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Juan Curcuas (en griego: Ἰωάννης Κουρκούας; transliteración: Ioánnes Kourkoúas) fue un general del Imperio bizantino que destacó por sus victorias contra los Estados musulmanes situados al oriente del Imperio. Sus triunfos transformaron definitivamente el curso de las guerras árabo-bizantinas, las mismas que se prolongaron por varios siglos marcando el inicio de la era de conquistas bizantinas del siglo X.

Juan provenía de la Familia Curcuas, de origen armenio, que dio notables generales bizantinos. Mientras servía como comandante de uno de los regimientos de la guardia imperial, llegó a contarse entre los más cercanos colaboradores del emperador Romano I Lecapeno (920-944), a quien incluso favoreció en su ascenso al trono. En 923, obtuvo el nombramiento de comandante en jefe de los ejércitos bizantinos acantonados a lo largo de la frontera oriental, frente al Califato abásida y a diversos emiratos árabes semiautónomos. Mantuvo este puesto por más de veinte años, en los que consiguió triunfos militares decisivos que alteraron el equilibrio estratégico de la región.

Durante el siglo IX, el Imperio bizantino había recuperado gradualmente su poderío y estabilidad interna, mientras que el Califato se había debilitado y fracturado. Bajo el liderazgo de Curcuas, el ejército imperial penetró en los territorios musulmanes, por primera vez en casi doscientos años, y expandió las fronteras del Imperio. Se lograron conquistar los emiratos de Melitene y Ḳālīḳalā, lo que extendió su poderío hasta el Alto Éufrates y la Armenia Occidental. Los principados íberos y armenios que no habían sido absorbidos en el territorio imperial, se convirtieron en súbditos bizantinos.

Curcuas también jugó un papel en la derrota de una gran expedición de los rus' en 941 y contribuyó con la recuperación del «Mandylion de Edesa», una reliquia sagrada que se creía representaba el rostro de Jesucristo. Fue retirado del cargo en 944 como resultado de las intrigas de los hijos de Romano I Lecapeno, pero recuperó la confianza imperial durante el reinado de su sucesor, Constantino VII, de quien llegó a ser embajador en 946. Se desconoce lo que le ocurrió posteriormente.