Discusión:Resiliencia

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'La construcción de la resilisiencia y la identidad en contextos marginales'--Marigv (discusión) 15:30 8 ene 2016 (UTC)Mariana Gómez Vicario[responder]

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“Nuestras formas culturales han venido a convertirse en una cultura de la agresión”. (Mitsherlich, 1971) Si viajamos al pasado y nos introducimos en la historia, al pensar en los niños de la antigüedad posiblemente emane de nosotros una imagen de vulnerabilidad, ya que carecían de valor, y este pensamiento era reflejado, por ejemplo, en los infanticidios cometidos. El concepto que se tenía sobre la infancia era ampliamente compartido, y proclamado por personajes públicos como Homero, el cual creía que la infancia no existía, que era una etapa inútil y sin valor. Esta convicción se fue reproduciendo en los años posteriores, para los espartanos la infancia y la vida familiar eran inexistentes. Si observamos la cita del principio nos percataremos de que posee casi medio siglo, y también nos daremos cuenta de que medio siglo no han servido de mucho, o más bien, no han servido para remediar aquello que exige atención urgente: la infancia, puesto que hoy día, independientemente del país en el que nos situemos, continúan existiendo formas de maltrato hacia los niños, más o menos violentas, en mayor o menor grado, no dejan éstas de convivir entre nosotros, y van desde los infanticidios que se cometen en países como la India hasta la sobreprotección que impera en los países occidentales.

Si observamos la realidad desde una óptica positiva nos daremos cuenta rápidamente de que el paso de los años ha supuesto un enorme crecimiento respecto a los conocimientos, la ciencia, la psicología, la educación, la neurociencia etc. Esta invasión de nuevos saberes es algo innegable, sin embargo, ¿Por qué no tejemos redes que viajen desde la teoría a la práctica? ¿Por qué no aplicamos todos estos conocimientos en nuestro mundo actual, en lugar de continuar ignorando lo que sucede?

Estos avances se tornan inútiles si sólo se quedan en las memorias RAM de los ordenadores y en los bolsillos de unos pocos, nuestro deber –y me refiero a todas las sociedades- es hacer que ningún niño ni joven más registren en sus memorias a monstruos en lugar de padres, o guantazos en vez de caricias.

“No podemos dejar de sentir admiración por este constante proceso creativo de los niños para hacer frente a los desafíos del desarrollo y a las dificultades de sus entornos de vida. Pero hay que recordar que muchas de las capacidades de los niños y de las niñas son capacidades potenciales. Para desarrollarse deben ser acompañadas no sólo de los nutrientes necesarios, sino del reconocimiento y el estímulo de las interacciones permanentes con la madre, el padre, los parientes y los miembros de su entorno familiar y social. Todo en un clima de afectividad”. (BARUDY J.Pág.55.2009.Barcelona)

Desde su nacimiento el niño comienza un viaje que representa la construcción de una identidad personal y social única, la cual se caracteriza por una creciente toma de conciencia de la importancia de rasgos distintivos tales como el género, la pertenencia a un grupo étnico, la edad y la condición de la comunidad con la cual el niño está en estrecho contacto. Esto se va formando a través de las interrelaciones que tiene con el mundo que le rodea. Durante este proceso, los niños pueden concebir sentimientos positivos, negativos y ambivalentes respecto a los aspectos de su propia identidad cambiante, que si bien es cierto que no son determinantes si condicional al niño, y mucho. El desarrollo de las personas es un ciclo complejo de gran amplitud dimensional. La identidad es uno de los pilares que dan forma a una persona, el sentimiento identitario define, entre otras cosas, cómo una persona se siente respecto a su entorno (cultural o social). Desde mi punto de vista, sano implicaría necesariamente el respeto hacia todos esos elementos que forman la cultura y la identidad de las personas y que son fundamentales en el desarrollo de la autonomía de éstas. Cabe decir que, tan necesario es potenciar esa independencia y autonomía como brindar la seguridad que permita desarrollar todas las manifestaciones personales que una persona posee por muy diversas que sean estas, solo así tendríamos el desarrollo de un sentimiento identitario sano. “Mediante las relaciones [familiares] los niños construyen una identidad personal, y adquieren aptitudes, conocimientos y conductas valorados culturalmente. De esta forma, los padres (y otros cuidadores) son normalmente el conducto principal a través del cual los niños pequeños pueden realizar sus derechos” (Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, 2005, párrafo 16). Cuando los niños están rodeados de circunstancias adversas, consolidar la identidad y estabilidad de sus familias puede ser el mejor modo de fomentar el desarrollo personal positivo de los niños. A medida que los niños se desplazan hacia formas de atención y educación en grupo, debemos brindarles apoyo y ofrecerles oportunidades que le permitan desarrollar nuevas identidades. Desde mi punto de vista, la identidad que cada uno vamos creando no solo nos define, sino que de ella depende nuestro poder de resiliencia, ambos conceptos caminan de la mano y es difícil conservar el uno sin el otro. La identidad no debe negar la verdad de lo acontecido y que aún acontece, pero debe liberar del peso de la culpa y permitir descubrirse como persona valiente y con recursos.

Como profesionales de la educación debemos acompañar siendo tutores resilientes, para ello tendremos que cuidarnos nosotros primero, no podemos ser referentes sanos si no nos sanamos primero. Hay que poner atención en que nuestros educandos se sientan queridos y respetados y, por tanto reconocidos. Que tomen conciencia de sí mismos y del entorno, poniendo el acento en las personas significativas que les han brindado afecto, confianza, protección y ayuda.

Según Boris Cyrulnik, la resiliencia es el arte de navegar en los torrentes y de metamorfosear el dolor para dotarle de sentido. Es la capacidad de ser feliz, incluso cuando tienes heridas en el alma. Este cambio de paradigma se centra las habilidades adquiridas para aumentar las propias fortalezas del individuo, haciendo de él el protagonista de su propia batalla. Etimológicamente resiliencia indica la cualidad del que vuelve a saltar y quedar como estaba. Resiliencia es un término nacido de la ecología para hacer referencia a la capacidad de los ecosistemas para reponerse a las catástrofes naturales que perturban su homeostasis. Por extrapolación se hizo una analogía hacia las ciencias sociales y desde la psicología positiva se tomó la resiliencia como la capacidad que tienen las personas de sobreponerse a episodios o etapas vitales adversas y aun a veces de salir empoderadas tras la superación de estos traumas. La resiliencia ha sido un factor crucial a lo largo de la historia. Han sido muchas las personas que tras haber superado una infancia cargada de adversidades han llegado a ser grandes hitos en la historia de la humanidad. La resiliencia implica fortalecimiento y aprendizaje. Esta cualidad implica inteligencia, entendiendo ésta como la capacidad de solucionar problemas de la manera más efectiva. Este fenómeno me interesa particularmente a nivel grupal, es decir, la resiliencia grupal, cómo a través del trabajo en grupo y el hecho de compartir experiencias, hace que se sientan acompañados al caminar, incluso al andar por lugares del pasado que a veces parecen precipicios, un grupo puede sobrellevar y superar con éxito las etapas más negativas y salir con nuevos conocimientos aprendidos. Lo bueno de la resiliencia es que permite reeditar de alguna manera los malos recuerdos para poder así sanar las heridas, este proceso implica también un desarrollo profundo respecto a la inteligencia interpersonal, hacia el propio conocimiento de uno mismo para aprender cómo superar estos baches vitales de manera constructiva y no autodestructiva.

Lo que me preocupa es que nos apoyemos tanto en la resiliencia, que el foco de atención esté en la superación del obstáculo y no en el obstáculo en sí. Es decir, el problema es la vulnerabilidad de la infancia y es contra eso contra lo que debemos aunar fuerzas y luchar, y no depositar tanta confianza a posteriori en la resiliencia, en que ésta germinará en todos aquellos individuos maltratados por la vida, porque no es así, porque habrá quiénes se pierdan en la tormenta que supone superar un trauma y no alcancen a asomarse a nuevos horizontes, a nuevas percepciones de sí mismas y nuevos futuros hacia los que caminar.