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Felipe Solís Olguín[editar]

Felipe Solís Olguín (1944-2009) es considerado uno de las figuras más importantes de la arqueología moderna en México.

Estudió la carrera de Arqueología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y después hizo un doctorado en Estudios Mesoamericanos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Solís fue alumno de Eduardo Matos Moctezuma, Ignacio Bernal y Román Piña Chan.

Cuando se inauguró el Museo Nacional de Antropología en 1964, Solís fue responsable de la sala de la Cultura Mexica. Posteriormente, en 1998, sometió a un grupo de especialistas el proyecto de reestructuración de esta sala, proyecto que fue aprobado por unanimidad.

Además del notable trabajo de campo en el que participó en Chiapas, Querétaro y la Ciudad de México durante los años 70, fue docente en la UNAM y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y fue Director del Museo Nacional de Antropología de 2000 a 2009, año en que falleció a causa de la epidemia de influenza AH1N1.

Empezó a trabajar como arqueólogo en el INAH en 1972. Participó en la Segunda Temporada de Campo en Yaxchilán, Chiapas (1975) y en la Primera Temporada de Prospección Arqueológica en los sitios de Toluquilla y Ranas, Querétaro (1976), pero sus trabajos más destacados fueron en la Ciudad de México. Mientras trabajaba con Raúl Arana y Gerardo Cepeda, fue el primero en identificar el monolito de la diosa Coyolxauqui el 28 de febrero de 1978, en la esquina de Guatemala y Seminario, en lo que fuera el Templo Mayor de los aztecas.

El 22 de noviembre de 1978, el periódico Excélsior publicó la siguiente narración de Solís: Yo fui quien identificó a la diosa Coyolxauqui, la noche de su descubrimiento. La primera impresión, cuando noté sus cascabeles en las mejillas, ha sido una de las emociones más grandes que he tenido dentro de la carrera de arqueología, porque el hallazgo de esta piedra maravillosa es comparable a la Piedra del Sol. Se sabía que era una pieza circular, pero todavía no la identificábamos. Se veía un brazo y otros elementos de los dioses de la muerte; no obstante, al limpiarla y aparecer sus rasgos especiales en el bello relieve, me sentí transportado en el tiempo, era un mensaje enviado por el pueblo mexica y que se identificaba con nuestra sangre. [1]

Acerca de su vocación, en alguna ocasión comentó:

Tuve la fortuna de que mis padres decidieran que estudiara en la Secundaria No. 1, en Regina 111. Fue la primera secundaria oficial del país. Estudiar en el Centro Histórico me permitió conocer mi ciudad y llegar todos los días a las clases de historia de México que daba una profesora en el Museo de Antropología [que en ese entonces se encontraba en la calle de Moneda]. Ahí decidí que quería ser arqueólogo. [1]

Bibliografía[editar]

  1. a b 1952-, González Rubio, Javier, (2010). Forjadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1939-2009 (1. ed edición). Instituto Nacional de Antropología e Historia. ISBN 9786074840919. OCLC 687686448.