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Abadía de Compludo[editar]

Introducción[editar]

Se ha dicho mucho sobre el monasterio de Compludo y sobre sus monjes ilustres dejando de lado, la visión del conjunto, que es lo que verdaderamente hace distinguible éste lugar de otros valles bercianos. El paisaje histórico y cultural que os mostramos no palidece al ser comparado con otros grandes y reconocidos lugares del territorio berciano y español. Un gran santuario por descubrir que concentra toda la historia del Bierzo.

La historia del valle la tenemos que buscar a final de la edad del bronce y principios del Hierro a tenor de los castros y altares rupestres de petroglifos. Están documentados hasta tres peñas, con grabados de tipo cazoleta, dentro de los deslindes de la abadía. Inaudito en la comarca berciana. Sin duda, algo empujó a una antigua cultura de los pastores de las montañas a elegir estos valles para sus rituales de libación, sobre las peñas, en las faldas de monte Irago y pico Becerril. Montañas sagradas de los antiguos pobladores.

No tardarían en llegar los romanos, atraídos por el oro del sagrado monte Tilenus astorgano, y picar las duras peñas para hacer los dos canales o como dicen, “carriles”, desde la ladera del pico Morredero el más largo, y desde el Gualtón de Palacios de Compludo, el segundo, para lavar los grijos de la Miédola de Espinoso de Compludo. Los canales romanos han sido recuperados en parte y puestos en valor en el área de las Médulas de Carucedo, y en el valle del río Oza. Aquí, varias iniciativas populares han permitido el desbroce y mantenimiento a tramos a la espera de una actuación decidida por parte de las instituciones municipales/comarcales.

Luego llegaron los Suevos, los pastores centroeuropeos, que de buen seguro encontrarían en estos valles y montañas un lugar antropizado donde vivir con sus rebaños, aunque de ellos no tenemos ningún vestigio hasta la llegada de los eremitas visigodos.

San Fructuoso, hijo de un duque militar del reino de Toledo, fundó en su heredad, el primer monasterio de su orden, entre el 630/640d.C, con una regla escrita para los monjes de Compludo, la Regula Monachorum, y bajo la advocación de los niños mártires san Justo y Pastor, asesinados en Complutum, actual Alcalá de Henares. Este hecho, es el motivo por el que se acepta por la mayoría que el nombre del valle es por los niños santos complutenses, y no por ser conocido con el hidrónimo de Compleutica/Compluto o similar, debido a su orografía. El padre Flórez argumenta en su libro "España Sagrada" que el santo abad debió respetar el topónimo original del valle, y que le recordaría a los hermanos mártires, motivo por el que decidió su dedicación.

La abadía de Compludo fue reconocida con el privilegio del rey Chindasvinto (18 de Octubre de 646 d.C.). Se trata de un documento controvertido, tenido por el más antiguo del reino visigodo por algunos investigadores y tildado de espurio por otros. Lo cierto es que en lo relacionado con los deslindes que se citan, son reconocidos por el rey Ramiro II en el siglo X, y en otros documentos posteriores, sin variaciones hasta la actualidad. Nada empuja a pensar que durante la conquista musulmana y reconquista posterior se variara, en algún modo, los deslindes y se cambiaran los topónimos visigodos.

Por último, los pueblos que conforman la abadía de Compludo piden que sea reconocida, a nivel legal, como parte y origen de la Tebaida Berciana, antes Tebaida Leonesa. Aunque parezca que ya perteneciera a tan reconocida marca, desde el mismo día de la declaración de paisaje pintoresco del año 1969, no es así. Esta protección tan sólo abarca a los pueblos de Montes de Valdueza y Peñalba de Santiago. La abadía de Compludo y su jurisdicción, quedó excluida todo y ser el origen, la cuna del monacato español.

Periodo prerromano[editar]

Castros

Una prospección arqueológica superficial realizada por el arqueólogo territorial de la Junta de Castilla y León, Julio Vidal, dio a conocer el llamado Castillo de los Moros, o Castro del Águila, entre el Acebo de san Miguel y el despoblado de Labor de Rey, en el término del ayuntamiento de Molinaseca. El investigador lo adscribe, a tenor de sus impresionantes muros de mampostería en seco, a la edad de Hierro. Su elevada posición sobre un crestón pizarroso, a 1334 m de altura, bajo el Monte Irago, dominando del valle del río Carracedo y Prada, y con vistas a las cortas mineras auríferas del pueblo de Carracedo de Compludo, lo convierten en el castro más espectacular y mejor conservado de la zona. Llama la atención que no era conocido por el investigador T.Mañanes al no ser descrito en su imprescindible libro “Arqueología de la cuenca leonesa del río Sil (Laceana, Bierzo, Cabrera)”(1988).

Otros en cambio si son citados, como el de San Mamé, en Espinoso de Compludo, del que sólo el ojo del arqueólogo es capaz de ver. En la carta arqueológica de Castilla y León se sitúan  otros espacios habitacionales y zonas arqueológicas cercanas atribuidas a castros. Todos sin estudiar a fondo como el de Carracedo de Compludo situado a la entrada del pueblo. Se menciona otro en Palacios de Compludo y que pudo ser lugar de vigilancia de un canal romano que discurre cerca (CC1). Es sorprende, sin embargo, que no exista, a priori, ninguno en el mismo pueblo de Compludo.

En el Acebo de San Miguel hubo otro castro más, en la zona alta del pueblo, y en el cercano Riego de Ambrós; uno en el paraje de las peñas del Castillo, dando vistas al valle de las Tejedas, en donde se referencia el microtopónimo del valle de la Ciudad, y por encima, el castro de Chano, cerca ya de Paradasolana.

Petroglifos

Los petroglifos son grabados en peñas y que van desde sencillos trazos y cazoletas (pequeños agujeros en la roca que pueden estar conectados o no por canalillos) hasta espectaculares espirales, antropomorfos, animales, armas, herraduras y símbolos (cruces, trisqueles....)

Los petroglifos son de difícil adscripción cronológica, y el uso y su significado, es controvertido, sobre todo en sus manifestaciones más sencillas, como son las cazoletas. No obstante, en el caso de los paneles hallados en la Maragatería, que son los más cercanos, se les sitúa en la edad de bronce

Al preguntar a vecinos de un panel rupestre quién las pudo grabar y para qué, responden que por entretenimiento y aburrimiento de pastores, que con el bastón hacían los agujeros para pasar el rato. Otros atribuyen las peñas con cazoletas como marcadores de los deslindes de un territorio, y hay investigadores que afirman que se tratan de lugares ancestrales de culto pagano a la madre naturaleza y que servían para libación de líquidos, incluso de sangre, en rituales propiciatorios.

Sin entrar en polemizar, podemos afirmar que en el coto de la Abadía de Compludo se han identificado hasta tres de estos lugares. Todos y cada uno con un patrón reconocible en otras tantas estaciones de petroglifos en la cercana maragatería, y recogidos en el libro;  “Grabados rupestres en la provincia de León” (2018), del investigador Juan Carlos Campos.

1.    Pozaquinos

Situado en el paraje que lleva el mismo nombre y sobre el pueblo de Compludo dispone de multitud de pequeñas cazoletas con una mayor en la que según cuentan los pastores, migaban pan con leche de cabra.

2.    Valdeladrones

En el paraje de Valdeladrones (1590 msn), por encima del pueblo de Palacios de Compludo y cercano al camino que unía el puerto de Piedrafita con el valle de Compludo, se encuentra otra peña que en sus rebajes dispone de cinco cazoletas de tamaño grande si las comparamos con otras estaciones rupestres. De igual modo que en Pozaquinos, se divisa una amplia zona del territorio, y cercano, nace de una reguera.

3.    Peña del Couto

Situada en el paraje de Juanjubrías, al inicio de la ascensión al Monte Irago y a escasos 100 metros del Camino de Santiago, entre los pueblos de Riego de Ambrós y el Acebo de san Miguel, se encuentran varias peñas alineadas Este-Oeste. La primera peña es la más grabada. Presenta una  canaleta central y a cada lado se disponen múltiples cazoletas de pequeño tamaño. Este panel, a diferencia de los otros paneles rupestres comentados, desemboca en una cazoleta mayor, y en su lado sur, se observa una pila rectangular o lacus. La montaña Aquiana, preside al Sur, el enigmático lugar.

Son muchos los afloramientos rocosos que se distinguen en el paisaje de la abadía de Compludo, muchos con nombres propios; peña Buzona, peña Encina, peña de las Mujeres, peña del Águila, del reloj...etc., y que también se encuentran en zonas de pastoreo, y con manantiales cercanos. Hasta el momento, las peñas grabadas son tres, y trazan una línea Norte-Sur.


Período romano


Minas de oro y canales romanos

Aún permanece la huella que dejaron los romanos en los valles de la abadía de Compludo. La más evidente es la Miédola de Espinoso de Compludo, que esconde hondonadas hoy cubiertas de vegetación, testimonio de que antaño las arenas se lavaron en busca del dorado metal. Si bien la extensión del lugar impresiona, no lo es menos pensar en el duro trabajo que realizaron esclavos y lugareños, picando peñas de esquistos y cuarcitas, para realizar los canales por los que fluyeron las aguas de las múltiples regueras de las montañas, y del propio río Meruelo (antaño río Miera).

Hoy sabemos que en Compludo existieron, al menos, dos canales;

-      El CC2 o canal alto que nace por encima del pueblo de Bouzas y recoge las aguas del Meruelo muy cerca de su nacimiento. Lo afirmamos tras identificar varios tramos de la caja del canal labrada en piedra, y un muro de sustentación, de piedra en seco, identificado gracias a las indicaciones de pastores. De este canal, impresiona la altura de algunos de sus tramos, la frondosidad de sus bosques de robles, y la espectacularidad del paisaje.

-      El CC1 o canal bajo reúne todas las estructuras para la conducción de agua por el afilado valle de peña Furada. El microtopónimo informa de una peña que está atravesada por un agujero o furaco, para llevar el agua al otro lado del valle. Más adelante, en su recorrido hacia el pueblo de Palacios de Compludo, se encuentra peña Partida, que es una peña de tres metros de altura y partida en su mitad para permitir el paso de un canal de 120cm de anchura.

Este tramo, en el que abundan cajas de canal y muros de contención, también sorprende por una oquedad llena de grafitis de pastores a pie de canal. Sin nombre conocido, la nombramos como la cueva de san Fructuoso, que bien pudo albergar al santo eremita en sus retiros espirituales. Pensamos que los antiguos canales romanos se reutilizaron como caminos para conectar los pueblos de la zona. El propio eremita san Valerio del Bierzo (¿Astorga-630 d.C?- San Pedro de Montes-695 d.C) nos explica en su autobiografía cómo se dirigió, “a través de un estrecho camino a gran altura y labrado a pico, con gran riesgo y temor de caer al vacío” hacia el monasterio de San Pedro de Montes de Valdueza. En efecto, debió ser el canal romano CN2 que pasa cercano al pueblo.

El tramo transitable del canal bajo de Compludo (CC2) finaliza unos metros adelante al haber una zona de derrumbe que dificulta continuar hasta dar vistas al pueblo de Palacios de Compludo, lugar en el que, en parte, capta sus aguas en los llamativos Gualtones del arroyo de la Iruela, que son visitables siguiendo la senda del Oso que parte del mismo pueblo.

Esperamos que en un futuro cercano se pueda recuperar todo su recorrido, del mismo modo que se hace desde años con los canales de las Médulas de Carucedo, y que han sido propuestos para ser declarados patrimonio de la Humanidad,

El valle de la abadía de Compludo esconde también otra tipología extractiva de mina aurífera diferente a las realizadas por lavado de las arenas superficiales. Se trata de minas primarias de cuarzo aurífero. Los filones de la blanca roca fueron extraídos de las peñas para ser triturado y convertirlos en un fino polvo. Luego sería lavado por bateo. Hay tres minas en el valle del río Carracedo-Prada, cercanos a la ruta visitable de “la cascada del Gualtón”.

Como se aprecia, a ambos lados de la Abadía de Compludo se realizaron trabajos de minería aurífera; las cercanas minas de la Maragatería, a los pies del Monte Teleno, el filón de Prada-Andiñuela bajo el monte Becerril y que aflora cerca de Carracedo de Compludo, y al otro lado, las Miédolas de Espinoso de Compludo.


Cantera

En el paraje de Valdelaurz, en Palacios de Compludo, entre el canal romano CC1 y el CC2, perduran varias cortas de más de 6 metros de altura de las que se extrajeron toneladas de pizarras y esquistos. A falta de un estudio completo, y por la situación y espectacularidad del lugar, nos lleva a pensar en que fuera de factura romana en su inicio, ya que los canales romanos precisaban de muros de contención, y de una base de pizarras, para minimizar la erosión. Los canales tenían desniveles casi inapreciables, en torno al 0.35%-0.36%, para evitar que la fuerza del agua los derrumbara en caso de crecidas, y también, para que llegara limpia a la zona de lavado, sin barro ni impurezas que arrastraran las partículas de oro.

Asentamiento romano y viales

Hay noticias de varios pequeños asentamientos de tipo minero en la explotación de las Miédolas de Espinoso. En cambio, no se ha encontrado una evidencia clara de un asentamiento romano en otras partes del territorio de la abadía de Compludo. Si bien, cerca del pueblo de Palacios de Compludo, existe un paraje llamado los Castrilluzos, por el que pasa el canal CC1, y que pudo ser un lugar de vigilancia del canal que abastecía a las Miédolas de Espinoso. Quizá reaprovechado, y que en su origen se tratara de un castro prerromano, dispone de foso y de evidencias de una estructura de muro circular. No se han realizado excavaciones arqueológicas.

Sí está referenciado, en cambio, que por Palacios de Compludo pasaba una vía secundaria romana que partía del paso del puerto de Piedrafita, por encima de Pobladura de la Sierra y conectaba la comarca de la Maragatería y las minas de oro de Filiel con Espinoso de Compludo. Pudo ser utilizado como paso más bajo y seguro en invierno que evitara ir por el peligroso alto del Monte Morredero (a veces nombrado Moridero). Otra posible vía secundaria romana, no referida por ningún investigador, pudo ser la que conectara el pueblo de Palacios de Compludo con Carracedo de Compludo por la ladera de la montaña del Cueto. Es una vía ancestral de paso entre los pueblos y con salida hacia la localidad astorgana de Prada de la Sierra y Andiñuela de Somoza.  


Período visigodo


San Fructuoso de Braga y el cenobio de Compludo. Primera etapa.

La primera referencia escrita al territorio de la abadía de Compludo la encontramos en el “Vita Sancti Fructuosi” (s.VII d.C). Se trata de un libro que recoge la biografía del santo y que pudo ser escrito por algún discípulo suyo poco tiempo después de su muerte en Braga, en donde fue obispo de la diócesis. Otros investigadores, en cambio, le atribuyen la autoría a Valerio del Bierzo, que fue coetáneo suyo y prolífico en escrituras, pero el anacoreta, no lo afirma en ningún momento de su extensa autobiografía.

El libro relata que cuando Fructuoso era niño, visitó con su padre las posesiones y rebaños que tenía en el valle, y que ya pensó, incluso, en edificar un monasterio en aquellas solitudes. Su padre, de nombre Bricio y dux militar de la corte de Toledo, pudo recibir el territorio como pago a su lealtad al rey Sisenando, incluso se cree en un posible parentesco. De forma similar, otra teoría es que estuviera emparentado con el Rey Chindasvinto o quizá con su esposa Reciberga, pero los nombres Bricio y Fructuoso se antojan ser más de estirpe hispanoromana que visigoda.

Por otro lado, no olvidemos que el territorio de Compludo se encontraba dentro de los límites del anterior reino Suevo, y que pudo tener otro dueño, hasta la caída del reinado en el 585 d.C a manos del rey visigodo Leovigildo. Derrotado el reino de los Suevos, y del que no se conservan vestigios en el valle, sólo pasaron unos 30 años hasta la llegada del niño Fructuoso al valle complutense. ¿Quizá por aquél entonces ya perteneciera a su familia?. De ser así, ¿su genitivo más correcto sería el de Fructuoso de Compludo?. Más adelante, y como atestigua la entrega de un diploma de privilegio real firmado por el rey Chindasvinto y la reina Reciberga en el año 646 d.C., el territorio fue heredado por él tras la muerte de su padre y allí mismo decidió fundar lo que sería el primer espacio religioso de la llamada Tebaida Leonesa, su origen. En cambio, surgen dudas en referencia al segundo oratorio fundado por el abad de Compludo, el monasterio Rupianense en san Pedro de Montes de Valdueza.

Es posible que en el cercano valle no tuviera ninguna heredad, ni en el resto de sus fundaciones. No existe un documento que lo atestigüe, ni se cita en su biografía. Además, cuando llegó san Valerio, unos veinte años después, se encontró con una comunidad de monjes, pero también, con aldeanos que ayudaron a construir la ermita de la Veracruz, iniciativa de un discípulo suyo llamado Saturnino, e incluso, la presencia de un ganadero, de nombre Basiliano, y que le regaló dos yeguas. Si el valle del Oza hubiera sido parte de su heredad, lo hubiera mencionado en su “Vita” e incluso en el Tumbo viejo de San Pedro de Montes.

No sabemos, hasta el momento, como era un monasterio fructuosiano. Es posible, que fuera de un tipo único a los que se sucedieron, y que se fuera modelando en varias etapas. Sabemos que era dúplice, y que había una especial atención hacia los hijos de los monjes. El investigador A. Martínez Tejera sospecha que en origen fuera un poblado espiritual, una laura.

En su “Vita” se recoge que Fructuoso fue acompañado por familiares en su retiro a las montañas y que se apartaba a orar en recónditos lugares, en oquedades y abrigos de las peñas. En ningún momento se cita que exista una cueva “del santo” como tal, y nos parece razonable ya que no existen cuevas de tipo calizo, similares a las del valle del Oza, en la abadía de Compludo. Pero sí se conservan oquedades en peñas, dos de ellas muy cercanas al lugar en el que se supone que estuvo el monasterio (prao la Iglesia). Conocidas por los pastores de éste siglo, les servían para resguardarse de la lluvia y el frío, y como improvisadas pizarras para dejar sus testimonios a modo de firmas, grabadas a navaja, en las lisas paredes.

Una de ellas, muy poco conocida, situada en la vega del río Carracedo y llamada “la cueva del Pobre”, sirvió de vivienda, durante años, para un vagabundo que pedía limosnas por los pueblos.

Otra cueva, picada a mano y llamada “la cueva de la Griega” se encuentra a la orilla del río Meruelo y muy cercana al pueblo de Palacios de Compludo. Hasta el momento, nadie sabe quién la hizo ni la función. Se antojaba ser una prospección minera de cuarzo aurífero pero no queda claro. A falta de estudio, pudo ser un eremitorio. De ser así, sería el único conocido en todo el Bierzo. Además, tiene una leyenda asociada, que dice que lo habita una bruja que entrega bolsitas con oro a quienes la corresponden.

Por lo tanto, se presupone un inicio eremítico en el valle, en el que sus seguidores serían solitarios que vivían en oquedades, seguramente que ampliadas con estructuras vegetales, y en pequeños espacios habitacionales, en chozos, muy cercanos a un pequeño oratorio y zonas comunes.

Gracias a la valiosa información que se extrae de la conocida como regla de San Fructuoso sabemos que el cenobio disponía de scriptorium, ecclesia, eremitorios, enfermería, decanías, refectorium, cocina, ropero, almacén de aperos de labranza…


La Regula Monachorum

En poco tiempo, no más de diez años, la gran multitud de personas, incluso familias enteras, que se acercaban hasta el lugar, provocaron que se tuvieran que organizar para la correcta convivencia en los espacios comunes. El abad Fructuoso escribiría la “Regula Monachorum” para los monjes de Compludo. Sería la segunda etapa del lugar.

Correspondería entonces llamarlo “cenobio” ya que una comunidad de monjes convivían y compartían espacios habitacionales bajo una regla, y bajo el mandato de un abad. Sus reglas eran muy estrictas, con alternancias de rezos y trabajo, incluso en horas nocturnas. Recogía duros castigos para quién cometiera faltas, grandes atenciones a los ancianos enfermos y a los viajeros, muy estricto proceso para ser aceptado, y el llamado pacto, que vinculaba de por vida, al aspirante a monje con el abad. Nada que ver con la etapa anterior, más dada al individualismo en la fe, y a la solitud.

Este inicio, sería lo más parecido a la Tebaida oriental, al lugar de referencia de los santos eremitas, de los llamados Padres del desierto. Un unicum en la historia del cristianismo español y europeo, situado en el valle berciano. Luego, hubo una progresión en la gestión del espacio, tareas, rezos, y de los aspirantes a monjes, monjas, y sus familias.

Éste cambio pudo venir provocado por dos motivos; el primero, lo nombra el mismo Fructuoso cuando es denunciado, al rey, por su cuñado, al vilipendiar la heredad de sus padres. Cabe pensar que el santo abad financiaría de su bolsillo las obras y el sustento de quienes se acercaran hasta la laura de Compludo, y en efecto, no tardaría en quedarse arruinado. Quizá fuera su deseo.

En segundo lugar, cuando trató de marcharse de la laura de Compludo a lugares más apartados donde vivir su fe. Alejado del mundo y de las gentes, llegó al castro Rupiano, el actual Montes de Valdueza, donde erigió un pequeño oratorio. Pero le duró poco, ya que los monjes de Compludo, “arrebatados por la melancolía”, no tardaron en ir a buscarlo, y devolverlo a su abadía, con “piadosa ternura”.

En éste momento, pudo ser cuando Fructuoso redactara su regla para los monjes de Compludo, que después sería adoptada en todas sus fundaciones. Pasó de un eremitismo puro a reglamentar absolutamente todo. Se iniciaba la etapa del “cenobio complutense” en su máxima expresión.

Otra clave para entender los rápidos cambios que se sucedían en los espacios de fe pudo coincidir con el Concilio VII de Toledo del año 646 d.C. Durante su celebración, supuestamente, se otorga el privilegio del rey Chindasvinto y de su esposa Reciberga, al abad Fructuoso, de la abadía de Compludo. También, se trató un tema crucial para la gobernanza de los monasterios que surgían por toda la península. El conocido como canon V. Se transcribe en parte para entender el giro abrupto que se sucedió y que se cobró a su primera víctima, san Valerio del Bierzo, el áspero o díscolo, como se le adjetiva.

Concilio VII de Toledo, en el año 646, Canon V.

De la importancia de diferenciar entre los ermitaños honestos y los errabundos.

«Pero aquellos otros que fueron impulsados a tal estado de vida por Ia pereza, no por el conocimiento de Ia verdad, decretamos que sean arrojados de aquellas celdas y de los lugares en  los que habitan como vagabundos o permanecen recluidos, y que sean destinados a vivir en monasterios por los obispos y los rectores de los monasterios a cuya congregación pertenecieron o en cuyas cercanías habitan, para que allí primeramente meditando acerca de Ia doctrina y orden santo puedan conocer Io que ha sido establecido por los Padres. Y en adelante a cualquiera que quisiere llevar este santo modo de vida no se Ie permitirá que Io consiga ni Io podrá alcanzar antes de haber vivido en algún monasterio, y haber sido educado conforme a las santas reglas monacales y haya tenido ocasión de alcanzar Ia dignidad de una vida honrada y conocimiento de Ia santa doctrina, pero aquellos que fueron acometidos de una tan extrema locura que anden vagando por lugares inciertos, y estén corrompidos por unas costumbres depravadas sin tener absolutamente ninguna estabilidad de domicilio, ni pureza de corazón, cualquiera de los obispos o de los clérigos inferiores que los hallare errando, los entregará si es posible a los padres de los monasterios para que los corrijan”.


En el año 650/51 llegaría el joven Valerio al cenobio de Compludo en busca de una vida eremítica. Quería seguir los pasos de los santos eremitas, de san Fructuoso, quien cercano a su lugar de nacimiento, había fundado un cenobio en el que daría inicio a su conversión, pero se encontró un entorno regulado. Primero debía ser monje de reconocida virtud y después, si quería practicar la vida eremítica, debía tener el permiso del abad.


El privilegio del Rey Chindasvinto

Durante años se defendió que el diploma de privilegio del rey Chindasvinto otorgado al abad de Compludo, Fructuoso, fue el primer documento oficial que saliera de la administración visigoda, y por ello, de gran valor histórico, pero se le viene etiquetando de espurio al presentar defectos en las formas y el lenguaje utilizado. Se desestima que fuera escrito en el siglo VII.

Como es de esperar, la copia o copias que se escribieran bien pudieron adaptarse a las fórmulas y escritura de cada momento. El quit de la cuestión, pensamos, se halla en su contenido y cómo poder validarlo.

El primer dato a tener en cuenta es la confirmación del privilegio al monasterio de Compludo firmada por el rey Ramiro II durante la celebración del Concilio del monte Irago (1-3 de septiembre del 946), y que cita el anterior privilegio de Chindasvinto.

En sus primeras frases nos dice que la advocación del cenobio es a los niños mártires, san Justo y san Pastor, a la virgen María y a san Martín (¿de Dumio?-¿de Tours?-¿apóstol?), lo que permite especular la existencia de un iglesia; quizá la iglesia de Santa María da Veiga (desmantelada en el siglo XVI por Francisco del Rincón, abad de Compludo). Otro dato importante viene de citar los topónimos que delimitan el coto de la abadía. Sus términos eran perfectamente identificables en un documento notarial de visita de deslindes del siglo XVIII y casi de forma idéntica hasta nuestros días.

Por todo ello, encontrar las ruinas de la iglesia de santa María da Veiga y su cementerio, darían la oportunidad de confirmar que la iglesia o ermita es la original, la fundada por san Fructuoso, y citada en el privilegio del rey Chindasvinto y que perduró hasta el siglo XVI. De este modo, se podría afirmar que existió el diploma y que se fue copiando de forma reiterada.


El coto de la abadía de Compludo

La primera vez que se definen los deslindes de la abadía de Compludo es en el diploma de privilegio del rey Chindasvinto (646 d.C.). Siglos después, lo confirma el rey Ramiro II, en el conocido como Concilio del monte Irago (septiembre 946 d.C). Como es de esperar, los documentos originales no se conservan pero se hizo referencia al diploma del rey godo en el 1572 por Ambrosio de Morales cuando visitó el Monasterio de san Pedro de Montes. Luego, también en el siglo XVI, fue el historiador Prudencio de Sandoval quien sacó la primera copia del citado diploma del viejo Tumbo Negro de Astorga (s.XII-XIII). Siglos más tarde, durante la guerra de la Independencia, el tumbo desapareció, pero había sido copiado, en parte, en un manuscrito del siglo XVII, el conocido como Ms. 4357 y conservado en la Biblioteca Nacional.

“...los montes y valles al completo en los límites donde nace la Fuente fría, en la ladera de los montes llamados Becerril, por los mismos valles por donde discurre y donde nace el riachuelo de Molina hasta el límite que sale del camino de Irago a través de Roberetum (Robledal) de Egna (Equa) , por donde pasa el mismo camino hasta el valle de Gonies (valgontes), y de ahí por los mismo valles hasta Tablatello (Tabladillo); y de la parte de Salas, por el límite donde discurre el río hasta Karale (Carral) y Portelo de Scalios, y desde donde termina Carral hasta Piedrafita, y siguiendo el mismo camino desde abajo (fovea: Bouzas) hasta arriba (Faraíso), hasta donde nace de nuevo la Fuente fría.


Los topónimos que cita se validan al casi al completo en el documento de reconocimiento de deslindes de la abadía de Compludo del siglo XVIII y recogido en el deslocalizado “Tumbo de Carracedo de Compludo”. Tan sólo Fuente fría, parece haber cambiado el nombre por fuente de la Ensalgada, el lugar de nacimiento del río Molina (Carracedo-Prada), cerca de la cumbre del pico Becerril.

En este documento notarial, que copió Flórez Manjarín en su librito sobre la historia del pueblo de Compludo, los alcaldes de cada pueblo salen a recibir al notario del reino para dar reconocimiento a las arcas, hitos y mojones en cada población. A pie y mula recorren todo el perímetro, y que desde antiguo, como afirman, conformaban los deslindes de la abadía de Compludo, o deslindes mixtos, con los pueblos y otras abadías, como Peñalba y Montes.

Origen del topónimo Compludo

Sabemos que las laderas del valle de Compludo estaban atravesadas, en período romano, por varios canales rebosantes de las frías aguas del río Meruelo y de los arroyos que lo alimentan desde los angostos valles que lo flanquean. Si bien en origen, los canales fueron labrados para desaguar en las minas de oro de Espinoso de Compludo, en parte, pudieron ser reutilizados para el riego de cultivos y pastizales.

La cultura del riego en el valle de Compludo consiste en la captación, ya sea en el río, en las llamadas estacadas, o bien de arroyos de montaña y regueras, para llevar sus aguas hasta los bancales, situados a varias alturas. Nunca se hizo un pozo. En la actualidad persiste en la memoria del pueblo el gran número de regueras que atravesaban caminos y que cruzaban el valle de punta a punta, aprovechando el desnivel, para desaguar en huertas y  prados.

Una de estas regueras era atribuida por los vecinos a un tercer canal romano, el más bajo de todos. Ha sido recorrido por el doctor ingeniero de minas, Roberto Matías, y no encontró evidencias de que lo sea. Se observan varias peñas partidas para permitir el paso del agua y altos tramos de muro de sustentación del camino por encima del río Meruelo, pero no reúne las características propias atribuidas a una construcción romana para uso en minería.

En cambio, la cota de captación permitiría enviar agua del río hasta el prao la iglesia, (la iglesia de) santa María da Veiga y el Palacio o casa del cura. A falta, de nuevo, de un estudio riguroso, tenemos la hipótesis de que pudo ser una acequia que abastecía las diferentes dependencias del cenobio complutense y sus huertas. Todo y que, metros antes de la captación, en el paraje de prao la Iglesia, hay una reguera, con mucho menos caudal de agua que el río, y con el sugerente nombre de “los Valgones”.

Bien sabemos el dicho de “que si vas a Compludo lleva pan, que agua te la darán”. Tal afirmación resume con acierto que la orografía del valle es muy dada a las escorrentías de agua y que en cambio, las tierras de cultivo de cereal, que eran de centeno en su totalidad, son pocas y difíciles de trabajar. El propio san Fructuoso dijo que “si tuvieran que vivir sólo de la cosecha de cereales, no pasarían de unos pocos meses”.

La presencia de los ríos Meruelo y Carracedo, de multitud de arroyos y regueras con sus respectivas captaciones y canales de riego, plantean la posibilidad de que el nombre de Compludo sea un hidrónimo que haya perdurado desde, al menos, época romana, y que puede derivar de la palabra latina compleutica que significa “acto de fluir juntos”. El padre Flórez, en su obra “España Sagrada”, también orienta en el mismo sentido.

Tiene sentido que haya lingüistas que afirman que Fructuoso se fijó en el parecido de las palabras Compleutica/Complutica/Compluto con Complutum, y que pensó en los santos niños martirizados en Alcalá de Henares, y decidió así, la advocación de su monasterio, respetando el nombre ancestral del valle berciano. Recordemos que lo visitó siendo un niño (como los mártires) y que ya pensó entonces en edificar un monasterio (¿a los niños?) dado que el valle, por aquel entonces, podría llamarse debido a su orografía, de forma muy parecida.

Pero históricamente se le atribuye a san Fructuoso el otorgar el nombre de Complutum a su primer monasterio al dedicarlo a los niños mártires san Justo y san Pastor, naturales de Complutum, en el actual Alcalá de Henares. Incluso hay quien plantea que de allí proviene Fructuoso y su familia.


San Valerio del Bierzo y el cenobio de Compludo

El anacoreta Valerio del Bierzo dejó escrito que;

“Hace ya mucho tiempo, yo, indigno pecador, natural del distrito de Astorga, entretenido en mi edad juvenil… de repente, tocado por el deseo de la gracia divina de alcanzar los rudimentos de la santa vida de religión, con todos mis fuerzas, luchando como si fuera en una barca contra el océano del encrespado mundo, pensando que mi salvación estaba en el refugio del cenobio de Compludo, encendido por el entusiasmo de un deseo infinito y aterrorizado ante el futuro juicio, al fin, a través de un camino de conversión, creí haber llegado a la luz de la verdad; pero impidiéndomelo las olas del mar del mundo, y más aún el viento venenoso del demonio, rechazado una y otra vez por el oleaje de una terrible tempestad, no logré llegar al ansiado puerto.”

La ambigüedad en la interpretación genera debate entre los investigadores de su obra sobre la estancia del santo en el cenobio de Compludo. Son varias las hipótesis surgidas a tenor de sus enrevesados escritos; unas a favor de su estancia y otras en contra. Al afirmar que “no logré llegar al ansiado puerto” es lógico pensar que se trataba del destino al que se dirigía, el cenobio de Compludo. Pero otros investigadores, como Quintana Prieto, ven en sus palabras un sentido figurado en que la intención de Valerio es “llegar a la luz de la verdad” y casi lo consigue, como dice él mismo “a través de un camino de conversión” que recorrería en el cenobio de Compludo y bajo las estrictas reglas fructuosianas, pero que no lograron satisfacer al joven Valerio y se marchó para tener una vida en la fe más rigurosa y aislada, como los eremitas del desierto. Huyó del cenobio fructuosiano, con todos los problemas que conllevaba, y que le perseguirían hasta (casi) el final de sus días.

La lectura e interpretación de su obra sobre el terreno parece querer mostrar el paisaje de la abadía de Compludo, a través de los sueños del monje Máximo, pero sobretodo, del monje Bonelo. Ambos pudieron vivir en el cenobio a mediados del siglo VII. En estos escritos, nos invita a especular sobre la situación del cenobio, y la orografía del valle, y deja entrever, incluso, que pudo caminar por los canales romanos (Valerio dice peñas partidas a pico en las alturas de las montañas y con el infierno al fondo). Éste hecho puede confirmar que los eremitas utilizaban los canales para desplazarse hasta lugares donde realizar sus ejercicios espirituales.  

Así mismo, la descripción del lugar celestial y morada de Dios que nos ofrece el monje Bonelo a través de su sueño; “una casa pequeña de oro con estancias a diferentes niveles y que se ondulaban en la montaña”, podría ser el aspecto de la iglesia (¿Santa María da Veiga?) y de sus diferentes espacios habitacionales. Es posible que el monje Bonelo no hubiera visto nunca en su vida un monasterio o cenobio, salvo el de Compludo, y que por ello soñara que la morada de Dios sería algo parecido. Quizá quiso comparar las piedras grisazuladas de sus muros con las perlas, y el tejado recién puesto, amarillento por la cobertura vegetal, similar a los de las pallozas, y que brillaría al sol como si fuera de oro.

No describe un paraíso celestial con una gran mansión y dentro de ella lujosas habitaciones, con grandes jardines y decoradas fuentes, como podemos imaginar hoy en día. Esto es debido a que el ser humano es incapaz de soñar con algo que no haya visto antes. Nosotros podemos imaginarnos grandes palacios, de épocas posteriores, porque los hemos visto en fotografías o visitado como turistas. Por todo ello, interpretamos que en el sueño del monje Bonelo, recogido por Valerio de forma “muy detallada”, nos ofrece una fotografía del aspecto del monasterio de Compludo.

Pasear por la ladera suroeste del valle de Compludo, lugar en que la tradición oral sitúa el monasterio, ofrece la posibilidad de imaginar el paisaje descrito. En primer lugar, la edificación más llamativa y que más resalta en el paisaje son las ruinas del Palacio del Abad. Lo que queda del edificio se encuentra al borde de un altiplano y sobre las casas del pueblo. Es un lugar catalogado como yacimiento arqueológico. Fue donde se hallaron dos capiteles visigodos, un tambor de fuste vaciado en su parte superior para contener líquido (pila benditera) y dos basas áticas que formaban parte de la estructura de la casa. Una de ellas sirve de pedestal a san Justo en la portada de la iglesia. Nunca se ha realizado una excavación arqueológica.

En definitiva, el estilo narrativo de Valerio del Bierzo, cargado de metáforas y demás figuras retóricas, necesita de ser interpretado sobre el terreno en primer lugar, y de ser validado por la arqueología moderna.

Por ello, el santo anacoreta Valerio del Bierzo, pudo estar en el cenobio de Compludo durante un tiempo, al inicio de su conversión, y por motivos que no nos explica, quizá por su traición al pacto con el abad, se marchó en busca de la soledad, hacia un lugar cercano del desconocido castro Petrensi, en lo alto de una montaña, privado de toda compañía y comodidad.

La importancia del pacto con el abad en un monasterio fructuosiano vinculaba, según sus reglas, de por vida al monje con el abad y el monasterio. La huída convertía al monje en un fugado al que se le debía devolver, o por lo menos, no permitir la vida solitaria a imitación de los santos eremitas. Quizá de ahí viene la necesidad de Valerio en ocultar, en sus textos, su “vergonzosa” estancia en el cenobio complutense.


Monasterio de Compludo. Segunda etapa.

Hasta el momento, no se han encontrado vestigios de destrucción y/u ocupación sarracena en el valle de la abadía de Compludo. De forma igual, no se puede afirmar de manera rotunda que el cenobio o ya monasterio de Compludo, fuese abandonado por sus monjes.

Tampoco podemos afirmar que fuera san Genadio, que llegó con sus doce discípulos desde el monasterio Ageo en Ayoó de Vidriales (Zamora), hasta el recóndito monasterio de san Pedro de Montes, quien restaurara el de Compludo. En ningún momento lo nombra.

Es posible, que el difícil acceso a san Pedro de Montes y el temor a las razzias musulmanas, hicieran elegir al santo, un lugar apartado de las principales vías de comunicación pero con tradición religiosa. El monasterio Rupianense, que toma el nombre de un asentamiento castreño llamado Rupiano, fue el lugar elegido por Fructuoso para erigir un oratorio a san Pedro. Poco más se cita en su biografía ya que los monjes del cenobio de Compludo, invadidos por la melancolía, decidieron ir en busca de su abad y lo devolvieron a Compludo. Luego escribiría su regla y volvería a irse, ésta vez para no volver, y fundó el tercero en tierras bercianas, el Visonense.

Por ello, el poco tiempo que estuvo san Fructuoso en Montes de Valdueza, quizás semanas o unos pocos meses, sólo dieron para construir un oratorio. No sabemos si se llegó a asentar alguna pequeña comunidad de monjes bajo su regla pero es muy probable que así fuera. Unos veinte años más tarde, llegó san Valerio, y se encontró con el humilde lugar de oración de Fructuoso abandonado y casi en ruinas, pero con un monasterio en pie, y según nos cuenta, al frente se encontraba un abad llamado Firmino, quien no cesó de importunar al anacoreta para que desocupara el oratorio del santo. No tiene sentido, entonces, que el oratorio de san Fructuoso estuviese abandonado a no ser que, en efecto, un abad posterior decidiera ampliar el espacio de culto y erigir otro templo/espacio religioso. También, el acoso sufrido por Valerio, instigado  por el abad de Montes y sus monjes, con el objetivo que dejara de ir “a la suya” y para que desalojara el oratorio de Fructuoso, deja entrever, que el canon V del Concilio del año 646 d.C., estaba vigente en  el monasterio Rupianense.

Es en San Pedro de Montes donde san Valerio pudo escribir la mayor parte de su autobiografía y que recoge más de cuarenta años por las tierras bercianas. Él da a conocer el itinerario de la monja Egeria hasta Tierra Santa y la pone como ejemplo de virtud y coraje para todos los monjes. También nos describiría a los tipos de monjes con los que se tropezó durante su devenir, y demás desdichas, a cual más rocambolesca. Puede que sus escritos fueran copiados y distribuidos por los monasterios de Hispania, y que su nombre, fuese tan conocido como el de san Fructuoso, y que sirviese de acicate para propiciar la restauración de aquellos santos lugares situados en el Bierzo.

Salomón; abad de Compludo y obispo de Astorga

Muy poco conocida e investigada es la segunda etapa del monasterio de Compludo al quedar eclipsada por la fiebre fundadora de san Genadio (865?- c.935), en el valle del Oza y alrededores, hasta su nombramiento como obispo de Astorga (909-920).

Es en cambio, uno de sus (posibles) acompañantes llamado Salomón (f.s.IX-m, s.X), nombrado abad de Compludo, suponemos que por Genadio, y que con el paso del tiempo llegó a ser obispo de Astorga (931-951), quién restauró y/o restableció la vida monástica en Compludo y sus principales edificios. Sabemos por el Tumbo Viejo de san Pedro de Montes que acrecentó la abadía de Compludo con la iglesia de San Esteban, presumiblemente en el lugar de Brimeda, alfoz de Astorga. También que hizo lo propio dotando la de Sta. Colomba de Somoza (Astorga) con todas sus rentas al monasterio de San Pedro de Montes y a la de Santiago de Peñalba con la iglesia de Lagunas de Somoza.

Salomón se implicó en potenciar el legado de san Fructuoso y san Genadio en las montañas Aquilianas, y se sirvió de la reunión y el consenso con otros abades y monjes de la zona, hasta el punto de desestimar el lugar de ubicación de un monasterio que Genadio quiso construir en el valle de Silencio. Se resolvió que estaba demasiado apartado, y edificó, en cambio, la actual iglesia del monasterio de Peñalba, al estilo Mozárabe o de repoblación, con sus arcos y pinturas califales. El obispo sembró la semilla de la toma de decisiones de forma participativa; mediante reunión y consenso, entre reyes, nobles, abades y monjes, de un territorio. Años más tarde lo volvería hacer en el concilio del Monte Irago.

Otra de sus obras, según el Tumbo viejo de Montes, fue la de construir una casa para san Genadio, en Santiago de Peñalba. Quizá fuera para evitarle, ya en su vejez, las incomodidades propias del monasterio que el santo fundó unos años antes. Le quiso regalar un lugar donde descansar hasta el final de sus días; una casa o palacio del abad. Hecho que podría justificar que el propio Salomón dispusiera de otra casa en la abadía de Compludo, en una zona apartada del pueblo y con orientación Este-Oeste. Posiblemente cercada por un muro que protegiera la huerta y los frutales. Edificio que albergaría las paneras y los libros en la zona más soleada y apartada de la humedad del valle. Incluso con agua corriente traída de un manantial cercano. Pudo ser el palacio del Abad o la casa del cura (como la llaman los vecinos de Compludo), situada por encima del pueblo. Es el edificio que cita Gómez Moreno en su visita de principios del siglo XX, y donde halló los restos visigodos, que describe en su catálogo monumental. Recientemente, y a través de un anciano del pueblo, nos explica que los restos visigodos, se encontraban formando parte de la estructura del edificio. Orientados de manera canónica hacia el Este, servían de base (basas áticas), soporte (capiteles) y unidos por un fuste de roble, sujetaban el amplio balcón de madera del edificio, en el Bierzo llamado “solana”. El Palacio del abad reúne las condiciones para pensar en que fue un espacio relevante del antiguo cenobio.

La cruz de Peñalba

Otro hito importante del abad Salomón de Compludo fue la mediación con el rey Ramiro II para la entrega de la cruz de Peñalba a la iglesia proyectada por san Genadio. La mayoría de investigadores coinciden en que fue ampliada y ornamentada por Salomón, al estilo mozárabe, y que pudo conocer muy bien, ya que él mismo sería de familia mozárabe. La cruz de la iglesia de Santiago en Peñalba se convertiría en el símbolo y bandera de la comarca berciana.

Concilio del Monte Irago (1/09/946)

Pasados los años, el abad Salomón de Compludo, fue nombrado obispo de Astorga. Una de sus iniciativas fue celebrar un concilio que sería recordado como el Concilio del Monte Irago. Surge, entre investigadores del siglo pasado, la polémica de tratar de identificar y argumentar el lugar en el que fue celebrado. De nuevo, los investigadores no se pusieron de acuerdo. A priori, los lugares a discusión eran los del monasterio de Tabladillo (cerca de Molinaseca) o en Foncebadón y alrededores (en la Maragatería). No es hasta que el sesudo análisis del prestigioso investigador Augusto Quintana Prieto, incluye el monasterio de Compludo y resuelve que era el lugar en el que se celebró.

Es poca la información la que ha llegado hasta nuestros días sobre los temas que se trataron. Uno de ellos fue la dotación del privilegio del rey al recién fundado monasterio de Tabladillo, cercano a Compludo y situado en el llamado valle de las Tejedas. Actualmente desaparecido.

Por ello se piensa que bien pudo celebrarse allí, pero Quintana Prieto (1917-1996), argumenta en contra poniendo en valor que se celebrara en el monasterio de Compludo al haber sido abad del mismo el propio Salomón, y por disponer de todos los servicios necesarios para acoger la comitiva del rey (quizá el obispo Salomón albergara al rey Ramiro II en su casa, en el palacio del abad).

Otros investigadores, en contra, afirman que se celebró en el lugar de Tabladillo, al estar situado sub montem Iracense, tal y como se cita en el antiguo documento, y que corresponde a la montaña en la que se sitúa la famosa cruz de Ferro del camino de Santiago. Por la misma condición, hay quién lo sitúa en Rabanal del camino o en Foncebadón, al ser la vertiente este del monte Irago.

Quintana Prieto argumenta que el Monte Irago corresponde a una serie montañosa que separa el Bierzo de la Maragatería, y que por lo tanto, la abadía de Compludo también se sitúa a los pies del monte Irago.

El valle de Carracedo de Compludo y su río de Carracedo y Prada, se dice que nace cercano a la cima del monte Irago o pico Corbos. Aunque está referenciado que nace en la fuente de la Ensalgada, en el paraje de dos Hermanas, en la ladera este del monte Becerril (reconocimiento de deslindes siglo XVIII, Tumbo de Carracedo de Compludo, ref. “Compludo, pueblecito leonés con historia”, 1964). Pudo ser el antiguo lugar de Fonfría, citado en el Privilegio del rey Chindasvinto.

En cambio, se referencia en la cuenca hidrográfica del río Miño-Sil, que nace cerca de la cruz de Ferro (Pico Corbos), y de allí desciende hasta juntarse en el valle de la Abadía con el río Compludo (antes Miera) para formar el río Meruelo, en un paraje llamado Amborríos. Justo en ésta zona existe un microtopónimo; prao concejo, muy sugerente de ser el histórico lugar que acogió la reunión, como veremos más adelante.

En otro momento en la bibliografía altomedieval conservada se cita sub montem Iracense al referirse a la abadía de Compludo. Es, de nuevo, en el denostado diploma del privilegio del rey Chindasvinto. El diploma, además, la sitúa utilizando las mismas palabras latinas de forma concluyente; “junto al río Molina” (río Meruelo), que corresponde al río Carracedo-Prada, reforzando el argumento a favor de la celebración del Concilio en la abadía de Compludo.

Una vez identificado el lugar de celebración, no parece que se tratara de un Concilio como tal, ya que Salomón fue el único obispo que asistió, a diferencia de otros concilios, a los que se convoca la totalidad.

Lo presidió el rey Ramiro II, y representantes de la nobleza territorial,  junto a otros abades de monasterios cercanos, motivo por el cual, algunos investigadores creen que se trató de una asamblea regia, y en lengua romance; un concieyu (concejo). Una reunión convocada a instancias del rey y oficiada por el obispo Salomón, posiblemente al aire libre, en algún prado sombreado donde acampar, y que duró entre uno y tres días, a primeros de Septiembre.

A un kilómetro de Compludo, donde se encuentra el actual parking de su famosa herrería medieval, existe un paraje, a orillas del río Meruelo, llamado prao Concejo. No se trata del lugar en el que se celebrasen los concejos del pueblo ya que era en la plaza principal. Se trataba de un prao que era gestionado por el concejo del pueblo y se alquilaba a quién lo quisiera utilizar. Parece ser que desde tiempo inmemorial. Incluso hay noticias de que años atrás, un labrador encontró una olla enterrada, llena de monedas de oro, pero que los herederos dicen que estaba vacía. ¿Quizá fuera olvidada tras preparar los ágapes a los asistentes y enterrada con el paso del tiempo?

Fin del período Monacal e inicio del período románico rural

Según recoge el Tumbo viejo de san Pedro de Montes, las últimas noticias sobre la abadía de Compludo son a través de una donación, en el año 1072. Hasta este momento se puede decir que continuaba la vida monástica en el monasterio de Compludo.

A partir del año 1082 ya aparece como dignidad de la diócesis de Astorga y figura un administrador de la misma. No obstante y con total seguridad; permaneció la iglesia principal de la abadía, Sta. María da Veiga y el palacio del abad.

En ella debió de ser venerado el conocido “Calvario de Compludo” del siglo XII-XIII. Figuras de madera consideradas de las más antiguas del Bierzo y que se exponen en el museo de la catedral de Astorga. También hay noticias de una virgen María, de pequeño tamaño, que fue sacada en la década de 1960 y que pudo no llegar a su destino, a la diócesis de Astorga, según cuenta Flórez Manjarín en su libro “Compludo, un pueblecito leonés con historia” (1964). No obstante, hay vecinos que dijeron verla en una exposición en San Isidoro (León) a finales de los años 1970. No estaba restaurada y presentaba gran deterioro a causa de los xilófagos.

Todo y el paso del tiempo, y de la meticulosidad de los monjes en apuntar cuanto pasara, así de inventarios de la iglesia, propiedades y demás cuentas; no hay, que sepamos, ninguna información más sobre la iglesia de Sta. María da Veiga hasta el siglo XVI.

Santa María da Veiga y el palacio del Abad

En el año de 1981 y formando parte del primer número de la revista del Instituto de Estudios Bercianos, se dio a conocer la existencia de un documento inédito hasta el momento; el testamento ológrafo de un abad de Compludo, de nombre Francisco del Rincón.

Quiso el hombre ser enterrado en Compludo cuando traspasara y para ello, mandó demoler la ermita de Sta. María da Veiga, más alejada del pueblo, y construir la actual iglesia en el núcleo urbano. Ocurrió cerca del año 1533.

Su testamento también es interesante porque nos informa, por primera vez, de la casa rectoral o casa del cura para los vecinos (también el Palacio) y que servía de vivienda para el administrador de la abadía. En ella se guardaban las paneras al estar en sitio soleado, y su gran finca colindante pudo tener viñas, a tenor de una parte llamada así. Situada con orientación Este-Oeste, más alta que el húmedo valle y con un manantial cercano, era una de las fincas con huerta y casa, más acondicionada y productiva del pueblo. Sus grandes dimensiones y a dos plantas, su inmejorable ubicación, y la presencia de una solana, con un gran balcón, bien merecían llamar al paraje “el Palacio”.

La iglesia, de nueva fábrica según nos informa el propio abad, es por lo tanto, del siglo XVI. Finalmente, la voluntad del abad no fue respectada y no sería enterrado en la iglesia de san Justo de Compludo. Sus restos se encuentran en Salas de los Barrios.

A partir de entonces, y es muy importante en adelante, la antigua iglesia no volvió a aparecer en ningún documento ni investigación hasta el siglo XXI, salvo una tradición oral que perduró y que contaba que los vecinos de Palacios de Compludo, tiempo atrás, acudían en romería a Sta. María da Veiga.


Un monasterio fructuosiano (que sigue estando) por descubrir

Sabemos por fray Francisco Flórez Manjarín, vecino de Compludo y autor del libro “Compludo, un pueblecito leonés con Historia (1964)” que el prestigioso arquitecto restaurador-conservador del Estado español, Don José Menéndez Pidal, realizó una excavación en Compludo durante el verano del año 1957. No ha llegado hasta nosotros la memoria de la excavación, siendo posible que no la redactara. En cambio, los vecinos que participaron explican que encontraron, en el paraje de prao la Iglesia, a menos de un kilómetro del pueblo, muros de derrumbe y lapidas de muertos (grandes losas de piedra sin grabar), pero ninguno de los preguntados vieron, en ningún momento, algún hueso humano o resto de interés. En cambio detallan como Menéndez Pidal, lanzó unas monedas de la época en la zanja y dijo que eran para los (arqueólogos) que vinieran detrás.

Años más tarde, durante los primeros años de la década de 1960, se realizó una nueva excavación en prao la Iglesia según recuerdan algunos vecinos, que por entonces eran niños, y que con gran curiosidad, se acercaban hasta allí al salir de la escuela. No se sabe quien fue el promotor y si se encontró alguna pieza de interés pero todo indica a que tampoco fue un éxito.

El 26 de Julio de 1964, se celebró en Compludo, gracias a la insistencia de Flórez Manjarín, el XIII centenario de la muerte de San Fructuoso. Acudieron muchas personalidades, y como curiosidad, decir que la compañía eléctrica Endesa prestó sus 4x4 para el evento. Por aquél entonces no había carretera, sólo un camino carretal. Al santo se le dedicó un monumento en piedra, coronado por una gran cruz, y que situaron en la entrada del pueblo.

Por aquel entonces se debieron trasladar, para ser custodiadas por el obispado de Astorga, las imágenes más antiguas de la iglesia parroquial. Se refieren al Calvario de Compludo (s.XII-s.XIII), a una pequeña virgen con el niño que no llegó a su destino (o sí pero fue mal catalogada), y a una espléndida talla de la virgen con el niño del cercano pueblo de Palacios de Compludo, también de estilo románico.

Otros tesoros de los pueblos que conforman la abadía de Compludo y que se encuentran en diferentes lugares o en lugar desconocido son;

-Virgen con el niño de Carracedo de Compludo (siglo XII/XIII). Parroquia de san Antonio en Ponferrada.

-Santiago Peregrino de Carracedo de Compludo (s.XVI). Parroquia de san Antonio en Ponferrada.

-San Pedro de Carracedo de Compludo (s.XVIII). Parroquia de san Antonio de Padua.

-San Antonio de Padua (s.XVIII) de Carracedo de Compludo. Parroquia de san Antonio de Padua.

-Capitel visigodo del monasterio de Compludo (Museo del Bierzo).

-Campana de bronce del siglo XII de la iglesia de Palacios de Compludo (Museo del Bierzo).

-Modillón labrado con trisqueles y hexapétalas (fondos del Museo del Bierzo).

-Misal de Compludo, de gran tamaño y peso, escrito a mano en hojas de cuero con protectores de esquinas en bronce (¿s.XV?) (lugar desconocido).

-Corona de oro de la virgen María de Compludo (lugar desconocido/ vista en obispado de Astorga).

-Pila bautismal con grabados de serpientes (¿Románica?) de Palacios de Compludo (lugar desconocido/ ¿Erik el Belga?).

-Tumbo de Carracedo de Compludo (ref. s.XV/s.XVIII). (¿Parroquia de san Antonio en Ponferrada?/ ¿archivo Basílica virgen de la Encina?, Ponferrada).


Pocos años después, el 6 de junio de 1968, se declaraba a la Herrería de Compludo como monumento nacional y un año después, el 6 de junio de 1969, se declaraba a la llamada Tebaida Leonesa como “paisaje pintoresco”, y que incluía (sólo) los territorios de Peñalba de Santiago y Montes de Valdueza. Sorprendentemente, el valle de la Abadía de Compludo, el origen del movimiento monástico español, sería citado, pero quedó excluido.

Excavaciones siglo XXI

Pasaron cincuenta años hasta que una iniciativa del Ayuntamiento de Ponferrada y la Diputación de León, con permiso de los propietarios de la finca, impulsara una excavación arqueológica en prao la Iglesia con metodología moderna.

Realizaron trabajos de escaneo del terreno con última tecnología y decidieron realizar las catas en los puntos más sugestivos de albergar estructuras que pudieran ser del monasterio visigodo. También, identificaron varios parajes del valle que pudieron tener relación con el cenobio dado que era muy probable que los diferentes espacios se encontraran dispersos, pero no se les realizó más que una prospección superficial. Los investigadores fueron López Quiroga y Martínez Tejera, con la ayuda de estudiantes de arqueología de varios países del mundo.

A la espera de poder acceder a la memoria de la excavación, la información disponible es mediante los medios de comunicación y sus investigadores principales. Ellos explican que encontraron, de nuevo, muros de derrumbe a nivel geológico, sugestivos de ser espacios de servicios del monasterio, fragmentos de tejas de barro, y trazos grabados en fragmentos de pizarra sin nombres propios ni información alguna. También de la existencia del paraje llamado Sta. María da Veiga que se postula como lugar potencial de albergar restos arqueológicos de interés relacionados con el monasterio.

Al año siguiente, se realizó una nueva excavación en busca de la zanja que dejó Menéndez Pidal, con la intención de validar las noticias de tumbas referidas, y de ser así, buscar algún hueso humano para poder realizar una datación, pero el resultado fue infructuoso.


¿Dónde se encuentran las partes más significativas del cenobio Complutense?

Cabe preguntarse por qué la compañía de Menéndez Pidal decide excavar en prao la Iglesia y cual fue su investigación previa, o la de algún colaborador. También si preguntaron a los vecinos en busca de algún vestigio antiguo, o si tenían alguna información de interés, y todo indica a pensar en que relacionaron el microtopónimo prao la iglesia con el lugar en el que se situaba el monasterio.

Es posible que desconocieran el testamento ológrafo del abad Rincón, y por lo tanto, de la existencia de la ermita de Sta. María da Veiga y de su microtopónimo, pero que sospecharan que la iglesia del monasterio estuviera en el prao la Iglesia.  Quizá pasaran por alto que el paraje cercano, unos doscientos metros antes, conservaba un nombre propio de connotación mariana.

Entonces, ¿el topónimo prao la Iglesia fue suficiente para decidir el lugar de excavación? Pues todo apunta a que así fue, y lo podemos argumentar al encontrar una llamativa falta de información en el muy completo libro sobre la historia de Compludo, de Flórez Manjarín; no se menciona, en ningún momento, la iglesia de Sta. María da Veiga.

Es bien sabido que los tradicionales lugares de culto religioso se reutilizan en gran medida, y que son espacios idóneos para realizar una excavación, de igual modo que el palacio del abad o casa del cura, lugar en el que se encontraron los capiteles visigodos, pica y basas áticas.

Por todo lo expuesto; las carencias en la investigación de la historia de Compludo previa a la excavación en busca de los restos del primer monasterio fructuosiano, han conducido, una y otra vez, a obtener pobres resultados.


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