Manuela de la Garza de Jackson

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Manuela de la Garza de Jackson
Información personal
Apodo La Coronela
Nacimiento 1880 Ver y modificar los datos en Wikidata
Piedras Negras (México) Ver y modificar los datos en Wikidata
Fallecimiento Siglo XX Ver y modificar los datos en Wikidata
México
Nacionalidad Mexicana
Familia
Cónyuge Señor Jackson
Información profesional
Ocupación Revolucionaria
Años activa 1913-1915
Seudónimo La Coronela Ver y modificar los datos en Wikidata
Obras notables Proclama en Eagle Pass

Manuela de la Garza de Jackson nació en Piedras Negras, Coahuila, en 1880 con el nombre de "Manuela de la Garza Laurel". Fue parte del movimiento constitucionalista de 1913 a 1915, con el fin de luchar contra las fuerzas de Victoriano Huerta en la frontera norte de nuestro país. En 1915 contrajo matrimonio con el señor Jackson.

Contribución a la historia de México[editar]

Ante el cuartelazo huertista comenzó una nueva etapa de guerra, pronto comen-zaría una nueva campaña del ejército federal contra los surianos. Después del desco-nocimiento de Huerta por parte de la legislatura de Coahuila en 1913, el personal de las oficinas de gobierno del Estado se trasladó a Eagle Pass, Texas. Manuela se hizo cargo de las citadas oficinas en Estados Unidos. Desde el exilio se dedicó a hacer propaganda contra Huerta, pasó armamento y cuidó a los heridos que se encontraban temporalmente en el hospital de Eagle Pass. Fue base indispensable en el hospital, pues estaba encargada de buscar fondos para ayudar al sostenimiento del hospital. De la Garza formó parte del movimiento armado. Su participación en dicho movimiento la hizo merecedora del título de coronela del frente del grupo del general José Rentería Lozano. Este frente se apoderó de varias plazas. El 4 de abril de 1914, en el exilio, escribe una proclama en Eagle Pass firmando como Manuela de la Garza Laurel. [1]​ Además de esta proclama se dedicó a escribir más documentos a favor de Ma-dero y Zapata y en contra de Huerta.

Bibliografía[editar]

INEHRM, (2008), Las mujeres en la Revolución Mexicana: 1884-1920, México: La Cámara Villaneda, A., (1991), La mujer en la Revolución Mexicana: perfil histórico de algunas mujeres que participaron en acciones de armas en la Revolución Mexicana de 1910, México: El Autor

Referencias[editar]

  • cincuentaytantos.com.mx Mujeres fundadoras en la Revolución Mexicana, Guerrero, C., jueves 16 de abril de 2015
  1. Señores: siempre hemos tenido la firme convicción de que la mujer mexicana tiene un alma en que se alberga el más puro y santo patriotismo y que desprecia todos los peligros, arrolla lo obstáculos más grandes y afronta los mayores sacrificios con tal de ir siempre en pos de la persecu-ción de un bello ideal de libertad y altruismo... En esta época de prueba en que peligra el futuro bienestar de nuestra raza, hoy que una guerra encarnizada ciega en flor quizá millones de exis-tencias, esparciendo la desolación y el luto desde uno al otro extremo de este hermosísimo girón de fértil tierra americana, hoy que los campos, los valles y las montañas se tiñen con la linde purpurina de mártires muchas veces ignorados, es cuando la mujer mexicana se revela cómo un ángel verdadero de caridad y paz sobre la tierra y se dispone a reseñar las heri-das de los bravos que caen bajo el furor de las balas fratricidas, ¿Qué más bello cuadro que esa legión de mexicanas, de abnegadas que dejan la tranquila paz de sus hogares para arrancar del borde del sepulcro al triste soldado que agoniza; y levantar sobre el cadáver de infames escla-vistas cada vez más alto el estandarte de honor, y protestar con la fuerza de las armas contra los déspotas que en una mala hora llegaron por una senda sembrada con cráneos de invictos paladines a usurpar la más alta investidura del poder? Huerta, Días, Mondragón, Blanquet y de la Barra: los monstruos maldecidos que arrojaron un asqueroso baldón en nuestra historia deben ser sin misericordia castigados, porque ellos cual un soplo maldito que saliera del averno vinieron a convertir el alcázar nunca manci-llado de la representación nacional en una cloaca pestilente en que vege-tan los traidores disputándose la inmaculada veste de la patria. ¿Qué mé-ritos tienen esa caterva de asesino y cobardes sin honor y sin concien-ciaz.?[sic] ¿Acaso habrán creído, MISERABLES, poder ostentar como un legítimo timbre de victoria el horrible asesinato de Madero? ¡Qué grande, qué hermosa e inmaculada se destaca la gran figura heroica de nuestro presidente mártir! ¡Bendito sea, sí mil veces bendito aquel a quien la trai-ción, el martirio y la muerte han marcado la portada sangrienta y gloriosa con que la historia, la maestra de la vida y la luz de la verdad ha recogido en sus páginas sagradas el sublime nombre de nuestro gran demócrata Don Francisco I. Madero! Murió el hombre, concluyó el mártir, sí, pero su ideal vive y este ideal fructificara muy pronto. La semilla era fecunda, la tierra estaba preparada, Carranza y Villa y muchos otros, fieles al comí miento de su deber y de su honor luchan con rabia espartana por defender la libertad de nuestra gran TENOCHTITLÁN. El pueblo, el gran coloso, el esclavo liberto por Don Francisco I. Madero, no quiere más tiranos, traído-res, ni usurpadores de machete y, pronto, muy pronto, llegará el día en que brillando el sol de la justicia arroje del vetusto Castillo de Chapultepec, al traidor y sanguinario asesino Victoriano Huerta, responsable de los ase-sinatos cometidos con nuestro Presidente y Vicepresidente de la República ¡Benditos mil veces seáis, sublimes mártires! ¡Que vuestra sangre inocente derramada en holocausto de vuestras libertades, sea el perdón que el pueblo eleve para arrojar y castigar a los traidores! ¡Honor s nuestros mártires Demócratas! ¡Salve, Apóstol, Titán excelso! ¡La patria, llena de cadáveres, de luto y de dolor, os bendice! Manuela de la Garza Laurel (INEHRM, 1992, pág. 193)