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El relieve[editar]

El clima[editar]

La vegetación[editar]

Las repoblaciones forestales[editar]

Los ríos[editar]

Los suelos[editar]

Los paisajes naturales y los paisajes degradados[editar]

Bibliografía[editar]

García Ruiz (Director), José María; Arnáez Vadillo (Codirector), José (1994). Geografía de La Rioja. Geografía Física. Caja de ahorros de La Rioja. ISBN 84-604-9924-3. 




Etimología de La Rioja:[editar]

Ampliación del artículo (en pruebas)

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El topónimo «Rioja» en España[editar]

En la comunidad autónoma de La Rioja[editar]

La existencia de un territorio llamado La Rioja viene reflejada en la documentación desde el siglo XI. Si bien este término en sus orígenes designaba el espacio entre las cuencas de los ríos Oja y Tirón, dicho nombre se iría extendiendo paulatinamente a lo largo de la edad media, al ser utilizado para denominar a un territorio cada vez mayor, hasta conocerse de esta manera a todo el espacio que abarca el nacimiento, curso y fin de siete valles y siete ríos tributarios del Ebro (Tirón, Oja, Najerilla, Iregua, Leza, Cidacos y Alhama) que va desde el Tirón por el oeste hasta el Alhama por el este, abarcando los límites actuales. Sus habitantes se llamaban riojanos y de esa manera eran conocidos.[1]​ La Rioja aparece mencionada multitud de veces en la documentación antigua desde el siglo XI y se representa en la cartografía desde el siglo XVII.[2]​ La Rioja sería entonces el nombre dado a una realidad regional popular (geográfica, cultural, histórica, natural) aunque carente de entidad administrativa.[3]

En 1701 el fraile Mateo Anguiano la describe en su libro titulado Compendio historial de la provincia de La Rioja de la siguiente manera: «Divídese La Rioja en alta y baja, la alta comienza desde Villafranca de Montes de Oca hasta Logroño y la baja desde Logroño a Agreda y casi toda la atraviesa a lo largo el Río Ebro (...) todas las poblaciones que se contienen en dicha demarcación son pertenecientes a dicha Provincia, y sus naturales son, y se llaman Riojanos en estos tiempos». En 1769 Tomás López realiza el primer mapa de La Rioja como región natural, ya que aún no es provincia.[4]​ En 1790 se aprueba la creación de la Real Sociedad Económica de La Rioja, que se constituyó en Fuenmayor y la cual era una de las sociedades de amigos del país fundadas en España durante la ilustración. Esta institución tenía inicialmente objetivos de carácter económico. Sin embargo, en sus estatutos fundacionales ya se aprecian unas claras intenciones de carácter político para La Rioja, al utilizar terminos como «Pais Riojano», que más tarde se traducirían en la solititud por parte de la misma de constitución de un marco administrativo para la región.[5]​ No obstante, la primera demanda oficial que busca dotar a La Rioja de un marco político-administrativo la emite en 1808 el ayuntamiento de Logroño en plena guerra de la independencia. En sus propias palabras solicitan que esta ciudad «junto con todos los Pueblos de La Rioja forme una intendencia separada».[6]

En 1808, durante la guerra de la independiencia, se constituyó la Junta de la Comisión de Armamento e Insurrección General de La Rioja, que agrupaba a todas las guerrillas riojanas y la cual tenía su sede en Soto de Cameros.[4]​ Estaba circunscrita, según indica un texto de la época, al espacio «comprendido desde el río Tirón hasta el Alhama con inclusión de la ciudad de Alfaro y todas las serrranias cuyas aguas corren al Ebro», frase donde se aprecia una clara referencia a los siete cauces fluvuales que delimitan La Rioja.[7]​ La mencionada junta fue disuelta en 1811 y el 8 de diciembre de 1812, un año después de ello, se instaló una reunion de representantes de pueblos riojanos en la localidad de Santa Coloma, conocida como Convención de Santa Coloma, donde se envió un documento al Consejo Supremo de Regencia solicitando la institucionalización de La Rioja como provincia española. El mismo dice así: «A V.M. suplican, que, siguiendo el sistema de hacer felices a sus hijos, dispense a los Riojanos la gracia de que esta Provincia se repute por tal, según la demarcación antigua, y que cesando todas las distribuciones posteriores, se gobierne por sí...».[4]

En 1813, Don Antonio Norberto Fernadez de Navarrete, escribió una carta solicitando que a La Rioja se la dotara de un marco administrativo provincial titulada Discurso sobre la necesidad, utilidad y ventajas que resultarían a la Rioja y al Estado, en su erección a Provincia Política de la Monarquía, e independiente de las demás. En ella argumentaba criterios tanto geográficos como históricos, así como de diferencias de carácter y costumbres entre los riojanos y los habitantes de los territorios que la circundan. Una frase de la misma dice así: «Pero un soriano, un burgalés y un alavés se parecen a un riojano como un escandinavo a un andaluz....»[8]

La constitución de 1812 planteaba reformar la división territorial administrativa de España. Así pues se comienza a diseñar el nuevo mapa político del país, tarea la cual terminada la guerra de la independencia, queda en pausa hasta el levantamiento militar del General de Riego en 1820 y que da comienzo al Trienio Liberal, donde nuevamente se vuelve a plantear. Es entonces cuando en 1820 la Real Sociedad Económica de La Rioja publica un documento titulado Exposición de las razones que la Sociedad Riojana y los Comisionados por los pueblos de su distrito presentan al Congreso Nacional en apoyo de su solicitud para que en la Rioja se forme una Provincia separada e independiente con el objetivo de lograr erigir a La Rioja en provicia. Ese mismo año el ilustre Martín Fernández de Navarrete escribe una carta con el mismo fin en la cual dice «suplicar a V.M. se digne conceder a la ilustre y fecunda Rioja el título de Provincia independiente».[4]

Tantas reivindicaciones de los riojanos al final dan sus frutos, de manera que La Rioja aparece en 1821 en el informe de Bauzá y Larramendi que dividía España en 47 gobiernos políticos. En él se describe en sus propias palabras que «la Rioja, país cerrado naturalmente por la gran cordillera de montes, llamados Iduvedas al Sur y por los de Oca al poniente, (...) con siete ríos que nacen y mueren dentro de ella (...) circunstancias todas a cuál más propias, para formar provincia.....». En cuanto a su nombre, el 19 de junio de ese mismo año, se lee el dictamen de la Comisión de División del Territorio Español que dice así :«La comisión ha creído que debe conservarse a esta provincia el nombre que tiene ya muy de antiguo, y señalársele por capital a Logroño, que por su población, situación y otras ventajas parece ser el pueblo más a propósito para ello».[4]​ Unos meses más tarde, el 15 de octubre, las cortes responden afirmativamente a las demandas riojanas, de tal manera que la erección de La Rioja en provincia es aprobada. Un oficio llegado desde Madrid a Logroño dando cuenta de ello dice así: «En la sesión de Cortes celebrada este día se ha declarado a la Rioja por provincia independiente bajo la denominación de provincia de Logroño y por capital a esta Ciudad», si bien finalmente el decreto de división provincial es firmado 30 de enero de 1822 por Fernando VII. [4]​ En cuanto al nombre dado a la provincia, si bien en todos los debates y trabajos que se desarrollaron en sede parlamentaria en 1813 y 1814 – pero especialmente en 1820 y 1821– siempre se habló de provincia de La Rioja o de La Rioja, puesto que los criterios historicos prevalecieron en un principio para designar a las nuevas provincias españolas, finalmente no pudo conservar su nombre histórico de La Rioja, ya que los debates en cortes de 1821 optaron por una unificación terminológica, dando a todas las circunscripciones los nombres de sus capitales, excepto a las cuatro forales (Guipuzcoa, Vizcaya, Alava y Navarra). Por este motivo se le dio el de Logroño, eliminando la denominación tradicional del territorio.[9]​ Sugún indica el historiador Francisco Bermejo, la opción de otorgar a las provincias los nombres de sus capitales con la consecuente supresión de los nombres tradicionales de algunos territorios como La Rioja se debió a un conflicto nominal entre las provincias de Huesca, Teruel y Zaragoza, ya que esta última había solicitado llamarse Aragón, lo que supuso una reacción contraria de las otras dos circunscripciones, con lo cual para acabar con el problema se optó por dar a la mayoría de ellas los nombres de sus capitales.[10][11]​ Sin embargo, la provincia quedó anulada en 1823 tras la entrada en España de las tropas del Conde de Angulema, los conocidos como Cien Mil hijos de San Luis, lo que conllevó la derogación por parte de Fernando VII de todas las disposiciones liberales y la vuelta al absolutismo, incluida la división provincial, quedando otra vez La Rioja sin provincia.[4]

En el año 1827 Sebastián Miaño publica su Diccionario Geográfico Estadístico de España y Portugal en el cual va repasando alfabéticamente cada pueblo, ciudad o territorio.[12]​ En el tomo VII aparece un apartado dedicado a La Rioja en el cual tras delimitarla dice: «En estos cuatro límites está el nacimiento curso y fin de los siete ríos cuyos origenes y formación distiguirán eternamente al territorio de La Rioja de todas las otras provincias españolas ..... » y razona: «Es pues uno de los distritos más proporcionados por la naturaleza para formar provincia separada con gobierno y administración propia».[13]

En 1826 se diseña nuevamente un proyecto de división provincial en 49 circunscripciones, que quedó en suspenso y sin ningún cambio hasta 1829. Este tenía como característica más significativa la recuperación de las denominaciones históricas de Asturias, La Rioja y la Mancha, así como los de las cuatro provincias forales.[14]​ Sin embargo, en algún momento de la tramitación del proyecto se decidió suprimir los nombres tradicionales de Asturias, La Rioja y la Mancha, que adoptarian las denominaciones de sus capitales, conservando unicaménte los de las provincias vascas, Navarra y los archipiélagos.[15]​ Debido a ello, en 1833 con la muerte de Fernando VII se aprueba nuevamente una división provincial y por lo tanto se reinstaura la provincia riojana, aunque recibiendo el nombre de Logroño y perdiendo algunos territorios que pasan a las provincias vecinas.[4]​ Cuando Javier de Burgos, encargado de impulsar la división territorial administrativa española, accedió al ministerio de Fomento, el plan de división en 49 provincias que sería aprobado en 1833 estaba casi acabado. El único cambio que al parecer introdujo en este ámbito fue la supresión del nombre de La Rioja y la sustitución por el de su capital, quedando finalmente con el nombre de provincia de Logroño. [16]

A pesar de la eliminación del nombre tradicional de La Rioja y su sutitución por el de la capital provincial, este nunca llegó a perderse, de tal manera que continuó siendo utilizado por sus propios habitantes que distinguian entre Logroño –que era la capital– de Rioja, el conjunto del territorio.[17][11]​ Incluso instituciones y medios de comunicación provinciales llevaban el mombre de La Rioja o su gentilicio y no el de Logroño, como el periódico La Rioja (1889), el Diario de La Rioja (1900), el Ateneo Riojano (1922) o el Instituto de Estudios Riojanos (1946).[11]​ En 1846 Ángel Casimiro de Govantes publica su libro titulado Diccionario Geográfico-Histórico de España, por la Real Academia de la Historia. Sección II. Comprende La Rioja o toda la provincia de Logroño y algunos pueblos de la de Burgos, donde ya en el propio título expresa lo que se entiende por Rioja.[18]​ En 1869 Waldo Gimenez Romera publica su Crónica de la provincia de Logroño dentro de la Crónica General de España donde dice sobre la provincia que es «lo que se conoce comunmente con el nombre de la Rioja».[19][20]​En 1873 Salustiano Olózaga escribe un artículo titulado La mujer de Logroño. La Riojana que aparecería dentro de los volúmenes generales sobre «Las mujeres españolas, portuguesas y americanas» que se publicaban en España por aquellas fechas [21]​ y en el que apostillaba que con él se refería no a las logroñesas en particular sino en general a todas las riojanas.[22]

Hasta la llegada de la transición hubo dos intentos de cambiar el nombre oficial de la provincia de Logroño por el de La Rioja, que era utilizado popularmente. El primero tiene lugar en 1929, por iniciativa de Diego Ochagavía, entonces secretario de la camara de comercio y el otro tiene lugar durante la segunda república, de la mano del partído político Acción Riojana en 1931.[11]​ No obstante, también hubo diversas reivindicaciones del mismo a traves de los medios de comunicación riojanos. De esta manera, en 1967 el abogado Santiago Coello Cuadrado escribe dos artículos en el periódico Nueva Rioja quejandose de la eliminación del mismo durante la división provincial de 1833, que acabó otorgando el nombre de Logroño a todo el territorio y eliminando el histórico de Rioja. [23]​También en 1971 Jose María Lope Toledo director del mencionado periódico escribe un artículo titulado La Rioja. Una Lanza por la denominación en la que se plantea en sus palabras: «¿Porque nuestra provincia no se llama LA RIOJA, por su nombre auténtico, como se ha venido llamando secularmente?» Al mismo contestaron historiadores como Merino Urrutia, Alfredo Gil del Río o Luis Gato, mostrando una opinión favorable.[24]​ También el nombre de La Rioja fue reivindicado en una reunión nacional del Partido Carlista, entonces ilegalizado, celebrada en 1968 en el monasterio de Valvanera, lugar donde se venera a la patrona de La Rioja.[23]

Con la llegada de la transición española y el inicio de la democracia, se volverá a reivindicar el nombre de La Rioja, demanda que provendrá primero de la sociedad civil de la provincia. De esta manera mucha gente comienza a escribir artículos y cartas al director a los periódicos locales preguntándose: «¿Cómo es posible que nuestra provincia no se llame La Rioja si todos la llamamos así?». Jesús Victoriano escribió una de ellas al diario Nueva Rioja expresando ese pensamiento común de la siguiente manera: «... para borrar su propia idiosincrasia [la de La Rioja] se borro oficialmente su nombre histórico y se creó un "Logroño" que solo a los logroñeses representa... ojalá sea el Rey quien, en su deseosa visita a La Rioja, nos llamara e hiciera llamarnos por nuestro propio nombre: RIOJANOS. Nos sentiríamos tan agradecidos como los catalanes y gallegos al hablarles en su propia lengua».[25]​ En 1976 el mencionado periódico realizó una encuesta entre la población de la provincia preguntando si «Se debe cambiar el nombre de la provincia. ¿Logroño o Rioja?». También preguntaba si los riojanos poseían una personalidad diferente a los vascos, aragoneses o castellanos . La gran mayoría de las personas consultadas apostaban por el cambio de nombre, unicamente se mostraba contrario el alcalde de la capital. Asimismo, la mayoría de encuestados dijeron que La Rioja poseía una personalidad única y diferente a la de las regiones circundantes.[26]

Poco a poco los políticos se fueron haciendo eco de las reivindicaciones populares demandaban cambiar el nombre de la provincia. De esta manera, en 1977 el presidente de la diputación Julio Luis Fernández Sevilla tras consultar al cronista oficial de la provincia y a las asociaciones civiles que demandaban el cambio organizó un debate sobre el tema con todos los parlamentarios y diputados provinciales. En el se acordó por unanimidad dos puntos: El primero según sus palabras fue: «Una petición al gobierno para que esta tierra, de una vez, se llame por su nombre histórico: Rioja, reservando la denominación de Logroño exclusivamente para la capital.» El inicio de los tramites para el cambio de nombre se acordó en un pleno celebrado el 22 de julio de ese mismo año.[27]

Iniciados los trámites legales, no existía entonces ninguna ley relativa al cambio de denominación de las provincias, así que tuvo que emplearse otra sobre la modificación de nombre de los municipios. [28]​ Dicha norma requería entre otras cosas un informe, estudio histórico y dictamen favorable de la Real Academia de la Historia. Asi pues, conforme a ella, el gobierno civil a instancias del ministerio del interior, solicitó un informe y dictamen de cuatro instituciones académicas que fueron el Instituto de Estudios Riojanos, la Sociedad Geográfica, el Servicio Provincial de Inspección y Asesoramiento de Corporaciones Locales y la mencionada Real Academia de la Historia. Todas ellas fueron favorables al cambio, unicamente el de la Sociedad Geográfica quedó en tablas al solicitar una comisión científica que nunca llegó a formarse.[11][29]​ Las provincias de Santander y Oviedo siguieron el mismo procedimiento para la modificación de denominación.[28]​Finalmente, tras cumplir los requerimientos, el 12 de septiembre de 1980 el Congreso de los Diputados aprobaba la proposición de Ley del Senado por la que la provincia de Logroño pasaba a denominarse Provincia de La Rioja. El día 15 de noviembre de 1980 era promulgada la Ley 57/1980 sobre el cambio de nombre.[28]​ De esta manera la provincia recuperaba su nombre histórico de La Rioja, el cual se había podido leer tantas veces en la documentación desde la época medieval.[30]

Referencias[editar]

  1. Granado Hijelmo, Ignacio (1993). «2.2 El nombre de "La Rioja"». La Rioja como sistema. Tomo III. pp. 1702 y 1703. ISBN 84-8125-033-3. 
  2. Sainz, Jonas (19/09/19). «El primer mapa de La Rioja tiene 250 años». Diario La Rioja. p. 33. 
  3. «Euskadi, Navarra y la Rioja en la reordenacion provincial del Estado (1800-1850) / Jesus Burgueño». www.ingeba.org. Consultado el 20 de febrero de 2020. 
  4. a b c d e f g h Aguirre Gómez, Jesus (2000). «4.Erase una vez». La Rioja empieza a caminar. Ochoa. pp. 182-198. ISBN 9788473595100. 
  5. Bermejo Marín, Francisco (2013). «1-Unión Económica Riojana». La Rioja Contemporánea:Compendio historial (1784-1996). p. 17-22. ISBN 978-84-616-7931-7. 
  6. Viguera Ruiz, Rebeca (2012). «3.1 Acuerdo institucional para solicitar la erección de La Rioja como intendencia». La Convención de Santa Coloma de 1812. Historia de una reivindicación liberal de la identidad riojana. Instituto de Estudios Riojanos. p. 82-85. ISBN 978-84-9960-041-3. 
  7. Salarrullana, Pilar (1999). «Capitulo II. De las razones históricas para usar un nombre.». En el nombre de La Rioja. Ochoa. p. 20. ISBN 84-89362-53-X. 
  8. Abad León, Felipe (1980). «Discurso sobre la necesidad de crear una provincia de La Rioja». La Rioja provincia y región de España. Ochoa. p. 113-198. ISBN 84-7359-088-0. 
  9. Díaz Morrás, Javier (9/6/19). «Y La Rioja se hizo provincia». diario La Rioja. p. 2 y 3. 
  10. Bermejo Martín, Francisco (2013). «VII. Memoria de fin de siglo». La Rioja contemporánea. Compendio historial (1784-1996). p. 285. ISBN 978-84-616-7931-7. 
  11. a b c d e «¿Por qué nuestra provincia se llamó Logroño y no La Rioja? | Rioja2.com». Rioja2.com. 31 de julio de 2018. Consultado el 12 de septiembre de 2018. 
  12. Miñano y Bedoya, Sebastián (1826-1828). Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal .... Imprenta de Pierart-Peralta. Consultado el 1 de marzo de 2020. 
  13. «Biblioteca Digital de Castilla y León > Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal ....». bibliotecadigital.jcyl.es. Consultado el 1 de marzo de 2020. 
  14. Burgueño, Jesús (2011). «La Reformulación absolutista de la división provincial». La invención de las provincias. Catarata. pp. 119 y 120. ISBN 978-84-8319-576-5. 
  15. Burgueño, Jesús (2011). «El decreto de Javier de Burgos (30 de noviembre de 1833)». La invención de las provincias. Catarata. p. 130. ISBN 978-84-8319-576-5. 
  16. «Euskadi, Navarra y la Rioja en la reordenacion provincial del Estado (1800-1850) / Jesus Burgueño». www.ingeba.org. Consultado el 1 de marzo de 2020. 
  17. Cabello, Sergio Andrés; Martínez, Gregorio (2006). «8 de octubre de 1978: "Todos a Nájera"». Belezos: Revista de cultura popular y tradiciones de La Rioja (1): 52-61. ISSN 1886-4333. Consultado el 15 de marzo de 2020. 
  18. Abad León, Felipe (1980). «XII. La Rioja en los grandes diccionarios de Miaño, Govantes y Madoz. La provincia de La Rioja en el diccionario de Govantes.». La Rioja provincia y región de España. Ochoa. pp. 406-416. ISBN 84-7359-088-0. 
  19. «¿Cómo era La Rioja hace 150 años?». La Rioja. 25 de septiembre de 2017. Consultado el 15 de marzo de 2020. 
  20. «Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico > Búsqueda › Crónica de la provincia de Logroño». bvpb.mcu.es. Consultado el 15 de marzo de 2020. 
  21. Bermejo Martín, Francisco (2013). «V.La II república en Logroño. De Dominica a Luisa o la voz de las mujeres». La Rioja contemporánea. Compendio historial (1784-1996). Bermemar. p. 185. ISBN 978-84-616-7931-7. 
  22. Hijelmo, Ignacio Granado (1996). «La Comunidad Autónoma de La Rioja en el proceso autonómico español (1975-1996)». Actas del Primer Simposio de Historia Actual de La Rioja: Logroño, 14-18 de octubre de 1996, 1996, ISBN 84-89362-14-9, págs. 169-190 (Instituto de Estudios Riojanos): 169-190. ISBN 978-84-89362-14-7. Consultado el 15 de marzo de 2020. 
  23. a b Salarrullana, Pilar (1999). «Capitulo I, de como la provincia de Logroño volvió a moverse: 3. La propuesta de Santiago Coello y el Partido Carlista. 1967-1968». En el nombre de La Rioja. Instituto de Estudios Riojanos. p. 34-36. ISBN 84-89362-53-X. 
  24. Aguirre González, Jesús Vicente (2000). «Tú nombre me sabe a....». La Rioja empieza a caminar. Ochoa. p. 154 (a píe de página). ISBN 9788473595100. Archivado desde el original el 08/03/2020. 
  25. Salarrullana, Pilar (1999). «Capitulo I.De como la provincia de Logroño comenzó a moverse». En el nombre de La Rioja. Instituto de Estudios Riojanos. p. 36-62. ISBN 84-89362-53-X. 
  26. Salarrullana, Pilar (1999). «Capitulo I. De como la provincia de Logroño comenzó a moverse. 6. La encuesta de Nueva Rioja». En el nombre de La Rioja. Instituto de Estudios Riojanos. p. 44-51. ISBN 84-89362-53-X. 
  27. Salarrullana, Pilar (1999). «Capitulo I.De como la provincia de Logroño volvió a moverse: 17 de julio de 1977: La diputación provincial inicia el expediente de cambio de nombre de la provincia». En el nombre de La Rioja. Instituto de Estudios Riojanos. p. 54-63. ISBN 84-89362-53-X. 
  28. a b c Salarrullana, Pilar (1999). «Capitulo I: De como la provincia de Logroño volvió a moverse». En el nombre de La Rioja. Instituto de Estudios Riojanos. p. 59. ISBN 84-89362-53-X. 
  29. Aguirre Gómez, Jesús (2000). «3. El largo y tortuoso camino.». La Rioja empieza a caminar. Ochoa. p. 175 (29 en pdf). ISBN 9788473595100. 
  30. Idarreta, José Miguel Delgado (2000). «Introducción a la historia de la Comunidad Autónoma de La Rioja». Actas del II Simposio de Historia Actual: Logroño, 26-28 de noviembre de 1998, 2000, ISBN 84-89362-82-3, págs. 239-264 (Instituto de Estudios Riojanos): 239-264. ISBN 978-84-89362-82-6. Consultado el 8 de marzo de 2020. 


Articulación metacarpometacarpiana[editar]

Descripción de los dos postulados que pretenden explicar el fenómeno nacional: primordialistas o perennistas y modernistas o constructivistas.[editar]

(Esquema de ideas)

Al margen de la variedad de definiciones y conceptos del término nación, las cuales versan sobre convenciones lingüísticas y no de realidades, existen dos corrientes que intentan explicar la naturaleza y surgimiento del fenómeno. Estas son la perennista o primordialista y la modernista o constructivista. Esta segunda surge en relación a una crítica sobre la primera.

Perennistas o primordialistas[editar]

Hasta mediados del siglo XX la única visión consagrada que trataba de explicar el surgimiento de las naciones y el nacionalismo establecía que estas habían existido desde siempre, puesto que el sentimiento de pertenencia a una colectividad nacional era natural en el ser humano. Por ellas se entendía a los pueblos con una determinada lengua, raza, religión o cultura, de los cuales surgirían espontáneamente unos sentimientos de pertenencia a una colectividad y solidaridad entre los integrantes, para más tarde con el moderno despertar de los derechos políticos desencadenar unas reivindicaciones de autogobierno. (Alvarez Junco, capitulo 1)

De esta manera por ejemplo, el ensayista británico Walter Bagehot escribió en el siglo XIX que las naciones son «tan viejas como la historia» (Alvarez Junco, capítulo I)

La concepción primordialista cree por tanto que la nación es lo natural e inherente al ser humano, mientras que el estado, entendido como la estructura política, es lo artificial, una construcción humana. (Álvarez Junco, capítulo 1)

Críticas a los postulados primordialistas[editar]

(Esquema de ideas, revisar y cambiar)

Tan integrados estaban estos conceptos primordialistas hasta mediados del siglo XX, que el presidente Woodrow Wilson pensaba que la falta de ajuste entre los estados y las naciones era la causa de los problemas europeos en los últimos siglos. Por ello, este planteamiento conducía inevitablemente a adecuar las fronteras de los estados a las realidades étnicas. No obstante, la universalización de estas ideas y su intento de ponerlas en práctica supuso multitud de problemas a lo largo del siglo XX, puesto que los límites culturales son en realidad difusos, habiendo una abigarrada red cultural humana que no se podía circunscribir a compartimentos políticos nítidos. Esta imposibilidad práctica, el hecho de que existan comunidades con una fuerte conciencia nacional pero que están constituidas por poblaciones con diferentes lenguas, religiones y culturas (EE.UU o Suiza por ejemplo), la configuración de los fascismos europeos y los horrores de la segunda guerra mundial que se originaron en parte como consecuencia de las ideas nacionales, llevaron a diferentes pensadores a cuestionarse si realmente esta concepción explicaba la verdadera naturaleza del problema. (ALvarez Junco, Capítulo I, como cambia la manera de explicar un problema)

Varios autores determinaron que el fenómeno nacional se explicaba mejor si se entendía como un fenómeno moderno, creación humana o "invención". De esta manera el historiador y politólogo Elie Kedourie en su libro de 1961 llamado Nacionalism, explicaba que existía una dificultad en determinar de forma objetiva los ingredientes esenciales que componían las identidades nacionales. Sus conclusiones fueron que no había ningún factor objetivo universalizable ni suficiente por si mismo para fundamentar el hecho nacional. Este autor también señaló que si el sentimiento nacional era natural, no tendría que ser inculcado y sin embargo es el estado el que lo inculca, por lo cual es el estado el que crea las naciones y no a la inversa. La configuración de los estados es imprescindible para el surgimiento de las naciones.(Avarez Junco, Capítulo I, como cambia la manera de explicar un problema)

En parecidos términos hablaba el antropólogo social Ernest Geller en los años 70. Este definía la nación como un producto moderno consecuencia de la industrialización, es decir, la sociedad estaba inicialmente compuesta por grupos humanos rurales ligados por fliaciones familiares y aislados del mundo exterior por falta de comunicaciones y por la existencia de múltiples dialéctos locales. Con la industrialización y el nuevo modelo mercantil hubo una necesidad práctica de crear espacios culturalmente homogéneos. También esto provocó una nueva estratificación social y una nueva organización política. Los dirigentes encontraron en el nacionalismo el instrumento que facilitaba el crecimiento económico, la integración social y la legitimación de la estructura de poder.(Alvarez Junco, capítulo Icomo cambia la manera de explicar un problema)

Conocido es el autor Benedict Anderson que consideraba la nación no como algo natural si no como una construcción humana, las llamaba comunidades imaginadas solo existentes en la mente de sus seguidores. (Benedict Anderson, Comunidades imaginadas)

El autor Benedict Anderson creía que el nacionalismo creaba a las naciones y que al contrario de lo que pueda parecer no contribuía a conservar la diversidad cultural, si no que por el contrario la eliminaba estableciendo unos cánones de homogeneidad y uniformidad cultural. (Benedict Anderson, Comunidades imaginadas)

Por su parte el historiador Eric Howsband analizó todas las características en las que dice sustentarse la nación para acabar concluyendo que no existe ninguno que pueda ser aplicado a los distintos casos de nación con un mínimo de rigor y generalidad siendo todos borrosos. Una sociedad que sea homogenea desde elpunto de vista racial, lingüistico, con permanencia histórica es un mero sueño. (Alvarez Junco, capítulo I, como cambia la manera de explicar un problema)

Por tanto para howsban las naciones eran construcciones artificiales.

Modernistas o constructivistas[editar]

(Esquema de ideas, revisar y cambiar)


Todos estos autores críticos con la idea nacionalista afirmaban de manera común que el ser humano ha vivido a lo largo de la historia en muy diversas organizaciones políticas (tribus, imperios reinos etc...) y que ninguna de ellas se correspondía con naciones. Tampoco la identificación de sus integrantes correspondía con estas. Ellos se sentían pertenenciéntes a otras entidades diferentes (parroquias, comarcas, linajes, estamentos...) insertas a su vez en comunidades más grandes religiosas. Tampoco se consideraba antinatural que el monarca fuera extranjero al contrario de lo que sucedería en el mundo contemporáneo. (alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos)

Pertenecer a una nación no es un rasgo permanente ni esencial en la especie humana.(alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos)

Es el surgimiento del romanticismo en el siglo XIX el que dio lugar al nacimiento del nacionalismo y el intento de adecuar las fronteras políticas a realidades étnicas.(alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos)

Es en este momento cuando se realiza una reinterpretación de la historia y de la cultura en clave nacional, creándose distintos relatos con diferentes símbolos que son transmitidos y aprendidos por la comunidad, o en otras palabras, se crea la nación. (alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos) Como decía Frederick Bath los elementos que definen una identidad colectiva no son el conjunto de características objetivas que diferencian a un grupo de otro, si no solo aquellas que son puestas en valor por el grupo. De esta manera por ejemplo un idioma tiene unicaménte un valor comunicativo hasta que con el surgimiento de la nación se le da un valor en estos términos.(Los grupos étnicos y sus fronteras, Mexico D.F. fondo de cultura económica 1978, pagina 15)

Es por tanto para estos autores la nación es una construcción social, como lo es en realidad el conjunto de la realidad social y es reciente creada por el nacionalismo. Las identidades naciones son por tanto entes construidos culturalmente, están por tanto en constante cambio y acabarán por desaparecer puesto que nada es eterno. ( Los militantes del nacionalismo creen que existirán para siempre)(alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos)

La nación es un sujeto del mismo tipo que el resto de identidades colectivas y todas incluso las basadas en elementos biológicos objetivos tienen mucho de construido.(alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos)

La nación como sujeto colectivo nace en el momento en el cual la soberanía política de un territorio es trasladada al conjunto del pueblo, que se ve legitimado para ser sujeto de la soberanía por ser la nación.(alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos)

Pero esta debe construirse sobre unas características de base como una historia propia o unos elementos culturales que puedan ser reinterpretados en clave nacional como la religión o el folklore.

Las naciones no son elementos naturales y no son objetivos como las montañas o los ríos, son elementos subjetivos construidos por un grupo humano y su existencia en términos científicos se sitúa unicamente en la mente de sus participantes.(alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos)

La nación da autoestima, te dice quien eres y te entronca en un marco territorial que se muestra como eterno, anterior al nacimiento y posterior a la muerte y te integra en un colectivo en el que prima una camaradería a pesar de haber diferencias evidentes entre personas.(alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos) (Capitulo I, consecuencias para el historiador)

Anderson ha comparado a la religión con las naciones por lo que cubre preocupaciones y problemas emocionales humanos perrennes como la debilidad, la enfermedad y la muerte en la misma medida que lo hacen las religiones. Anderson ha comparado a la religión con las naciones puesto que ofrece un relato sagrado, un marco temporal eterno que va más allá de la muerte y una serie de rituales.(alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos)

De todo esto se concluye que el historiador es parte activa de la historia y no mero espectador que se dedica a reflejar el pasado.(Capitulo I, consecuencias para el historiador)

Los estados que no consiguieron construir una identidad nacional acabarón por desaparecer aunque hubieran existido desde hace siglos.(alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos)

Artículo[editar]

Al margen de la variedad de definiciones y conceptos del término nación, las cuales versan sobre convenciones lingüísticas y no de realidades, existen dos corrientes que intentan explicar la naturaleza y surgimiento del fenómeno. Estas son la perennista o primordialista y la modernista o constructivista. Esta segunda surge en relación a una crítica sobre la primera.

Perennistas o primordialistas[editar]

Hasta mediados del siglo XX la única visión consagrada que trataba de explicar el surgimiento de las naciones y el nacionalismo establecía que estas habían existido desde siempre, puesto que el sentimiento de pertenencia a una colectividad nacional era natural en el ser humano. Por ellas se entendía a los pueblos con una determinada lengua, raza, religión o cultura, de los cuales surgirían espontáneamente unos sentimientos de pertenencia a una colectividad y solidaridad entre los integrantes, para más tarde con el moderno despertar de los derechos políticos desencadenar unas reivindicaciones de autogobierno. (Alvarez Junco, capitulo 1)

De esta manera por ejemplo, el ensayista británico Walter Bagehot escribió en el siglo XIX que las naciones son «tan viejas como la historia» (Alvarez Junco, capítulo I)

La concepción primordialista cree por tanto que la nación es lo natural e inherente al ser humano, mientras que el estado, entendido como la estructura política, es lo artificial, una construcción humana. (Álvarez Junco, capítulo 1)

Tan integrados estaban estos conceptos primordialistas hasta mediados del siglo XX, que el presidente Woodrow Wilson pensaba que la falta de ajuste entre los estados y las naciones era la causa de los problemas europeos en los últimos siglos. Por ello, este planteamiento conducía inevitablemente a adecuar las fronteras de los estados a las realidades étnicas. No obstante, la universalización de estas ideas y su intento de ponerlas en práctica supuso multitud de problemas a lo largo del siglo XX, puesto que los límites culturales son en realidad difusos, habiendo una abigarrada red cultural humana que no se podía circunscribir a compartimentos políticos nítidos. Esta imposibilidad práctica, el hecho de que existan comunidades con una fuerte conciencia nacional pero que están constituidas por poblaciones con diferentes lenguas, religiones y culturas (EE.UU o Suiza por ejemplo), la configuración de los fascismos europeos y los horrores de la segunda guerra mundial que se originaron en parte como consecuencia de las ideas nacionales, llevaron a diferentes pensadores a cuestionarse si realmente esta concepción explicaba la verdadera naturaleza del problema. De esta aqui surgirían diversos autores, los llamados modernistas o constructivistas, que aportarían una explicación diferente al origen de las naciones y el nacionalismo. (Alvarez Junco, Capítulo I)

Modernistas o constructivistas[editar]

Artículo[editar]

Al margen de la variedad de definiciones y conceptos del término nación, las cuales versan sobre convenciones lingüísticas y no de la explicación científica de distintas realidades, existen dos corrientes que intentan explicar la naturaleza y surgimiento del fenómeno. Estas son la perennista o primordialista y la modernista o constructivista. Esta segunda surge en relación a una crítica sobre la primera.

Perennistas o primordialistas[editar]

Hasta mediados del siglo XX la única visión consagrada que trataba de explicar el surgimiento de las naciones y el nacionalismo establecía que estas habían existido desde siempre, puesto que el sentimiento de pertenencia a una colectividad nacional era natural en el ser humano. Por ellas se entendía a los pueblos con una determinada lengua, raza, religión o cultura, de los cuales surgirían espontáneamente unos sentimientos de pertenencia a una colectividad y solidaridad entre los integrantes, para más tarde con el moderno despertar de los derechos políticos desencadenar unas reivindicaciones de autogobierno. (Alvarez Junco, capitulo 1)

De esta manera por ejemplo, el ensayista británico Walter Bagehot escribió en el siglo XIX que las naciones son «tan viejas como la historia» (Alvarez Junco, capítulo I)

La concepción primordialista cree por tanto que la nación es lo natural e inherente al ser humano, mientras que el estado, entendido como la estructura política, es lo artificial, una construcción humana. (Álvarez Junco, capítulo 1)

Estos conceptos primordialistas, heredados del romanticismo alemán del siglo XIX, estaban tan integrados hasta mediados del siglo XX, que el presidente Woodrow Wilson pensaba que la falta de ajuste entre los estados y las naciones era la causa de los problemas europeos en los últimos siglos. Por ello, este planteamiento conducía inevitablemente a adecuar las fronteras de los estados a las realidades étnicas. No obstante, la universalización de estas ideas y su intento de ponerlas en práctica, supuso multitud de problemas a lo largo del siglo XX, puesto que los límites culturales son en realidad difusos, habiendo una abigarrada red cultural humana que no se podía circunscribir a compartimentos políticos nítidos. Esta imposibilidad práctica, el hecho de que existan comunidades con una fuerte conciencia nacional pero que están constituidas por poblaciones con diferentes lenguas, religiones y culturas (EE.UU o Suiza por ejemplo), la configuración de los fascismos europeos y los horrores de la segunda guerra mundial que se originaron en parte como consecuencia de las ideas nacionales, llevaron a diferentes pensadores a cuestionarse si realmente esta concepción explicaba la verdadera naturaleza del problema. Así pues surgirían diversos autores, los llamados modernistas o constructivistas, que aportarían una explicación diferente al origen de las naciones y el nacionalismo. (Alvarez Junco, Capítulo I)

Modernistas o constructivistas[editar]

La perspectiva modernista surje a mediados del siglo XX como consecuencia de una crítica por parte de diversos autores a los postulados primordialistas, ya que consideraban que no conseguía explicar de manera suficiente el fenómeno nacional.

Los postulados constructivistas, de manera genérica, consideran que las naciones no son fenómenos naturales existentes desde siempre en la historia de la humanidad e innherentes al ser humano, sino construcciones sociales, como lo es por otra parte, según otros autores, todo el conjunto de la realidad social. Las identidades nacionales, las cuales tienen como rasgo significativo la soberanía de la población sobre un territorio, serían un producto de la modernidad. De esta manera, el sujeto colectivo de la nación comenzaría a surgir solamente en el momento de la historia en el cual se empezaran a generar nuevas libertades sociales y se defina al pueblo como sujeto soberano, lo cual solo ocurriría en los últimos siglos. Las naciones no son algo permanente en el tiempo, puesto que el hecho de que sean construcciones implica que en algún momento terminarán por desaparecer, nada es eterno. Cada nación sería construida en un momento dado, no fechable ni repentino, tendría vigencia durante un periodo y acabaría por desaparecer, contrariamente al pensamiento del común de nacionalistas. (alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos)

Las naciones serían producto del nacionalismo y de la modernidad y no el nacionalismo producto de las naciones, tal y como afirma el primoridialismo. Tampoco serían entidades objetivas como las montañas o los ríos, sino elementos subjetivos construidos por un grupo humano y cuya existencia en términos científicos se situaría unicamente en la mente de sus seguidores. La manera de construir las naciones sería mediante la elaboración de una serie de relatos, en los cuales se realiza una reinterpretación de la historia o de la cultura en clave nacional. Se crearían asimísmo símbolos y tradiciones. Todos estos elementos serían transmitidos y integrados por la comunidad o en otras palabras, se crearía la nación. No obstante, estas no pueden ser construidas de la nada, sino que solamente pueden hacerlo sobre unas características de base que sean plausibles, como una historia o unos elementos culturales que posibiliten ser reinterpretados en clave nacional.(Alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos). Sin embargo, como decía el antropólogo Frederik Barth, los elementos que definen una identidad colectiva como la nación, no son el conjunto de características objetivas que diferencian a un grupo de otro y que este tiene en común, si no solo aquellas que son puestas en valor por el grupo. De esta manera por ejemplo, un idioma tiene unicaménte un valor comunicativo, hasta que con el surgimiento moderno del fenómeno nacional se le da un valor en estos términos.(Los grupos étnicos y sus fronteras, Mexico D.F. fondo de cultura económica 1978, pagina 15) Por otra parte, los estados que con la llegada de la modernidad no consiguieron crear naciones han acabado por desaparecer, a pesar de haber tenido una historia muy larga en el tiempo.(alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos)De todo esto se deduce que el historiador es parte activa de la historia y no mero espectador que se dedica a reflejar el pasado, puesto que con la elaboración de sus trabajos participa activamente de la construcción de la nación.(Capitulo I, consecuencias para el historiador)

Otro argumento aportado por estos autores de manera común es que el ser humano ha vivido a lo largo de la historia en muy diversas organizaciones políticas (imperios, reinos etc...) y que ninguna de ellas se correspondía con naciones, ententidas estas como espacios culturalmente homogéneos. Tampoco la identificación de sus integrantes correspondía con las mismas. Ellos se sentían perteneciéntes a otras entidades diferentes (parroquias, comarcas, linajes, estamentos...) insertas a su vez en comunidades más grandes religiosas de manera que se indetificaban con ellas antes que con sus respectivos estados políticos. Un ejemplo de ello es que no se consideraba antinatural que el monarca fuera extranjero, al contrario de lo que sucedería en el mundo contemporáneo. (alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos)

La nación da autoestima, dice a las personas quien son y las entronca en un marco territorial que se muestra como eterno, anterior al nacimiento y posterior a la muerte. Por este motivo es capaz de cubrir problemas emocionales como la debilidad, la soledad o la muerte. Asimísmo crea un colectivo de personas, una fraternidad, en el que prima la camaradería, a pesar de haber diferencias importantes entre sus integrantes de tipo geográfico, social o de clase.(alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos)(Capitulo I, consecuencias para el historiador)

Las naciones son una clase de indentidad colectiva y todas, incluidas aquellas que se basan en hechos biológicos palpables, tienen mucho de construido. (alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos)

Estos postulados provocaron una revolución en la comunidad académica y a partir de ellos han ido realizándose estudios donde se explica como fue creada cada identidad nacional particular y quienes fueron sus impulsores.(Alvarez Junco, capítulo Icomo cambia la manera de explicar un problema)

Teóricos del constructivismo o modernismo y algunas de sus aportaciones[editar]

Algunos de sus principales teoricos fueron los científicos sociales Elie Kedourie, Geller, Anderson, Hobsbawm y Billig. Ejemplos de sus aportaciones fueron las siguientes:

El historiador y politólogo Elie Kedourie en su libro de 1961 llamado Nacionalism, explicaba que existía una dificultad en determinar de forma objetiva los ingredientes esenciales que componían las identidades nacionales. Sus conclusiones fueron que no había ningún factor objetivo universalizable ni suficiente por si mismo para fundamentar el hecho nacional. También señaló que si el sentimiento nacional fuera natural, no tendría que ser inculcado y sin embargo es el estado el que lo inculca mediante la educación u otros medios, por lo cual es el estado el que crea las naciones y no a la inversa. La configuración de los estados es imprescindible para el surgimiento de las naciones.(Avarez Junco, Capítulo I, como cambia la manera de explicar un problema)

En parecidos términos hablaba el antropólogo social Ernest Geller en los años 70. Este definía la nación como un producto moderno consecuencia de la industrialización, es decir, la sociedad estaba inicialmente compuesta por grupos humanos rurales ligados por fliaciones familiares y aislados del mundo exterior por falta de comunicaciones y por la existencia de múltiples dialéctos locales. Con la industrialización y el nuevo modelo mercantil hubo una necesidad práctica de crear espacios culturalmente homogéneos. También esto provocó una nueva estratificación social y una nueva organización política. Los dirigentes encontraron en el nacionalismo el instrumento que facilitaba el crecimiento económico, la integración social y la legitimación de la nueva estructura de poder.(Alvarez Junco, capítulo Icomo cambia la manera de explicar un problema)

El antropólogo Benedict Anderson pensaba que el nacionalismo creaba a las naciones y que al contrario de lo que pueda parecer, no contribuía a conservar la diversidad cultural, sino que por el contrario la eliminaba, estableciendo unos cánones de homogeneidad y uniformidad cultural. Pensaba que las naciones no eran elementos naturales, sino construcciones sociales humanas inventadas, acuñando en este sentido el término «comunidades imaginadas», repetido hasta la saciedad en la literatura especializada.(Benedict Anderson, Comunidades imaginadas)(Alvarez Junco, capítulo Icomo cambia la manera de explicar un problema) Anderson ha comparado a la religión con las naciones, porque cubre preocupaciones y problemas emocionales humanos perennes como la debilidad, la enfermedad y la muerte, en la misma medida que lo hacen estas y también porque ofrece un relato sagrado, inserta al sujeto en un marco temporal eterno, que va más allá de la muerte y es anterior al nacimiento y ofrece una serie de rituales y preceptos que integran al individuo en un colectivo.(alvarez Junco, capítulo I, Fin de la etapa. Que creemos saber hoy sobre naciones y nacionalismos)

Por su parte el historiador Eric Howsbawn analizó todas las características en las que dice sustentarse la nación (lengua, cultura, religión....) para acabar concluyendo que no existe ninguna que pueda ser aplicada a los distintos casos de nación con un mínimo de rigor y generalidad siendo todos borrosos. Una nación es algo totalmente subjetivo y no una realidad susceptible de ser analizada a partir de factores objetivos. Una sociedad que sea homogenea desde el punto de vista religioso, racial, lingüistico, con permanencia histórica es un mera entelequia. (Alvarez Junco, capítulo I, como cambia la manera de explicar un problema)

Michael Billing en su libro de los años noventa titulado Nacionalismo banal sostenía que uno de los factores constructores de la nación es la existencia de simbolos nacionales como banderas o himnos que en si mismos parecen inofensivos y pasan desaprecividos, pero que se echan de menos cuando faltan y contribuyen a crear una identidad de grupo. (Alvarez Junco, capítulo I, como cambia la manera de explicar un problema) (Billing, Nacionalismo Banal)


Prueba de Cozen[editar]

La prueba de Cozen es una prueba clínica y test ortopédico utilizado en medicina y en fisioterapia para examinar los tendones de inserción de la musculatura epitroclear y epicondilea en el codo de un paciente. Su objetivo es estimar el diagnóstico de una tendinopatía en los mismos.

Esta prueba tiene dos variantes que son la prueba de Cozen clásica para evaluar la presencia de epicondilitis y la prueba de Cozen invertida para valorar la existencia de epitrocleitis.

Realización[editar]

Prueba de Cozen:

El paciente esta sentado con el antebrazo en pronación, el codo flexionado en 90º y el puño cerrado. El terapeuta toma el codo del paciente con una de sus manos y con la otra contacta con la cara dorsal de su mano.A continuación el paciente manteniendo cerrado el puño debe realizar una extensión de la muñeca y una desviación radial que es resistida por el terapeuta mediante la aplicación de otra fuerza contraria con la mano colocada sobre ella al efecto.

La prueba es positiva si aparece dolor en la región epicondílea. En su caso el resultado es susceptibble de ser interpretado como una epicondilitis.

Prueba de Cozen invertida:

El paciente está sentado con los brazos pegados al cuerpo. El codo lo coloca en una flexión de 20º, el antebrazo está supinado y la muñeca extendida. El terapeuta toma contacto con el codo del paciente con una mano y la otra la sitúa sobre la palma de la mano de este. En esta posición se le pide al paciente que realize una flexión de la muñeca que es resistica por el terapeuta con la mano colocada al efecto.

Si aparece dolor en la zona de la epitróclea la prueba se considera positiva y su resultado es compatible con una epitrocleitis.

Sensibilidad y especificidad[editar]

La sensibilidad de el test de Cozen clásico es del 84% y la especificidad del 0%.

Bibliografía:[editar]

http://www.scielo.org.co/pdf/med/v19n1/v19n1a08.pdf

https://www.meds.cl/wp-content/uploads/9.-Art-5.-Corvala%CC%81n-Vega.pdf

https://books.google.es/books?id=A-TcDwAAQBAJ&lpg=PA153&ots=Y4-7YaCSZH&dq=sensibilidad%20especificidad%20prueba%20de%20cozen&hl=es&pg=PA153#v=onepage&q=sensibilidad%20especificidad%20prueba%20de%20cozen&f=false


Prueba de Spurling[editar]

La prueba de Spurling es una prueba clínica y test ortopédico utilizado en medicina y en fisioterapia para examinar la integridad de las raices nerviosas cervicales de un paciente. Su objetivo es estimar el diagnóstico de una radiculopatía en los mismos o bien de una patología facetaria.

Realización[editar]

La realzación de la prueba se describe con algunas variantes en las distintas fuentes bibliográficas, si bien en todas ellas es similar en los sustancial.

Según el manual de Pruebas diagnósticas en traumatología y ortopedia de Antonio Jurado Bueno[editar]

Para la realización de esta prueba el paciente se coloca sentado con la cabeza en posición neutra mientras que el terapeuta se sitúa detrás del mismo colocando ambas manos sobre su cabeza. En esta posición el terapeuta inclina la cabeza hacia un lateral y se aplica una fuerza de compresión axial sobre ella. Después se repite la prueba hacia el otro lado.

Según Bardley[editar]

Este autor describió la maniobra en tres pasos. Primero se sitúa la cabeza del paciente en posición neutra y se realiza una compresión axial, si no aparece dolor se realiza el mismo procedimiento con el cuello en extensión y si nuevamente no aparece dolor se realiza en extensión y con rotación hacia el lado afecto. Si aparece sintomatología en alguno de los pasos no se procede al siguiente.

Según el manual de Pruebas clínicas para patología ósea artícular y muscular de Klauss Backup et al[editar]

El paciente se coloca en sedestación con la cabeza en posición neutra. Le terapeuta se coloca detrás con ambas manos en la cabeza. En esta posición el terapeuta rota e inclina la cabeza del paciente hacia un lado para después rotarla e inclinarla hacia el lado contrario. Con la cabeza del paciente sita en estas posiciones el terapeuta coloca una de sus manos sobre la otra y realiza unas pequeñas percusiones. Si al realizarlo no aparecen síntomas se repite la prueba pero añadiendo un movimiento de extensión cervical que va aumentando de forma progresiva.

Según el manual Netter. Exploración clínica en ortopedia de Jhosua A. Cleland et al[editar]

Este manual compila las múltiples variantes de la prueba, tanto la que se hace una simple inclinación cervical y compresión axial como las que a este movimiento se añade una rotación hacia al mismo lado y una extensión.

Hallazgo positivo[editar]

La prueba solo se considera positiva si aparece dolor y/o sintomatología radicular como parestesias que irradian desde la columna cervical hasta el brazo del paciente o bien si estos síntomas al realizar la prueba se intensifican. No se considera positiva cuando la sintomatología se queda localizada en la zona cervical.

Cuando al realizar la prueba con inclinación de la cabeza aparecen síntomas en el lado cóncavo, este hecho se asocia con una irritación de la raíz nerviosa. Esto se denomina signo de Spurling. Cuando por el contrario aparecen síntomas en el lado convexo se deben a la propia distensión y estiramiento muscular, entonces el signo se denomina Spurling inverso.

Fundamento biomecánico de la prueba[editar]

Biomecanicamente la maniobra consigue disminuir el espacio de los foramenes intervertebrales cuya area ya se encuentra reducida de por si si hay alguna patología que contribuya a ello como espondilosis, osteofitos, atrofia de las articulaciones facetarias o protusión del disco vertebral. Por tanto al cerrar aún más el espacio y provocar una compresión intervertebral mediante la prueba, se consigue desencadenar una respuesta patológica de irritación de las raices nerviosas que se manifiesta con sintomatología en el dermatoma de la raíz afectada.

Sensibilidad y especificidad[editar]

Según un estudio de Henry C Tong et al la sensibilidad de este test de 6/20 (30%) y la especificidad de 160/172 (93%). Porn tanto las conclusiones de su estudio fueron que no tiene una gran sensibilidad pero si una alta especificidad. En este estudio la forma de realizar el test consistía en aplicar una inclinación, una extensión cervical y una compresión axial.

La sensibilidad y la especificidad varía según la variante de la prueba utilizada.

Referencias[editar]

Bibliografía[editar]

https://books.google.es/books?id=XxJ4CXkU7gQC&lpg=PA19&ots=ieX-516gUs&dq=prueba%20de%20spurling&hl=es&pg=PA20#v=onepage&q=prueba%20de%20spurling&f=false

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/11805661/

https://fe.uacam.mx/view/download?file=66/adjuntos/Manual_de_Clinica_Diferencial..pdf&tipo=paginas