Discusión:Loncco

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El artículo no emplea citas o referencias. La bibliografía mencionada es insuficiente y no apoya varios de los datos del artículo. Los errores y manipulaciones históricas son constantes. Y es evidente que la información contenida en el artículo es forzada varias veces a fin de que calce con las ideas y prejuicios personales del autor o autores. A continuación procederé a refutar varias afirmaciones del texto:

1. El artículo, refiriéndose al "loncco", señala: "Es el descendiente de los primeros españoles que habitaron la ciudad desde 1540 y que se fueron estableciendo en las afueras de la urbe, dedicándose principalmente a las labores agrícolas". Estas palabras sintetizan el argumento central del texto: el loncco sería una construcción étnica, cultural e histórica cuyo origen y desarrollo se nutre solo del aporte español. Este es un argumento ideológico ya que defiende ciertos rasgos identitarios y esenciales del "ser arequipeño" excluyendo el aporte indígena y negando el mestizaje. Plantea la construcción mitológica de que una parte de conquistadores españoles se convirtieron en campesinos y que a partir de aquí sus descendientes criollos conservaron su "pureza racial y cultural", y que únicamente "tomaron" por necesidad algunos elementos indígenas, creando un individuo particular, el llamado “loncco”, por influencia sobre todo del entorno natural. Es necesario dejar al descubierto esta idea central a fin de establecer claramente la intención del artículo. Podemos llamar a este argumento tesis hispanista del origen del loncco. Es un argumento que conduce a creer en la existencia de una Arequipa paradisiaca, libre de conflicto de clases y étnicos. Si no existieron indios en el valle de Arequipa, entonces nos salvamos de las acusaciones que se hace al sistema colonial, porque nos conduce a pensar que no hubo explotación, ni abuso del sistema de encomiendas, ni evangelización forzada, ni mita opresora. La afirmación de que los primeros españoles se dedicaron a la agricultura requiere una aclaración, por lo demás obvia: el reparto de tierras, solares y la entrega de encomiendas no hizo de los primeros españoles asentados en Arequipa agricultores, sino más bien los convirtió en hacendados o patrones; su papel no fue el de trabajadores agrícolas sino de beneficiarios del trabajo y del tributo obligatorio de la población indígena.

2. En relación al origen del término loncco, el artículo afirma que "no procede del idioma quechua ni del aymara. Es pues una palabra acuñada por el mismo arequipeño". Los autores del artículo no recurren a un diccionario de arequipeñismos, tampoco citan a un especialista para respaldar su aseveración, por tanto es de suponer que la afirmación es personal. Dos estudiosos de los arequipeñismos, Miguel Ángel Ugarte1 y Juan Guillermo Carpio Muñoz2, sostienen que el término loncco es de origen quechua. Derivaría de "lon'qo" que significa esférico, redondeado, regordete. Es interesante advertir que el término antagónico "ccala" es igualmente de procedencia quechua.

3. El artículo reitera que a la llegada de los españoles, lo que es hoy la ciudad de Arequipa, la "habitaban muy pocos naturales" y que "tuvieron ellos mismos [los españoles] que hacerse cargo del trabajo agrícola". La historiadora Catherine Julien, empleando como fuente el informe colonial de Cristóbal de Miranda sobre las reducciones, nos dice que en el año de 1583 el número de indígenas que habitaban el valle de Arequipa era el siguiente: 8,139 personas en La Chimba (Yanahuara, Cayma, Tiabaya) con, 5,664 personas en Santa Cruz de la Frontera (Paucarpata, Characato, Chiguata) y en 521 indígenas en San Lázaro3. Los estudios del reconocido historiador Guillermo Galdós Rodríguez demuestran que el valle de Arequipa estuvo intensamente poblado por indígenas antes de la llegada de los españoles 4.

4. La versión de que Pedro Calvo de Barrientos, "el desorejado", estuvo en Arequipa no tiene respaldo documental de la época, sin embargo, algunos investigadores señalan que pudo haber tenido una breve estancia en estas tierras cuando se dirigía a Chile, su destino final, y donde se asimiló a la cultura y vida indígena. País donde hoy es considerado como el "patriarca del mestizaje".5

5. Sobre la presencia en el valle de Arequipa del Fray Pedro de Ulloa, el artículo menciona que esta se produjo el año 1536. Sin embargo al no existir información documental sobre este hecho las fechas propuestas son aproximaciones. El historiador Alejandro Málaga Núñez Zeballos establece la fecha hacia el año 15376 y otros el 15357.

6. El artículo afirma: "No hubo presencia de los conquistadores hasta el 12 de febrero de 1537 en que cruzaron en balsas el río Tambo" rumbo al valle de Arequipa. El historiador Alejandro Málaga Medina indica que Diego de Almagro parte de Arequipa el 12 de marzo de 1537 rumbo al Cusco. Si bien el ejército almagrista estuvo aproximadamente un mes en el valle de Arequipa no existe documento que establezca exactamente que su llegada a estos lares o a la provincia ocurrió el 12 de febrero8. A continuación, el autor del artículo menciona que los almagristas "decidieron quedarse en Arequipa y trabajar allí como agricultores, siendo los más lejanos antecesores de los lonccos". Nuevamente se hace uso de la imaginación para convertir a los conquistadores españoles en campesinos. Es improbable que los almagristas que optaran por quedarse en Arequipa se dedicaran a trabajar la tierra, por la razón de que su principal labor estaba relacionada a su condición de soldados. Aunque había también españoles que eran artesanos de profesión, pero según los investigadores el número de españoles labradores que llegaron a América en el siglo XVI fue reducido. Además debe tomarse en cuenta que los primeros conquistadores disponían de indígenas asentados en el valle de Arequipa que podían efectuar dicha labor y, por último, su condición de conquistadores e hidalgos no les hubiera permitido rebajarse a cumplir una labor propia de indios o siervos, que en su mentalidad española estaba asociada a la pobreza9. Finalizando el siglo XVI la corona española se esforzó en enviar labradores a América pero fue difícil cumplir con este deseo, debido a la oposición de los señores propietarios que obligaron a sus siervos o vasallos a permanecer en sus tierras10. Lo que sí es probable es que se dieran en ese momento los primeros casos de mestizaje racial en Arequipa.

7. El artículo señala que en agosto de 1540 la ciudad de Arequipa contaba con 51 vecinos españoles. El historiador Dante Helard Fuentes Rueda, producto de exhaustivas investigaciones, señala que fueron 89 los fundadores de Arequipa11. El también historiador Mario Rommel Arce declara que inmediatamente después de la fundación se adjudicó terrenos (solares) a los primeros 40 vecinos 12. Después de la fundación de la ciudad varios de esos solares se encontraban deshabitados 13.

8. El artículo afirma:"Siendo la etnia española muy segregacionista la que conquistó la región, los indios naturales, en número eran muy pocos, fueron apartados de la ciudad." El autor del artículo pone énfasis en el carácter "muy segregacionista" de los conquistadores españoles para inferir la tesis de que no se dio ni pudo darse el llamado mestizaje. Esta tesis del aislamiento cultural y racial entre españoles e indios es falsa. Si bien los conquistadores españoles y la población indígena provenían de sociedades profundamente estamentarias y excluyentes, esto no evitó las interacciones a nivel cultural, racial y económico, aunque premunidas de un carácter de subordinación y dominación. En la segunda mitad del siglo XVI el grupo de indígenas que se ubicaba en área urbana de Arequipa fue trasladada a la periferia lo que permitió la aparición de "las rancherías o arrabales que circundan la ciudad, desde San Lázaro, Santa Martha y la Pampa de Miraflores hasta San Jerónimo y El Palomar. Al otro lado del río surge La Chimba, ranchería única para indios , que se extiende desde San Miguel de Cayma hasta Santiago de Tiabaya, comprendiendo además las poblaciones de San Juan Bautista, La Antiquilla y Sachaca 14. La mayor parte de indios que habitaban el valle de Arequipa se dedicaban a las actividades agrícolas. En los primeros años de colonización las cédulas reales habían recomendado, de forma explícita, la agrupación de españoles en medios urbanos como medio de evitar la disgregación y facilitar el control por parte de las autoridades 15. Pruebas de estas interacciones es que varios gremios de artesanos en la época colonial en Arequipa estaban controlados por indígenas 16; también porque dentro de la élite española y criolla fue permanente la necesidad de mano de obra por lo que se alentó la migración indígena durante este período 17. Durante la colonia el trabajo de construcción y reconstrucción de la ciudad de Arequipa producto de los periódicos terremotos que la afectaron recayó en su mayor parte en los indígenas, muchas veces dentro del trabajo obligatorio o mita18. Después del terremoto de 1582 que destruyó Arequipa, el virrey Martín Enríquez Almansa proporcionó un total de 1,300 mitayos para la reconstrucción de la ciudad durante un año, después la audiencia prolongaría el servicio seis meses más. Los mitayos seguían cumpliendo el servicio en 1589. Los indios se dedicaron a la construcción de calles, iglesias y monasterios, edificios para el cabildo, la cárcel, la casa del corregidor, la reparación las acequias de regadío y de los andenes agrícolas19. El 19 de febrero de 1600 el volcán Huaynaputina hizo erupción, acompañado de un gran terremoto. Hubo otro gran sismo el 14 de noviembre de 1604, el cabildo solicitó de inmediato tres mil mitayos para reconstruir la ciudad. Luego del terremoto del 20 de octubre 1687 se pidieron también mitayos, los que se dedicaron primero a cosechar los cultivos antes que llegara la temporada de lluvias20. La historiadora Rocío Villaverde Retamozo menciona que en la construcción del puente colonial de Chilina, llamado hoy puente Bolognesi, participaron indios y esclavos a los cuales no se les“pagó un salario justo por su trabajo, e incluso en ciertas ocasiones no se le hizo efectivo el pago, por no disponer la ciudad de fondos”21. Ventura Trabada apreció la labor del constructor indígena arequipeño: “De esta suerte se ven todos los días hacer fábricas en la ciudad, no solamente de casas regulares, si no también de eminentes torres galanas, elevadas cúpulas; y otras obras que llama el arte Maestras; como veremos en el Cielo al tratar de los templos, y si se pregunta quién es el Maestro de la arquitectura por no saber los oficiales que las fábricas necesitan de arte por que no lo han aprendido, señalan el Mayordomo que lo más que hace es dar gritos para que trabajen, y asentar los jornales, y los que trabajan en estos artes todos son indios y si apuramos la verdad, y ellos apuran la razón, son más devotos de Baco que de Minerva”22

9. A la llegada de los españoles, el valle de Arequipa estaba ocupado por un importante número de indios y que durante todo el siglo XVI e inicios del XVII la población indígena será mayoritaria en la zona. Posteriormente su número disminuyó debido al natural proceso de mestizaje, aculturación y por razones relacionadas a las epidemias, los terremotos, la emigración, las fugas o huidas y la explotación laboral23. Sin embargo, es importante señalar que la población indígena durante el siglo XVIII y XIX será siempre un grupo poblacional importante. Por tanto es equivocado pensar que el "loncco" es una expresión cultural y étnica construida únicamente por los españoles y sus descendientes criollos.  

Durante el siglo XX la imagen de una Arequipa colonial blanca se irá consolidando en el imaginario de sus habitantes por diversos motivos, uno de ellos son los resultados del censo realizado durante el gobierno del virrey Gil de Taboada. Tomando como base la visita que realizó Antonio Álvarez y Jiménez, la composición social en el año de 1792 era la siguiente: la provincia de Arequipa tenía una población de 37,630 habitantes, de ellos el 60.8 % era considerado español; la ciudad de Arequipa contaba con 22,030 habitantes, y de ellos 71.43% eran españoles24. El censo de 1792 ha servido como prueba documental para demostrar que el valle de Arequipa fue en la época colonial (y por continuidad histórica también durante una gran parte de la República) una ciudad de población blanca. Pero habría que precisar que durante la historia colonial y republicana de Arequipa se realizaron varios censos tanto nacionales como regionales, asimismo visitas que acumularon datos estadísticos de la población. Entonces ¿por qué se toma en cuenta solo el censo de 1792 para afirmar que Arequipa fue una ciudad de blancos y extender esta conclusión a todo el período colonial y republicano?, ¿por qué no se mencionan y utilizan los demás censos para determinar la población que alcanzó cada grupo, raza o casta que vivía en el valle de Arequipa y establecer su aumento o disminución en las diversas épocas o momentos históricos? La respuesta a esta pregunta nos conducen a admitir que la expresión “ciudad blanca” es sobre todo una construcción ideológica. Al respecto, el historiador arequipeño Álvaro Espinoza de la Borda en base a una contrastación entre los datos del censo de 1792 con los padrones de población tardío coloniales de las diferentes parroquias ubicadas alrededor de la ciudad, encontró que a fines del siglo XVIII la mayoría de la población arequipeña era indígena y mestiza. Espinoza de la Borda explica que el censo de 1792 presenta otra realidad porque el grado de aculturación que poseyeron los indígenas y mestizos arequipeños les permitió dejar de ser considerados como tales, pasando a convertirse en españoles25. Sarah Chambers remarca el origen social de la denominación "ciudad blanca" y que la población mestiza, chola e indígena, al evitarse abiertamente el uso de etiquetas raciales en la sociedad arequipeña, pudo sostener ser blanca26. El destacado investigador arequipeño Víctor Condori , apoyándose en las investigaciones de Nicolás Sánchez Albornoz, amplia este punto señalando que debido a la reducción poblacional indígena ocurrida en Arequipa en el siglo XVII y XVIII, las autoridades se vieron obligadas a atraer a indios de Moquegua, Puno y Cusco. Estos migrantes o forasteros llegaron a la ciudad en calidad de indios libres y se incorporaron al sistema económico en actividades más independientes y emergentes, como las relacionadas al rubro artesanal, que les dio más libertad de movimiento y ascenso social. Tan así que asimilaron la cultura y costumbres españolas considerándose en el censo de 1792 dentro de este grupo social. "La intervención monopólica de los encomenderos en la economía hizo que muchos de sus indios encomendados devinieran en artesanos urbanos, pero de forma gratuita (...) A través del ejercicio de un oficio artesanal, muchos indios encontraron la puerta hacia su libertad e incorporación hacia usos y costumbres de la sociedad española27” En palabras de Sánchez-Albornoz: “Arequipa se blanqueó, sobre todo mentalmente, al desistir de mantener a los forasteros aparte28”. Ser considerados blancos o dentro de grupo de españoles les permitió a los indios y mestizos evadir los tributos o contribuciones. Por eso, por ejemplo, en La Pampa de Miraflores, los caciques encargados de exigir los tributos, se encontraban en medio de incesantes amenazas y discusiones ya que en el lugar residían gran cantidad de indios, indios forasteros, plebeyos, artesanos y mestizos que solicitaron su certificado de limpieza de sangre a las utoridades lo cual se les concedió29. Es por ello que lo que dice el cronista Betanzos es cierto: “Qué llegará el día en que todos los indios serán españoles”. Y antecediendo a la frase de Ricardo Palma, “el que no tiene de inga tiene de mandinga”, Ventura Travada, al referirse a la preferencia por lo europeos de las damas arequipeñas en edad de casarse, escribe: “Las mujeres arequipenses que no son bobas, y así lo tienen también experimentado, no es mucho que apetezcan también casarse con europeos, y no con españoles (…) Porque aunque sindican los europeos a los criollos que tienen por lo general, y que en la multiplicada seria de las generaciones, es imposible que a los que han nacido en estos Reynos les deje de caber alguna gota no por eso se desdeñan de solicitar los casamientos de las arequipenses, por que advierten que la sangre indica (india) debe ser la menos notada de manchas en el mundo, pues por inmemoriales siglos se mantuvo por ignorada del antiguo mundo30”. Se tiene que resaltar que en la ciudad de Arequipa durante el período colonial, y hasta el siglo XIX, la población negra era representativa y visible. Según el censo de 1792 el área jurisdiccional de Arequipa ocupaba el segundo lugar en población de esclavos, llegando estos a 5,258. En el área urbana de Arequipa el número de esclavos era de 1,164 y el de castas (negros, mulatos y zambos libres) llegaba a las 1,000 personas. Según el censo colonial de 1792 en el poblado de Characato se asentaban 719 negros, mulatos y zambos, pertenecientes al grupo de castas libres31. Ventura Travada en su libro El Suelo de Arequipa convertido en Cielo (1754) escribe: “El número de gente que tiene esta ciudad, es de 30,000 de todos sexos, estados, edades y mixtos. Los indios 9,000 y son los menos, y para su doctrina basta solo una parroquia en la ciudad que es la de Santa marta que comprende todos los indios forasteros y naturales que viven dispersos en la ciudad, y para ser una sola no es muy numerosa, porque excepcionando algunos negros y mulatos y otros conocidos mixtos que apenas llegaran al número 6,000, todos los demás son españoles32” Noble David Cook afirma que durante toda la colonia la población de Yanahuara era india y que trabajaban en la ciudad de Arequipa, o bien en sus cercanías, y que suministraban productos para que fueran vendidos en su mercado. La población de Yanahuara en la época del virrey Toledo era de 8,139 personas. Para 1792 la población disminuyó a 1,466. A fines del siglo XVIII los pueblos de Chiguata, Characato, Caima, Tiabaya, Vitor, Paucarpata y Tambo tenían cierta mezcla de españoles, mestizos, mulatos o esclavos negros, pero la población de Yanahuara siguió siendo exclusivamente indígena. Muchos de sus residentes indígenas eran migrantes33.

Los censos de población de las parroquias locales del valle de Arequipa de 1792 que corresponden a las zonas de Yanahuara, Cayma, Tiabaya, Paucarpata, Chihuata, Characato y Pocsi nos dicen que existían 6,968 personas consideradas indígenas, 6,465 españoles, 882 mestizos y 867 de ascendencia africana34. 
El investigador Betford Betalleluz Meneses, en base a la información estadística disponible, nos dice que el año de 1828 se contabilizó 9,239 pobladores indígenas en el valle de Arequipa, que representaba el 24% de la población total de la ciudad y de la campiña; la población negra, entre esclavos y libertos ascendía a 376 individuos35. En el censo de 1876  el departamento de Arequipa tenía una población de 157,046 habitantes, de los cuales 68,056 eran indios, 49,878 blancos, 35,175 mestizos, 2,887 negros y 1,050 asiáticos36.
En los dos libros emblemáticos de la identidad arequipeña: La tierra de Arequipa convertida en Cielo (1750) de Ventura Travada  y Arequipa (1891) de Jorge Polar, la población indígena  y mestiza aparece como un componente de la historia y la sociedad mistiana. Jorge Polar, aunque saturado de las ideas positivistas del racismo científico, es un apologista del mestizaje arequipeño y, cuando describe físicamente a "los hijos del pueblo en la ciudad como en el campo", indica que "su estatura, es por lo general, mediana;  su tez morena, más o menos clara; sus formas, menos toscas que lo que suelen serlo en las clases bajas de otros países (…) Los rasgos de la fisonomía, predominan los que caracterizan a la raza indígena; pero muy disminuido ya el excesivo desarrollo de la parte baja del rostro que en el indio es saliente, y que parece ser signo de inferioridad intelectual37". Guillermo Galdós describe al cholo de la Arequipa colonial  como "(...) el poblador de raza indígena también, pero que al haber permanecido durante muchos años o por varias generaciones en estos lares, se había moldeado a la sicología mistiana(....) El cholo fue el habilidoso artesano del virreinato que tantas maravillas construyó y hoy son la admiración de todos.38"

Ciudadanos extranjeros que estuvieron en Arequipa en los siglos XVIII y XIX constatan dentro sus informaciones de una extensa población indígena, chola, mestiza y negra en el valle y la ciudad. Tal es el caso de Antonio Pereira Pacheco, Flora Tristán, Henry Witt, Paul Marcoy, Eugene de Sartiges, Alcide Dessalines D’Orbigny, Gabriel-Pierre Lafond, etc. Al respecto Sarah Chambers escribe “De igual modo , los visitantes extranjeros identificaron a la mayor parte de la población como mestiza o chola (lo que se refiere a indígenas aculterados) antes que como blanca. En las raras oportunidades en que los locales sí usaban el término “mestizo”, este se hallaba asociado a la población indígena, o en todo caso se aclaraba su significado, como cuando el sacerdote de Cayma propuso afincar a “mestizos españoles” en la finca.(…) La repentina aparición de mestizos en el padrón tributario de 1843 marcó una etapa de transición, que llevó al predominio de españoles y blancos en el de 1852. Por tanto, la distinción legal importante era entre los indígenas y todos los demás39”. Flora Tristán estuvo en Arequipa entre 1833 y 1834, en su libro Peregrinaciones de una Paria escribe: “La población de Arequipa comprendiendo la de los arrabales, se eleva a treinta o cuarenta mil almas. Se puede considerar que se compone poco más o menos de una cuarta parte de blancos, otro tanto de negros o mestizos y la mitad de indios. La población libre forma, pues, tres clases, provenientes de tres razas muy distintas: europea, india y negra. En la última clase, bajo la denominación de gentes de color, se confunden los negros y los mestizos de las tres razas. En cuanto a los esclavos, a cualquier raza a que pertenezcan, la privación de la libertad establece entre ellos la igualdad en la gracia”. Al referirse a las costumbres durante la semana santa señala que una “confusa de hombres y mujeres de raza blanca, india y negra sitian al calvario lanzando gritos lastimeros40”. El clérigo español Antonio Pereira Pacheco estuvo en Arequipa entre 1810 y 1816 y redactó su Noticia de Arequipa, aunque sumido en prejuicios coloniales, al referirse a los artesanos y artistas de Arequipa escribe: “Ejércenlas los indios, o zambos, quienes sólo aspiran a tener con que pasar el día, y como tengan para beber, y una da ropa con que taparse, están contentos. Estas gentes jamás acostumbran poner un remiendo a sus vestidos, prefiriendo el andar andrajosos. No se encuentra en ellos honor, verdad, ni vergüenza. Es muy raro el que no toma adelantado, cuando no el todo, la mitad de lo que vale su trabajo, sin cuyo uso no verifican la obra; siendo el mayor trabajo de Arequipa el haber de tratar con oficiales41”. Pereira no encuentra nada bueno en el indio arequipeño: no es sentimental, es desagradecido, desconfiado, descontento, aborrece a quien le ayuda, es hipócrita, fingidor, pagano, amante de la ociosidad, se lava los cabellos con orines, trabajan poco y luego se tira en la calle, solo le gusta reventar cohetes en las fiestas y las borracheras. Tampoco encuentra algo malo, ningún abuso, en el régimen español: “Sólo bajo el gobierno español viviría el indio tan vagamundo: y aun así se cree al indio hostigado por el español (…) ¿Y qué diré de los que en estos últimos tiempos han declamado tanto con la pensión puesta al indio llamada tributo, que tanto se ha denigrado, y que erradamente se ha creído un castigo para este natural? Ojalá, dicen muchos, y lo digo yo, tuviésemos esta pensión, de que me es forzoso dar una idea (…) Paréceme que habiendo dicho esto, es lo bastante para que cualquiera calcule si este tributo puede mirarse como odioso, ni exorbitante a vista de lo que llevo expuesto, y de otros muchos privilegios de que gozan, y omito, y se convencerá que todos desearíamos de este modo ser tributario42”. El viajero francés Paul Marcoy recorrió el Sur del Perú entre 1850 y 1854 (fechas de Juan Guillermo Carpio Muñoz43) y público en 1869 un libro con el título de Viaje a través de América del Sur donde habla sobre el mercado que funcionaba en la Plaza Mayor o de Armas de la ciudad de Arequipa: “La población indígena, que se da cita allí desde todos los puntos de la ciudad y del campo, no ofrece al observador sino dos tipos distintos, el del indio de la costa del Pacífico (…) y el tipo quechua”. Sobre los clientes de las chicherías o tabernas campestres de Arequipa escribe: “Frecuentadas solamente por indios y cholos de ambos sexos, son antros sombríos y fuliginosos, que reciben aire y luz sólo por la puerta, llenos de tinajas y ollas de diversas formas, y con el suelo cubierto por paja menuda, cáscaras de legumbres, huesos y deyecciones de animales, en una espesa capa”. Marcoy nos comenta su sorpresa al observar una costumbre muy particular: “Como en las iglesias del Perú no se conoce el uso de bancos y reclinatorios, las mujeres se hacen seguir a cierta distancia por una sirvienta que porta una alfombra sobre la cual se arrodillan. Para una elegante de Arequipa, el toque supremo de buen tono es tener como porta-alfombra a un indiecito de la Sierra Nevada, de cualquiera de los dos sexos, pero eso sí menudito y vestido con la ropa tradicional”. Antonio Pereira Pacheco cita la misma costumbre o moda entre las señoras respetables de la ciudad: “Llevan siempre consigo una negrita o criada chica con la alfombra para arrodillarse, y el pañuelo44”. Marcoy hace referencia al desprecio, incluso entre los propios cholos y mestizos, que se sentía en Lima, Arequipa y en las demás ciudades del litoral por el idioma quechua y por los usos y costumbres de la sierra. El viajero francés relata la siguiente experiencia saliendo de Arequipa: “Al norte de la ciudad, al extremos del arrabal de San Isidro, renombrado por sus cantinas, se extiende un arenal llamado La Pampilla. Los indios carboneros, que van y vienen de la montaña al valle, lo han escogido para acampar y han levantado allí sus cabañas. Nada más semejante a una banda de gitanos, acampada a las puertas de la ciudad, que estos indios, sus vestidos y su cabellera en cola de caballo les dan un aspecto extraño, por completo diferente de la casta mestiza de Arequipa, con lo cual, por lo demás, no mantienen sino las relaciones pasajeras necesarias para su comercio45”.

El naturalista francés Alcide Dessalines d'Orbigny estuvo en Arequipa en 1833. Visitó varias veces las aguas termales de Yura, en una ocasión, a su regreso, observó una danza que, según sus palabras, fue lo que más le divirtió durante su estancia: “Al volver de una de estas partidas fui testigo de una danza bastante original que está muy usada en el país, y consiste en hacer bailar a los niños de ambos sexos al son del arpa y del violín en rededor de un árbol o palo o de cucaña, al extremo del cual están atadas tantas cintas largas, como bailadores hay. Cada uno tiene cogida por el cabo una cinta, que se cruza y trenza con las de los otros por el mismo movimiento de la figura, hasta que los bailadores aproximándose poco a poco al centro común, acaban de juntarse todos al pie del palo, de donde vuelven a separarse, empezando de nueva las mismas circunvalaciones sin pararse nunca la música. Esta danza que se llama ayllas, forma un cuadro muy gracioso y animado, que seguramente nuestros coreógrafos aplicarían oportunamente a sus ejercicios dramáticos”. Dessalines d'Orbigny en su libro Viaje pintoresco a las dos Américas, Asia y África, representó la danza con un dibujo de los mineros de Nuantajaya de Louis-Auguste de Sainson. La danza Ayllas es muy similar a la wifala de Ispacas de la provincia de Condesuyos. En la tradición andina los palos empleados en algunas danzas se llaman llipi, por ejemplo, en las danzas Llipi Pulis de Ácora y Llameritos de Cantería de Lampa. Además , menciona otra escena: “Lo que distinguí por su extravagancia fue el traje de las revendedoras del mercado de la ciudad, con sus grandes basquiñas y una especie de gorra aplastada a las orejas45”. Las basquiñas hacen referencia a las polleras andinas, y la gorra aplastada, tal como la representa nuevamente un dibujo de Louis-Auguste de Sainson que aparece en el libro de Dessalines d'Orbigny, parecen recordar las monteras modelo pizarro o de dos puntas empleadas en algunas danzas de Carumas y Calacoa en Moguegua y, de otras, del departamento de Puno. Existe una fotografía de Reynaldo Luza con el título Fantasía indígena en la torre de la colonial iglesia de Cayma, fechada aproximadamente en 1940, donde Nancy Gibson posa como modelo empleando una montera andina, en un peculiar pero elegante contraste étnico46 10. El artículo establece que los "españoles pobres o sin encomiendas" se dedicaron al trabajo agrícola en el valle de Arequipa y que fueron los que dieron origen al loncco. Afirma que los españoles pobres ocuparon zonas donde no existía población indígena o que solo eran "ocupadas por algunos quechuas", como Yanahuara, Cayma, Sachaca, Tiabaya, etc. Incluso el artículo indica que los españoles constituyeron y poblaron la Ranchería, es decir, la zona de Santa Marta, la Pampa de Miraflores, Characato, Pocsi y Chiguata. En realidad, toda la evidencia documental nos indica que las zonas mencionadas tuvieron durante toda la colonia una población mayoritariamente indígena y mestiza. Las rancherías eran por ontonomasia un lugar de indígenas durante la colonia, por eso se las llamó también reducciones o pueblos de indios47.

11. El artículo al referirse a las encomiendas dice "que se ubicaban por lo general fuera de Arequipa". Al respecto, Málaga Medina escribe: " A inicios de 1540 se produce el reparto general de Encomiendas y son varios los españoles que reciben en encomienda a los hoy denominados pueblos de Arequipa; Socabaya, Chiguata, Paucarpata, Characato, Yanahuara48". Es decir, había varias encomiendas de indios en el valle de Arequipa.

12. "Es de entenderse que los conquistadores, blancos y criollos, al establecerse en la campiña, en los alrededores de la ciudad, desarrollaron muy bien el arte del cultivo de la tierra con técnicas españolas, hasta entonces desconocidas por los incas [...] que les permitió levantar su estatus de vida y vivir de manera digna". Esta versión del artículo requiere un comentario. Es importante establecer las características de la tenencia de las tierras agrícolas para señalar qué grupos sociales realizaban las labores propias del trabajo en el campo. Los investigadores coinciden que durante la colonia en el valle de Arequipa predominó la pequeña propiedad y que la tierra que se podía cultivar estaba controlada por los más ricos (españoles y criollos) o en manos de los indígenas. Es necesario recordar que cuando los españoles en el siglo XVI se repartieron la tierras aprovecharon en su mayor parte los terrenos agrícolas que estaban destinadas al inca y al sol, en cambio la tierras sembradas por los ayllus indígenas siguieron siendo explotadas por estos, estando prohibido enajenarlas, además que las encomiendas no daban control sobre las tierras sino solamente sobre los indígenas, esto motivo, junto con el estancamiento económico y la escasez de tierras, que les resultara complicado a los grupos mestizos y mulatos comprar tierras en el valle de Arequipa49. Después de la independencia del Perú por ley del 29 de marzo de 1828, se decretó la individualización de la propiedad, lo que posibilitó la venta de tierras de indígenas a personas de otras castas, produciéndose una expansión de chacras adquiridas por otros grupos sociales principalmente en zonas como Tiabaya, Yanahuara, Paucarpata, sin excluir otros lugares50 . Keith Davies afirma que durante casi toda la colonia el valle de Arequipa permaneció dividida en pequeñas chacras, es decir predominaba la pequeña propiedad y que los labriegos eran en su gran mayoría indios, cholos y mestizos51 . En resumen, en la colonia y la república, la tenencia de tierras en los pueblos aledaños a la ciudad de Arequipa no estuvo solo en manos de españoles y criollos también de indígenas y mestizos.

13. El artículo menciona que una característica de los lonccos son sus apellidos castellanos lo que demostraría su origen auténticamente español y criollo, lo que a su vez serviría de prueba para negar el mestizaje, valer decir, el aporte indígena. Esta afirmación, sin ser cierta, se nutre de una constatación sorprendente: en la historia oficial de la ciudad de Arequipa no existen personajes con apellidos indígenas, y se ha excluido de la vida de la ciudad toda referencia al indio.  En la imagen construida,  el cholo arequipeño es blanco o mestizo y tiene apellido español. Esto remarca una contradicción evidente: ¿por qué Arequipa que se ufana de su identidad mestiza ha borrado de su historia oficial a la población indígena? ¿por qué Arequipa en el deseo de darse una identidad mestiza lo ha hecho negando sus orígenes indios? Arequipa cuando reivindica  a sus antepasados prehispánicos los reconoce como un grupo primigenio, prehispánico, del pasado remoto, en todo caso extinto. 

Para Leónidas Bernedo Málaga los antepasados de los arequipeños no son los quechuas o aymaras. Su interés histórico “no se remonta a los pueblos que encontraron los españoles en el valle sino al pueblo anterior a este, o sea los puquinas52 . Sumergido Bernedo en el positivismo racial, considera que hay dos tipos de indios: unos que son braquicéfalos (cráneo ancho) y otros que son dolicocéfalos (cráneo alargado), cada uno con sus respectivas características de desarrollo, unos más inteligentes que otros. Los puquinas eran para Bernedo dolicocéfalos a quienes considera unos indios superiores en inteligencia, valor y rebeldía, limpios y racialmente puros, a diferencia de los quechuas y aymaras que eran braquicéfalos53. Por eso su exaltación cuando descubre unas ruinas preincas de origen puquina muy cerca de Arequipa: “Nuestros constantes anhelos de descubrir un abolengo puquina para nuestra histórica y legendaria Ciudad Blanca estaban cumplidos. Ya existía prehistoria arequipeña; es decir, el primer capítulo que faltaba a su brillante historia colonial y republicana. Las ruinas de esta ciudad milenaria se hallan a 4 kilómetros de distancia de la ciudad de Arequipa, sobre las cumbres de los cerros de Casa-Patak y Huacuchara que se alzan entre las poblaciones de Tingo Chico, Huasacache y Tingo Grande54”. Esta forma de indigenismo excluyente, sustentada en la antropología física de fines del siglo XX, fue una postura que “siguió guiando estudios históricos, los cuales no siempre estaban de acuerdo a su posición, pues argumentaban que los incas eran una raza y otra muy diferente la de los indios55”. El investigador Raúl Quisocala señala que otros intelectuales arequipeños, como Manuel Suarez Polar, José María Morante y Vladimiro Bermejo, también sostenían en sus explicaciones históricas la importancia del tamaño y la forma del cerebro en el desarrollo de los grupos culturales indígenas, por lo que “podemos concluir que esta cuestión, de la división racial, no era únicamente una propuesta personal de Bernedo sino, antes que nada propuesta que tenía una gran mayoría de aceptación entre los “historiadores” que compartían plena y abiertamente56”. Las diferencias raciales se convirtieron en la ideología oficial de la ciudad. En el año 1909 el Centro de Instrucción convocó a un Concurso cuyo tema fue las “Causas por las cuales Arequipa, hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX, produjo, su complejidad de condiciones, tantos hombres ilustres”. Los tres primeros premios correspondieron a estudios sociológicos presentados por jóvenes intelectuales: Alberto Ballón Landa, Carlos Chirinos Pacheco y Héctor Ramírez del Villar. Los estudios elogian el mestizaje, el cruzamiento que produjo la “raza arequipeña”, raza por naturaleza inteligente y talentosa, raza que heredó sobre todo lo mejor de la mezcla de dos razas superiores: la inca y la española; aunque coincidieron en la queja de que, en los últimos tiempos, la raza arequipeña estaba degenerándose, estaba en decadencia, le faltaba ilustración, había perdido sus cualidades, y que “ni revolucionarios son siquiera los arequipeños57”. En contraposición, a inicios del siglo XX Arequipa se convertirá en unos focos más importantes donde se organizó la defensa del indio. Francisco Mostajo, Modesto Málaga, Francisco ChuquihuancaAyulo se convirtieron en delegados provincianos de la Asociación Pro indígena, identificándose con la causa de la redención del poblador andino58. No existen en la historia de la ciudad referencias al indígena como un personaje individual, con nombre y apellido. Negar la existencia de población indígena en la historia colonial de Arequipa ha servido también para negar cualquier vinculación con los grupos indígenas de otras regiones del Perú. ¿Pero el hecho que no haya en la historia oficial de Arequipa referencias a personas de apellidos indígenas demuestra que en el valle de Arequipa no existieron indios o bien su número fue muy reducido, casi inexistente? La verdad es que se ha excluido deliberadamente de la historia de Arequipa a la población indígena y negra, y en cierta medida también a la mestiza.

Lo que ocurrió es que las élites intelectuales y económicas de la ciudad de Arequipa construyeron a partir del siglo XIX y hasta la primera mitad del siglo XX un discurso que identifica a los arequipeños como biológicamente blancos y descendientes de españoles pero con una cultura mestiza. Está aparente homogeneidad de la sociedad arequipeña ha relegado las diferencias económicas, sociales y étnicas, creando la idea de una sociedad sin conflictos ni rupturas. Al respecto Víctor Andrés Belaúnde decía:" Arequipa, ciudad que sintetiza, por decirlo así, la unidad nacional. Racialmente española, es geográficamente andina y serrana. [...] El Sur es, incuestionablemente, más serrano que el norte; pero la influencia en un centro de la importancia de Arequipa, a fines del siglo XVIII, el núcleo de población blanca más grande no solo en el Perú sino en Sudamérica (en Arequipa había 23,000 españoles, contra 17,000 en Lima), hace que no sea exclusivamente indígena, sino blanco y mestizo59". Para Belaúnde, si el valle de Arequipa es serrano y andino, esto se debe a su ubicación geográfica, pero no por ser la población indígena, chola y mestiza un componente social importante. Jorge Polar, aunque entusiasta y cantor del mestizo arequipeño, recurre también a su blanqueamiento para ocultar su origen indígena y lo convierte en "criollo peruano", con su tez morena, más o menos clara. Polar crítica al hombre español que vino al nuevo mundo “y eso el haber sido colonizado por una raza que decaía, fue la inmensa, la irreparable desgracia de la América (…) La nueva población americana, llevó casi desde su primera generación, sangre cansada”. Pero al mismo tiempo no encuentra en la raza indígena las cualidades redendoras: “ Lo que el quechua le faltaba, era, sobre todo carácter (…) Resistencia tiene el indio hasta el heroísmo, pero iniciativa, acción, impulso propio, espontáneo, independencia, eso no tiene”. Ante estas minusvalías se vio forzado a justificar al producto de la fusión de ambos, el mestizo, diciendo: “Mezclóse, pues, la pasión bravía de unos, y el sentimiento hondo y callado de los otros, y heredamos pasión y entusiasmo y tristeza juntos. Somos por herencia de raza, ricos de sentimientos60”. Está imagen racializada del mestizo arequipeño se trasladará al loncco, que de ser un personaje menospreciado por las élites de la ciudad se convertirá en una de las marcas de la identidad arequipeña en la segunda mitad del siglo XX, en un contexto de revaloración de las identidades nativas, impulsado por el movimiento indigenista y posteriormente por la ideología nacionalista del gobierno de Juan Velasco Alvarado. En realidad la valoración del loncco se inicia, contradictoriamente, cuando este empieza a desaparecer producto de la urbanización y el normal deseo de progreso económico y social, iniciando su inserción a los sectores medios y pujantes de la ciudad. Entonces su construcción como referente de la identidad arequipeña no es una asimilación e imposición de los grupos aristocráticos o de poder establecidos en el siglo XIX, sino la natural ascensión de los sectores emergentes más protagónicos en la vida social y cultural de la ciudad.

Los documentos históricos coloniales y republicanos existentes en Arequipa, tales como archivos notariales, eclesiásticos y periódicos  hacen frecuentemente referencia a personas con apellidos de origen indígena. Pero en los hechos relevantes de la ciudad se ha excluido de la historia oficial a los arequipeños de origen indígena, incluso aún hoy esta visión histórica de exclusión se presenta en las ideas de algunos intelectuales recientes, como José Ramos61, quien concibe como inexistente a la población indígena nativa y migrante anterior a la década del 60 de siglo XX y, en general, imaginan al indio y al cholo peruano de la época colonial y republicana como carente de toda iniciativa de protesta, de toda idea de progreso y ascenso social,  sometido siempre a su condición de  sirviente o campesino misérrimo. Sobreestiman la importancia de la pertenencia a la identidad arequipeña por parte de los migrantes,  como factor clave para el protagonismo e involucramiento en situaciones que en realidad corresponden a las condiciones sociales, económicas y a la dignidad humana. El ejercicio y apropiación de los símbolos que identifican a los arequipeños no fue  asumido solo por la población española, criolla o blanca y mestiza, sino también por la población india y chola de la ciudad. En todos los símbolos de la identidad arequipeña la actuación de la población indígena y chola se encuentra también en su génesis y vigencia: la devoción a virgen de Chapi, la arquitectura colonial, la picantería, el yaraví, la pelea de toros, las revoluciones. Todas las evidencias encontradas por investigadores tan exhaustivos como las Kendall Brown, Sarah Chambers, John Wibel, Catherine Julien, Keith Davies, Víctor Condori hacen ver la presencia y relevancia de la población india, chola y mestiza en el sistema económico, social y cultural de la ciudad insertándose muchas veces de manera difícil y marginal , pero otras con éxito. 
Alpaca es uno de los apellidos arequipeños de origen prehispánico que aparece en los documentos del siglo XVI y que  permanece en la tradición histórica de la ciudad hasta la actualidad. Este apellido pertenece a una línea familiar de caciques que habitaron la zona de Cayma. “Los naturales de Cayma fueron encomendados a Juan de San Juan, a la encomienda la denominaron San Miguel, ratificada por el Virrey Francisco de Toledo, en 1571, la población caymeña originaria llegó a 3000 habitantes, al mando de tres caciques: Alpaca, Chiri y Chalcotupac62". Ventura Travada en su libro El suelo de Arequipa convertido en cielo(1752) nos habla del fervor religioso de estos caciques arequipeños: “No pudieron los Indios peruanos  dejar de coronar con costosos  este magnífico octovario  que se celebró en devoto culto del monasterio de su Patrono  Rosa, excediendo  en glorias este día a los españoles, que lo aclamaron con tan festivas profusiones (…) En este día se excedieron los nobles caciques de la Chimba D. Esteban Condorpusa  y D. Hilario Alpacca, aquel gobernador de Yanahuara, y este del pueblo de Caima, y como esta nación es tan estrenada en el culto, fueron aquel día sus aplausos estremos63”. Agustín Alpaca era en año de 1780 cacique gobernador del pueblo de San Miguel de Cayma64. En la plaza de 

Cayma existe una calle y una adobería tradicional con el nombre de Casa del Cacique Alpaca, antigua residencia de estos nobles indígenas. La familia Alpaca ha sido por generaciones cuna de músicos virtuosos entroncados con las tradiciones y costumbres arequipeñas65. La reconocida picantería arequipeña La Nueva Palomina, visitada varias veces por Mario Vargas Llosa es administrada por Mónica Huerta Alpaca66. El historiador Mario Zapata Delgado nos dice que el apellido Pucho es originario del pueblo de Tiabaya y corresponde a una antigua familia que existe incluso en la actualidad. En base a un padrón memoria colonial de residentes de 1777 en el pueblo de Tiabaya señala que “existen tres apellidos que podríamos denominar originarios: Condorpusa, Pucho y Vilca. No debemos olvidar que Condorpusa fue cacique de Characato, de igual forma los Vilca y la familia Pucho, que eran tenidos como criollos. Además muchos indios tenían apellidos españoles y eran percibidos como tales”. Zapata afirma que en dicho padrón los tributarios, los indios comunes, la mancha indígena, no es reconocida con nombres propios, sino más bien por sus asentamientos: yanahuaras, chumbivilca, collaguas. Esto se debió a que por su condición de indios originarios o nativos no se les reconocía la condición o categoría de vecinos67

Empleando la lista de donantes para la expedición que fue enviada desde Arequipa para combatir la rebelión de Tupac Amaru de 1780, podemos extraer otros apellidos arequipeños: Andrés Atunpaca (alcalde Cayma), Ventura Chuquinina, Lorenzo Cusirramos (cacique de Paucarpata), Agustín Alpaca (cacique de Cayma), Esteban Condorpusa (gobernador de Yanahuara), Ambrosio Quispe Cabana (cacique de Yanahuara)68

El historiador Guillermo Galdos recuperó los nombres de las personas ejecutadas por las autoridades coloniales de Arequipa y que participaron en la llamada Rebelión de los Pasquines, que fue un protesta popular desarrollada en el mes de enero de 1780, en contra de los impuestos coloniales y donde participaron sectores criollos, mestizos e indígenas. Estos arequipeños ejecutados, y que eran pobladores de las Pampas de Miraflores, son: Bernardo Mamani, Nicolás Quispe, Simón Chagua, Marcelo Chuquicallata, Asencio Laguna y Diego Arias. Entre los organizadores de la rebelión figura el indio Vilca Huamán o Fernando Huamán Vilca69.

En la lista de electores de 1820 de la parroquia de Santa Marta, o sea representantes del Ayuntamiento de Arequipa, figura Alberto Anco y en la de 1824 Manuel Calderón Chura y Manuel Calderón Chuquicallata70

Una investigación sobre las Mandas Testamentarias en Arequipa de1750 - 1850 pone a relieve apellidos indígenas: Marta Ychu Llanos (1775), Thomas Cornejo Picllo (1750), Pedro IllatarcoQuipitupac (1783), María Catalina Alpaca Suico (1793), María Sarate Cotaluque (1800), Mariano Álvarez Mamani (1843), María Santos Ccasana Condori (1852)71

En un estudio realizado por Fernando Ponce sobre la tenencia de la tierra en Arequipa en el siglo XIX se mencionan compradores y vendedores con apellidos indígenas: "Existen casos de compras de tierras de indígenas por indios como fue el caso de D. Julián Castillo que en enero de 1842 adquirió de D. Pablo Colque, indígena de Yanahuara, un topo en la Chilina [...] D. Andrés Anco quien adquiere del indígena D. Cipriano Cruz en enero de 1844, quien adquiere 1/4 de topo en El Palomar. [...] Da. Juana Josefa Suyo , indígena nacida en Paucarpata, casada con D. José Muñoz, también indígena [...] Da. Francisca Rivera Chumbiarapa, indígena de Mollebaya [...] Da. CiprianaApumayta, indígena, casa en primeras nupcias con D. Bernardo Chanca y García, también indígena con quien tuvo dos hijos. Luego, casó con D. Fermín Quispe y Pucho72”

En octubre de 1883 el ejército  chileno ocupa Arequipa. Durante este periodo se sucedieron en Quequeña y Cayma algunos hechos luctuosos.  En Quequeña los chilenos fusilaron y flagelaron a varios residentes del lugar, en la lista de flagelados figura Mariano Quispe73. En Cayma fueron asesinados cuatro arequipeños entre ellos Mariano Huanqui y Mariano Huamán al resistirse al robo de sus pertenencias por parte de soldados chilenos74. 

El 30 de enero de 1915, durante el gobierno de Oscar R. Benavides, se produjeron protestas en contra del establecimiento de impuestos, lo que ocasionó varios muertos y heridos, entre ellos Tiburcio Apaza, Antonio Huantarimacho, Rufino Vilca, Modesto Condori y Manuel Quispe. Spultados hoy en el cementeriod e la Apacheta75.

La revolución de 1950 ocsionó varios  civiles muertos, entre ellos  Narciso Callata, Agustín Huaylla Chullo, Vicente Anastacio Taco Díaz, Eduardo Apaza Condori, Eugenio Velásquez Huamán, Eulalia Apaza Huamán, Marcelino Velasquez Quispe, Mariano Charaja Quispe, Nicolás Chicata Inque, Simón Charco Huaricayo76.  

A partir de las ideas de Jorge Polar, pasando por las disquisiciones de Víctor Andrés Belaúnde y Francisco Mostajo y terminando con investigaciones de Eusebio Quiroz Paz Soldán y Juan Guillermo Carpio Muñoz, se ha ido definiendo a la identidad arequipeña como mestiza. Rechazando la teoría de aislacionismo cultural como el origen de esta identidad (sería, como lo afirma Víctor Condori, un aislamiento de Lima pero no del Sur y Alto Perú77; en un proceso de cambios y reelaboraciones, nutrida de influencias externas regionales, el mestizo arequipeño se convirtió para los intelectuales en la síntesis perfecta de lo español y lo indígena, sin las taras de ambos, tal como lo concibió Jorge Polar. El mestizaje, sin embargo ha servido para negar al otro, y ocultar el racismo, porque en la realidad arequipeña y peruana lo mestizo nos ha acercado al español o blanco y alejado del indio. Por eso el mestizo arequipeño no es el prototipo de la persona tolerante y respetuosa de las diferencias culturales. Jorge Bedregal calificaba a Arequipa como la ciudad más excluyente del Perú78. Dentro de un ambiente que pregonaba la excepcionalidad y superioridad de su cultura, el mestizo arequipeño no pudo desarrollar un sentido de empatía o respeto a las otras tradiciones andinas. Si para los peruanos la identidad ha sido un proceso conflictivo y aún inacabado ; para los intelectuales arequipeños, ha sido un hecho terminado y concluyente. Para estos intelectuales Arequipa era, en un sentido racial y cultural, el objetivo que debería alcanzar el estado nacional peruano.

14. El artículo formula una teoría completamente infundada y que ningún historiador menciona: que el nombre Arequipa tendría su origen en un apellido castellano ya que "jamás hubieran puesto a una nueva ciudad fundada por españoles un nombre quechua, es decir de la clase subyugada, a quienes menospreciaban". Este invento histórico es risible ya que basta solo con leer el número de ciudades que los españoles fundaron en el Perú y cuyo origen idiomático es indígena, para darse cuenta de lo absurdo de este planteamiento: Lima, Huánuco, Piura, Cusco, Puno, Tacna, etc.  Por lo demás no es necesario insistir en refutar esta afirmación ya que ningún investigador serio lo cita79

15. El artículo, continuando con su falaz argumentación dice: "Antes de las migraciones masivas de etnias puneñas, cusqueñas y apurimeñas del siglo XX, la imagen de Arequipa era la de una ciudad (...) donde no se puede advertir indicios de la existencia de pueblos jóvenes, suburbios o barrios de indios, que pudieran aportar elementos para elaborar una teoría sobre el mestizaje de la raza española con la inca". Al respecto, el más hispanista de los intelectuales arequipeños, Víctor Andrés Belaúnde, desmiente esta versión cuando al referirse a las picanterías de Arequipa narra que tenían algunas "pintorescas enramadas y glorietas en los pequeños jardines o huertas y en ellas podían realizarse lo bailes criollos o los indígenas, alternando lo yaravíes con los huaynitos80”

El censo de población realizado el año de 1901 en Pocsi, que incluía los anexos de Quequeña y Yarabamba, se puede advertir que la mayor parte de la población era de origen indígena81. La Pampa de Miraflores ha sido durante toda la colonia un arrabal o suburbio de población mayoritariamente india y chola, durante el primer siglo de la república seguirá conservando está composición. 

16. El artículo señala que Arequipa"en tiempos de Virreinato, fue aislada totalmente de los principales circuitos comerciales de la Colonia Española". Esta tesis aislacionista de Arequipa a nivel económico es falsa. El historiador Kendall Brown escribe:" Luego que fue fundada por los conquistadores españoles en 1540, Arequipa vino a ser el centro económico y religioso dominante en el Perú meridional, pero la centralización política y fiscal real de la región la retrasaron. Arequipa era uno de los centros comerciales principales entre Lima y los mercados ricos del Alto Perú tales como Potosí. Controló el comercio local y también era la diócesis regional82". En un inaugural estudio sobre Arequipa, Alberto Flores Galindo señala que dentro de un proceso histórico, estaba articulado económica y socialmente al espacio Sur Andino83 . Víctor Condori escribe que Arequipa "se había desarrollado durante muchos siglos, distante de la capital de virreinato, engendrando entonces una gran autonomía económica y cultural; sus principales mercados estuvieron en el Alto Perú (...)84.

18. Termina el artículo con su prédica racista y antiinmigrante, diciendo que la desaparición del loncco como clase social se debe a la modernidad de las telecomunicaciones y que el otro factor más importante "lo constituye la migración de habitantes colindantes con Arequipa: cusqueños, puneños y apurimeños que van establecerse en los alrededores de la ciudad (...) diseminando su folclore, su música y su acento." Aquí el artículo sostiene el argumento criollista que achaca únicamente a los factores externos o exógenos, y más precisamente a la migración, la pérdida de algunos elementos culturales propios de la identidad arequipeña. Los factores internos que han ocasionado la desaparición de los elementos culturales del antiguo chacarero arequipeño o loncco no se mencionan. Es interesante preguntarse si todos los chacareros o labradores de la campiña arequipeña eran lonccos o si lejos del estereotipo que se le ha asignado a este personaje existieron otros tipos de loncco. Mariano de Rivero y Ustariz publicó en 1857 su Colección de memorias científicas, agrícolas e industriales, donde hace una enumeración de los trabajadores que participan en el cultivo del maíz, el trigo y la papa en el distrito de Tiabaya. Menciona trabajadores del campo como jornaleros para la siembra, jornaleros o camayos para el riego, amontonadoras, huaneadoras, barredoras y otros85. Probablemente no solo se necesitó este personal en las grandes propiedades sino también en las medianas y posiblemente en las pequeñas. ¿Estos trabajadores del valle arequipeño deben ser considerados también como lonccos? Tampoco se ha querido identificar a la mujer como parte de la tradición loncca, como si no hubieran existido mujeres chacareras o labradoras o relacionadas a las labores agropecuarias. El loncco en todo caso transmite el patriarcalismo y machismo existente en la sociedad arequipeña decimonónica. Si el loncco desapareció como clase social es precisamente porque a partir del siglo XX sus descendientes vinieron a integrarse a otra clase social. Dejaron de ser agricultores y se insertaron en oficios o profesiones que los ubicarían en la clase media urbana y rural, favorecidos por la universalización de la educación básica y democratización de la universidad. Se convirtieron en propietarios de la tierra dejando una gran parte de las labores agrícolas a los migrantes convertidos en gañanes o camayos o arrendatarios. La extinción del loncco originó su ascensión a símbolo de Arequipa. El propio proceso de industrialización de la ciudad sirvió también para absorber mano de obra de la campiña arequipeña. Otro factor relevante fue la reducción de las áreas agrícolas y su reversión a terrenos urbanos. Asimismo cuando se habla de la pérdida de la identidad arequipeña por causa de la migración, no se concibe en ningún momento que el migrante es también objeto de un fenómeno parecido y que el desarraigo ha producido que sus costumbres, tradiciones, lengua y cosmovisión desaparezcan. Se constata, en todo caso, que lo que ocurre con la identidad autóctona del migrante no nos interesa, debido a que dentro de nuestras jerarquías mentales la cultura de los migrantes es inferior.