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Usuario:Jompy/Proyectos/Andalucía musulmana

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Conquista[editar]

La conquista de España abarca en una primera fase desde el 710 hasta el 756, cuando España se hará un reino independiente bajo Abd al-Ramhan I. La conquista se caracterizó por su rapidez, inteligencia; lo que se debe a que la política de la España visigoda era deficiente. Las crónicas cuentan que cuando Rodrigo sucede a Vitiza los árabes ocupan la zona norte de Marruecos y se proponen dirigirse hacia el sur sin embargo cambian el rumbo y se dirigen hacia España. Él que decide esto es Muza Ibn Nusayr, el cual era encargado de gobernar la zona del Magreb (Ifriquiya), y tenía un gobernador destinado en la ciudad de Tánger, que era Tariq ben Ziyad.

El conde Don Julián de Ceuta tubo bastantes contactos con los árabes; no se sabe si era un visigodo, un jefe bereber, o un exarca bizantino. Las crónicas árabes nos dicen que la intervención del conde es debido a que su hija fue mandada a Toledo y el rey Don Rodrigo se enamoró de ella, el padre enfadado ofrece ayuda a los árabes para entrar en España. Musa manda una carta al Califa para pedirle su permiso, que es concedido; por ello la primera invasión se produce en Julio del 710. Participaron en este desembarco 400 hombres comandados por Tarif ben Malluk; los barcos en que vinieron eran de Don Julián, e hicieron una serie de incursiones por el litoral del estrecho obteniendo riquezas y esclavos. Cuando volvieron concedieron 1/5 del botín a Muza. Una vez echo esto se dedica a preparar un ejército, que pasará el estrecho en el 711. El gobernador de Tánger Tariq recibe la orden de Muza de pasar el estrecho, pasan cuando el Rey Don Rodrigo se encuentra en el norte luchando contra los vascones. Al principio sólo pasaron 7.000 soldados ocupando la zona de la bahía de Gibraltar; Don Rodrigo ordena que el ejército visigodo se dirigiera hacia el sur concentrándose en Córdoba. Tariq, por su parte pide refuerzos mandándole 5.000 hombres más. El ejército árabe junto con los sóldados de Don Julián se encaminaron a la batalla, que se produjo el 19 de Julio del 711 en el lago de la Janda. La victoria fue total para los árabes gracias al abandono de los partidarios de Vitiza del ejército visigodo. El Ajbar Machmua lo relata de la siguiente manera:

Muça nombró jefe de la vanguardia a Tárik, persa de Hamadan,... para que fuese a España con 7.000 muslimes (musulmanes), en su mayor parte berberiscos, pues había poquísimos árabes, y pasó en el año 92 (711) en los cuatro barcos mencionados, únicos que tenían, los cuales fueron y vinieron con la infantería y caballería, que se iba reuniendo en un monte muy fuerte, situado a la orilla del mar, hasta que estuvo completo todo su ejército.

Al saber el Rey de España la nueva de la correría, consideró el asunto como cosa grave. Estaba ausente de la Corte, combatiendo en Pamplona, y desde allí se dirigió hacia el mediodía, cuando ya Tárik había entrado, habiendo reunido contra éste un ejército de cien mil hombres o cosa semejante, según se cuenta. Apenas llegó esta noticia a Tárik, escribió a Muça pidiéndole más tropas y dándole parte de que se había hecho dueño de Algeciras y del lago, pero que el Rey de España venía contra él con un ejército que no podía contrarrestar. Muça, que desde la partida de Tárik había mandado construir barcos y tenía ya muchos, le mandó con ellos 5.000 hombres, de suerte que el ejército acaudillado por Tárik llegó a 12.000. Había ya cautivado muchos e importantes personajes, y con ellos estaba Julián, acompañado de bastante gente del país, la cual les indicaba los puntos indefensos y servía para el espionaje...

Encontrándose Rodrigo y Tarik, que había permanecido en Algeciras, en un lugar llamado el lago, y pelearon encarnizadamente; mas las alas derecha e izquierda, al mando de Sisberto y Obba, hijos de Gaitixa (Witiza), dieron a huir, y aunque el centro resistió algún tanto, al cabo Rodrigo fue también derrotado, y los muslimes hicieron una gran matanza de enemigos...

Marchó enseguida Tárik a la angostura de Algeciras, y después a la ciudad de Écija: sus habitantes, acompañados de los fugitivos del ejército grande, saliéronle al encuentro, y se trabó un tenaz combate, en que los musulmanes tuvieron muchos muertos y heridos. Dios les concedió al fin su ayuda, y los politeístas fueron derrotados, sin que los musulmanes volviesen a encontrar tan fuerte resistencia...

Infundió Dios el terror en los corazones de los cristianos cuando vieron que Tárik se internaba en el país,... y huyendo hacia Toledo, se encerraron en las ciudades de España. Entonces Julián se acercó a Tárik y le dijo: “Ya has concluido con España: divide ahora tu ejército, al cual servirán de guías estos compañeros míos, y marcha tú hacia Toledo@. Dividió, en efecto, su ejército desde Écija y envió a Moguits Ar-Romí, liberto de Alwalid ben Abdo-l-Mélic, a Córdoba...

Mandó otro destacamento a Rayya (Málaga), otro a Granada, capital de Elvira, y se dirigió él hacia Toledo con el grueso de las tropas...

Tárik llegó a Toledo, y dejando allí algunas tropas, continuó su marcha hasta Guadalajara, después se dirigió a la montaña,...

Llegó después a la ciudad de Amaya, donde encontró alhajas y riquezas, y... volvió a Toledo en el año 93 (712)...

Sabedor Muça ben Nosair de las hazañas de Tárik, y envidioso de él, vino a España en Ramadhan del año 93 (712) con un buen golpe de gente, pues traía, según se cuenta, 18.000 hombres...

Después marcho Muça a Sevilla, que era la mayor y más importante de las ciudades de España, notabilísima por sus edificios y monumentos. Antes de la invasión de los godos había sido capital del reino, hasta que, vencedores éstos, trasladaron la sede a Toledo, quedando, sin embargo, en Sevilla, la nobleza romana y los jurisconsultos y sabios en letras sagradas y profanas. Después de algunos meses de sitio fue conquistada por Muça ben Nosair, con la ayuda de Dios. Confió Muça la guarda de la ciudad a los judíos, y se dirigió a la ciudad de Mérida, donde residían algunos grandes señores de España, y que también tenía monumentos, un puente, alcázares e iglesias que exceden a toda ponderación...

A fines de Xawel salió Muça de Mérida para Toledo, y apenas supo Tárik su próxima llegada, salió a recibirle para ofrecerle sus respetos, y le encontró en el distrito de Talavera. Al divisarle, apeose de su caballo y Muça le dio con su látigo un golpe en la cabeza, reprendiéndole agriamente por lo que había hecho contra su parecer, y llegado a Toledo, le dijo: “Preséntame todo el botín que hayas recogido..."

Después marchó a conquistar Zaragoza y demás ciudades situadas en esta parte.
Ajbar Machmua

Después de la toma de Zaragoza fundó la primera mezquita, con posterioridad ocuparía la zona de Lérida, estando allí recibió una embajada del Califa, que le ordenaba su regreso. No hace caso y se dirige hacia Galicia junto a Tariq por la cornisa cantábrica. Cuando llegan a Oviedo y Gijón inician la vuelta a Damasco, dejando a su hijo Abd al-Aziz en el mando. Cuando llegan a Damasco el califa había muerto. El nuevo Califa les pone una multa por la cual ambos quedan pobres.

El gobierno de Abd al-Aziz dura del 714 al 716 y queda con el encargo de ocupar toda España. Durante su mandato pasaron a España una importante población musulmana. Finalmente fue envenenado acusándole de querer nombrarse primer rey de España. Pacificó toda Andalucía y ocupó la zona sur de los Pirineos; se casa con la viuda de Don Rodrigo (Egilona) y se asienta en Sevilla. Sus enemigos mandan una carta al califa diciéndole que se intenta proclamar Rey por lo que el Califa manda asesinarlo. Una vez muerto se nombró a un nuevo gobernador, Ayyub ibn Habib, en espera de que Damasco nombrara a otro.

Emirato Dependiente de Damasco (716-756)[editar]

Este período es el comprendido desde el asesinato de Abd al-Aziz, hasta la implantación de la familia Omeya. Hay un serie de clases árabes que se enfrentan sobre todo en el Norte de África y España. Éste va a ser el escenario de la lucha entre Kalbíes y Qaysies durante más de un siglo. Los Qaysíes eran nómadas de Arabia que participaron en la primera expedición de conquista y ocuparon Mesopotamia y sobretodo Siria. Cuando se trasladó la capital a Damasco los Qaysies cobraron mucho poder político. Además la invasión de España por Muza, estaba formada principalmente por jefes Qaysíes. Las posteriores oleadas van a ser integradas por bereberes, que al ser musulmanes nuevos, se van a enfrentar a los musulmanes viejos.

Los Kalbíes se hacían descender de los antiguos Yemeníes y encarnan el llamado espíritu de grupo. Adquieren una gran importancia cuando Mahoma llega al poder, ya que son una de las primeras tribus que se convierten. Van a participar en la segunda invasión y se establecerán principalmente en Kufa y Basora.

Los Emires van a favorecer a uno u otro grupo según las circunstancias. El enfrentamiento se hace crítico cuando Abd al-Ramhan, huyendo de la matanza de su familia viene a España y se proclama Emir.

Los gobernadores de España fueron muchos, la mayoría fueron delegados del gobernador de Yfriquiya; con posterioridad los gobernadores serían nombrados por Damasco. Sus funciones eran aumentar las conquistas y pacificar el país; las actividades guerreras consistían en someter las sublevaciones y pasar a la Galia. Las actuaciones de los gobernadores se encontraron en ocasiones con la oposición de los árabes o bereberes.

El primer gobernador fue Ayyub y residió en Sevilla, pero a los 6 meses fue sustituido por Al-Hurr el cual quiso organizar la administración de Al-Andalus; cambió la capital a Córdoba. Va a organizar la hacienda y los impuestos tanto los árabes como los impuestos de los cristianos. Se establecieron a su vez gobernadores en sus provincias, que correspondían a las diócesis visigodas; también se van a nombrar jueces. Por este tiempo en la zona de Asturias se va a producir la primera rebelión cristiana en torno a Don Pelayo. Al-Samh le sustituyó en el 719 por orden del Califa. Va a venir acompañado de nuevos guerreros que se van a asentar en la tierra y van a exigir el pago del 1/5 para el Califa. Su función era informar al Califa de toda la organización política, social y económica; este gobernador restauró el puente romano de Córdoba y mandó construir un cementerio árabe. Muere en la Galia en el 721 luchando contra el duque de Aquitania Eudes. Su sucesor fue Anbasha, era un delegado de otro gobernador, que se dedicó a la guerra santa y murió en el 726. Entre este año y el 732 se suceden 6 gobernadores. En el 726 toma el poder Yahya y lo deja en el 728, el último de estos 6 fue Abd al-Rahman ibn Abdallah al-Gafiqi, que murió luchando contra los francos en la batalla de Poitiers en el 732.

La situación se va a complicar con la rebelión de los bereberes, que se inicia en el 740 en el Norte de África. Un gobernador Uqba, va a recibir órdenes de tratar sin contemplaciones a los bereberes y que les obligue a pagar impuestos a la administración; se exigía a los bereberes el pago de un número de muchachas para mandarlas a los harenes y un número de hombres para las campañas militares. Los bereberes del Norte de África se levantan eligiendo a Maisare como cabecilla. En el 740 la rebelión bereber era un hecho en el Norte de África, poco a poco se fue extendiendo entre ellos la doctrina jariyí, que defendía un igualitarismo y puritanismo entre todos los musulmanes. El gobernador del Norte de África pide ayuda a Damasco, ordena también a Uqba que organice un ejército y que lo mande a África, sin embargo dicho ejército fue derrotado. Maisare fue asesinado y fue sustituido por Jalil, que venció en el Norte de África por primera vez a los nobles árabes. Esta noticia llegó a la Península Ibérica, en donde se nombra un nuevo gobernador de origen sirio. Los bereberes de España se sublevan también ya que les conceden las tierras montañosas del norte, en la fronteras y poco fértiles. La revuelta estalló en Galicia, extendiéndose por la Sierra de Guadarrama y parte meridional de la cornisa cantábrica. Los árabes se reúnen en Córdoba para hacerles frente, reciben ayuda de 30.000 soldados, entre los que había 10.000 jinetes llamados yundies de Damasco, que fueron derrotados en Marruecos. Con posterioridad se le une otro contingente de Egipto y penetran en España desde Ceuta unos 7.000 jinetes para ayudar al gobernador en su lucha contra los bereberes. A cambio recibirían comida y una vez acabada la guerra se volverían a África. Finalmente pasan de Ceuta a Algeciras y se dirigen a Córdoba, la cual estaba sitiada por los bereberes. Éstos son derrotados y perseguidos hasta Toledo, en donde nuevamente les derrotan. Una vez hecho esto deponen al gobernador Abd al-Malik y nombran a su jefe Baly (741) como gobernador. Éste va a morir al año siguiente en una batalla donde derrota a bereberes y árabes Kalbíes; por lo que se entra en una etapa de predominio de los qayisíes. El primer sucesor fue Thuwaba, que tuvo que seguir luchando con los bereberes en Mérida y también con algunos árabes. Después se llegó a la paz en el 742 con los bereberes. En el 743 Abul´l´Jattar es enviado por el Emir de Ifriquiya para que restablezca la paz entre kalbíes y qaysíes, pero finalmente fracasó y tuvo que regresar al Norte de África, ya que los qaysíes sirios, encabezados por Al Sumay, le derrotaron en el Guadalete (745). En el 743 se divide el territorio entre los distintos yund o circunscripciones militares:

  1. Damasco en Elvira
  2. Jordan en Archidona y Rayya
  3. Palestina en Medina-Sidonia
  4. Emesa en Sevilla y Niebla
  5. Kasnarrin en Jaen
  6. Egipto en Algarve

Al Sumay va a nombrar gobernador a Thuwava, que estuvo muy poco tiempo, ya que Al Sumay no lo acepta y nombra a Jusuf al-Fihri en el 747, el cual será el último gobernador de España. En este gobierno se empiezan a deteriorar las relaciones con Damasco. Se hará una política por qaysí y se producen enfrentamientos en Secunda (Córdoba) en el que Jusuf al Fihri se hace con el poder y se centra en luchar contra los seguidores de Al Sumay y también con los bereberes de Niebla. Estando allí se entera del desembarco de Abd al-Rahman I en Almuñécar (756).

Los musulmanes en las Galias[editar]

Los gobernadores árabes tenían la orden de atacar la Galia, hay muy pocas noticias, únicamente nos llegan algunas de un historiador árabe. Éste nos dice que ya Tariq mandó unas expediciones contra la zona de Narbona, una vez conquistada Barcelona. Ese avance fue cortado por Carlos Martel, por lo que los árabes se refugiaron y fortificaron en Narbona. En el 714 la monarquía merovingia está bastante desorganizada, ya que ocuparía el poder un mayordomo de palacio llamado Pipino de Herstal. En definitiva los árabes hicieron muchas incursiones a la Galia, por lo que se convertirá en un territorio de guerra santa. Al-Samh realizó una campaña en el 721, que fue cortada por Eudes. Almansha penetró en Septimania y dominó el sur de la Galia. Pero Abd al Ramhan al-Gafiqi estuvo en Poitiers y llegó a Burdeos y derrotó a Eudes y fue finalmente Carlos Martel el que lo derrotó en el 732. Esta importante derrota supuso la retirada de los musulmanes hacia Narbona. Posteriormente efectuaron algunos ataques al valle del Ródano, que fracasaron, ya que Carlos Martel los derrotó en las sucesivas batallas y Septimania sería perdida por los musulmanes. En la zona de los Alpes había también tropas musulmanas pero que finalmente fueron derrotadas.

Emirato Independiente de Córdoba (756-912)[editar]

En el s. VIII España es una provincia del Imperio, los jariyies y si´ies comienzan una campaña contra los omeyas; estos necesitan dinero para pagar soldados y llevar a cabo una política fiscal que se hace impopular por lo que se produce la definitiva revolución que lleva a los abásidas al poder en Oriente. El Califato de Damasco había finalizado con la eliminación de la mayor parte de la dinastía omeya por Abu al-Saffah. Algunos miembros de esta familia lograron huir a occidente. En Al-Andalus los yundíes sirios asentados después de la muerte de Baly llegaron a un acuerdo con los representantes españoles de las dos grandes tribus árabes de origen yemení, los Lajm y los Yudam, cuyos vínculos de clan con los kalbíes se habían ido debilitando, y, de 745 a 755, mantuvieron en el poder a gobernadores favorables a sus intereses. Pero los yemeníes, que constituían el grueso de la población de al-Andalus, no podían resignarse a aceptar la preponderancia qaysí; en 755, una coalición formada por árabes kalbíes y por los beréberes del nordeste de la Península parecía dispuesta a hacer frente al gobernador Yusuf al-Fihri y a sus seguidores. En esta situación, aparece en escena el joven príncipe Abd al-Rahman Ibn Mu'awiya, futuro Abd Al-Rahman I, que buscó refugio en el Magreb y, acompañado por el liberto Badr, fijó sus ambiciones políticas en al-Andalus, ya que su madre era bereber, perteneciente a la tribu de los Nafza, y en Al-Andalus existían una nutrida clientela omeya. Abd al-Rahman envió a un liberto llamado Badr, que fue recibido con toda diligencia por algunos yundíes sirios, agrupados en los distritos españoles de Jaén y de Elvira y en su mayoría clientes de los omeyas. Los jefes del grupo qaysí, que ostentaban la autoridad desde el año 745, rechazaron las propuestas de los libertos omeyas. Así pues, Badr y sus aliados se vieron obligados a hacer algunas concesiones a sus adversarios yemeníes, quienes las acogieron casi con entusiasmo.

Los clientes omeyas de Abd al-Rahman, apoyados en los kalbíes que aspiraban a vengarse de los qaysíes, prepararon su paso a la península. Éste se produce en el año 755 en Almuñécar. Después se dirigió a Torrox, cerca de Loja. Yusuf le ofreció un gobierno autónomo en la zona de Granada y Málaga. Después del fracaso de las negociaciones se estableció en la región de Elvira (Granada), Abd al-Rahman reunió a su alrededor a numerosos kalbíes y beréberes, además del apoyo de algunos yundíes sirios. Se hizo proclamar emir en Rayya (Archidona), tras lo cual se encaminó hacia Córdoba, donde se estableció en mayo del 756, venciendo a Jusuf, que encabezaba a los qaysíes, en la batalla de Alameda, cerca de Córdoba. Desde ese momento comenzó una lucha para mantenerse el poder, llegando a un delicado equilibrio entre las diferentes facciones enfrentadas de al-Andalus.

Durante los treinta y dos años de su reinado (756-788), Abd al-Rahmán I llevó a cabo una política de atracción y consiguió que se trasladara a la península una nueva ola de inmigrantes. Un numeroso grupo de omeyas de oriente y del Magreb vinieron con sus clientes buscando refugio a al-Andalus, reforzando los apoyos del nuevo emir. Además va a practicar una política de amnistía y conciliación, incluso dando cargos a sus enemigos Yusuf y Al-Sumay. Aunque Yusuf va a revelarse en Mérida, donde fue derrotado; huyó a Toledo donde fue decapitado por sus seguidores. Al-Sumay también murió estrangulado, aunque no sabemos exactamente en que condiciones.

Mediante la colocación de hombres fieles como gobernadores de las ciudades importantes, Abd al-Rahman I se sintió lo suficientemente asentado como para eliminar de los rezos diarios la invocación al califa de Bagdad, sustituyéndola por una mención en su propio favor. Otro síntoma del desarrollo de un sentimiento independentista omeya es la reanudación de acuñaciones de moneda que no llevaban el nombre del califa de Bagdad, sino tan sólo la fecha y lugar de acuñación, al-Andalus.

Sabemos poco sobre cómo se logró políticamente la consolidación del nuevo estado omeya. Sin duda, fue útil el alejamiento geográfico entre al-Andalus y Bagdad. Abd al-Rahman organizó además un ejército profesional de mercenarios, adictos a su persona, gracias al reclutamiento de mercenarios beréberes en el norte de África y esclavos eslavos, llamados kayam; con el fin de neutralizar el poder de los clanes árabes. Éste ejercito llegó a ser de 40.000 soldados repartidos en tres grupos equilibrados: 1. Yunds sirios, 2. Bereberes y 3. Eslavos.

Abd al-Rahmán I hubo de someter diversas revueltas, pero las más importantes fueron la yemení del año 763, impulsada directamente por los abásidas de Bagdad (Al-Mansur) y encabezada por el jefe árabe al-Ala Ibn Mugith. Éste desembarco en Beja (Portugal) derrotando a Abd al-Rahman I que tuvo que huir al castillo de Carmona. Finalmente se rehízo con la situación y acabó con Mugith, enviando su cabeza al califa. Esta rebelión fue seguida por otras en el 766 y 773 que pusieron en peligro el poder central.

Los bereberes también se sublevaron, instigados por Sahaqya, que se creía iluminado por Dios para libertar a los bereberes. Entre el 768-776 se produjo una persecución de los partidarios de Sahaqya establecidos sobretodo en la zona entre el Tajo y el Guadiana, teniendo como base Cuenca y el castillo de Sepetran en Guadalajara. Sahaqya realizaba una guerra de guerrillas por lo que la única forma de acabar con él fue comprando su muerte.

Abd al-Rahman I no se sentía seguro ni con su propia familia ya que varios tíos intentaron quitarle el poder ya que se creían con más derechos que el al reino. Incluso llegó a condenar a su liberto Badr, acusado de conspiración.

Contra los reyes astures realizó aceifas, en las que practicaba la tala de campos en la etapa de cosechas. El reino de Asturias se va a asentar gracias a la batalla de Covadonga y a que la hija de Don Pelayo se va a casar con Alfonso I que heredo el trono y será rey de Asturias, aceptado por astures y cántabros. Las relaciones con los cristianos fueron pacíficas, aunque por supuesto hubo períodos de luchas entre ambos poderes. Entre el reino de Asturias y al-Andalus existe un desierto estratégico que impedía en muchas ocasiones las acciones militares árabes. Esto se debe a la huida de los bereberes por las malas cosechas y la sequía.

El príncipe Umar, fue enviado por su padre, y fue derrotado en Pontuvio (Galicia) por Fruela. Dar también envió una expedición a la futura zona de Bardulia, donde tuvieron que pagar un gran tributo en caballos y hierros para armas.

Después hay un período de paz entre cristianos y musulmanes, que llegará hasta Hixam I. En este período en Asturias se suceden Aurelio, Silo y Mauregato donde muchos mozárabes del sur se dirigieron hacia el norte y se asentaron en el reino de Asturias. Los árabes se dieron cuenta de que esto era peligroso para ellos ya que estos reinos cristianos tenían buenas relaciones con los carolingios.

Hubo disidencias contra el poder de Abd al-Rahman I en el valle del Ebro. El jefe kalbí Sulayman al-Arabi escapó de Córdoba e intentó coordinar la oposición al poder omeya de varios jefes árabes yemeníes de la Marca (frontera) Superior hispánica. Esta agitación, de cronología poco conocida, se vincula a la gran expedición de Carlomagno a Zaragoza en el 778. Carlomagno penetró hacia Zaragoza pero sus puertas no se abrieron y en la retirada Rolan murió atacado por los vascones en Roncesvalles (778). Carlomagno vio necesario establecer un pequeño territorio de frontera entre el Imperio y al-Andalus; por esto atacó Cataluña, tomando Barcelona, Gerona, etc, ayudado por el gobernador de Zaragoza Sulayman. Carlomango tuvo que abandonar esta tentativa debido a la sublevación de Sajonia. Entre el 781 y el 783 los omeyas lograron la sumisión de Zaragoza y atacaron los territorios cristianos ubicados al oeste del valle del Ebro, aunque la Marca Hispánica les impidió avanzar hacia el norte de los Pirineos.

En los últimos años de su reinado, un hijo de su antiguo enemigo Yusuf se revela en Toledo.

En cuanto a la administración hay que decir que Abd al Rahman crea un estado enteramente omeya y divide España en una serie de Provincias llamadas Coras, estas a su vez se dividen en el Iqlim y este se divide en Medinas, que podían ser Hadina o Alquerías (pueblos). Cada ciudad se divide en arrabales o harat (barrios) y también en Maysas (cortijo). Cada cora tendrá un gobernador nombrado por Córdoba, llamado Walí o Amir y la ciudad donde reside se le denominará Qaida.

Abd al-Rahman I también va a ser el que comience la construcción de la gran Mezquita de Córdoba y además va a amurallar la ciudad y construirá el palacio, donde residirán los emires. También hizo una residencia de verano en la Rusafa (el jardín) fuera de Córdoba. Las mezquitas también existían en todos los barrios de Córdoba, que también disponían de escuelas y cementerios. Además se aumentaros los servicios administrativos.

El poder omeya era el más sólido de los poderes independientes asentados en el occidente musulmán durante esta época. El prestigio de este linaje facilitó las cosas y, a la muerte de Abd al-Rahmán, el 30 de Septiembre del 788, el segundo de sus hijos, Hixam, aseguró la línea dinástica.

El reinado de Hixam I (788-796) fue relativamente apacible. Hixam había sido gobernador de Mérida, se le conocía como al-Ridda (aquel de quien se está satisfecho). Era una persona muy religiosa y piadosa. Sus hermanos se van a sublevar contra él: Abd Allah en Valencia y Suleyman en Toledo. Fueron derrotados y expulsados hasta el norte de África, dandoles una cantidad de dinero a cambio de renunciar a sus derechos.

Se produjeron algunos movimientos de agitación yemení en la parte oriental y en la Marca Superior, de escaso alcance y reprimidos gracias a la acción de los Banu Qasi, familia muladí de origen visigodo asentada en el valle de Ebro. Esta potente familia parece haber desempeñado una función de intermediaria entre el poder omeya y unas regiones, como Pamplona, que sólo nominalmente estaban sometidas a Córdoba. Además, una revuelta beréber fue sometida en la zona de Ronda.

La escasa presencia de problemas internos posibilitó las expediciones anuales del emir Hisham contra el reino asturiano y el enclave franco de Septimania. Una de estas campañas penetró en el Ebro llegando a Álava, derrotando a los cristianos. Otro ejercito derrotó a Bermudo I cerca de la región del Bierzo, renunciando este la corona que pasa a manos de Alfonso II el Casto, que estaba en un monasterio. Las aceifas continuaron año tras año, aunque en algunas ocasiones también se dirigieron contra los carolingios. En el 794 saquearon Oviedo en una aceifa dirigida por Al-Mali ibn Huzid. Finalmente el avance musulmán fue parado en la batalla de Lutos (796) (los lodos), donde fueron derrotados por los astures y murió el propio Hixam I y se abrió un período de respiro y expansión cristiana.

A la muerte de Hisham le sucedió en el trono su hijo, al-Hakam I (796-822). Era un Emir culto que elevó a Córdoba a una de las ciudades más importantes de Europa. Sin embargo sus impuestos extraordinarios lo hicieron muy impopular y fue tachado de déspota entre la población. El ejercito, llamado al-hud (los mudos) no subían hablar árabe y estaban organizados en los pies del alcázar y tenían como misión defenderlos.

Sus hermanos y tíos van a exigir la corona. Su tío Abd Allah se levantó en Zaragoza y Huesca buscando como apoyo a los carolingios y finalmente se le concedió Valencia donde fue gobernador. Su otro tío Sulyman no pacto con al-Hakam y fue derrotado y decapitado den Mérida (800). También atacó a los reinos cristianos, en el 797 envió una aceifa apoderándose de Calahorra y Santander. También atacó Pamplona y al reino de Asturias. Obtuvo un gran botín.

Su principal problema fue la rebelión de los mozárabes, que no fue un tema religioso sino económico y político por perdida de poder e independencia. La primera rebelión vino de los muladíes en Zaragoza y otras grandes capitales visigodas como Toledo y Mérida, que eran las capitales de las marcas. A esta sublevación muladí se le van a unir los mozárabes.

En Zaragoza se produjo un primer movimiento independentista instigado por Maluk ben Anrruk que fue vencido por las tropas de Córdoba, pero se apoderó de Huesca. Esta lucha es aprovechada por los Banu Casi que tratan de independizarse en Zaragoza. Finalmente Maluk, de nuevo leal a Córdoba, aplastó la rebelión de los Banu Casi, aunque siguieron como gobernadores de Zaragoza.

Toledo también se independizó y fue aplastado durante las jornadas del foso, que serán recordadas en los tiempos por su crueldad. Se invitó a una gran fiesta a los sublevados, y mientras pasaban por la puerta eran decapitados y lanzados a un foso.

En Mérida la rebelión duró 6 años, pero en el 813, decidieron entregarse y hacer la paz con Córdoba.

Pero la sublevación más importante fue la denominada revuelta del arrabal de Córdoba, sangrientamente reprimida y llevada a cabo en el 818 por un sector de población que consideraba tiránica y poco acorde con las normas islámicas la política del rey omeya. Ya desde el año 805 empieza ha existir tensión entre la población. Córdoba empieza a destacar como una gran ciudad del mundo árabe. En este arrabal situado fuera de la ciudad, estaba poblado por mozárabes y muladíes. La población que causó el problema fueron los alfaquíes y los artesanos y comerciantes. Los alfaquíes estaban descontentos con el Emir y lo tachan de ser una persona autoritaria. Realizaron propaganda contra al-Hakam en contraposición a su padre Hixam I. En el 805 esta propaganda hace que algunos alfaquíes protesten por los altos impuestos y hay una conjura contra el Emir, que mandó crucificar a los responsables. Hubo otra conjuración que trató de colocar en el mandato a su primo Muhammad que los traicionó dando una lista con los insurrectos. El Emir fortificó la ciudad y reforzó la guardia personal. En el 818 el Emir puso un nuevo tributo; se fue a cazar y dejó en Córdoba a un mozárabe (el commes Rabi). En el arrabal de Secunda había una población muy heterogénea. Un soldado fue allí a arreglar su espada y el soldado mató al artesano. El Emir cuando pasó por el barrio fue apedreado y la muchedumbre trató de pasar el puente. Cerró el puente y realizó una masacre. Arrasó el barrio arando la tierra. Los supervivientes emigraron a Fez y se les entregó un barrio “el arrabal de los andaluces”. Otra parte de la población ocupó barcos y llegaron a Alejandría donde tomaron más barcos y ocuparon Creta donde permanecieron hasta Abd al-Rahman III ejerciendo la piratería.

Durante el reinado de al-Hakam I se inició la mezcla de la población andalusí. Los círculos de allegados al Emir ya no estaban formados exclusivamente por aristócratas árabes, sino que se reclutaron auxiliares entre los libertos y los no árabes. Se continuó la política de relaciones con el norte de África iniciada por su padre, que contribuyó a romper el aislamiento político de al-Andalus, estableciendose relaciones incluso con la Asia musulmana, con el pretexto de peregrinaciones a los lugares santos de Arabia o incluso de viajes de estudio.

Al-Hakam I dejó a su muerte un estado bastante organizado administrativa y fiscalmente. Su hijo, Abd al-Rahman II (822-852), hubo de luchar contra los francos de la Marca Hispánica (en la actual Cataluña), los vascones de Pamplona y los Banu Qasi. Sin embargo, el poder omeya logró conservar el control sobre el conjunto de al-Andalus.

En su reinado va a cambiar la fisionomía de al-Andalus. Va a tener una relativa tranquilidad, va a tener una buena organización administrativa y militar. Córdoba va a tener una hacienda saneada y va a florecer en todos los aspectos sobretodo en el cultural.

Bajó los impuestos y condenó al commes Rabí. Prohibió la venta de vino para atraerse a los alfaquíes. Va a poner al frente de la política fiscal a musulmanes. Se comprometió con los alfaquíes a cobrar sólo los impuestos ordinarios (los establecidos por el Coran), que consistían en el diezmo y la primacía (por ejemplo: el Emir recibía la primera cría de cada cordero). Se puso en marcha las regalías para obtener fondos (monopolios estatales sobre productos o industrias). Una de las regalías era la acuñación de moneda. Esta regalía se podía vender a un particular a cambio de un porcentaje para el Emir. También la fabricación de seda era otra regalía. Todos los musulmanes tenían que pagar un impuesto por su condición (capitación). Además se pagaba el impuesto de regadío que era fijo, mientras que le de secano iba variando según la cosecha.

Dentro de la administración central se crean dos secciones: 1. La hacienda, donde se maneja el erario público. 2. La Cancillería donde se manejan los documentos.

Abd al-Rahman II va a copiar todo el funcionamiento administrativo de los abasíes de Bagdad.

También se va a producir la construcción de una marina de guerra debido a los ataques normando a las costas. Estos eran conocidos por el nombre de machus (idólatras o adoradores del fuego). En el 844 apareció una flota de normando que atacó Lisboa y llegaron hasta Sevilla por el Guadalquivir y se establecen en la isla de Tablada, donde crearon una base para sus ataques. Finalmente Abd al-Rahman II va a derrotar a los normandos y obtendrá un buen número de prisioneros, que curiosamente enseñaran a los musulmanes a hacer queso y otros productos lácteos. Además de la construcción de una marina se van a construir torres en las costas. Que van a facilitar la expulsión de los normandos en los sucesivos ataques.

Aparecieron los ribat donde los habitantes cumplen servicios militares que van a copiar los cristianos con las ordenes militares.

Los primeros decenios del siglo IX vieron producirse en el occidente musulmán una evolución jurídico-religiosa importante gracias al impulso de la escuela malikí, de Malik Ibn Anas, discípulo de Mahoma, fallecido en Medina en el 795. Al-Andalus se adhirió a esta doctrina, una de las cuatro interpretaciones ortodoxas de la sunna (preceptos del profeta Mahoma). Se observa con ello un endurecimiento de la ortodoxia religiosa en el mundo musulmán.

Al-Andalus va a ver un progreso económico y militar que dio a Córdoba una superioridad contra los países cristianos. Las aceifas se realizan todos los años menos entre el 828 y el 838 ya que se firmó una paz con los reyes cristianos. En el 846 los musulmanes ocupan León destruyendo sus murallas. También realizaron aceifas contra la marca hispánica de los carolingios.

En el 828 se produjo una revuelta en Mérida, que venció a las tropas del emir. en el 830 finalmente se rindieron y en el 834 se tomó Mérida y se mejoró la calzada para un acceso más rápido a la levantisca ciudad.

Córdoba va a mantener un continuo crecimiento, hasta llegar a superar a Bagdad. Esto le obliga a ampliar la mezquita, construir un palacio y traer nuevas aguas para abastecer la población. Construye las murallas de Sevilla, la alcazaba de Mérida, construye la ciudad de Murcia, la mezquita de Jaén y la alcazaba de Badajoz. Hay que señalar que la mezquita se amplió, pero no debido al aumento de la población, sino debido al aumento de la administración ya que cada arrabal tenía su propia mezquita.

En cuanto a las costumbres, se utilizan perfumes, aceites para la piel, vestidos, joyas, que supuso una atracción para los comerciantes, poetas, músicos, etc. Entre estos se encontraba Ziryab, que se instaló definitivamente en Córdoba en el año 822, ejerció con sus consejos una profunda influencia sobre la sociedad aristocrática de al-Andalus.

La revuelta mozárabe (Los mártires voluntarios)[editar]

Los muladíes provocaron los problemas y se le unieron los mozárabes debido a la prohibición de edificar iglesias y la prohibición de las campanas. Hubo una transformación de mozárabes en muladíes.

Álvaro y Eulogio de Córdoba van a ver con malos ojos lo ocurrido; en sus obras vamos a ver una voraz critica al Islam. Álvaro va a escribir la vita Eulogii y el Indiculus luminosus, donde critica fuertemente al Corán y al Islam. Eulogio va a ser un sacerdote, amigo y codiscípulo de Álvaro. Va a escribir el Memoriale Martyrum, así como el Documentum Martyriale, con la finalidad de aumentar la fe de los jóvenes creyentes ante las torturas de los musulmanes y donde se exaltaba la figura de los mártires. Este libro tuvo una gran repercusión en los mozárabes que se desplazaban a Córdoba para insultar a Mahoma buscando el martirio voluntario. Eulogio será nombrado arzobispo de Toledo pero no llegó a tomar posesión de su cargo la que fue capturado y martirizado por los musulmanes en el año 859; dos años después Álvaro corría la misma suerte. Se realizó un concilio prohibiendo este tipo de martirio. El obispo estaba presidido por el obispo de Sevilla. Ahora a los mártires no se les consideraba como tales, sino como suicidas. Se produjo una islamización de los mozárabes, aunque otros se dirigieron al reino de Asturias.

Durante la mayor parte del reinado del hijo y sucesor de Abd al-Rahman II, el emir Muhamad I (852-886), continuó la tendencia según la cual la Hispania musulmana se fue convirtiendo en un estado rico y bien administrado pese a su complejidad étnica y religiosa, que consolidó la autoridad del poder central. Ello se puso de manifiesto en el aumento continuado del número de emisiones monetarias, en la regularidad de la percepción de los impuestos y en una capacidad militar que permitió reprimir la disidencia interior y frenar el avance de los reinos cristianos. Durante la mayor parte del reinado del hijo y sucesor de Abd al-Rahman II, el emir Muhamad I (852-886), continuó la tendencia según la cual la Hispania musulmana se fue convirtiendo en un estado rico y bien administrado pese a su complejidad étnica y religiosa, que consolidó la autoridad del poder central. Ello se puso de manifiesto en el aumento continuado del número de emisiones monetarias, en la regularidad de la percepción de los impuestos y en una capacidad militar que permitió reprimir la disidencia interior y frenar el avance de los reinos cristianos.TC \l 3 " Durante la mayor parte del reinado del hijo y sucesor de Abd al-Rahman II, el emir Muhamad I (852-886), continuó la tendencia según la cual la Hispania musulmana se fue convirtiendo en un estado rico y bien administrado pese a su complejidad étnica y religiosa, que consolidó la autoridad del poder central. Ello se puso de manifiesto en el aumento continuado del número de emisiones monetarias, en la regularidad de la percepción de los impuestos y en una capacidad militar que permitió reprimir la disidencia interior y frenar el avance de los reinos cristianos."

Los Banu Casi se van a revelar en Zaragoza, y esta rebelión va a durar hasta la llegada de Abd al-Rahman III que la sofocará. También se va a revelar la ciudad de Toledo y se van a retener rehenes para evitar futuras rebeliones. Se apoderaron del castillo de Calatrava hasta Sierra Morena. Van a ser derrotados por las tropas del emir, aunque no serán definitivamente derrotados hasta la batalla de Guazalete (932), ya en tiempos de Abd al-Rahman III.

Mérida y Badajoz también se revelan al mando del gallego, Abd al-Rahman ibn Marwan al-Yilliqi. Este va a tener ayuda de Alfonso III y van a derrotar al emir. después de una estancia en Asturias va a volver a Badajoz, donde va a permanecer independiente hasta la llegada de Abd al-Rahman III.

Musa ben Musa se va a declarar tercer rey de España en Zaragoza y Tudela. Uno de sus descendientes van a conservar su independencia y Córdoba va a apoyar a los Tuyibies que son nombrados gobernadores del área norte.

La revuelta muladí de Umar Ibn Hafsun[editar]

Las revueltas muladíes van a adquirir una mayor relevancia. Se van a revelar porque la participación política en la vida de al-Andalus era menor de la que ellos esperaban. Estas se van a dar sobretodo en las marcas fronterizas de Toledo y Mérida y sobretodo en la zona sur, donde se va a revelar Umar Ibn Hafsun, en la serranía de Ronda. Este tomo fuerza sobre todo en el reinado de Al-Mundir y Abd Allah.

Umar hijo de Hafs, que era un muladí de reciente conversión, se va a revelar en Ronda en la cora de Rayya. Se escapo y se fue al Norte de África donde le predijeron que sería el libertador de su gente. se fortificó en Bobastro, desde donde llegó a los pueblos de Córdoba ya que el emir no prestó mucha atención. Pera ya en el año 883 el emir Muhammad I envió al general Abd al-Aziz. Umar aspiraba a formar un señorío independiente al igual que los Banu Casi. Se apoderó de Comares, Mijas, Archidona donde lo combatió Al-Mundir, pero regresó a Córdoba al ocupar el trono ya que su padre había muerto. Umar tuvo un gran éxito entre los agricultores. Al-Mundir lo sitia en Bobastro y Umar acepta regresar a Córdoba, pero al-Mundir muere y el muladí ataca, aunque Abd Allah lo convence para que respete el cortejo funerario de su hermano. Umar es reconocido como gobernador de la zona en el nombre del emir, pero rompe el pacto y se apodera de Estepa, Osuna, Alcalá la Real, etc... A esto se le suma una rebelión en Granada y Almería y se apodera de los castillos de Jaen y Redyo. La capital se traslada e Écija e intenta cercar Córdoba, pero cometió el error de convertirse al cristianismo con el nombre de Samuel en el 889, con lo que perdió el apoyo de los muladíes, aunque ganó el apoyo de los mozárabes. También pidió el apoyo de los fatimíes que enviaron barcos para socorrerle. Finalmente Umar muere y le sucede sus hijos que serán derrotados por Abd al-Rahman III que arrasa con toda la ciudad.

Los reinados de al-Mundir Ibn Muhamad (886-888) y Abd Allah (888-912) se enmarcan en un período de crisis.

A fines del siglo IX, aproximadamente desde el año 880, e inicios del X, hay un cambio de coyuntura. Se produce una ruptura manifiesta con la tendencia anterior, observada en la caída del número de acuñaciones de monedas, en el surgimiento de nuevas y más amenazantes revueltas locales (como la de Zamora o la del malagueño Ibn Hafsun) y en la desorganización político-administrativa del emirato, que conlleva la fragmentación del poder central y la aparición de poderes locales de tendencia independentista.

La crisis de fines del IX ha sido interpretada desde perspectivas diversas, tal vez complementarias: crisis profunda del poder central en un país islamizado y arabizado, pero fragmentado en distintas células autónomas unas respecto a otras y todavía organizadas según modelos tribales; crisis de crecimiento del poder omeya y del estado por él creado, que debe enfrentarse a las resistencias que suscita su reforzamiento tanto en el entorno tribal arábigo-beréber como entre la población autóctona prefeudal.

Pierre Guichard ha definido la formación socio-política andalusí como una sociedad tributaria, en la que una estructura estatal de tipo musulmán se superpone a comunidades rurales y urbanas relacionadas con el estado por el pago de impuesto o tributo, sin que hubiera apropiación masiva de tierras por una aristocracia cuyos medios de vida dependían en gran medida de la recaudación fiscal.

Manuel Acién afirma que en la sociedad tributaria definida por Guichard se produciría, a fines del siglo IX, la ruptura de un difícil equilibrio logrado, coincidiendo el reforzamiento del estado, el aumento de la presión fiscal, el descontento de la población, tanto aristocrática como sojuzgada, y la crisis de las solidaridades tribales.


Califato de Córdoba(929-1031)[editar]

El período crítico que se desarrolla a caballo entre los siglos IX y X no terminó con el poder omeya, que logró mantenerse hasta su restauración por Abd al-Rahman III (912-961), nieto del emir Abd Allah. Con él, al-Andalus conoció un período de esplendor que culminó con la proclamación del califato independiente de Córdoba.

En el 912 muere el último emir de Córdoba sucediéndole Abd al-Rahman III que adoptará el título de Califa. Las razones de esto es que en el 909 los gobernadores del norte de África también se llamaron califas. Adoptó el título de califa y de príncipe de los creyentes, uniendo a su nombre el honorífico de al-Nasir li-din i Ilah ('el que combate victoriosamente por la religión de Allah'). Adopta esta decisión porque cree que había llegado el momento de gobernar tanto en Córdoba como en el mundo musulmán, dio la medida del califato en su política cortando la expansión de los cristianos y extendiéndose por el norte de África; en política interior el califato provoca una etapa de florecimiento inigualable conociéndose Córdoba en todo el mundo.

La personalidad física e intelectual de Abd al-Rahman III nos dice que era hijo de una cristiana vasca. Su domino, al inicio de su reinado, sólo se extendía a Córdoba y su entorno, con el tiempo se produciría una sublevación en esta ciudad por lo que Abd al-Rahman exigirá un juramente de fidelidad a todos aquellos que se habían sublevado, por lo que les perdonaría la vida. Organiza un ejército para luchar contra los bereberes, restableciendo su poder hasta Castilla la Nueva. Otra campaña será llevada contra Écija, a la que destruye, corta las comunicaciones con Bobastro para así cortar el paso a posibles ayudas. En su regreso a Córdoba pasa por Elvira y Rayya, habiendose rendido unos 300 lugares en su regreso. Sus victorias se basan tanto en la utilización de técnicas de guerra mejores como llevar una política en la que enfrenta a muladíes y mozárabes.

El primer califa omeya reimpuso su poder en las marcas fronterizas del reino, especialmente en la Marca Superior, donde la familia árabe de los Banu Tuyib conservaba su independencia, dedicándose de pleno a tareas organizativas en el interior. La administración central fue racionalizada, reduciéndose el número de visires a cuatro; la administración provincial será rígidamente controlada desde Córdoba y extremadamente móvil, manifestándose un movimiento constante de nombramientos y revocaciones, lo que impedirá la formación de poderes locales fuertes y perdurables.

Respecto a la política exterior, Abd al-Rahman III consiguió sacar ventajas de las luchas de sucesión en el territorio asturleonés tras la muerte de Ramiro II. Ordoño III, rey de León, pagará un impuesto a Abd al-Rahman y Sancho I, rey de Pamplona, hubo de acudir a la corte cordobesa a rendir homenaje al califa.

García, hijo de Alfonso III fue hecho prisionero por atentar contra su padre. En el 910 muere y le suceden sus 3 hijos:

  • García I en Asturias y León (910-914)
  • Ordoño II en Galicia (914-924)
  • Fruela II en Castilla (924-925)

García hizo una campaña por tierras musulmanas y cambió la capital de Oviedo a León. A partir del 910 el reino empezó a denominarse reino de León. García repobló una serie de plazas fuertes cerca del Duero. (Osma, Clunia y San Esteban de Gormaz). A su muerte le sucede Ordoño II. Este siendo corregente en Galicia hizo una expedición contra los musulmanes. En el 913 tomó Évora y volvió a Galicia. Cuando se convierte en Rey de León renueva las ofensivas contra el Islam y toma el castillo de Alanje y recibe tributos d e los musulmanes con los que construyó la Iglesia de Sta. María de León. Los cristianos trataron de llegar hasta Córdoba desde León. En el 915-916 atacaron San Esteban de Gormaz que lo habían perdido y lo volvieron a tomar.

Para ampliar el poder cristiano hace una alianza con Sancho Garcés I (905-926) de Navarra para que éste atacara a los Banu Casi de Zaragoza, tomando las importantes plazas de Nájera y Tudela. Abd al-Rahman III no tiene más remedio que contratacar y venció a Ordoño II en Mitonia o Mudonia. La campaña más importante fue en el 920 cuando, Ibn Hafsun ya estaba fuera de acción, que sera conocida como la campaña de Muez. Desde Todedo se dirigió hasta Medinaceli y cuando iba camino de Navarra se desvió y tomo Osma, tomo la fortaleza de San Esteban y Clunia, con lo que vengaba las campañas anteriores. Echo esto, se dirigió a Navarra; tomo Calahorra y cercó al rey en Arnedo. Atacó Pamplona. En la llanura de Junquera fueron derrotados los navarros y leoneses (Valdejunquera 920); los derrotados son perseguidos hasta el castillo de Muez, donde dio muerte a muchos condes y caballeros. No pudo conquistar Pamplona y volvió a Córdoba reforzando los castillos del Duero. Abd al-Rahman III vio que podía apoderarse de Pamplona y pronto intentó tomarla de nuevo. Para ello necesitaba romper el pacto entre cristianos.

En el 921 Ordoño II entró en territorio musulmán y se apoderó de Nájera y Viguera. Abd al-Rahman III en el 924 realizó la campaña de Pamplona a la muerte de Ordoño II, que fue sucedió por Fruela II. Subió por la zona de Murcia, Valencia y Tudela; cruzó el Ebro y arrasó con los castillos de Peralta y Tafalla. Sancho Garcés fue derrotado y Pamplona fue ocupada y saqueada, voviendo después de esto a Córdoba.

Fruela II proporcionó refuerzos a Sancho Garcés. Sus hijos eran Rodrigo y Ordoño. Alfonso IV, hijo de Ordoño II le sucedió debido a la temprana edad de los hijos de Fruela. Sancho Ordóñez se coronó rey en Santiago y tuvo que atacar León para imponer su poder a su hermano Alfonso IV, coronado en León. Mientras el tercer hijo, Ramiro era casi independiente en Portugal. Sancho va a crear un reino en León (925-929) hasta su muerte. También se produjo la muerte de Sancho Garcés en el 926, siendo sustituido por su hijo García Sánchez I, aunque fue su madre la reina Toda la que ejerció la regencia hasta cerca de 960.

Ramiro II se va a hacer con el trono ya que en el 931 su hermano Alfonso IV se retiró al monasterio de Sahagún. Cambió de opinión y se proclamó rey de nuevo en Simancas, pero Ramiro lo envió de nuevo al monasterio. Abd al-Rahman III va a apoyar a unos y a otros en su beneficio y Córdoba vive unos años de tranquilidad. Ramiro II de León va a tomar la decisión de llamarse Imperator y rex magnum de León y va a enfrentarse a Abd al-Rahman III.

Desde el 932 hasta el 950 Córdoba y león se van a enfrentar venciendo finalmente León. Un cronista árabe Arib ibn Sa´d escribió sobre Abd al-Rahman III: “Ramiro se apoderó de la fortaleza de Madrid, también intentó apoderarse de Toledo. En el 933 volvió a vencer a los musulmanes en la batalla de Osma, ayudado por Fernán González (conde de Castilla)”.

En el 935 Abd al-Rahman III cercó Osma, arrasó Burgos y varios monasterios. En el 937 el gobernador de Zaragoza (de la familia de los Tuyimies) pasó a ser vasallo de Ramiro II. Abd al-Rahman III no tiene más remedio que apoderarse de Zaragoza y Calatayud que tuvo que capitular. Después dirigió sus tropas contra Navarra.

En el 939 lanzó la campaña de la “omnipotencia” para sojuzgar a los cristianos. El ejercito era de 100.000 hombres, dirigiendose a Simancas, donde se encontraba Ramiro II con las tropas de Navarra, Castilla y León. Realizaron un foso y fue un desastre para el califa, que tuvo que huir. Este hecho se conoce como la batalla del foso o Simancas (939). Cuando llegó a Córdoba Abd al-Rahman castigó a 300 caballeros por huir en la batalla.

Ramiro II va a repoblar el valle del Tormes, Salamanca, Arandega, etc. cogió prisioneros a algunos musulmanes tuyubies. Esta batalla fue muy importante y aparece entre los cronistas europeos, sin embargo el rey leonés no pudo sacar partido de la victoria. A Fernán González se le entregó el gobierno de Burgos y Alaba, además tomó y repobló Sepúlveda. En el año 940 se sublevó contra su rey ya que algunos de sus familiares fueron ejecutados por Ramiro, que lo venció y se llegó a un pacto. Entre las condiciones el conde tuvo que prestar juramento de fidelidad, casar a su hija Urraca con Ordoño III (hijo de Ramiro II) y desprenderse de algunos de sus vienes.

Córdoba aprovechando esta situación atacó Galicia, León, Medinaceli con resultado incierto en estas batallas. Definitivamente Ramiro II va a morir en el año 951. El califa está en su apogeo y lanza otra guerra santa contra los cristianos. Ramiro II de su primer matrimonio tenía un hijo llamado Ordoño y de su segunda mujer, Urraca (hija de Fernán González), tuvo a su otro hijo Sancho. Finalmente va a acceder al trono Ordoño III, aunque muy pronto los partidarios de Sancho intentan derribarlo y sustituirlo por Sancho. La reina Toda y Fernán González tomaron parte en esta guerra de parte de Sancho.

Ordoño III venció junto a León a sus hermanos pero tuvo que irse a Galicia ya que hay una nueva sublevación. Abd al-Rahman III en el 951 realizó varias razias contra el reino de León que casi siempre fueron desfavorables para León. Ante la negativa de Ordoño III a ceder castillos a Abd al-Rahman III hizo que el califa apoyara a Sancho I el Craso. Finalmente Sancho I no entregó los castillos prometidos y el califa de nuevo apoyó a Ordoño III. También Fernán González hizo un pacto con Abd al-Rahman III para que no atacara Castilla. En el 956 muere Ordoño III en Zamora y le sucede Sancho I el Craso. El nuevo rey leonés entra en guerra con el califa en el 957, siendo derrotado. Además Fernán González también entra en León y Sancho se ve obligado a refugiarse con su abuela Toda en Navarra.

Después de esto en León sube al trono Ordoño IV el Malo hijo de Alfonso IV el Monje. La reina Toda, de nuevo va a intervenir en favor de su nieto y pacta con el califa. Finalmente Sancho I se hace con el trono y se enfrenta a Ordoño IV que abandona León sin oponer resistencia refugiandose en Castilla (960). En el año 961 finalmente va a morir el califa Abd al-Rahman III, que es sustituido por su hijo Al-Hakan II.

Política norteafricana[editar]

En Marruecos, Abd al-Rahman III puso fin a la influencia del califato fatimí, cuyas ambiciones respecto a al-Andalus le preocupaban. Además, ocupó Melilla en el 927 y Ceuta en el 931, anexionó Tánger en el 951 y creó un protectorado omeya en el norte y centro del Magreb.

En el Norte de África se va a producir una lucha entre los fatimíes de Egipto y los omeyas de Córdoba. A finales del siglo IX, según el historiador tunecino Ibn Jaldun, el Magreb estaba ocupado por el Reino Aglabí de Ifriqiya, el Imanto Rustumí en torno a Tahert de filiación jariyi, al igual que el principado de Sidjilmasa. Por otra parte en Marruecos existía el reino Idrisí.

Los dos primeros son eliminados por los fatimíes de Egipto. Los Aglabíes de Kairwan hicieron frente a los fatimíes pero fueron conquistados. Los Rustumies también fueron conquistados y se tomo su capital Taar. Los Idrisies piden ayuda a Córdoba. Los Madraries de Sidjilmasa, junto a otos pequeños principados en el Norte de África piden apoyo al califa cordobés frente al avance fatimí. Los andalusíes del Fez -provenientes del arrabal- van también a ayudar al Califa.

En el 914 el califa cordobés manda tropas hasta Alejandría contra los fatimíes y se sublevan los pueblos sojuzgados por los califas fatimíes. En Algeciras se reunió toda la marina omeya para vigilar la costa de Al-Andalus para que Ibn Hafsun no recibiera apoyo fatimí.

En el 917 muere Ibn Hafsun y los fatimíes intentan desestabilizar de nuevo al poder omeya. Dan ordenes al gobernador de Taar de atacar el principado de Nakur, vasallo de Abd al-Rahman III. Hasta el año 922 el gobernador Masala va a atacar de forma continuada a Fez y Sidjilmasa, por orden de los fatimíes. Abd al-Rahman consigue pacificar la situación de enfrentamiento entre las tribus bereberes zanates y sirayas y consigue el apoyo de los primeros para vencer en Taar al gobernador fatimí Masala.

En el 927 el omeya va a ocupar Melilla con el objetivo de fortalecer su posición en el Norte de África. Los Idrisies continuaban siendo un reino independiente pero éste se desmembraría en el año 974, cayendo en la órbita omeya.

Otro golpe de efecto ocurre cuando Masala se revela contra el poder fatimí haciendose vasallo del califa cordobés. En el 931 los fatimíes van a lanzar una nueva ofensiva contra los zánatas, pero fracasa ya que los jariyies de nuevo se revelan. Esta situación se prolongó hasta Al-Hakan II y Al-Mansur. Este último va a utilizar a las tribus del norte de África en sus campañas contra los cristianos.

Por último, estableció relaciones oficiales con el emperador de Bizancio, Constantino VII, con el germánico Otón I y con el conde franco de Barcelona.

A Abd al-Rahman III le sucedió su hijo, al-Hakam II (961-976). Ilustrado y bibliófilo, este monarca consiguió, apoyado en un ejército permanente central, controlar el norte de África y los reinos cristianos, frenando los intentos de León, Castilla y Navarra de afirmar su independencia. Junto a ello, el hieratismo de las ceremonias oficiales desarrolladas en Madinat al-Zahira y la continuidad en la política de nombramientos y destituciones constantes del personal gubernamental, contribuyen a dar una impresión de grandeza del poder califal andalusí, confirmada por los cronistas árabes medievales.

La tranquilidad de su reinado fue absoluta. En el 966 se produjo un intento de desembarco normando, sin embargo fueron rechazados. También atacaron el Algarbe y Lisboa, pero en el 971 de nuevo van a ser rechazados.

En el interior destacaron el general Galib en Medinaceli y en Córdoba Al-Munsafi. Su hijo Hixan nació en el 965, siendo celebrado su nacimiento por todo lo alto. Su madre era una vascona llamada Aurora, que sería quien protegería a Al-Mansur. El Califa una vez que nació su hijo hizo que se le decretara juramento. A sus 14 años va a morir su padre Al-Hakan II. Al-Hakan II va a reclamar las plazas prometidas por Sancho I y Ordoño III. A la muerte de la reina Toda le pide a García Sánchez I que entregue a Fernán González, pero nos navarros lo pusieron en libertad. El califa se dirigió a Burgos donde cogió prisionero a Ordoño IV que se lo llevó a territorio musulmán. Los musulmanes van a declarar la guerra santa a los cristianos. Ordoño IV pide ayuda en Córdoba contra Fernán González. Un ejercito se le entrega para que recupere el trono, pero no puede aliarse al Conde castellano. Además tiene que dejar rehenes en Córdoba y tiene que tener un consejo formado por mozárabes. Sancho I envió también una embajada a Córdoba y se compromete a cumplir la entrega de las plazas. Ordoño IV muere e hijo que Sancho I no cumpliera la promesa y se aliara con Fernán González, el rey de Navarra y los condes catalanes Borrell y Mirón. En el 963 los musulmanes atacaron la fortaleza de Atienza y San Esteban de Gormaz. Sancho I fue derrotado por los Tuchibies. Las tropas de Galib se apoderaron de Calahorra. Tuvieron que firmar la paz.

En el año 965 Sancho I va a morir envenenado por un conde gallego llamado Gonzalo y le sucedió su hijo Ramiro III de tan sólo tres años. La regencia la ocupó su hermana Elvira. Esto va a provocar una anarquía en el reino leonés acrecentada por las invasiones normandas. En el 970 también van a morir Fernán González y García Sánchez I, que son relevados por Garcí Fernández y Sancho Garcés II Abarca.

En el 974 el nuevo conde de castilla ataca Medinaceli y Beza y obliga a los musulmanes a pedir ayuda al general Galib que se encontraba en el Norte de África. Este volverá y será victorioso frente a los cristianos.

En el año 975 las tropas castellanas, leonesas y vasconas cercaron San Esteban de Gormaz, pero fueron derrotados por Galib y los Tuchibies.

En lo que se refiere a su política en el Norte de África, siguió la actuación de su padre atrayendose a los pueblos norteafricanos. El califa fatimí además comenzó la conquista de Siria; atacó y conquistó Al-Fustar (969) y decide la construcción de la nueva ciudad del Cairo. Poco después traslado la corte a esta ciudad y se alejó de la política norte-africana. El Magreb quedaba con una especie de provincia, donde el peligro estaba en la rebeldes tribus zánatas. Además Galib se dirigirá contra los Idrisíes que serán derrotados, siendo gobernador de la región un tuchibí.

El reinado del califa Hisham II (976-1009) está marcado en buena medida por el ascenso del hayib (una especie de "mayordomo de palacio") Muhammad Ibn Abu Amir, el futuro al-Mansur ('el Victorioso'). Perteneciente a la dinastía de los amiríes, al-Mansur (el Almanzor de las crónicas cristianas) ostentará el poder efectivo y llevará al califato omeya a un punto de florecimiento sin igual.

Muhammad se aseguró el control del ejército, reorganizándolo a base de reclutar contingentes beréberes y mercenarios cristianos, con lo que redujo a la impotencia al joven califa. Por otro lado, llevó a cabo una represión de la oposición y sus clientelas y practicó una política netamente conservadora de los valores tradicionales.

Almanzor[editar]

Existen diferentes teorías acerca de su lugar origen, puesto que se especula, incluso hoy día, acerca de si fue almohade o eslavo. La principal fuente para el conocimiento de su vida se halla en las noticias dispersas que el cronista musulmán Ibn Idhari ofrece sobre sus campañas militares. Precisamente, la primera vez que su nombre aparece en las crónicas es hacia el año 960, cuando se encontraba en Córdoba estudiando derecho, teología y filosofía, donde se mostró como un hombre erudito y versado en el estudio del Corán. Aproximadamente durante esa época fue adoptado bajo el patronazgo de Galib Abu Temman al-Nasir, un eslavo europeo cuya valía militar le había deparado una singular posición durante el reinado de Al-Hakam II. El día 16 de agosto del año 977 Almanzor contrajo matrimonio con Ismá, la hija de Galib, con lo que la unión entre la familia de Galib y el caudillo amirida se fortaleció aún más. Bajo la dirección de su suegro, Almanzor veló sus primeras armas y aprendió a combatir y a dirigir los ejércitos cordobeses.

Las crónicas castellanas establecen la fecha del 977 como la primera vez que una incursión de Almanzor llegó hasta el Duero, concretamente a Baños de Ledesma. Al año siguiente, otra nueva expedición llegó hasta Cuéllar. Las primeras intervenciones de Almanzor estaban dirigidas a conservar el importante enclave de Gormaz, fortaleza estratégica situada en las cercanías del Duero que había sido conquistada por Galib al conde Fernán González en el año 960 y que había sido reedificada por los cordobeses hacia el año 965. Sin embargo, Gormaz volvió a ser reconquistada por el conde de Castilla Garcí Fernández en el año 978. La reacción cordobesa no se hizo esperar, puesto que en el 979 Almanzor atacó y saqueó Sepúlveda y Ledesma, donde infringió graves daños a la población cristiana pese a que el objetivo último, recuperar Gormaz, no se pudo cumplir.

La ascensión al poder de CórdobaLa ascensión al poder de CórdobaTC \l 3 "La ascensión al poder de Córdoba"

En esa misma época tuvo Almanzor que regresar a Córdoba, puesto que la muerte del califa Al-Hakam II (977) había dejado al reino desprovisto de dirección. Tras el nombramiento de nuevo califa, Hixam II, todas las facciones de consejeros cordobeses pasaron a disputar, agria y sordamente, una lucha violenta por hacerse con el poder durante la minoría de edad del nuevo califa. Una de las facciones estaba encabezada por Galib, el suegro de Almanzor, partido en el que ambos militaron. Sin embargo, Almanzor comenzó a aprovechar la extraordinaria popularidad que sus victorias contra los cristianos le habían deparado para ir eliminando, uno por uno e incluyendo a su propio suegro, a todos los rivales en el poder. Para llevar a cabo tal política, Almanzor contó con el beneplácito e, incluso, con la ayuda, de la sultana Aurora, madre del nuevo califa, lo que ha llevado a gran parte de los historiadores a sospechar que ambos mantuvieran una relación sentimental. Ambos fueron los responsables directos del gobierno califal, mientras que el propio Hixam II fue encerrado en el fabuloso palacio de Madinat al-Zahira (Medina Azahara) y entretenido con los más concupiscentes y esplendorosos placeres.

Tras ello, Almanzor fue nombrado hayib de al-Andalus, cargo que equivalía en la práctica a ser gobernador general, nombramiento que no fue bien visto no por su suegro, Galib, ni por el otro militar más poderoso de la época: Abd al-Rahman ibn Mutarif, el gobernador de Toledo. El clima de conspiración que se respiraba en todas las esferas de la política cordobesa llevó a Almanzor a rodearse de su propia gente: nombró a su hijo, Abd al-Malik, gobernador de la frontera superior del Duero y formó su guardia personal mediante militares beréberes, eslavos e, incluso, esclavos nubios africanos de raza negra, desconfiando de todos los árabes que encontraba a su paso. La política que emprendió fue, empero, del agrado de pueblo cordobés, que vio cómo el poder militar daba paso a un menor cobro de impuestos debido a los ingresos procedentes de los botines de guerra; entre el pueblo fue muy popular una ley que derogaba el cobro de impuestos por el aceite. La situación de Almanzor continuó siendo privilegiada en los años siguientes, especialmente cuando en el 981 pudo, por fin, recuperar la fortaleza de Gormaz, acción militar que tenía un doble objetivo: contener a los cristianos del norte y vigilar a sus propios enemigos, como eran ibn Mutarif de Toledo y Galib, refugiado en su señorío de Madinat-Salim (actual Medinaceli).

Campañas militares[editar]

Cuando Galib falleció a finales del año 981, Almanzor decidió castigar a los pueblos cristianos, que habían apoyado a ibn Mutarif y a este último en sus pretensiones contra el amirida. Así pues, entre los años 981 y 997, Almanzor se convirtió en la pesadilla más terrible de los pobladores del norte peninsular, puesto que las campañas, efectuadas mediante rápidas y mortíferas incursiones a caballo, se saldaron con unas resonantes victorias cordobesas. Meses antes de su muerte, Galib había intentado, con la ayuda del conde de Castilla Garcí Fernández y de tropas navarras (según las crónicas musulmanas), recuperar Gormaz, pero la guarnición de soldados fieles a Almanzor había resistido el envite. La colérica reacción de este no se hizo esperar: se hizo con el control de Medinaceli tras la muerte de Galib, y desde allí comenzó sus razzias victoriosas. Tras vencer al conde Garcí Fernández en la batalla de Tarancueña (981), en el año 982 tomó Zaragoza, llevándose más de nueve mil prisioneros, además de atacar, un año más tarde, Simancas y Roa. Las huestes cristianas de Ramiro III de León y Garcí Fernández fueron, de nuevo, vencidas en la batalla que presentaron ante esta última ciudad. En el 984 arrasó Zamora y Astorga, mientras que sólo la inusitada fuerza de una brutal tormenta salvó a la ciudad de León de caer en manos del amirida. Dos años después penetró hasta Sepúlveda y en el 987 destruyó Coimbra, ciudad que reedificó él mismo siete años después, colonizándola con pobladores mozárabes. Finalmente, en el 989 tomó Atienza, Osma y Montemayor. Con todo, una de las más afamadas victorias, si no la que más, del militar cordobés tuvo lugar en el año 997, cuando saqueó la ciudad de Santiago de Compostela e hizo más de cuarenta mil prisioneros, a los que obligó a transportar a hombros, desde Galicia hasta Córdoba, las campanas de la catedral del Apóstol.

Las conspiraciones de Córdoba y de Castilla[editar]

Almanzor regresó a Córdoba en el año 989, y lo hizo en un baño de multitudes. Tras sus victorias en el norte, había adoptado el título de al-Mansur bi`Allah ("el victorioso de Alá"), incrementando notablemente su poder. En palabras de Ibn Idhari: "con este título hizo que se le nombrara, acabando así de arrogarse todos los atributos de la realeza". La situación en el norte había quedado estabilizada, puesto que el caudillo, en una muestra más de su inteligencia política, alentó diferentes conspiraciones en los reinos cristianos, como la que destronó a Ramiro III y puso en el trono leonés a su primo Bermudo II. Pese a que una calma relativa se instaló en Córdoba en los años dorados de su gobierno (llamado por la historiografía como "dictadura amirida"), lo cierto es que una conspiración estuvo a punto de apartarle del poder. Hixam II, ya mayor de edad, sentía una profunda repugnancia por la posición que ocupaba el amante de su madre, lo que le llevó a tramar una conjura ayudado por otros opositores a la dictadura, entre los que volvía a encontrarse el toledano ibn Mutarif. Para llevar a buen puerto su trama, Hixam II convenció al hijo menor de Almanzor, Adb Allah ibn Amir (apodado Piedraseca por su carácter hosco y huraño), visiblemente molesto por el favoritismo que su padre prestaba a su hermano mayor, Abd al-Malik, convertido en comandante en jefe de los ejércitos de Almanzor. Cuando, camino de la famosa expedición a Santiago, la sospecha del padre sobre la acción del hijo se vio confirmada, Almanzor regresó de nuevo a Córdoba, donde halló al conspirador ibn Mutarif en negociación con Hixam. Tras ello, ibn Mutarif fue depuesto y estrangulado, y la vigilancia de Madinat al-Zahira fue redoblada, convirtiéndose en una prisión dorada para el encarcelado califa. Su hijo Abd Allah se refugió en Medinaceli bajo la anuencia de Garcí Fernández, pero una espectacular razzia de Almanzor obligó al conde a entregar al fugitivo vástago en manos de su progenitor, quien, haciendo caso omiso de su promesa, apenas tuvo en sus manos al conspirador terminó por ejecutarlo. Pese a ello, su situación en Córdoba comenzaba a decaer, en especial cuando la sultana Aurora, hábil fémina en el gobierno califal, intuyó que el poder de Almanzor amenazaba con sustituir su privilegiada posición. Para ello, tomó un nuevo favorito en la persona de Ziri ibn Atiya, gobernador beréber del Magreb, incrementando la oposición al cada vez más discutido emir.

Almanzor halló consuelo en otra trama, esta vez llevada a cabo en el condado de Castilla. Al parecer, la esposa del conde Garcí Fernández, una princesa de origen franco llamada Ava, había entablado negociaciones con Almanzor para sustituir, al frente del gobierno condal, a su marido por su hijo, Sancho García. Pese a que los datos de dicha trama están preferentemente basados en textos literarios (como la Leyenda de los Siete Infantes de Lara o el Romance de la Condesa Traidora), lo cierto es que existen indicios de que al menos los condados de Lantarón y Cerezo, así como parte de la comarca de Bureba, no apoyaron al conde Garcí Fernández en su última batalla contra Almanzor, acontecida en el año 995 y en la que el conde encontró la muerte. Así pues, existe cierta duda acerca de una posible intervención de Almanzor en la subida al trono condal de Sancho García, puesto que su política con respecto a los reinos del norte siempre estuvo basada en alentar las disensiones internas.

Declive: Calatañazor[editar]

Los últimos años de Almanzor fueron presa de graves problemas, tanto internos como externos. Hacia el final del primer milenio quiso transmitir a su hijo Abd al-Malik todos los títulos y cargos que él detentaba, pero sufrió la negativa respuesta tanto de Hixam II como de la sultana Aurora, que basaba su desprecio del militar en la fuerza bélica de lo beréberes de Ziri ibn Atiya. Tras el despecho sufrido, Almanzor decidió regresar a sus campañas del norte, esperando que unas nuevas victorias le devolviesen el prestigio perdido tras los años de oscuras conspiraciones. Sin embargo, la reorganización de los ejércitos cristianos había sido espectacular: ya en el año 1000 habían estado a punto de asestarle un golpe definitivo en las cercanías de la ciudad burgalesa de Cervera. El conde de Castilla, Sancho García, había olvidado las tramas que le habían llevado al poder y optó por aliarse con el rey de Navarra, Sancho Garcés II, con el objeto de formar un gran ejército para acabar con el militar cordobés. Las tropas de unos y otros rivales acabaron por encontrarse en las cercanías de la ciudad soriana de Calatañazor, donde, tras una corta pero intensa batalla, las heridas recibidas en combate provocaron el fallecimiento del poderoso caudillo amirida, el día 6 de agosto del año 1002. Debido a ello, no fue testigo de las luchas que su hijo Abd al-Malik tuvo que mantener en Córdoba para mantener el poder amírida, y tampoco presenció el inicio del declive del poder califal, que había tenido en su figura, en la del impresionante victorioso de Allah, uno de los hitos culminantes del dominio islámico de la península.

En cuanto a lo política en el norte de África, sólo conservaba Ceuta, pero una serie de campañas va a nivelar la situación entre los omeyas y los bereberes.

En el 991 había transferido el título de hayib a su hijo Abd al-Malik (1002-1008) y la sucesión en el cargo se efectuó sin problemas. Al igual que su padre, realizó grandes expediciones contra los territorios cristianos de León, Castilla o Cataluña.

Va a adoptar el sobrenombre honorífico de al-Muzaffar, en el año 1002. Hubo de reprimir con dureza diversos movimientos de oposición al poder de los amiríes, como el complot urdido en el año 1006 por el visir árabe Ibn al-Qatta. En el fondo de la cuestión latía la contradicción fundamental entre el poder efectivo de los amiríes, en constante aumento, y el poder legítimo de los omeyas, reducido a un mero símbolo pero al que siguió unido una antigua aristocracia árabe que temía perder sus privilegios con los nuevos advenedizos.

Fallecido Abd al-Malik en el año 1008 a su regreso de una campaña contra Castilla y en circunstancias poco claras, le sustituyó en el poder amirí su hermano, Abd al-Rahman IV Sanyul (1008-1009) (o Sanchuelo, pues era hijo de al-Mansur y de una hija de Sancho Garcés Abarca, rey de Pamplona). Careció del sentido político de sus antecesores y provocó una catástrofe política a comienzos del año 1009 que marcó el inicio de la caída del califato de Córdoba. En este momento se vieron reflejadas las profundas debilidades de un complejo estado que no permitió a la sociedad andalusí resistir el empuje reconquistador de los reinos cristianos del norte.

Los mercenarios beréberes introducidos por al-Mansur se habían convertido en un partido enfrentado a los árabes andalusíes. Las medidas adoptadas por Abd al-Rahman pronto le hicieron impopular: se hizo nombrar heredero de la corona por Hisham II en el 1008, hecho inaceptable por la tradición sunní del califato, ya que los amiríes, pese a ser árabes, no pertenecían a la tribu del Profeta (la de Qurays), de la que debían proceder los califas; además, exigió a los dignatarios del gobierno la adopción de modos de vida y vestimenta beréberes.

La aristocracia omeya tuvo la ocasión de sublevarse, llevando a cabo la revolución de Córdoba de febrero del 1009, en la que Abd al-Rahman fue ejecutado por los partidarios del pretendiente marwaní Muhammad ibn Hixam ibn Abd al-Yabbar -un biznieto de Abd al Rahman III-. El populacho saqueó la residencia amirí de al-Zahira y la redujo a ruinas. Hisham II abdicó y, a partir de ese momento, el reino de Córdoba atravesó un período de agitación en el que se enfrentaron diversos pretendientes omeyas al trono, precipitando la disgregación de la autoridad califal.

Las crónicas musulmanas se muestran muy lacónicas en cuanto a la suerte de Hixam II. Parece que fue ejecutado en 1013. La mayor confusión reinó en Córdoba durante un decenio. En el 1027, los dignatarios cordobeses nombraron califa a un príncipe de nacimiento marwaní, Hixam III, pero su capacidad de gobierno resultó casi nula. Una sublevación popular acabó con el reinado de este califa, el cual halló asilo en la Marca Superior, en Lérida, donde murió en el anonimato.

Durante las disputas políticas transcurridas a lo largo de la segunda década del siglo XI, el poder central cordobés quedó exhausto y la administración efectiva en manos de diferentes jefes locales. El más importante de todos ellos era el de los tuyibíes de Zaragoza, donde se fundó una dinastía hereditaria, constituyéndose el primer reino taifa verdadero.

  Los representantes de las grandes familias cordobesas decidieron suprimir de forma definitiva el califato omeya en el año 1031. A partir de ese momento, la ciudad de Córdoba y su territorio serían administrados por un consejo de notables, poniéndose fin a la serie de soberanos que habían gobernado en al-Andalus desde la restauración omeya en occidente.

Aspectos socio-económicos[editar]

Las relaciones sociales jugaron un papel importante en la época del emirato y califato, aunque nuestro conocimiento del sistema es deficiente. En el mundo urbano predominaban los pequeños artesanos libres, muy diversificados en cuanto a los sectores productivos. La mano de obra esclava, casi exclusivamente de origen europeo, tenía un papel económico menor, insertada fundamentalmente en el ámbito doméstico o en pequeños talleres familiares.

La multiplicidad de centros urbanos en el al-Andalus alto medieval, su prosperidad y sobre población causaron viva impresión en los viajeros y cronistas de la época. Los componentes esenciales de las ciudades hispanomusulmanas se basaban en la tradición oriental: un barrio central, de negocios (madina) situado en las proximidades de la Gran Mezquita. En la periferia, una línea de murallas, de cuyas puertas partían vías axiales que confluían en el núcleo; y una serie de barrios residenciales secundarios, con calles de tortuoso trazado, donde vivía la mayoría de la población.

Cada categoría profesional tenía sus emplazamientos de fabricación y venta fijados en algún barrio. La mayoría de los oficios se hallaban agrupados en la madina. Había también núcleos comerciales secundarios, periféricos, en los que los habitantes podían efectuar sus compras sin necesidad de desplazarse. Los comercios de lujo se agrupaban en bazares.

El comercio mayorista estaba monopolizado por los vendedores a comisión (yallas), quienes recibían de los fabricantes o los importadores los objetos manufacturados que vendían por cuenta propia. Los comerciantes al mayor depositaban sus mercancías en unos almacenes llamados funduq; en ellos se procedía, además, a la subasta de los cereales y otros productos agrícolas.

En el mundo rural, las estructuras sociales de tipo tribal parecen identificarse con los núcleos de población beréber, asentados fundamentalmente en algunas regiones del Tajo y del Guadiana, como en Mérida. En cuanto a los árabes, se observa una evolución ascendente de importantes familias que vienen a sustituir a los linajes muladíes en progresivo declive.

Las opiniones sobre el campesinado andalusí han derivado desde una concepción que lo consideraba liberado jurídicamente de la condición servil pero sometido a una férrea dominación económica de los grandes terratenientes y a la dura presión fiscal del estado, a otra visión en la que predominan comunidades campesinas (yamaat), propietarias de tierras pero, a la vez, no exentas de relaciones de explotación económica. Hubo, además, un sector de arrendatarios u obreros agrícolas que trabajaban, en condiciones variables, grandes y medianas propiedades que pertenecían a los grupos dirigentes urbanos.

Tal y como nos muestran sus tratados de agronomía, los árabes de al-Andalus adquirieron conocimientos edafológicos y avanzadas técnicas de laboreo que mejoraron la productividad. Distinguían a la perfección entre las tierras de secano (ba'l) y las de regadío (saqy). Las primeras estaban fundamentalmente dedicadas al cultivo de cereales, trigo y cebada, y de leguminosas, judías, habas y garbanzos. Se cultivaba trigo y cebada en Aragón, en Tudela, Toledo y, en Andalucía, en Écija, Jaén, Úbeda, Baeza y Lorca.

En tiempo de los omeyas se extendió considerablemente el cultivo del olivo, con los célebres olivares del Aljarafe, al oeste de Sevilla. Al-Andalus exportaba aceite de oliva a través de la cuenca mediterránea, tanto al Magreb como a Oriente. Además, en la zona de secano de al-Andalus los viñedos crecían al pie de las laderas olivareras.

La fertilidad del suelo de regadío conlleva la profusión de huertas en la España musulmana. Maestros de la técnica hidráulica agrícola, aprovecharon los sistemas de riego heredados de los romanos y se inspiraron, además, en técnicas asiáticas. El sistema de riego más sencillo consistía en redes de acequias (saqiya) por las que discurría el agua de los ríos aprovechando los desniveles del suelo.

El correcto aprovechamiento de los recursos acuíferos explica la variedad de los cultivos hortícolas, como los melones y sandías, pepinos, espárragos, calabacines y berenjenas, a los que deben añadirse numerosas especies de árboles frutales: manzanos y cerezos en Granada, perales en el valle del Ebro, almendros en Denia, granados en Málaga y Elvira, higueras en Almuñécar, Málaga y Sevilla.

Los árabes aclimataron en al-Andalus algunos productos exóticos, como el arroz, conocido ya en el período califal del siglo X. El naranjo se cultivó originalmente como arbusto decorativo y se extendió por toda la franja litoral andaluza durante la Baja Edad Media. La caña de azúcar se introdujo en la época de Abd al-Rahman I, extendiéndose desde Valencia hasta la desembocadura del Guadalquivir. Palmares en la zona de Elche, plantas aromáticas y medicinales, plantas textiles, como el algodón de Sevilla y Guadix y el lino, a orillas del Genil, y morera para la cría del gusano de seda, en Ronda y Granada, completan la producción agrícola andalusí.

La ganadería ocupa un apartado importante en la economía de al-Andalus. Mulas y asnos son los animales de tiro por excelencia, mientras que el caballo lo es de monta. La aparición del camello se remonta al período omeya, y era empleado como animal de carga y transporte. Los bueyes se utilizaban para las labores del campo en las grandes explotaciones rurales.

En el al-Andalus omeya abundaba el ganado ovino, siendo especialmente apreciado el de la sierra de Guadarrama. Se ha debatido ampliamente el tema de la existencia o no de una trashumancia a la que pudiera remontarse la que surgirá en los territorios dominados por los cristianos. El cerdo, aunque prohibido su consumo por el Islam, no faltó en las tierras altas durante el califato, así como la cría de pollos, pichones, ocas y abejas.

Instituciones[editar]

En los comienzos de la conquista musulmana, los gobernadores que se sucedieron en al-Andalus y cuya dependencia de los califas de Damasco era cada vez más teórica, impusieron en la península Ibérica y a escala reducida los cuadros administrativos de la Siria de los omeyas. En el año 716 la capitalidad fue transferida de Sevilla, excesivamente periférica, a Córdoba, donde quedó centralizado el gobierno.

Con Abd al-Rahman I la simple provincia del imperio musulmán se transformó en principado independiente. El monarca tenía un poder absoluto, pero nunca adoptó otros títulos que los de rey y emir, a los que añadía el nombre de hijo de califas. Abd al-Rahman III se intituló califa y príncipe de los creyentes, imponiéndose como jefe temporal y espiritual. Presidía la oración solemne de los viernes, juzgaba en última instancia, monopolizaba la acuñación de monedas, en las que grababa su propio nombre, y decidía sobre el gasto público. El califa era, además, generalísimo de los ejércitos y dirigía la política exterior.

En la Córdoba omeya de los siglos IX y X, la ceremonia de investidura se desarrollaba siguiendo la tradición oriental: se prestaba juramento de fidelidad solemne al soberano cuando accedía al trono y a veces también al heredero cuando era designado. Según los cronistas andaluces, los omeyas nombraban en vida a sus sucesores, sin respetar la primogenitura.

Hasta mediados del siglo X, los signos externos de soberanía fueron bastante discretos, siguiendo la tradición de la corte omeya de Damasco. No parece que portasen corona; el soberano se sentaba en un trono durante las recepciones, sosteniendo un báculo en su mano. La insignia suprema de soberanía era el sello real, anillo de oro que llevaba grabada la divisa del monarca, por lo general una corta inscripción: Abd al-Rahman acepta el decreto de Allah.

La ostentación y el fausto fueron un signo exterior de soberanía a partir del reinado de Abd al-Rahman II. A semejanza de los monarcas abasíes, rara vez el monarca se presentaba en público, estando reguladas las audiencias y recepciones por una etiqueta rigurosa.

El hayib, chambelán o jefe de la casa civil del soberano, era el encargado de guardar la puerta del monarca y no permitir la entrada más que a las visitas concertadas. Este maestro de ceremonias careció de importancia durante el reinado del primer omeya, pero su dignidad fue pronto superior a la del wazir o "visir", título otorgado a consejeros que ayudaban al monarca en tareas administrativas y gubernamentales. El hayib, elegido entre los visires, llegará a ser un primer ministro, sometiendo a su autoridad a los secretarios y visires, e incluso dirigirá las expediciones militares.

La marcha de los asuntos civiles del estado estuvo en manos de la cancillería o administración central, bajo la autoridad del soberano y, en su ausencia, del hayib. Este conjunto de oficinas (diwan), agrupadas en el interior del palacio califal, incluía a numerosos agentes, formando un personal jerarquizado. Su jefe era un oficial cualificado, de rango elevado que ostentaba la dignidad y cobraba el salario de un visir.

La administración de la hacienda pública se hallaba a las órdenes de un secretario que llevaba el registro de los ingresos y gastos. Las rentas, conocidas en al-Andalus con el nombre genérico de yibaya, estaban constituidas por los impuestos legales y por las tasas extraordinarias, cuyo importe podía variar de un año a otro. Además, hay que distinguir entre los impuestos pagados por los musulmanes y los ingresos procedentes de los gravámenes sobre los pueblos tributarios.

Según la legislación musulmana, todo creyente debe pagar una limosna legal (sadaqa), consistente en la entrega a la comunidad de la décima parte (zakat) de la cosecha, rebaños o mercancías. Este diezmo, pagado en especie, constituyó en origen el único ingreso del estado, pero pronto se unió a él, entre los pueblos tributarios, su equivalente en forma de tasa personal de capitación (yizya).

En las tierras que habían llegado a ser sojuzgadas mediante tratado de capitulación, quienes pertenecían a religiones reveladas ("gentes del libro") como cristianos y judíos, conservaban el usufructo de sus dominios pero pagaban un impuesto anual sobre la tierra (jaray). Los territorios conquistados por las armas se consideraban botín de guerra y sus habitantes pagaban sumas fijadas por el soberano.

Los impuestos extraordinarios eran muy impopulares. Exigibles en determinadas épocas prefijadas del año fiscal, eran en ocasiones perdonados, como consecuencia de las malas cosechas u otros factores que incidieran negativamente en la economía. Entre ellos destacaba la taqwiya, correspondiente al pago de una suma destinada a la dotación de equipo y manutención de un soldado.

La organización provincial del califato omeya se remontaba al siglo VIII y se basaba en la circunscripción provincial o cora (kura), cuya capital era casi siempre una ciudad de cierta importancia en la que residía el gobernador (wali). La división en coras tenía como base la situación existente en la península antes de la llegada de los árabes, ya que en la mayoría de los casos cada cora correspondía a una diócesis cristiana de la época visigoda.

La judicatura, cargo de enorme prestigio en al-Andalus, obtenía la función de administrar justicia por delegación del soberano. El juez principal de una ciudad o qadi era un funcionario religioso y jurista con experiencia, al frente de otros funcionarios con similar cometido. Había un qadi en cada capital de cora y en las marcas.

El sistema monetario califal se basa en la pieza denominada dirham. Podía ser de oro, plata o cobre. Las de oro eran, por lo general, de un módulo inferior a las de plata, pero más gruesas. Su peso medio oscilaba entre los 2,83 y 3,11 gramos y la ley, tanto para el oro como para la plata, no debía ser elevada.

La fundación de la primera ceca se remonta, según los cronistas andalusíes, a la época de Abd al-Rahman II, en Córdoba, pero las acuñaciones fueron decayendo en número progresivamente, utilizándose el trueque o monedas de acuñación norteafricana u orientales. Abd al-Rahman III hizo renovar la antigua casa de la moneda, ordenando que se batiesen con su nombre los primeros dinares de oro (piezas fragmentarias del dirham).

Los Reinos de Taifa (1031-1090)[editar]

Con la caída de la dinastía omeya, al-Andalus se convirtió en un conglomerado de ciudades-estado. Las diferentes familias árabes y beréberes se hicieron fuertes en diversos puntos de la geografía andalusí, adoptando posturas de independencia. No existían unas fronteras fijas, muchas de las ciudades cambiaron de dueño con frecuencia y, según el cronista Inan, podían reconocerse unos veinte reinos, aunque resulta prácticamente imposible determinarlo con precisión.

Surgieron líderes que aspiraban al poder en un determinado reino, luchando entre sí o buscando alianzas con musulmanes o cristianos, llegando a convertirse en simples tributarios de otros reinos mediante el pago de parias.

La palabra árabe ta'ifah significa 'tribu'. Los reyes de taifas dieron pruebas de una cierta mentalidad tribal, haciendo valer un individualismo basado en fidelidades de tribu en lugar de un sentimiento nacional apoyado en la lengua, la cultura o la religión. Cada rey se consideraba a sí mismo legítimo gobernante, adoptando títulos pseudo califales, llevando sobrenombres honoríficos y transmitiendo el poder mediante herencia. A ello se unía el mantenimiento de cortes suntuosas, en las que no faltaba una intensa vida cultural, y la existencia de ejércitos propios, formados en buena medida por mercenarios.

Los amiríes, que tuvieron las riendas del poder en la última época califal, se constituyeron en destacados reyes de taifas. Diezmados en gran parte durante la sublevación de Córdoba del año 1009, establecieron principados en la costa este de al-Andalus y en las islas Baleares. Su existencia fue siempre precaria, en continua lucha con sus vecinos.

Destaca entre los clientes amiríes Jayran (muerto en 1029), quien, forzado a abandonar Córdoba en el 1009, tomó Orihuela, Murcia y Almería; su hermano Zuhayr (muerto en 1038), que extendió los dominios desde Almería sobre Játiva, Baeza, hasta cerca de Toledo y Córdoba; Muchaid (muerto en 1045), señor de Denia y las Baleares, que extendió temporalmente su poder sobre parte de Cerdeña; Abd al-Aziz, señor de Valencia, ciudad que cambió de manos repetidas veces.

Las dinastías árabes comenzaron a perder su influencia en los asuntos de al-Andalus ya en tiempos del reinado de Abd al-Rahman III, alcanzando su más baja cota a principios del siglo XI. Algunas familias pudieron alcanzar y mantener el poder en diversos puntos. Deben ser mencionados los Chahwar de Córdoba (1031-1069), los Abbadíes de Sevilla (1023-1091) y los Hud de Zaragoza (1040-1142).

El fundador de la cordobesa dinastía Chahwar, Abu Hazm (muerto en 1031), intervino directamente en la entronización y derrocamiento del último califa, Hisham III. Pertenecía a una antigua familia, llegada a al-Andalus en el siglo VIII. Le siguió su hijo Muhammad (muerto en 1058) quien, siguiendo la política paterna, evitó los enfrentamientos con sus vecinos, dedicándose a buscar el equilibrio político en Córdoba. El último miembro de la dinastía, Abd al-Malik (muerto en 1069), cambió las directrices de esta política: se ganó las antipatías de los jefes locales y fue presa fácil de los abbadíes de Sevilla, que se anexionaron la ciudad en el 1069.

La taifa Abbadí de Sevilla fue una de las más poderosas. Partiendo de aquella base, logró llenar el vacío político de Córdoba, extendiéndose en todas direcciones. Familia de ascendencia yemení, su primer miembro llegó a al-Andalus en torno al 740, gozando de posición prominente en Sevilla desde el califato de al-Hakam II.

El fundador de la dinastía, Muhammad (muerto en 1042), logró formar un estado autónomo basado en un potente ejército de voluntarios árabes, beréberes y cristianos. Su hijo al-Mutadid (muerto en 1068), gran animador de la vida cultural sevillana, amplió sus dominios sobre Niebla, Carmona, Algeciras, Huelva y Ronda, entre otras ciudades, y combinó la represión brutal con la astucia política. El último miembro de la dinastía Abbadí, al- Mutamid (muerto en 1091), es famoso por su labor poética. Llevó a cabo una política expansionista, tomando Córdoba, Jaén y Murcia. Fue el gobernante musulmán más poderoso de al-Andalus en su tiempo, aunque finalmente habría de pagar tributo a Alfonso VI.

Sulayiman (muerto en 1046), fundador de la dinastía Hud de Zaragoza, arrebató esta comarca a los descendientes de los Tuchibíes, dinastía árabe establecida a finales del siglo IX. Sus sucesores hubieron de soportar la presión militar de los cristianos aragoneses, aunque alguno de ellos logró importantes éxitos, como Ahmad I (muerto en 1082) que conquistó Denia. En 1118 Alfonso I ocupó la capital, Zaragoza, quedando la taifa dividida en tres áreas de influencia: la cristiana, la de los Hud gobernados por Ahmad III (muerto en 1142) y la almorávide.

Los principados beréberes más importantes fueron tres: el de los Dhu-l-Nun de Toledo (1016-1085), el de los al-Aftas de Badajoz (1022-1094) y el de los Ziríes de Granada (1010-1090). Los Dhu-l-Nun eran beréberes llegados durante el período amirí del califato. Los toledanos ofrecieron el poder a Ismail, el fundador de la dinastía, hacia el 1016. Su sucesor Yahya (muerto en 1075) reinó con prosperidad, manteniéndose en el poder mediante alianzas alternativas con cristianos y sevillanos. Tras diversas vicisitudes, la taifa desapareció conquistada por Alfonso VI en 1085.

El reino de Badajoz, ubicado entre los de Toledo al este y Sevilla al sur, contaba con ciudades importantes, como Mérida, Lisboa o Coimbra. El período de esplendor lo constituye el gobierno de Muhammad (1045-1068), siendo su corte un centro cultural de primer orden. Tras su muerte, el reino se debilitó debido a las luchas que enfrentaron a sus hijos pretendientes al trono, lo que les hizo depender de sus vecinos. Fueron los almorávides, en 1094, quienes terminaron con el reinado de Umar, el victorioso hijo de Muhammad, quien previamente había pedido ayuda sin éxito a Alfonso VI.

El fundador de la dinastía Zirí de Granada, Zawi Ibn Ziri (muerto en 1018), tuvo un importante papel en los asuntos de al-Andalus durante la época de los amiríes. Zawi gobernó en Elvira y su sobrino Habus (muerto en 1037), Jaén. Los territorios de este último incluyeron Granada, Cabra, Málaga, Ecija y parte de la provincia de Córdoba.

El poderío Zirí en la taifa de Granada alcanzó su apogeo bajo Badis (1037-1073), a cuya muerte las luchas internas debilitaron el reino. La independencia finalizó con la llegada de los almorávides: el último rey granadino, Abd Allah (muerto en 1090), reclamó su auxilio para hacer frente a la presión ejercida por Alfonso VI, quien había impuesto una fuerte paria en concepto de protección.

Dinastías Beréberes (1052-1269)[editar]

En las décadas finales del siglo XI irrumpió en al-Andalus, procedente del norte de África, una corriente renovadora en lo religioso y políticamente unificadora. Poco tiempo antes, hacia el 1040, un erudito religioso, Abd Allah Ibn Yasin, se había convertido en el jefe espiritual de la tribu beréber de los Lamtunah. Ibn Yasin estableció un ribat o período de retiro para sus seguidores, de donde proviene el nombre al-Murabitun, 'almorávides en español. El continuador de su obra, Yahya Ibn Umar (muerto en 1056), asceta y celoso guerrero, logró aunar a las tribus beréberes e iniciar una política expansionista en el Magreb terminada por Yusuf Ibn Tashfin (muerto en 1106) para el año 1075.

La creciente presión de los reyes cristianos hispánicos sobre las taifas andalusíes puso a éstas ante la disyuntiva de ser conquistadas o solicitar el apoyo del poder almorávide formado en África. Tal vez en el 1079, año en el que Alfonso VI declaró la guerra a Sevilla, debamos fechar la primera comunicación entre los musulmanes hispánicos con Ibn Tashfin. En 1082 varios reyes de taifas enviaron una delegación de qadíes a Fez.

En 1086 el ejército almorávide atravesó el estrecho, desembarcando en Algeciras. Ese mismo año, en el mes de octubre, se produjo la derrota de Alfonso VI en Zalaqa (Sagrajas, al norte de Badajoz), gran victoria para los musulmanes que no contribuyó a medio plazo sino a elevar la moral de los reinos taifas, pues en 1087 Alfonso volvió a penetrar profundamente en territorio islámico.

En 1090 Ibn Tashfin volvió a desembarcar en al-Andalus como libertador, pero se encontró con el recelo de numerosos reyes taifas, más tendentes a llegar a un acuerdo con los cristianos que a arriesgarse a perder su independencia a manos de los almorávides. Aprovechando su debilidad y las desavenencias internas, el monarca bereber fue apoderándose de todas las taifas y, entre los años 1090 y 1045, al-Andalus se convirtió en una provincia almorávide gobernada desde Marrakesh.

Ibn Tashfin y su sucesor Alí (1106-1143) realizaron una labor de reestructuración del territorio. Se nombraron jefes militares, a menudo familiares regios, para las ciudades principales, y éstos mantuvieron a raya a los cristianos. Colaboraron con los eruditos religiosos en la regeneración espiritual, llevando a cabo una labor represiva religiosa y cultural.

La figura de Alfonso I el Batallador (1104-1134) romperá el equilibrio de fuerzas alcanzado entre musulmanes y cristianos, poniendo de relieve la vulnerabilidad de las defensas islámicas, al mismo tiempo que los almorávides eran amenazados por el naciente movimiento almohade en sus dominios norteafricanos.

El hijo de Ali, Tashfin (1143-1145), hubo de enfrentarse a la creciente amenaza almohade en el Magreb, a las revueltas internas en al-Andalus y a las incursiones cristianas. A la larga, se puso de manifiesto que la dominación almorávide no resultaba más efectiva que los reinos de taifas, multiplicándose las revueltas en el Algarve, Niebla, Santarem, Jerez de la Frontera, la costa este, Cádiz, Badajoz y otros lugares.

De nuevo un movimiento religioso de renovación vino a preservar a al-Andalus de sus dificultades internas y de la amenaza cristiana. Los almohades, que dominarán el Magreb aproximadamente entre 1121 y 1269, tenían en común con los almorávides su origen beréber y su fuerte conciencia religiosa.

El fundador del movimiento almohade, Muhammad Ibn Tumart (1121-1130), se formó intelectualmente en la Córdoba almorávide. Educado como jurista y teólogo dentro de una rígida ortodoxia en oriente, predicó por el norte de África la doctrina de la unidad de Dios, Muwahidun, concepto de donde deriva la palabra almohade, ejerciendo el papel de líder espiritual y secular. Desde 1122 se encuentra abiertamente enfrentado a los almorávides, oposición que terminará en victoria con la toma de Marrakesh por Abd al-Mumin en 1147.

Los almohades efectuaron en al-Andalus un proceso de conquista similar al que habían realizado los almorávides. Acudiendo en auxilio de diversos lugares frente al empuje cristiano, dominaban Sevilla en 1147, Córdoba en 1149, Granada y otras ciudades; en 1157 cayó en su poder Almería, siendo seguida por Baeza, Jaén, Úbeda y otras. Sin embargo, su situación fue precaria hasta su desembarco en Gibraltar en 1161, iniciando la ofensiva. En 1163, año en el que asciende al poder Yusuf I (m. 1184), el territorio abarcaba todo el norte de África, desde Egipto hasta el Atlántico, incluido al-Andalus.

Yusuf I, rodeado de letrados y filósofos, entre los que se encontró Averroes, prestó especial atención a la consolidación de su imperio, reestructurando la administración mediante el empleo de hombres capaces en todos los niveles: chambelanes, visires, jueces y secretarios. Sin embargo, nunca llegó a consolidar la paz en el territorio musulmán peninsular y, mucho menos, a una paz permanente con los reinos cristianos vecinos. El acoso de Portugal, Castilla y León obligó a Yusuf a preparar un ejército en 1184, pero su muerte dejó a al-Andalus en difícil situación.

Yaqub (1184-1199) comenzó su mandato endureciendo las normas morales, acordes con una rígida administración de la justicia. Hasta el año 1188, hubo de reprimir la piratería llevada a cabo por los Banu Ganiyah de Mallorca, quienes habían gobernado las Baleares en nombre de los almorávides desde los tiempos de Ibn Tashfin. Mientras tanto, la situación en al-Andalus se deterioraba.

Con el fin de hacer frente a los castellano-leoneses, Yaqub reunió un imponente ejército en 1191, reconquistando además otros lugares ocupados por el rey de Portugal. En 1195 respondió al ataque de Alfonso VIII contra Sevilla, venciéndole en Alarcos, al norte de Córdoba, desde donde siguió hacia el norte. Una revuelta en Marrakesh obligó a Yusuf a retroceder.

Los almohades no pudieron mantener largo tiempo su imperio. La progresiva desaparición del factor de cohesión inicial, el celo religioso, unido a las fuerzas sociales centrífugas internas y al debilitamiento del poder central de los gobernantes que sucedieron a Yaqub, provocaron la fragmentación del imperio. Esto afectó a al-Andalus, en un momento en que los reinos cristianos hispánicos se fortalecían. Alfonso VIII avanzó considerablemente en territorio musulmán y un ejército que combinaba fuerzas de León, Castilla, Navarra y Aragón asestó un golpe definitivo al Islam en la batalla de las Navas, en 1212.

El reinado de Yusuf II (1213-1223), que sólo gobernó nominalmente, fue testigo del derrumbamiento del poder almohade, tanto en el Magreb como en al-Andalus. La agudización de las desavenencias internas y la presión exterior posibilitaron la aparición de los segundos reinos de taifas. El más importante del nuevo grupo de gobernantes independientes fue Muhammad Ibn Yusuf Ibn Hud (muerto en 1237), descendiente de los Hud de Zaragoza.

Muhammad Ibn Hud tomó Murcia en 1228 y posteriormente extendió su dominio a Córdoba, Sevilla, Granada, Almería, Ceuta y Algeciras.

El poderío de Muhammad Ibn Hud duró poco tiempo, estando constantemente amenazado por los reinos de Castilla y Aragón. En 1236 Córdoba cayó en manos de Fernando III y, tras la muerte de Ibn Hud, la totalidad de al-Andalus fue presa fácil. Los castellanos tomaron Jaén y Arjona en 1246, Sevilla en 1248 y otras importantes ciudades. Los aragoneses, regidos por Jaime I, conquistaron las Baleares entre 1229 y 1237, Valencia en 1238, Denia en 1244, Játiva en 1246 y otros lugares. Los portugueses tomaron Silves en 1242, Santarem y el resto del Algarve en 1250. Sólo el reino de Granada de Ibn Nasr quedó como independiente, aunque tributario del de Castilla.

Las dinastías beréberes carecieron de un fuerte gobierno que perdurase y no lograron alcanzar de forma sólida una cohesión socio-religiosa. Además, su tribalismo resultaba patente en momentos de debilidad del gobierno central, lo que, unido a los enfrentamientos étnicos con los grupos árabes, completa el cuadro de los factores sociales de disgregación interna.


La dinastía Nasrí de Granada (1231-1492)[editar]

El reino nasrí de Granada fue el único que sobrevivió al proceso reconquistador cristiano del siglo XIII. Surgido a consecuencia de la fragmentación del poder almohade, abarcaba una franja de territorio a lo largo de la costa, desde Tarifa hasta Almería y desde el Mediterráneo hasta poco más al norte de Granada, comprendiendo otras ciudades importantes, como Málaga.

Muhammad Ibn Yusuf Ibn Nasr (1231-1273), fundador del reino Granada que remontaba su ascendencia a una antigua tribu árabe, fue reconocido en 1231 como gobernante de su ciudad natal de Arjona, al norte de Jaén, extendiendo su poder en 1232 sobre Jaén y Guadix. Es probable que ayudase a Fernando III en la conquista de Córdoba en 1236, a cambio de que le fuese permitido apoderarse de la ciudad de Granada y su territorio, lo que realizó en 1238. Un tratado de paz con el rey castellano le obligó a reconocer la soberanía de Fernando, a prestarle ayuda militar y a pagar un fuerte tributo anual.

El reino de Granada llevó una precaria existencia, amenazado por los marínies de Marruecos al sur y por los cristianos al norte. A pesar de ello, Ibn Nasr pudo consolidar su posición, manteniéndola mediante alianzas alternativas con ambos poderes. Granada se convirtió en una importante ciudad, centro cultural de primer orden, en la que Ibn Nasr comenzará la construcción de un conjunto de edificios sobre una antigua fortaleza denominada al-Hamra ('Alhambra').

Muhammad II (1273-1302), hijo de Ibn Nasr, conocido como faqih ('jurista') en materia religiosa, intentó sacudirse el dominio cristiano de Alfonso X y de Sancho IV. Recibió con este fin ayuda de los mariníes, iniciándose un período de colaboración entre Granada y el norte de África. A su muerte, su sucesor Muhammad III (1302-1308), erudito, poeta y constructor de la Gran Mezquita de la Alhambra, dejó el gobierno en manos de un visir, hasta que fue depuesto por su hermano Nasr.

La situación de Granada se agravó durante el reinado de Nasr (1308-1313). Castilla tomó Algeciras y Gibraltar en 1310, volviendo el reino a ser tributario de los castellanos. Por otro lado, las desavenencias internas terminaron con el derrocamiento de Nasr por su sobrino Ismail (1313-1325), quien consiguió frenar el avance cristiano y fue, a su vez, asesinado por el gobernador de Algeciras.

El hijo de Ismail, Muhammad IV (1325-1333), reconquistó Gibraltar y otras plazas a los cristianos. Su hermano, Yusuf I (1333-1354), fue elevado al trono por el poderoso ministro Ridwan. El cronista Ibn al-Jatib lo describe como hombre cauteloso. Alentó a los musulmanes de Marruecos para que llevasen a cabo una reconquista de la península, permitiendo al rey de Fez desembarcar en Gibraltar. A su encuentro salió un combinado de fuerzas de Portugal, Aragón y Castilla que derrotó a las tropas islámicas cerca del río Salado en el año 1340.

Los sucesores de Yusuf I gobernaron entre intrigas palaciegas y divisiones internas, manteniendo una política de alianzas y enfrentamientos alternantes con norteafricanos y cristianos. Los reinados de Muhammad V (1354-1359) y Muhammad Ibn Ismail (1360-1362), se caracterizaron por la mediocridad en la gestión, de la que se saldría durante el mandato de Muhammad VI (1362-1391).

Tras Yusuf II (1391-1392), Muhammad VII (1392-1407) verá el comienzo de una política cristiana encaminada a terminar deliberada y definitivamente con el reino independiente de Granada, política que continuará durante el reinado de Yusuf III (1407-1417). Con Muhammad VIII las luchas civiles se hicieron más frecuentes, quedando de hecho su reinado partido en tres períodos, 1417-1428, 1430-1432 y 1432-1444, entre los cuales gobernaron Muhammad IX (1427-1429) y Yusuf IV (1432).

A finales de la primera mitad del siglo XV, los granadinos no podían contar ya con la hipotética ayuda de los mariníes de Marruecos, sumidos en graves crisis y anarquía. Pidieron ayuda a Egipto y a los otomanos, tras su conquista de Constantinopla en 1453. Aislados tras la definitiva caída de Gibraltar en 1462, última avanzada entre Granada y África, los reinados de Sad Ibn Ali (1445-1446) y Ali (1462-1482) se caracterizaron por las disputas internas en torno al poder, mientras que los reinos cristianos caminaban hacia su unificación.

En 1485 subió al trono Abu Abd Allah Muhammad (Boabdil), hecho prisionero por los cristianos ese mismo año y liberado dos años después mediante fuerte rescate y el reconocimiento de la soberanía de Fernando de Aragón sobre Granada cuando volviese a ocupar el poder. En 1487 comenzó el segundo período del mandato de Abu Abd Allah, que durará hasta la caída de Granada en 1492.

La debilidad de la monarquía nasrí y la enorme potencia cristiana tras la unión de los reinos de Castilla y Aragón (1479) pondrán el punto final al reino independiente. La conquista sistemática de todas las plazas del reino culminó con el cerco de la ciudad de Granada en 1491, capitulando el 2 de enero de 1492.

El tratado de rendición acordado para la entrega de Granada incluía unas condiciones aceptables para los vencidos: se garantizaba la seguridad de las personas y propiedades; los musulmanes serían juzgados por sus propias leyes; se admitía el funcionamiento de mezquitas y otras instituciones religiosas, dando libertad de culto y otras prácticas; no permitía a los cristianos la entrada en las mezquitas ni en los hogares de los musulmanes; ponía en libertad a todos los prisioneros de Granada; admitía la emigración a África de todos los que lo desearan; no se castigaría a los conversos; eximía a los musulmanes de dar hospitalidad a los cristianos; concedía a los musulmanes libertad de movimientos en territorios cristianos.

Lo acontecido en las décadas siguientes a la caída de Granada dejó en papel mojado las cláusulas del tratado de rendición. La persecución y dura represión de la personalidad cultural del pueblo musulmán, de su religión, creencias, costumbres y lengua, forzaron a la conversión al cristianismo o al éxodo hacia el norte de África, en la mayor parte de los casos, o a la rebelión.

Cultura[editar]

Los cronistas señalan como principales centros intelectuales los grandes núcleos urbanos: Córdoba, Sevilla, Toledo, Zaragoza, Granada, Málaga, Almería o Guadix. Los centros de menor población contaban con escuelas primarias. El alto nivel alcanzado por la enseñanza quedó también patente en la corte desde el acceso al poder de los omeyas. En ella desarrollaron su actividad educadora juristas, gramáticos y poetas.

La enseñanza elemental, basada en relaciones de carácter privado entre un instructor asalariado y los padres de los alumnos, se orientaba en torno al Corán. Su finalidad era que los niños tuvieran una correcta escritura, buena dicción, recitaran armoniosamente los textos sagrados y supieran marcar los acentos y pausas al hablar. Este aprendizaje, muy extendido socialmente, facilitaba el acceso a una enseñanza más compleja.

La universidad islámica (madrasa), existente en Oriente desde el 1065 (Bagdad), no aparece en al-Andalus hasta el siglo XIV. Yusuf I fundó la de Granada en 1349, a donde acudieron maestros magrebíes. Las materias religiosas y disciplinas afines ocupaban un lugar preferencial; se enseñaba además derecho musulmán, gramática y poesía.

Las bibliotecas alcanzaron enorme importancia. La de al-Hakam II tenía un catálogo de cuarenta y cuatro registros de cincuenta folios cada uno. Este patrimonio cultural no desapareció totalmente tras la dinastía omeya. Pese a su dispersión durante el período de los primeros reinos de taifas y a su expolio en épocas de mayor intransigencia religiosa, como la de los almorávides, sabemos de la existencia de recopiladores de manuscritos y de la actividad de los copistas hasta la desaparición del reino nasrí de Granada.

Los estudios filológicos dieron lugar a numerosas obras. A finales del siglo VIII e inicios del IX se introdujeron manuscritos orientales de gramática: esta disciplina recibió un gran impulso tras la llegada a Córdoba, en el 941, del filólogo iraquí Abu Alí al-Qali, del que destaca su obra El libro de las rarezas del lenguaje. A principios del siglo XI se hizo famoso por su conocimiento de la lengua árabe el cordobés Ibn al-Iflili.

En la época de los taifas, el gran maestro de la gramática fue el murciano Ibn Sida, entre cuyos tratados debe mencionarse el Mujassas, diccionario analógico en diecisiete volúmenes. Otros gramáticos prestigiosos fueron Ibn al-Sid al-Batalyawsi (Badajoz, 1052-1127), Umar al-Salawbini (Salobreña, muerto en 1271) e Ibn Malik (Jaén, 1203-1274).

El género biográfico se desarrolló a partir del siglo X en la Córdoba califal. Muhammad Ibn al-Harit al-Jusani, originario de Kairwan, escribió una historia de los juristas cordobeses que abarcaba hasta el 968. Esta literatura tuvo un continuador en Ibn al-Faradi (962-1013), que redactó una Historia de los varones doctos de al-Andalus.

Continuador de al-Faradi es Ibn Baskuwal (1102-1183), autor cordobés cuya obra al-Sila comprende una serie de mil cuatrocientas biografías de hombres de letras que vivieron entre los siglos V y XII. Ibn Abd al-Malik al-Marrakusi (1237-1304) compuso un diccionario biográfico de los intelectuales andalusíes hasta la segunda mitad del siglo XIII.

Uno de los géneros más cultivados por los musulmanes andalusíes es el de la Historia. En el siglo IX recopilaron textos anónimos de carácter legendario, pero la primera aportación fidedigna es la de Abd al-Malik Ibn Habib (muerto en 852).

El primer historiador andalusí verdadero fue Ahmad al-Razi (muerto en 955), cuya Historia de al-Andalus fue publicada en español con el título Crónica del moro Rasis. Ibn al-Qutiyya (muerto en 977) escribió la historia de al-Andalus desde la conquista hasta el fin del reinado del omeya Abd Allah. Con los reyes taifas destacaron Ibn Hayyan (Córdoba, 987-1076) y sus contemporáneos, Ibn Hazm y el toledano Said.

En tiempos de los almorávides y almohades, la historia de al-Andalus y la del norte de África aparecen imbricadas en las crónicas dinásticas. Destacan el granadino Ibn al-Sayrafi (1074-1162), Ibn Galib, que vivió en la Granada del siglo XII, Ibn Sahib al-Salat (muerto hacia 1198) e Ibn al-Qattan, que escribió a mediados del siglo XIII una crónica de al-Andalus y el Magreb. Sobresalen especialmente Abd al-Wahid al-Marrakusi, que en torno al año 1217 redactó el Libro admirable en el resumen de las cosas de occidente, e Ibn Idari al-Marrakusi, que escribió, a caballo entre los siglos XIII y XIV, el al-Bayan o Historia general del Magreb y al-Andalus.

En la época nasrí, la historiografía oficial estuvo representada por Ibn al-Hasan al-Nuhabi, pero es a la segunda mitad del siglo XIV a donde pertenece la obra histórica más notable, la de Lisan al-Din al-Jatib (1313-1375), historiógrafo, geógrafo, estadista, literato y médico. Destacan dos de sus obras, compuestas en forma de anales, la Lamha, crónica de los reyes de Granada, y la Ihata, enciclopedia de la historia granadina.

Un género de extraordinaria importancia en la España islámica medieval es el de la literatura geográfica. En buena medida inseparable del género histórico, fue cultivada por gran parte de los historiógrafos andalusíes. Así, Ahmad al-Razi fue el artífice de la eclosión de la geografía andaluza. Destacarán de manera especial Ahmad Ibn Umar al-Udri (1002-1085), Muhammad al-Hammudi (muerto hacia 1165), famoso por el nombre étnico de al-Idrisi. Compuso el Libro de Roger, en el que, partiendo de una división del mundo en siete climas, estudió todos los componentes geográficos de cada una de las regiones que los componían, de este a oeste.

A partir del siglo XII surgió en el occidente musulmán un género original: el libro de viajes. Su primer maestro fue el valenciano Ibn Yubayr (1145-1217), adoptando nueva vida los relatos de viajes en la segunda mitad del XIII con Ibn Rusayd. Deben ser mencionados, asimismo, varios autores que vivieron en el siglo XIV: Jalid al-Balawi, Ibn al-Jatib e Ibn Battuta, que dotó al género de nuevas perspectivas.

Un género literario procedente del oriente musulmán contó con enorme aceptación en al-Andalus: el Adab. De gran valor pedagógico, comprende el conjunto de conocimientos de un hombre culto y pretende, a la vez, instruir y distraer. Alcanzó popularidad con Ibn abd Rabbih (860-940), autor de El collar, especie de enciclopedia que ordena los conocimientos útiles que forman la cultura general.

La poesía arábigo española se inicia escasos años después de la conquista. Su inspiración se basaba en las obras orientales, desde las odas preislámicas hasta las recopilaciones (diwan) de poemas de los poetas neoclásicos. La capital de la dinastía omeya, Córdoba, se convirtió en foco de intensa actividad poética. La conquista almorávide, con la que se abre un período de intolerancia y retroceso cultural, puso fin al esplendor de la poesía andalusí, mientras que se mantuvo viva con los almohades. Con los soberanos nasríes volvió una época de esplendor poético, floreciendo las formas habituales de la poesía clásica, como la oda.

Entre los poetas de al-Andalus destacaron Ibn Darray al-Qastalli (muerto en 1030), su contemporáneo Ibn Hazm, autor del famoso Collar de la paloma, tratado en prosa sobre el amor que intercala elegantes poemas, Ibn Zaydun (1003-1070), el rey de Sevilla al-Mutamid, Ibn al-Labbana (muerto a fines del siglo XI) e Ibn Hamdis (muerto en 1133).

En la primera mitad del siglo XII destacó un género típicamente andaluz, el muwassah, oda compuesta en árabe clásico destinada a ser cantada. En el siglo XIII debe mencionarse al qadi de Granada al-Sarif al-Husayni y en el XIV al granadino Ibn al-Hayy al-Numayri y al almeriense Ibn Jatima. En el siglo XV, la España musulmana contó con dos grandes figuras: Ibn al-Jatib e Ibn Zamrak.

Las obras de carácter científico alcanzaron gran desarrollo. En medicina, farmacología, botánica, geometría, astronomía o agronomía se recuperó el conocimiento de los antiguos autores griegos y romanos, pero, asimismo, se compuso una importante obra original, fruto de la observación de la naturaleza y de la experimentación.