Retablo de fantoches

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Cartel de Retablo de fantoches, de la autoría de Cándido Fernández Mazas.

El Retablo de fantoches fue un teatrillo de guiñol integrado dentro del departamento de teatro de las Misiones Pedagógicas de la Segunda República Española. Su director fue Rafael Dieste,[1]​ y estuvo en funcionamiento recorriendo pueblos y aldeas de España entre 1933 y 1936, año en que todo el proyecto se vio desbaratado por la sublevación militar que provocó la Guerra Civil española.[2]

El Retablo de Fantoches fue la alternativa funcional, sencilla y popular, que sustituyó al "Teatro de las Misiones" allí donde los montajes escénicos no podían llegar. Formaba parte de un paquete de divertimentos culturales,[a]​ muy del gusto de Manuel Bartolomé Cossío –y de los aldeanos, como puede percibirse en el abundante material gráfico reunido–, en el que también estaban el coro y el recitado de romances.[3]​ Todo ello en un marco evocador de las andanzas «juglarescas» de los orígenes del teatro, como ya Miguel de Cervantes describía en su Quijote en los episodios protagonizados por Maese Pedro, que luego inspiraron a Manuel de Falla el singular Retablo de Maese Pedro.

Representación en Malpica, el 20 de octubre de 1933.

La primera representación (El dragón y su paloma) tuvo lugar en la localidad coruñesa de Malpica el 20 de octubre de 1933. Rafael Dieste, además de director fue autor de un nutrido conjunto de piezas o farsas, muchas de ellas convertidas luego en obras y comedias mayores. Entre las más destacables esta su adaptación del romance de La doncella guerrera, a petición de Cossío.[2][b]​ El segundo guiñol se representó en León, para el que, al tratarse de una capital, se pudo disponer de mejores materiales y más tiempo de preparación. Para las marionetas se usaron papel, pasta, yeso y cola, y en pocos días dispusieron de dieciocho cabezas. Más tarde y con la ayuda de una costurera y un carpintero se puso en marcha un retablo casi estable que recorrió pueblos leoneses y castellanos.[4]

Véase también[editar]

Notas[editar]

  1. La consigna de Cossío, director de las Misiones, era “despertar en el pueblo emociones regocijadas y primitivas, pero también fecundas, dignas y limpias”.
  2. «Cossío me propuso escenificar algún romance. Elegí el de La doncella guerrera, por ser buena parte dialogado...Tuvo gran aceptación. En algún pueblo de la provincia de Burgos, su éxito fue francamente extraordinario; el público aplaudió todos los mutis o finales de escena. Al ensayar la obra, yo percibía que faltaba algo que evidenciase la gracia del final, cuando la doncella se fuga en su caballo. Fue Urbano Lugrís, que hacía su papel, quien tuvo la maravillosa y eficacísima ocurrencia de lanzar un brioso relincho —atribuido al caballo de la doncella, naturalmente— en el arranque de la fuga.» (Rafael Dieste, 1922)

Referencias[editar]

  1. Huerta, Javier; Peral, Emilio; Urzaiz, Héctor (2005). Espasa-Calpe, ed. Teatro español de la A a la Z. Madrid. p. 693. ISBN 9788467019698. 
  2. a b «Retablo de Fantoches». csic.es. Consultado el 20 de marzo de 2016. «Exposición Misiones Pedagógicas». 
  3. «Cartel para Retablo de Fantoches, de Cándido Fernández». parnaseo.uv.es. Consultado el 20 de marzo de 2016. 
  4. «El Retablo de Fantoches conmemora el estreno de la obra de Rafael Dieste “La Doncella Guerrera” en Malpica en 1933». concellomalpica.com (en ga-es). 2014. Consultado el 20 de marzo de 2016. «Así recordaba el propio Dieste la experiencia: “Los medios de fabricación fueron de mi cosecha, lo mismo que el diseño del escenario, con sus recursos de iluminación, escenográficos, etcétera. Todo esto requirió experimentos en los que participó con su fogoso genio José Val del Omar. En el modelado de los muñecos y en los decorados intervinieron principalmente Ramón Gaya, Fernández Mazas, Miguel Prieto, Urbano Lugrís y yo también, no sólo como teórico -ya que surgieron muy curiosas discusiones estéticas-, sino como artesano en La doncella Guerrera. Lugrís, que era un guiñolista portentoso, acertó a resolver teatralmente un final de escena, culminación de la comedia, con un relincho brioso y jubiloso del caballo en fuga llevándose la heroína. La dirección de escena, así como los guiones o farsas, corrían mi cargo, y rara vez dejaba de tener algún papel en las representaciones”.» 

Bibliografía[editar]