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Diferenciar del concepto de “Doble Presencia”.

Definición[editar]

La carga mental femenina es un concepto utilizado en las ciencias sociales, hace referencia a la cantidad de esfuerzo mental deliberado, que debe realizarse para conseguir un resultado concreto dentro del ámbito doméstico. Incluye la planificación y organización para que todo se ejecute correctamente. En su gran mayoría, suele ser asumida por una de las partes, en las parejas heterosexuales, las mujeres (Giménez, 2018). La carga mental afecta mucho más a estás, ya que deriva de la asunción de una mayor carga total del trabajo cotidiano y se debe a la compaginación entre la vida personal y familiar con la laboral y profesional (Torns, 2013).

Origen[editar]

La carga mental surge como concepto utilizado en el ámbito laboral y la prevención de riesgos laborales (Aparicio et. al, 2018). La atribución “femenina” se remonta al papel de las mujeres en relación al trabajo y las atribuciones sociales al género femenino.

Revolución Industrial[editar]

La investigación de la socióloga Pilar Carrasquer (2013) sobre los cuidados, hablan del origen de la carga mental cuando las mujeres se incorporan al mercado laboral, con la Revolución Industrial finales del siglo XVIII (Fernández, 2018), pero continúan manteniendo las mismas funciones como cuidadoras en el ámbito doméstico. Laura Balbo (citada en Carrasquer, 2012) conceptualiza esta situación, bajo el término de “doble presencia”, en el cual, aunque te desplaces al puesto de trabajo, sigues pensando en todas las cosas que hay que hacer en el hogar. La carga mental femenina es identificada como la consecuencia de mantener esta “doble presencia” en sociedades sustentadas, históricamente, por el modelo dicotómico de male-breadwinner y ama de casa. Ignorándose la situación real de las mujeres de clase trabajadora en España, que realizaban trabajos remunerados fuera del hogar (Lobera y García, 2014).

Contrato social no escrito[editar]

La perspectiva de género muestra las desigualdades entre los sexos en la división de las tareas domésticas y de cuidado. (Borràs y Moreno, 2021). Carole Pateman (citada en Torns, 2001) pone en manifiesto, como a pesar de la diversidad de modelos de familia existentes, se ha implantado un contrato social no escrito, donde los hombres cambian protección por sumisión. Ellos son percibidos como los proveedores económicos y protectores del hogar. A cambio, obtienen la subordinación del núcleo familiar y el trabajo doméstico -invisible- de las mujeres. Esta interacción fundamentada en España, sobre todo en el Régimen Franquista y la implantación de su modelo de familia, el cual mantenía a las mujeres dentro de los hogares -invisibles- y a los hombres en los espacios de trabajo remunerados -visibles- (Lobera y García, 2018). Socialmente, condujo a las mujeres a una posición subordinada ante el cabeza de familia y cuando se incorpora al mercado laboral, su trabajo doméstico -no remunerado- se mantiene invisible y su trabajo laboral -remunerado- pasa a ser de segundo orden (Torns, 2001). La construcción social que se ha hecho en torno a los cuidados y el rol femenino asociado a las mujeres en el modelo male-breadwinner, han supuesto un imperativo social que implica naturalización e invisibilización de quien lleva a cabo esta actividad doméstica, situándolo entre el placer y la obligación moral de las mujeres (Carrasquer, 2012: 96). Por ello, en una relación heterosexual, suele ser las mujeres quienes asumen las responsabilidades del trabajo doméstico-familiar, además del trabajo laboral, aumentado su carga total de trabajo y asimismo su carga mental.

Socialización[editar]

Peter Berger(1963) describe la socialización como el proceso por el cual un infante aprende a convertirse en un miembro activo de la sociedad. En el caso de la carga mental, hay una diferencia entre hombres y mujeres, ya que su socialización es atribuida al género que se les asigna al nacer. Por lo tanto, se ven condicionados por normas y valores sociales y culturales que generan diferencias entre unos y otras (Aparicio et. Al, 2018).

Socialización femenina[editar]

Mónica Alario (2021) explica, como en las sociedades patriarcales, a las mujeres se les asocia como esposas y/o madres. Por ello, su socialización se centra en la empatía y la capacidad de rcuida y servir a otros, encargándolas del trabajo doméstico y de cuidados dentro del ámbito privado. A través de los juguetes socialmente considerados para niñas, estás aprenden a jugar y disfrutar realizando estas tareas y actividades que normalizan como parte de su vida. Consecuentemente, en el futuro elijen “libremente” asumir la mayor parte del trabajo doméstico de su familia en la vida cotidiana. Desde el Feminismo de la segunda ola, se lucha contra estas asignaciones, cuestionando el papel de la mujer como ama de casa, madre y cuidadora (Por ejemplo, Betty Friedan con su libro Mística de la feminidad o desde una perspectiva más enraizada Kate Millet con Política Sexual). Actualmente, se han dado grandes avances respecto a conseguir mayor igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, especialmente en el ámbito laboral, pero en el ámbito doméstico y personal, no han seguido el mismo recorrido (Aparicio et. al, 2018).

Socialización masculina[editar]

Se define a nivel relacional, como opuesta a la feminidad. Se le asigna el género masculino por nacer con genitales masculinos. Todo hombre es socializado en un contexto en que se repite incansablemente que él es el sujeto central. Cuando son niños, comienza la construcción de la masculinidad y se da a través de la separación y oposición de la feminidad, posicionando la masculinidad como algo superior. Los niños son expuestos a comentarios que los tratan en tonos despectivos si se acercan a comportamientos considerados femeninos, como por ejemplo llorar. Así aprenden, que deben mostrar que no tienen nada que los situé en esa posición de inferioridad (Alario, 2021). Respecto a su implicación en los cuidados, ya que históricamente son las mujeres quienes han desempeñado ese trabajo, se asocia como parte de comportamientos femeninos, por lo tanto, se crea un rechazo hacia los mismos.

Salud mental[editar]

La carga mental femenina afecta a la salud psicológica de las mujeres, un estudio sobre la “influencia de los estereotipos y normas de género femeninas en la salud psicológica de las mujeres españolas” (Aparicio et. al, 2018) señala que el origen del estrés en las mismas, proviene de la necesidad de conciliar las responsabilidades del ámbito privado -vida doméstica, familiar e intrapersonal- con las exigencias del ámbito público -laboral o profesional-. En el mismo estudio, también se identifican las principales actitudes y creencias disfuncionales que aumentarían la carga mental femenina: a) necesidad de aprobación y dependencia de los demás; b) autoexigencia y bienestar de las personas cercanas, subestimando las responsabilidades de los otros en su propio bienestar; y, c) necesidad de ejecutar exitosamente las tareas y perfeccionismo.

Políticas públicas[editar]

La IV Conferencia de Beijing en 1995, supone un nuevo enfoque en las políticas de igualdad para abordar la problemática del género de manera transversal, donde toda actividad política, económica, científica y social deje de ser vista como una problemática solo de las mujeres (Carrasquer, 2003). En España, se aprueba la ley de “conciliación entre vida laboral y familiar” (LPCVFLPT, 39/1999, del 5 de noviembre). Diferentes análisis señalan la visión productivista que inclina hacia unas mayores cotas de participación femenina en el empleo, pero olvidan la raíz de la cuestión: la desigualdad del reparto en el trabajo doméstico-familiar.

Permisos Parentales[editar]

Están orientados para alentar a las familias con dos progenitores, los servicios de cuidados facilitan un modelo de doble ingreso y las ayudas económicas animan a una división del trabajo intrafamiliar. Un análisis sobre la ley de conciliación, afirma que, al no fundamentarse bajo una lógica de igualdad, refuerza el modelo tradicional de familia, reproduciendo la posición de subordinación de las mujeres. Puesto que, aparte de su limitación al periodo de embarazo, parto y lactancia, ignora la provisión de servicios de atención a la infancia como una prioridad de cuidado por los hombres (Armijo, 2018). Estos permisos constan de una baja laboral de 16 semanas, derecho individual e intransferible, con una retribución salarial del 100%. Aun así, es una de las menores en comparación con el resto de la Unión europea, donde la media es de más de 26 semanas. En 2017, se modifica la Ley y se igualan los permisos de maternidad y paternidad, implicando un interés por otorgar derechos al cuidado para los padres.

Permiso de maternidad[editar]

La duración será de 16 semanas ininterrumpidas, ampliables en el caso de parto múltiple. El permiso se distribuirá a opción de la funcionaria siempre que 6 semanas sean inmediatamente después del parto (artículo 20, LPCVFLPT 39/1999, del 5 de noviembre).

Permiso de paternidad[editar]

Si el padre trabaja, al iniciarse el período de descanso por maternidad, esté podrá optar por el disfrute de una parte determinada e ininterrumpida del período de descanso posterior al parto, bien de forma simultánea o sucesiva con el de la madre, salvo que en el momento de su efectividad la incorporación al trabajo de la madre suponga un riesgo para su salud (artículo 20, LPCVFLPT, 39/1999, del 5 de noviembre).

Consecuencias de la Pandemia del Covid-19[editar]

Las cuarentenas impuestas por el Estado Español a nivel nacional, para paliar los contagios y la saturación de los servicios sanitarios, condujeron en la mayoría de casos a trabajar desde casa (teletrabajo). Sullivan y Lewis (citado en Borràs y Moreno, 2021) hablan del impacto negativo de género en el teletrabajo, tanto que puede reproducir y marcar la división sexual del trabajo. El aumento de horas que hombres y mujeres pasan en el hogar lleva a visibilizar las desigualdades de género en los usos de los tiempos (Ibid.). Un estudio realizado por la “IET del trabajo y relaciones laborales” (Borràs y Moreno, 2021), identifica tres escenarios durante el confinamiento: hogares donde ninguno de los miembros realiza trabajo remunerado; hogares donde una persona realiza trabajo presencial y otra se encarga del trabajo doméstico; y, hogares donde los dos realizan trabajo a distancia. En los tres tipos de hogares, con el confinamiento se refuerzan las desigualdades de género respecto a los cuidados, y aunque en las parejas más jóvenes con hijos, hay una mayor implicación y reconocimiento de los cuidados por los hombres, se pierde cuando se restablece “la normalidad”. Para las mujeres, la carga mental aumenta cuando las exigencias coinciden simultáneamente en la misma dimensión espacial y temporal, priorizando los cuidados sobre sus obligaciones laborales, situación que les acaba produciendo estrés, culpa y malestar (Giménez, 2021; Borràs y Moreno, 2021). En el caso de los varones, no hay conflicto, ni malestar cotidiano por el teletrabajo. Esto se debe al privilegio masculino de no tener que elegir entre el trabajo doméstico sobre el laboral. Por lo tanto, no hay culpa por no dar prioridad a los cuidados (Borràs y Moreno, 2021). Las consecuencias que se identifican durante y al finalizar el confinamiento, son vistas como una oportunidad pérdida para visibilizar el trabajo doméstico y la contribución masculina de la corresponsabilidad.

Ejemplos[editar]

  • Samanta Villar en una entrevista para la Revista Elle analiza ejemplos sobre carga mental femenina (Alonso, 2019):
  1. “Llegas a casa después de un día horrible de trabajo. Al entrar a casa, te das cuenta de que está todo pendiente: la cena, sin preparar; los deberes, sin hacer; la habitación de los niños, sin ordenar; … Pero tu pareja está sentada viendo la televisión sin preocuparse.”
  2. “Tus hijos adolescentes de 13 y 16 años te acaban de recordar que ayer se cerró el plazo para apuntarles al campamento de verano y tu pareja, tumbada en el sofá mientras escoge una serie de Netflix, dice: Mujer, no pongas esa cara.”
  3. “Acabas de dar a luz hace un par de semanas. El bebé esta dormido, miras a tu alrededor y ves la suciedad de la casa. Hace unos días que nadie pasa una escoba, pero siendo sincera contigo misma lo que más te apetece ahora es descansar.”
  4. “Tienes un bebé de dos meses y lleva unas semanas que duerme fatal. Unas semanas, porque ha estado enfermito; otras porque le ha costado coger sueño; otras con pesadillas… No para de llorar por las noches y parece que solo te levantas tú a consolarle.”
  5. “Es la primera vez, desde hace cinco años, que tus amigas te invitan a una fiesta. Llevas semanas planeándolo. Cuando llega la víspera, se lo recuerdas una vez más a tu pareja para que se quede esa noche con los niños. Contestación: Ay, pero si ya he quedado con mis amigos para ir al futbol y la juerga de después. ¿No puedes cancelar?”
  • El diario “La Vanguardia” hace un pequeño reportaje y entrevista a hombres y mujeres sobre el reparto del trabajo doméstico. Entre algunos de los ejemplos cotidianos que se señalan, apuntan a las madres como las encargadas de los grupos de WhatsApp de los colegios de los hijos e hijas (Atlas, 2019).
  • La ilustradora francesa Emma Clit, expone en su obra “La Charge émotionnelle et autres trucs invisibles” traducido al español como “La carga mental”, es “el hecho de estar en todo” y las excusas de la pareja masculina con un “me lo podías haber pedido”. A través de viñetas, la protagonista debate con personajes ficticios sobre desigualdad, conciliación, entre otros temas. La autora afirma que “la carga mental no se trata de hacer las cosas, sino de anticiparlas y planificarlas” (Álvarez, 2018).
  • Un estudio realizado sobre “Carga Mental femenina en el hogar” (Giménez, 2018), identifica datos sobre la carga mental en mujeres de entre 25 y 49 años con parejas masculinas:
Datos con los discursos sobre el reparto del trabajo doméstico y familiar en parejas heterosexuales
Discurso hombres versus Discurso mujeres
El 25% de los padres afirman que todos los días tienen en mente el listado infinito de cosas por hacer versus El 63% de las madres
50% de los hombres consideran que estar pendiente de la lista de compra o si hace falta algo en casa es una responsabilidad compartida. versus 73% de las mujeres opina que son ellas las que se encargan habitualmente de hacer la lista de la compra o saber si es necesario comprar algo.
5% de los hombres afirman que son los que están pendientes del colegio y de acordase de llevar a los niños disfrazados versus 78% de las mujeres afirman que son ellas.
12% de los padres afirman que son ellos la persona de referencia para las necesidades versus 70% de las madres afirman que es a ellas quienes acuden sus hijos directamente cuando necesita cosas del día a día.
20% de los hombres creen que ambos saben cuando hay que poner una lavadora versus 80% de las mujeres afirman que son solo ellas las que saben cuando es necesario poner una lavadora.
Solo un 14% de las mujeres afirma que en el chat del colegio están los dos padres. versus El 65% de las madres aseguran que están solo ellas.

Otros conceptos[editar]

  1. Corresponsabilidad
  2. Conciliación de la vida familiar y laboral
  3. Trabajo reproductivo

Referencias[editar]

Carrasquer, P. (2020). El redescubrimiento del trabajo de cuidados. Algunas reflexiones desde la sociología. Feminismos y sindicatos en Iberoamérica, 97-126. Torns, Teresa. «La conciliación al retortero». Trabajadora, Núm. 46 (2013), p. 15-19. <https://ddd.uab.cat/record/171696> [Consulta: 12 juny 2022].