Diferencia entre revisiones de «Juana Inés de la Cruz»

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--poemas--

DETENTE SOMBRA

Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.


REDONDILLAS

Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?

Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.


FINJAMOS QUE SOY FELIZ


Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento, un rato;
quizá prodréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario,
que pues sólo en la aprehensión
dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.

Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso,
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.
Todo el mundo es opiniones
de pareceres tan varios,
que lo que el uno que es negro
el otro prueba que es blanco.

A unos sirve de atractivo
lo que otro concibe enfado;
y lo que éste por alivio,
aquél tiene por trabajo.

El que está triste, censura
al alegre de liviano;
y el que esta alegre se burla
de ver al triste penando.

Los dos filósofos griegos
bien esta verdad probaron:
pues lo que en el uno risa,
causaba en el otro llanto.

Célebre su oposición
ha sido por siglos tantos,
sin que cuál acertó, esté
hasta agora averiguado.

Antes, en sus dos banderas
el mundo todo alistado,
conforme el humor le dicta,
sigue cada cual el bando.

Uno dice que de risa
sólo es digno el mundo vario;
y otro, que sus infortunios
son sólo para llorados.

Para todo se halla prueba
y razón en qué fundarlo;
y no hay razón para nada,
de haber razón para tanto.

Todos son iguales jueces;
y siendo iguales y varios,
no hay quien pueda decidir
cuál es lo más acertado.

Pues, si no hay quien lo sentencie,
¿por qué pensáis, vos, errado,
que os cometió Dios a vos
la decisión de los casos?

O ¿por qué, contra vos mismo,
severamente inhumano,
entre lo amargo y lo dulce,
queréis elegir lo amargo?

Si es mío mi entendimiento,
¿por qué siempre he de encontrarlo
tan torpe para el alivio,
tan agudo para el daño?

El discurso es un acero
que sirve para ambos cabos:
de dar muerte, por la punta,
por el pomo, de resguardo.

Si vos, sabiendo el peligro
queréis por la punta usarlo,
¿qué culpa tiene el acero
del mal uso de la mano?

No es saber, saber hacer
discursos sutiles, vanos;
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sano.

Especular las desdichas
y examinar los presagios,
sólo sirve de que el mal
crezca con anticiparlo.

En los trabajos futuros,
la atención, sutilizando,
más formidable que el riesgo
suele fingir el amago.

Qué feliz es la ignorancia
del que, indoctamente sabio,
halla de lo que padece,
en lo que ignora, sagrado!

No siempre suben seguros
vuelos del ingenio osados,
que buscan trono en el fuego
y hallan sepulcro en el llanto.

También es vicio el saber,
que si no se va atajando,
cuando menos se conoce
es más nocivo el estrago;
y si el vuelo no le abaten,
en sutilezas cebado,
por cuidar de lo curioso
olvida lo necesario.

Si culta mano no impide
crecer al árbol copado,
quita la sustancia al fruto
la locura de los ramos.

Si andar a nave ligera
no estorba lastre pesado,
sirve el vuelo de que sea
el precipicio más alto.

En amenidad inútil,
¿qué importa al florido campo,
si no halla fruto el otoño,
que ostente flores el mayo?

¿De qué sirve al ingenio
el producir muchos partos,
si a la multitud se sigue
el malogro de abortarlos?

Y a esta desdicha por fuerza
ha de seguirse el fracaso
de quedar el que produce,
si no muerto, lastimado.

El ingenio es como el fuego,
que, con la materia ingrato,
tanto la consume más
cuando él se ostenta más claro.

Es de su propio Señor
tan rebelado vasallo,
que convierte en sus ofensas
las armas de su resguardo.

Este pésimo ejercicio,
este duro afán pesado,
a los ojos de los hombres
dio Dios para ejercitarlos.

¿Qué loca ambición nos lleva
de nosotros olvidados?
Si es para vivir tan poco,
¿de qué sirve saber tanto?
¡Oh, si como hay de saber,
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos!

¡Qué felizmente viviera
el que, flojamente cauto,
burlara las amenazas
del influjo de los astros!

Aprendamos a ignorar,
pensamiento, pues hallamos
que cuanto añado al discurso,
tanto le usurpo a los años.


PUES ESTOY CONDENADA

Pues estoy condenada,
Fabio, a la muerte, por decreto tuyo,
y la sentencia airada
ni la apelo, resisto ni la huyo,
óyeme, que no hay reo tan culpado
a quien el confesar le sea negado.

Porque te han informado,
dices, de que mi pecho te ha ofendido,
me has, fiero, condenado.
¿Y pueden, en tu pecho endurecido
más la noticia incierta, que no es ciencia,
que de tantas verdades la experiencia?

Si a otros crédito has dado,
Fabio, ¿por qué a tus ojos se lo niegas,
y el sentido trocado
de la ley, al cordel mi cuello entregas,
pues liberal me amplías los rigores
y avaro me restringes los favores?

Si a otros ojos he visto,
mátenme, Fabio, tus airados ojos;
si a otro cariño asisto,
asístanme implacables tus enojos;
y si otro amor del tuyo me divierte,
tú, que has sido mi vida, me des muerte.

Si a otro, alegre, he mirado,
nunca alegre me mires ni te vea;
si le hablé con agrado,
eterno desagrado en ti posea;
y si otro amor inquieta mi sentido,
sáqueseme el alma tú, que mi alma has sido.

Mas, supuesto que muero,
sin resistir a mi infeliz suerte,
que me des sólo quiero
licencia de que escoja yo mi muerte;
deja la muerte a mi elección medida,
pues en la tuya pongo yo la vida.

ESTA TARDE MI BIEN

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.

ESTOS VERSOS LECTOR MÍO

Estos versos, lector mío,
que a tu deleite consagro,
y sólo tienen de buenos
conocer yo que son malos,
ni disputártelos quiero,
ni quiero recomendarlos,
porque eso fuera querer
hacer de ellos mucho caso.

No agradecido te busco:
pues no debes, bien mirado,
estimar lo que yo nunca
juzgué que fuera a tus manos.
En tu libertad te pongo,
si quisieres censurarlos;
pues de que, al cabo, te estás
en ella, estoy muy al cabo.

No hay cosa más libre que
el entendimiento humano;
pues lo que Dios no violenta,
por qué yo he de violentarlo?

Di cuanto quisieres de ellos,
que, cuanto más inhumano
me los mordieres, entonces
me quedas más obligado,
pues le debes a mi musa
el más sazonado plato
(que es el murmurar), según
un adagio cortesano.
Y siempre te sirvo, pues,
o te agrado, o no te agrado:
si te agrado, te diviertes;
murmuras, si no te cuadro.

Bien pudiera yo decirte
por disculpa, que no ha dado
lugar para corregirlos
la priesa de los traslados;
que van de diversas letras,
y que algunos, de muchachos,
matan de suerte el sentido
que es cadáver el vocablo;
y que, cuando los he hecho,
ha sido en el corto espacio
que ferian al ocio las
precisiones de mi estado;
que tengo poca salud
y continuos embarazos,
tales, que aun diciendo esto,
llevo la pluma trotando.

Pero todo eso no sirve,
pues pensarás que me jacto
de que quizá fueran buenos
a haberlos hecho despacio;
y no quiero que tal creas,
sino sólo que es el darlos
a la luz, tan sólo por
obedecer un mandato.

Esto es, si gustas creerlo,
que sobre eso no me mato,
pues al cabo harás lo que
se te pusiere en los cascos.
Y adiós, que esto no es más de
darte la muestra del paño:
si no te agrada la pieza,
no desenvuelvas el fardo.


YA QUE PARA DESPEDIRME

Ya que para despedirme,
dulce idolatrado dueño,
ni me da licencia el llanto
ni me da lugar el tiempo,

háblente los tristes rasgos,
entre lastimosos ecos,
de mi triste pluma, nunca
con más justa causa negros.

Y aun ésta te hablará torpe
con las lágrimas que vierto,
porque va borrando el agua
lo que va dictando el fuego.

Hablar me impiden mis ojos;
y es que se anticipan ellos,
viendo lo que he de decirte,
a decírtelo primero.

Oye la elocuencia muda
que hay en mi dolor, sirviendo
los suspiros, de palabras,
las lágrimas, de conceptos.

Mira la fiera borrasca
que pasa en el mar del pecho,
donde zozobran, turbados,
mis confusos pensamientos.

Mira cómo ya el vivir
me sirve de afán grosero;
que se avergüenza la vida
de durarme tanto tiempo.

Mira la muerte, que esquiva
huye porque la deseo;
que aun la muerte, si es buscada,
se quiere subir de precio.

Mira cómo el cuerpo amante,
rendido a tanto tormento,
siendo en lo demás cadáver,
sólo en el sentir es cuerpo.

Mira cómo el alma misma
aun teme, en su ser exento,
que quiera el dolor violar
la inmunidad de lo eterno.

En lágrimas y suspiros
alma y corazón a un tiempo,
aquél se convierte en agua,
y ésta se resuelve en viento.

Ya no me sirve de vida
esta vida que poseo,
sino de condición sola
necesaria al sentimiento.

Mas, por qué gasto razones
en contar mi pena y dejo
de decir lo que es preciso,
por decir lo que estás viendo?

En fin, te vas, ay de mi!
Dudosamente lo pienso:
pues si es verdad, no estoy viva,
y si viva, no lo creo.

Posible es que ha de haber día
tan infausto, funesto,
en que sin ver yo las tuyas
esparza sus luces Febo?

Posible es que ha de llegar
el rigor a tan severo,
que no ha de darle tu vista
a mis pesares aliento?

Ay, mi bien, ay prenda mía,
dulce fin de mis deseos!
Por qué me llevas el alma,
dejándome el sentimiento?

Mira que es contradicción
que no cabe en un sujeto,
tanta muerte en una vida,
tanto dolor en un muerto.

Mas ya que es preciso, ay triste!,
en mi infeliz suceso,
ni vivir con la esperanza,
ni morir con el tormento,

dame algún consuelo tú
en el dolor que padezco;
y quien en el suyo muere,
viva siquiera en tu pecho.

No te olvides que te adoro,
y sírvante de recuerdo
las finezas que me debes,
si no las prendas que tengo.

Acuérdate que mi amor,
haciendo gala de riesgo,
sólo por atropellarlo
se alegraba de tenerlo.

Y si mi amor no es bastante,
el tuyo mismo te acuerdo,
que no es poco empeño haber
empezado ya en empeño.

Acuérdate, señor mío,
de tus nobles juramentos;
y lo que juró la boca
no lo desmientan tus hechos.

Y perdona si en temer
mi agravio, mi bien, te ofendo,
que no es dolor, el dolor
que se contiene atento.

Y adiós; que con el ahogo
que me embarga los alientos,
ni sé ya lo que te digo
ni lo que te escribo leo.



DIME VENCEDOR RAPAZ


Dime vencedor Rapaz,
vencido de mi constancia,
¿Qué ha sacado tu arrogancia
de alterar mi firme paz?
Que aunque de vencer capaz
es la punta de tu arpón,
¿qué importa el tiro violento,
si a pesar del vencimiento
queda viva la razón?

Tienes grande señorío;
pero tu jurisdicción
domina la inclinación,
mas no pasa el albedrío.
Y así librarme confío
de tu loco atrevimiento,
pues aunque rendida siento
y presa la libertad,
se rinde la voluntad
pero no el consentimiento.

En dos partes dividida
tengo el alma en confusión:
una, esclava a la pasión,
y otra, a la razón medida.
Guerra civil, encendida,
aflige el pecho importuna:
quiere vencer cada una,
y entre fortunas tan varias,
morirán ambas contrarias
pero vencerá ninguna.

Cuando fuera, Amor, te vía,
no merecí de ti palma;
y hoy, que estás dentro del alma,
es resistir valentía.
Córrase, pues, tu porfía,
de los triunfos que te gano:
pues cuando ocupas, tirano,
el alma, sin resistillo,
tienes vencido el Castillo
e invencible el Castellano.

Invicta razón alienta
armas contra tu vil saña,
y el pecho es corta campaña
a batalla tan sangrienta.
Y así, Amor, en vano intenta
tu esfuerzo loco ofenderme:
pues podré decir, al verme
expirar sin entregarme,
que conseguiste matarme
mas no pudiste vencerme.



COGIÓME SIN PREVENCIÓN

Cogióme sin prevención
Amor, astuto y tirano:
con capa de cortesano
se me entró en el corazón.
Descuidada la razón
y sin armas los sentidos,
dieron puerta inadvertidos;
y él, por lograr sus enojos,
mientras suspendió los ojos
me salteó los oídos.

Disfrazado entró y mañoso;
mas ya que dentro se vio
del Paladión, salió
de aquel disfraz engañoso;
y, con ánimo furioso,
tomando las armas luego,
se descubrió astuto Griego
que, iras brotando y furores,
matando los defensores,
puso a toda el Alma fuego.

Y buscando sus violencias
en ella al príamo fuerte,
dio al Entendimiento muerte,
que era Rey de las potencias;
y sin hacer diferencias
de real o plebeya grey,
haciendo general ley
murieron a sus puñales
los discursos racionales
porque eran hijos del Rey.

A Casandra su fiereza
buscó, y con modos tiranos,
ató a la Razón las manos,
que era del Alma princesa.
En prisiones su belleza
de soldados atrevidos,
lamenta los no creídos
desastres que adivinó,
pues por más voces que dio
no la oyeron los sentidos.

Todo el palacio abrasado
se ve, todo destruido;
Deifobo allí mal herido,
aquí Paris maltratado.
Prende también su cuidado
la modestia en Polixena;
y en medio de tanta pena,
tanta muerte y confusión,
a la ilícita afición
sólo reserva en Elena.

Ya la Ciudad, que vecina
fue al Cielo, con tanto arder,
sólo guarda de su ser
vestigios, en su ruina.
Todo el amor lo extermina;
y con ardiente furor,
sólo se oye, entre el rumor
con que su crueldad apoya:
"Aquí yace un Alma Troya
¡Victoria por el Amor!"

ESTE AMOROSO TORMENTO


Este amoroso tormento
que en mi corazón se ve,
se que lo siento y no se
la causa porque lo siento


Siento una grave agonía
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y para en melancolía.

y cuando con mas terneza
mi infeliz estado lloro
se que estoy triste e ignoro
la causa de mi tristeza. "


Siento un anhelo tirano
por la ocasión a que aspiro,
y cuando cerca la miro
yo misma aparto la mano.
Porque si acaso se ofrece,
después de tanto desvelo
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.

Y si alguna vez sin susto
consigo tal posesión
(cualquiera) leve ocasión
me malogra todo el gusto.

Siento mal del mismo bien
con receloso temor
y me obliga el mismo amor
tal vez a mostrar desdén.



VERDE EMBELESO

Verde embeleso de la vida humana,
loca esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;

alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado,
y de los desdichados el mañana:

sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;

que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.

Revisión del 01:18 4 sep 2009

Retrato de Sor Juana Inés de la Cruz. Miguel Cabrera, 1750

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana (de Asuaje, según algunos), conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, (Tlalpan, México, 12 de noviembre de 1651 (o 1648, de acuerdo a algunas fuentes) – Ciudad de México, México, 17 de abril de 1695) fue una religiosa católica, poeta y dramaturga novohispana. Por la importancia de su obra, recibió los sobrenombres de El Fénix de América y La décima Musa.

Biografía

Nació en un pueblo del valle de México, San Miguel Nepantla, (actualmente en el municipio de Tepetlixpa, estado de México). Hija ilegítima, su madre fue la criolla Isabel Ramírez de Santillana y su padre Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca, militar español de Vergara, en la provincia vasca de Guipúzcoa. Aprendió náhuatl con sus vecinos.[1]​ Asimismo, aprendió a leer y escribir a los tres años al tomar las lecciones con su hermana mayor a escondidas de su madre. [2]

Descubrió la biblioteca de su abuelo y así se aficionó a los libros. [3]​ Aprendió todo cuanto era conocido en su época, es decir, leyó a los clásicos griegos y romanos, y la teología del momento. El amor al saber de la niña Juana era tanto que, deseosa de aprender, le propuso a su madre disfrazarse de hombre para asistir a la universidad, según ella misma escribió. [4]

La mandaron a vivir con unos tíos en la ciudad de México, quienes le hicieron entrar en la corte virreinal novohispana.[5]​ De este tiempo hay muy pocos datos biográficos, aunque se sabe que fue dama de la virreina, la marquesa de Mancera. Durante esta época ya escribía poemas cortesanos y la asombrosa inteligencia de la jovencita maravillaba a todos, al grado que el virrey decidió reunir a cuarenta sabios para que la interrogaran, y a todos contestó con inteligencia y conocimiento.[6]​ De esta manera terminó llamando la atención del padre Núñez de Miranda, confesor de los virreyes, quien, al saber que la jovencita no deseaba casarse, le propuso entrar en religión. [7]​ Aprendió latín en veinte lecciones impartidas por Martín de Olivas y probablemente pagadas por Núñez de Miranda.[nota 1][8]​ Después de un intento fallido con las Carmelitas, cuya regla era de una rigidez extrema que la llevó a enfermarse, ingresó en la orden de las Jerónimas, donde la disciplina era algo más relajada, y tenía una celda de dos pisos y sirvientas.

Allí pasó la vida, escribiendo versos sacros y profanos, villancicos para festividades religiosas (San Pedro, Santa Catarina, Navidad...) autos sacramentales y dos comedias . También sirvió como administradora del convento, con buen tino, y realizó experimentos científicos.[9]

Su confesor, el jesuita Antonio Núñez de Miranda, le reprochaba que se ocupara tanto de temas mundanos, lo que junto con el frecuente contacto con las más altas personalidades de la época debido a su gran fama intelectual, desencadenó las iras de éste, principalmente después de que Sor Juana fuese elegida para realizar un Arco Triunfal en honor a los recién llegados virreyes, quienes le dispensaron inmediatamente su favor. Bajo la protección de la entonces virreina, marquesa de la Laguna, decidió rechazarlo como confesor. [10]

Esta amistad con las virreinas queda plasmada en poemas al uso de la época, esto ha llevado a que algunos lectores del siglo XX pretendan encontrar en ellos "tendencias homosexuales". A las dos que coincidieron temporalmente con ella les escribió poemas bastante encendidos, y a una le dedicó un retrato y un anillo. Fue precisamente la condesa de Paredes quien se llevó las obras de Sor Juana a España y financió la edición de sus obras. [11]

Sor Juana se vio involucrada en una disputa teológica, a raíz de una crítica privada que realizó de un sermón del muy conocido predicador de treinta años atrás, el jesuita António Vieira, que fue publicada por el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz; éste la prologó bajo el seudónimo de Sor Filotea, recomendándole que dejara de dedicarse a las "humanas letras" y se dedicase en cambio a las divinas, de las cuales, según el obispo de Puebla, sacaría mayor provecho. Esto provocó la reacción de la poetisa a través del escrito Respuesta a Sor Filotea, donde hace una encendida defensa de su labor intelectual y en la que reclamaba los derechos de la mujer a la educación.[9]

Hasta la fecha no se sabe por qué dejó de escribir, los críticos católicos han visto en Sor Juana una mayor dedicación a las cuestiones sobrenaturales y una entrega mística a Jesucristo,[12]​ otros han visto, en cambio, una conspiración misógina tramada en su contra, tras la cual fue condenada a dejar de escribir y se le obligó a cumplir lo que las autoridades eclesiásticas consideraban las tareas apropiadas de una monja.[13]​ Hasta la fecha no han existido datos concluyentes, pero sí se han avanzado en investigaciones donde se ha descubierto la polémica que causó la "Carta Atenagórica".[14]

Lo cierto es que llamó a Núñez de Miranda para que la asistiese otra vez y poco antes de su muerte fue obligada por su confesor a deshacerse de su biblioteca y su colección de instrumentos musicales y científicos, los cuales se vendieron para ayudar a los pobres. Murió por una epidemia el 17 de abril de 1695.[15]


Estatua de Sor Juana Inés en Madrid

Obras

Entre sus obras se cuentan poemas galantes, poemas de ocasión para regalos o cumpleaños de sus amigos, poemas de vestíbulo sobre pies o consonacias sugeridos por otros, letras para cantarse en diversas celebraciones, como los villancicos para ser cantados en las iglesias, entre los cuales intercaló una forma lírica de su invención llamada tocotín, el cual se caracteriza por tener pasajes en náhuatl. Entre estos villancicos destacan también los "Cantares de negros".

Escribió por encargo de la corte de Madrid tres autos sacramentales cuyas loas hablan sobre el descubrimiento, la conquista y la evangelización de América; entre ellos destaca el Divino Narciso, nombrado así en alusión a la obra de Pedro Calderón de la Barca, en el cual Sor Juana presenta la caída y la redención del género género humano por medio del sacrificio de Jesucristo, que permanece en la hostia para salvar a sus hijos una y otra vez mediante una alegoría mítica. Narciso es Dios creador y Jesús salvador, la Naturaleza Humana (reflejo de Narciso) representa a la humanidad y finalmente Eco simboliza al demonio. Aquí Sor Juana retoma recursos del teatro de Pedro Calderón de la Barca y las usa para crear pasajes líricos de gran hermosura.

Escribió dos comedias, Los empeños de una casa, para una fiesta palaciega y que hasta la fecha es quizá su obra más conocida, y Amor es más laberinto, escrita junto con Juan de Guevara. Asimismo se le ha atribuido la autoría de un posible final de la comedia de Salazar y Torres La segunda Celestina basándose en un pasaje de Los empeños de una casa; en la década los 90 Guillermo Schmidhuber encontró una suelta que contenía un final diferente al que se conocía, propuso que esas mil líneas eran de Sor Juana. Algunos sorjuanistas han aceptado la coautoría de sor Juana, entre ellos Octavio Paz, Luis Leal y Georgina Sabat-Rivers,[16]​ en tanto que otros, como Antonio Alatorre[17]​ y José Pascual Buxó, la han refutado.

Según ella, casi todo lo escrito era por encargo y la única cosa que escribió por gusto propio es un poema filosófico llamado Primero sueño, llamado así como una manifestación de su admiración a Luis de Góngora y Argote y sus Soledades. Se trata de varios cientos de versos, con forma de silva, a propósito del ansia de saber, el vuelo del pensamiento y su consecuente trágica caída. Asimismo tiene pasajes líricos de gran descripción como el inicial, que usa más de cien versos para narrar la caída de la noche y el sueño de los seres, así como el gran colorido de la parte final, donde se escribe del triunfo del Sol sobre la noche. Se trata quizá del último gran poema barroco.

Además de estas obras Sor Juana también escribió por encargo de la virreina de Paredes unos poemas que probaban el ingenio de sus lectores, conocidos como enigmas, para un grupo de monjas portuguesas aficionadas a la lectura y el conocimiento y grandes admiradoras de la obra de Sor Juana, que intercambiaban cartas y formaban una sociedad a la que dieron el nombre de Casa del placer. Las copias manuscritas que hicieron estas monjas de la obra de Sor Juana fueron descubiertas recientemente por Antonio Alatorre en la Biblioteca de Lisboa.

Sor Juana también escribió un tratado de música llamado "El Caracol", que no ha sido hallado.

Barroca hasta la médula, Sor Juana era muy dada a hacer retruécanos, a verbalizar sustantivos y a sustantivizar verbos, a acumular tres adjetivos sobre un mismo sustantivo y repartirlos por toda la oración, y otras libertades gramáticas que estaban de moda en su tiempo. Por ello, y porque también gustaba mucho de hacer referencias mitológicas que actualmente caen fuera de la cultura general de la gente, su lectura puede ser muy difícil.

Curiosidades

Archivo:200 pesos, serie D1.jpg
Billete mexicano de 200 pesos con la imagen de Juana de Asbaje
  • Sor Juana aparece en los billetes mexicanos de alta denominación. Es la única artista que aparece en los billetes, aparte de Nezahualcóyotl, también poeta. Inicialmente apareció en los billetes de mil pesos, que con la inflación terminaron volviéndose monedas. Después del recorte de los tres ceros al peso, Sor Juana salió de circulación brevemente, para reaparecer en los billetes de doscientos pesos.
  • El poeta sardo José Zatrilla y Vico Dedoni y Manca escribió un poema dedicado a Sor Juana con el título: Poema heroico al merecido a/plauso del el único Oraculo de/las/Musas, glorioso assombro de los Ingenios, y/Ce/lebre Phenix de la Poesía, la Esclarecida y Ve/ne/rable Señora, Sor Juana Ines de la Cruz Religiosa Professa en el Monasterio de San Geronimo de la Imperial Ciudad de México, Barcelona, 1696

Bibliografía

  • Inundación castálida de la única poetisa, musa décima, Sor Juana Inés de la Cruz, religiosa profesa en el monasterio de San Jerónimo de la Imperial Ciudad de México, que en varios metros, idiomas y estilos, fertiliza varios asuntos: con elegantes, sutiles, claros, ingeniosos, útiles versos: para enseñanza, recreo y admiración. Dedícalos a la Excelma. Señora D. María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, Condesa de Paredes, Marquesa de la Laguna, y los saca a la luz D. Juan Camacho Gayna, caballero del orden de Santiago, Mayordomo y Caballerizo que fue de su Excelencia Gobernador actual de la Ciudad del Puerto de Santa María. Con privilegio. En Madrid: Por Juan García Infanzón. Año de 1689. Para ediciones modernas ver, Inundación Castálida. Madrid: Castalia, 1982. Editora Georgina Sabat-Rivers. Para facsímile ver el editado en México: Frente de Afirmación Hispanista, 1995, con prólogo de Fedro Arias de la Canal. También edición facsimilar en México: Instituto Mexiquense de Cultura, 1995; con estudios de Aureliano Tapia Méndez y Tarsicio Herrera Zapién. También edición facsimile en México: UNAM, 1995, pról. de Sergio Fernández.
  • Segundo volumen de las obras de Sor Juana Inés de la Cruz, monja profesa en el monasterio del señor san Gerónimo de la ciudad de México, dedicado por su misma autora a D. Juan de Orue y Arbierto caballero de la orden de Santiago. Año 1692. Con privilegio, en Sevilla, Por Tomás López de Haro, impresor y mercader de libros. Para una edición facsimilar ver Segundo tomo de las obras de sor Juana Inés de la Cruz y La segunda Celestina. México: Frente de Afirmación Hispanista, 1995; con introducción de Fredo Arias de la Canal y prólogo de Guillermo Schmidhuber de la Mora. Otra edición facsimilar, México: UNAM, 1995, pról. de Margo Glantz.
  • Fama y obras pósthumas del Fénix de México, décima musa, poetisa americana, Sor Juana Inés de la Cruz, religiosa profesa en el convento de San Gerónimo de la Imperial Ciudad de México, que sacó a luz el Doctor Don Juan Ignacio de Castorena y Ursúa, Capellán de Honor de su Majestad, Protonotario Juez Apostólico por su Santidad, Teólogo, Examinador de la Nunciatura de España, prebendado de la Santa Iglesia Metropolitana de México. Consagradas a la majestad católica de la Reina nuestra señora Doña Mariana de Neoburg Baviera Palatina del Rhin, por mano de la Excma. Señora Doña Juana de Aragón y Cortés, Duquesa de Monteleón y Terra Nova, Marquesa del Valle de Oaxaca, etc. El doctor Don Juan Ignacio de Castorena y Ursúa, Capellán de Honor de su Majestad, Protonotario Juez Apostólico por su Santidad, teólogo, examinador de la Nunciatura de España, prebendado de la Santa Iglesia Metropolitana de México Con privilegio, En Madrid: en la calle de la Habana. Año de 1700. Edición facsimilar, México: UNAM, 1995, pról. de Antonio Alatorre.
  • Fama y obras pósthumas del Fénix de México, Décima Musa, poetisa americana, Sor Juana Inés de la Cruz, religiosa profesa en el convento de San Gerónimo de la Imperial Ciudad de México, que sacó a luz el Doctor Don Juan Ignacio de Castorena y Ursúa, Capellán de honor de Su Majestad, Protonotario Juez Apostólico por Su Santidad, Teólogo, Examinador de la Nunciatura de España, Prebendado de la Santa Iglesia Metropolitana de México. Consagradas a la Soberana Emperatriz de Cielo, y Tierra, María Nuestra Señora. Con licencia, En Madrid: En la Imprenta de Antonio González de Reyes, año de 1714. Prólogo de Fredo Arias de la Canal. México: Frente de Afirmación Hispanista, 1989 [facsímile de la edición de 1714].
  • Auto sacramental del divino Narciso, por alegorías: compuesto por el singular numen y nunca bien alabado ingenio, claridad y propiedad de frase castellana, de la Madre Juana Inés de la Cruz, Religiosa Profesa en el Monasterio del señor San Gerónimo de la Imperial Ciudad de México, a instancias de la Excma. Señora Condesa de Paredes, Marquesa de la Laguna, virreina de esta Nueva España, singular patrona y aficionada de la Madre Juana, para llevarlo a la Corte de Madrid para que se representase en ella. Sácalo a la luz pública el Dr. D. Ambrosio de Lima, que lo fue de Cámara de su Excia., y pudo lograr una copia¼En la Imprenta de la Viuda de Bernardo Calderón, 1690. Existen además dos sueltas sin fecha, editadas en Madrid, ver Obras Completas vol. 4, pp. 513.
  • Agustín de Salazar, La gran comedia de la segunda Celestina, Fiesta para los años de nuestra Señora, año de 1676. Coautoría atribuida a Sor Juana por Guillermo Schmidhuber. Cuarto suelto con loa y comedia, sin fecha ni lugar de publicación, 48 páginas.
  • Juana Inés de la Cruz. Obras completas. 4 volúmenes. México: Fondo de Cultura Económica, 1976. En el vol. 1 se edita la lírica personal; en el vol. 2 se reúnen los villancicos y las letras sacras; en el vol. 3 se agrupan los autos y loas, y en el volumen 4, las comedias, sainetes y la prosa. Los editores son Alfonso Méndez Plancarte de los tres primeros volúmenes, y Alberto G. Salceda, del último. Para facilitar, esta edición es citada como OC, y se agrega el número de vo-lumen y de página, por ejemplo OC 4: 207.
  • Obras completas, en CD-ROM. Rosario, Argentina. Ediciones Nueva Hélade 2004. Con la colaboración de Héctor A. Piccoli, Ailén Delmonte, Guadalupe Correa y Tadeo Stein.
  • Agustín de salazar y Torres y Sor Juana Inés de la Cruz, La segunda Celestina, ed. Guillermo Schmidhuber y Olga Martha Peña Doria. México: Editorial Vuelta, 1990. Con prólogo de Octavio Paz (“¿Azar o jus-ticia?”) y un estudio critico de Guillermo Schmidhuber.
  • Agustín de Salazar y Torres y Vera Tassis, El encanto es la hermosura y el hechizo sin hechizo, La segunda Celestina. Binghamton, New York: Medieval and Renaissance Texts and Studies, 1994. Edición crítica e introducción de Thomas Austin O’Connor.
  • La gran comedia de La segunda Celestina, en Guillermo Schmidhuber, Sor Juana Inés de la Cruz y La gran comedia de La segunda Celestina. Estado de México: Instituto Mexiquense de Cultura, 2005. Edición de Olga Martha Peña Doria.
  • "La gran comedia de La segunda Celestina", pieza teatral iniciada por el dramaturgo español Agustín de Salazar y Torres, quien murió en 1675 dejando la obra incompleta, y que se piensa que fue terminada por sor Juana. El descubrimiento de este final diferente al de Vera Tassis fue de Guillermo Schmidhuber de la Mora (Universidad de Guadalajara, México), el cual la atribuyó a Sor Juana; el hallazgo fue publicado en 1990 con un prólogo de Octavio Paz (Editorial Vuelta, 1990). Posteriormente hay varias ediciones, descatan el facsimilar publicado por el Frente de Afirmación Hispanista y la edición crítica de Guillermo Schmidhuber publicada por el Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, México.
  • "Protesta de Fee y renovación de votos", escrito religioso de sor Juana que no está incluido en sus obras antiguas ni en la edición de las obras completas de Méndez Plancarte. La oración fue descubierta por Guillermo Schmidhuber de la Mora en la Hispanic Society de Nueva York y publicada por la revista Hispania (USA), y posteriormente en forma facsimilar fue editada por el Frente de Afirmación Hispanista, México, D.F.
  • Sor Juana Inés de la Cruz, Obras escogidas, ed. de Juan Carlos Merlo. Barcelona: Bruguera, 1968.
  • Sor Juana Inés de la Cruz, Obras selectas, ed. de Georgina Sabat de Rivers y Elias Rivers. Barcelona: Noguer, 1976.
  • Sor Juana Inés de la Cruz, Los empeños de una casa, pról. de Julio Jiménez Rueda. 5ª ed., México: UNAM, 1991.
  • Sor Juana Inés de la Cruz, Antología, ed. de Dolores Bravo. México: CONACULTA, 1992. (Col. Teatro mexicano historia y dramaturgia, 7).
  • Sor Juana Inés de la Cruz, Poesía lírica, ed. de José Carlos González Boixo. Madrid: Cátedra, 1992.
  • Sor Juana Inés de la Cruz, Enigmas ofrecidos a la casa del placer, ed. de Antonio Alatorre. México: El Colegio de México, 1994.
  • Sor Juana Inés de la Cruz, Obras selectas, sel. de Margo Glantz. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1994.
  • Sor Juana Inés de la Cruz, Autos Sacramentales, pról. de Sergio Fernández, ed. de Alfonso Méndez Plancarte. 3ª ed., México: UNAM, 1995.
  • Sor Juana Inés de la Cruz, El Sueño, ed. de Alfonso Méndez Plancarte. 3ª ed., México: UNAM 2004.
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  • Antonio Alatorre (ed.), Sor Juana a través de los siglos, 2 vols. México: El Colegio de México-El Colegoi Nacional-UNAM, 2007.
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Notas

  1. También Marco Aurelio Almazán menciona su aprendizaje del latín.

Referencias

  1. Ezequiel A. Chávez, Sor Juana Inés de la Cruz: Ensayo de psicología. México: Porrúa, 1970, pp.6-7
  2. Véase Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, en Obras completas, t. IV, ed. de Alberto G. Salceda. México: FCE, 1957, p. 455
  3. Calleja, "Aprobación", en Antonio Alatorre (ed.), Sor Juana a través de los siglos, t. I, p. 241
  4. Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, en Obras completas, p. 446
  5. Calleja, loc. cit.
  6. Diego Calleja, "Aprobación", en Antonio Alatorre (ed.), Sor Juana a través de los siglos, t. I. México: Colegio Nacional-Colegio de México-UNAM, 2007, pp. 241-242
  7. Diego Calleja, "Aprobación", en Antonio Alatorre (ed.), Sor Juana a través de los siglos, p. 243
  8. Diego Calleja, loc. cit., p. 241
  9. a b «Sor Juana Inés de la Cruz». Biografías y Vidas. Consultado el 11, 01|fechaacceso= y |Añoacceso= redundantes (ayuda). 
  10. Véase Antonio Alatorre, "La Carta de Sor Juana al Padre Núñez", Nueva Revista de Filología Hispánica, XXXV (1987), pp. 591-673
  11. Antonio Alatorre, "Para leer la Fama y obras pósthumas de Sor Juana Inés de la Cruz", Nueva Revista de Filología Hispánica, XXIX (1980), pp. 457-458
  12. Véase Alfonso Méndez Plancarte, "Introducción", en Juana Inés de la Cruz, Obras completas, t. I, ed. de... México: FCE, 1951, pp. 31-33, y también Alberto G. Salceda, "Introducción", en Juana Inés de la Cruz, Obras completas, t. IV, ed. de... México: FCE, 1957, pp. 39-45
  13. Véase Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. 3ª ed., México: FCE, 1983, pp. 511-608, véase también Elías Trabulse, Los años finales de Sor Juana. México: Condumex, 1995.
  14. Véase Antonio Alatorre y Martha Lilia Tenorio, Serafina y Sor Juana: con tres apéndices. México: El Colegio de México, 1998, y también José Antonio Rodríguez Garrido, La Carta Atenagórica de Sor Juana: Textos inéditos de una polémica. México: Conacyt-UNAM, 2004. así como Elías Trabulse, El enigma de Serafina de Cristo. Tóluca: Instituto Mexiquense de Cultura, 1995
  15. «Sor Juana Inés de la Cruz». Encarta. 2006. Consultado el 11, 01|fechaacceso= y |Añoacceso= redundantes (ayuda). 
  16. Georgina Sabat de Rivers, "Los problemas de la Segunda Celestina", en Bibliografía y otras cuestiúnculas sorjuaninas. Buenos Aires: Biblioteca de textos universitarios, 1995, pp. 76-105
  17. Antonio Alatorre, "La Segunda Celestina de Agustín de salazar y Torres: Ejercicio de crítica", Vuelta, 46 (diciembre de 1990), pp. 46-52

Enlaces externos