Diferencia entre revisiones de «Deuterocanónicos»

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[[Archivo:The Book of Tobias at the Bible of the Bear.jpg|thumb|280px|Detalle de una página de la Biblia del Oso (Basilea, 1569), de Casiodoro de Reina, reformador protestante español del Siglo XVI, conteniendo el principio y los encabezados del Libro de Tobías, uno de los libros deuterocanónicos.]]
[[Archivo:The Book of Tobias at the Bible of the Bear.jpg|thumb|180px|Detalle de una página de la Biblia del Oso (Basilea, 1569), de Casiodoro de Reina, reformador protestante español del Siglo XVI, conteniendo el principio y los encabezados del Libro de Tobías, uno de los libros deuterocanónicos.]]


Los '''deuterocanónicos''' son textos y pasajes del [[Antiguo Testamento]] de la [[Biblia]] [[Cristianismo|cristiana]] que nunca fueron incluidos en el [[Tanaj]] [[Judaísmo|judío]]. Las series de argumentos tanto en pro como en contra del carácter '''“divino”''' de estos documentos ha sido sumamente larga y acalorada a través de los siglos, y suele remontarse a los escritos de [[padres de la iglesia]] de los primeros siglos de la [[Era Cristiana]]; los cuales ya se hallaban divididos respecto del valor '''“sagrado”''' o '''“inspirado”''', y luego posteriormente '''“canónico”''', de estos importantes documentos.
La voz castellana '''“deuterocanónicos”''' es la traducción de la expresión latina '''“deuterocanónica”''', la cual es, a su vez, la transliteración de la expresión helénica '''“δευτεροκανονικά”'''; voz que se compone de las raíces griegas “δεύτερος” (segundo) y “κανόνας” (norma). A partir de este breve antecedente [[Etimología|etimológico]], puede definirse como: ''adj.s.m.pl.'' Término genérico aplicado al conjunto de textos y escritos propios de la “segunda norma” o prescripción de textos sagrados de la Biblia, es decir, del llamado ''Canon Alejandrino'' de la Biblia. A pesar de que el término nunca ha sido el mejor, representa el esfuerzo sincero de algunos antiguos [[padres de la iglesia]] para hacer referencia a las series de textos, pasajes y escritos del [[Viejo Testamento]] de la [[Biblia]] [[Cristianismo|cristiana]] que nunca formaron parte del [[Tanaj]] propiamente [[judío]].


Durante muchos años, en medios [[protestante]]s, se ha dado difusión a la creencia de origen popular de que la tradición católica romana les ha asignado el nombre de “deuterocanónicos” porque ella “reconoce” un carácter “secundario” a estos documentos. Sin embargo, esta idea carece de sustento historiográfico: una lectura atenta a los trabajos del [[Concilio de Trento]] ([[1546]]), revela que el Concilio define sin ambages que ''“los libros deuterocanónicos deben ser tratados con igual devoción y reverencia”''.<ref>GASS, Ildo Bohn; Centro de Estudios Bíblicos; “Una introducción a la Biblia”, Vol. 1 de 8; São Leopoldo, Brasil, 2002; ISBN 970-652-459-2.</ref>
En razón de ello, la historia de estos escritos reviste un profundo interés e importancia para numerosos grupos de creyentes de múltiples signos, y aun de los no muy creyentes. El primero en llamarlos así fue [[Jerónimo de Estridón]] ([[340]]-[[420]]), hacia el año [[380]] d.C. La causa de ello es bastante sencilla: Como hoy se sabe, de hecho, distintos grupos de israelitas seguían distintos listados de textos y escritos sagrados; como se verá de forma detallada en el presente artículo. Durante los Siglos III al V, algunos veían las listas de textos propios de la Biblia [[Septuaginta]] griega (véase) sólo como una norma o prescripción de escrituras sagradas “judías” de segundo orden; porque, para algunos, el llamado [[Canon Palestinense]] llegó a ser tenido como la primera norma o prescripción de escrituras sagradas judías.


Lo cierto es que la voz castellana '''“deuterocanónico”''' transcribe la voz griega '''“δευτεροκανονικός”'''; que, a su vez, proviene de las raíces griegas “δεύτερος” (segundo) y “κανόνας” (norma). Con este antecedente [[Etimología|etimológico]], se puede definir como: ''Adj.'' Perteneciente o relativo a la “segunda norma”, es decir, al llamado ''Canon Alejandrino''.
A partir de ello, el uso frecuente de estos conceptos por parte de la [[iglesia católica]] ha dado motivo a especulaciones en muchos sentidos. Algunos suponen que, al usar el término, la iglesia católica ha reconocido, de manera tácita, que estos escritos revisten tan sólo interés secundario”. Pero esta idea carece de todo sustento a la luz de los hechos. Pues una lectura sumamente atenta de los documentos propios de la iglesia, como, por ejemplo, de las Actas propias de los trabajos del [[Concilio de Trento]] ([[1546]]), revela que el Concilio define sin ambages que ''“los libros deuterocanónicos deben ser tratados con igual devoción y reverencia”''.<ref>GASS, Ildo Bohn; Centro de Estudios Bíblicos; “Una introducción a la Biblia”, Vol. 1 de 8; São Leopoldo, Brasil, 2002; ISBN 970-652-459-2.</ref>


(Durante muchos siglos, por desconocimiento de la historia, se pensaba que éste era sólo una “segunda norma” o prescripción de “escrituras sagradas” “judías”, con respecto al llamado [[Canon Palestinense]]; el cual durante siglos llegó a ser tenido como una “primera norma” o prescripción de “escrituras sagradas” judías.)
Hay grupos cristianos que no han acogido estas series de textos. Algunos de éstos han venido dando de forma conjunta en llamarlos “[[apócrifos]]”. Mas, por otra parte, los grupos cristianos que sí han acogido estos textos sagrados no han concordado del todo en llamarlos ''“deuterocanónicos”''. Entre estos grupos, debe señalarse, las iglesias cristianas de oriente rechazan de forma tajante llamar a estos libros “deuterocanónicos”, y, de esta forma, hacer distinciones extrañas a sus tradiciones sobre los distintos libros de la Biblia. Con el fin expreso de hacer más sencillo el deslinde y desglose de algunos conceptos de sumo interés sobre estos escritos, en el desarrollo del presente artículo se ha seguido de forma constante el criterio de usar un lenguaje que sea comprensible para los distintos grupos de lectores.

Los grupos que rechazan estos textos, los han llamado “[[apócrifos]]”. Y los que los aceptan no concuerdan del todo en llamarlos ''“deuterocanónicos”''. Las [[iglesias cristianas ortodoxas]], por ejemplo, de manera tajante, rechazan la tendencia occidental a distinguirlos de los “[[protocanónicos]]”. Para efectos de estudio, en el presente artículo se ha mantenido el uso occidental, a fin de describir conceptos básicos referentes a ellos.


== Catálogos de textos ==
== Catálogos de textos ==
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# El texto griego antiguo, OG, de la [[Historia de Bel y el Dragón]] —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 14” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1, según el numeral que la Edición de [[Alfred Rahlfs]] asigna al texto OG de este documento)
# El texto griego antiguo, OG, de la [[Historia de Bel y el Dragón]] —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 14” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1, según el numeral que la Edición de [[Alfred Rahlfs]] asigna al texto OG de este documento)


Los libros de estas series son algo más tardíos que el resto de los libros del Viejo Testamento, y algo más tempranos que los escritos propios del Nuevo Testamento; por lo cual representan cierta continuidad lógica y necesaria, y suplen las lagunas culturales de otra forma existentes entre ambos testamentos. De la misma manera, algunos de estos textos representan creencias y valores ancestrales de tribus israelitas que existieron fuera del judaísmo de Judea.
Todos estos textos fueron redactados por primera vez en al menos alguna de las lenguas bíblicas —las cuales incluyen el [[Idioma griego|griego]], el [[Idioma hebreo|hebreo]] y el [[Idioma arameo|arameo]], con todas sus variantes dialectales, como el [[Idioma caldeo|caldeo]] y el [[Idioma siríaco|siríaco]]—. Ciertos otros textos, en cambio, carecen totalmente del sustento de alguna redacción original en un idioma bíblico inmediato. A esta categoría pertenecen ciertas peculiares formas prolongadas al texto de libros como Enoc, Jubileos, el Resto de Palabras de Baruc, y 1, 2 y 3 Macabeos —versiones extensas solamente halladas en el texto en [[Idioma ge'ez|ge'ez]] de la Biblia, seguido por la iglesia de Etiopía—.


Todos estos escritos han sido redactados de forma original al menos en alguno de los idiomas bíblicos —teniéndose por tales, el [[Idioma griego|griego]], el [[Idioma hebreo|hebreo]] y el [[Idioma arameo|arameo]], con todas sus variantes dialectales, incluyendo el [[Idioma siríaco|siríaco]]—. Algunos otros textos, sin embargo, carecen totalmente del sustento de alguna redacción original en un idioma bíblico inmediato. A esta categoría pertenecen algunas peculiares formas largas al texto de los Libros de Enoc, los Jubileos, el Resto de Palabras de Baruc, y I, II y III de Macabeos —halladas solamente en el texto en [[Idioma ge'ez|ge'ez]] de la Biblia, seguido por la iglesia de Etiopía—.
== Antecedentes históricos ==
'''Importante:''' '''01.''' Una percepción sumamente arraigada en la mentalidad de la gente del pueblo, suele confundir de manera abusiva las voces históricas para referirse a '''judíos''' e '''israelitas'''. Ésta es una práctica muy arraigada que suele ejercerse aun desde las cámaras por grupos religiosos. Con el fin expreso de poder propiciar una más completa y mejor comprensión de los muchos detalles y aspectos de las realidades comunes a estos escritos sagrados, a todo lo largo del presente artículo, se ha seguido el criterio constante de hacer un '''gran énfasis''', cada vez que se juzga oportuno el hacer distinciones de fondo de estos conceptos (a saber, de '''judíos''' e '''israelitas'''). '''02.''' Independientemente de todo lo anterior, y en adición a ello, se debe comprender que todos los pasajes bíblicos citados al presente artículo son muy importantes partes del discurso; ya que todos cumplen la doble función de fuentes referentes.


== Preámbulo introductorio ==
Las interdicciones y las controversias sobre estos textos tienen un origen en algunos hechos sumamente antiguos, como la temprana pérdida de la antigua unidad nacional de diferentes grupos de tribus israelitas, la cual fue provocada por la escisión temprana del [[Historia del Antiguo Israel#Reino de Israel|Reino de Israel]], bajo [[Jeroboam]] y [[Roboam]], dos líderes tribales israelitas (1 Reyes 12), y que fue sancionándose, de forma sucesiva, bajo la intervención y el auge expansionista de imperios como Asiria, Babilonia, Medo-Persia, Macedonia-Grecia, Siria y Roma.
A fin de propiciar a los lectores alguna perspectiva más extensa sobre estos documentos, aquí se ha procurado bosquejar algunas suaves líneas de argumentos esgrimidos en torno de cuestiones referentes a su “sacralidad” o carácter de “textos sagrados”; puntualizando el hecho del inmenso valor [[cultura]]l, [[Historia|histórico]], [[Antropología|antropológico]], [[Ética|ético]] y [[Axiología|axiológico]] que estos documentos de hecho han revestido en la mentalidad de al menos una parte importante del mundo.


(Aun cuando, en el mundo occidental, el papado romano proscribió la lectura de la Biblia de manos de sus fieles durante muchos siglos, se debe comprender que, en el Oriente, la lectura habitual, asidua y reflexiva de la Biblia —con deuterocanónicos— es una tradición muy ancestral, amada y venerada por las comunidades y núcleos familiares cristianos ortodoxos y orientales a través de los siglos, y que, por otra parte, las enseñanzas bíblicas y la [[historia sagrada]] —con deuterocanónicos—, jamás fueron ajenas a la mentalidad de los fieles y adeptos católicos romanos, aun sin acudir de manera directa al texto de la Biblia, y que, desde el [[Concilio Vaticano II]] ([[1962]]-[[1965]]), millones de creyentes católicos romanos, de todas partes del mundo, y de todas las edades, se han familiarizado con ediciones bíblicas que incluyen estos libros, y juzgan incompletas las ediciones bíblicas desprovistas de ellos.)
Al paso de los siglos, desde la perspectiva de la comunidad propiamente judía, es decir, de [[Judea]], el resquebrajamiento de toda comunión e identidad común con las comunidades israelitas dispersas más allá de Judea, ya estaba consumado de forma irreversible. Pues ya desde la vuelta del exilio —como puede apreciarse en el texto de los libros [[1 Crónicas]], [[2 Crónicas]], [[Libro de Esdras|Esdras]] y [[Libro de Nehemías|Nehemías]]—, y en siglos sucesivos, las tribus de Judea no verían ya más como parte del “pueblo elegido” a los restos dispersos de las antiguas tribus perdidas israelitas que habían de subsistir hasta el [[Siglo I]] de la [[Era Común]] en [[Perea]], [[Samaria]] y [[Galilea]].


De la misma manera, independientemente, y mucho más allá, de toda perspectiva de tipo doctrinal, confesional, sectario o partidista, los deuterocanónicos merecen ser leídos y apreciados, no sólo como textos revestidos de un carácter “canónico”, “sagrado” o “inspirado” —que, en vista de los hechos relativos a ellos, así como a su historia, y a los significados a ellos vinculados, jamás en realidad ha sido necesario para ellos—, sino como valiosas expresiones de la cultura humana, y genuinas joyas de la [[literatura universal]], moral y sapiencial, que no pierden vigencia, y adquieren más valor al pasar de los siglos.
Ese es el momento preciso en que el pueblo '''judío''', es decir, de Judea, traicionó el ideal nacional de [[Israel]] como “pueblo”, y se apropió la historia e identidad conjunta que a través de los siglos había compartido con el resto de tribus '''israelitas''', suplantando a éstas al desconocerlas como parte integrante del “pueblo elegido”, el “pueblo de la Alianza”, el “pueblo de la Biblia”. Es a raíz de esto, que la restauración integral de la antigua unidad nacional israelita, se llega a convertir en el sueño y clamor en común, cada vez más ansiado, urgente y apremiante, de todos los distintos grupos de israelitas de fuera de Judea.


'''Nota:''' Todos los textos bíblicos citados en el presente artículo son partes importantes del discurso; pues cumplen la función de referencias.
Debe destacarse que los documentos deuterocanónicos, en su mayoría, efectivamente, nunca fueron textos o escritos sagrados para las antiguas tribus que formaban la porción '''judía''' del antiguo pueblo llamado '''Israel'''. A pesar de ello, eran, sin embargo, textos emblemáticos que investían un valor y un carácter sagrado para los distintos subgrupos de tribus '''[[israelita]]s no-judías''', '''judías marginales''', y para distintos grupos de ''judíos propiamente dichos, pero avecindados fuera de Judea''. Todos estos grupos eran '''israelitas'''. Jesús Nazareno, el llamado [[Cristo]], sus [[apóstol]]es, y todos sus otros primeros discípulos y seguidores, también provenían de varios de estos distintos subgrupos de tribus no sólo '''judíos''', y, a pesar de ello, todos '''israelitas''' (Mateo 4:25, Marcos 3:7-8). Las comunidades cristianas primitivas habían tenido su origen en grupos de israelitas no-judíos, que hablaban arameo, que no entendían hebreo, y que sólo tenían acceso a los escritos sagrados de sus padres de acuerdo a la versión griega de los LXX, versión que contiene más series de textos sagrados de múltiples orígenes tribales y escolares israelitas, y no sólo de orígenes judíos y rabínicos.


== Antecedentes históricos ==
'''Más antecedentes:''' '''[a]''' En los días de Cristo, el [[Idioma griego|griego]] era la ''única lengua hablada en común'' por ''todos'' los distintos grupos comunitarios israelitas de todo el Mundo Antiguo, así como también, una ''segunda lengua natural'' para ''todos'' los pueblos asentados en torno a las riberas orientales del Mar Mediterráneo. '''[b]''' Y ya tres siglos antes, en el año 280 a.C., piadosos israelitas de todo el Mundo Antiguo, habían dado inicio a la labor conjunta de compilar en griego la amplia e incluyente colección de textos religiosos sagrados israelitas que, al paso de los siglos, ha sido conocida como “la [[Septuaginta]]” (Biblia de los LXX). '''[c]''' En razón de estos hechos, ''no es desestimable'' la tesis de que Cristo y sus discípulos, así como los grupos de tribus israelitas asentadas más allá de Judea, cuya lengua materna ''nunca'' fue el [[Idioma hebreo|hebreo]], sino el [[Idioma arameo|arameo]], recibieran de hecho, y aun reconocieran, como cuerpo de textos sagrados, la Biblia [[Septuaginta]], con deuterocanónicos, de forma más temprana, directa, digerida y consensual, que los textos hebreos que sólo más tarde fueron compilados como parte del Tanaj judío.
Existen ciertas series de sucesos que inciden en el hecho de la conformación del Canon Amplio de la Biblia. El primero de ellos, es la temprana pérdida de la antigua unidad nacional de diferentes grupos de tribus israelitas, la cual fue provocada por la escisión temprana del [[Historia del Antiguo Israel#Reino de Israel|Reino de Israel]], bajo [[Jeroboam]] y [[Roboam]], dos líderes tribales israelitas (1 Reyes 12), y que fue sancionándose, de forma sucesiva, bajo la intervención y el auge expansionista de imperios como Asiria, Babilonia, Medo-Persia, Macedonia-Grecia, Siria y Roma.


Al paso de los siglos, desde la perspectiva de la comunidad propiamente judía, es decir, de [[Judea]], el resquebrajamiento de toda comunión e identidad común con las comunidades israelitas dispersas más allá de Judea, ya estaba consumado de forma irreversible. Pues ya desde la vuelta del exilio —como puede apreciarse en el texto de los libros [[1 Crónicas]], [[2 Crónicas]], [[Libro de Esdras|Esdras]] y [[Libro de Nehemías|Nehemías]]—, y en siglos sucesivos, las tribus de Judea no verían ya más como parte del “pueblo elegido” a los restos dispersos de las antiguas tribus perdidas israelitas que habían de subsistir hasta el [[Siglo I]] de la [[Era Común]] en [[Perea]], [[Samaria]] y [[Galilea]].
El Nuevo Testamento testifica, con toda claridad, el hecho irrefutable de que, en tiempos de Cristo, las tribus '''israelitas''' se hallaban divididas en subgrupos de tribus, y que el pueblo llamado '''judío''', en sentido estricto, sólo era uno más entre esos subgrupos de tribus propiamente '''israelitas''' (Mateo 4:25, Marcos 3:7-8). De hecho, los mismos presuntos paisanos '''judíos''' de Cristo no tenían problemas en desconocerlo como ''uno de ellos'', a pesar de que ellos sabían y aceptaban, de hecho, que él era un '''israelita''' (Juan 7:1, 7:52, 8:48).


Ese es el momento preciso en que el pueblo '''judío''', es decir, de Judea, traicionó el ideal nacional de [[Israel]] como “pueblo”, y se apropió la historia e identidad conjunta que a través de los siglos había compartido con el resto de tribus '''israelitas''', suplantando a éstas al desconocerlas como parte integrante del “pueblo elegido”, el “pueblo de la Alianza”, el “pueblo de la Biblia”. Es a raíz de esto, que la restauración integral de la antigua unidad nacional israelita, se llega a convertir en el sueño y clamor en común, cada vez más ansiado, urgente y apremiante, de todos los distintos grupos de israelitas de fuera de Judea.
Mas, si se analiza con detenimiento los textos sagrados, en ellos se encuentra que, como una forma de correspondencia, Cristo no dio nunca demasiadas muestras de sentirse miembro del pueblo '''judío''' propiamente dicho. A este respecto, confróntese Mateo 3:4-9, 12:34-42, 23:29-39; donde a los '''judíos''', no a los '''israelitas''' (léase el contexto), Cristo los declara, reiteradamente: '''“progenie de equidnas”''', o '''”raza de víboras”'''. El uso de una expresión como ésta demuestra con gran elocuencia la imagen que Cristo tenía del pueblo '''judío''' propiamente dicho.


De hecho, la denuncia más urgente de [[Cristo]] y sus discípulos no es contra '''“los romanos”''' —que se habían vuelto dueños y señores de toda riqueza material y económica (Mateo 22:15-22)—, sino, precisamente, es contra '''“los judíos”''', oriundos de Judea —que estaban despojando a los demás israelitas de su bien más preciado: su amada dignidad de hijos del Señor, y miembros de su pueblo y de su Alianza—. Ubicados en este contexto, no se debe entender '''“los judíos”''' como '''“los israelitas”''' de cualquier clan tribal, que hubiesen conservado creencias patriarcales ancestrales, o en contraposición directa a '''“los cristianos”'''.
De hecho, la denuncia más urgente de [[Cristo]] y sus discípulos no es contra '''“los romanos”''' —que se habían adueñado de toda la riqueza material y económica (Mateo 22:15-22)—, sino, precisamente, es contra '''“los judíos”''', oriundos de Judea —que estaban despojando a los demás israelitas de su bien más preciado: su amada dignidad de hijos del Señor, y miembros de su pueblo y de su Alianza—. Ubicados en este contexto, no se debe entender '''“los judíos”''' como '''“los israelitas”''' de cualquier clan tribal, que hubiesen conservado creencias patriarcales ancestrales, o en contraposición directa a '''“los cristianos”''' (Juan 7:1, 4:9, 8:48).


Otros antecedentes: '''[a]''' Para los días de Cristo, el [[Idioma griego|griego]] era la ''única lengua hablada en común'' por ''todos'' los distintos grupos comunitarios israelitas de todo el Mundo Antiguo, así como también, una ''segunda lengua natural'' para ''todos'' los pueblos asentados en torno a las riberas orientales del Mar Mediterráneo. '''[b]''' Y ya tres siglos antes, en el año 280 a.C., piadosos israelitas de todo el Mundo Antiguo, habían dado inicio a la labor conjunta de compilar en griego la amplia e incluyente colección de textos religiosos sagrados israelitas que, al paso de los siglos, ha sido conocida como “la [[Septuaginta]]” (Biblia de los LXX). '''[c]''' En razón de estos hechos, ''no es desestimable'' la tesis de que Cristo y sus discípulos, así como los grupos de tribus israelitas asentadas más allá de Judea, cuya lengua materna ''nunca'' fue el [[Idioma hebreo|hebreo]], sino el [[Idioma arameo|arameo]], recibieran de hecho, y aun reconocieran, como cuerpo de textos sagrados, la Biblia [[Septuaginta]], con deuterocanónicos, de forma más temprana, directa, digerida y consensual, que los textos hebreos más tarde compilados en el Tanaj judío.
La temprana adopción de la Biblia LXX —con todos sus libros—, por las comunidades cristianas primitivas, es un hecho probado que ha quedado asentado en el Nuevo Testamento; donde al menos seis de cada siete citas plenamente explícitas del Antiguo Testamento, sumando unas 300 de 350, han sido retomadas, de manera textual, no a partir de los textos hebreos o arameos del Tanaj, sino a partir del texto griego de los LXX. De la misma forma, múltiples conceptos sólo preexistentes en los documentos deuterocanónicos fueron asumidos sin problema alguno por los redactores judíos e israelitas de la Nueva Alianza.


De la forma que sea, la temprana adopción de la Biblia LXX por las comunidades cristianas primitivas, es un hecho probado que ha quedado asentado en el Nuevo Testamento; en donde al menos seis de cada siete citas completamente explícitas del Antiguo Testamento, sumando unas 300 de 350, han sido retomadas, de manera textual, no a partir de los textos hebreos o arameos del Tanaj, sino a partir del texto griego de los LXX.
A partir de ambas series de sucesos, hoy se ha demostrado, ''con todo sustento'', y ''de una forma cada vez más amplia y más sólidamente bien documentada'', que, en razón de ello, los primeros grupos e iglesias cristianas habían recibido estas series de textos '''sin problema alguno''' de parte de varios de estos subgrupos de tribus no sólo '''judíos''', y, a pesar de ello, todos '''israelitas'''.


De la misma forma, ya se ha demostrado de forma muy amplia que todo el proceso de definición del canon del Tanaj, comúnmente llamado [[Canon Palestinense]], representa de forma muy clara la legitimación de una decisión tomada no por israelitas de todas las tribus, sino solamente por miembros [[purista]]s y [[nacionalista]]s del pueblo judío propiamente dicho; y, concretamente, por los [[fariseos]] históricos y neotestamentarios; quienes lo fijaron en el Sínodo de Jamnia, en fecha tan tardía como el año [[95]] de la [[Era Cristiana]]. Esta decisión representa un esfuerzo temprano de judíos puristas contra el crecimiento continuo y constante de las primitivas iglesias cristianas a través de todo el decurso del [[Siglo I]] de la [[Era Cristiana]]:
De la misma manera, es un hecho probado que la definición del canon del Tanaj, comúnmente llamado [[Canon Palestinense]], representa de forma muy clara la legitimación de una decisión tomada por judíos puristas radicales: los [[fariseos]] históricos y neotestamentarios; quienes lo definieron en fecha tan tardía como el año [[95]] de la [[Era Cristiana]], en el [[concilio de Jamnia]] concilio de caracter anti-cristiano que tuvo el expreso fin de tratar de hacer frente y contrapeso al constante incremento de la adhesión de adeptos de orígenes judíos a las comunidades cristianas primitivas —que usaban la versión griega de los LXX—, durante todo el curso del [[Siglo I]] de la [[Era Cristiana]]:


«Hasta la venida de Jesús, la comunidad judía no se había pronunciado definitivamente respecto de esas dos colecciones. Solamente el año 95 d.C., un congreso de los fariseos, en Jamnia, tomó la decisión última. Aceptaron libros que todavía eran discutidos en Palestina, como [1 y 2 ]Crónicas y Esdras[ y Nehemías], pero rechazaron todos los libros propios de la Biblia griega. En realidad, en ese momento ellos ya no tenían la autoridad que viene de Dios: la iglesia [ya] existía, y a ella le correspondía decidir con la ayuda del Espíritu Santo.» —Ramón Ricciardi & Bernardo Hurault, en “La Nueva Biblia”.<ref name=autogenerated1>RICCIARDI, Ramón-HURAULT, Bernardo; “La Nueva Biblia” (Biblia Latinoamericana); 46ta. Edición; Pág. 257; ''“¿Por qué no son iguales todas las Biblias?”''; Ediciones Paulinas-Editorial Verbo Divino; Concepción, Chile, 1972; ISBN 84-285-0003-7, e ISBN 84-7151-134-7.</ref>
«Hasta la venida de Jesús, la comunidad judía no se había pronunciado definitivamente respecto de esas dos colecciones. Solamente el año 95 d.C., un congreso de los fariseos, en Jamnia, tomó la decisión última. Aceptaron libros que todavía eran discutidos en Palestina, como [1 y 2 ]Crónicas y Esdras[ y Nehemías], pero rechazaron todos los libros propios de la Biblia griega. En realidad, en ese momento ellos ya no tenían la autoridad que viene de Dios: la iglesia [ya] existía, y a ella le correspondía decidir con la ayuda del Espíritu Santo.» —Ramón Ricciardi & Bernardo Hurault, en “La Nueva Biblia”.<ref name=autogenerated1>RICCIARDI, Ramón-HURAULT, Bernardo; “La Nueva Biblia” (Biblia Latinoamericana); 46ta. Edición; Pág. 257; ''“¿Por qué no son iguales todas las Biblias?”''; Ediciones Paulinas-Editorial Verbo Divino; Concepción, Chile, 1972; ISBN 84-285-0003-7, e ISBN 84-7151-134-7.</ref>


Y en los documentos sagrados de grupos judíos e israelitas de muchas distintas escuelas, así como en escritos de [[padres de la iglesia]], de los apologistas, y de los pensadores de los primeros siglos de la Era Cristiana, así como de algunos [[sínodo]]s y [[concilio]]s, parciales y ecuménicos, existen abundantes referencias bastante generosas a varios de estos libros, los deuterocanónicos, en términos de '''“escritos sagrados e inspirados”''', e ''investidos del mismo valor y autoridad que el resto de los libros sagrados e inspirados'', y epítetos afines.
Y, en muchos documentos de ciertos otros grupos judíos e israelitas disidentes, así como en escritos de [[padres de la iglesia]], de los apologistas, y de los pensadores de los primeros siglos de la Era Cristiana, así como de algunos [[sínodo]]s y [[concilio]]s, parciales y ecuménicos, existen abundantes referencias bastante generosas a varios de estos libros, los deuterocanónicos, en términos de “escritos sagrados e inspirados”, revestidos del mismo valor y autoridad que el resto de los libros de la Biblia, y epítetos afines:


«Ella [la iglesia] también se preocupó por su “canon”, o sea “lista oficial” de libros, que fue precisado por el Sínodo de Roma con el papa Dámaso en el año 382. Esta lista abarcaba la mayoría de los libros propios de la Biblia griega.» —Ramón Ricciardi & Bernardo Hurault, en “La Nueva Biblia”.<ref name=autogenerated1 />
A pesar de toda la historia anterior referente a los textos deuterocanónicos, y por la ignorancia y desconocimiento, así como a la falta de una visión más amplia y más abierta, de fondo y de conjunto, de este muy primer cuadro de antecedentes, ciñéndose al llamado [[Canon Palestinense]], y en secución del mismo —el cual fue definido por grupos de [[rabino]]s [[judío]]s nacionalistas durante los trabajos del Sínodo de Jamnia, a finales del [[Siglo I]] de la [[Era Cristiana]]—, conforme estos hechos fueron siendo dejados atrás en la línea del tiempo, fueron siendo perdidos de vista por algunos grupos e iglesias cristianas. A causa de ello, estos documentos fueron, sin embargo, impugnados de forma tardía —durante los Siglos III al V—, siempre bajo el muy dudoso ejemplo, consejo e influencia que algunos rabinos '''judíos''' puristas, mismos que lograron causar cierto efecto de duda o reserva hacia estos textos en las percepciones de al menos algunos [[padres de la iglesia]] durante el decurso de esos tres siglos.


== Puntos de controversia ==
Las interdicciones y las controversias acerca de ellos fueron disipadas por las decisiones de múltiples [[Concilio]]s, parciales y ecuménicos, mismos en los cuales, una y otra vez, se falló a favor del carácter sagrado de estos escritos; dada la importancia que estos escritos, ya desde el principio mismo de la iglesia, habían representado y revestido dentro del proceso de conformación de toda la imagen e identidad misma de la iglesia cristiana, así como también en la mentalidad, la vida y la cultura de las comunidades eclesiales durante los siglos que habían transcurrido hasta ese momento:<ref>[http://apologetica.org/site/index.php?option=com_content&task=view&id=165 Historia del Canon del Antiguo Testamento] en [http://apologetica.org/ Apologética.org]</ref>
A pesar de lo cual, debido a la ignorancia, y al desconocimiento, así como a la falta de una visión más amplia y más abierta, de fondo y de conjunto, de este muy primer cuadro de antecedentes, ciñéndose al llamado [[Canon Palestinense]], y en secución del mismo —el cual fue definido por grupos de [[rabino]]s [[judío]]s nacionalistas durante los trabajos del Sínodo de Jamnia, a finales del [[Siglo I]] de la [[Era Cristiana]]—, conforme estos hechos fueron quedando atrás en el pasado, fueron siendo perdidos de la vista de colectividades y grupos de cristianos, y algunos de los [[padres de la iglesia]] de los primeros siglos, y mil años más tarde, los grupos [[Protestantismo|protestantes]],<ref>La expresión ''“protestantes”'' incluye a las iglesias [[Comunión Anglicana|angloepiscopalianas]], [[Iglesias evangélicas|evangélicas]], sabáticas, [[Pentecostalismo|pentecostales]], [[Neopentecostalismo|neopentecostales]], etc.</ref> y otros grupos cristianos con ideas diferentes de los antes citados,<ref>De estos otros grupos, citamos, como ejemplos, la [[Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días]] (comúnmente llamada la Iglesia “de Mormón”, o la Iglesia “Mormona”), o la ''Federación de Familias por la Paz y la Unificación Mundial'' (comúnmente llamada la [[Iglesia de la Unificación]], o la Iglesia “de Moon”), o el grupo religioso ''La Familia'' (comúnmente llamado los “Niños de Dios”), así como la Sociedad Bíblica y Tratadística de la Torre Vigía (comúnmente llamada “[[Testigos de Jehová]]”).</ref> de forma sistemática, dieron en omitir o excluir de sus propias versiones y ediciones de la Biblia, todos los documentos propios del texto griego.


Uno de los mayores argumentos de sus opositores —si no es que acaso el único—, ha sido su omisión del canon del Tanaj, o tal vez su posible supresión de un canon consensual aún más antiguo, como algunos autores sugieren. Las líneas de argumentos posteriores son mucho más recientes, y en el fondo se trata de excusas secundarias para sintonizar a la razón con la conciencia ([[racionalización colectiva de masas]]): aquellos que rechazan estos libros, lo hacen “por defecto”, porque es lo que dicta un sistema de tipo doctrinal-confesional, basándose en las breves, escuetas y tardías referencias del Sínodo de Jamnia, de [[Jerónimo de Estridón]], y algunos otros [[padres de la iglesia]], seguidas muy de lejos en la línea del tiempo por [[Lutero]], y otros reformadores protestantes del [[Siglo XVI]], y luego posteriormente asumidas por las masas como parte integral del ''paquete'' de dogmas y de normas de los protestantismos de todas las tendencias:
«Ella [la iglesia] también se preocupó por su “canon”, o sea “lista oficial” de libros, que fue precisado por el Sínodo de Roma con el papa Dámaso en el año [[382]]. Esta lista abarcaba la mayoría de los libros propios de la Biblia griega.» —Ramón Ricciardi & Bernardo Hurault, en “La Nueva Biblia”.<ref name=autogenerated1 />


«En el Siglo XVI, los protestantes pusieron en tela de juicio las decisiones de la iglesia primitiva. Prefirieron conformarse al decreto de los fariseos del año 95 y rechazaron los libros deuterocanónicos, o sea propios de la Biblia griega.» —Ramón Ricciardi & Bernardo Hurault, en “La Nueva Biblia”.<ref name=autogenerated1 />
De hecho, fueron múltiples y muy reiterativos los foros eclesiásticos en que se aprobó, o se '''ratificó''', la inclusión sin ambages de múltiples libros que habían sido objeto de contradicciones, a las colecciones de textos y escritos sagrados:


Para justificar su gran tendencia a la exclusión, algunos protestantes y fundamentalistas evocan contra ellos las posturas de algunos de los [[padres de la iglesia]], y muy especialmente, de Jerónimo:
* Concilio II de Roma ([[382]])
* Concilio III de Hipona ([[393]])
* Concilio III de Cartago ([[397]])
* Concilio IV de Cartago ([[419]])
* Concilio II de Trullo ([[692]])
* Concilio de Florencia ([[1441]])
* Concilio de Trento ([[1546]])

== Los deuterocanónicos de acuerdo a las distintas tradiciones ==
Los mil años siguientes, nadie volvió a impugnar la legitimidad de estos documentos. Sólo unos once siglos yendo más adelante en la línea del tiempo, el autoproclamado “Doctor” [[Martín Lutero]] ([[1521]]), debido a su excesiva simpleza e ignorancia de virtualmente '''todas''' las series de detalles de todos los sucesos y los antecedentes de la conformación de todo el canon bíblico, juzgó muy pertinente volver a retomar las decisiones tomadas por '''judíos''' en relación al canon de los escritos bíblicos. La mal documentada postura de Lutero en relación al mismo fue seguida, a su vez, por el resto de los [[reforma protestante|reformadores protestantes]] del [[Siglo XVI]], y luego fue asumida de manera ''[[dogma|dogmática]]'' por muchos de los grupos [[protestante]]s,<ref>La expresión ''“protestantes”'' incluye a las iglesias [[Comunión Anglicana|angloepiscopalianas]], [[Iglesias evangélicas|evangélicas]], [[anabaptismo|anabaptistas]], [[fundamentalismo cristiano|fundamentalistas]], [[sabatista]]s, [[Pentecostalismo|pentecostales]], [[Neopentecostalismo|neopentecostales]].</ref> así como por grupos cristianos más diversos.<ref>De estos otros grupos, citamos, como ejemplos, la [[Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días]] (comúnmente llamada la Iglesia “de Mormón”, o la Iglesia “Mormona”), o la ''Federación de Familias por la Paz y la Unificación Mundial'' (comúnmente llamada la [[Iglesia de la Unificación]], o la Iglesia “de Moon”), o el grupo religioso ''La Familia'' (comúnmente llamado los “Niños de Dios”), así como la Sociedad Bíblica y Tratadística de la Torre Vigía (comúnmente llamada “[[Testigos de Jehová]]”).</ref> Ésta es la razón principal por la cual muchos grupos cristianos, de forma sistemática, han dado en suprimir, omitir o excluir, de muchas de sus propias versiones y ediciones de los escritos bíblicos, todos los documentos propios del texto griego del Viejo Testamento.

Un hecho deplorable es que, a raíz de esto, y dada la influencia, tutela y primacía del mundo de habla inglesa, al menos al presente, muchos pueblos del mundo (confesiones aparte), sólo de forma vaga, basada en referencias retomadas de fundamentalismos arcaizantes, conocen estos libros por el nombre de '''“Apocrypha”''', y no han tenido acceso a muchos inquietantes, y muy interesantes aspectos y detalles, tocantes a la historia de la conformación del canon de la Biblia, el libro más leído, y el menos comprendido, del mundo occidental.

En parte motivados por hechos como éstos, en las últimas décadas, los grupos protestantes y fundamentalistas de [[América Latina]], han venido tratando de desacreditarlos de forma muy abrupta y agresiva, esgrimiendo en su contra argumentos [[teología|teológicos]] bastante elaborados, que enfatizan aspectos de algunos de estos textos que parecen extraños respecto del Tanaj, y del llamado [[judaísmo ortodoxo]], y, por ello, llamándolos, de forma reiterada, “espurios”, “extrabíblicos”, y epítetos afines.

No obstante lo anterior, algunas importantes iglesias protestantes —las más reconocidas por las ciencias geográficas e históricas— encomian los valores humanos y morales contenidos en estos documentos, mismos que consideran “lectura provechosa y moralizadora”; y algunos de estos grupos, entre los que se cuentan iglesias [[luterana]]s, [[bautista]]s y [[anglicana]]s de carácter local, o semiindependiente, grupos [[anabaptista]]s ([[amish]] y [[menonita]]s), guardan la tradición de incluir en sus Biblias los deuterocanónicos.

En razón de lo cual, algunas importantes Biblias protestantes, tales como la [[Biblia de Lutero]], la [[Biblia de Gustavo Vasa]] de [[Suecia]], la Biblia de [[Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra]] (la famosa [[King James Version]] inglesa, de [[1611]]), así como también la Biblia castellana [[Reina-Valera]], en su edición original, de [[Casiodoro de Reina]] ([[Basilea]], [[1569]]), llamada [[Biblia del Oso]],<ref>Usted puede tener acceso en línea a los textos completos de la ''Biblia del Oso'' en formato compilable de archivo escanográfico en el sitio de la [http://bdigital.sib.uc.pt/poc/arq/Monografias/LivroAntigo/UCBG-2-9-4-8/UCBG-2-9-4-8_item1/P9.html ''Biblioteca General Digital'' de la ''Universidad de Coimbra''].</ref> y en su primera revisión, de [[Cipriano de Valera]] ([[Ámsterdam]], [[1602]]), llamada [[Biblia del Cántaro]],<ref>Usted puede tener acceso en línea a los textos completos de la ''Biblia del Cántaro'' en formato descargable de archivo PDF en el sitio de [http://books.google.es/books?id=QgEIlTOPQhwC&printsec=frontcover ''Libros'' de ''Google.com''].</ref> incluyen estos libros, si bien en términos distintos, y, consecuentemente, de acuerdo con distintos criterios aplicados al orden de los libros. ([[Casiodoro de Reina]] los incluye de lleno, sin hacer distinciones, entre los otros textos del [[Antiguo Testamento]]. [[Cipriano de Valera]], por su parte, los toma y los reúne en un apéndice aparte bajo el rubro de '''“Apocryphos”''', pero sin omitirlos.)

Y en los últimos años, poco a poco ha salido a la luz, por ejemplo, el hecho de que algunos editores de los escritos bíblicos preferían producir versiones y ediciones de la Biblia sin deuterocanónicos, no tanto por cuestiones de “pureza” de orden doctrinal, sino, sencillamente, por cuestiones de [[costo de producción|costos productivos]], y por cuestiones prácticas, tales como mayor sencillez de manejo, y de asimilación de contenidos, con todo lo que esto significa en términos de tipo intelectual. [Cuestiones que en las décadas recientes finalmente han quedado solventadas debido al desarrollo de las ciencias, de las tecnologías, y de las disciplinas humanísticas.]

A raíz de lo cual, hermosas ediciones en diseño facsímil, lujosa y primorosamente encuadernadas, de estos importantes documentos han sido relanzadas en forma de ediciones especiales, en los años de [[1992]] y [[2002]], en conmemoración del quinto centenario del encuentro del [[Viejo Mundo|Viejo]] y [[Nuevo Mundo]], y del cuarto centenario de la publicación de la edición Valera, de [[1602]], de forma respectiva. Y, más recientemente, en el año [[2009]], en conmemoración del 440 aniversario de la versión de Reina, de [[1569]], la [[Sociedad Bíblica de España]] tuvo a bien presentar formalmente ante todas las instancias culturales de [[España]] una nueva edición de la Reina-Valera Actualizada, de [[1995]], edición en la cual han sido reinsertados parcialmente<ref>Han sido omitidos el Prólogo del Libro de Sirácides, y el Introito del Libro de las Lamentaciones, así como el Epígrafe a la Epístola de Jeremías del Capítulo 6 del Libro de Baruc, aun cuando estos tres breves escritos bíblicos pueden leerse al menos en la Biblia de Reina, y al menos el primero y el tercero de estos breves textos han sido respetados por Valera en su Edición de 1602.</ref> nueve de los doce<ref>Han sido omitidos la Oración de Manasés, junto a su respectivo Epígrafe, y los Libros III y IV de Esdras, que fueron incluidos de forma original en este documento.</ref> documentos deuterocanónicos incluidos por Reina, de acuerdo con el orden seguido por Valera, y que lleva por título: '''“La Biblia del Siglo de Oro”'''.<ref>[http://www.protestantedigital.com/new/nowleernoticia.php?n=13974 'La Biblia del Siglo de Oro', 440 aniversario de la joya de Reina y Valera, en la Biblioteca Nacional], ''Protestante Digital'', Madrid, 20 de Junio de 2009.</ref>

== Series de distintos valores canónicos ==
Grupos protestantes impugnan los textos bajo el argumento de que en al menos algunos Concilios, la iglesia latina llegó a distinguirlos de los otros libros y escritos sagrados, al decir que éstos eran ''“eclesiásticos, aunque no sagrados”''. Estas expresiones, y otras afines, han sido juzgadas por los protestantes como desaciertos o vacilaciones que indican la falta de fiabilidad de la iglesia latina. Para estos grupos sería sorprendente llegar a enterarse de que las distintas iglesias de oriente han desarrollado series de criterios bastante complejos en que se contempla la pluralidad de ''hasta unos '''nueve''' distintos valores canónicos'' para los distintos libros de la Biblia; la cual, para ellos esta conformada por series de libros:

* Divinos
* Sagrados
* Venerables
* Inspirados
* Genuinos
* Canónicos
* Canonizados
* Eclesiásticos
* Recomendables

Dicho de otra forma, todas las distintas iglesias de oriente siguen una serie de pautas comunes, de acuerdo a las cuales, entre los escritos propios de la Biblia, no todos son divinos, no todos son sagrados, no todos son venerables, no todos son inspirados, no todos son genuinos, no todos son canónicos, no todos son canonizados, no todos son eclesiásticos, y no todos son recomendables. Sin embargo, todos entran en al menos uno de los nueve distintos criterios de valor canónico, de hecho, hay algunos que entran en varios simultáneamente. A pesar de esto, no debe pensarse que los textos propios de la Biblia griega sean relegados a categorías menos agraciadas que los otros libros. A este respecto, hay muchas sorpresas realmente importantes.

En vista de estos detalles, a nadie le debe causar extrañeza que una eminencia en exégesis bíblica, como fue [[Bruce Metzger]] ([[1914]]-[[2007]]), autor de decenas de libros, estudios y ensayos sobre el canon bíblico, colaborador de múltiples versiones y ediciones bíblicas inglesas modernas, y, a raíz de ello, uno de los más renombrados exégetas bíblicos de los últimos tiempos, haya sorprendido y causado revuelo, y hasta enemistades, entre sus colegas de ideas protestantes, cuando en sus escritos fue dejando en claro progresivamente que él apoyaba todas estas series de posturas propias de la iglesia cristiana ortodoxa sobre el canon bíblico. [Para enfatizar la importancia del hecho, cabe hacer mención de que Metzger era un eminente pastor protestante egresado de [[Princeton]].]

== Criterios de valor ==
A fin de propiciar a los lectores alguna perspectiva más extensa sobre estos documentos, aquí se ha procurado bosquejar algunas suaves líneas de argumentos esgrimidos en torno de cuestiones referentes a su “sacralidad” o carácter de “textos sagrados”; puntualizando el hecho del inmenso valor [[cultura]]l, [[Historia|histórico]], [[Antropología|antropológico]], [[Ética|ético]] y [[Axiología|axiológico]] que estos documentos de hecho han revestido en la mentalidad de al menos una parte importante del mundo.

(Aun cuando, en el mundo occidental, el papado romano proscribió la lectura de la Biblia de manos de sus fieles durante muchos siglos, se debe comprender que, en el Oriente, la lectura habitual, asidua y reflexiva de la Biblia —con deuterocanónicos— es una tradición muy ancestral, amada y venerada por las comunidades y núcleos familiares cristianos ortodoxos y orientales a través de los siglos, y que, por otra parte, las enseñanzas bíblicas y la [[historia sagrada]] —con deuterocanónicos—, jamás fueron ajenas a la mentalidad de los fieles y adeptos católicos romanos, aun sin acudir de manera directa al texto de la Biblia, y que, desde el [[Concilio Vaticano II]] ([[1962]]-[[1965]]), millones de creyentes católicos romanos, de todas partes del mundo, y de todas las edades, se han familiarizado con ediciones bíblicas que incluyen estos libros, y juzgan incompletas las ediciones bíblicas desprovistas de ellos.)

De la misma manera, independientemente, y mucho más allá, de toda perspectiva de tipo doctrinal, confesional, sectario o partidista, los deuterocanónicos merecen ser leídos y apreciados, no sólo como textos revestidos de un carácter “divino”, “sagrado” o “inspirado” —que, en vista de los hechos relativos a ellos, así como a su historia, y a los significados a ellos vinculados, jamás en realidad ha sido necesario para ellos—, sino como valiosas expresiones de la cultura humana, y genuinas joyas de la literatura sagrada, religiosa, moral y sapiencial, e incluso universal; pues no pierden vigencia, y adquieren más valor al pasar de los siglos.

=== De Jamnia a Jerónimo ===
Uno de los mayores argumentos de sus impugnadores —y el único de fondo—, ha sido su omisión del canon del Tanaj, o tal vez su posible supresión de un canon consensual aún más antiguo; que es lo que plantean algunos estudiosos del Canon de la Biblia. (Debe considerarse que, independientemente de la veracidad y la certeza de este planteamiento secundario, hoy es un hecho claro que la definición del Canon del Tanaj '''no''' fue una decisión universal de todas las distintas familias israelitas.)

Por desconocimiento de la historia de la conformación temprana de la Biblia —acorde al incluyente Canon griego, a pesar de que éste nunca fue definido de manera tajante antes del Siglo IV de la Era Cristiana—, algunos de los [[padres de la iglesia]] buscaron apartarse de este Canon —más amplio e incluyente—, y volverse adherentes al Canon del Tanaj —al cual ellos creían delimitada la parte de la Biblia que Cristo y sus discípulos habían recibido de sus “padres” o ancestros “judíos” (nótese las comillas)—.

Sin embargo, hoy se sabe que dicha transición fue mucho más compleja de lo que imaginaban los padres de la iglesia; a pesar de lo cual, para justificar su enorme propensión a la exclusión, los fundamentalistas evocan contra ellos las posturas de aquellos de los padres de la iglesia que habían intentado '''asimilar''' el Canon del Antiguo Testamento de la '''Biblia''' '''cristiana''' al Canon del '''Tanaj''' de los '''judíos''', y muy especialmente, de Jerónimo:


«Evite ella [la iglesia] todos los escritos apócrifos. Y, si es inducida a leer los tales, no por la verdad de las doctrinas que contienen, sino por respeto de los milagros contenidos en ellos, comprenda ella que no fueron realmente escritos por aquellos a quienes se los atribuye, que en ellos se han introducido muchos elementos imperfectos, y que se requiere infinita discreción para buscar oro en medio de la escoria.» —Epístola CVII de Jerónimo a Leta, Párrafo 23.
«Evite ella [la iglesia] todos los escritos apócrifos. Y, si es inducida a leer los tales, no por la verdad de las doctrinas que contienen, sino por respeto de los milagros contenidos en ellos, comprenda ella que no fueron realmente escritos por aquellos a quienes se los atribuye, que en ellos se han introducido muchos elementos imperfectos, y que se requiere infinita discreción para buscar oro en medio de la escoria.» —Epístola CVII de Jerónimo a Leta, Párrafo 23.


Un dato relevante que muchos desconocen, sin embargo, es que muchos de ellos (los padres de la iglesia) no basaban sus tesis en argumentos “sólidos” de carácter [[Teología|teológico]], sino más bien en tesis que hoy serían tenidas por “espurias”; pues se fundamentaban en ideas de [[pensamiento mágico]], [[misticismo|místico]] y [[esoterismo|esotérico]].
Un dato relevante que muchos desconocen, sin embargo, es que muchos de ellos (los padres de la iglesia) no basaban sus tesis en argumentos “sólidos” de carácter [[Teología|teológico]], sino en ideas “espurias”, de [[pensamiento mágico]], [[misticismo|místico]] y [[esoterismo|esotérico]]. En su ''Prólogo al Libro de los Reyes'', por ejemplo, Jerónimo diserta una tediosa, y muy reiterativa perorata, para justificar y sustentar su propia tesis personal de que los libros del “Antiguo Testamento” debían ser 22, porque ese era el número de letras del [[alfabeto hebreo]], [[alfabeto arameo|arameo]], [[alfabeto siríaco|siríaco]] y [[alfabeto caldeo|caldeo]]; lo cual significaba, según él, que Dios había dispuesto que tal era la suma de textos necesarios para ilustrar la fe de los judíos piadosos, antes de recibir la luz del [[cristianismo]]. [Con ello queda claro que este “Doctor Máximo” veía, de forma exacerbada, y aun supersticiosamente literal, los libros del Antiguo Testamento, como un ''“ABC”'' de la fe y la piedad, o un ''“de la A a la Z”'', como se dice ahora <!-- 2009 -->.]


Es justo enfatizar que, fuera de estas series de criterios descontextualizados, no hay argumentos sólidos para desestimar o cuestionar, de manera tajante, el valor o el carácter histórico o moral de dichos documentos. Aun cuando queda claro que, a nivel [[Exégesis|exegético]], ha sido ciertamente muy laxa y relajada la labor realizada por exégetas bíblicos de todos los contextos; ya que, en pleno [[Siglo XXI]], a más de veinte siglos de la [[Era Cristiana]], aún no se ha estudiado, de forma concienzuda y ordenada, profunda y detallada, y no comprometida con alguna postura confesional concreta, hechos muy importantes relativos a ellos (los deuterocanónicos).
En su ''Prólogo al Libro de los Reyes'', por ejemplo, Jerónimo diserta una tediosa, y muy reiterativa perorata, para justificar su tesis personal de que los libros del Viejo Testamento —al cual solía llamar la ''“Antigua Ley”''—, debían ser 22, porque ese era el número de letras del [[alfabeto hebreo]], [[alfabeto arameo|arameo]], [[alfabeto siríaco|siríaco]] y [[alfabeto caldeo|caldeo]].


Y, muy especialmente, respecto del origen y la autenticidad de los escritos bíblicos propios del texto griego, la labor exegética de muchos escolares de la Biblia ha sido, en efecto, muy 'parca' y 'recatada'; ya que muchos de ellos, incluso los católicos, han hecho concesiones excesivas a algunas posiciones dogmáticas concretas y fundamentalistas al abordar el tema de los antecedentes geográficos e históricos de estos documentos.
Jerónimo afirmaba que esto indicaba que Dios había dispuesto que tal era la suma de textos necesarios para ilustrar la fe de los judíos piadosos, antes de recibir la luz del [[cristianismo]]. Con esta observación queda de manifiesto que este “Doctor Máximo” veía, de forma exacerbada, y aun supersticiosamente literal, los libros del Antiguo Testamento, como un ''“ABC”'' de la fe y la piedad, o un ''“de la A a la Z”'', como se dice ahora <!-- 2009 -->:


Para efectos de estudio, en seguida se cita una serie sumaria con ejemplos de puntos exegéticos en donde se presentan algunas omisiones y lagunas en cuanto a la labor y participación de escuelas y estudiosos de los escritos bíblicos:
«Hay veintidós letras entre los hebreos, como también es atestiguado por la lengua de los sirios y de los caldeos, que es en general similar al hebreo; porque estos veintidós elementos también tienen el mismo sonido, pero diversos caracteres. Los samaritanos todavía escriben el Pentateuco de Moisés en el mismo número de letras, sólo diferencian en formas y puntos. Y Esdras, el escribano y doctor de la ley, después de la captura de Jerusalén y la reconstrucción del templo bajo Zorobabel, inventa seguramente otras letras, que ahora utilizamos, cuando hasta ese tiempo los caracteres de los samaritanos y de los hebreos eran iguales. En el Libro de los Números este mismo total también místicamente es demostrado por el censo de los levitas y los sacerdotes. Y encontramos en ciertos rollos griegos a este día el nombre de cuatro letras de Dios escrito en las letras antiguas. Pero también el Salmo 36, y el 110, y el 111, y el 118, y el 144, aunque esté escrito con diverso metro. Son, sin embargo, urdidos con un alfabeto del mismo número. Y en las Lamentaciones de Jeremías, y su rezo, también en el final de los Proverbios de Salomón desde ese lugar en el cual él dice “¿Quién puede encontrar a una mujer fuerte?” son contados por el mismo alfabeto o secciones. Además, cinco de las letras entre ellas son dobles: caph, mem, nun, phe, sade. Porque ellos escriben con estas una forma al principio y en el medio de las palabras, y otra en el extremo. Por lo cuál también son considerados cinco los libros dobles por la mayoría: Samuel, Malachim, Dabre Iamim, Esdras, Jeremías con Cinoth, que es sus Lamentaciones. Por lo tanto, justo como hay veintidós elementos, por los cuales escribimos en hebreo todo que decimos, y la voz humana está comprendida de sus principios, así veintidós rollos son contados, por cuales letras y escrituras un hombre justo es instruido en la doctrina de Dios, como tenido en tierna infancia y aún siendo cuidado. Y hay, así, además, veintidós libros en la Antigua Ley, que es, cinco de Moisés, ocho de los Profetas, nueve de los Hagiógrafos. Aunque algunos puedan escribir a Ruth y Lamentaciones entre los Hagiógrafos, y piensen en la cuenta de estos libros entre su número, y entonces por esto para tener veinticuatro libros de la Antigua Ley, que la Apocalipsis de Juan introduce bajo número de veinticuatro ancianos que adoran el cordero y ofreciendo sus coronas, postrados sobre sus rostros, y gritando con voz incesante: “Santo, santo, santo, Señor Dios omnipotente, que era y que es, y que será.”» —Jerónimo de Estridón, en su “Prólogo” a los Libros de los Reyes.


# Se afirma a la ligera que el Capítulo 6 del Libro de Baruc (Carta de Jeremías), data del año 100 a.C., cuando la realidad es que esta datación sólo se fundamenta en la mención que se hace de ella en otro documento tan tardío como 2 Macabeos (2 Macabeos 2:1-3), así como en la ausencia de fuentes fidedignas anteriores a éste que avalen este texto, y '''no''' en estudios serios que impidan asociarla de forma más directa e inmediata a hechos enmarcados dentro de los contextos geográficos e históricos de todo el Medio Oriente, al tiempo del exilio babilónico.
=== 1,100 años después ===
# Se afirma a la ligera que el Libro de Judit es sólo una novela; afirmación fundada solamente en la tesis de que el nombre ''“Betulia”'' se parece a la voz hebrea ''“betulah”'', que significa ''“virgen”'' —a pesar de que el libro jamás ha pretendido presentar a Judit como si se tratase de una ''“esposa virgen”'', o de una ''“viuda virgen”''—. La conclusión de aquellos que siguen esa tesis ha sido que el autor debe haberse inventado toda la geografía del lugar. Y nadie, o casi nadie, se ha dado a la tarea de rescatar el hecho de la similitud del nombre griego de Betulia con el correspondiente nombre hebreo de ''“Betuel”'', la antigua capital del desaparecido reino simeonita, así como tampoco del resto de lugares y ciudades citados en el libro.
Las líneas de argumentos posteriores son mucho más recientes, y en el fondo se trata de excusas secundarias para sintonizar a la razón con la conciencia ([[racionalización colectiva de masas]]): aquellos que rechazan estos libros, lo hacen “por defecto”, porque es lo que dicta un sistema de tipo doctrinal-confesional, basándose en las breves, escuetas y tardías referencias del Sínodo de Jamnia, de [[Jerónimo de Estridón]], y algunos otros [[padres de la iglesia]], seguidas muy de lejos en la línea del tiempo por [[Lutero]], y otros reformadores protestantes del [[Siglo XVI]], y luego posteriormente asumidas por las masas como parte integral del ''paquete'' de dogmas y de normas de los protestantismos de todas las tendencias:
# Por cuanto se refiere a los Capítulos 13 y 14 del Libro de Daniel, en los cuales se narra la [[Historia de Susana]] y la [[Historia de Bel y el Dragón]], por desconocimiento del texto griego antiguo de estos documentos, así como del resto del Libro de Daniel, millares de 'estudiosos' se refieren a ellos como 'adiciones griegas' al Libro de Daniel, cuando la realidad es que, en el texto griego de estos documentos, existen evidencias sumamente concretas de que estos dos escritos son previos a la fama de místico y vidente de este personaje, así como también al resto de los textos con los que fue ensamblado —real y literalmente ensamblado— el Libro de Daniel. Confróntese, al respecto, Susana OG 44 y 63, y Bel OG 1 y 2.
# Comúnmente se habla de una presupuesta ''unidad escriturística'' mostrada por los doce capítulos comúnmente aceptados del Libro de Daniel, que excluye de este libro las partes y pasajes propios del texto griego, porque se fundamenta tan sólo en el estudio escriturístico del [[texto masorético]] de las partes hebreas y caldeas de este documento, que fueron retocadas en fechas muy tardías, y se ha desestimado la moción de hacer estudios detallados del texto griego antiguo de todos los escritos del Libro de Daniel, transcritos a partir de fuentes primigenias bastante más antiguas que el texto masorético; lo cual demostraría, con certeza total, que toda la presunta unidad escriturística del texto hebreo y caldeo del Libro de Daniel, proviene de las mentes revisoras de este documento, y no de los archivos arameos de donde se tomaron los escritos con que se armó este libro.
# Algo muy parecido se puede aseverar respecto del estudio de los Libros de [1 y 2 ]Crónicas y Esdras[ y Nehemías], los libros ''“del cronista”''; el cual lleva consigo los dudosos principios por las cuales se excluye de este grupo de libros al llamado 3 Esdras —llamado 1 Esdras por la iglesia oriental—, el cual relata hechos datados en el largo período de tiempo que ha sido ''“omitido”'' por Crónicas y Esdras.


Un hecho deplorable es que, a raíz de todo la anteriormente expuesto, y dada la influencia, tutela y primacía del mundo de habla inglesa, al menos al presente, muchos pueblos del mundo (confesiones aparte), sólo de forma vaga, basada en referencias retomadas de fundamentalismos arcaizantes, conocen estos libros por el nombre de '''“Apocrypha”''', y no han tenido acceso a muchos inquietantes, y muy interesantes aspectos y detalles, tocantes a la historia de la conformación del canon de la Biblia, el libro más leído, y el menos comprendido, del mundo occidental. En parte motivados por hechos como éstos, en las últimas décadas, los grupos protestantes y fundamentalistas de [[América Latina]], han venido tratando de desacreditarlos de forma muy abrupta y agresiva, esgrimiendo en su contra argumentos [[teología|teológicos]] bastante elaborados, que enfatizan aspectos de algunos de estos textos que parecen extraños respecto del Tanaj, y del llamado [[judaísmo ortodoxo]], y, por ello, llamándolos, de forma reiterada, “espurios”, “extrabíblicos”, y epítetos afines.
«En el Siglo XVI, los protestantes pusieron en tela de juicio las decisiones de la iglesia primitiva. Prefirieron conformarse al decreto de los fariseos del año 95 y rechazaron los libros deuterocanónicos, o sea propios de la Biblia griega.» —Ramón Ricciardi & Bernardo Hurault, en “La Nueva Biblia”.<ref name=autogenerated1 />


No obstante lo anterior, algunas importantes iglesias protestantes —las más reconocidas por las ciencias geográficas e históricas— encomian los valores humanos y morales contenidos en estos documentos, mismos que consideran “lectura provechosa y moralizadora”; y algunos de estos grupos, entre los que se cuentan iglesias [[luterana]]s, [[bautista]]s y [[anglicana]]s de carácter local, o semiindependiente, grupos [[anabaptista]]s, tales como los [[amish]], y algunos [[mennonita]]s, guardan la tradición de incluir en sus Biblias los deuterocanónicos.
Es justo enfatizar que, aparte de estos hechos descontextualizados, no hay argumentos sólidos para desestimar o cuestionar, de manera tajante, el valor o el carácter histórico, moral o sapiencial, de dichos documentos. Aun cuando queda claro que, a nivel de [[exégesis]], ha sido ciertamente muy laxa y relajada la labor realizada por exégetas bíblicos de todos los contextos.


En razón de lo cual, algunas importantes Biblias protestantes, tales como la [[Biblia de Lutero]], la [[Biblia de Gustavo Vasa]] de [[Suecia]], la Biblia de [[Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra]] (la famosa [[King James Version]] inglesa, de [[1611]]), así como también la Biblia castellana [[Reina-Valera]], en su edición original, de [[Casiodoro de Reina]] ([[Basilea]], [[1569]]), llamada [[Biblia del Oso]],<ref>Usted puede tener acceso en línea a los textos completos de la ''Biblia del Oso'' en formato compilable de archivo escanográfico en el sitio de la [http://bdigital.sib.uc.pt/poc/arq/Monografias/LivroAntigo/UCBG-2-9-4-8/UCBG-2-9-4-8_item1/P9.html ''Biblioteca General Digital'' de la ''Universidad de Coimbra''].</ref> y en su primera revisión, de [[Cipriano de Valera]] ([[Ámsterdam]], [[1602]]), llamada [[Biblia del Cántaro]],<ref>Usted puede tener acceso en línea a los textos completos de la ''Biblia del Cántaro'' en formato descargable de archivo PDF en el sitio de [http://books.google.com.mx/books?id=QgEIlTOPQhwC&printsec=frontcover ''Libros'' de ''Google.com''].</ref> incluyen estos libros, si bien en términos distintos, y, consecuentemente, de acuerdo con distintos criterios aplicados al orden de los libros. ([[Casiodoro de Reina]] los incluye de lleno, sin hacer distinciones, entre los otros textos del [[Antiguo Testamento]]. [[Cipriano de Valera]], por su parte, los toma y los reúne en un apéndice aparte bajo el rubro de '''“Apocryphos”''', pero sin omitirlos.)
Sólo para brindar una muy breve idea del terrible descuido con que los escolásticos y exégetas han tratado estos libros, debe puntualizarse el hecho de que aun en el presente, en pleno [[Siglo XXI]], a más de veinte siglos de la [[Era Cristiana]], muy pocos escolásticos se han dado a la tarea de tratar de estudiar, de forma concienzuda y ordenada, profunda y detallada, y no comprometida con alguna postura confesional concreta, hechos muy importantes relativos a ellos (los deuterocanónicos).


Y en los últimos años, poco a poco ha salido a la luz, por ejemplo, el hecho de que algunos promotores protestantes de los escritos bíblicos preferían producir versiones y ediciones de la Biblia sin deuterocanónicos, no tanto por cuestiones doctrinales, sino, sencillamente, por cuestiones de [[costo de producción|costos productivos]], y por cuestiones prácticas, tales como mayor sencillez de manejo, y de asimilación de contenidos. [Cuestiones que en las décadas recientes finalmente han quedado solventadas debido a los avances tecnológicos.]
=== Datación de los textos ===
En cuanto se refiere a las series de criterios asumidos para la datación de al menos una parte de estos documentos, la labor exegética de muchos escolares y estudiosos de los sagrados textos ha sido, en efecto, muy 'parca' y 'recatada'; ya que muchos de ellos, incluso los católicos, han hecho concesiones excesivas a algunas posiciones dogmáticas concretas y fundamentalistas al abordar el tema de los antecedentes geográficos e históricos de estos documentos.


A raíz de lo cual, hermosas ediciones en diseño facsímil, lujosa y primorosamente encuadernadas, de estos importantes documentos han sido relanzadas en forma de ediciones especiales, en los años de [[1992]] y [[2002]], en conmemoración del quinto centenario del encuentro del [[Viejo Mundo|Viejo]] y [[Nuevo Mundo]], y del cuarto centenario de la publicación de la edición Valera, de [[1602]], de forma respectiva. Y, más recientemente, en el año [[2009]], en conmemoración del 440 aniversario de la versión de Reina, de [[1569]], la [[Sociedad Bíblica de España]] tuvo a bien presentar formalmente ante todas las instancias culturales de [[España]] una nueva edición de la Reina-Valera Actualizada, de [[1995]], edición en la cual han sido reinsertados parcialmente<ref>Han sido omitidos el Prólogo del Libro de Sirácides, y el Introito del Libro de las Lamentaciones, así como el Epígrafe a la Epístola de Jeremías del Capítulo 6 del Libro de Baruc, aun cuando estos tres breves escritos bíblicos pueden leerse al menos en la Biblia de Reina, y al menos el primero y el tercero de estos breves textos han sido respetados por Valera en su Edición de 1602.</ref> nueve de los doce<ref>Han sido omitidos la Oración de Manasés, junto a su respectivo Epígrafe, y los Libros III y IV de Esdras, que fueron incluidos de forma original en este documento.</ref> documentos deuterocanónicos incluidos por Reina, de acuerdo con el orden seguido por Valera, y que lleva por título: '''“La Biblia del Siglo de Oro”'''.<ref>[http://www.protestantedigital.com/new/nowleernoticia.php?n=13974 'La Biblia del Siglo de Oro', 440 aniversario de la joya de Reina y Valera, en la Biblioteca Nacional], ''Protestante Digital'', Madrid, 20 de Junio de 2009.</ref>
Para efectos de estudio, en seguida se cita una serie sumaria con ejemplos de puntos exegéticos en donde se presentan algunas omisiones y lagunas en cuanto a la labor y participación de escuelas y estudiosos de los escritos bíblicos:

# Se afirma a la ligera que el Capítulo 6 del Libro de Baruc (Carta de Jeremías), data del año 100 a.C., cuando lo real es que tal datación solamente se basa en la mención que de ella se hace en otro documento tan tardío como 2 Macabeos (2 Macabeos 2:1-3), así como en la ausencia de fuentes fidedignas anteriores a éste que avalen este texto, y '''no''' en estudios serios de tipo antropológico que impidan asociarla de forma más directa e inmediata a hechos enmarcados dentro de los contextos geográficos e históricos de todo el Medio Oriente, al tiempo del exilio babilónico.
# Por cuanto se refiere a los Capítulos 13 y 14 del Libro de Daniel, en los cuales se narra la [[Historia de Susana]] y la [[Historia de Bel y el Dragón]], por el desconocimiento generalizado del texto griego antiguo (llamado '''“OG”''') de estos documentos, así como del resto del Libro de Daniel, cientos de ‘estudiosos’, y muchos millares de legos, suelen referirse a ellos como simples “adiciones griegas” al Libro de Daniel. Mas la realidad de estos documentos es mucho más compleja que un simple y sencillo status de “adiciones”. Y, por otra parte, es muy improbable que estos escritos fueran redactados de forma original por israelitas de habla y cultura griega. Pues, cuando se lee con detenimiento el texto griego antiguo de estos escritos, saltan a la vista ciertas evidencias bastante concretas que indican de forma puntual, decisiva y concluyente, que ambos escritos son previos a la fama de místico y vidente del personaje bíblico comúnmente asociado al nombre de Daniel. Y, por ello mismo, en ellos se brinda importantes detalles del antecedentes de que estos textos, de hecho, realmente, son '''aún más antiguos''' que el resto de textos y escritos aislados con que fue ensamblado —real y literalmente ensamblado— el Libro de Daniel. Confróntese, al respecto, Susana OG 44, y Bel OG 2 y 34-35; en donde a Daniel se lo menciona de la misma forma en que se lo hace con alguien que '''no''' es conocido. De la misma forma, léase Susana OG 6 y 60-63, y Bel OG 1; donde queda en claro que estos escritos eran tan ajenos a toda la fama y la gloria tardía del profeta, que en ellos, de hecho, '''jamás''' se intentó pretender que Daniel haya sido el protagonista de estos escritos.
# Los escrituristas suelen referirse a una presupuesta ''unidad escriturística'' mostrada por los doce capítulos comúnmente aceptados del Libro de Daniel, que excluye de este libro las partes y pasajes propios del texto griego. Sin embargo, esto tan sólo se basa en el estudio escriturístico del [[texto masorético]] de las partes hebreas y caldeas de este documento; las cuales, de hecho, fueron retocadas en fechas sumamente tardías. Y, por otra parte, en esos estudios se ha desestimado la idea de hacer un estudio serio y detallado de todos los textos griegos más antiguos de las diferentes series de pasajes de todo el presunto y supuesto Libro de Daniel. Estos textos griegos antiguos han sido transcritos a partir de fuentes hebreas y arameas mucho más antiguas que el texto masorético. Un estudio así bien podría demostrar, con certeza total, que toda la hallada unidad escriturística del texto hebreo y caldeo del Libro de Daniel, de hecho, proviene con toda certeza sólo de las mentes de los revisores judíos tardíos de esos escritos, y no de las fuentes hebreas y arameas de donde surgieron sueltos los escritos con los que más tarde fue armado este libro.
# Algo muy parecido puede aseverarse sobre la aparente unidad literaria que guardan los Libros de [1 y 2 ]Crónicas y Esdras[ y Nehemías] —comúnmente llamados ''libros “del cronista”''—; basada en los mismos dudosos principios; merced a los cuales se excluye de este conjunto de libros al libro llamado 3 Esdras —que es acogido de forma conjunta por todas las iglesias cristianas ortodoxas y orientales—. Este documento, llamado 1 Esdras por los ortodoxos, relata sucesos que pueden datarse sin problema alguno durante el exilio judío en Babilonia. Hechos numerosos que deliberadamente han sido ''“acallados”'' por los editores judíos puristas de [1 y 2 ]Crónicas y Esdras[ y Nehemías].


=== Judíos Vs. Israelitas ===
=== Judíos Vs. Israelitas ===
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# El [[Libro de la Sabiduría]], por ejemplo, refleja y representa, de forma muy temprana, cierta asimilación de ideas y valores propios de la cultura griega, y del [[neoplatonismo]] [[Filosofía|filosófico]], entre los israelitas asentados en [[Egipto]], y en todo el mundo clásico.
# El [[Libro de la Sabiduría]], por ejemplo, refleja y representa, de forma muy temprana, cierta asimilación de ideas y valores propios de la cultura griega, y del [[neoplatonismo]] [[Filosofía|filosófico]], entre los israelitas asentados en [[Egipto]], y en todo el mundo clásico.
# Confróntese, al respecto, pasajes y expresiones de este libro donde se desarrolla la doctrina de la inmortalidad del alma y la conciencia (Sabiduría 3:1—5:23) —la cual es un concepto completamente ajeno a los textos admitidos al Canon del Tanaj (Salmos 146:3-4, Eclesiastés 9:5-6), y que, por otra parte, llegó a ser asumido plenamente por Cristo y sus discípulos cristianos (Lucas 16:19-31)—.
# Confróntese, al respecto, pasajes y expresiones de este libro donde se desarrolla la doctrina de la inmortalidad del alma y la conciencia (Sabiduría 3:1—5:23) —la cual es un concepto completamente ajeno a los textos admitidos al Canon del Tanaj (Salmos 146:3-4, Eclesiastés 9:5-6), y que, por otra parte, llegó a ser asumido plenamente por Cristo y sus discípulos cristianos (Lucas 16:19-31)—.
# Ciertas enseñanzas concretas de Cristo, como pueden ser: '''[a]''' el principio de mutua expulsión, repulsión, repelencia, de las fuerzas del bien y del mal de los cuerpos y almas humanos (Mateo 12:26-28), '''[b]''' la noción o idea del Espíritu Santo como una entidad personal, o persona, que puede ofenderse sin tregua, o sin remisión (Mateo 12:31-32), '''[c]''' la noción o idea de que todo mortal deberá rendir cuentas de toda palabra, e incluso de aquellas que son despropósitos (Mateo 12:36), '''[d]''' la noción o idea del carácter activo de toda palabra, y de la condena del alma por la lengua (Mateo 12:37). Todas estas series de enseñanzas proceden de un solo discurso de Cristo asentado en un mismo pasaje de los Evangelios (Mateo 12:26-28,31-32,36-37). A pesar de ello, no son otra cosa sino inferencias o interpretaciones tardías de Cristo sobre lo asentado en un mismo pasaje del Libro de la Sabiduría (Sabiduría 1:4-11).
# Algunas enseñanzas concretas del Maestro en torno de la mutua repelencia, repulsión y expulsión de las fuerzas del bien y del mal del cuerpo y alma humanos (Mateo 12:26-28), la concepción o idea del Espíritu Santo como una entidad personal, o persona, que se puede ofender irremisiblemente (Mateo 12:31-32), la rendición de cuentas sobre toda palabra, por ociosa que sea (Mateo 12:36), la no-inutilidad de las palabras, y la condenación del alma por la lengua (Mateo 12:37), reunidas todas ellas en un mismo pasaje de Mateo (Mateo 12:26-28,31-32,36-37), son interpretaciones tardías del Maestro de un mismo pasaje de ese Libro de la Sabiduría (Sabiduría 1:4-11).
# Y algunas importantes concepciones teológicas de vital importancia para el dogma cristiano —tales como '''[a]''' el asedio constante de Cristo por parte de enemigos que intentaban perderlo (Mateo 12:10, 22:15-17, Marcos 3:2, 12:13-14, Lucas 6:7, 20:20-22, Juan 8:3-7), '''[b]''' porque los confrontaba echándoles en cara injusticias muy graves (Mateo 23:13-33), '''[c]''' porque reivindicaba un origen divino para sus enseñanzas (Juan 8:12-58, 15:15), '''[d]''' y porque declaraba ser el hijo de Dios (Mateo 26:63-64, 27:39-43, Lucas 22:70, Juan 1:47-51, 9:35-37, 10:24-38, 11:3-4, 19:6-7), '''[e]''' y porque avergonzaba los pobres pensamientos de sus opositores, aun sin ellos decirlos (Mateo 9:4, 12:25, Marcos 2:8, Lucas 5:22, 6:8, 11:17), '''[f]''' y despertaba en ellos intensos y profundos impulsos criminales de ira y de venganza reprimida, nada más de mirarlo (Lucas 4:29, 20:19, Juan 7:44, 8:59, 10:31 y 39), '''[g]''' y porque con sus actos, y con sus palabras, obras y enseñanzas, él contravenía los usos prevalentes en su entorno social (Mateo 9:10-13, Marcos 2:15-20, Lucas 5:29-35, 15:1-32), '''[h]''' y porque se abstenía de asumir tradiciones cultuales que eran importantes para los ritualistas y convencionalistas (Mateo 15:2-9), '''[i]''' y porque proclamaba de manera constante las bienaventuranzas de todos los justos (Mateo 5:1-12, Lucas 6:20-23), '''[j]''' y porque tantas veces les caía pesado al llamar a Dios “Padre” (Juan 10:31-36, Mateo 26:65-66, Lucas 22:71), '''[k]''' hasta que se reunieron para planear la idea de someterlo a juicio, con el expreso fin de quitarlo de en medio (Mateo 27:1), '''[l]''' haciéndolo pasar por interrogatorios a punta de golpes (Mateo 26:67, Marcos 14:65, Juan 18:22), '''[m]''' y luego por las burlas de la gente malvada hacia sus pretensiones de un origen divino (Mateo 27:39-43, Marcos 15:29-32, Lucas 23:35-39), '''[n]''' y por la infamia extrema que representaría el tormento elegido por ellos a fin de erradicarlo (Filipenses 2:8)—, y que luego fueron quedando plasmadas entre los resquicios de múltiples textos de la Nueva Alianza, todos estos hechos fueron retomados, de forma puntual, casi al pie de la letra, de un solo texto deuterocanónico, y que es el retrato del justo, de manera previa, fina y minuciosamente delineado en el Libro de la Sabiduría (Sabiduría 2:12-20).
# Muchas importantes concepciones teológicas de vital importancia para el dogma cristiano, y que luego fueron quedando plasmadas entre los resquicios de múltiples textos de la Nueva Alianza, fueron retomados de los documentos deuterocanónicos.
# Éstos son sólo algunos ejemplos de conceptos y doctrinas cristianas tomadas de esos libros; que, al igual que otras muchas, ilustran claramente el inmenso valor e interés que Cristo y sus discípulos atribuyeron siempre a los libros “apócrifos”, o deuterocanónicos.
# Un ejemplo muy claro y sencillo de ello son las numerosas series de detalles y aspectos sobre la persona, la vida y la obra de Cristo; como pueden ser: '''[a]''' el asedio constante de Cristo por parte de enemigos que intentaban perderlo (Mateo 12:10, 22:15-17, Marcos 3:2, 12:13-14, Lucas 6:7, 20:20-22, Juan 8:3-7), '''[b]''' que los confrontaba echándoles en cara graves injusticias (Mateo 23:13-33), '''[c]''' que reivindicaba el origen divino de sus enseñanzas (Juan 8:12-58, 15:15), '''[d]''' y que declaraba ser hijo de Dios (Mateo 26:63-64, 27:39-43, Lucas 22:70, Juan 1:47-51, 9:35-37, 10:24-38, 11:3-4, 19:6-7), '''[e]''' y que evidenciaba las pobres vergüenzas de los pensamientos de sus enemigos, aun sin que ellos debieran decirlos (Mateo 9:4, 12:25, Marcos 2:8, Lucas 5:22, 6:8, 11:17), '''[f]''' y que despertaba en ellos profundos e intensos impulsos de ira con sólo mirarlo (Lucas 4:29, 20:19, Juan 7:44, 8:59, 10:31 y 39), '''[g]''' y que, con sus actos, y con sus palabras, obras y enseñanzas, él contravenía los usos comunes y convencionales entre los judíos (Mateo 9:10-13, Marcos 2:15-20, Lucas 5:29-35, 15:1-32), '''[h]''' que los despreciaba de forma constante (Marcos 7:1-23, especialmente 6-7, Mateo 15:1-20, especialmente 7-9, en donde el sentido de la voz ''“hipócritas”'' nunca fue ''“farsantes”'', sino, exactamente, ''“faltos de criterio”''), '''[i]''' y que se abstenía de las tradiciones de los ritualistas y convenencieros (Marcos 7:1-23, especialmente 8-13, Mateo 15:1-20, especialmente 3-6), '''[j]''' y que él juzgaba dichas tradiciones como verdaderas fuentes de impureza, (Marcos 7:1-23, especialmente 14-23, Mateo 15:1-20, especialmente 10-20), '''[k]''' y que proclamaba de forma constante las dichas futuras de todos los justos (Mateo 5:1-12, Lucas 6:20-23), '''[l]''' y que tantas veces los impresionaba al llamar a Dios “Padre” (Juan 10:31-36, Mateo 26:65-66, Lucas 22:70-71), '''[m]''' y que conjuraron someterlo a juicio, aunque su objetivo ya era matarlo (Mateo 27:1), '''[n]''' que lo sometieron a un falso proceso de averiguaciones e interrogatorios a punta de golpes (Mateo 26:67, Marcos 14:65, Juan 18:22), '''[o]''' y que, cuando estaba siendo asesinado, muchos se mofaban de sus pretensiones de origen divino (Mateo 27:39-43, Marcos 15:29-32, Lucas 23:35-39), '''[p]''' y que recurrieron, para asesinarlo, al más afrentoso de todos los medios (Filipenses 2:8).
# Esta larga serie llena de importantes detalles y aspectos sobre la persona, la vida y la obra de Cristo, fueron retomados, de forma puntual, casi al pie de la letra, ya tan sólo de un breve pasaje de uno de esos escritos '''“'''''espurios'''''”''', y que es el retrato del justo, fina y minuciosamente delineado y dejado asentado en el Libro de la Sabiduría (Sabiduría 2:12-20).
# Éstos son sólo algunos ejemplos de conceptos y doctrinas cristianas tomadas de esos libros; que, al igual que otras muchas, ilustran claramente el inmenso valor e interés que Cristo y sus discípulos atribuyeron siempre a los libros '''“'''''apócrifos'''''”'''.
# Un tremendo valor e interés que ha empezado a salir a la luz, arrojando por tierra, decisivamente, viejas pretensiones de desinformados fundamentalistas de que estos textos nunca fueron buenas fuentes de doctrina para los cristianos, ni lo son ahora.
# Un tremendo valor e interés que ha empezado a salir a la luz, arrojando por tierra, decisivamente, viejas pretensiones de desinformados fundamentalistas de que estos textos nunca fueron buenas fuentes de doctrina para los cristianos, ni lo son ahora.
# Contrariamente a ello, debe tenerse en cuenta que estos documentos, los deuterocanónicos, han sido, en general, un poco más tardíos que el resto de los textos del Antiguo Testamento, y un poco más tempranos que los constitutivos del Nuevo Testamento.
# Contrariamente a ello, debe tenerse en cuenta que estos documentos, los deuterocanónicos, han sido, en general, un poco más tardíos que el resto de los textos del Antiguo Testamento, y un poco más tempranos que los constitutivos del Nuevo Testamento.
# Y que, en virtud de ello, los deuterocanónicos representan, de hecho, una continuidad lógica y necesaria, entre el resto de los textos del Antiguo Testamento, y todos los del Nuevo.
# Y que, en virtud de ello, los deuterocanónicos representan, de hecho, una continuidad lógica y necesaria, entre el resto de los textos del Antiguo Testamento, y todos los del Nuevo.
# Una continuidad histórica y geográfica que los desinformados y fundamentalistas jamás consideraron necesaria, porque asumían a ciegas la mal documentada noción o concepción de dos Alianzas, con dos cuerpos de textos terminales, y, consecuentemente, totalmente carentes de toda necesaria continuidad histórica, geográfica y lingüística; y no vieron la '''Biblia''' como un solo cuerpo de textos sagrados hecho por israelitas de múltiples escuelas y orígenes tribales, en un solo proceso que fue desarrollándose, de forma paulatina, continua y progresiva, durante sólo una larga saga en el tiempo, ciertamente más amplia, extensa y dilatada, y, simultáneamente, libre de ambigüedades; y que, por otra parte, halló en la lengua griega, finalmente, una gran unidad e integración lingüística que había de permitirle llegar a difundirse por todo el mundo clásico —integración lingüística que, al texto del Tanaj, por otra parte, la nunca solventada pluralidad lingüística, así como la gran rivalidad y arraigo intransigente de sus antiguas fuentes hebreas y arameas, jamás le permitieron llegar a recibir—.
# Una continuidad histórica y geográfica que los desinformados y fundamentalistas jamás consideraron necesaria, porque asumían a ciegas la mal documentada noción o concepción de dos Alianzas, con dos cuerpos de textos terminales, y, consecuentemente, totalmente carentes de toda necesaria continuidad histórica, geográfica y lingüística; y no vieron la '''Biblia''' como un solo cuerpo de textos sagrados hecho por israelitas de múltiples escuelas y orígenes tribales, en un solo proceso que fue desarrollándose, de forma paulatina, continua y progresiva, durante sólo un período, más amplio y más continuo, y halló en la lengua griega, finalmente, una gran unidad e integración lingüística que había de permitirle llegar a difundirse por todo el mundo clásico —integración lingüística que, al texto del Tanaj, por otra parte, la nunca solventada pluralidad lingüística, así como la gran rivalidad y arraigo intransigente de sus antiguas fuentes hebreas y arameas, jamás le permitieron llegar a recibir—.
# Una continuidad cultural e ideológica que los desinformados y fundamentalistas jamás consideraron necesaria, porque asumían a ciegas la mal documentada noción o concepción de que Cristo venía de aprender de manera directa de su Padre en el Cielo sus dichos y enseñanzas, posturas y actitudes; y no vieron a '''Cristo''' como un ser humano dotado de una gran capacidad psicoafectiva, moral, emocional y sensitiva, para interiorizar y comprender los ricos contenidos, profundamente humanos, y llenos de clamores y esperanzas, de reivindicaciones denegadas, de hambre y sed de justicia, de las antiguas tribus perdidas de Israel, ocultos en las letras de los libros propios del texto griego de la Biblia, de los cuales quedaron vestigios muy discretos, mas no por ello inciertos, por todos los resquicios del Nuevo Testamento —lo cual habría sido una visión bastante más real y racional, completa e integral, en múltiples sentidos—.
# Una continuidad cultural e ideológica que los desinformados y fundamentalistas jamás consideraron necesaria, porque asumían a ciegas la mal documentada noción o concepción de que Cristo venía de aprender de manera directa de su Padre en el Cielo sus dichos y enseñanzas, posturas y actitudes; y no vieron a '''Cristo''' como un ser humano dotado de una gran capacidad psicoafectiva, moral, emocional e sensitiva, para interiorizar y comprender los ricos contenidos, profundamente humanos, y llenos de clamores y esperanzas, de reivindicaciones denegadas, de hambre y sed de justicia, de las antiguas tribus perdidas de Israel, ocultos en las letras de los libros propios del texto griego de la Biblia —lo cual habría sido una visión bastante más real y racional, completa e integral, en múltiples sentidos—.
# Una continuidad lógica y necesaria que dio la pauta a Cristo, así como también a sus discípulos, para asumir de lleno que la “Revelación” no había finalizado con los textos escritos al final del exilio (quinientos años antes de Cristo y sus discípulos).
# Una continuidad lógica y necesaria que dio la pauta a Cristo, así como también a sus discípulos, para asumir de lleno que la “Revelación” no había finalizado con los textos escritos a la vuelta del exilio.
# Lo cual incentivó, por otra parte, la audaz iniciativa de Cristo y sus discípulos, de tratar de aportar, primero en forma oral, y después por escrito, en la “Revelación”, sus propias perspectivas en torno a problemáticas y temas de interés que incidían de lleno en la vida cotidiana de la gente sencilla de múltiples naciones de todo el Mundo Antiguo.
# Lo cual incentivó, por otra parte, la audaz iniciativa de Cristo y sus discípulos, de tratar de aportar, primero en forma oral, y después por escrito, en la “Revelación”, sus propias perspectivas en torno a problemáticas y temas de interés que incidían de lleno en la vida cotidiana de la gente sencilla de múltiples naciones de todo el Mundo Antiguo.
# Y, de esta iniciativa, surgió lo que hoy llamamos el [[Nuevo Testamento]].
# Y, de esta iniciativa, surgió lo que hoy llamamos el [[Nuevo Testamento]].
# Cuya compilación y redacción tardía no fue '''jamás''' prevista por los compiladores del texto del Tanaj.
# Cuya compilación y redacción tardía no fue jamás prevista por los compiladores del texto del Tanaj.
# Ya que, aun cuando aquéllos incluyeron en éste ciertas series de textos en donde se esbozaban aisladas referencias, implícitas o explícitas, a una “Nueva Alianza” (Jeremías 31:31), los rabinos judíos, es decir, de Judea, como siglos más tarde se registró en la historia, en realidad '''jamás''' contemplaron la idea de llegar agregar a su Tanaj, en un futuro próximo o lejano, otra serie de textos dedicados a un tema tan extraño, tan poco deseable a los ojos de ellos como es la noción de una “Nueva Alianza”, a nivel de sucesos, o un “Nuevo Testamento”, a nivel de compendios de escritos sagrados.
# Ya que, aun cuando aquéllos incluyeron en éste ciertas series de textos en donde se esbozaban aisladas referencias, implícitas o explícitas, a una “Nueva Alianza” (Jeremías 31:31), los rabinos judíos de Judea, como siglos más tarde se registró en la historia, en realidad ''jamás'' contemplaron la idea de llegar agregar a su Tanaj, en un futuro próximo o lejano, otra serie de textos dedicados a un tema tan extraño, tan poco deseable a los ojos de ellos como es la noción de una “Nueva Alianza”.
# Dado que los celosos rabinos de Judea tenían muy en claro las graves amenazas que las aspiraciones de tantos israelitas por una Nueva Alianza más universalista podían representar hacia la hegemonía de la teocracia jerosolimitana de Judea; y que, efectivamente, en los últimos siglos, desde la dispersión, ya habían comenzado a mermar su influencia, y que ahora empezaban a llegar a Judea desde la Galilea.
# Dado que los celosos rabinos de Judea tenían muy en claro las graves amenazas que las aspiraciones de tantos israelitas por una Nueva Alianza más universalista podían representar hacia la hegemonía de la teocracia jerosolimitana; y que, efectivamente, en los últimos siglos, desde la dispersión, ya habían comenzado a mermar su influencia, y que ahora empezaban a llegar a Judea desde la Galilea.
# A la luz de estos hechos, es bastante más fácil comprender la indispuesta actitud de recelo y reserva de los conservadores judíos de Judea hacia todo lo dicho o escrito por ciertos galileos marginados, discípulos de aquel pseudoprofeta irrespetuoso y rebelde, defensor de las causas de los desadaptados y proscritos sociales (Marcos 2:15-17), y que de tantas formas, y con tan proverbial vehemencia y elocuencia, defendiera el derecho de los más marginados y desdignificados entre los israelitas de las tribus perdidas —a quienes él llamaba '''“las ovejas perdidas de la Casa de Israel”''' (Mateo 10:5-6)— a recibir un trato más digno y más humano, y tal vez más fraterno, por parte del pueblo asentado en Judea, y en Jerusalén —a pesar de entender lo difícil que esto podía llegar a ser— (Mateo 23:37), en tanto que, a ellos, a ''los buenos judíos ortodoxos'' del Reino de Judá, celosos y orgullosos de la eximia pureza de su culto y linaje, gustaba confrontarlos, echándoles en cara la gran futilidad y vanidad de su acerbo egoísmo, mezquindad y soberbia (Mateo 23:15).
# A la luz de estos hechos, es bastante más fácil comprender la indispuesta actitud de recelo y reserva de los conservadores judíos de Judea hacia todo lo dicho o escrito por ciertos galileos marginados, discípulos de aquel pseudoprofeta irrespetuoso y rebelde, defensor de las causas de los desadaptados y proscritos sociales (Marcos 2:15-17), y que de tantas formas, y con tan proverbial vehemencia y elocuencia, defendiera el derecho de los más marginados y desdignificados entre los israelitas de las tribus perdidas —a quienes él llamaba '''“las ovejas perdidas de la Casa de Israel”''' (Mateo 10:5-6)— a un trato más digno, humano y fraterno, por parte del pueblo asentado en Judea, y en Jerusalem (Mateo 23:37), en tanto que, a ellos, a ''los buenos judíos ortodoxos'' del Reino de Judá, celosos y orgullosos de la eximia pureza de su culto y linaje, gustaba confrontarlos, echándoles en cara la gran futilidad y vanidad de su acerbo egoísmo, mezquindad y soberbia (Mateo 23:15).
# Con este antecedente, los cristianos del Siglo XXI, al margen de cuestiones denominacionales, o interconfesionales, deben tener en cuenta que, en caso de seguir reivindicando criterios y principios asumidos por grupos de rabinos [[Judaísmo ortodoxo|judíos ortodoxos]] en el momento histórico de la definición del canon del Tanaj, con base en esas mismas series de antecedentes, criterios y principios, tendría que asumirse que todos los escritos del [[Nuevo Testamento]], de la misma manera, y por las mismas causas, fuesen también [[apócrifos]].
# Con este antecedente, los cristianos del Siglo XXI, al margen de cuestiones denominacionales, o interconfesionales, deben tener en cuenta que, en caso de seguir reivindicando criterios y principios asumidos por grupos de rabinos [[Judaísmo ortodoxo|judíos ortodoxos]] en el momento histórico de la definición del canon del Tanaj, con base en esas mismas series de antecedentes, criterios y principios, tendría que asumirse que todos los escritos del [[Nuevo Testamento]], de la misma manera, y por las mismas causas, fuesen también [[apócrifos]].


=== De la sacralidad ===
=== De la sacralidad ===
==== “No dice ser sagrado…” ====
Otros opositores de los libros se fijan en los tipos de argumentos esgrimidos por algunos autores para justificar su iniciativa; citando como ejemplo el Prólogo del Libro de Sirácides (Sirácides 1a:1-36), y algunos pasajes de 2 Macabeos (2 Macabeos 2:19-32 y 15:37-39), a partir de los cuales infieren que estos textos brindan ''bastantes muestras'' de que no son escritos “sagrados” ni “inspirados”; lo cual suena tan raro como plantear la idea: “Si un texto no asevera haber sido inspirado, entonces no reviste autoridad moral o intelectual alguna.” O bien, lo que se antoja bastante más absurdo: “Si un escrito asevera haber sido inspirado, entonces sí reviste autoridad divina.”
Otros opositores de los libros se fijan en los tipos de argumentos esgrimidos por algunos autores para justificar su iniciativa; citando como ejemplo el Prólogo del Libro de Sirácides (Sirácides 1a:1-36), y algunos pasajes de 2 Macabeos (2 Macabeos 2:19-32 y 15:37-39), a partir de los cuales infieren que estos textos brindan ''bastantes muestras'' de que no son escritos “sagrados” ni “inspirados”; lo cual suena tan raro como plantear la idea: “Si un texto no asevera haber sido inspirado, entonces no reviste autoridad moral o intelectual alguna.” O bien, lo que se antoja bastante más absurdo: “Si un escrito asevera haber sido inspirado, entonces sí reviste autoridad divina.”


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Es justo enfatizar que los breves pasajes citados son muy buenos ejemplos de plan o anteproyecto de escritos literarios, bastante adelantados para el tiempo en que fueron redactados. Con el antecedente de que la mayoría de los escritos bíblicos, (con la honrosa excepción de ''Lucas'' y de ''Hechos''), carecen del aval de un plan o anteproyecto de trabajo tan rico y substancioso desde una perspectiva antropológica: los fines y objetivos de algunos de esos libros han ido apareciendo sólo en tiempos recientes, con base en minuciosos estudios exegéticos.
Es justo enfatizar que los breves pasajes citados son muy buenos ejemplos de plan o anteproyecto de escritos literarios, bastante adelantados para el tiempo en que fueron redactados. Con el antecedente de que la mayoría de los escritos bíblicos, (con la honrosa excepción de ''Lucas'' y de ''Hechos''), carecen del aval de un plan o anteproyecto de trabajo tan rico y substancioso desde una perspectiva antropológica: los fines y objetivos de algunos de esos libros han ido apareciendo sólo en tiempos recientes, con base en minuciosos estudios exegéticos.


Es preciso acotar, al llegar a este punto, que todos los escritos del Antiguo Testamento asimilados por el Tanaj judío, con la excepción del texto hebreo de [1 y 2 ]Crónicas y Esdras[ y Nehemías], fueron “canonizados” sin un proceso previo de selección basado en requisiciones, debida y ordenadamente registradas o bien documentadas en la historia, en torno a sus orígenes “humanos”.
A pesar de este hecho, no hay ningún creyente del fundamentalismo que afirme que los Libros de ''Lucas'' o de ''Hechos'' no hayan sido inspirados por el divino espíritu, tan sólo por el hecho de que en ellos su autor brinda algunos detalles ciertamente “indiscretos” de las motivaciones sencillamente humanas de la composición de estos documentos.


(De hecho, las antiguas tribus ''samaritanas'' '''sólo''' reconocían la inspiración y autoridad divina del ''Libro de la Ley'', ''Torá'' o ''Pentateuco'', mismo que preservaron en forma hebrea arcaica, bastante más antigua, prístina y primigenia que el [[Texto Masorético]] de dicho documento, y '''no''' reconocieron '''ninguno''' de los otros escritos admitidos en la lista de textos y escritos sagrados del Tanaj, que es el texto sagrado reunido y compilado por los judíos del Sur.)
==== ¿Quién los hizo sagrados? ====
Llegados a este punto, y ya que viene al caso sacar a relucir detalles más profundos en torno a los criterios más primarios para selección y la conformación del canon de los textos “sagrados” e “inspirados”, es justo hacer notar, por otra parte, que todos los escritos admitidos al canon del Tanaj fueron “canonizados”, o admitidos en éste, aun sin haber sido sometidos a algún proceso previo de selección de textos basado en la observancia y cumplimiento de series de criterios, o de requisiciones y exigencias de muy alto nivel, debida y ordenadamente registrado, o bien documentado.


Y, por lo que respecta a los Libros de Ester, y de Daniel —que son los dos escritos cuyas dos recensiones, la hebreo-aramea conocida, y la griega, retomada de algún original hebreo-arameo bastante más antiguo, presentan las mayores y más amplias divergencias textuales de todo el canon bíblico—, eran, precisamente, los últimos dos textos admitidos al canon del Tanaj, antes de la admisión, dentro del mismo, del texto hebreo-arameo de [1 y 2 ]Crónicas y Esdras[ y Nehemías]; lo cual ya por sí mismo contribuye a explicar en una gran medida las grandes diferencias existentes entre las dos distintas versiones conocidas de los mismos.
Y, por lo que respecta a los Libros de Ester, y de Daniel, que son los dos escritos cuyas dos recensiones, la hebreo[-aramea] conocida, y la griega, retomada de algún original hebreo[-arameo] bastante más antiguo, presentan las mayores y más amplias divergencias textuales de todo el canon bíblico, eran, precisamente, los dos últimos textos admitidos al Canon Palestinense, antes de la admisión, dentro del mismo, del texto hebreo de [1 y 2 ]Crónicas y Esdras[ y Nehemías]; lo cual ya por sí mismo contribuye a explicar en una gran medida las grandes diferencias entre las dos distintas versiones conocidas de los mismos.

==== La “cuestión samaritana” ====
# De hecho, las cuestiones a la conformación del canon del Tanaj son una realidad tan clara y tan patente a través de la historia del “pueblo de la Biblia”, que al menos una parte sumamente importante de las antiguas tribus del Reino de Israel —las tribus israelitas asentadas al centro de la “Tierra Prometida”, en la antigua región de Samaria, o los '''samaritanos'''—, '''sólo''' reconocían como textos sagrados, divinos o inspirados, los cinco documentos integrantes del ''Libro de la Ley'', ''Torá'' o ''Pentateuco'', documento que ellos lograron preservar en un estado arcaico, prístino y primigenio, escrito en un dialecto del hebreo transcrito en caracteres más antiguos que el [[Texto Masorético]] del Libro de la Ley tal como éste ha sido retocado en el Tanaj. Las tribus israelitas de Samaria '''jamás''' reconocieron como textos sagrados, divinos o inspirados, '''ninguno''' de los otros escritos del Tanaj, que es el texto sagrado reunido y compilado por los judíos del Reino sureño de Judá.

# Los Libros de los Reyes contienen un relato sobre el presunto origen de los '''samaritanos'''; de acuerdo con el cual, éstos no fueron nunca '''israelitas''' de sangre (2 Reyes 17:24-41). Estas impugnaciones a la genuinidad de estos '''israelitas''' lograron hallar eco en la mentalidad de múltiples autores de otros escritos bíblicos, que fueron acogidos por muchos '''israelitas''' de buena voluntad a través de los siglos. (Confróntese, al respecto, Sirácides 50:27-28, Mateo 10:5.)
# A pesar de lo antes planteado, hoy ninguna de estas versiones puede ser confiable: De hecho, la versión asentada en 2 Reyes nunca fue algo más que un intento temprano de '''sacar''' de la historia sagrada a todos aquellos grupos '''israelitas''' que, sencillamente, no estaban marchando de forma conjunta de acuerdo a los planes de grupos '''judíos''':
# Los grupos '''judíos''' propiamente dichos habían comenzado el proceso de “depuración” de las formas externas de todo su culto sagrado, y “deslindamiento” de todo vestigio que les recordase que todas sus fiestas, ritos y creencias habían surgido de los [[paganismo]]s y los [[chamanismo]]s comunes a todos los pueblos vecinos con los cuales ellos habían tenido contacto a través de los siglos. Para conseguirlo, contaban ahora con la asesoría de '''“médiums divinos”''' —hombres que prestaban a Yahveh sus cuerpos, a fin de que éste hablara o actuara a través de ellos—. (Acerca de estos [[médium]]s israelitas llamados [[profeta]]s, confróntese Jueces 3:10, 6:34, 11:29, 14:5-6, 15:14, 1 Samuel 10:6, 11:6, 2 Crónicas 15:1-2, 20:14-15, Daniel 5:10-12.)
# Los '''samaritanos''' habían rechazado esta asesoría, y, por consecuencia, no habían aceptado el carácter sagrado de ningún escrito de estos señores. Sólo recibían como textos sagrados los cinco primeros escritos que documentaban la historia y las leyes tempranas de los '''israelitas''' (o sea, el [[Pentateuco]]). Para estos grupos, [[Moisés]] no era sólo uno más entre esos “profetas”. Era '''su''' caudillo, '''su''' libertador, '''su''' legislador, y el autor de '''su''' historia. Y, por otra parte, sus formas de culto no eran [[purista]]s.
# A pesar de todo lo antes expuesto, los '''samaritanos''' sí eran, de hecho, '''israelitas''' de sangre. De no haberlo sido, como pretendían sus impugnadores, éstos nunca habrían podido explicar las razones por las cuales ellos, los '''samaritanos''', tenían por escritos sagrados los cinco primeros escritos del Tanaj judío, textos en los cuales habían quedado asentadas la historia y las leyes tempranas comunes a todos los grupos de antiguas tribus '''israelitas'''.
# Por lo que respecta al pasaje 2 Reyes 17:24-41, ya los estudiosos han determinado que éste es tan sólo un ensamble en que se reduce de forma excesiva series de conceptos representativos de varios contextos, y que se desprenden de fuentes diversas. Aquí sus palabras:

«'''2 Reyes 17:24''' Los versos 24-28 y 41 dan una visión simplificada de la repoblación del reino del norte: suponen una deportación total de los habitantes israelitas y engloban diversas colonizaciones sucesivas; la persistencia del culto yahvista en ese ambiente pagano la explica la historia de los versos 25-28. Los detalles de los versos 29-34a han sido añadidos durante el destierro. La exposición de los versos 34b-40 vuelve sobre las faltas que han motivado la ruina de Israel y estaría mejor en la primera parte del capítulo. '''2 Reyes 17:34''' Ya no se trata de paganos, como en los versos precedentes, sino de israelitas infieles, como en los versos 14-18. Los versos 34b-40 son una adición que acumula fórmulas generales sin conexión con la situación histórica.» —Escuela Bíblica de Jerusalén, en la “Biblia de Jerusalén”.<ref>DE JERUSALÉN, Escuela Bíblica; Biblia de Jerusalén; Pág. 417; notas al pasaje “Origen de los samaritanos” (2 Reyes 17:24-41); Desclée de Brouwer; Madrid-Bilbao, España, 1975; ISBN 84-330-0022-5.</ref>


=== La cuestión pseudonímica ===
=== La cuestión pseudonímica ===
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Lo que sí es patente, es que el autor del [[Libro de la Sabiduría]], implementó el recurso de la “pseudonimia”; el cual, como se sabe, fue un recurso literario profusa y ampliamente socorrido en los contextos bíblicos: hoy los estudiosos ya tienen muy claro el hecho de que al menos otros dos escritos bíblicos antiguamente atribuidos al rey Salomón, el ''Eclesiastés'' y el ''Cantar de los Cantares'', tampoco son escritos salomónicos. Aparte de estos casos, hoy se ha determinado, por ejemplo, que el ''Libro de la Ley'', ''Torá'' o ''Pentateuco'', junto al ''Libro de Job'', antiguamente atribuidos a Moisés, han sido redactados en tiempos muy tardíos respecto de Moisés.<ref name=autogenerated2 /> Y, entre los escritos del ''Nuevo Testamento'', quedó definitivamente descartada la antigua y largamente atribuida autoría paulina de ''Hebreos'', y hay cuestionamientos muy severos a la autoría petrina de ''2 Pedro'', y a la autoría juanina de ''Apocalipsis'', tan sólo por citar los casos más flagrantes de dudosa autoría, y “pseudoepigrafía” o “pseudonimia” autoral, de acuerdo a los más ampliamente detallados y bien documentados estudios exegéticos.
Lo que sí es patente, es que el autor del [[Libro de la Sabiduría]], implementó el recurso de la “pseudonimia”; el cual, como se sabe, fue un recurso literario profusa y ampliamente socorrido en los contextos bíblicos: hoy los estudiosos ya tienen muy claro el hecho de que al menos otros dos escritos bíblicos antiguamente atribuidos al rey Salomón, el ''Eclesiastés'' y el ''Cantar de los Cantares'', tampoco son escritos salomónicos. Aparte de estos casos, hoy se ha determinado, por ejemplo, que el ''Libro de la Ley'', ''Torá'' o ''Pentateuco'', junto al ''Libro de Job'', antiguamente atribuidos a Moisés, han sido redactados en tiempos muy tardíos respecto de Moisés.<ref name=autogenerated2 /> Y, entre los escritos del ''Nuevo Testamento'', quedó definitivamente descartada la antigua y largamente atribuida autoría paulina de ''Hebreos'', y hay cuestionamientos muy severos a la autoría petrina de ''2 Pedro'', y a la autoría juanina de ''Apocalipsis'', tan sólo por citar los casos más flagrantes de dudosa autoría, y “pseudoepigrafía” o “pseudonimia” autoral, de acuerdo a los más ampliamente detallados y bien documentados estudios exegéticos.

=== La credibilidad de los relatos ===
Otro de los niveles del debate se ha ubicado en el plano, ciertamente difícil, de la historicidad o carácter histórico de algunos de estos libros. Muchos estudiosos afirman, sin empacho alguno, que varios de estos escritos carecen de valor histórico, que las series de hechos narrados en ellos no tendrían que ser tomados muy en cuenta, o que son tradiciones del folklore popular puestas por escrito sólo con expresos fines moralistas, entre otras cosas.

A pesar de ello, hay ciertos sucesos y series de hechos que indican de forma muy clara que estas ideas reflejan posturas bastante afectadas. Ya que para muchos llamados exégetas, resulta más fácil asumir una serie de poses, y de pretensiones de rigor histórico, antes que tratar de llegar al transfondo real de los hechos. A continuación, se reseña de forma muy breve una serie de ejemplos selectos representativos de esta excesiva actitud de reserva.

==== La Betulia bíblica ====
En el caso concreto del Libro de Judit, por ejemplo, esta tesis se basa en la débil serie de argumentos de que este libro menciona “lugares que nunca existieron”, junto a “imprecisiones geográficas e históricas” más o menos severas. Consecuentemente, muchos estudiosos hayan concluyente la idea general de que el libro es una novela, y que sus autores debieron haberse inventado toda la geografía del lugar.

Lo cierto del hecho es que '''[a]''' este libro relata sucesos escenificados en una región sumamente ignorada —en los dos sentidos que esta palabra reviste—, por los otros libros de la Antigua Alianza: '''[b]''' Durante centurias la historia israelita se centra en los reinos del norte y del sur. Sin embargo, '''[c]''' la acción relatada en el Libro de Judi, de hecho, se centra en la tierra de la antigua tribu de los simeonitas. Sobre esta tribu se debe notar que '''[d]''' a pesar del hecho de que ella era una tribu israelita, '''[e]''' no hay pasaje bíblico en el que se afirme, ''de manera explícita, franca y categórica'', la inclusión de esta tribu simeonita en el reino del sur, ni en el reino del norte. Sin embargo, '''[f]''' se sabe que ella se hallaba situada demasiado al sur para ser incluida en el reino del norte. Y, por otra parte, '''[g]''' el reino del sur solamente incluía las antiguas tribus de Judá y Benjamín. Consecuentemente, '''[h]''' desde muy temprano en la historia judía, fuera de este libro, ningún otro texto reseña la historia de los simeonitas como parte integrante del “pueblo del pacto”. Pues, '''[i]''' en los llamados Libros de las Crónicas, ciertos simeonitas fieles a Yahveh, no son mencionados como otra cosa que simples “conversos”, o simples “vecinos” (2 Crónicas 15:9), '''[j]''' ya desde tan pronto en la historia judía como el año quinto de Asá de Judá (2 Crónicas 15:10), es decir, hacia el año 896 a.C.

Con base en las series de hechos hasta aquí planteadas, debe apuntalarse que '''[k]''' la tribu simeonita fue una tribu israelita que, probablemente, nunca fue tomada demasiado en serio como una parte integrante del pueblo israelita. Y, es muy probable que ella, de hecho, '''[l]''' se haya mantenido, a través de los siglos, como una entidad étnica independiente, '''[m]''' con todos los hechos que ello, de hecho, pudo conllevar en términos de afinidad e integración política, económica, social, cultural, literaria y lingüística.

A pesar de lo cual, '''[n]''' el libro brinda el nombre griego de ''“Betulia”'', '''[o]''' el cual es, con certeza, bastante parecido a la expresión hebrea de ''“Betul”'', o bien, ''“Betuel”'', '''[p]''' el nombre de un antiguo asentamiento de la por demás doblemente ignorada tribu simeonita (Josué 19:4, 1 Crónicas 4:30), '''[q]''' patria de Judit (Judit 6:14-15, 9:1-2).

A pesar de estos hechos, '''[r]''' muchos estudiosos de los textos bíblicos ya se han conformado con la simple idea de que el nombre ''“Betulia”'' no es el nombre de ninguna ciudad conocida. Y, '''[s]''' luego, en en alarde de “crítica exegética del más alto nivel”, se dan a la tarea de tratar de asociar este nombre con la expresión hebrea ''“betulah”'', que se traduce ''“virgen”''. Y esto se ha dado a pesar de que '''[t]''' el libro nunca ha pretendido asociar a Judit con la insólita imagen de una ''“esposa virgen”'', una ''“viuda virgen”'', o cualquier concepto que pueda asociarla a los mitos marianos.

Y, a partir de esto, '''[u]''' nadie, o casi nadie, se dio a la tarea de tratar de abundar en el hecho. Puesto que, de hacerlo, '''[v]''' ya desde hace tiempo se habría descubierto que la voz Betulia, sin lugar a dudas, es sólo la antigua forma helenizada de la forma hebrea, o de alguna forma dialectal o arcaica, del antiguo nombre del asentamiento de los simeonitas llamado Betul, o Betuel, y que '''[w]''' esta solución tan sencilla es muy útil para esclarecer, de forma sistemática, el resto de los nombres de lugares citados en el libro.

==== “¿Nabucodonosor…? ¿Cuál de todos ellos…?” ====
Otra impugnación en contra de este libro se basa en el hecho de que este libro hace referencia a un rey ninivita de [[Asiria]], asignando a este rey de los asirios uno de los nombres más manipulados y vilipendiados, en razón de su uso y abuso, en los escritos bíblicos, y en las relecturas fundamentalistas de esos escritos: el infame nombre real [[babilonio]] de [[Nabucodonosor]] (Judit 1).

Los fundamentalistas afirman que esto representa una ''grave “imprecisión histórica”'', impugnando con mucha dureza el carácter histórico de todo el documento. Nadie necesita ser extraordinariamente docto o ilustrado para comprender y tener muy en claro que el [[Nabucodonosor]] de los historiadores no fue un rey asirio, sino un rey babilonio. Como si fuera poco, el libro se refiere a un rey de los [[medos]] llamado Arfaxad, quien había construido murallas, atalayas, y portones a la ciudad de Ecbátana, (Judit 1), un rey a quien nadie conoce en la historia. Y, a raíz de todo lo planteado en estas breves líneas, múltiples autores y comentaristas vienen presentando este documento como una simple obra de ficción.

Sin embargo, en la historia, algunos estudiosos han dado con el orden de las piezas de un rompecabezas cada vez más completo, al hallar, por ejemplo, que el Nabucodonosor mencionado al principio del libro no ha podido ser otro sino [[Asurbanipal]], rey de los [[asirio]]s, y que el tan ignorado Arfaxad de los medos existió en realidad, y que fue conocido en la historia: Se trata de [[Fraortes]], rey fundador de [[Ecbátana]], capital de los medos:

La derrota y captura, así como la muerte de éste personaje a manos de un feroz Asurbanipal es un hecho real que ha quedado asentado en los libros de historia, es un hecho real que aconteció hacia el año 633 a.C., y que quedó asentado en el Libro de Judit, con toda la pobreza y humildad de la visión que del mundo podían tener los habitantes de algún obscuro punto enclavado en los confines del reino simeonita, una tribu israelita que nunca fue tomada muy en cuenta —ni mucho, mucho menos— por muchos de los otros redactores de los escritos bíblicos.

Esto ya por sí mismo contribuye a explicar, al menos en teoría parte de las razones por las cuales el libro llama Nabucodonosor a Asurbanipal. Respecto de este punto del debate, ya desde la mitad del Siglo XX, Mons. [[Juan Straubinger]] ([[1883]]-[[1956]]), el autor de la '''Biblia Platense''' —una de las mejores versiones anotadas de los escritos bíblicos en lengua castellana— comenta lo siguiente:

«Arfaxad, rey de los medos, identificado por algunos con Fraortes (Fravortis o Fraazad), fundador del Reino de la Media (655-633 a.C.) y contemporáneo del rey Asurbanipal de Asiria (669-626 a.C.). Su residencia era Ecbátana (ver Tobías 6,6). […] Según los últimos descubrimientos hechos en Nínive se trata de la victoria del rey Asurbanipal o Sardanápalo de Asiria (669-626) y no del famoso rey Nabucodonosor de Babilonia, que vivió medio siglo más tarde; aunque Asurbanipal reino también sobre Babilonia y pudo [en calidad de rey conquistador de Babilonia] adoptar el nombre [babilonio] de “Nabucodonosor”, que significa: “Nebo proteja la frontera”. […] Parece que los hebreos llamaban “Nabucodonosor” a todos los reyes de la otra parte del Éufrates: En Tobías 14,17, según los LXX, se da este [mismo] nombre a [[Nabopolasar]] [rey de Babilonia]. […] Sabemos, además, que el vocablo “Nabucodonosor” [en Babilonia], como “Asuero” en [[Persia]] y “Faraón” en [[Egipto]], se usaba también a manera de un título en lugar del nombre propio del rey.» —Mons. Juan Straubinger, en la “Biblia Comentada”.<ref>STRAUBINGER, Mons. Juan; Biblia Comentada; Notas diversas; La Plata, Argentina, [[1951]].</ref>

Y, para confirmar estas observaciones de Mons. Straubinger sobre el particular, es justo y oportuno comentar que, de hecho, los textos israelitas propios del texto griego de la Biblia, como Tobías y Judit, jamás fueron los únicos en los cuales se hizo menciones abusivas en alusión al nombre de “Nabucodonosor, el rey de Babilonia”. De hecho, hoy se sabe de al menos otros reyes que habrían sido llamados de esa forma en ciertos otros textos y pasajes de los escritos bíblicos, así como en la historia:

# En Daniel 1:1, este título o nombre parece referirse no al personaje histórico de ese mismo nombre, sino a Nabopolasar, padre y antecesor del más reconocido de todos los monarcas comúnmente llamados “Nabucodonosor”, quien todavía reinaba en Babilonia al tiempo en que los textos se refieren a un primer asedio de Judea, y de Jerusalén, por un rey babilonio de ese mismo nombre.
# El Capítulo 4 del Libro de Daniel llama por ese mismo nombre a un desdichado rey de Babilonia que habría sufrido graves crisis emocionales —tal vez, esquizofrenia— durante un período dilatado de unos siete años. Durante muchos siglos, los teólogos y exégetas solían quebrarse la cabeza con esta narración de la psicosis del gran Nabucodonosor de Babilonia: no había forma posible de asociar la extraordinariamente inmensa grandeza del monarca mayormente asociado con tan famoso nombre, con la idea de que éste se hubiera mantenido segregado durante tantos años de toda actividad política y social en todos sus dominios; pero estaba en las Biblias de todos los cristianos; y, consecuentemente, ''había que creerlo''. Hoy se sabe que este monarca desgraciado, con el cual se ensañaron los “santos” y los “ángeles custodios” (Daniel 4:14), no fue ninguno otro, sino el rey [[Nabonido]], monarca babilonio autoexiliado durante muchos años en el asentamiento babilonio de [[Taima (oasis)|Taima]]. La crónica oficial de este monarca (Crónica de Nabonido), evita dar detalles del porqué de su estadía en Taima, y presenta importantes lagunas al relato de sus actividades, dos hechos que parecen reflejar el silencio oficial babilonio respecto de los hechos relatados con tantos pormenores y detalles en el texto del Capítulo 4 del Libro de Daniel.
# El Capítulo 5 del Libro de Daniel presenta a [[Belsasar|Baltasar]], hijo de Nabonido, como “hijo de Nabucodonosor”, a pesar del detalle de que no es ciertamente muy preciso ni preciso que este Baltasar fuera un descendiente directo de [[Nabucodonosor II]] el Grande.
# Al margen de estos hechos tan aislados, la historia universal registra y documenta la existencia de al menos cuatro reyes babilonios llamados por el nombre de [[Nabucodonosor]].
# Y para confirmar la legitimidad de este tipo de hechos, es justo hacer notar que, en realidad, de hecho, toda la historia bíblica, a través de los siglos, asumió la costumbre jamás discriminada o cuestionada de llamar sistemáticamente a cualquier faraón o monarca de Egipto, de forma machaconamente constante y reiterada, por el simple y sencillo título nominal de “Faraón, rey de Egipto”, sin entrar en mayores detalles relativos a nombres de reyes egipcios concretos o específicos.

A la luz de todos los hechos planteados en este apartado, toda impugnación al carácter histórico del Libro de Judit carece enteramente de sustento y de razón de ser. Y aún más de esto se puede afirmar de cualquier otro ataque a los textos por parte de grupos cristianos fundamentalistas llenos del dudoso deseo de excluir, y de desechar todo aquello que no justifica su penoso afán de pasar por mejores personas que el resto de grupos y gentes de seres humanos que hay en la tierra.

==== Hechos “imposibles” del tierno Baruc ====
El Libro de Baruc suele ser impugnado con un razonamiento tan absurdo que causa vergüenza hacer eco de él, aunque sólo sea para rebatirlo: Mucha gente suele pensar en Baruc como en sólo el eterno secretario y sirviente de Jeremías. Efectivamente: por algunos años, Baruc fue el escriba y sirviente de Jeremías. Merced a estos hechos, a algunos cristianos les causa extrañeza la idea que Baruc, siendo sólo un sirviente, hubiese llegado a volverse un profeta de cierto renombre; como lo sugiere el enorme interés que Baruc despertó en contextos judíos tardíos; de donde surgiera toda una serie de textos y escritos adscriptos al nombre de este notable profeta judío del pasado. Estamos hablando de un hecho datado durante los Siglos II y III de la Era Cristiana.

Sin embargo, volviendo al Baruc de la historia sagrada, de acuerdo a los usos seguidos por ciertos profetas, debe comprenderse que, más que un sirviente, realmente Baruc era un aprendiz o discípulo de las artes proféticas. Y que está etapa no duró por siempre. Sólo algunos años. Para comprender más acerca de ello, léase la historia de Elías y Eliseo (2 Reyes 2:1-18). En este pasaje, de forma insistente, se muestra al profeta Eliseo como un sirviente que, a pesar de esto, conocía secretos de suma importancia sobre su señor (Versos 3 y 5), y que, además, poseía el poder de tomar decisiones (Versos 2, 4, 6, y 16-18). A raíz de esto, hoy ningún cristiano fundamentalista se atreve a dudar que Eliseo llegara a volverse un grandioso profeta; a pesar de la horrible maldad del abyecto sujeto (2 Reyes 23-24).

En el año cuarto del rey Joiacim, es decir, en el año 605 a.C., el libro nos muestra a un frágil y tierno Baruc que se lamentaba todo acongojado ante la dureza de las profecías que, por su trabajo, tenía el deber de asentar por escrito en el libro. Jeremías, entonces, sintió compasión de su pobre muchacho, y buscó la forma de reconfortarlo con estas palabras: “Mira que yo traigo males sobre todos; mas a ti te concedo tu vida como un botín '''“'''''por todo lugar dondequiera que vayas'''''”''' (Jeremías 45:1-5).” Si se es capaz de leer entre líneas, éste fue el momento en que Jeremías dispensaba al joven de toda lealtad laboral hacia él. Estas expresiones pueden traducirse en lenguaje moderno como simplemente: “Ya no te preocupes. Has sido un muchacho muy bueno conmigo. Por ello deseo lo mejor para ti dondequiera que ahora decidas marcharte.” Aun cuando el libro no dice el momento preciso en que se separan, no debe olvidarse que en este episodio se cita un suceso datado en el año 605 a.C.

Más de veinte años más tarde en el tiempo, en el año 586 a.C., temiendo posibles represalias de los babilonios por el magnicidio de [[Godolías]], el gobernador babilonio de Jerusalén, los pocos judíos que quedan en Jerusalén huyen hacia Egipto, llevando consigo a la fuerza a Jeremías y a Baruc (Jeremías 41—43). La ira y la impotencia de Jeremías fueron tan tremendas, que éste maldijo con males horribles a todos aquellos judíos que se habían refugiado en Egipto (Jeremías 43—44). (Estas maldiciones eran tan totales que nunca pudieron haberse cumplido. Pues esto habría sido muy incompatible con el posterior desarrollo y progreso de comunidades judías e israelitas en tierras egipcias.) Como los cristianos fundamentalistas tienen por un hecho ''la ruina mortal que tenía que asolar por completo a todos aquellos judíos que se habían refugiado en Egipto'', de la misma forma, dieron por un hecho que ningún judío podría retirarse de Egipto, ni ese momento, ni años más tarde. Para todos ellos, Baruc fue llevado hacia Egipto y allá se quedó hasta el final de sus días.

En la introducción de este libro se afirma que en algún momento Baruc se encontraba junto al río Sodi, leyendo su libro ante Jeconías —el penúltimo rey de la casa real de David en Judá, y que ahora era sólo un vasallo de Nabucodonosor de Babilonia—, y los desterrados judíos cautivos por los babilonios (Baruc 1:3-4). Ahora bien, la fecha datada en el libro para estos hechos (Baruc 1:2) es la misma fecha que la asentada en 2 Reyes 25:8-9. (Confróntese.) Si puede leerse con todo detalle, puede comprobarse que salta a la vista prodigiosamente que la datación de los hechos narrados en ambos pasajes, coincide del todo, excepto por un lamentable detalle: Y es que por algún lamentable error de los copistas, o de los intérpretes, en Baruc 1:2, la expresión “quinto mes” ha sido vertida como “quinto año”.

Este solo hecho ha dado motivo a que muchos autores de todos los tiempos ubiquen el hecho cinco años más tarde de lo que el escrito procura informar. Esto significa que aquel episodio junto al río Sodi ha sido datado a través de los siglos en el año 582 a.C., cuando en realidad este hecho debió haber tenido lugar desde cinco años antes, es decir, en el año 587 a.C. Esta datación tan errada del todo, al ser reiterada por múltiples fuentes, ha dado cabida para interdicciones de todos los tipos contra este libro. Por este motivo, debe apuntalarse que, por todo caso, Jeremías ya había dispensado a su antiguo muchacho de toda lealtad laboral hacia él desde el año cuarto del rey Joiacim, el cual corresponde al 605 a.C., muchos años antes de lo que se piensa de forma corriente.

Los expositores fundamentalistas jamás han podido asumir estos hechos. Consecuentemente, para todos ellos, muchos de los hechos que el libro atribuye a Baruc nunca fueron posibles. A causa de esto, ellos aseveran que el libro que lleva su nombre es “históricamente impreciso”. Sin embargo, con una actitud como esta, cuestionan de lleno la veracidad de la buena promesa divina hecha a Baruc varios años atrás su antiguo maestro; de acuerdo a la cual, éste “llevaría su vida como un botín ''dondequiera que fuera''”. Así como el hecho de que Jeremías lo había relevado como secretario muchos años antes. Como puede verse, los impugnadores del escrito “espurio” han necesitado cuestionar de lleno la lealtad de Dios al cumplir sus promesas. Por añadidura, '''no''' han sido mejores que cualquiera otro al tratar de leer y entender los escritos sagrados.

==== La cuestión de los vasos sagrados ====
Hay otra cuestión referente a los vasos del templo. La objeción es simple: En la introducción al Libro de Baruc se brinda unos datos muy breves en torno al destino inmediato dado a ciertos vasos de culto tomados del templo por los babilonios (Baruc 1:8). Fundamentalistas aducen que esto es una falacia. Ya que contradice, aparentemente, múltiples pasajes de otros textos bíblicos en donde se menciona de manera expresa que los utensilios o vasos de culto del templo fueron retenidos por ciertos monarcas durante el exilio judío en Babilonia, hasta que le fueron devueltos a [[Esdras]] por [[Ciro]] de [[Persia]] (Daniel 5:2, Esdras 5:14, 6:5).

Sin embargo, esos textos bíblicos se refieren a “vasos de oro y de plata”. (Confróntese.) Y la introducción del Libro de Baruc, de manera explícita, hace referencia a “vasos de plata que hizo Sedecías, hijo de Josías, rey de Juda, después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó de Jerusalén a Jeconías, a los príncipes, a los prisioneros, a los poderosos, y al pueblo de la tierra, llevándolos a Babilonia” (Baruc 1:8-9). Estas precisiones dejan muy en claro que este pasaje hace referencia a vasos '''de plata''' forjados en fechas recientes —nunca en fecha antes del año 598 a.C.—, y no se refiere a los vasos '''de oro y de plata''' que ya venían siendo servicio del templo desde siglos antes, y que se menciona en los otros escritos.

==== Los casos de Daniel 13 y 14 ====
Series de impugnaciones bastante más complejas se han cernido de lleno sobre otras historias de menor extensión, tales como los textos comúnmente asociados al Libro de Daniel, o más concretamente, la [[Historia de Susana]] y la [[Historia de Bel y el Dragón]]. [Si busca información más amplia y detallada en relación a ellas, no deje de leer íntegramente las entradas dedicadas a esos escritos aquí en Wikipedia.]


=== Historia Vs. Ética ===
=== Historia Vs. Ética ===
Otro de los niveles del debate se ha ubicado en el plano, ciertamente difícil, de la historicidad o carácter histórico de algunos de estos libros. Por ejemplo, hoy los escrituristas afirman sin reservas que los Libros de Tobit y Judit serían, simplemente, un par de noveletas cortas escritas con expresos fines moralistas.
==== Marduk e Ishtar también recurren a Yahveh ====
Algo muy diferente, diametralmente opuesto a lo antes expuesto en relación directa al Libro de Judit, es posible afirmarlo sobre el Libro de Ester. Ya que, por contraparte, '''[a]''' la princesa consorte oficial, única y vitalicia, en la corte de [[Xerxes I]] el Grande, emperador de Persia (el personaje histórico al cual es habitualmente asociado el personaje bíblico de Asuero, mencionado en los textos hebreos del Libro de Ester), no fue Vasti, ni Ester, sino Amestris; '''[b]''' jamás fue repudiada, ni Xerxes desposó a reina otra alguna en el lugar de ella; razones por las cuales, '''[c]''' en la historia de Persia jamás hubo lugar para ninguna reina con el nombre de Vasti, de Hadasa, o de Ester; '''[d]''' en donde sí lo hubo, fue en los antiguos mitos del folklore popular de algunos de los pueblos orientales (donde Ishtar y Marduk —nótese el parecido de los nombres— eran los dioses reyes del panteón babilonio, y Amán y Vasti eran los reyes de los dioses del panteón elamita); y '''[e]''' en el relato bíblico, Ester y Mardoqueo, logran vencer a sus rivales y enemigos, alegóricamente presididos por Vasti, (a quien Ester desplaza como reina), y Amán, (que Mardoqueo desplaza como primer ministro), de forma sospechosamente paralela a la forma en que el culto de dioses babilónicos, como Marduk e Ishtar, logró vencer y desplazar en su momento en la historia del Oriente al culto de los dioses elamitas, como Amán y Vasti.<ref>ASIMOV, Isaac; Asimov’s Guide to the Bible, Volume 1, Chapter 17; Random House, London-New York-Toronto-Sydney-Auckland, 1981; ISBN 0-517-34582-X.</ref>


Sin embargo, otro tanto es posible afirmar sobre el Libro de Ester, ya que: '''[a]''' la princesa consorte oficial, única y vitalicia, en la corte de [[Xerxes I]] el Grande, emperador de Persia (el personaje histórico al cual es habitualmente asociado el personaje bíblico de Asuero, mencionado en los textos hebreos del Libro de Ester), no fue Vasti, ni Ester, sino Amestris; '''[b]''' jamás fue repudiada, ni Xerxes desposó a reina otra alguna en el lugar de ella; '''[c]''' razones por las cuales, en la historia de Persia jamás hubo lugar para ninguna reina con el nombre de Vasti, de Hadasa, o de Ester; '''[d]''' en donde sí lo hubo, fue en las mitologías babilonia y elamita (donde Ishtar y Marduk —nótese el parecido de los nombres— eran los dioses reyes del panteón babilonio, y Amán y Vasti eran los reyes de los dioses del panteón elamita); y '''[e]''' en el relato bíblico, Ester y Mardoqueo, logran vencer a sus rivales y enemigos, alegóricamente presididos por Vasti, (a quien Ester desplaza como reina), y Amán, (que Mardoqueo desplaza como primer ministro), de forma sospechosamente paralela a la forma en que el culto de dioses babilónicos, como Marduk e Ishtar, logró vencer y desplazar en su momento en la historia del Oriente al culto de los dioses elamitas, como Amán y Vasti.<ref>ASIMOV, Isaac; Asimov’s Guide to the Bible, Volume 1, Chapter 17; Random House, London-New York-Toronto-Sydney-Auckland, 1981; ISBN 0-517-34582-X.</ref>
Consecuentemente, y en razón de ello, a nadie le debe causar extrañeza, '''[f]''' que la forma hebrea del Libro de Ester sea considerada por los protestantes como “el único libro en la Biblia que no nombra a Dios”; '''[g]''' que entre los [[manuscritos del Mar Muerto]] hayan sido hallados ejemplares de ''todos'' los textos hebreos y arameos de la Biblia, y aun de los apócrifos y deuterocanónicos, ''pero '''no''''' de Ester; '''[h]''' que a al menos a algunos judíos piadosos de habla y cultura griega les haya parecido peculiarmente extraña la ausencia de expresiones religiosas judías en esta auténtica teogonía escatológica; '''[i]''' que a alguno, o a algunos, de ellos hayan encontrado bastante oportuno agregarle expresiones piadosas con expresos fines moralizadores para los judíos; y '''[j]''' que desde entonces todas ellas sean partes integrales de los textos griegos de la Antigua Alianza.


No debe extrañar, en consecuencia: '''[f]''' el hecho de que el breve texto hebreo de Ester sea considerado como “el único libro de la Biblia que no menciona a Dios”; '''[g]''' que entre los [[pergaminos del Mar Muerto]] hayan sido encontrados ejemplares de todos los escritos hebreos de la Biblia, y aun de los apócrifos y deuterocanónicos, ''pero '''no''''' de Ester; '''[h]''' que a los judíos piadosos de habla y cultura griega les haya parecido peculiarmente extraña la ausencia de expresiones religiosas judías en esta teogonía escatológica; '''[i]''' que a alguno, o a algunos, de entre ellos les haya parecido bastante pertinente agregarle pasajes enteros con un expreso fin, si bien no estrictamente historiográfico, en cambio sí profundamente edificante; y '''[j]''' que estas adiciones hayan sido incluidas desde entonces en la Biblia israelita griega alejandrina, y en todas las versiones de los escritos bíblicos basadas en la misma.
==== Escritos hagiógrafos… O, ¿tal vez, sapienciales…? ====
Otro ejemplo sencillo del nivel del debate basado en las cuestiones a su historicidad es el Libro de Job: hasta hace no mucho, piadosos traductores de la Biblia, como [[Félix Torres Amat]],<ref>TORRES AMAT, Ilmo. Félix; La Sagrada Biblia; Advertencia a Job; Astorga, León, 1823.</ref> en la primera parte del Siglo XIX, o incluso [[Juan Straubinger]],<ref>STRAUBINGER, Mons. Juan; Biblia Comentada; Introducción a Job; La Plata, Argentina, 1951.</ref> en pleno Siglo XX, aún seguían defendiendo el presunto y presupuesto carácter hagiográfico e histórico que a través de los siglos le fuera atribuido a este libro.


Vistos de esta forma, los Libros de Tobit, Judit y Ester, con el Resto de Ester, carecen de un valor historiográfico, en un sentido estricto. Sin embargo, estos textos invisten otros tipos de riquezas: promueven los valores familiares, humanos y ancestrales, tales como el amor en el seno del núcleo familiar, el amor conyugal, el amor y el respeto entre padres e hijos, la solidaridad, el amor y el apoyo entre hermanos de sangre o de raza, además de la fe, la piedad, la oración, la lealtad entre hermanos, y la fidelidad al “Dios de nuestros padres”, así como el valor para afrontar de lleno problemas y conflictos que pueden y, de hecho, han llegado a suscitarse en la historia de muchas naciones de la tierra, como podrían ser el padecer de lleno el auge expansionista, y los colonialismos de las superpotencias, preñados en excesos aberrantes, como los [[crímenes de odio]], los [[crímenes de lesa humanidad]], los [[genocidio]]s, campañas de exterminio masivo de personas, “proyectos” de [[limpieza étnica|limpieza]] e [[ingeniería étnica]], o la [[persecución]], [[acoso]], [[odio]], la [[discriminación]], la [[intolerancia]] y la falta de respeto basada en diferencias en torno de conceptos tales como la [[racismo|raza]], o bien las divergencias culturales o ideológicas, que no son nada nuevo en la historia del mundo, y que ya han padecido millones de judíos y cristianos de todas las tendencias a través de los tiempos.
Como hombres de letras sagradas, Torres Amat y Straubinger sabían perfectamente que, a través de los siglos, el libro había pasado de ser considerado uno de los hagiógrafos —al lado de Tobit, Judit y Ester—, a ser considerado, simplemente, uno de los escritos sapienciales —al lado de otros libros de géneros totalmente distintos—. Estos comentaristas asumían, sin embargo, que esta situación tenía que deberse al hecho de que Job no había sido parte del “Pueblo de la Alianza”, el “Pueblo de la Biblia”.


Hoy se sabe que el libro es sólo un poema moralista; si bien es un trabajo literario bastante bien logrado, pues en él se bosqueja con una gran destreza la gran pluralidad de las ideas, y de las concepciones filosóficas, éticas y morales, entre distintos miembros de una comunidad con una fe en común (Job y sus tres amigos, y el joven Elihú), bastante adelantada respecto de la época en la que este texto habría sido escrito.
Otro ejemplo sencillo del nivel del debate basado en las cuestiones a su historicidad es el Libro de Job: hasta hace no mucho, piadosos traductores de la Biblia, como [[Félix Torres Amat]],<ref>TORRES AMAT, Ilmo. Félix; La Sagrada Biblia; Advertencia a Job; Astorga, León, 1823.</ref> en la primera parte del Siglo XIX, o incluso [[Juan Straubinger]],<ref>STRAUBINGER, Mons. Juan; Biblia Comentada; Introducción a Job; La Plata, Argentina, 1951.</ref> en pleno Siglo XX, aún seguían defendiendo el presunto y presupuesto carácter hagiográfico e histórico que a través de los siglos le fuera atribuido a este libro. Como hombres de letras sagradas, Torres Amat y Straubinger sabían perfectamente de la inclusión del libro entre las colecciones de escritos sapienciales. Sin embargo, asumían que esta situación se debería al hecho de que Job no habría pertenecido al “Pueblo de la Biblia”. Hoy se sabe que el libro es sólo un poema moralista; si bien es un trabajo literario bastante bien logrado, pues en él se bosqueja con una gran destreza la gran pluralidad de las ideas, y de las concepciones filosóficas, éticas y morales, entre distintos miembros de una comunidad con una fe en común (Job y sus tres amigos, y el joven Elihú), bastante adelantada respecto de la época en la que este texto habría sido escrito.


Y otro tanto de esto es posible afirmar de los 11 primeros Capítulos del Libro de la Génesis (cuya historicidad ha sido desechada durante el Siglo XX con base en los avances de las ciencias geográficas e históricas), el Libro de Jonás (que ya es universalmente aceptado como sólo un hermoso cuento moralizante de amor y redención universal), y el Libro de Daniel (sobre el cual los exégetas ya afirman de manera casi unánime que no fue redactado durante los años del exilio babilónico, del cual presenta datos sumamente imprecisos, vagos y desacordes, sino más bien en tiempos de las campañas bélicas de [[Antíoco IV Epífanes]], y que el autor presenta con desafortunada precisión como si se tratase de sucesos futuros previstos por Daniel desde siglos pasados).
Quienquiera que haya sido el eclesiasta que se dio a la tarea de colocar reunidos en un solo lugar de la Escritura los Libros de Tobit, Judit, Ester y Job, tenía muy en claro, al menos en teoría, que al menos estos cuatro distintos documentos podían conformar una categoría de textos similares, y, consecuentemente, similarmente hagiógrafos, biográficos o históricos, o tal vez similarmente ficciosos, pero, del mismo modo, ricos en contenidos de carácter moral. (De hecho, estos escritos aparecen sólo al final del grupo comprendido por [1 y 2 ]Crónicas y Esdras[ y Nehemías], y no entre Crónicas y Esdras, tal como supondría un orden cronológico que los tomase en serio desde una perspectiva historiográfica; situación que además los ubica, une e identifica, como una tercera categoría intermedia entre los documentos juzgados importantes desde una perspectiva historiográfica del “plan de salvación”, y aquellas otras series conformadas por los llamados textos y escritos sapienciales escritos a manera de poesía, o de discurso lógico ordenado. Y el Sínodo de Roma los agrupa bajo el sencillo rubro de simplemente “historias”, sin vínculos precisos necesarios con esos otros libros en los que se relata sucesos importantes desde una perspectiva de compromiso “serio” con la conocida como “historia sagrada”, o bien, como “historia de la salvación”, entre otros conceptos afines.)

Vistos en esta forma, esta serie de textos, contiguos en las Biblias del Mundo Occidental, a saber, los Libros de Tobit, Judit, Ester y Job, ''podrían'' carecer de algún valor histórico, en un sentido estricto. Sin embargo, estos textos invisten otros tipos de riquezas: promueven los valores familiares, humanos y ancestrales, tales como el amor en el seno del núcleo familiar, el amor conyugal, el amor y el respeto entre padres e hijos, la solidaridad, el amor y el apoyo entre hermanos de sangre o de raza, además de la fe, la piedad, la oración, la lealtad entre hermanos, la fidelidad al “Dios de nuestros padres”, y también el valor y entereza de ánimo para afrontar los problemas que pueden y, de hecho, se han suscitado en la historia de pueblos enteros a través de la historia del mundo, como pueden ser el haber padecido de lleno los expansionismos y colonialismos de superpotencias, preñados en excesos aberrantes, tales como [[crímenes de odio]], [[crímenes de lesa humanidad]], [[genocidio]]s, campañas de exterminio masivo de personas, “proyectos” de [[limpieza étnica|limpieza]] e [[ingeniería étnica]], o, sencillamente, la [[persecución]], [[acoso]], [[odio]], [[discriminación]], [[intolerancia]] y falta total de respeto a las diferencias y pluralidades de carácter [[racismo|racial]], étnico o cultural, o las divergencias de tipo ideológico. Todos estos hechos no son nada nuevo, y los han padecido naciones de todos los credos a través de la historia del mundo.

Algo más de esto se puede afirmar de los once primeros Capítulos del Libro de la Génesis (cuya historicidad ha sido desechada durante el Siglo XX con base en los avances de las ciencias geográficas e históricas), el Libro de Jonás (que ya es universalmente aceptado como sólo un hermoso cuento moralizante de amor y redención universal), y el Libro de Daniel (sobre el cual los exégetas ya afirman de manera casi unánime que no fue redactado durante los años del exilio babilónico, del cual presenta datos sumamente imprecisos, vagos y desacordes, sino más bien en tiempos de las campañas bélicas de [[Antíoco IV Epífanes]], y que el autor presenta con desafortunada precisión como si se tratase de sucesos futuros previstos por Daniel desde siglos pasados).


=== De la unidad doctrinal ===
=== De la unidad doctrinal ===
Otro de los niveles del debate se ha centrado en cuestiones doctrinales, implicando muy acres disensiones sobre la concordancia de los textos, y el resto del “conjunto” de la Biblia. Amantes y apologistas de los deuterocanónicos han venido encontrando cada vez más copiosas y extensas referencias a ellos en los textos del [[Nuevo Testamento]]. Los [[Fundamentalismo|fundamentalistas]], que siguen rechazando por sistema los [[valores humanos]] en ellos asentados, arguyen en su contra el presupuesto de cierto hipotético “principio de unidad doctrinal”, de acuerdo con el cual “la Biblia no se contradice a sí misma”. Es decir, afirman que, si un libro dice algo que es contradictorio con el resto de la Biblia, entonces no se trata de un escrito “sagrado”.
Otro de los niveles del debate se ha centrado en cuestiones doctrinales, implicando muy acres disensiones sobre la concordancia de los textos, y el resto del “conjunto” de la Biblia. Amantes y apologistas de los deuterocanónicos han venido encontrando cada vez más copiosas y extensas referencias a ellos en los textos del [[Nuevo Testamento]]. Los [[Fundamentalismo|fundamentalistas]], que siguen rechazando por sistema los [[valores humanos]] en ellos asentados, arguyen en su contra el presupuesto de cierto hipotético “principio de unidad doctrinal”, de acuerdo con el cual “la Biblia no se contradice a sí misma”. Es decir, afirman que, si un libro dice algo que es contradictorio con el resto de la Biblia, entonces no se trata de un escrito “sagrado”.


Aunque la realidad es que este tipo de argumentos puede ser esgrimido en contra de cualquiera de los libros común y universalmente aceptados. Ya que en muchos de ellos son planteados cientos de concepciones o ideas encontradas de unos y otros de ellos. Basta echar un vistazo a cualquier hecho bíblico asentado en dos o más pasajes o textos paralelos. Ejemplo de ello son las percepciones o puntos de vista antagónicos de 2 Samuel 24:1 y 1 Crónicas 21:1, o bien, de Romanos 3:28 y Santiago 2:17.
Aunque la realidad es que este tipo de argumentos puede ser esgrimido en contra de cualquiera de los libros común y universalmente aceptados. Ya que en muchos de ellos son planteados cientos de concepciones o ideas encontradas de unos y otros de ellos. Basta echar un vistazo a cualquier hecho bíblico asentado en dos o más pasajes o textos paralelos. (En resumidas cuentas, confróntese, al respecto, por ejemplo, las sumamente serias desavenencias teóricas de 2 Samuel 24:1 y 1 Crónicas 21:1, y de Romanos 3:28 y Santiago 2:17, que atañen gravemente a concepciones de muy alto nivel teológico, moral, ético y deontológico.)

Las desavenencias ejemplificadas en estos pasajes atañen de forma sumamente seria a las concepciones [[ética]]s, [[moral]]es, [[axiología|axiológicas]], [[teleología|teleológicas]], [[ontología|ontológicas]] y [[deontología|deontológicas]] sumamente importantes sobre todo aquello que supuestamente tiene que sentirse, pensarse, decirse o hacerse como una parte integral de un proyecto de vida basado en conceptos [[teología|teológicos]], o en una experiencia de [[fe]] y de [[piedad]] [[religión|religiosa]].)

Con base en numerosas disensiones similares a estas, algunos estudiosos han expuesto muy serios planteamientos sobre “contradicciones de la Biblia”. Y esto se debe, en una gran medida, a que, tal como se ha venido mostrando, la Biblia es un compendio de textos tan distintos, y que fueron surgiendo en contextos tan de plano distintos y distantes los unos de los otros, que hoy resulta clara para los estudiosos la imposibilidad de atribuir a los escritos bíblicos toda noción utópica de unidad doctrinal.

==== Olores que aman y odian los dioses (hay sorpresas) ====
Un ejemplo claro de la impugnación de conceptos e ideas que han sido asentadas en algunos libros deuterocanónicos, ha sido cernido de lleno sobre el bello libro llamado Tobías: Muchos protestantes miran este libro sólo como un defectuoso compendio de mitos [[paganismo|paganas]] y ritos [[chamanismo|chamánicos]], y, en consecuencia, sumamente espurios. Así ha resultado a los ojos de muchos la idea de que el tufo de vísceras como el corazón o el hígado de alguna variedad de peces, al incinerarse, éste olor resulte tan desagradable al olfato de espíritus malos, que los ponga en fuga, como se menciona en el Libro de Tobi (Tobías 6:8, 8:2-3).

Sin embargo, los fieles y adeptos judíos y cristianos jamás se han mostrado inconformes ante la presencia de ideas tan absurdas como la planteada en el Libro de Tobi; muchas de las cuales, al ser asentadas en ciertos escritos comunes a todos los grupos judíos y cristianos, han sido aceptadas por todos los ''“Pueblos del Libro”''. A pesar de esto, debe comprenderse que esta expresión de que “han sido aceptadas”, sólo se refiere al hecho innegable de que forman parte integral del paquete de textos sagrados judíos y cristianos; aun cuando, de hecho, no puede negarse que las grandes masas de fieles y adeptos de grupos judíos y cristianos ignoran, de hecho, que estos conceptos están en sus Biblias, en cierta manera, debido a la falta de una adecuada cultura libraria, y ya ni se hable de cultura crítica sobre textos y medios.

Como por ejemplo, la idea de que el flujo de sangre, o la exhalación del ''“olor suavizante”'' que despiden la grasa, grosura o gordura propia de la carne de algunas especies de seres vivientes, al ser consumidos por fuego, sea tan sabrosa al ''olfato'' de Dios, que, de hecho, éste haya dado instrucciones para que los hombres puedan ofrecer ante él estas viandas como un sacrificio expiatorio, o propiciatorio, mientras que los frutos de los vegetales no son suficientes en este sentido (Génesis 4:3-5, 8:20-22), refleja el “carácter” de una deidad sumamente golosa, y que, además, suele hacer acepciones, es decir, distinciones injustas, entre los humanos que lo han halagado con guisos sabrosos —como el justo Abel—, y aquellos que sólo le ofrecen legumbres con agua —como el mal Caín—. Estas cualidades son muy contrapuestas a las cualidades que, según la Biblia, el Señor espera en los seres humanos que son de su agrado (Daniel 1:8-16). Con todos los juegos de ideas en exceso perversas que puede inferirse de estos conceptos al ser asociadas con el sacrificio de Cristo en la cruz, por ejemplo… (“¿Le habrá parecido sabroso el olor de su Hijo…?”)

De hecho, en el Libros del Éxodo, en el del Levítico, y en el de los Números, fueron asentadas ciertas largas series de textos preceptivos referentes a múltiples tejidos y fluidos de origen animal y vegetal, e incluso aun humanos, con ''olor agradable'' al ''olfato'' de Dios, e incluso los que no son agradables, o son de plano ''impuros'' (Éxodo 29—30, Levítico 1—17, Números 28—29). Todas estas largas series de preceptos son indicativos de los innegables orígenes paganos y chamánicos, de las tradiciones judías y cristianas; cuyos seguidores han ido intentando de muchas maneras irse deslindando de dichos orígenes a través de los siglos.

==== “Mis ángeles y yo tampoco mentiremos…” ====
Algunos protestantes, y no pocos judíos, han juzgado inmoral el Libro de Tobías porque en él se sugiere que un ángel de [[Yahveh]] es capaz de mentir para disimular su identidad u origen. Sin embargo, esta tesis resultó del agrado de grupos israelitas pre-cristianos, así como de muchas de las comunidades cristianas primitivas, incluyendo al anónimo autor de la “Epístola” “Hebreos”; quien consideraba como un privilegio especial provenido del cielo la idea de que algunos —a saber, las piadosas familias cuya historia narra el Libro de Tobías— hayan sido hechos objeto de esta distinción divina (Hebreos 13:2).

De hecho, a los distintos grupos de creyentes de todas las tendencias religiosas cristianas, jamás les ha importado o preocupado —ni mucho, ni muy poco— que los escritos bíblicos comúnmente aceptados por todos los cristianos, de hecho reflejan algunas ideas desastrosas acerca de “Dios”; como la perversa noción de que éste, solapadamente y “con todo derecho”:

* “Bloquea la mente y sentidos del pueblo” que dice servirle “para que no pueden comprender los Misterios del Reino”, y, en vista de ello, él tenga pretexto “para no salvarlos” (Isaías 44:18, Mateo 13:15, Marcos 4:11-12, Lucas 8:10, Juan 12:39-40, Hechos 28:25-27).
* “Entrega” a aquellos que no le son fieles a la acción de pobres “mentes corrompidas”, a que experimenten “manías degradantes”, sean “envenenados por sus propios cuerpos”, y se vean expuestos a las “inmundicias y bajos instintos de sus corazones” (Romanos 1:24-32).
* “Hace caer poderes engañosos” sobre todos “aquellos que han de perderse”, a fin de que éstos “confíen en lo falso”, y, después de esto, puedan “ser juzgados” con toda dureza, como lo merecen “sus iniquidades” (2 Tesalonicenses 2:11-12).

Ante el planteamiento de estos detalles y aspectos de plano aberrantes de las concepciones judías y cristianas de la identidad y la imagen divina, ¿qué puede inventarse para continuar sosteniendo tan sólo la inmoralidad de la imagen del ángel descrita en Tobías, y, por otra parte, continuar hallando perfecta la imagen divina descrita en los textos restantes?

==== “Guerra espiritual, ¡sí…! Judit, ¡mm…!” ====
Algunos protestantes y fundamentalistas han llegado a juzgar inmoral el relato asentado en el Libro de Judit. Pues, de acuerdo a éste, ella utilizó sus hermosos encantos para seducir y embriagar con engaños a cierto Holofernes —general asirio que estaba intentando tomar su ciudad, e invadir a su pueblo—, y, después de esto, cortó su cabeza (Judit 11—13).

Sin embargo, una acción similar ha quedado asentada en el Libro de los Jueces; en donde se relata la muerte de Sisara, general cananeo, a manos de Jael, mujer de Héber el Cineo (Jueces 4), así como también el beneplácito conferido a este hecho por Débora y Barac, los jueces israelitas del momento (Jueces 5); a pesar de mediar la traición, así como el abuso de la hospitalidad; pues existía paz entre Jabín de Hasor —a quien servía Sisara—, y la casa de Héber el Cineo —marido de Jael—. Además, Sisara no representaba amenaza alguna para la mujer, sino que había acudido a ella en busca de refugio hospitalario para descansar y reponer sus fuerzas (Jueces 4:17).


Con base en numerosas disensiones similares a estas, algunos estudiosos han expuesto muy serios planteamientos sobre “contradicciones de la Biblia”. Y esto se ha debido, en gran medida, a que, tal como se ha venido demostrando, la Biblia es un compendio de textos tan distintos, y que fueron surgiendo en contextos tan de plano distintos y distantes los unos de los otros, que hoy resulta clara para los estudiosos la imposibilidad de atribuir a los escritos bíblicos toda noción utópica de unidad doctrinal.
Sin embargo, a pesar de estas series de consideraciones, los fundamentalistas exaltan a Jael como un ejemplo de mujer de '''guerra espiritual''', resuelta y decidida (confróntese este hecho), y a Judit le deniegan el reconocimiento a su gran entereza, virtud y valentía, merced al testimonio detractorio de antiguos y modernos agentes promotores de las dudosas causas de la depuración y reducción, mediante la oclusión, el veto, la censura y la exclusión. (A este respecto, confróntese Sirácides 28:15 ó 19.)


Un ejemplo muy claro del debate en torno a las cuestiones de legitimidad de la doctrina de algunos de los libros, se ha cernido de lleno en el Libro de Tobit: algunos protestantes juzgaban una clara expresión de doctrinas [[chamanismo|chamánicas]] [[paganismo|paganas]], y, por lo mismo, espurias, la idea de que el olor del corazón y el hígado de un pez, al ser incinerados, fuese tan repulsivo al olfato de demonios o espíritus malignos, que los pusiese en fuga, tal como ha quedado asentado en el texto de ese libro (Tobías 6:8, 8:2-3). Sin embargo, los fieles y adeptos judíos y cristianos jamás se han mostrado inconformados ante la realidad de la presencia de ideas tan absurdas como esta, y que al ser asentadas en los protocanónicos, han sido universalmente “aceptadas” por los ''“Pueblos del Libro”''. (Debe sobreentenderse que han sido “aceptadas” tan sólo como parte del paquete de los escritos bíblicos; aun cuando, de hecho, muchos las desconocen a causa de su falta de adhesión al estudio crítico de los textos.)
A causa de alguna nefasta ironía de pésimo gusto, todos los cristianos aceptan como algo sagrado el relato asentado en los textos hebreos del Libro de Ester; en donde se narra una cruenta masacre con un saldo rojo de miles de vidas. Lo más sorprendente de todo el asunto es que, por razones ya antes citadas, y, a diferencia de los textos griegos del Libro de Ester, esos textos hebreos ni siquiera presentan pretextos piadosos que puedan hacer parecer más “humano” el contexto asociado con esta matanza.


Por ejemplo, la idea de que la sangre, así como el ''“olor de suavidad”'' que despiden la grasa, el sebo y la grosura o gordura de animales mientras son consumidos por fuego, sea tan agradable al ''olfato'' de Dios, que éste lo reciba como un sacrificio expiatorio, o aun propiciatorio, y, en cambio, no asimismo, los frutos vegetales (Génesis 4:3-5, 8:20-22), también es una idea de orígenes chamánicos paganos. De hecho, en los escritos de la Ley (el Éxodo, el Levítico y los Números) quedaron asentadas largas series de textos preceptivos referentes a múltiples tejidos y fluidos de origen animal y vegetal, e incluso aun humanos, con ''olor agradable'' al ''olfato'' de Dios, e incluso los que no son agradables, o son de plano ''impuros'' (Éxodo 29—30, Levítico 1—17, Números 28—29); los cuales representan los tempranos orígenes chamánicos paganos del [[judeocristianismo]], que, al paso de los siglos, trató de deslindarse de los mismos.
Simple y llanamente, se sigue el criterio de alentar la idea de lo inapelable de las decisiones de algunos monarcas. De hecho, este libro presenta el respeto a las leyes falaces de Asuero como un ejemplo para el cumplimiento de edictos divinos muy disparatados; como el trompeteado “plan de salvación” que aparece esbozado en al menos algunos de los otros textos y escritos sagrados… Ante estos hechos, cabe preguntarse: (“¿Qué tipo de dios aberrante y espurio necesitaría respaldar sus edictos en el cumplimiento de ejemplos tan burdos…?”)


Algunos protestantes y fundamentalistas han juzgado “inmoral”, e incluso “anticristiana”, la gesta de Judit; ya que, de acuerdo al libro que relata su historia, y que lleva su nombre, sedujo con engaños a Holofernes, el general asirio, y después de embriagarlo, le cortó la cabeza (Judit 11—13). Sin embargo, una acción similar ha quedado asentada en el Libro de los Jueces; en donde se relata la muerte de Sisara, general cananeo, a manos de Jael, mujer de Héber el Cineo (Jueces 4), así como también el beneplácito conferido a este hecho por Débora y Barac, los jueces israelitas del momento (Jueces 5); a pesar de mediar la traición, así como el abuso de la hospitalidad; pues existía paz entre Jabín de Hasor —a quien servía Sisara—, y la casa de Héber el Cineo —marido de Jael—, y Sisara no había atacado a la mujer, sino acudido a ella en busca de refugio, y de hospitalidad (Jueces 4:17). Sin embargo, a pesar de estas series de consideraciones, los fundamentalistas exaltan a Jael como un ejemplo de mujer aguerrida, resuelta y decidida (confróntese este hecho), y a Judit le deniegan el reconocimiento a su gran entereza, virtud y valentía, merced al testimonio detractorio de antiguos y modernos agentes protectores de la causa de la depuración y reducción, mediante la oclusión, el veto, la censura y la exclusión (Sirácides 28:15 ó 19).
Como contraparte, el Libro de Judi ha sido encontrado inmoral, a pesar de que en éste se brinda el ejemplo de una batalla ganada de manera incruenta: sin el sacrificio de miles de vidas. A pesar de ello, para mantener su lealtad a Lutero, y justificar su penosa ignorancia, los impugnadores del Libro de Judi revierten de forma perversa los roles de muchos actores en este relato: Judit es juzgada con todo rigor por matar a un tirano que quiso acabar con su patria y su gente. Y, de esta forma, el tirano se vuelve mártir de la causa del sostenimiento de las decisiones de un monje ignorante, timorato, mezquino y taimado llamado Lutero.


Otras impugnaciones, han llegado a alcanzar a un escrito tan pulcramente fiel a la ortodoxia de la piedad judía como el [[Libro de Sirácides]], que, al haber sido escrito por un sabio judío jerosolimitano, es el ''más judío'', en un sentido estricto, y el ''más ortodoxo'' de los documentos deuterocanónicos. En razón de ello, algunos ensayistas protestantes reconocen al libro como “''el mejor de los apócrifos''“ (confróntese). En virtud de ello, el divulgador judío ruso americano [[Isaac Asimov]], en su '''Guía de la Biblia''', hace la siguiente observación:
==== “Sí es de la familia… ¡Pero llegó tarde…!” ====
Otras impugnaciones, han llegado a alcanzar a un escrito tan pulcramente fiel a la ortodoxia de la piedad judía como el [[Libro de Sirácides]], que, al haber sido escrito por un sabio judío jerosolimitano, es el ''más judío'', en un sentido estricto, y el ''más ortodoxo'' de los documentos deuterocanónicos. En razón de ello, algunos ensayistas protestantes reconocen al libro como “''el mejor de los apócrifos''“. (Confróntese.) En virtud de este hecho, el divulgador judío ruso americano [[Isaac Asimov]], en su '''Guía de la Biblia''', hace la siguiente observación:


«El libro fue compuesto demasiado tarde para calificar para el canon judío, y fue consignado a los apócrifos. […] si el libro hubiese sido escrito en 300 a.C., o poco después, muy probablemente, habría entrado al canon.» —Isaac Asimov, en su Guía de la Biblia.<ref>ASIMOV, Isaac; Asimov’s Guide to the Bible, Volume 1, Chapter 21; Random House, London-New York-Toronto-Sydney-Auckland, 1981; ISBN 0-517-34582-X.</ref>
«El libro fue compuesto demasiado tarde para calificar para el canon judío, y fue consignado a los apócrifos. […] si el libro hubiese sido escrito en 300 a.C., o poco después, muy probablemente, habría entrado al canon.» —Isaac Asimov, en su Guía de la Biblia.<ref>ASIMOV, Isaac; Asimov’s Guide to the Bible, Volume 1, Chapter 21; Random House, London-New York-Toronto-Sydney-Auckland, 1981; ISBN 0-517-34582-X.</ref>


==== “¡Eso no lo dijimos nosotros…!” ====
A pesar de estos y otros testimonios a favor del libro, algunos autores fundamentalistas aducen sin sustento que el Sínodo de Jamnia rechazó el carácter sagrado de este libro porque esbozaba posturas ideológicas “machistas” (Sirácides 42:12-14) y “epicúreas” (Sirácides 13:25-26, ó 31-32) “desacordes al canon”. Si bien es menester puntualizar que, al acusar al Libro de Sirácides de promover posturas “epicúreas”, el Sínodo de Jamnia se estaba refiriendo expresamente a las posturas de Jesús de Sirac de acuerdo con las cuales el bien, la rectitud, la justicia y la sabiduría pueden ser una fuente de gozo y de deleite para un ser humano (Sirácides 14:1-7∙11-15∙22-27, 30:14-17, y 51:18-20).
A pesar de estos y otros testimonios a favor del libro, algunos autores fundamentalistas aducen sin sustento que el Sínodo de Jamnia rechazó el carácter sagrado de este libro porque esbozaba posturas ideológicas “machistas” (Sirácides 42:12-14) y “epicúreas” (Sirácides 13:25-26, ó 31-32) “desacordes al canon”. Si bien es menester puntualizar que, al acusar al Libro de Sirácides de promover posturas “epicúreas”, el Sínodo de Jamnia se estaba refiriendo expresamente a las posturas de Jesús de Sirac de acuerdo con las cuales el bien, la rectitud, la justicia y la sabiduría pueden ser una fuente de gozo y de deleite para un ser humano (Sirácides 14:1-7∙11-15∙22-27, 30:14-17, y 51:18-20).


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== Síntesis conclusiva ==
== Síntesis conclusiva ==
A la luz de estos hechos, hoy nadie puede ya seguirse solazando en el infundio de que estos documentos hayan sido “agregados” al texto del Tanaj por parte de malvados paganos deseosos de difundir errores dentro del cristianismo, a fin de confundir a los cristianos, así como tampoco por cristianos apóstatas, o por judíos blanditos desprovistos de celo por la Ley de Moisés, que habían sucumbido frente a las seducciones de las ideas paganas. Con el antecedente de la pluralidad de tradiciones religiosas entre los israelitas, hoy ya ha quedado en claro que los distintos grupos de tribus israelitas fueron comunidades autocéfalas, que, a través de los siglos, fueron desarrollando, ''de forma enteramente independiente y separada'', distintas colecciones de documentos sacros:
A la luz de estas series de hechos, nadie puede seguir sosteniendo más impugnaciones a estos escritos. Pues estos '''[a]''' no fueron “agregados” al canon de textos sagrados por algunos '''judíos''' blanditos, carentes del celo de Dios y sus Leyes, o que habían sucumbido de lleno a la seducción de doctrinas paganas, '''[b]''' ni por los cristianos infieles y apóstatas que el Señor destinara a perderse, '''[c]''' ni por los malvados paganos ansiosos de contaminar a la iglesia de Cristo, o infundir errores entre los cristianos, con el fin expreso de perder a éstos, o de confundirlos para sus demonios.

Hoy ya se conoce con toda certeza la pluralidad y la diversidad de los cuerpos de ideas religiosas entre los distintos grupos '''israelitas'''. Ha quedado en claro que los diferentes grupos israelitas, tal vez, desde siempre, fueron mantenidos como comunidades autocéfalas, que, a través de siglos de historia sagrada, de sus tradiciones, y de sus contextos, fueron compilando, ''de forma enteramente independiente, y por separado'', varias diferentes colecciones propias de escritos sagrados:


# Antiguos remanentes de tribus israelitas que habían permanecido asentados en Samaria, sólo reconocían como textos sagrados los 5 documentos del '''Torá''', el '''Libro de la Ley''', mismo que preservaban en lengua hebrea arcaica, bastante más antigua que el hebreo de Judea (búsquese, al respecto, información en torno del llamado [[Pentateuco samaritano]]).
# Antiguos remanentes de tribus israelitas que habían permanecido asentados en Samaria, sólo reconocían como textos sagrados los 5 documentos del '''Torá''', el '''Libro de la Ley''', mismo que preservaban en lengua hebrea arcaica, bastante más antigua que el hebreo de Judea (búsquese, al respecto, información en torno del llamado [[Pentateuco samaritano]]).
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# El '''Nuevo Testamento''', por su parte, tampoco es el producto de manos de judíos, en un sentido estricto, sino de los discípulos de Cristo, un grupo heterogéneo, pero muy solidario, de hombres galileos marginados, los cuales asumían que su Maestro podría rescatar, reunir, reivindicar y restaurar íntegramente todas y cada una de las tribus perdidas del Reino de Israel —entre ellas, desde luego, las tribus galileas—, mismas que —a diferencia de las tribus sureñas de Judá, o Judea—, habían sido dispersas o exiliadas, y nunca plenamente restauradas (Lucas 24:21, Hechos 1:6).
# El '''Nuevo Testamento''', por su parte, tampoco es el producto de manos de judíos, en un sentido estricto, sino de los discípulos de Cristo, un grupo heterogéneo, pero muy solidario, de hombres galileos marginados, los cuales asumían que su Maestro podría rescatar, reunir, reivindicar y restaurar íntegramente todas y cada una de las tribus perdidas del Reino de Israel —entre ellas, desde luego, las tribus galileas—, mismas que —a diferencia de las tribus sureñas de Judá, o Judea—, habían sido dispersas o exiliadas, y nunca plenamente restauradas (Lucas 24:21, Hechos 1:6).
# A este movimiento de galileos ansiosos de la restauración definitiva del Reino de Israel, vinieron a sumarse muchos advenedizos, brindando, en ciertos casos, giros inesperados a las aspiraciones de aquellos galileos panisraelistas.
# A este movimiento de galileos ansiosos de la restauración definitiva del Reino de Israel, vinieron a sumarse muchos advenedizos, brindando, en ciertos casos, giros inesperados a las aspiraciones de aquellos galileos panisraelistas.
# Algunos de ellos son: Saúl de Tarso, por sobrenombre Paulo, el único judío comprometido de lleno con la causa de la propagación del '''Evangelio de Cristo''' entre las gentes, y Lucas el Médico, el único pagano (único no-israelita) al que se reconoce el privilegio de que dos libros suyos hayan sido admitidos al canon de la Biblia, a pesar de que éste no se había siquiera autoproclamado como un apóstol; como, a diferencia, Saúl de Tarso se había autoproclamado en algún momento.
# Algunos de ellos son: Saúl de Tarso, por sobrenombre Paulo, el único judío comprometido de lleno con la causa de la propagación del '''Evangelio de Cristo''' entre las gentes, y Lucas el Médico, el único pagano (único no-israelita) al que se reconoce el privilegio de que dos libros suyos hayan sido admitidos al canon de la Biblia, a pesar de que él ni siquiera fue apóstol por autonombramiento, como Saúl de Tarso, a diferencia, debió de proclamarse en su momento.


En consideración de todo lo anteriormente planteado, es posible afirmar, con toda propiedad, que, a través de los siglos, los fundamentalistas han conferido siempre demasiada importancia a la depuración del canon. Su afán depuratorio ha sido sumamente mezquino y excluyente contra todos aquellos que no poseen las mismas creencias y valores: La moción de excluir estos textos surgió de la intención de desacreditar a grupos israelitas no judíos —algunos de los cuales habían dado la pauta para la aparición del cristianismo—.
En consideración de todo lo anteriormente planteado, es posible afirmar, con toda propiedad, que, a través de los siglos, los fundamentalistas han conferido siempre demasiada importancia a la depuración del canon. Su afán depuratorio ha sido sumamente mezquino y excluyente contra todos aquellos que no poseen las mismas creencias y valores: La moción de excluir estos textos surgió de la intención de desacreditar a grupos israelitas no judíos —algunos de los cuales habían dado la pauta para la aparición del cristianismo—. Aunque esta tentativa descalificatoria fracasó de momento, el Sínodo de Jamnia logró sentar las bases para las posteriores exclusiones de grupos de cristianos por parte de otros grupos de cristianos: Los fundamentalistas hoy tienen la consigna de difundir la idea de que antes de la Reforma protestante del Siglo XVI, o más allá de ella, los fieles de otros grupos históricos cristianos, y muy especialmente, católicos romanos, nunca han sido “cristianos”, en un sentido estricto, ni son “hijos de Dios”, ni ciertas otras series de conceptos de tipo doctrinal, confesional, sectario o partidista.

Aunque esta tentativa descalificatoria fracasó de momento, el Sínodo de Jamnia logró sentar las bases para las posteriores exclusiones de grupos de cristianos por parte de otros grupos de cristianos: Los fundamentalistas hoy tienen la consigna de difundir la idea de que antes de la Reforma protestante del Siglo XVI, o más allá de ella, los fieles de otros grupos históricos cristianos, y muy especialmente, católicos romanos, nunca han sido “cristianos”, en un sentido estricto, ni son “hijos de Dios”, ni ciertas otras series de conceptos de tipo doctrinal, confesional, sectario o partidista.


Sin embargo, hoy se sabe que cualquier argumento esgrimido contra libros “apócrifos católicos”, puede ser revertido en contra de cualquiera de los textos y escritos del Tanaj, o el Nuevo Testamento: Un hecho afortunado en torno al canon bíblico es que, contrariamente a las posturas ideológicas de fundamentalistas de todas las tendencias (e incluso de los mismos cristianismos históricos), los textos de la Biblia jamás constituyeron ninguna presupuesta unidad doctrinal; y hoy ningún estudioso que se precie de serlo duda que el “judaísmo” fue siendo estructurado durante muchos siglos, de forma paulatina y progresiva, y que evolucionó desde sus fuentes primigenias, nuevamente planteadas a partir de los mitos y de las tradiciones chamánicas paganas del folklore popular de los pueblos [[semita]]s, e inclusive, [[camita]]s, de todo el [[Medio Oriente]], la [[Media Luna Fértil]], [[Mesopotamia]], [[Egipto]], la ''Tierra Prometida'', el [[Arab]] y el [[Sinaí]], hasta consolidarse como una nación con una identidad propia bien definida a la vuelta del exilio babilónico, bajo [[Zorobabel]], infante de la Casa de David, [[Esdras]], sacerdote y escriba, y [[Nehemías]], gobernador asignado a la provincia persa de Judea.
Sin embargo, hoy se sabe que cualquier argumento esgrimido contra libros “apócrifos católicos”, puede ser revertido en contra de cualquiera de los textos y escritos del Tanaj, o el Nuevo Testamento: Un hecho afortunado en torno al canon bíblico es que, contrariamente a las posturas ideológicas de fundamentalistas de todas las tendencias (e incluso de los mismos cristianismos históricos), los textos de la Biblia jamás constituyeron ninguna presupuesta unidad doctrinal; y hoy ningún estudioso que se precie de serlo duda que el “judaísmo” fue siendo estructurado durante muchos siglos, de forma paulatina y progresiva, y que evolucionó desde sus fuentes primigenias, nuevamente planteadas a partir de los mitos y de las tradiciones chamánicas paganas del folklore popular de los pueblos [[semita]]s, e inclusive, [[camita]]s, de todo el [[Medio Oriente]], la [[Media Luna Fértil]], [[Mesopotamia]], [[Egipto]], la ''Tierra Prometida'', el [[Arab]] y el [[Sinaí]], hasta consolidarse como una nación con una identidad propia bien definida a la vuelta del exilio babilónico, bajo [[Zorobabel]], infante de la Casa de David, [[Esdras]], sacerdote y escriba, y [[Nehemías]], gobernador asignado a la provincia persa de Judea.


De la misma manera, es justo y obligado puntualizar el hecho, hoy ya muy ampliamente demostrado, de que algunas variantes y expresiones alternas, dispersas o a destiempo de los inmensamente ricos legados culturales israelitas más allá del llamado judaísmo rabínico jerosolimitano, consolidado entonces, dieron lugar y origen a antiguas y ancestrales expresiones de religiosidad de los [[samaritanos]] y de los galileos, y al “judaísmo” helénico, el cual en realidad representó una forma de '''“panisraelismo”'''<ref>Neologismo acuñado por algunos autores para hacer referencia al antiguo ideal israelita de aquellos que aspiraban al rescate y a la restauración de todas las distintas tribus israelitas, y de sus respectivas expresiones culturales; por contraposición al ideal judío, que sólo ha contemplado como parte del “pueblo elegido”, el “pueblo de la Alianza”, a la fracción judía de entre las numerosas tribus israelitas.</ref> reflejado de lleno en la Biblia Alejandrina, y que fue retomado por Cristo (Mateo 15:24) y por al menos algunos de los miembros más cercanos de su discipulado pastoral (1 Pedro 1:1, Santiago 1:1), y por las cristiandades tempranas e históricas, con todas sus variantes y tendencias.
De la misma manera, es justo y obligado puntualizar el hecho, hoy ya muy ampliamente demostrado, de que algunas variantes y expresiones alternas, dispersas o a destiempo de los inmensamente ricos legados culturales israelitas más allá del llamado judaísmo rabínico jerosolimitano, consolidado entonces, dieron lugar y origen a antiguas y ancestrales expresiones de religiosidad de los [[samaritanos]] y de los galileos, y al “judaísmo” helénico, el cual en realidad representó una forma de ''panisraelismo''<ref>Neologismo acuñado por algunos autores para hacer referencia al antiguo ideal israelita de aquellos que aspiraban al rescate y a la restauración de todas las distintas tribus israelitas, y de sus respectivas expresiones culturales; por contraposición al ideal judío, que sólo ha contemplado como parte del “pueblo elegido”, el “pueblo de la Alianza”, a la fracción judía de entre las numerosas tribus israelitas.</ref> reflejado de lleno en la Biblia Alejandrina, y que fue retomado por Cristo (Mateo 15:24) y por al menos algunos de los miembros más cercanos de su discipulado pastoral (1 Pedro 1:1, Santiago 1:1), y por las cristiandades tempranas e históricas, con todas sus variantes y tendencias.


== Notas y referencias ==
== Notas y referencias ==
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* [[Biblia]]
* [[Biblia]]
* [[Septuaginta]]
* [[Septuaginta]]
* [[Historia de Susana]]
* [[Tanaj]]
* [[Historia de Bel y el Dragón]]
* [[Libros de la Biblia]]
* [[Antiguo Testamento]]
* [[Antiguo Testamento]]
* [[Apócrifos]]
* [[Apócrifos]]
* [[Tanaj]]


== Enlaces externos ==
== Enlaces externos ==
* [http://apologetica.org/site/index.php?option=com_content&task=view&id=165 Historia del Canon del Antiguo Testamento] en [http://apologetica.org/ Apologética.org]
* [http://www.newadvent.org/cathen/03267a.htm Canon of the Old Testament] at the [http://www.newadvent.org/cathen/ Catholic Encyclopedia]

* [http://www.davidmacd.com/catolicos/que_hay_con_esos_libros_extra_de_la_biblia.htm “¿Qué hay con esos libros ‘extra’ de la Biblia?”] en [http://www.davidmacd.com/catolicos/ The David MacDonald’s Official Web Site]
{{EL}}
* [http://www.apologeticacatolica.org/Canon/IndiceCanon.htm El Canon de las Escrituras] en [http://www.apologeticacatolica.org/ Apologética Católica]
* [http://www.bibliaesfera.com/historia-y-biblia/historia-del-canon-biblico-parte-3 Historia del Canon Bíblico, Parte 3 de 7] en [http://www.bibliaesfera.com/ Biblia Esfera]
* [http://www.bibliaesfera.com/historia-y-biblia/historia-del-canon-biblico-parte-4 Historia del Canon Bíblico, Parte 4 de 7] en Biblia Esfera
* [http://www.bibliaesfera.com/historia-y-biblia/historia-del-canon-biblico-parte-5 Historia del Canon Bíblico, Parte 5 de 7] en Biblia Esfera
* [http://www.bibliaesfera.com/historia-y-biblia/historia-del-canon-biblico-parte-6 Historia del Canon Bíblico, Parte 6 de 7] en Biblia Esfera
* [http://www.newadvent.org/cathen/03267a.htm Canon of the Old Testament] en [http://www.newadvent.org/ New Advent]


[[Categoría:Libros de la Biblia]]
[[Categoría:Libros de la Biblia]]

Revisión del 15:20 22 abr 2010

Detalle de una página de la Biblia del Oso (Basilea, 1569), de Casiodoro de Reina, reformador protestante español del Siglo XVI, conteniendo el principio y los encabezados del Libro de Tobías, uno de los libros deuterocanónicos.

Los deuterocanónicos son textos y pasajes del Antiguo Testamento de la Biblia cristiana que nunca fueron incluidos en el Tanaj judío. Las series de argumentos tanto en pro como en contra del carácter “divino” de estos documentos ha sido sumamente larga y acalorada a través de los siglos, y suele remontarse a los escritos de padres de la iglesia de los primeros siglos de la Era Cristiana; los cuales ya se hallaban divididos respecto del valor “sagrado” o “inspirado”, y luego posteriormente “canónico”, de estos importantes documentos.

Durante muchos años, en medios protestantes, se ha dado difusión a la creencia de origen popular de que la tradición católica romana les ha asignado el nombre de “deuterocanónicos” porque ella “reconoce” un carácter “secundario” a estos documentos. Sin embargo, esta idea carece de sustento historiográfico: una lectura atenta a los trabajos del Concilio de Trento (1546), revela que el Concilio define sin ambages que “los libros deuterocanónicos deben ser tratados con igual devoción y reverencia”.[1]

Lo cierto es que la voz castellana “deuterocanónico” transcribe la voz griega “δευτεροκανονικός”; que, a su vez, proviene de las raíces griegas “δεύτερος” (segundo) y “κανόνας” (norma). Con este antecedente etimológico, se puede definir como: Adj. Perteneciente o relativo a la “segunda norma”, es decir, al llamado Canon Alejandrino.

(Durante muchos siglos, por desconocimiento de la historia, se pensaba que éste era sólo una “segunda norma” o prescripción de “escrituras sagradas” “judías”, con respecto al llamado Canon Palestinense; el cual durante siglos llegó a ser tenido como una “primera norma” o prescripción de “escrituras sagradas” judías.)

Los grupos que rechazan estos textos, los han llamado “apócrifos”. Y los que los aceptan no concuerdan del todo en llamarlos “deuterocanónicos”. Las iglesias cristianas ortodoxas, por ejemplo, de manera tajante, rechazan la tendencia occidental a distinguirlos de los “protocanónicos”. Para efectos de estudio, en el presente artículo se ha mantenido el uso occidental, a fin de describir conceptos básicos referentes a ellos.

Catálogos de textos

Varias de las llamadas cristiandades tempranas, y de los cristianismos históricos y actuales, como son las iglesias cristianas ortodoxas, las llamadas iglesias cristianas orientales (de todo el Medio Oriente y Norte de África), y la iglesia católica latina occidental, vindican como partes integrantes del canon de sus Biblias los textos subsecuentes:[2]

  1. El Libro de Tobit —en algunas versiones llamado “Libro de Tobías”—
  2. El Libro de Judit
  3. El Libro de la Sabiduría de Salomón
  4. El Libro de la Sabiduría de Jesús de Sirac —en algunas versiones llamado “Libro de Sirácides”, y también “del Sirácida”, o “del Eclesiástico”—, junto a su respectivo “Prólogo del traductor griego” (Capítulo 1a)[3]
  5. El Libro de Baruc, formado por tres textos adscriptos a Baruc (Baruc 1:15'—3:8, 3:9—4:4 y 4:5—5:9), y un cuarto redactado a manera de Exordio (Baruc 1:1-15')
  6. La Epístola de Jeremias —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 6” del Libro de Baruc—, junto a su respectivo Epígrafe (Baruc 6:1a, ó 6:1bis)
  7. Los Libros I y II de los Macabeos
  8. Variantes aditivas, substractivas y/o substitutivas mayores consistentes al Libro de Ester —comúnmente agrupadas bajo el nombre conjunto de “Resto de Ester”—, junto a su respectivo Colofón (Ester 10:3l, ó 10:14)
  9. Variantes aditivas, substractivas y ordinales más o menos mayores al Libro de Daniel

Entre estas variantes se destacan, de forma peculiarmente especial:

  1. El pasaje Daniel 3:24bis-90; que incluye la Oración de Azarías y el Himno de los 3 Jóvenes, junto a sus respectivas Notas complementarias [EWT]
  2. La Historia de Susana —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 13” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epílogo (Verso 63 OG, o bien 64 Teodoción, según el numeral de Alfred Rahlfs) [EWT]
  3. La Historia de Bel y el Dragón —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 14” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1 OG, o 1 Teodoción, según el numeral de Alfred Rahlfs) [EWT]

Las iglesias cristianas ortodoxas y orientales incluyen en sus Biblias, asimismo, algunos otros libros y pasajes; los cuales aparecen en la Biblia Septuaginta griega:

  1. El Libro III de Esdras[4]
  2. El Libro III de los Macabeos
  3. El Capítulo 8 del Libro de las Odas —común y familiarmente llamado Oración de Manasés—, junto a su respectivo Epígrafe (Odas 8:1a)
  4. Numerosas variantes aditivas, substractivas y ordinales a varios de los libros protocanónicos del Viejo Testamento, más o menos mayores en el caso del texto de los Libros de Samuel, los Reyes, Job, los Salmos de David, los Proverbios, Isaías, Jeremías, y las Lamentaciones

Entre estas variantes se destacan, de manera especial:

  1. El Resto del Epílogo al Libro de Job (Job 42:17a-17e, ó 42:18-22)
  2. Varios de los Epígrafes propios de los Capítulos del Libro de los Salmos de David[5]
  3. El Capítulo 151 del Libro de los Salmos de David —común y familiarmente llamado “Salmo 151”—, junto a su respectivo Epígrafe (Salmos 151:1a)
  4. El Introito del Libro de las Lamentaciones (Lamentaciones 1:1a)

También, por otra parte, algunos ciertos códices, versiones y ediciones de la Biblia, incluyen, asimismo, si bien con divergentes criterios de valor canónico o sagrado:

  1. El Libro IV de Esdras[6]
  2. El Libro IV de los Macabeos[7]
  3. El Libro de Enoc
  4. El Libro de los Jubileos
  5. Las Apocalipsis de Baruc
  6. El Resto de las Palabras de Baruc
  7. El Libro de las Odas; que incluye la Oración de Manasés y el Himno Matutino, y otros 13 textos retomados de otros libros bíblicos canónicos, junto con sus epígrafes
  8. El Libro de los Salmos de Salomón, junto con sus Epígrafes
  9. Los Capítulos 152-155 del texto siríaco del Libro de los Salmos de David
  10. El Salmo de Alabanza del texto hebreo de Sirácides 51:12a-12p
  11. Las Doxologías y Subscripciones del texto hebreo y griego de Sirácides 51:30a-30d
  12. El texto griego antiguo, OG,[8]​ del Libro de Daniel, conteniendo variantes aditivas, substractivas y ordinales más o menos mayores a varios de los textos, pasajes y capítulos de dicho documento

Entre estas variantes se destacan, de forma peculiarmente especial:

  1. El texto griego antiguo, OG, del pasaje Daniel 3:24bis-90; que incluye la Oración de Azarías y el Himno de los 3 Jóvenes, junto a sus respectivas Notas complementarias
  2. El texto griego antiguo, OG, de la Historia de Susana —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 13” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epílogo (Verso 63, según el numeral que la Edición de Alfred Rahlfs asigna al texto OG de este documento)
  3. El texto griego antiguo, OG, de la Historia de Bel y el Dragón —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 14” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1, según el numeral que la Edición de Alfred Rahlfs asigna al texto OG de este documento)

Los libros de estas series son algo más tardíos que el resto de los libros del Viejo Testamento, y algo más tempranos que los escritos propios del Nuevo Testamento; por lo cual representan cierta continuidad lógica y necesaria, y suplen las lagunas culturales de otra forma existentes entre ambos testamentos. De la misma manera, algunos de estos textos representan creencias y valores ancestrales de tribus israelitas que existieron fuera del judaísmo de Judea.

Todos estos escritos han sido redactados de forma original al menos en alguno de los idiomas bíblicos —teniéndose por tales, el griego, el hebreo y el arameo, con todas sus variantes dialectales, incluyendo el siríaco—. Algunos otros textos, sin embargo, carecen totalmente del sustento de alguna redacción original en un idioma bíblico inmediato. A esta categoría pertenecen algunas peculiares formas largas al texto de los Libros de Enoc, los Jubileos, el Resto de Palabras de Baruc, y I, II y III de Macabeos —halladas solamente en el texto en ge'ez de la Biblia, seguido por la iglesia de Etiopía—.

Preámbulo introductorio

A fin de propiciar a los lectores alguna perspectiva más extensa sobre estos documentos, aquí se ha procurado bosquejar algunas suaves líneas de argumentos esgrimidos en torno de cuestiones referentes a su “sacralidad” o carácter de “textos sagrados”; puntualizando el hecho del inmenso valor cultural, histórico, antropológico, ético y axiológico que estos documentos de hecho han revestido en la mentalidad de al menos una parte importante del mundo.

(Aun cuando, en el mundo occidental, el papado romano proscribió la lectura de la Biblia de manos de sus fieles durante muchos siglos, se debe comprender que, en el Oriente, la lectura habitual, asidua y reflexiva de la Biblia —con deuterocanónicos— es una tradición muy ancestral, amada y venerada por las comunidades y núcleos familiares cristianos ortodoxos y orientales a través de los siglos, y que, por otra parte, las enseñanzas bíblicas y la historia sagrada —con deuterocanónicos—, jamás fueron ajenas a la mentalidad de los fieles y adeptos católicos romanos, aun sin acudir de manera directa al texto de la Biblia, y que, desde el Concilio Vaticano II (1962-1965), millones de creyentes católicos romanos, de todas partes del mundo, y de todas las edades, se han familiarizado con ediciones bíblicas que incluyen estos libros, y juzgan incompletas las ediciones bíblicas desprovistas de ellos.)

De la misma manera, independientemente, y mucho más allá, de toda perspectiva de tipo doctrinal, confesional, sectario o partidista, los deuterocanónicos merecen ser leídos y apreciados, no sólo como textos revestidos de un carácter “canónico”, “sagrado” o “inspirado” —que, en vista de los hechos relativos a ellos, así como a su historia, y a los significados a ellos vinculados, jamás en realidad ha sido necesario para ellos—, sino como valiosas expresiones de la cultura humana, y genuinas joyas de la literatura universal, moral y sapiencial, que no pierden vigencia, y adquieren más valor al pasar de los siglos.

Nota: Todos los textos bíblicos citados en el presente artículo son partes importantes del discurso; pues cumplen la función de referencias.

Antecedentes históricos

Existen ciertas series de sucesos que inciden en el hecho de la conformación del Canon Amplio de la Biblia. El primero de ellos, es la temprana pérdida de la antigua unidad nacional de diferentes grupos de tribus israelitas, la cual fue provocada por la escisión temprana del Reino de Israel, bajo Jeroboam y Roboam, dos líderes tribales israelitas (1 Reyes 12), y que fue sancionándose, de forma sucesiva, bajo la intervención y el auge expansionista de imperios como Asiria, Babilonia, Medo-Persia, Macedonia-Grecia, Siria y Roma.

Al paso de los siglos, desde la perspectiva de la comunidad propiamente judía, es decir, de Judea, el resquebrajamiento de toda comunión e identidad común con las comunidades israelitas dispersas más allá de Judea, ya estaba consumado de forma irreversible. Pues ya desde la vuelta del exilio —como puede apreciarse en el texto de los libros 1 Crónicas, 2 Crónicas, Esdras y Nehemías—, y en siglos sucesivos, las tribus de Judea no verían ya más como parte del “pueblo elegido” a los restos dispersos de las antiguas tribus perdidas israelitas que habían de subsistir hasta el Siglo I de la Era Común en Perea, Samaria y Galilea.

Ese es el momento preciso en que el pueblo judío, es decir, de Judea, traicionó el ideal nacional de Israel como “pueblo”, y se apropió la historia e identidad conjunta que a través de los siglos había compartido con el resto de tribus israelitas, suplantando a éstas al desconocerlas como parte integrante del “pueblo elegido”, el “pueblo de la Alianza”, el “pueblo de la Biblia”. Es a raíz de esto, que la restauración integral de la antigua unidad nacional israelita, se llega a convertir en el sueño y clamor en común, cada vez más ansiado, urgente y apremiante, de todos los distintos grupos de israelitas de fuera de Judea.

De hecho, la denuncia más urgente de Cristo y sus discípulos no es contra “los romanos” —que se habían adueñado de toda la riqueza material y económica (Mateo 22:15-22)—, sino, precisamente, es contra “los judíos”, oriundos de Judea —que estaban despojando a los demás israelitas de su bien más preciado: su amada dignidad de hijos del Señor, y miembros de su pueblo y de su Alianza—. Ubicados en este contexto, no se debe entender “los judíos” como “los israelitas” de cualquier clan tribal, que hubiesen conservado creencias patriarcales ancestrales, o en contraposición directa a “los cristianos” (Juan 7:1, 4:9, 8:48).

Otros antecedentes: [a] Para los días de Cristo, el griego era la única lengua hablada en común por todos los distintos grupos comunitarios israelitas de todo el Mundo Antiguo, así como también, una segunda lengua natural para todos los pueblos asentados en torno a las riberas orientales del Mar Mediterráneo. [b] Y ya tres siglos antes, en el año 280 a.C., piadosos israelitas de todo el Mundo Antiguo, habían dado inicio a la labor conjunta de compilar en griego la amplia e incluyente colección de textos religiosos sagrados israelitas que, al paso de los siglos, ha sido conocida como “la Septuaginta” (Biblia de los LXX). [c] En razón de estos hechos, no es desestimable la tesis de que Cristo y sus discípulos, así como los grupos de tribus israelitas asentadas más allá de Judea, cuya lengua materna nunca fue el hebreo, sino el arameo, recibieran de hecho, y aun reconocieran, como cuerpo de textos sagrados, la Biblia Septuaginta, con deuterocanónicos, de forma más temprana, directa, digerida y consensual, que los textos hebreos más tarde compilados en el Tanaj judío.

De la forma que sea, la temprana adopción de la Biblia LXX por las comunidades cristianas primitivas, es un hecho probado que ha quedado asentado en el Nuevo Testamento; en donde al menos seis de cada siete citas completamente explícitas del Antiguo Testamento, sumando unas 300 de 350, han sido retomadas, de manera textual, no a partir de los textos hebreos o arameos del Tanaj, sino a partir del texto griego de los LXX.

De la misma manera, es un hecho probado que la definición del canon del Tanaj, comúnmente llamado Canon Palestinense, representa de forma muy clara la legitimación de una decisión tomada por judíos puristas radicales: los fariseos históricos y neotestamentarios; quienes lo definieron en fecha tan tardía como el año 95 de la Era Cristiana, en el concilio de Jamnia concilio de caracter anti-cristiano que tuvo el expreso fin de tratar de hacer frente y contrapeso al constante incremento de la adhesión de adeptos de orígenes judíos a las comunidades cristianas primitivas —que usaban la versión griega de los LXX—, durante todo el curso del Siglo I de la Era Cristiana:

«Hasta la venida de Jesús, la comunidad judía no se había pronunciado definitivamente respecto de esas dos colecciones. Solamente el año 95 d.C., un congreso de los fariseos, en Jamnia, tomó la decisión última. Aceptaron libros que todavía eran discutidos en Palestina, como [1 y 2 ]Crónicas y Esdras[ y Nehemías], pero rechazaron todos los libros propios de la Biblia griega. En realidad, en ese momento ellos ya no tenían la autoridad que viene de Dios: la iglesia [ya] existía, y a ella le correspondía decidir con la ayuda del Espíritu Santo.» —Ramón Ricciardi & Bernardo Hurault, en “La Nueva Biblia”.[9]

Y, en muchos documentos de ciertos otros grupos judíos e israelitas disidentes, así como en escritos de padres de la iglesia, de los apologistas, y de los pensadores de los primeros siglos de la Era Cristiana, así como de algunos sínodos y concilios, parciales y ecuménicos, existen abundantes referencias bastante generosas a varios de estos libros, los deuterocanónicos, en términos de “escritos sagrados e inspirados”, revestidos del mismo valor y autoridad que el resto de los libros de la Biblia, y epítetos afines:

«Ella [la iglesia] también se preocupó por su “canon”, o sea “lista oficial” de libros, que fue precisado por el Sínodo de Roma con el papa Dámaso en el año 382. Esta lista abarcaba la mayoría de los libros propios de la Biblia griega.» —Ramón Ricciardi & Bernardo Hurault, en “La Nueva Biblia”.[9]

Puntos de controversia

A pesar de lo cual, debido a la ignorancia, y al desconocimiento, así como a la falta de una visión más amplia y más abierta, de fondo y de conjunto, de este muy primer cuadro de antecedentes, ciñéndose al llamado Canon Palestinense, y en secución del mismo —el cual fue definido por grupos de rabinos judíos nacionalistas durante los trabajos del Sínodo de Jamnia, a finales del Siglo I de la Era Cristiana—, conforme estos hechos fueron quedando atrás en el pasado, fueron siendo perdidos de la vista de colectividades y grupos de cristianos, y algunos de los padres de la iglesia de los primeros siglos, y mil años más tarde, los grupos protestantes,[10]​ y otros grupos cristianos con ideas diferentes de los antes citados,[11]​ de forma sistemática, dieron en omitir o excluir de sus propias versiones y ediciones de la Biblia, todos los documentos propios del texto griego.

Uno de los mayores argumentos de sus opositores —si no es que acaso el único—, ha sido su omisión del canon del Tanaj, o tal vez su posible supresión de un canon consensual aún más antiguo, como algunos autores sugieren. Las líneas de argumentos posteriores son mucho más recientes, y en el fondo se trata de excusas secundarias para sintonizar a la razón con la conciencia (racionalización colectiva de masas): aquellos que rechazan estos libros, lo hacen “por defecto”, porque es lo que dicta un sistema de tipo doctrinal-confesional, basándose en las breves, escuetas y tardías referencias del Sínodo de Jamnia, de Jerónimo de Estridón, y algunos otros padres de la iglesia, seguidas muy de lejos en la línea del tiempo por Lutero, y otros reformadores protestantes del Siglo XVI, y luego posteriormente asumidas por las masas como parte integral del paquete de dogmas y de normas de los protestantismos de todas las tendencias:

«En el Siglo XVI, los protestantes pusieron en tela de juicio las decisiones de la iglesia primitiva. Prefirieron conformarse al decreto de los fariseos del año 95 y rechazaron los libros deuterocanónicos, o sea propios de la Biblia griega.» —Ramón Ricciardi & Bernardo Hurault, en “La Nueva Biblia”.[9]

Para justificar su gran tendencia a la exclusión, algunos protestantes y fundamentalistas evocan contra ellos las posturas de algunos de los padres de la iglesia, y muy especialmente, de Jerónimo:

«Evite ella [la iglesia] todos los escritos apócrifos. Y, si es inducida a leer los tales, no por la verdad de las doctrinas que contienen, sino por respeto de los milagros contenidos en ellos, comprenda ella que no fueron realmente escritos por aquellos a quienes se los atribuye, que en ellos se han introducido muchos elementos imperfectos, y que se requiere infinita discreción para buscar oro en medio de la escoria.» —Epístola CVII de Jerónimo a Leta, Párrafo 23.

Un dato relevante que muchos desconocen, sin embargo, es que muchos de ellos (los padres de la iglesia) no basaban sus tesis en argumentos “sólidos” de carácter teológico, sino en ideas “espurias”, de pensamiento mágico, místico y esotérico. En su Prólogo al Libro de los Reyes, por ejemplo, Jerónimo diserta una tediosa, y muy reiterativa perorata, para justificar y sustentar su propia tesis personal de que los libros del “Antiguo Testamento” debían ser 22, porque ese era el número de letras del alfabeto hebreo, arameo, siríaco y caldeo; lo cual significaba, según él, que Dios había dispuesto que tal era la suma de textos necesarios para ilustrar la fe de los judíos piadosos, antes de recibir la luz del cristianismo. [Con ello queda claro que este “Doctor Máximo” veía, de forma exacerbada, y aun supersticiosamente literal, los libros del Antiguo Testamento, como un “ABC” de la fe y la piedad, o un “de la A a la Z”, como se dice ahora .]

Es justo enfatizar que, fuera de estas series de criterios descontextualizados, no hay argumentos sólidos para desestimar o cuestionar, de manera tajante, el valor o el carácter histórico o moral de dichos documentos. Aun cuando queda claro que, a nivel exegético, ha sido ciertamente muy laxa y relajada la labor realizada por exégetas bíblicos de todos los contextos; ya que, en pleno Siglo XXI, a más de veinte siglos de la Era Cristiana, aún no se ha estudiado, de forma concienzuda y ordenada, profunda y detallada, y no comprometida con alguna postura confesional concreta, hechos muy importantes relativos a ellos (los deuterocanónicos).

Y, muy especialmente, respecto del origen y la autenticidad de los escritos bíblicos propios del texto griego, la labor exegética de muchos escolares de la Biblia ha sido, en efecto, muy 'parca' y 'recatada'; ya que muchos de ellos, incluso los católicos, han hecho concesiones excesivas a algunas posiciones dogmáticas concretas y fundamentalistas al abordar el tema de los antecedentes geográficos e históricos de estos documentos.

Para efectos de estudio, en seguida se cita una serie sumaria con ejemplos de puntos exegéticos en donde se presentan algunas omisiones y lagunas en cuanto a la labor y participación de escuelas y estudiosos de los escritos bíblicos:

  1. Se afirma a la ligera que el Capítulo 6 del Libro de Baruc (Carta de Jeremías), data del año 100 a.C., cuando la realidad es que esta datación sólo se fundamenta en la mención que se hace de ella en otro documento tan tardío como 2 Macabeos (2 Macabeos 2:1-3), así como en la ausencia de fuentes fidedignas anteriores a éste que avalen este texto, y no en estudios serios que impidan asociarla de forma más directa e inmediata a hechos enmarcados dentro de los contextos geográficos e históricos de todo el Medio Oriente, al tiempo del exilio babilónico.
  2. Se afirma a la ligera que el Libro de Judit es sólo una novela; afirmación fundada solamente en la tesis de que el nombre “Betulia” se parece a la voz hebrea “betulah”, que significa “virgen” —a pesar de que el libro jamás ha pretendido presentar a Judit como si se tratase de una “esposa virgen”, o de una “viuda virgen”—. La conclusión de aquellos que siguen esa tesis ha sido que el autor debe haberse inventado toda la geografía del lugar. Y nadie, o casi nadie, se ha dado a la tarea de rescatar el hecho de la similitud del nombre griego de Betulia con el correspondiente nombre hebreo de “Betuel”, la antigua capital del desaparecido reino simeonita, así como tampoco del resto de lugares y ciudades citados en el libro.
  3. Por cuanto se refiere a los Capítulos 13 y 14 del Libro de Daniel, en los cuales se narra la Historia de Susana y la Historia de Bel y el Dragón, por desconocimiento del texto griego antiguo de estos documentos, así como del resto del Libro de Daniel, millares de 'estudiosos' se refieren a ellos como 'adiciones griegas' al Libro de Daniel, cuando la realidad es que, en el texto griego de estos documentos, existen evidencias sumamente concretas de que estos dos escritos son previos a la fama de místico y vidente de este personaje, así como también al resto de los textos con los que fue ensamblado —real y literalmente ensamblado— el Libro de Daniel. Confróntese, al respecto, Susana OG 44 y 63, y Bel OG 1 y 2.
  4. Comúnmente se habla de una presupuesta unidad escriturística mostrada por los doce capítulos comúnmente aceptados del Libro de Daniel, que excluye de este libro las partes y pasajes propios del texto griego, porque se fundamenta tan sólo en el estudio escriturístico del texto masorético de las partes hebreas y caldeas de este documento, que fueron retocadas en fechas muy tardías, y se ha desestimado la moción de hacer estudios detallados del texto griego antiguo de todos los escritos del Libro de Daniel, transcritos a partir de fuentes primigenias bastante más antiguas que el texto masorético; lo cual demostraría, con certeza total, que toda la presunta unidad escriturística del texto hebreo y caldeo del Libro de Daniel, proviene de las mentes revisoras de este documento, y no de los archivos arameos de donde se tomaron los escritos con que se armó este libro.
  5. Algo muy parecido se puede aseverar respecto del estudio de los Libros de [1 y 2 ]Crónicas y Esdras[ y Nehemías], los libros “del cronista”; el cual lleva consigo los dudosos principios por las cuales se excluye de este grupo de libros al llamado 3 Esdras —llamado 1 Esdras por la iglesia oriental—, el cual relata hechos datados en el largo período de tiempo que ha sido “omitido” por Crónicas y Esdras.

Un hecho deplorable es que, a raíz de todo la anteriormente expuesto, y dada la influencia, tutela y primacía del mundo de habla inglesa, al menos al presente, muchos pueblos del mundo (confesiones aparte), sólo de forma vaga, basada en referencias retomadas de fundamentalismos arcaizantes, conocen estos libros por el nombre de “Apocrypha”, y no han tenido acceso a muchos inquietantes, y muy interesantes aspectos y detalles, tocantes a la historia de la conformación del canon de la Biblia, el libro más leído, y el menos comprendido, del mundo occidental. En parte motivados por hechos como éstos, en las últimas décadas, los grupos protestantes y fundamentalistas de América Latina, han venido tratando de desacreditarlos de forma muy abrupta y agresiva, esgrimiendo en su contra argumentos teológicos bastante elaborados, que enfatizan aspectos de algunos de estos textos que parecen extraños respecto del Tanaj, y del llamado judaísmo ortodoxo, y, por ello, llamándolos, de forma reiterada, “espurios”, “extrabíblicos”, y epítetos afines.

No obstante lo anterior, algunas importantes iglesias protestantes —las más reconocidas por las ciencias geográficas e históricas— encomian los valores humanos y morales contenidos en estos documentos, mismos que consideran “lectura provechosa y moralizadora”; y algunos de estos grupos, entre los que se cuentan iglesias luteranas, bautistas y anglicanas de carácter local, o semiindependiente, grupos anabaptistas, tales como los amish, y algunos mennonitas, guardan la tradición de incluir en sus Biblias los deuterocanónicos.

En razón de lo cual, algunas importantes Biblias protestantes, tales como la Biblia de Lutero, la Biblia de Gustavo Vasa de Suecia, la Biblia de Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra (la famosa King James Version inglesa, de 1611), así como también la Biblia castellana Reina-Valera, en su edición original, de Casiodoro de Reina (Basilea, 1569), llamada Biblia del Oso,[12]​ y en su primera revisión, de Cipriano de Valera (Ámsterdam, 1602), llamada Biblia del Cántaro,[13]​ incluyen estos libros, si bien en términos distintos, y, consecuentemente, de acuerdo con distintos criterios aplicados al orden de los libros. (Casiodoro de Reina los incluye de lleno, sin hacer distinciones, entre los otros textos del Antiguo Testamento. Cipriano de Valera, por su parte, los toma y los reúne en un apéndice aparte bajo el rubro de “Apocryphos”, pero sin omitirlos.)

Y en los últimos años, poco a poco ha salido a la luz, por ejemplo, el hecho de que algunos promotores protestantes de los escritos bíblicos preferían producir versiones y ediciones de la Biblia sin deuterocanónicos, no tanto por cuestiones doctrinales, sino, sencillamente, por cuestiones de costos productivos, y por cuestiones prácticas, tales como mayor sencillez de manejo, y de asimilación de contenidos. [Cuestiones que en las décadas recientes finalmente han quedado solventadas debido a los avances tecnológicos.]

A raíz de lo cual, hermosas ediciones en diseño facsímil, lujosa y primorosamente encuadernadas, de estos importantes documentos han sido relanzadas en forma de ediciones especiales, en los años de 1992 y 2002, en conmemoración del quinto centenario del encuentro del Viejo y Nuevo Mundo, y del cuarto centenario de la publicación de la edición Valera, de 1602, de forma respectiva. Y, más recientemente, en el año 2009, en conmemoración del 440 aniversario de la versión de Reina, de 1569, la Sociedad Bíblica de España tuvo a bien presentar formalmente ante todas las instancias culturales de España una nueva edición de la Reina-Valera Actualizada, de 1995, edición en la cual han sido reinsertados parcialmente[14]​ nueve de los doce[15]​ documentos deuterocanónicos incluidos por Reina, de acuerdo con el orden seguido por Valera, y que lleva por título: “La Biblia del Siglo de Oro”.[16]

Judíos Vs. Israelitas

Se ha debatido mucho en torno de las lenguas en que fueran escritos algunos de estos textos, concretamente, el griego. Cuestiones de este tipo han afectado la credibilidad y aceptación de algunos de los textos, como Sabiduría, el Resto de Ester, 2 Macabeos, el Exordio del Libro de Baruc, y el Prólogo del Libro de Sirácides, redactados en griego, y, en formas indirectas, a algunos de los textos, cuyos originales, redactados en lenguas semíticas (hebreo o arameo) no han sido conservados a través de los siglos, tales como Judit, 1 Macabeos, la Epístola de Jeremías, el texto principal del Libro de Baruc, porciones de Sirácides, y algunos de los textos asociados al Libro de Daniel.[17]

Sin embargo:

  1. Aun cuando hasta ahora se ha venido asumiendo que se trata de escritos religiosos “judíos”, desde la perspectiva del Sínodo de Jamnia, hoy resulta evidente que tal no era el caso: no habían sido escritas en hebreo o arameo, ni por manos de buenos judíos ortodoxos del Reino de Judá; que sólo incluía las tribus de Judá y Benjamín, y parte de la tribu de Leví.
  2. En agudo contraste con el uso asentado en los Libros de los Reyes y de algunos Profetas, los últimos dos textos admitidos en el Tanaj judío, [1 y 2 ]Crónicas y Esdras[ y Nehemías], en los que se define, reafirma y consolida la identidad y líneas doctrinales del llamado judaísmo rabínico frente a otras escuelas y tribus israelitas, ya no mencionan más como parte integrante del pueblo elegido a las tribus del Reino del Norte, desde su secesión del Reino de Judá, y de la Casa Real de David.
  3. Confróntese al respecto, por ejemplo, la historia de los reinos y los reyes judíos e israelitas, tal como se presenta en los Libros de los Reyes, con la forma excluyente en que los Libros de las Crónicas, redactados en fechas bastante posteriores, en tiempos de la vuelta del exilio del Reino de Judá, ya no mencionan más, como parte integrante de la “raza elegida”, ni al reino, ni a los reyes israelitas del Norte.
  4. Las tribus de Rubén y Simeón, que, siguiendo con detalle el texto bíblico se habrían asentado en los confines Sudeste y Sudoeste de la “tierra que mana leche y miel” (Josué 13:15-23, 19:1-9), no eran ya tenidas como tribus judías incluso desde varios siglos antes.
  5. Confróntese al respecto los Libros de las Crónicas; en donde, a los miembros de algunas de las tribus referidas, que se habían adherido a la Casa Real de David, y al Reino de Judá, el texto hebreo los llama “והגרים עמהם”, mientras el texto griego los llama “τους προσηλυτους τους παροικουντας”, los cuales se traducen, de manera precisa, como “los prosélitos, los cohabitantes”, o bien, de una manera digerida, como “los conversos, los vecinos” (2 Crónicas 15:9). [La Biblia Reina-Valera Revisada, de 1960, traduce de manera bastante más enfática: “[…] los extranjeros […] con ellos […]”.]
  6. Con base en estos hechos, es justo enfatizar el desconocimiento de las tribus judías hacia las israelitas-no-judías, en épocas tempranas previas a la conformación del Canon del Tanaj, que llegó a traducirse en el rechazo sistemático de todos los escritos propios de la Biblia griega alejandrina; ya que representaban valores y creencias de tribus israelitas-no-judías, e, incluso, de las tribus judías e israelitas que se habían asentado fuera de Palestina.
  7. Por ejemplo, el Libro de Judit representa un valioso vestigio literario de la existencia histórica de la —tempranamente perdida y olvidada de todos los contextos geográficos e históricos— tribu de Simeón, en el extremo Sudoeste (Judit 6:14-15, y 9:1-2).
  8. El libro de Tobit, por otra parte, representa expresiones tardías de fe y piedad auténtica y perseverante, aun cuando no ortodoxa, entre las —para entonces ya dispersas, y luego nunca plenamente restauradas— tribus del Reino de Israel, en el Norte (Tobit 1:1-2∙5-6, y 7:1-3); que, al paso de los siglos, no fueron más tenidas como parte integrante del “pueblo elegido”, llegando a ser tenidas como samaritanos apóstatas e infieles (Esdras 4:1-24), y galileos gentiles y paganos (Isaías 9:1-21).
  9. Un poco más de esto era la percepción que en Judea se tenía de las comunidades judías e israelitas que vivían dispersas fuera de Palestina, por todo el mundo clásico; las cuales ya, sin duda, se habían contaminado con usos y costumbres colmadas de impurezas e inmundicias de los pueblos paganos.
  10. Por otra parte, muchas importantes concepciones teológicas, así como doctrinas cristológicas de muy alto nivel, y múltiples detalles de la vida y la obra, imagen y enseñanzas de Jesús Nazareno, que fueron asentadas en el texto del Nuevo Testamento, jamás pudieron ser tomadas a partir de las fuentes semíticas puristas de la cultura hebrea, así como tampoco del texto del Tanaj.
  11. El Libro de la Sabiduría, por ejemplo, refleja y representa, de forma muy temprana, cierta asimilación de ideas y valores propios de la cultura griega, y del neoplatonismo filosófico, entre los israelitas asentados en Egipto, y en todo el mundo clásico.
  12. Confróntese, al respecto, pasajes y expresiones de este libro donde se desarrolla la doctrina de la inmortalidad del alma y la conciencia (Sabiduría 3:1—5:23) —la cual es un concepto completamente ajeno a los textos admitidos al Canon del Tanaj (Salmos 146:3-4, Eclesiastés 9:5-6), y que, por otra parte, llegó a ser asumido plenamente por Cristo y sus discípulos cristianos (Lucas 16:19-31)—.
  13. Algunas enseñanzas concretas del Maestro en torno de la mutua repelencia, repulsión y expulsión de las fuerzas del bien y del mal del cuerpo y alma humanos (Mateo 12:26-28), la concepción o idea del Espíritu Santo como una entidad personal, o persona, que se puede ofender irremisiblemente (Mateo 12:31-32), la rendición de cuentas sobre toda palabra, por ociosa que sea (Mateo 12:36), la no-inutilidad de las palabras, y la condenación del alma por la lengua (Mateo 12:37), reunidas todas ellas en un mismo pasaje de Mateo (Mateo 12:26-28,31-32,36-37), son interpretaciones tardías del Maestro de un mismo pasaje de ese Libro de la Sabiduría (Sabiduría 1:4-11).
  14. Y algunas importantes concepciones teológicas de vital importancia para el dogma cristiano —tales como [a] el asedio constante de Cristo por parte de enemigos que intentaban perderlo (Mateo 12:10, 22:15-17, Marcos 3:2, 12:13-14, Lucas 6:7, 20:20-22, Juan 8:3-7), [b] porque los confrontaba echándoles en cara injusticias muy graves (Mateo 23:13-33), [c] porque reivindicaba un origen divino para sus enseñanzas (Juan 8:12-58, 15:15), [d] y porque declaraba ser el hijo de Dios (Mateo 26:63-64, 27:39-43, Lucas 22:70, Juan 1:47-51, 9:35-37, 10:24-38, 11:3-4, 19:6-7), [e] y porque avergonzaba los pobres pensamientos de sus opositores, aun sin ellos decirlos (Mateo 9:4, 12:25, Marcos 2:8, Lucas 5:22, 6:8, 11:17), [f] y despertaba en ellos intensos y profundos impulsos criminales de ira y de venganza reprimida, nada más de mirarlo (Lucas 4:29, 20:19, Juan 7:44, 8:59, 10:31 y 39), [g] y porque con sus actos, y con sus palabras, obras y enseñanzas, él contravenía los usos prevalentes en su entorno social (Mateo 9:10-13, Marcos 2:15-20, Lucas 5:29-35, 15:1-32), [h] y porque se abstenía de asumir tradiciones cultuales que eran importantes para los ritualistas y convencionalistas (Mateo 15:2-9), [i] y porque proclamaba de manera constante las bienaventuranzas de todos los justos (Mateo 5:1-12, Lucas 6:20-23), [j] y porque tantas veces les caía pesado al llamar a Dios “Padre” (Juan 10:31-36, Mateo 26:65-66, Lucas 22:71), [k] hasta que se reunieron para planear la idea de someterlo a juicio, con el expreso fin de quitarlo de en medio (Mateo 27:1), [l] haciéndolo pasar por interrogatorios a punta de golpes (Mateo 26:67, Marcos 14:65, Juan 18:22), [m] y luego por las burlas de la gente malvada hacia sus pretensiones de un origen divino (Mateo 27:39-43, Marcos 15:29-32, Lucas 23:35-39), [n] y por la infamia extrema que representaría el tormento elegido por ellos a fin de erradicarlo (Filipenses 2:8)—, y que luego fueron quedando plasmadas entre los resquicios de múltiples textos de la Nueva Alianza, todos estos hechos fueron retomados, de forma puntual, casi al pie de la letra, de un solo texto deuterocanónico, y que es el retrato del justo, de manera previa, fina y minuciosamente delineado en el Libro de la Sabiduría (Sabiduría 2:12-20).
  15. Éstos son sólo algunos ejemplos de conceptos y doctrinas cristianas tomadas de esos libros; que, al igual que otras muchas, ilustran claramente el inmenso valor e interés que Cristo y sus discípulos atribuyeron siempre a los libros “apócrifos”, o deuterocanónicos.
  16. Un tremendo valor e interés que ha empezado a salir a la luz, arrojando por tierra, decisivamente, viejas pretensiones de desinformados fundamentalistas de que estos textos nunca fueron buenas fuentes de doctrina para los cristianos, ni lo son ahora.
  17. Contrariamente a ello, debe tenerse en cuenta que estos documentos, los deuterocanónicos, han sido, en general, un poco más tardíos que el resto de los textos del Antiguo Testamento, y un poco más tempranos que los constitutivos del Nuevo Testamento.
  18. Y que, en virtud de ello, los deuterocanónicos representan, de hecho, una continuidad lógica y necesaria, entre el resto de los textos del Antiguo Testamento, y todos los del Nuevo.
  19. Una continuidad histórica y geográfica que los desinformados y fundamentalistas jamás consideraron necesaria, porque asumían a ciegas la mal documentada noción o concepción de dos Alianzas, con dos cuerpos de textos terminales, y, consecuentemente, totalmente carentes de toda necesaria continuidad histórica, geográfica y lingüística; y no vieron la Biblia como un solo cuerpo de textos sagrados hecho por israelitas de múltiples escuelas y orígenes tribales, en un solo proceso que fue desarrollándose, de forma paulatina, continua y progresiva, durante sólo un período, más amplio y más continuo, y halló en la lengua griega, finalmente, una gran unidad e integración lingüística que había de permitirle llegar a difundirse por todo el mundo clásico —integración lingüística que, al texto del Tanaj, por otra parte, la nunca solventada pluralidad lingüística, así como la gran rivalidad y arraigo intransigente de sus antiguas fuentes hebreas y arameas, jamás le permitieron llegar a recibir—.
  20. Una continuidad cultural e ideológica que los desinformados y fundamentalistas jamás consideraron necesaria, porque asumían a ciegas la mal documentada noción o concepción de que Cristo venía de aprender de manera directa de su Padre en el Cielo sus dichos y enseñanzas, posturas y actitudes; y no vieron a Cristo como un ser humano dotado de una gran capacidad psicoafectiva, moral, emocional e sensitiva, para interiorizar y comprender los ricos contenidos, profundamente humanos, y llenos de clamores y esperanzas, de reivindicaciones denegadas, de hambre y sed de justicia, de las antiguas tribus perdidas de Israel, ocultos en las letras de los libros propios del texto griego de la Biblia —lo cual habría sido una visión bastante más real y racional, completa e integral, en múltiples sentidos—.
  21. Una continuidad lógica y necesaria que dio la pauta a Cristo, así como también a sus discípulos, para asumir de lleno que la “Revelación” no había finalizado con los textos escritos a la vuelta del exilio.
  22. Lo cual incentivó, por otra parte, la audaz iniciativa de Cristo y sus discípulos, de tratar de aportar, primero en forma oral, y después por escrito, en la “Revelación”, sus propias perspectivas en torno a problemáticas y temas de interés que incidían de lleno en la vida cotidiana de la gente sencilla de múltiples naciones de todo el Mundo Antiguo.
  23. Y, de esta iniciativa, surgió lo que hoy llamamos el Nuevo Testamento.
  24. Cuya compilación y redacción tardía no fue jamás prevista por los compiladores del texto del Tanaj.
  25. Ya que, aun cuando aquéllos incluyeron en éste ciertas series de textos en donde se esbozaban aisladas referencias, implícitas o explícitas, a una “Nueva Alianza” (Jeremías 31:31), los rabinos judíos de Judea, como siglos más tarde se registró en la historia, en realidad jamás contemplaron la idea de llegar agregar a su Tanaj, en un futuro próximo o lejano, otra serie de textos dedicados a un tema tan extraño, tan poco deseable a los ojos de ellos como es la noción de una “Nueva Alianza”.
  26. Dado que los celosos rabinos de Judea tenían muy en claro las graves amenazas que las aspiraciones de tantos israelitas por una Nueva Alianza más universalista podían representar hacia la hegemonía de la teocracia jerosolimitana; y que, efectivamente, en los últimos siglos, desde la dispersión, ya habían comenzado a mermar su influencia, y que ahora empezaban a llegar a Judea desde la Galilea.
  27. A la luz de estos hechos, es bastante más fácil comprender la indispuesta actitud de recelo y reserva de los conservadores judíos de Judea hacia todo lo dicho o escrito por ciertos galileos marginados, discípulos de aquel pseudoprofeta irrespetuoso y rebelde, defensor de las causas de los desadaptados y proscritos sociales (Marcos 2:15-17), y que de tantas formas, y con tan proverbial vehemencia y elocuencia, defendiera el derecho de los más marginados y desdignificados entre los israelitas de las tribus perdidas —a quienes él llamaba “las ovejas perdidas de la Casa de Israel” (Mateo 10:5-6)— a un trato más digno, humano y fraterno, por parte del pueblo asentado en Judea, y en Jerusalem (Mateo 23:37), en tanto que, a ellos, a los buenos judíos ortodoxos del Reino de Judá, celosos y orgullosos de la eximia pureza de su culto y linaje, gustaba confrontarlos, echándoles en cara la gran futilidad y vanidad de su acerbo egoísmo, mezquindad y soberbia (Mateo 23:15).
  28. Con este antecedente, los cristianos del Siglo XXI, al margen de cuestiones denominacionales, o interconfesionales, deben tener en cuenta que, en caso de seguir reivindicando criterios y principios asumidos por grupos de rabinos judíos ortodoxos en el momento histórico de la definición del canon del Tanaj, con base en esas mismas series de antecedentes, criterios y principios, tendría que asumirse que todos los escritos del Nuevo Testamento, de la misma manera, y por las mismas causas, fuesen también apócrifos.

De la sacralidad

Otros opositores de los libros se fijan en los tipos de argumentos esgrimidos por algunos autores para justificar su iniciativa; citando como ejemplo el Prólogo del Libro de Sirácides (Sirácides 1a:1-36), y algunos pasajes de 2 Macabeos (2 Macabeos 2:19-32 y 15:37-39), a partir de los cuales infieren que estos textos brindan bastantes muestras de que no son escritos “sagrados” ni “inspirados”; lo cual suena tan raro como plantear la idea: “Si un texto no asevera haber sido inspirado, entonces no reviste autoridad moral o intelectual alguna.” O bien, lo que se antoja bastante más absurdo: “Si un escrito asevera haber sido inspirado, entonces sí reviste autoridad divina.”

Amantes de estos libros, miran estos pasajes como gestos sencillos y expresiones de humildad y humanidad de sus autores; que, en esta forma, afrontaron de antemano probables, y hoy ya suscitadas, reacciones encontradas en torno a sus escritos, y que cualquier escrito podría suscitar, al ser valorizado por distintos grupos de lectores. Y, muy en especial, si el autor de ese escrito aspirase a que éste fuese considerado y recurrido como una autoridad intelectiva en materia de fe o de moral.

Es justo enfatizar que los breves pasajes citados son muy buenos ejemplos de plan o anteproyecto de escritos literarios, bastante adelantados para el tiempo en que fueron redactados. Con el antecedente de que la mayoría de los escritos bíblicos, (con la honrosa excepción de Lucas y de Hechos), carecen del aval de un plan o anteproyecto de trabajo tan rico y substancioso desde una perspectiva antropológica: los fines y objetivos de algunos de esos libros han ido apareciendo sólo en tiempos recientes, con base en minuciosos estudios exegéticos.

Es preciso acotar, al llegar a este punto, que todos los escritos del Antiguo Testamento asimilados por el Tanaj judío, con la excepción del texto hebreo de [1 y 2 ]Crónicas y Esdras[ y Nehemías], fueron “canonizados” sin un proceso previo de selección basado en requisiciones, debida y ordenadamente registradas o bien documentadas en la historia, en torno a sus orígenes “humanos”.

(De hecho, las antiguas tribus samaritanas sólo reconocían la inspiración y autoridad divina del Libro de la Ley, Torá o Pentateuco, mismo que preservaron en forma hebrea arcaica, bastante más antigua, prístina y primigenia que el Texto Masorético de dicho documento, y no reconocieron ninguno de los otros escritos admitidos en la lista de textos y escritos sagrados del Tanaj, que es el texto sagrado reunido y compilado por los judíos del Sur.)

Y, por lo que respecta a los Libros de Ester, y de Daniel, que son los dos escritos cuyas dos recensiones, la hebreo[-aramea] conocida, y la griega, retomada de algún original hebreo[-arameo] bastante más antiguo, presentan las mayores y más amplias divergencias textuales de todo el canon bíblico, eran, precisamente, los dos últimos textos admitidos al Canon Palestinense, antes de la admisión, dentro del mismo, del texto hebreo de [1 y 2 ]Crónicas y Esdras[ y Nehemías]; lo cual ya por sí mismo contribuye a explicar en una gran medida las grandes diferencias entre las dos distintas versiones conocidas de los mismos.

La cuestión pseudonímica

Y justamente aquí reside otro punto del debate que alude a la presunta y presupuesta cuestión de pseudonimia que afectaría de lleno la credibilidad del Libro de Baruc, la Epístola de Jeremías, y la Sabiduría “de Salomón”, así como de, al menos, algunos de los breves escritos asociados al Libro de Daniel; cuya totalidad y contenidos han sido cuestionados reiterativamente, como completamente carentes de valor y autoridad moral, con base solamente en la ausencia de elementos concluyentes de que hayan sido escritos por los antecitados personajes. En el caso concreto de la Sabiduría, aunque, históricamente, las iglesias cristianas ortodoxas y orientales, optaron por llamarlo, de forma pseudonímica, “Libro de la Sabiduría de Salomón”, parece haber indicios de que habría sido escrito entre los años 170 y 30 a.C. (Es justo hacer notar en este punto que la Biblia Latina jamás le atribuyó el hoy denegado origen salomónico.) (A pesar de lo cual, algunos detractores por sistema de todos los escritos deuterocanónicos, han llegado a afirmar que este hecho vendría a representar una suerte de caso de “pseudoepigrafía”.)

Mas esta afirmación refleja una ignorancia irresponsable del devenir histórico de la conformación del canon bíblico. Aun cuando, de acuerdo, a la etimología de sus raíces griegas, este término alude a la eventual presencia, en el cuerpo de un escrito, de al menos un epígrafe en el que expresamente se imputa falsamente la redacción del mismo a la autoría de alguien respetado, y, por ende, investido de autoridad moral, la realidad de fondo en este hecho, es que el término ha sido acuñado entre los protestantes para hacer referencia a los libros de orígenes judíos y semíticos que nunca fueron parte de versión alguna de la Biblia. Lo cual es, ya en sí mismo, debatible: el término ha sido acuñado entre los protestantes con el expreso fin de continuar justificando su insistencia en calificar de “apócrifos” a los escritos deuterocanónicos, y aun así continuar manteniendo una cierta distancia entre esta categoría de libros, y el resto de los libros religiosos judíos y semíticos. (Lo cual es semejante a plantear una propuesta cómoda y sugestiva en los términos siguientes: “Diremos que estos textos son espurios. Pero, para que nadie se inconforme, diremos que esos otros, que nadie reivindica, son aún más espurios.”) (Cabe puntualizar que los escrituristas y estudiosos serios evitan el abuso de estos términos, y explican que se trata de consideraciones de orden confesional, denominacional, sectario y partidista.)

Lo que sí es patente, es que el autor del Libro de la Sabiduría, implementó el recurso de la “pseudonimia”; el cual, como se sabe, fue un recurso literario profusa y ampliamente socorrido en los contextos bíblicos: hoy los estudiosos ya tienen muy claro el hecho de que al menos otros dos escritos bíblicos antiguamente atribuidos al rey Salomón, el Eclesiastés y el Cantar de los Cantares, tampoco son escritos salomónicos. Aparte de estos casos, hoy se ha determinado, por ejemplo, que el Libro de la Ley, Torá o Pentateuco, junto al Libro de Job, antiguamente atribuidos a Moisés, han sido redactados en tiempos muy tardíos respecto de Moisés.[17]​ Y, entre los escritos del Nuevo Testamento, quedó definitivamente descartada la antigua y largamente atribuida autoría paulina de Hebreos, y hay cuestionamientos muy severos a la autoría petrina de 2 Pedro, y a la autoría juanina de Apocalipsis, tan sólo por citar los casos más flagrantes de dudosa autoría, y “pseudoepigrafía” o “pseudonimia” autoral, de acuerdo a los más ampliamente detallados y bien documentados estudios exegéticos.

Historia Vs. Ética

Otro de los niveles del debate se ha ubicado en el plano, ciertamente difícil, de la historicidad o carácter histórico de algunos de estos libros. Por ejemplo, hoy los escrituristas afirman sin reservas que los Libros de Tobit y Judit serían, simplemente, un par de noveletas cortas escritas con expresos fines moralistas.

Sin embargo, otro tanto es posible afirmar sobre el Libro de Ester, ya que: [a] la princesa consorte oficial, única y vitalicia, en la corte de Xerxes I el Grande, emperador de Persia (el personaje histórico al cual es habitualmente asociado el personaje bíblico de Asuero, mencionado en los textos hebreos del Libro de Ester), no fue Vasti, ni Ester, sino Amestris; [b] jamás fue repudiada, ni Xerxes desposó a reina otra alguna en el lugar de ella; [c] razones por las cuales, en la historia de Persia jamás hubo lugar para ninguna reina con el nombre de Vasti, de Hadasa, o de Ester; [d] en donde sí lo hubo, fue en las mitologías babilonia y elamita (donde Ishtar y Marduk —nótese el parecido de los nombres— eran los dioses reyes del panteón babilonio, y Amán y Vasti eran los reyes de los dioses del panteón elamita); y [e] en el relato bíblico, Ester y Mardoqueo, logran vencer a sus rivales y enemigos, alegóricamente presididos por Vasti, (a quien Ester desplaza como reina), y Amán, (que Mardoqueo desplaza como primer ministro), de forma sospechosamente paralela a la forma en que el culto de dioses babilónicos, como Marduk e Ishtar, logró vencer y desplazar en su momento en la historia del Oriente al culto de los dioses elamitas, como Amán y Vasti.[18]

No debe extrañar, en consecuencia: [f] el hecho de que el breve texto hebreo de Ester sea considerado como “el único libro de la Biblia que no menciona a Dios”; [g] que entre los pergaminos del Mar Muerto hayan sido encontrados ejemplares de todos los escritos hebreos de la Biblia, y aun de los apócrifos y deuterocanónicos, pero no de Ester; [h] que a los judíos piadosos de habla y cultura griega les haya parecido peculiarmente extraña la ausencia de expresiones religiosas judías en esta teogonía escatológica; [i] que a alguno, o a algunos, de entre ellos les haya parecido bastante pertinente agregarle pasajes enteros con un expreso fin, si bien no estrictamente historiográfico, en cambio sí profundamente edificante; y [j] que estas adiciones hayan sido incluidas desde entonces en la Biblia israelita griega alejandrina, y en todas las versiones de los escritos bíblicos basadas en la misma.

Vistos de esta forma, los Libros de Tobit, Judit y Ester, con el Resto de Ester, carecen de un valor historiográfico, en un sentido estricto. Sin embargo, estos textos invisten otros tipos de riquezas: promueven los valores familiares, humanos y ancestrales, tales como el amor en el seno del núcleo familiar, el amor conyugal, el amor y el respeto entre padres e hijos, la solidaridad, el amor y el apoyo entre hermanos de sangre o de raza, además de la fe, la piedad, la oración, la lealtad entre hermanos, y la fidelidad al “Dios de nuestros padres”, así como el valor para afrontar de lleno problemas y conflictos que pueden y, de hecho, han llegado a suscitarse en la historia de muchas naciones de la tierra, como podrían ser el padecer de lleno el auge expansionista, y los colonialismos de las superpotencias, preñados en excesos aberrantes, como los crímenes de odio, los crímenes de lesa humanidad, los genocidios, campañas de exterminio masivo de personas, “proyectos” de limpieza e ingeniería étnica, o la persecución, acoso, odio, la discriminación, la intolerancia y la falta de respeto basada en diferencias en torno de conceptos tales como la raza, o bien las divergencias culturales o ideológicas, que no son nada nuevo en la historia del mundo, y que ya han padecido millones de judíos y cristianos de todas las tendencias a través de los tiempos.

Otro ejemplo sencillo del nivel del debate basado en las cuestiones a su historicidad es el Libro de Job: hasta hace no mucho, piadosos traductores de la Biblia, como Félix Torres Amat,[19]​ en la primera parte del Siglo XIX, o incluso Juan Straubinger,[20]​ en pleno Siglo XX, aún seguían defendiendo el presunto y presupuesto carácter hagiográfico e histórico que a través de los siglos le fuera atribuido a este libro. Como hombres de letras sagradas, Torres Amat y Straubinger sabían perfectamente de la inclusión del libro entre las colecciones de escritos sapienciales. Sin embargo, asumían que esta situación se debería al hecho de que Job no habría pertenecido al “Pueblo de la Biblia”. Hoy se sabe que el libro es sólo un poema moralista; si bien es un trabajo literario bastante bien logrado, pues en él se bosqueja con una gran destreza la gran pluralidad de las ideas, y de las concepciones filosóficas, éticas y morales, entre distintos miembros de una comunidad con una fe en común (Job y sus tres amigos, y el joven Elihú), bastante adelantada respecto de la época en la que este texto habría sido escrito.

Y otro tanto de esto es posible afirmar de los 11 primeros Capítulos del Libro de la Génesis (cuya historicidad ha sido desechada durante el Siglo XX con base en los avances de las ciencias geográficas e históricas), el Libro de Jonás (que ya es universalmente aceptado como sólo un hermoso cuento moralizante de amor y redención universal), y el Libro de Daniel (sobre el cual los exégetas ya afirman de manera casi unánime que no fue redactado durante los años del exilio babilónico, del cual presenta datos sumamente imprecisos, vagos y desacordes, sino más bien en tiempos de las campañas bélicas de Antíoco IV Epífanes, y que el autor presenta con desafortunada precisión como si se tratase de sucesos futuros previstos por Daniel desde siglos pasados).

De la unidad doctrinal

Otro de los niveles del debate se ha centrado en cuestiones doctrinales, implicando muy acres disensiones sobre la concordancia de los textos, y el resto del “conjunto” de la Biblia. Amantes y apologistas de los deuterocanónicos han venido encontrando cada vez más copiosas y extensas referencias a ellos en los textos del Nuevo Testamento. Los fundamentalistas, que siguen rechazando por sistema los valores humanos en ellos asentados, arguyen en su contra el presupuesto de cierto hipotético “principio de unidad doctrinal”, de acuerdo con el cual “la Biblia no se contradice a sí misma”. Es decir, afirman que, si un libro dice algo que es contradictorio con el resto de la Biblia, entonces no se trata de un escrito “sagrado”.

Aunque la realidad es que este tipo de argumentos puede ser esgrimido en contra de cualquiera de los libros común y universalmente aceptados. Ya que en muchos de ellos son planteados cientos de concepciones o ideas encontradas de unos y otros de ellos. Basta echar un vistazo a cualquier hecho bíblico asentado en dos o más pasajes o textos paralelos. (En resumidas cuentas, confróntese, al respecto, por ejemplo, las sumamente serias desavenencias teóricas de 2 Samuel 24:1 y 1 Crónicas 21:1, y de Romanos 3:28 y Santiago 2:17, que atañen gravemente a concepciones de muy alto nivel teológico, moral, ético y deontológico.)

Con base en numerosas disensiones similares a estas, algunos estudiosos han expuesto muy serios planteamientos sobre “contradicciones de la Biblia”. Y esto se ha debido, en gran medida, a que, tal como se ha venido demostrando, la Biblia es un compendio de textos tan distintos, y que fueron surgiendo en contextos tan de plano distintos y distantes los unos de los otros, que hoy resulta clara para los estudiosos la imposibilidad de atribuir a los escritos bíblicos toda noción utópica de unidad doctrinal.

Un ejemplo muy claro del debate en torno a las cuestiones de legitimidad de la doctrina de algunos de los libros, se ha cernido de lleno en el Libro de Tobit: algunos protestantes juzgaban una clara expresión de doctrinas chamánicas paganas, y, por lo mismo, espurias, la idea de que el olor del corazón y el hígado de un pez, al ser incinerados, fuese tan repulsivo al olfato de demonios o espíritus malignos, que los pusiese en fuga, tal como ha quedado asentado en el texto de ese libro (Tobías 6:8, 8:2-3). Sin embargo, los fieles y adeptos judíos y cristianos jamás se han mostrado inconformados ante la realidad de la presencia de ideas tan absurdas como esta, y que al ser asentadas en los protocanónicos, han sido universalmente “aceptadas” por los “Pueblos del Libro”. (Debe sobreentenderse que han sido “aceptadas” tan sólo como parte del paquete de los escritos bíblicos; aun cuando, de hecho, muchos las desconocen a causa de su falta de adhesión al estudio crítico de los textos.)

Por ejemplo, la idea de que la sangre, así como el “olor de suavidad” que despiden la grasa, el sebo y la grosura o gordura de animales mientras son consumidos por fuego, sea tan agradable al olfato de Dios, que éste lo reciba como un sacrificio expiatorio, o aun propiciatorio, y, en cambio, no asimismo, los frutos vegetales (Génesis 4:3-5, 8:20-22), también es una idea de orígenes chamánicos paganos. De hecho, en los escritos de la Ley (el Éxodo, el Levítico y los Números) quedaron asentadas largas series de textos preceptivos referentes a múltiples tejidos y fluidos de origen animal y vegetal, e incluso aun humanos, con olor agradable al olfato de Dios, e incluso los que no son agradables, o son de plano impuros (Éxodo 29—30, Levítico 1—17, Números 28—29); los cuales representan los tempranos orígenes chamánicos paganos del judeocristianismo, que, al paso de los siglos, trató de deslindarse de los mismos.

Algunos protestantes y fundamentalistas han juzgado “inmoral”, e incluso “anticristiana”, la gesta de Judit; ya que, de acuerdo al libro que relata su historia, y que lleva su nombre, sedujo con engaños a Holofernes, el general asirio, y después de embriagarlo, le cortó la cabeza (Judit 11—13). Sin embargo, una acción similar ha quedado asentada en el Libro de los Jueces; en donde se relata la muerte de Sisara, general cananeo, a manos de Jael, mujer de Héber el Cineo (Jueces 4), así como también el beneplácito conferido a este hecho por Débora y Barac, los jueces israelitas del momento (Jueces 5); a pesar de mediar la traición, así como el abuso de la hospitalidad; pues existía paz entre Jabín de Hasor —a quien servía Sisara—, y la casa de Héber el Cineo —marido de Jael—, y Sisara no había atacado a la mujer, sino acudido a ella en busca de refugio, y de hospitalidad (Jueces 4:17). Sin embargo, a pesar de estas series de consideraciones, los fundamentalistas exaltan a Jael como un ejemplo de mujer aguerrida, resuelta y decidida (confróntese este hecho), y a Judit le deniegan el reconocimiento a su gran entereza, virtud y valentía, merced al testimonio detractorio de antiguos y modernos agentes protectores de la causa de la depuración y reducción, mediante la oclusión, el veto, la censura y la exclusión (Sirácides 28:15 ó 19).

Otras impugnaciones, han llegado a alcanzar a un escrito tan pulcramente fiel a la ortodoxia de la piedad judía como el Libro de Sirácides, que, al haber sido escrito por un sabio judío jerosolimitano, es el más judío, en un sentido estricto, y el más ortodoxo de los documentos deuterocanónicos. En razón de ello, algunos ensayistas protestantes reconocen al libro como “el mejor de los apócrifos“ (confróntese). En virtud de ello, el divulgador judío ruso americano Isaac Asimov, en su Guía de la Biblia, hace la siguiente observación:

«El libro fue compuesto demasiado tarde para calificar para el canon judío, y fue consignado a los apócrifos. […] si el libro hubiese sido escrito en 300 a.C., o poco después, muy probablemente, habría entrado al canon.» —Isaac Asimov, en su Guía de la Biblia.[21]

A pesar de estos y otros testimonios a favor del libro, algunos autores fundamentalistas aducen sin sustento que el Sínodo de Jamnia rechazó el carácter sagrado de este libro porque esbozaba posturas ideológicas “machistas” (Sirácides 42:12-14) y “epicúreas” (Sirácides 13:25-26, ó 31-32) “desacordes al canon”. Si bien es menester puntualizar que, al acusar al Libro de Sirácides de promover posturas “epicúreas”, el Sínodo de Jamnia se estaba refiriendo expresamente a las posturas de Jesús de Sirac de acuerdo con las cuales el bien, la rectitud, la justicia y la sabiduría pueden ser una fuente de gozo y de deleite para un ser humano (Sirácides 14:1-7∙11-15∙22-27, 30:14-17, y 51:18-20).

Ya que las concepciones tempranas y ortodoxas dentro del judaísmo jamás consideraron necesario que el conocimiento y cumplimiento de la Ley pudieran ser objeto de gozo o de deleite para sus seguidores: simple y sencillamente, eran obligaciones que todos los judíos debían acatar, independientemente de toda expectativa de gozo o de deleite, que nunca fue juzgada necesaria, pues no venía al caso (Eclesiastés 12:13). Sin embargo, posturas de estos signos, así como también posturas contrapuestas, jamás fueron ajenas a los escritos bíblicos. Confróntese pasajes de otros libros bíblicos que reflejan posturas y actitudes machistas (Génesis 19:4-8, y Deuteronomio 25:11-12), “epicúreas” (Salmos 1:1-3, 94:12-13, 119:1-3, Proverbios 3:13-26, y 22:17-18, 1 Juan 4:18), e incluso abiertamente sensualistas y naturalistas (Eclesiastés 2:24-25, 5:17-19, y 9:7-10).

Síntesis conclusiva

A la luz de estos hechos, hoy nadie puede ya seguirse solazando en el infundio de que estos documentos hayan sido “agregados” al texto del Tanaj por parte de malvados paganos deseosos de difundir errores dentro del cristianismo, a fin de confundir a los cristianos, así como tampoco por cristianos apóstatas, o por judíos blanditos desprovistos de celo por la Ley de Moisés, que habían sucumbido frente a las seducciones de las ideas paganas. Con el antecedente de la pluralidad de tradiciones religiosas entre los israelitas, hoy ya ha quedado en claro que los distintos grupos de tribus israelitas fueron comunidades autocéfalas, que, a través de los siglos, fueron desarrollando, de forma enteramente independiente y separada, distintas colecciones de documentos sacros:

  1. Antiguos remanentes de tribus israelitas que habían permanecido asentados en Samaria, sólo reconocían como textos sagrados los 5 documentos del Torá, el Libro de la Ley, mismo que preservaban en lengua hebrea arcaica, bastante más antigua que el hebreo de Judea (búsquese, al respecto, información en torno del llamado Pentateuco samaritano).
  2. Las tribus israelitas de Judea, las únicas judías en un sentido estricto, a través de los siglos, le fueron dando forma a su propia colección de textos sacros, que es el actual Tanaj judío hebreo-arameo.
  3. Y las comunidades solidarias de israelitas dispersos por todo el mundo helénico, de forma paralela independiente —y no supeditada, tardía o derivada, como algunos pensaban—, dieron forma a la Biblia, el único compendio de textos religiosos de ese nombre, en un sentido estricto (1 Macabeos 12:9), de tradición helénica, y que, al ser compilada por y para israelitas de múltiples escuelas, y orígenes tribales —y no sólo judíos de Judea—, incluyó numerosos documentos sagrados israelitas surgidos en contextos muy diversos, a veces muy distintos de los textos sagrados judíos de Judea.
  4. El Nuevo Testamento, por su parte, tampoco es el producto de manos de judíos, en un sentido estricto, sino de los discípulos de Cristo, un grupo heterogéneo, pero muy solidario, de hombres galileos marginados, los cuales asumían que su Maestro podría rescatar, reunir, reivindicar y restaurar íntegramente todas y cada una de las tribus perdidas del Reino de Israel —entre ellas, desde luego, las tribus galileas—, mismas que —a diferencia de las tribus sureñas de Judá, o Judea—, habían sido dispersas o exiliadas, y nunca plenamente restauradas (Lucas 24:21, Hechos 1:6).
  5. A este movimiento de galileos ansiosos de la restauración definitiva del Reino de Israel, vinieron a sumarse muchos advenedizos, brindando, en ciertos casos, giros inesperados a las aspiraciones de aquellos galileos panisraelistas.
  6. Algunos de ellos son: Saúl de Tarso, por sobrenombre Paulo, el único judío comprometido de lleno con la causa de la propagación del Evangelio de Cristo entre las gentes, y Lucas el Médico, el único pagano (único no-israelita) al que se reconoce el privilegio de que dos libros suyos hayan sido admitidos al canon de la Biblia, a pesar de que él ni siquiera fue apóstol por autonombramiento, como Saúl de Tarso, a diferencia, debió de proclamarse en su momento.

En consideración de todo lo anteriormente planteado, es posible afirmar, con toda propiedad, que, a través de los siglos, los fundamentalistas han conferido siempre demasiada importancia a la depuración del canon. Su afán depuratorio ha sido sumamente mezquino y excluyente contra todos aquellos que no poseen las mismas creencias y valores: La moción de excluir estos textos surgió de la intención de desacreditar a grupos israelitas no judíos —algunos de los cuales habían dado la pauta para la aparición del cristianismo—. Aunque esta tentativa descalificatoria fracasó de momento, el Sínodo de Jamnia logró sentar las bases para las posteriores exclusiones de grupos de cristianos por parte de otros grupos de cristianos: Los fundamentalistas hoy tienen la consigna de difundir la idea de que antes de la Reforma protestante del Siglo XVI, o más allá de ella, los fieles de otros grupos históricos cristianos, y muy especialmente, católicos romanos, nunca han sido “cristianos”, en un sentido estricto, ni son “hijos de Dios”, ni ciertas otras series de conceptos de tipo doctrinal, confesional, sectario o partidista.

Sin embargo, hoy se sabe que cualquier argumento esgrimido contra libros “apócrifos católicos”, puede ser revertido en contra de cualquiera de los textos y escritos del Tanaj, o el Nuevo Testamento: Un hecho afortunado en torno al canon bíblico es que, contrariamente a las posturas ideológicas de fundamentalistas de todas las tendencias (e incluso de los mismos cristianismos históricos), los textos de la Biblia jamás constituyeron ninguna presupuesta unidad doctrinal; y hoy ningún estudioso que se precie de serlo duda que el “judaísmo” fue siendo estructurado durante muchos siglos, de forma paulatina y progresiva, y que evolucionó desde sus fuentes primigenias, nuevamente planteadas a partir de los mitos y de las tradiciones chamánicas paganas del folklore popular de los pueblos semitas, e inclusive, camitas, de todo el Medio Oriente, la Media Luna Fértil, Mesopotamia, Egipto, la Tierra Prometida, el Arab y el Sinaí, hasta consolidarse como una nación con una identidad propia bien definida a la vuelta del exilio babilónico, bajo Zorobabel, infante de la Casa de David, Esdras, sacerdote y escriba, y Nehemías, gobernador asignado a la provincia persa de Judea.

De la misma manera, es justo y obligado puntualizar el hecho, hoy ya muy ampliamente demostrado, de que algunas variantes y expresiones alternas, dispersas o a destiempo de los inmensamente ricos legados culturales israelitas más allá del llamado judaísmo rabínico jerosolimitano, consolidado entonces, dieron lugar y origen a antiguas y ancestrales expresiones de religiosidad de los samaritanos y de los galileos, y al “judaísmo” helénico, el cual en realidad representó una forma de “panisraelismo[22]​ reflejado de lleno en la Biblia Alejandrina, y que fue retomado por Cristo (Mateo 15:24) y por al menos algunos de los miembros más cercanos de su discipulado pastoral (1 Pedro 1:1, Santiago 1:1), y por las cristiandades tempranas e históricas, con todas sus variantes y tendencias.

Notas y referencias

  1. GASS, Ildo Bohn; Centro de Estudios Bíblicos; “Una introducción a la Biblia”, Vol. 1 de 8; São Leopoldo, Brasil, 2002; ISBN 970-652-459-2.
  2. DE JERUSALÉN, Escuela Bíblica; Biblia de Jerusalén; Pág. XIII; Índice de la Biblia Griega; Desclée de Brouwer; Madrid-Bilbao, España, 1975; ISBN 84-330-0022-5.
  3. Algunas ediciones latinas medievales de la Biblia Vulgata agregan a este libro un breve documento de sólo trece versos conteniendo un escrito tardío llamado Oración de Salomón. La Biblia de Jacobo I de Inglaterra agrega a este libro, por su parte, otro curioso texto presentado bajo el nombre de “Prólogo de un autor incierto”. Estos dos documentos, sin embargo, carecen del respaldo de códices antiguos de la Biblia.
  4. La Biblia Latina llama Libros I y II de Esdras a los actualmente llamados Libros de Esdras y Nehemías.
  5. (De acuerdo al texto griego de ese libro bíblico, solamente los dos primeros Salmos —nomenclaturados como los Capítulos 1 y 2 de dicha colección— carecen de un Epígrafe, o Nota descriptiva aclaratoria sobre su contenido y circunstancias.)
  6. La Biblia Latina llama Libros I y II de Esdras a los actualmente llamados Libros de Esdras y Nehemías. El Libro IV de Esdras aparece en algunas importantes versiones y ediciones de la Biblia. Y es considerado de manera habitual como parte del Canon de algunas de las Biblias cristianas ortodoxas, aun cuando no de todas.
  7. Este Libro IV de los Macabeos aparece en algunas importantes versiones y ediciones de la Biblia. Y es considerado de manera habitual como parte del Canon de algunas de las Biblias cristianas ortodoxas, aun cuando no de todas.
  8. (Siglas de la expresión inglesa Old Greek, que hace referencia al texto griego antiguo, por contraposición a otras versiones griegas tardías o posteriores.)
  9. a b c RICCIARDI, Ramón-HURAULT, Bernardo; “La Nueva Biblia” (Biblia Latinoamericana); 46ta. Edición; Pág. 257; “¿Por qué no son iguales todas las Biblias?”; Ediciones Paulinas-Editorial Verbo Divino; Concepción, Chile, 1972; ISBN 84-285-0003-7, e ISBN 84-7151-134-7.
  10. La expresión “protestantes” incluye a las iglesias angloepiscopalianas, evangélicas, sabáticas, pentecostales, neopentecostales, etc.
  11. De estos otros grupos, citamos, como ejemplos, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (comúnmente llamada la Iglesia “de Mormón”, o la Iglesia “Mormona”), o la Federación de Familias por la Paz y la Unificación Mundial (comúnmente llamada la Iglesia de la Unificación, o la Iglesia “de Moon”), o el grupo religioso La Familia (comúnmente llamado los “Niños de Dios”), así como la Sociedad Bíblica y Tratadística de la Torre Vigía (comúnmente llamada “Testigos de Jehová”).
  12. Usted puede tener acceso en línea a los textos completos de la Biblia del Oso en formato compilable de archivo escanográfico en el sitio de la Biblioteca General Digital de la Universidad de Coimbra.
  13. Usted puede tener acceso en línea a los textos completos de la Biblia del Cántaro en formato descargable de archivo PDF en el sitio de Libros de Google.com.
  14. Han sido omitidos el Prólogo del Libro de Sirácides, y el Introito del Libro de las Lamentaciones, así como el Epígrafe a la Epístola de Jeremías del Capítulo 6 del Libro de Baruc, aun cuando estos tres breves escritos bíblicos pueden leerse al menos en la Biblia de Reina, y al menos el primero y el tercero de estos breves textos han sido respetados por Valera en su Edición de 1602.
  15. Han sido omitidos la Oración de Manasés, junto a su respectivo Epígrafe, y los Libros III y IV de Esdras, que fueron incluidos de forma original en este documento.
  16. 'La Biblia del Siglo de Oro', 440 aniversario de la joya de Reina y Valera, en la Biblioteca Nacional, Protestante Digital, Madrid, 20 de Junio de 2009.
  17. a b DE JERUSALÉN, Escuela Bíblica; Biblia de Jerusalén; Pp. varias; notas e introducciones a los textos; Desclée de Brouwer; Madrid-Bilbao, España, 1975; ISBN 84-330-0022-5.
  18. ASIMOV, Isaac; Asimov’s Guide to the Bible, Volume 1, Chapter 17; Random House, London-New York-Toronto-Sydney-Auckland, 1981; ISBN 0-517-34582-X.
  19. TORRES AMAT, Ilmo. Félix; La Sagrada Biblia; Advertencia a Job; Astorga, León, 1823.
  20. STRAUBINGER, Mons. Juan; Biblia Comentada; Introducción a Job; La Plata, Argentina, 1951.
  21. ASIMOV, Isaac; Asimov’s Guide to the Bible, Volume 1, Chapter 21; Random House, London-New York-Toronto-Sydney-Auckland, 1981; ISBN 0-517-34582-X.
  22. Neologismo acuñado por algunos autores para hacer referencia al antiguo ideal israelita de aquellos que aspiraban al rescate y a la restauración de todas las distintas tribus israelitas, y de sus respectivas expresiones culturales; por contraposición al ideal judío, que sólo ha contemplado como parte del “pueblo elegido”, el “pueblo de la Alianza”, a la fracción judía de entre las numerosas tribus israelitas.

Véase también

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