Discusión:Peto

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Ensayo de política pueblerina[editar]

“El hombre nace libre, pero en todas partes se encuentra encadenado.” Juan Jacobo Rousseau.

“La política es un espectáculo desagradable en todo momento. La oscuridad, la turbiedad, el exceso, las componendas, la apariencia indeleble de deshonestidad, la falsa piedad, el moralismo y la inmoralidad, la corrupción, la intriga, la negligencia, la intromisión, la vanidad, el autoengaño y por último la esterilidad, como un caballo viejo en el establo, ofenden en buena parte nuestras susceptibilidades racionales y del todo las artísticas.” Oakeshott (La política de la fe, Pág. 46, FCE).

Una definición aproximada de Peto, en cuestiones políticas, sería la de un pueblo ultramontano, si se entiende al ultramontanismo en su sentido original: como un “conjunto de doctrinas teológicas, partidarias de una mayor amplitud de los poderes del Papa”. Pero en la villa el que ejerce el poder –soy extremadamente sincero –, no es el cura de misa y olla, sino los que se adhieren a su sotana, sus amigos corruptos y corruptores de la clase raquíticamente oligarca. Por lo demás, en Peto no existe el espíritu de crítica y discusión para señalar lo obvio. Esquematicemos la lucha social en esta población: pueblo de indígenas en su mayoría gobernada por vulpejas acéfalas blanqueadas por criterios racistas y prejuicios católicos, que no se cansan de vulgarizar a la villa con sus propuestas politiqueras trufadas de vanas utopías desalmadas. No me interesa la política de mi pueblo; la considero tan absurda, frenética, despreciable para la teoría, lugar común de la vacua palabrería: esta farragosa verborrea asemántica, colindante con la logomaquia, me produce serios problemas de identidad: ¿soy yo parte del mismo suelo de esta nefasta piara de cerdos metidos a merolicos que ya nos prometen el oro y el moro sin decirnos el cómo?

Los descreídos de la democracia afirman de ella que es el sistema más frívolo que los idiotas han instaurado para llegar al poder. Pero yo soy un comunista convencido, y para mí, criticar a la democracia es vitaminizar a la democracia: ¿qué autoridad moral y política tiene el que fue candidato del PRI –y que será presidente municipal los próximos tres años- para contender por vez enésima, cuando detrás de él vemos adocenados a personas nones gratas para la memoria colectiva de la villa? ¿Cuál es el perfil humano –no académico – de este desconocido, remoto y distante abanderado de la derecha blanquiazul, que se ha propuesto de forma unívoca llevar a la villa a la condición de País de Jauja, o a los cánones de aburguesamiento selectivo? Mala hora la del pueblo si llegara uno de éstos al poder.

Como escritor de estas hojas es mi deber escribir lo más apegado a la realidad, alejándome de las anteojeras de la ideología o la admiración. La primera objeción que le pondría al perredismo petuleño, tal vez sería su inexistencia como partido en la Villa. Pero me viene a las mientes que eso podría solucionarse, porque una cabal izquierda, es más urgente, hoy más que nunca. Los cínicos de la realpolitik afirman que, en política, lo que cuenta no son las ideas interesadas sino las ideas "calculadas", no es la moral sino la precisión maquiavélica, no la humildad (que si se canta de más sonaría a fariseísmo, dicen estos homúnculos) sino la neutralidad del discurso. Yo les contesto que es un crimen ser neutral, que es un crimen ser indiferente, les digo. Nadie puede ser indiferente frente a las cotas tremebundas de iniquidad social en que se desangra Peto y sus comisarías. La indiferencia social, parafraseo a Víctor Hugo, es el comienzo del sepulcro. La importancia de la izquierda petuleña, su posición en el espectro ideológico como respuesta a la realidad atroz en que se mueve, y más si es férrea su crítica constante, la nimba con un halo de honradez frente a la deshonra de las derechas azules o tricolores, y le da una isla de confianza rodeada de un océano de desconfianza. Basta decir que la izquierda petuleña entiende al maya porque en su conformación social no hace distingos entre blancos, blanqueados e indígenas…La virtud de la izquierda petuleña es que es una izquierda natural, campesina, humilde, sin teoría (y es que no la necesita, porque estos hombres y mujeres conscientes viven en un contexto social que hace palpable que el sistema que los segrega, tarde o temprano, explotará en mil pedazos) como la que señala Norberto Bobbio en Derecha e izquierda.

Para Norberto Bobbio, y ésta es la parte central de su pensamiento, la esencia de la distinción entre la derecha y la izquierda… “Es la diferente actitud que las dos partes –el pueblo de la derecha y el pueblo de la izquierda –muestran sistemáticamente frente a la idea de igualdad: aquellos que se declaran de izquierda dan mayor importancia en su conducta moral y en su iniciativa política a lo que convierte a los hombres en iguales, o a las formas de atenuar y reducir los factores de desigualdad; los que se declaran de derechas están convencidos de las desigualdades son un dato ineliminable, y que al fin y al cabo ni siquiera deben desear su eliminación”.

“Todo pueblo tiene el gobierno que se merece”, escribió Joseph de Maistre. Pareciera que la barbarie azul no escarmienta. Ahora los tipos andan diciendo que, por que el marasmo social en que se encuentra actualmente el municipio, y esto debido a la incompetencia y los vicios de corrupción de la administración actual, los posibilitará, una tercera vez, a ocupar la presidencia de la mano de una matasanos que la hace muy mal para hablar decentemente un discurso de más de dos palabras. Se sienten complacidos en su seguridad de triunfo inequívoco. Esta seguridad de triunfo, es gravísimo error de perspectivas. Seguramente que si llegaran otra vez al gobierno –si llegara a ser favorecido con los votos de la mayoría, lo cual dudo– su prioridad radicaría en el bienestar único de sus allegados y privados. Este discurso panfletario estaría falto de diatriba si no dirijo mis palabras, en esto momentos, con (y contra) los PRI-MITIVOS. Se dice que los hombres son sublimes o abyectos. La excepción –que refrenda por supuesto la regla –son los hombres que conforman el Priísmo petuleño: estos cazurros de la villa, si conocieran los escritos de Hobbes, concordarían con él a la perfección: “Hay en la humanidad entera –dice Hobbes -, un perpetuo e incesante afán de poder, que cesa solamente con la muerte”; o suscribirían lo que dijera Kissinger, que el poder –y esto no es con intención de disgustar a vuestro presidente - es “el mejor afrodisíaco”. Frente a esas malévolas opiniones acerca del poder, propio del autoritarismo priísta, yo les respondo, con el filósofo catalán Rubert de Ventós, lo siguiente: “El poder de controlar y decidir sobre la vida de los demás no debería estar en manos de alguien lo bastante enfermo para buscarlo”. Y la palabra inequívoca para definir al PRI petuleño es esa, no hay más: enfermedad. Fingen demencia, o fingen continuismo en el cargo. No hay a cual irle de esos arribistas de albarrada.

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