La edad de la razón

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Título, en la página principal, del libro de Thomas Paine.

La edad de la razón: una investigación sobre la teología verdadera y la fabulosa (The Age of Reason: Being an Investigation of True and Fabulous Theology), es un tratado sobre deísmo escrito en el Siglo XVIII por el radical inglés y revolucionario americano Thomas Paine, que critica a la religión institucionalizada y niega la inerrancia bíblica. Se publicó en tres partes en 1794, 1795 y 1807, gozó de gran éxito en los Estados Unidos, donde causó una reacción deísta de corta duración; sin embargo, el público británico lo recibió con hostilidad por temor al crecimiento del radicalismo político, como sucedió durante la Revolución francesa. La edad de la razón contiene argumentos deístas comunes; por ejemplo, pone al relieve la corrupción de la jerarquía de la iglesia cristiana y critica su empeño en adquirir poder político. Paine aboga por la razón en lugar de la revelación, rechaza los milagros, y ve la Biblia como una simple obra literaria y no como un texto inspirado por la divinidad. La edad de la razón no es un texto ateo, pues promueve la religión natural y aboga por un Dios creador.

La mayoría de los argumentos de Paine fueron expuestos en épocas anteriores por la élite de estudiosos, pero su presentación en un atractivo e irreverente estilo, lo convirtió en un deísmo atractivo y accesible para la gran mayoría de la población. El libro era de bajo coste, puesto al alcance de un gran número de compradores. Temiendo la propagación de lo que literalmente se conoce como ideas potencialmente revolucionarias, el gobierno británico comenzó a perseguir a los impresores y libreros que intentaban publicarlo y distribuirlo. La edad de la razón sólo produjo un breve resurgimiento del deísmo en América; sin embargo, las ideas de Paine inspiraron y guiaron a muchos librepensadores británicos del siglo XIX y su teórico estilo ha pervivido incluso hasta comienzos del Siglo XXI en los textos de escritores modernos, tales como Christopher Hitchens, o en las películas de Michael Moore.

Contexto histórico

Contexto intelectual: el deísmo británico del siglo XVIII

El libro de Thomas Paine seguía la tradición del deísmo británico de inicios del siglo XVIII. Estos deístas, aunque mantenían teorías propias, sin embargo, compartían un conjunto de hipótesis y argumentos que Paine articuló en La edad de la razón. La posición más importante, la que vinculaba a estos deístas anteriores, era su convicción en la "libertad de investigación racional" en todos los temas y, especialmente, en los religiosos. Sustentando que el cristianismo primitivo se había fundado sobre la libertad de conciencia, reivindicaban la tolerancia religiosa y el fin de la persecución por motivos de religión. También exigían que el debate se apoyara en la razón y en la racionalidad. Los deístas abrazaron una visión Newtoniana del Mundo y creyeron que todo el universo, hasta el mismo Dios, debían obedecer las leyes de la naturaleza.

Los deístas argumentaban que sin un concepto de ley natural, las explicaciones acerca de los procesos de la naturaleza descenderían al nivel de la irracionalidad. Esta creencia en la ley natural les condujo a su escepticismo en los milagros; puesto que los milagros necesitan ser observados para ser validados, los deístas rechazaron la parte de la Biblia donde se cuentan los milagros de Dios y sustentaban que tales evidencias no eran suficientes ni necesarias para demostrar la existencia de Dios. Los deístas escribieron que Dios fue la primer causa o el motor principal y no una deidad que interfería en la vida cotidiana de los indivíduos. Los deistas, por tanto, rechazaron la afirmación de que sólo había una religión "verdadera" o una fe verdadera; la religión sólo podía ser "sencilla, evidente, ordinaria y universal" para ser el producto lógico de un Dios benévolo. Hacían una distinción entre las "religiones reveladas" (que rechazaban), como el cristianismo, y la "religión natural", un conjunto de creencias universales derivadas del mundo natural que mostraban la existencia de Dios (por lo tanto, no eran ateos).[1]

Mientras que algunos deístas aceptaban la revelación, la mayoría sostuvo que la restricción de la revelación a unos pequeños grupos, o incluso una sola persona, limitaba su poder explicativo. Por otra parte, muchos encuentran que las revelaciones cristianas, en particular, son contradictorias e irreconciliables. De acuerdo con estos escritores, la revelación podría reforzar las pruebas de la existencia de Dios, ya evidentes en el mundo natural, aunque a menudo conducían a la superstición entre las masas. La mayoría de los deístas sostuvieron que los sacerdotes habían corrompido deliberadamente el cristianismo en su propio beneficio, mediante la promoción y la aceptación de los milagros, rituales innecesarios, e ilógicas y peligrosas doctrinas (esas acusaciones eran por lo general llamadas "intrigas sacerdotales" priestcraft). Lo peor de estas doctrinas era el pecado original. Según los deístas, convenciendo a la gente de que precisaban la ayuda del sacerdote para superar su naturaleza pecaminosa, los líderes religiosos habían esclavizado a la población humana. Los deistas, por tanto, se consideraban a sí mismos como libertadores intelectuales.[2]

Contexto político: la revolución francesa

George Cruikshank, Las armas de los radicales(1819) analizando los excesos de la Revolución francesa.

Cuando la primera parte de La edad de la razón se publicó, en 1794, muchos ciudadanos británicos y franceses se habían desilusionado de la Revolución francesa. El reinado del terror había comenzado, Luis XVI y María Antonieta habían sido juzgados y ejecutados y Gran Bretaña estaba en guerra con Francia. Los pocos radicales británicos que todavía apoyaban la Revolución francesa y sus ideales eran vistos con profunda sospecha por sus compatriotas. La edad de la razón pertenece a estos temas posteriores, de la etapa más radical de la reforma política británica, que abrazó abiertamente el republicanismo y el ateísmo, siendo un tipo de textos como el de La justicia política de William Godwin (1793). A mediados de la década, las voces moderadas han desaparecido: Richard Price, el clérigo disidente, cuyo sermón sobre la libertad política había inspirado a Edmund Burke, o Las reflexiones sobre la revolución en Francia (1790), muerto en 1791, y Joseph Priestley se vio obligado a huir a América después que la multitud quemó su casa y su iglesia.[3]

El gobierno conservador, liderado por William Pitt, respondió a esa creciente radicalización procesando a varios reformistas por libelo sedicioso y traición a la patria, en los famosos juicios por traición de 1794. Después del juicio, y del ataque a Jorge III, los conservadores lograron aprobar la Ley de Reuniones Sediciosas y a la Ley de Prácticas Desleales (también conocida como los "dos actos"). Estos actos prohibían el Derecho de reunión para los grupos radicales, como La Sociedad de Correspondientes de Londres (LCS) y alentaron las denuncias contra los radicales por declaraciones "calumniosas y sediciosas". Por miedo a las persecuciones y desencantados con la revolución francesa, muchos reformadores dejaron la causa. La LCS, que anteriormente había unificado a disidentes religiosos y políticos reformistas, se fracturó cuando Francis Place y otros dirigentes ayudaron a Paine a publicar La edad de la razón; los miembros más religiosos de la sociedad se retiraron en señal de protesta y la LCS perdió alrededor de una quinta parte de sus miembros.[4]

Historia de la publicación

En Diciembre de 1792, la segunda parte de Los derechos del hombre, de Paine, fue declarada sediciosa en Gran Bretaña, y se vió forzado a huir a Francia con el fin de evitar su detención. Consternado por el giro de la revolución francesa hacia de laicismo y el ateísmo, compuso la primera parte de La edad de la razón entre 1792 y 1793:

Ha sido mi intención, desde hace varios años, publicar mis pensamientos sobre la religión... Los acontecimientos que tienen lugar en Francia, como, la abolición total de todas las órdenes nacionales de sacerdocio, y todo lo perteneciente a sistemas compulsivos de religión, y a artículos de fe coercitivos –no sólo ha precipitado mi decisión, también hace sumamente necesaria una obra de este tipo, a fin de que, los restos de superstición, los falsos sistemas de gobierno, y la falsa teología, no nos haga perder de vista el sentido moral, los sentimientos humanitarios y la verdadera teología. [5]

Aunque Paine escribió La edad de la razón para los franceses, se lo dedicó a sus "amigos ciudadanos de los Estados Unidos de América", aludiendo a su vínculo con los revolucionarios de América.[6]​ No se sabe con certeza cuándo escribió Paine la primera parte. Según los estudiosos Edward Davidson y William Scheick, Thomas Paine redactó el libro o, más bien, su primer borrador a finales de 1793,[7]​ pero según una biografía de Paine escrita por David Hawke, sería a principios de 1793.[8]​ Tampoco está claro si la edición en francés de la primera parte se publicó en 1793.[6]​ François Lanthenas, que tradujo La edad de la razón en francés, en 1794, escribe que fue publicada por primera vez en Francia en 1793, pero no existe un libro que se ajuste a esta descripción y que se identifique categóricamente.[9]Joel Barlow publicó la primera edición en inglés de La edad de la razón, parte I, en 1794, en Londres, puesta a la venta en sólo tres peniques.

Thomas Paine, aunque fue considerado demasiado moderado por los Jacobinos, una poderosa facción revolucionaria de Francia, fue encarcelado durante diez meses en Francia y condenado a la guillotina, de la cual logró escapar por accidente, ya que el signo de su ejecución no está bien colocado en la puerta de su celda[10]​ Cuando James Monroe garantizó su puesta en libertad en 1794, comenzó inmediatamente a trabajar en la segunda parte de La edad de la razón, a pesar de su frágil salud. La segunda parte fue publicada por primera vez en Londres por H. D. Symonds, una edición clandestina, en octubre de 1795. Al año siguiente, Daniel Isaac Eaton publicó la primera y segunda parte, y las vendió al precio de un chelín y seis peniques (Eaton se vio obligado a huir a los Estados Unidos después de haber sido declarado culpable de difamación sediciosa por la publicación de otras obras radicales.)[11]​ El propio Paine financió el envío de 15.000 ejemplares de su obra a los Estados Unidos. Más tarde, Francis Place y Thomas Willians colaboraron juntos en una edición que vendió cerca de 2.000 copias. Willian también publicó su propia edición, pero el gobierno británico lo incriminó y confiscó los panfletos.[12]

A finales de la década de 1790, Thomas Paine viajó de Francia a los Estados Unidos donde comenzó a escribir la tercera parte de La edad de la razón:[13]​ Temiendo represalias desagradables e incluso violentas, Thomas Jefferson convenció a Paine de no publicar la tercera parte en 1802. Cinco años después Paine decidió publicarla, a pesar de saber la reacción que causaría.[14]

Tras la condena de un año de trabajos forzados a Thomas Williams, por haber publicado La edad de la razón en 1797, edición que no se vendió libremente en Gran Bretaña hasta antes de 1818, cuando Richard Carlile la incluyó en una edición de la obra completa de Paine. Carlile la vendería por un chelín y seis peniques, y la primera impresión de 1000 ejemplares fue vendida en un mes. Inmediatamente, publica una segunda edición de 3000 ejemplares. Así como Williams, fue perseguido por libelo sedicioso y blasfemo. Las persecuciones en torno a La edad de la razón en Gran Bretaña continuarán durante treinta años, después de su lanzamiento inicial, con la participación de varios editores y más de un centenar de libreros.[15]

Estructura y argumentos principales

La edad de la razón se divide en tres partes. En la parte I, Paine esboza un resumen de sus principales argumentos y su personal profesión de fe. En las partes II y III analiza partes específicas de la Biblia para demostrar que esta no es la palabra revelada de Dios.

Credo

Pintura de Thomas Paine, por Auguste Millière (1880).

Al comienzo de la primera parte de La edad de la razón, Paine expone su personal profesión de fe, a imitación del credo cristiano:

Creo en un solo Dios, uno solo, y espero la felicidad en el más allá después de esta vida.

Creo en la igualdad entre hombres y creo que los deberes religiosos consisten en la aplicación de la justicia, amar la caridad, y esforzarse en hacer feliz al prójimo. Sin embargo, a fin de que no se pueda pensar que creo en otras muchas cosas, al lado de ellas, yo, en la preparación de este trabajo, también expongo las cosas en las que no creo, y mis razones para no creerlas. Yo no creo en la fe profesada por la iglesia judía, la iglesia romana, la iglesia griega, la iglesia turca, la iglesia protestante, ni ninguna otra iglesia conocida. Mi propia mente es mi propia iglesia. Todas las iglesias de las instituciones nacionales, judía, cristiana o turca, no me parecen mas que distintos inventos humanos establecidos para aterrorizar y esclavizar la humanidad, y monopolizar el poder y para su beneficio.

No tengo la intención de decir que condeno a los que creen lo contrario, pues tienen el mismo derecho a sus creencias como yo a las mías. Sin embargo, es necesario para la felicidad del hombre el ser mentalmente fiel a sí mismo. La infidelidad no se basa en las creencias, o la falta de convicciones, consiste en profesar una fe que no se tiene.

La exposición de Paine resume muchos de los temas principales del resto del texto: una firme creencia en un Dios creador, su escepticismo con respecto a la mayoría de las pretensiones sobrenaturales (siguiendo la vida, más adelante en el texto, los milagros); creencia de que las virtudes deben derivar de la consideración por los demás en lugar de en uno mismo; animosidad contra los corruptos de las instituciones religiosas, y un énfasis en el derecho de conciencia del individuo.[16]

La razón y la revelación

Paine inicia La edad de la razón enfrentándose a la revelación. La revelación, afirma, sólo puede ser verificada por cada uno de los destinatarios del mensaje y, por tanto, es una débil evidencia de la existencia de Dios. Paine rechaza profecías y milagros, escribiendo que "es una revelación para la primera persona y rumores para todos los demás y, por tanto, no están obligados a creerla."[17]​ Asimismo, indica que los revelaciones cristianas parecen haber cambiado a lo largo del tiempo para adaptarse a las cambiantes circunstancias políticas. Al instar a sus lectores a usar la razón en lugar de depender de la revelación, Paine sostiene que la única prueba fiable, invariable y universal de la existencia de Dios es el mundo natural. "La Biblia de los deístas", dice, no debe ser una invención humana como la Biblia, sino más bien una invención divina: "la Creación". Paine lleva este argumento más lejos aun, manteniendo que deben aplicarse a la Biblia las mismas reglas de la lógica y las normas de las pruebas que rigen el análisis de textos laicos. En la Parte II de La edad de la razón, hará exactamente eso, mostrando muchas contradicciones de la Biblia.[18]

El análisis de la Biblia

Paine pone en tela de juicio el carácter santo de la Biblia, analizándola como se hace el análisis de cualquier otro libro. Por ejemplo, en su análisis del Libro de los Proverbios, sostiene que estas palabras son "en sutileza, [...] inferiores a los proverbios españoles, y no mucho más prudentes y concisos que los del americano Franklin." [19]​ Describe la Biblia como una "fabulosa mitología". Paine se pregunta si fue realmente revelada a sus escritores y pone en duda que los escritores originales puedan ser conocidos; así, rechaza la idea de que Moisés escribiera el Pentateuco. Utilizado métodos que no eran habituales en los estudios bíblicos del siglo XIX, Paine analiza la coherencia interna de la Biblia y pone en duda su exactitud histórica, y constata que no fue inspirada por Dios. [20]​ Sostiene que el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento deben ser falsos, porque presentan un Dios tiránico. "La historia del mal" que narra la Biblia convence a Paine de que es simplemente una nueva colección de mitos escritos por seres humanos y no la palabra de Dios revelada. Los argumentos del Paine contra la Biblia devalúan a menudo sus propias obras anteriores que dependen, en gran medida, de citar las Escrituras, y como el especialista en Paine, David Wilson escribe, "Paine, a menudo, sacrifica la coherencia lógica en favor de la controversia inmediata." [21]

La religión y el Estado

Paine también se ocupa de las instituciones religiosas, y culpa los sacerdotes por su ansia de poder y riqueza, y a la Iglesia a causa de su oposición a la investigación científica. Según él, la historia del cristianismo se caracteriza por la corrupción y la opresión.[22]​ Paine critica las tiránicas acciones de la Iglesia, como había criticado a los gobiernos en Los derechos del hombre y El sentido común, argumentando que "la teoría cristiana es poco más que la idolatría de los antiguos adoradores de mitos, acomodada al poder y sus beneficios".[23]​ Este tipo de ataques distingue el libro de Paine otros libros deístas, que tienen menos interés en impugnar la política social y jerarquías.[24]​ Él sostiene que la Iglesia y el Estado de son una institución corrupta que no actúa a favor de los intereses del pueblo –los dos deben ser radicalmente modificados.

Página con el título Rights of Man (1792) Los derechos del hombre, de Thomas Paine.
"Poco tiempo después de publicarse en América el folleto titulado El sentido común, he visto que los posibles excesos de una revolución, que afecten a un gobierno, conducirán a una revolución religiosa. La relación adúltera entre la Iglesia y el Estado, independientemente del lugar donde se establezca, [...] ha prohibido de manera eficaz, mediante sanciones y castigos, cualquier discusión acerca de los principios la religión, hasta que el sistema de gobierno sea cambiado; estas cuestiones no pueden ser tratadas de manera leal y abierta en el mundo, sin embargo, si esto llegara a suceder, debe generar una revolución en la organización de la religión. Con la explicación de las invenciones humanas y las aptitudes del sacerdocio, el hombre obtendrá una creencia pura, sin mezcla, sin compromiso, en un solo Dios, y en nada más."[25]

Como ha escrito Jon Mee, un especialista británico en radicalismo: "Paine cree que una revolución en la religión es el corolario natural, incluso antes de una revolución política totalmente exitosa".[26]​ Paine presenta una visión, en palabras de Davidson y Scheick, de "una era de libertad intelectual cuando triunfe sobre la superstición, cuando los privilegios naturales de la humanidad supriman la intervención del sacerdocio y la realeza, que son a la vez dos efectos secundarios de tontas leyendas gestionadas políticamente y supersticiones religiosas".[27]​ Esta es la visión de los especialistas del "milenarismo laico" que Paine y otros citan en todas sus obras -el término Los derechos del hombre, por ejemplo, con la declaración, "De lo que vemos ahora, ninguna reforma en el mundo político debe ser considerado poco probable. Es un siglo de revoluciones, en el que todo se puede encontrar." [28]​ Paine "transforma la visión protestante milenarista de la autoridad de Cristo sobre la Tierra en un imagen secular de la utopía ", haciendo hincapié en las posibilidades de "progreso" y "perfectibilidad humana" que puede ser alcanzado por los hombres, sin la ayuda de Dios.[29]

Deuda intelectual de Paine

Aunque a Paine le gustaba decir que había leído muy poco, sus libros desmienten esta declaración,[30]La edad de la razón tiene su raíz intelectual en las tradiciones de David Hume, Spinoza y Voltaire. Hume ya había realizado varios de los mismos "ataques morales contra el cristianismo" que Paine popularizó en La edad de la razón; los expertos han llegado a la conclusión de que, probablemente, Paine leyera las obras sobre religión de Hume o, al menos, hubiera oído hablar de ellas en el círculo de Joseph Johnson.[31]​ Paine habría sido especialmente atraído por la descripción de Hume de la religión como "una positiva fuente del mal en la sociedad" que "condujo a la división de los hombres en facciones ambiciosas e intolerantes." De mayor influencia aún en Paine es el Tratado teológico-político de Spinoza (1678). En Paine se han encontrado las ideas de Spinoza, por las obras de otros deístas del siglo XVIII, entre ellos Conyers Middleton.[32]​ Paine conoce probablemente de el espíritu burlesco de Voltaire y otras obras de "filósofos" deístas franceses.

Aunque las tradiciones filosóficas, en general, ejercen claras influencias en El siglo de la razón, Paine es el inglés más deísta de principios del siglo XVIII, como Peter Annet.[33]​ John Toland revindicó el uso de la razón en la interpretación de las Escrituras, Matthew Tindal argumentó contra la revelación, Middleton describe la Biblia como una mitología y pone en tela de juicio la existencia de los milagros; Thomas Morgan ha discutido las pretensiones del Antiguo Testamento, Thomas Woolston cuestionó la credibilidad de los milagros y Thomas Chubb argumentó que el cristianismo carecía de moralidad. Todos estos argumentos aparecen en El siglo de la razón, aunque de manera menos coherente.[34]

El estilo

La característica más distintiva de La edad de la razón, al igual que todas las obras de Paine, es su estilo lingüístico. El historiador Eric Foner sostiene que las obras de Paine "forjan un nuevo lenguaje político" destinado a acercar la política al pueblo, utilizando un estilo claro, sencillo y directo."[35]​ Paine ha creado "una nueva visión, una imagen utópica de una sociedad igualitaria y republicana" y su lenguaje refleja estos ideales.[36]​ Dio origen a frases como "derechos humanos", "la edad de la razón" y "the times that try men's souls."[37]​ Foner también sostiene que en La edad de la razón, de Paine", el deísmo aportó un nuevo tono agresivo y explícitamente anti-cristiano."[38]​ Lo hizo mediante el uso de un lenguaje popular, en un tono irreverente, incluso una retórica religiosa.

En una carta dirigida a Elihu Palmer, uno de sus más fieles seguidores en los Estados Unidos, Paine describe parte de su filosofía retórica:

La forma de escribir insinuante y amenazadora que fue utilizada antiguamente en asuntos de este tipo (religión) produjeron escepticismo y condena. Es necesario ser audaces. Algunas personas pueden ser persuadidas a comprender, y otras deben quedar conmocionadas en el mismo sentido. Decir algo audaz que las haga titubear, y ellos comenzaran a pensar. [39]

La retórica de Paine tiene un gran atractivo, sus estilo incisivo fue "capaz de construir puentes entre las culturas de la clase trabajadora y clase media" y se han convertido en citas comunes. [40]​ Parte de lo que hizo que el estilo de Paine fuera tan memorable es su uso efectivo y la repetición de preguntas retóricas,[41]​ además de la profusión de "anécdotas, ironía, parodia, sátira, confusión encubierta, temas populares, el vocabulario específico, etc., incitando al sentido común". [42]​ El estilo coloquial de Paine ayuda al lector del texto. Su uso del pronombre "nosotros" transmite la "ilusión de que él y los lectores comparten el trabajo de construir el argumento. [43]​ A través de este énfasis en la presencia del lector y dejar las imágenes y los argumentos a la mitad, anima a sus lectores de Paine a completarlos de forma independiente.[44]

Lenguaje vulgar

El obispo Richard Watson, quien respondió a Paine por su lenguaje vulgar.

El elemento más característico del estilo de Paine en La edad de la razón es su vulgaridad. En el siglo XVIII la vulgaridad fue asociada con las clases medias y bajas, y no con la obscenidad; así, cuando Paine celebra su estilo "vulgar" para atacar a sus críticos, la controversia es sobre la accesibilidad, y no sobre blasfemias. Por ejemplo, Paine se describe la caída de la siguiente manera:

Los mitólogos cristianos, después de haber confinado a Satanás en un hoyo, se vieron obligados a dejarlo escapar para poder continuar la fábula. A continuación, es introducido en el Jardín del Edén, con forma de serpiente, y de esa modo entabla una conversación coloquial con Eva, quien no se sorprende al oír hablar a una serpiente, y el tema de esta charla es persuadirla a comer una manzana, cuya acto provocaría la condena de toda la humanidad. Después de este triunfo de Satanás sobre todo lo creado, se supone que los mitólogos de la Iglesia habrían tenido la amabilidad de enviarlo de nuevo a una fosa, o, en caso de no hacerlo, que hubieran puesto una montaña sobre él (porque dicen que su fe puede mover montañas), o bajo una montaña, como los profetas pasados habían hecho, para evitar tenerlo de nuevo entre las mujeres y causar más daño. Pero en lugar de ello lo dejaron en libertad, sin ni siquiera obligarlo a dar su palabra de honor. El secreto de esto es que no podían hacer nada sin él, y después de haber tenido la dificultad de hacerlo, le sobornaran para permaneciera. Ellos le prometieron a TODOS los Judíos, todos los turcos de antemano, más de nueve décimas partes del Mundo al lado de Mahoma en la negociación. Después de esto, ¿Quién puede poner en duda el don de la Mitología cristiana? Tras haber organizado una insurrección y una batalla en el cielo, en el que ninguno de los combatientes podría caer muerto o herido, les permitió poner a Satanás en el hoyo y, una vez más, le dan el triunfo sobre toda la creación y toda la humanidad condenada por comer una manzana, los mitologistas cristianos unieron los dos extremos de su fábula. Entonces, presentan a este virtuoso y amable hombre, Jesucristo, para ser a la vez Dios y hombre, y también el Hijo de Dios, engendrado celestialmente, a fin de ser sacrificado, porque dicen que Eva, en su deseo, había comido una manzana. [45]

El tono irreverente que Paine combinó con ese estilo vulgar distinguió su trabajo del de sus predecesores. Tomó el "deísmo de las manos de la aristocracia y de los intelectuales y se lo dio al pueblo". [46]

La apelación retórica de Paine al "pueblo" atrajo casi tanta crítica como su ridiculización de la Biblia. El obispo Richard Watson, obligado a abordar a esta nueva audiencia, en su influyente respuesta a Paine, An Apology for the Bible, escribe: "Yo, intencionadamente, escribo estas líneas y las siguientes en una forma popular, con la esperanza de que también ellas puedan tener la suerte de ser leídas cuidadosamente por esta clase de lectores, para quienes su trabajo parece particularmente calculado, y que son los más susceptibles de ser dañados por él." [47]

Tono irreverente

Título de la octava edición del libro del Obispo Richard Watson sobre Paine.

El estilo de Paine no sólo era “vulgar”, también era irreverente. Por ejemplo, Paine describe a Salomón como un libertino, que "fue ingenioso, pomposo, disoluto y, por último, melancólco", que "vivió rápido y murió, cansado del mundo, a la edad de cincuenta y ocho años." [48]​ Si bien muchos deístas británicos anteriores habían utilizado un estilo ridiculizante para atacar a la Biblia y el cristianismo, era de perspicacia refinada, en vez del nítido humor que Paine empleaba. Estos eran deístas medicres, no de la élite educada, que iniciarán el estilo ridiculizante que haría famoso a Paine.[49]

Era ese tono "ridículo" de Paine el que más molesto a los miembros del clero. Como John Redwood, un estudioso del deísmo, que comentó: "La edad de la razón, tal vez podría llamarse más elocuente y adecuadamente La edad del ridículo, porque es el ridículo, no la razón, la que pone en peligro a la Iglesia"[50]​ Significativamente, en su Apology, Watson amonesta directamente a Paine por su tono escarnecedor:

Estoy dispuesto a atribuir malos designios, deliberada maldad, a usted o a cualquier hombre. No puedo evitar pensar que usted piensa que tiene la verdad de su lado, y que está prestando un servicio a la humanidad esforzándose en erradicar lo que estima como superstición. Pero lo culpo por esto: porque ha tratado de quitar autoridad a la Biblia ridiculizándola, más que por la razón.[51]

Influencias religiosas

La educación cuáquera de Paine lo predispuso a un pensamiento deísta al mismo tiempo que a un posicionamiento firme dentro de la tradición religiosa de los disidentes ingleses. Paine reconoció que él estaba en deuda en el fondo con la Sociedad religiosa cuáquera por su escepticismo, pero estimaba que los cuáqueros, por su franqueza, un valor expresado tanto explícita como implícitamente en La edad de la razón, influyeron en su escritura mucho más que cualquier otro. Como afirmó el historiador E. P. Thompson, "Paine ridiculizó la autoridad de la biblia con argumentos que cualquier persona comprendía".[52]​ Su descripción de la historia del nacimiento virginal desmitifica el lenguaje bíblico, y argumenta que María fue sólo una infeliz mujer desafortunada: "es la historia de una joven prometida en matrimonio, y durante este compromiso, hablando en un lenguaje sencillo, es pervertida por un fantasma".[53]​ Las descripciones cuáqueras de conversión también influyeron en el estilo de La edad de razón. Davidson y Scheick sostienen su "declaración introductoria de propósito, ardiente sentido de inspiración interior, expresión declarada de conciencia, e intención evangélica de instruir a otros" recuerdan las confesiones personales de los cuáqueros estadounidenses. [54]

Paine hace uso de diversas retóricas religiosas que están relacionados con el cuaquerismo en La edad de la razón. La más importante es el lenguaje milenarista que utilizó para los lectores de clases más bajas. Afirmando que el verdadero lenguaje religioso es universal, Paine utiliza elementos de la tradición cristiana para minar a las jerarquías religiosas que se perpetúan.[55]​ La calidad de la escritura sermonal de Paine es uno de sus rasgos más reconocibles. Sacvan Bercovitch, un estudioso del sermón, sostiene que los escritos de Paine a menudo se asemejan a las lamentaciones del "sermón político". Sostiene que Paine se vale de la tradición puritana en la que "la teología está vinculada a la política y al progreso del reino de Dios"[56]​ Una razón de porqué el estilo de escritura de Paine era así, pudo haber sido porque durante algún tiempo fue un predicador metodista, aunque este hecho no puede ser verificado.[57]

Notas y referencias

  1. Herrick, 26-29; see also Claeys, 178-79; Kuklick, xiii.
  2. Herrick, 30-39; see also Claeys, 178-79.
  3. Butler, Marilyn. Románticos, Rebeldes y Reaccionarios: Literatura Inglés 1760-1830. Oxford: Oxford University Press (1981), 49; Bindman, 118.
  4. Thompson, 148; Claeys, 190.
  5. La edad de la razón- 1794: pg. 49-50
  6. a b Davidson and Scheick, 103-6.
  7. Davidson and Scheick, 103-6.
  8. Hawke, 292-94.
  9. Para una discusión sobre la posible traducción del texto francés de 1793, véase el Gimbel.
  10. Kuklick, xix-xxi.
  11. Smith, p. 108.
  12. Claeys, pp. 187-88.
  13. Un examen de los pasajes del Nuevo Testamento, citando las profecías relativas a Jesucristo del Antiguo Testamento.
  14. Davidson and Scheick, 103-6.
  15. Bronowski, Julius. William Blake and the Age of Revolution. London: Routledge & Kegan Paul (1965), 81; Claeys, 190; Wiener, 108-9.
  16. Walter Woll expone en su libro sobre Paine, que hay «semejanzas evidentes» entre la profesión de fe de Paine y la de su amigo Benjamin Franklin; Woll, 138, nota 1.
  17. Paine, Le Siècle de la Raison, trad. Ayache et Pénicaud (2003), 35.
  18. Smylie, 207-209; Claeys, 181-82; Davidson and Scheick, 70-71.
  19. Paine, La Edad de la Razón (1974), 60-61, véase también Davidson y Scheick, 49 y Fruchtman, 3-4, 28-9.
  20. Smylie, 207-209; Claeys, 181-82; Davidson y Scheick, 64-65, 72-73.
  21. Wilson, xv.
  22. Smylie, 207-209; Claeys, 181; Davidson et Scheick, 79-82.
  23. Paine, Le Siècle de la Raison, trad. Ayache et Pénicaud (2003), 37–8.
  24. Hawke, 292-94.
  25. Paine, Le Siècle de la Raison, trad. Ayache et Pénicaud (2003), 33.
  26. Jon Mee, 162.
  27. Davidson y Scheick, 18-19.
  28. Qtd. en Foner, 216, véase también Fruchtman, 157-8; Harrison, 80.
  29. Foner, 91; Fruchtman, 157-8; Claeys, 183.
  30. Robbins, 135-42.
  31. Robbins, 135-42.
  32. Robbins, 140-41; Davidson y Scheick, 58.
  33. Annet es considerado el precursor directo de Paine en lo referente a la argumentación deísta, la defensa de la libertad de expresión, la investigación religiosa y sobre las “reformas sociales”. Annet se preocupaba, como Paine, del precio de estos folletos polémicos y religiosos (Herrick 130-4)
  34. Smylie, 209; Davidson y Scheick, 60.
  35. Foner, xvi.
  36. Foner, xvi.
  37. Foner, xv.
  38. Foner, xv.
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  40. Kuklick, xi-xii.
  41. Kuklick, xi-xii.
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  43. Smith, 53-4.
  44. Smith, p. 56.
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  50. Redwood, 196.
  51. Watson, 34.
  52. Thompson, p. 98.
  53. Paine, The Age of Reason (1974), p. 156; ver también Claeys, pp. 102-103.
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Bibliografías

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Reimpresiones modernas de La Edad de la Razón

  • Paine, Thomas. The Age of Reason. Ed. Philip S. Foner. New York: Citadel Press, 1974. ISBN 0806505494.
  • Paine, Thomas. Thomas Paine: Collected Writings. Ed. Eric Foner. Library of America, 1995. ISBN 1883011035.
  • Paine, Thomas. The Life and Major Writings of Thomas Paine. Ed. Philip S. Foner. Replica Books, 2000. ISBN 0735100772.
  • Paine, Thomas. The Thomas Paine Reader. Eds. Michael Foot and Isaac Kramnick. New York: Penguin Books, 1987. ISBN 0140444963.

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