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Adolf Hitler[editar]

Introduccion[editar]

Adolf Hitler, (Branuau, Bohemia, 1889 - Berlin,1945). Maximo dirigente de la Alemania Nazi.

Tras se nombrado canciller en 1933, liquido las instituciones democraticas de la republica

e instauro una dictaura de partido unico (el partido Nazi, Apocope del partido Nacionalsocialista),

desde la que reprimio brutalmente toda opsicion e impulso un formidableaparato propagandistico al

servicio de sus ideas: superioridad de la raza Aria, exaltacion Nacionalista y Pangermanica,

militarismo, revanchista, anticomnismo y antisemitismo.

La doctrina del «espacio vital» y el ideal pangermánico de unir los pueblos de lengua alemana lo

llevarían a un agresivo expansionismo; en apoyo de su política beligerante, Hitler rearmó Alemania y

reorganizó y modernizó su ejército hasta convertirlo en una maquinaria temible. Francia y Gran Bretaña

consintieron la anexión de Austria y la ocupación de Checoslovaquia, pero la invasión alemana de

Polonia desencadenó finalmente la Segunda Guerra Mundial (1939-45), cuya primera fase dio a

Hitler el control de toda Europa, excepto Gran Bretaña. La fallida invasión de Rusia y la intervención

de Estados Unidos invirtió el curso de la contienda; pese a la inevitable derrota,

Hitler rechazó toda negociación, arrastró a Alemania a una desesperada resistencia y se suicidó

en su búnker pocos días antes de la caída de Berlín.


Biografia[editar]

Hijo de un aduanero austriaco, su infancia transcurrió en Linz y su juventud en Viena. La formación

de Adolf Hitler fue escasa y autodidacta, pues apenas recibió educación. En Viena (1907-13) fracasó

en su vocación de pintor, malvivió como vagabundo y vio crecer sus prejuicios racistas ante el espectáculo

de una ciudad cosmopolita, cuya vitalidad intelectual y multicultural le era por completo incomprensible.

De esa época data su conversión al nacionalismo germánico y al antisemitismo.

En 1913 Adolf Hitler huyó del Imperio Austro-Húngaro para no prestar servicio militar; se refugió en

Múnich y se enroló en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial (1914-18). La derrota le

hizo pasar a la política, enarbolando un ideario de reacción nacionalista, marcado por el rechazo al nuevo

régimen democrático de la República de Weimar, a cuyos políticos acusaba de haber traicionado a Alemania

aceptando las humillantes condiciones de paz del Tratado de Versalles (1919).

De vuelta a Múnich, Hitler ingresó en un pequeño partido ultraderechista, del que pronto se convertiría

en dirigente principal, rebautizándolo como Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes

(NSDAP). Dicho partido se declaraba nacionalista, antisemita, anticomunista, antiliberal, antidemócrata,

antipacifista y anticapitalista, aunque este último componente revolucionario de carácter social quedaría

pronto en el olvido; tal abigarrado conglomerado ideológico, fundamentalmente negativo, se alimentaba

de los temores de las clases medias alemanas ante las incertidumbres del mundo moderno. Influido por

el fascismo de Mussolini, este movimiento, adverso tanto a lo existente como a toda tendencia de progreso,

representaba la respuesta reaccionaria a la crisis del Estado liberal que la guerra había acelerado.

Sin embargo, Hitler tardaría en hacer oír su propaganda. En 1923 fracasó en un primer intento de tomar el

poder desde Múnich, apoyándose en las milicias armadas de LudendorffPutsch de la Cervecería»). Fue

detenido, juzgado y encarcelado, aunque tan sólo pasó en la cárcel nueve meses, tiempo que aprovechó

para plasmar sus ideas políticas extremistas en un libro que tituló Mi lucha y que diseñaba las grandes líneas

de su actuación posterior.

A partir de 1925, ya puesto en libertad, Hitler reconstituyó el Partido Nacionalsocialista expulsando a los posibles

rivales y se rodeó de un grupo de colaboradores fieles como Goering, Himmler y Goebbels. La profunda crisis

económica desatada desde 1929 y las dificultades políticas de la República de Weimar le proporcionaron una

audiencia creciente entre las legiones de parados y descontentos dispuestos a escuchar su propaganda demagógica,

envuelta en una parafernalia de desfiles, banderas, himnos y uniformes.

El tercer reich[editar]

Combinando hábilmente la lucha política legal con el uso ilegítimo de la violencia en las calles, los

nacionalsocialistas o nazis fueron ganando peso electoral hasta que Hitler (que nunca había obtenido mayoría)

fue nombrado jefe del gobierno por el presidente Hindenburg en 1933. Desde la Cancillería, Hitler destruyó el

régimen constitucional y lo sustituyó por una dictadura de partido único basada en su poder personal. Se iniciaba

así el llamado Tercer Reich (el Tercer Imperio alemán, tras el Sacro Imperio del medievo y el Imperio de 1871,

desaparecido con la Primer Guerra Mundial), que no fue sino un régimen totalitario basado en un nacionalismo

exacerbado y en la exaltación de una superioridad racial sin fundamento científico alguno (basado en estereotipos

que contrastaban con la ridícula figura del propio Hitler).

Tras la muerte de Hindenburg, Hitler se proclamó Führer o «caudillo» de Alemania y sometió al ejército a un

juramento de fidelidad. La sangrienta represión contra los disidentes culminó en la purga de las propias filas nazis

durante la «Noche de los Cuchillos Largos» (1934) y la instauración de un control policial total de la sociedad,

mientras que la persecución contra los judíos, iniciada con las racistas Leyes de Núremberg (1935) y con el

pogromo conocido como la «Noche de los Cristales Rotos» (1938), conduciría al exterminio sistemático de

los judíos europeos a partir de 1939 (la «Solución Final»).

La política internacional de Hitler fue la clave de su prometida reconstitución de Alemania, basada en desviar

la atención de los conflictos internos hacia una acción exterior agresiva. Se alineó con la dictadura fascista

italiana, con la que intervino en auxilio de Franco en la Guerra Civil española (1936-39), ensayo general para

la posterior contienda mundial; y completó sus alianzas con la incorporación del Japón en una alianza

antisoviética (Pacto Antikomintern, 1936) hasta formar el Eje Berlín-Roma-Tokyo (1937).

Militarista convencido, Hitler empezó por rearmar al país para hacer respetar sus demandas por la fuerza

(restauración del servicio militar obligatorio en 1935, remilitarización de Renania en 1936); con ello reactivó

la industria alemana, redujo el paro y prácticamente superó la depresión económica que le había llevado al poder.

Luego, apoyándose en el ideal pangermanista, reclamó la unión de todos los territorios de habla alemana:

primero se retiró de la Sociedad de Naciones, rechazando sus métodos de arbitraje pacífico (1933); tras el

asesinato del presidente austriaco Dollfuss (1934), forzó el Anschluss o anexión de Austria (1938); a

continuación reivindicó la región checa de los Sudetes y, tras engañar a la diplomacia occidental prometiendo

no tener más ambiciones (Conferencia de Múnich, 1938), ocupó el resto de Checoslovaquia, la dividió en dos

y la sometió a un protectorado; aún se permitió arrebatar a Lituania el territorio de Memel (1939).

La segunda guerra mundial[editar]

Cuando el conflicto en torno a la ciudad libre de Danzig le llevó a invadir Polonia, Francia y Gran

Bretaña reaccionaron y estalló la Segunda Guerra Mundial (1939-45). Adolf Hitler había preparado sus

fuerzas para esta gran confrontación, que según él habría de permitir la expansión de Alemania hasta

lograr la hegemonía mundial (Protocolo Hossbach, 1937); en previsión del estallido bélico había reforzado

su alianza con Italia (Pacto de Acero, 1939) y, sobre todo, había concluido un Pacto de no agresión con la

Unión Soviética (1939), acordando con Stalin el reparto de Polonia.

El moderno ejército que había preparado obtuvo brillantes victorias en todos los frentes durante los dos

primeros años de la guerra, haciendo a Hitler dueño de casi toda Europa mediante una «guerra relámpago»:

ocupó Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Yugoslavia y Grecia (mientras que Italia,

España, Hungría, Rumania, Bulgaria y Finlandia eran sus aliadas, y países como Suecia y Suiza declaraban

una neutralidad benévola).

Sólo la Gran Bretaña de Churchill resistió el intento de invasión (batalla aérea de Inglaterra, 1940); pero la suerte

de Hitler empezó a cambiar cuando lanzó la invasión de Rusia (1941), respondiendo tanto a un ideal anticomunista

básico en el nazismo como al proyecto de arrebatar a la «inferior» raza eslava del este el «espacio vital» que soñaba

para engrandecer a Alemania. A partir de la batalla de Stalingrado (1943), el curso de la guerra se invirtió, y las fuerzas

soviéticas comenzaron una contraofensiva que no se detendría hasta tomar Berlín en 1945; simultáneamente, se

reabrió el frente occidental con el aporte masivo en hombres y armas procedente de Estados Unidos (involucrados en

la guerra desde 1941), que permitió el desembarco de Normandía (1944).

Derrotado y fracasados todos sus proyectos, Hitler vio cómo empezaban a abandonarle sus colaboradores mientras

la propia Alemania era acosada por los ejércitos aliados; en su limitada visión del mundo no había sitio para el

compromiso o la rendición, de manera que arrastró a su país hasta la catástrofe. Después de haber sacudido al

mundo con su sueño de hegemonía mundial de la «raza» alemana, provocando una guerra total a escala planetaria

y un genocidio sin precedentes en los campos de concentración, Hitler se suicidó en el búnker de la Cancillería

donde se había refugiado, pocos días después de la entrada de los rusos en Berlín.