L'anima del filosofo

De Wikipedia, la enciclopedia libre
El alma del filósofo
L'anima del filosofo,
ossia, Orfeo ed Euridice

Joseph Haydn, pintado por Thomas Hardy (1792).
Género Dramma per musica
Actos 4 actos
Basado en mito de Orfeo y Eurídice de Las Metamorfosis de Ovidio
Publicación
Año de publicación siglo XVIII
Idioma italiano
Música
Compositor Franz Joseph Haydn
Puesta en escena
Lugar de estreno Teatro della Pergola (Florencia)
Fecha de estreno 9 de junio de 1951
Libretista Carlo Francesco Badini

L'anima del filosofo, ossia, Orfeo ed Euridice (título original en italiano; en español, El alma del filósofo, o sea, Orfeo y Eurídice) es una ópera en cuatro actos con música de Joseph Haydn, y libreto de Carlo Francesco Badini, basado en el mito de Orfeo y Eurídice de Las metamorfosis de Ovidio.

Compuesta en el año 1791, la ópera nunca se representó en vida de Haydn. Se estrenó en el Teatro della Pergola de Florencia el 9 de junio de 1951.

Es una versión más del famoso mito de Orfeo y Eurídice, también musicado por Monteverdi y Gluck. La composición es de 1791, año de la muerte de Mozart. La estética neoclásica se ve en retirada y evidencia uno de sus últimos cantos de cisne. La fe en la belleza encarnada en el tema noble, adquiere otra dimensión de tragedia.

Esta obra rara vez se representa en la actualidad; en las estadísticas de Operabase aparece con sólo 8 representaciones en el período 2005-2010.

Notas[editar]

Contexto histórico - artístico.[editar]

“L’anima del filosofo” fue compuesta  a la misma vez que “la Flauta Mágica” en 1791, sin embargo estas dos obras maestras son radicalmente diferentes y han corrido muy distinta suerte, mientras el Singspiel de Mozart se fue imponiendo en el repertorio operístico poco tiempo después de su estreno en Viena, la ópera de Haydn fue prohibida antes de su estreno y no será resucitada hasta 1951 en Florencia, o sea 160 años después.

La óperas de Haydn cubren todos los períodos compositivos del autor, desde sus comienzos en los años 50 hasta el período de Londres y sus grandes sinfonías. Esta es su ópera “Londres” y la de mayor plantilla orquestal que tuvo a su alcance: Flautas, oboes, cornos ingleses, clarinetes, fagots, trompas, trompetas, trombones, arpa, timbales y cuerdas.

Esta enorme orquesta va acorde a la trascendencia de esta obra, que rompió los clichés de la época, no sólo por el papel protagonista del coro a la manera de las tragedias griegas (Un personaje más que interviene constantemente en la trama, ya sea mixto, masculino o femenino, según el contexto de la escena), sino también por la importancia de la orquesta en sí y su novedoso rol anticipando la acción y el texto, por la alternancia de los solistas con el coro, por la introducción del arpa en la instrumentación, por la enorme dificultad vocal de sus arias, por la complejidad del simbolismo patente desde el comienzo hasta el final de la obra (tonalidades, número de personajes, elementos del texto, combinaciones instrumentales, alusiones al creador, al sagrado velo, a la filosofía), por la preponderancia del recitativo “accompagnato” haydniano (con desarrollo temático) y, sobre todo por el lenguaje sinfónico que lo invade todo y va más allá de cualquier ópera de la época. Todos estos elementos convierten a "L'anima del filosofo” en una obra única en su género.

Es una ópera enigmática en la que los personajes representan algo más que una historia humana o mitológica, detrás se esconde un mensaje críptico, una conclusión filosófica, la cual debió ser muy importante para el compositor. Este misterio no solo envuelve a esta obra, es un sello de la manera de hacer de Haydn, que siempre nos propone un enigma, un acertijo, una revelación. Es el misterio que envuelve a otras obras míticas como la Sinfonía 103, el Andante con Variaciones en Fa menor Hob. XVII:6, los cuartetos op. 20 (cuartetos “del Sol” nombre enigmático) y op.76, por poner los ejemplos más evidentes. Hay unos códigos simbólicos que se nos escapan o a los que accedemos después de una concienzuda investigación.

Esta ópera es una singularidad y, sin duda, la más personal y subjetiva del autor. Desde el comienzo se percibe el metalenguaje de la música, con un coro que lo observa todo, a la manera de una deidad omnipresente. Hay 3 personajes principales (atención al número 3), al margen de ellos aparecen súbitamente un Genio o Deidad superior benefactora, pero también Plutón, Dios de los Infiernos; tenemos pues la eterna dualidad en un plano y los mortales en otro muy distinto. Queda por dilucidar la posible influencia masónica sobre esta obra, cosa que sí resulta evidente en “La Flauta Mágica”. A este respecto se sabe que en 1785 Haydn fue aceptado como miembro de la Logia “La Verdadera Concordia”, apadrinado por Mozart, pero pronto dejó de asistir a las reuniones de ésta y fue suspendido durante un tiempo de sus obligaciones con la Logia. Las ideas y postulados de esta logia posiblemente le resultaron superficiales y contrarios a ciertos valores que para él eran fundamentales, cosa que no pasó con Mozart, más infantil, influenciable y con un menor bagaje cultural.

Esta Logia seguramente no caló hondo en la poderosa mente de Haydn, aún así el mito griego sí tiene una conexión con enseñanzas masónicas, pues los masones no solo bebían de la mitología egipcia, también lo hacían de la griega (Hermes trimegisto, Prometeo, Orfeo, etc.).

Que la masonería haya ejercido influencia en esta obra no está claro, lo que sí parece más claro es la figura de un Creador que se oculta tras un velo sagrado, es un Dios que da entera libertad al hombre y, a su vez, esta libertad supone una responsabilidad y un compromiso. Tal vez esa sea la clave o la moraleja de esta obra, el incumplimiento del compromiso acordado entre el Creador y el hombre acarrea unas consecuencias, no es un castigo, es la opción libre del individuo que decide en un momento dado romper con su palabra y tomar conscientemente el camino equivocado: Prometer a Eurídice su amor y su protección y acto seguido abandonarla en medio de un paraje selvático trae como consecuencia la muerte de ésta, tras la picadura de una serpiente; volver el rostro para mirar a su amada antes de la salida del Hades, sabiendo que era condición inequívoca no hacerlo, trae como consecuencia perderla para siempre; Por último Orfeo opta por la autodestrucción, ingiriendo el veneno que le ofrecen las perversas y vengativas  bacantes.

Esta ópera participa del nuevo estilo sinfónico del autor austríaco con esa vocación universalista que le caracteriza, estilo inaugurado en esta etapa londinense en el que las obras se proyectan hacia el público, al que hace partícipe de sus mensajes y sus enigmas. Por su estructura la obra está a medio camino entre la ópera y el oratorio.

La muerte de Orfeo en esta obra es una gran cuestión filosófica que Haydn nos sirve en toda su magnitud, es el oyente el que tiene que extraer sus propias conclusiones. Con este final  trágico el autor abre una nueva puerta, la que nos conduce al Romanticismo y su cosmovisión crítica y pesimista.