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En el frontal del sarcófago aparece representado, en un clípeo central, un niño togado, el fallecido. Dos Eros de gran tamaño, con el cuerpo en posición horizontal, grandes alas, piernas separadas y capa al viento, portan el clípeo. Otros dos Eros más pequeños aparecen sentados, en ambos extremos del panel, sobre rocas. El carcaj, atributo de esta divinidad, cuelga de los árboles que crecen tras ellos. Debajo de ambos aparecen representados dos conejos comiendo frutos.

Esta escena representa la apoteosis del difunto, elevado por Eros hacia los cielos. La iconografía tiene su origen en el culto a los emperadores, que los ciudadanos privados emulan en sus representaciones funerarias. Es muy común la vinculación de los niños con Eros en el ámbito funerario. La identificación del fallecido con esta divinidad lo eleva a una condición superior que le proporciona el triunfo sobre la muerte.

Pero el sarcófago representa además una visión idílica de la vida que espera al niño en el más allá. Las escenas de los Eros descansando en un ambiente campestre reflejan un ambiente bucólico idealizado. Bajo el clípeo un personaje masculino y otro femenino dan de comer a dos gallos, que picotean el alimento que se les ofrece. Estas figuras se relacionan estrechamente con los conejos que aparecen también comiendo, aludiendo a la abundancia enfocada desde dos ámbitos, el doméstico y el silvestre.

Los otros dos personajes recostados representan a Tellus, o la tierra, y Océano. Bajo Tellus aparece una maza rodeada por una serpiente, animal que simboliza lo terrestre, mientras que una serpiente marina acompaña a Océano. Estas figuras representan a los elementos, que acompañarán al difunto tras la muerte. En ambos laterales del sarcófago, dos grifos, animales híbridos con cuerpo de león y cabeza de águila, protegen al fallecido.

El método tradicional de enterramiento en Roma era la incineración. Las cenizas se guardaban en urnas, inicialmente realizadas en terracota. En época augustea se extiende el uso del mármol en estas piezas, que a menudo son decoradas con relieves. La inhumación en sarcófagos, aunque documentada desde el siglo III a.C. era un hecho excepcional. Sólo a inicios del siglo II, bajo el reinado de Trajano, se hacen habituales este tipo de enterramientos. La incorporación de retratos en estas piezas se produce desde mediados del siglo II, acompañadas habitualmente por guirnaldas, victorias o, como en este caso de Eros.