiente en la nariz y ají bajo la cola.

Quinua y Pucará[editar]

El toro de Quinua es diferente en forma, arcilla e intención al de Pucará [7]​, es un cántaro en forma de toro confeccionado para contener líquidos fermentados o agua, carente de todo otro sentido. Pequeñas y delgadas patas sostienen el voluminoso cuerpo y la cavidad sobre el lomo, (que en el de Pucará es angosta con fines de candelero), es amplia como boca de cántaro. Con el mismo voluminoso cuerpo y sólo cambiando las cabezas modelan figuras de vicuñas, llamas, venados, perros, aves, etc.

El toro de Quinua posee características particulares. Por ejemplo, la boca de la vasija se eleva con graciosa linea sobre las ancas del modelo. La nuca del toro se levanta sobre los lomos y las patas solo son conos de sustentación debajo del vientre, contenedor de líquidos fermentados o agua y en dimensiones menores, son colocados como cumbreras de las casas campesinas a la par de las iglesias de cerámica, en pares. Con las lluvias, estas ánforas en los tejados se llenan de agua y los pájaros tienen ahí sus fuentes.[8]

Elaboración y materiales[editar]

En cuanto al proceso de elaboración, primero se obtienen las arcillas de los yacimientos de los alrededores de Quinua (Tantaniyoc, Moya, Quituara y Huamanquilla). A esta arcilla denominan llinco  y presenta dos variedades de color pardo. Luego, se mezclan estas arcillas con una tercera denominada acco. Esta mezcla es ejecutada con los pies sobre una piedra plana. Una vez concluido el modelado se procede al acabado con la definición de los detalles (ojos, boca o cabello), el engobado total o parcial, el pintado de diseños y el pulido[9]

Para el engobe y la decoración emplean la arcilla llamada ishma de tono ocre rojo y pardo oscuro. El pincel, llamado puro, lo constituyen plumas de aves del corral[10]​. El quemado de las piezas se realiza en hornos rústicos de adobe,empleando para la combustión la leña de chamizo, cocción que dura de dos a tres horas.[11]

Esta cerámica está confeccionada en una arcilla que al quemarse toma un tono bermejo y que luego decoran en tonos blanco, pardo o rojizo con motivos florales y, especialmente, con gavillas de trigo.

La gran altura que tienen las ciudades andinas, algunas a mas de 4000 metros, dificulta la crianza caballar y vacuna. El ganado vacuno tenia que vencer distancias enormes. En Comentarios Reales de los Incas, Garcilazo de la Vega describe la llegada del toro a aquellos parajes.

Véase también[editar]

Referencias[editar]

  1. Ana María LEBRÚN Aspillaga. «Centro de Interpretación de Quinua, Cerámica de Quinua». De Arquitectura vol 3 n 1. Consultado el 13 12 2020. 
  2. La República. «Los toros andinos». Consultado el 12.03.2017. 
  3. Stastny Franciso (1981). «La cerámica». Las artes populares del Perú. EDUBANCO. 
  4. Castañeda Leon, Luisa (1971). Arte popular del Perú. Museo Nacional de la Cultura Peruana. 
  5. En los andes peruanos, se conoce como señalaco o Taripache a la acción de escoger el ganado y señalarlo clasificándolo por sexos. Es costumbre inveterada hacer esta operación, desde la segunda quincena de enero, de cada año, y terminarla en los días de Carnaval indefectiblemente, a más tardar, el martes de Carnestolendas. La costumbre en las estancias y haciendas del Departamento de Puno, del señaleo, (señalamiento) probablemente, data de la época colonial, pero se nota mezcla de supervivencias de ritos de la época prehispánica. Al fin de la a la ceremonia, los dueños arrean el ganado a su propiedad para lo cual ha derramado mistura de flores al ganado y se les ha pintado con taco (pintura natural grasosa de color rojo). Pulgar Notas del Folklore peruano Repositorio PUCP
  6. «Senalaco, notas del folklore peruano». 
  7. Castañeda Luis (1971). Museo Nacional de la Cultura Peruana, ed. Arte popular del Perú. 
  8. Garcìa-Baquero Gonzalez, Antonio. Fiestas de toros y sociedad. Consultado el 12.03.2017. 
  9. Villegas Robles, Roberto (1989). Apreciación general de la cerámica peruana. En: La cerámica tradicional del Perú (en 88). Lima: Lima, Ed. Los Pinos,. 
  10. Jean Christian SPAHI. «Société Suisse des Américanistes SSA-SAG». Fabrication et decoration de la cermique populaire au Perou. Consultado el 13 12 2020. 
  11. Acuña, Sirley Ríos. «La cerámica tradicional peruana». Artesanías de América, Nº 70, pp. 26-51. (en inglés). Consultado el 12 de marzo de 2017.