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Breve Historia de RobresTexto grande

Pedro Oliván

Archivo:C:\Users\usuario\Desktop\Folleto Robres
Robres panorámica Fot Raul

1. Prehistoria El punto en el que se han localizado los restos más antiguos pertenecientes a un grupo humano más o menos estable que pobló el sector oeste de la sierra de Robres es un cerro de acusadas pendientes, situado junto a san Blas el Viejo, denominado la Loma de Oto. En este lugar, un pequeño grupo de agricultores/cazadores estableció un poblado de cabañas circulares dentro del contexto cultural de la última fase del calcolítico y primeras etapas de la Edad del Bronce (2000 - 1500 a. d. C.)1. Avanzando en el tiempo, el segundo lugar en el que se han observado restos arqueológicos dentro de lo que hoy es el término de Robres es un cabezo de superficie plana y fácil defensa denominado el Muidor. Sobre el cabezo, cercano a la balsa de la Sierra, se adivina un poblado de casas rectangulares, adosadas unas a otras, con una balsa central, todo ello protegido por muralla y foso exterior. Las diferencias respecto a la loma de Oto son muy importantes. La primera, y fundamental, su cronología, ya que el hábitat del Muidor es casi mil años más reciente. La segunda diferencia es el periodo de vida de los poblados, en la loma de Oto el poblado fue ocupado durante un periodo largo de tiempo. En el caso del Muidor nace y se abandona en un único contexto cultural: la primera edad del Hierro, en torno al 500-400 a. d. C. Muy diferente es el caso del Castellazo, cuyas primeras cabañas se construyeron en la misma época que las del Muidor, pero que sus buenas condiciones de defensa, proximidad a territorios de caza y terrenos cultivables hicieron que el Castellazo tuviera una “vida” mucho más larga. Los restos arqueológicos testifican población estable en el municipio ya en el 500 a.C. (Campo de Urnas y poblado en el Castellazo, V. Baldellou, (1993) y J. Justes (2016) .

Archivo:C:\Users\usuario\Desktop\Folleto Robres\Guia turística Robres fotos
Panel informativo Necrópolis de El Casellazo

La etapa más antigua identificada en el cerro del Castellazo y sus alrededores es un pequeño conjunto de ca bañas en la ladera este del cerro. Estas gentes se enterraron en el cementerio que se encuentra junto a la balsa, y para ello construyeron tumbas de unas características concretas: el difunto era incinerado y sus cenizas depositadas en una urna que a su vez se colocaba en el interior de una estructura circular o cuadrada que se cubrirá por un montículo de tierra a modo de túmulo, todo ello delimitado por un sencillo muro de pequeñas piedras irregulares. Hoy, 2.500 años después de realizar estos enterramientos, los túmulos han desa parecido por la erosión y solamente conservamos los círculos o cuadrados de piedras que protegen las urnas con las cenizas de los difuntos.

Este ritual de incineración que perduró hasta la etapa romana en todo el valle del Ebro (siglo III d. C.) parece ser una costumbre venida del otro lado de los Pirineos, se difundió siguiendo el curso de los ríos Segre y Cinca, adentrándose hasta la tierras de Monegros, siendo el Castellazo un hito interesante en la difusión de este rito funerario. En 1975-76, un equipo dirigido por Vicente Baldellou excavó varios de los túmulos del Castellazo. Durante varias décadas los resultados de esta excavación han sido un referente en Aragón para el conocimiento de las características de la cultura de los “campos de urnas” de Monegros2. Por suerte, la Asociación Cultural El Pimendón se ha preocupado de preservar esta necrópolis, colocando hace una decena de años un vallado protector y recientemente un cartel que destaca el interés cultural del yacimiento del Castellazo.

El dato que hace diferente y de gran interés histórico al Castellazo es que fue ocupado en diferentes fases culturales. Las poblaciones de la primera Edad del Hierro adoptaron nuevos usos y costumbres propios de los grupos de cultura ibérica que poblaron estas tierras entre los siglos III-I a. d. C. En esta fase la población eligió para levantar sus cabañas un terreno llano que se extiende al N de la vieja necrópolis. Pero además continuaron habitando en el puntiagudo cerro, en el que construyeron murallas y otras estructuras que aseguraran su protección.