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Reconocimiento de emociones[editar]

Reconocimiento interno de las emociones[editar]

El foco histórico de las ciencias afectivas ha sido intentar decidir si la experiencia emocional es un proceso previo o posterior a la interpretación estímulo-respuesta. La primera es una aproximación unívoca orientada al cuerpo y sus sensaciones, y la segunda una enfocada hacia la mente y sus procesos cognitivos, sin embargo, ambas han dejado cabos sueltos. Por eso, hoy se sostiene la combinación de las dos posturas y se focaliza, más que en su dualidad, en la compleja interacción que hay entre el cuerpo y la mente para poder explicar mas adecuadamente la experiencia emocional. [1]

El reconocimiento emocional interno tiene su base en la comunicación entre el cuerpo y la mente, o sea, la capacidad interoceptiva. Esta, en su nivel más rudimentario, permite percibir los cambios en el estado de los órganos y las vísceras (ya sea, frecuencia cardíaca, cadencia respiratoria o el grado de saciedad); también registra las reacciones del Sistema Nervioso Autónomo ante estímulos ambientales concretos. El procesamiento de esa información, desde la identificación del cambio, su descripción y su asociación con un estímulo-respuesta específico, suponen la concientización atencional interna; la cual deriva en la construcción de patrones significativos conocidos, las emociones. [1]

El acceso a la información física, por parte de la mente, tiene tres etapas. La primera comprende un análisis general del cuerpo, o sea, hacerse conscientes del estado interno. Un escalón más arriba, la atención se focaliza en las áreas de tensión corporal. Finalmente, se puntualiza en las áreas de disconfort (dolor, molestia, picazón, irritación). [1]

Las emociones son compartidas con otras especies y han evolucionado a lo largo de la historia. Tienen funciones específicas en el organismo, como:

  • asegurar la supervivencia ante estímulos amenazantes, frente a los cuales podemos luchar, huir, paralizarnos.
  • preservar la integridad física, o sea, el grado de satisfacción y bienestar.
  • ayudar a la construcción de lazos afectivos, desde reconocer si alguien nos inspira una sensación positiva o negativa, como también, ser la base para la construcción de la empatía.
  • influir en la regulación homeostática, en conjunto con el sistema inmunológico y la actividad metabólica.

Es debido a estas funciones que los pacientes que sufren estrés crónico agudo, como las personas que tienen desórdenes emocionales severos, presentan una desregulación del estado de activación atencional, aconteciendo un grado de hiper o hipo concientización emocional. [1]

El autoconocimiento emocional (AE) supone la capacidad de ser conscientes de las emociones propias, de conocerlas y entenderlas. El tomar conciencia es un proceso atencional que está interconectado con funciones evaluativas e interpretativas internas. Esta capacidad posibilita identificar, detectar y descifrar emociones que se hayan inmersas en gestos, imágenes, voces y artefactos culturales; como también reconocer los propios sentimientos. Este último abarca tanto el monitoreo y diferenciación de aspectos actitudinales, como las expresiones corporales externas (postura) e internas (vísceras), hasta el procesamiento subjetivo de esas experiencias. [2]

La autorregulación emocional (ARE) es la capacidad de mantener bajo control las emociones perturbadoras que desequilibran psicológicamente. Esta habilidad es esencial para afrontar los hechos estresantes que se presentan en la vida cotidiana de una manera proactiva y resiliente, por lo que su ausencia aumenta la probabilidad de que se sufra de depresión, ansiedad y problemas de conducta, derivando en un bajo rendimiento académico o laboral. [2]

Cabe destacar la existencia de una imposibilidad o dificultad para identificar y describir emociones, denominada alexitimia. Sus manifestaciones suelen ser: dificultad para reconocer, usar y verbalizar emociones, conflictos para localizar las sensaciones corporales e interpretarlas como una emoción específica; además en los estadios de la primera infancia, se observará una comunicación preverbal rígida, con escasa mímica y pocos movimientos corporales.[3]

El autoconocimiento emocional y la autorregulación emocional son indicadores de la inteligencia emocional. Estos son sustanciales para consolidar la autoconfianza, la cual es un factor relacionado positivamente con el bienestar y la felicidad; contribuyendo a que los individuos lleven una vida personal y social más placentera. Asimismo, el AE y la ARE ayudan a: reducir la ansiedad, superar situaciones estresantes, mejorar las relaciones interpersonales, tolerar las frustraciones y desarrollar habilidades de resolución de problemas, en diferentes ámbitos, ya sea personal, familiar, social o laboral. [3]

Se ha comprobado que a mayor autoconocimiento emocional, hay más probabilidad de tener autorregulación emocional. La capacidad de una mayor percepción e identificación de las emociones supone un mejor desarrollo de la tolerancia a la frustración. Además, hablar abiertamente de las emociones y reconocer señales internas, aumenta la probabilidad de regular los impulsos, así como de generar estrategias de afrontamiento más efectivas. Los adultos tienen más desarrollado el autoconocimiento emocional que los adolescentes, lo que supone que haya diferencias significativas en los niveles de inteligencia emocional en estos dos grupos etarios. A su vez, se han encontrado diferencias en cuanto al sexo de los individuos: las mujeres presentan mayores niveles de autoconocimiento emocional y en la capacidad de comunicarlas, en comparación con los hombres. Esto deriva en una superioridad en los niveles de expresividad y de regulación de sus emociones. Cabe mencionar que estos hallazgos no aportan evidencia para confirmar que estas diferencias sean de índole biológica. Esto deja la posibilidad de que la causa sea parte del procesamiento de socialización en el que se hallan inmersos los individuos. [3]

Como dato curioso, existen estudios que confirman diferencias en estas habilidades entre estudiantes de universidades privadas y públicas. Los primeros tienen mayores niveles de autoconocimiento emocional que los segundos, y estos a su vez superan a los de la privada en los niveles de autorregulación emocional. También se encuentra una relación entre los intentos de suicidio y las dificultades que presentan los jóvenes universitarios para manejar sus emociones y enfrentar problemas. Por ejemplo, situaciones como la finalización de una relación sentimental, peleas con seres queridos, vivir lejos de la familia, la pérdida del empleo, el divorcio de sus padres, entre otros. [3]

Reconocimiento externo de las emociones[editar]

Las emociones tienen una gran relevancia para el desarrollo biopsicosocial, especialmente sirven de base para construir relaciones afectivas; ya que permiten la adecuación y comunicación en contextos sociales, mediante vías de comunicación no verbales.[4]

Las emociones son reconocidas principalmente mediante las expresiones faciales. Se pueden reconocer cinco emociones básicas: tristeza, alegría, enojo, asco y miedo. Las caras se almacenan mentalmente de acuerdo a qué emoción expresa; para que sea decodificada, se toma en cuenta la información brindada por los ojos y la boca. Sin embargo, estas partes no son igualmente informativas para la caracterización emocional, sino que se hace un diagnóstico diferencial de los rasgos. Los ojos aportan mayor información en cuanto a la identificación del miedo (expresión fácilmente confundible con la sorpresa) y el enojo. Por otro lado, la tristeza es detectada gracias a interpretación de la postura de las cejas. La boca, cuando se levanta y se separa el labio superior pero se bajan las comisuras, denota asco; contrariamente, la felicidad corresponde a la elevación y separación de los labios.[5]Duchenne sostiene, sin embargo, que una sonrisa genuina puede ser identificada por la acción involuntaria del músculo orbicular, el cual forma arrugas alrededor de los ojos.[4]

Bases neurales de las emociones[editar]

El estudio de los sustratos biológicos que subyacen a los estados emocionales ha sido un asunto de gran interés para la neurociencia afectiva. Es considerable la proporción de estructuras interconectadas que intervienen en la afectividad (ya sean corticales como subcorticales y pertenecientes al sistema nervioso central como al periférico), por lo que no se debe asociar al “cerebro emocional” con un sistema anatómico y funcional exclusivamente delimitado al ámbito afectivo.[6]​ No obstante, la evidencia empírica sugiere la participación de ciertas estructuras neurales en el procesamiento emocional específico como genérico.[7]

Amígdala[editar]

También se la conoce como núcleo amigdalino. Se trata de un complejo de núcleos (materia gris) localizado en la profundidad del lóbulo temporal medial. Adopta tal denominación por asemejarse morfológicamente a una almendra.[8]​ Su conexión directa con el hipotálamo (ubicado en el diencéfalo) permite la regulación de los estados de conducta como el estrés, la ansiedad y el miedo, al estar éste involucrado en el control del sistema nervioso autónomo y el endócrino.[9]

Se trata de una región de suma importancia para el procesamiento de emociones debido a las múltiples funciones que cumple, que pueden dividirse en tres niveles:[6]

Procesamiento de las expresiones faciales de las emociones[editar]

Involucra el detectar, generar y mantener la diversidad existente de las expresiones faciales de las emociones (entre ellas: la sorpresa, el asco, la ira, el miedo, la tristeza y la alegría), principalmente la de miedo.[7]​ Tal afirmación se sustenta de la evidencia hallada de pacientes con lesiones bilaterales en la amígdala, en los que su capacidad de distinguir expresiones de miedo en humanos se encuentra alterada. De igual modo, aquellos con lesiones unilaterales presentan dificultades en esta habilidad, aunque en una intensidad menor.[6]

Asimismo, estudios con neuroimágenes funcionales develaron la activación selectiva de esta área ante la presentación de rostros con expresión de miedo, incluso cuando dicho estímulo era presentado a una velocidad que impedía que el sujeto fuese consciente de su cualidad. Esto indica que la amígdala puede efectuar un procesamiento automático y breve de la expresión emocional de un rostro.[6]

Condicionamiento del miedo[editar]

El núcleo amigdalino interviene en el procesamiento del miedo durante el condicionamiento conductual, suscitando una respuesta de alarma y defensa frente a un estímulo considerado como amenazante por el sujeto mismo, mediante las dos vías alternativas.[7]

Su lesión se traduce en fallas tanto en la adquisición de miedos condicionados como en la extinción de los ya consolidados.[7]​ Se comprueba así el rol que asume en el aprendizaje y en el almacenamiento de memorias implícitas y no declarativas del miedo, que se recuperan a través de una expresión conductual condicionada.[6]

A su vez, se evidencia el incremento de la actividad de esta región en el condicionamiento del miedo en sujetos normales (sin lesiones neurales).[6]

Consolidación de memorias emocionales[editar]

Se ha demostrado que en las experiencias emocionales, tanto las positivas como las negativas, se liberan determinadas hormonas que influencian la consolidación de memorias y que esa influencia es moderada por la amígdala.[6]

Corteza cingulada anterior (CCA)[editar]

Al encontrarse en una zona de conexión entre la corteza prefrontal y diferentes estructuras subcorticales, es una región clave en la integración y la modulación de los múltiples sistemas funcionales (visceral, atencional y emocional) que convergen.[7]

Se trata de una estructura crucial para la experiencia emocional consciente (sentimiento)[7]​.Lesiones en la corteza cingulada anterior implican disminuciones en la intensidad emocional. [6]

Asimismo, se vería comprometida en la regulación de emociones[7]​.

Diversos estudios han sostenido que los daños en la CCA conducen a alteraciones de espontaneidad, a raíz de la ausencia de motivación para iniciar conductas. Incluso, esta corteza se activa con mayor magnitud en tareas en las que los sujetos se encuentran más involucrados emocionalmente.[6]

Por último, en lo que a lo afectivo respecta, según sugerencias del pensamiento actual, esta área estaría encargada del control de los conflictos entre los estados funcionales del organismo y la información emergente que tenga consecuencias emocionales, al enviar dicha información conflictiva a regiones prefontales para su solución.[7]

Corteza prefrontal (CPF)[editar]

La corteza prefrontal ejerce funciones afectivas distintivas de acuerdo a sus subdivisiones anatómicas:[6]

  • las zonas orbitofrontal y ventromedial juegan un papel en el establecimiento de representaciones neurales de la valencia del estímulo, basándose en el estado afectivo de placer o displacer que connota. De esta manera, el estímulo que ocasiona una respuesta placentera, será asignado como un reforzador, en contraposición al que origina un estado de displacer o dolor, que será percibido como una amenaza. [6]​Varios estudios experimentales sostienen la relación de la región orbitofrontal con el aprendizaje de asociaciones entre un estímulo determinado y un reforzador primario (tales como la alimentación, el sexo, etc.) o uno significativo para el propio individuo.[7]
  • la CPF dorsolateral y ventromedial están ligadas a la generación de representaciones conceptuales y de contenidos mentales asociados a la emoción. Por ende, participan en la regulación emocional afectiva, aparte de en la atribución de estados mentales a otros sujetos (capacidad conocida como “Teoría de la mente” o ToM). En el caso de la inferencia de los estados mentales afectivos (de las emociones y los sentimientos), la región involucrada es la ventromedial. En cambio, la corteza dorsolateral interviene en lo referente a lo cognitivo (ya sean las intenciones, las creencias, los pensamientos).[6]

Por otra parte, se propone que la corteza prefrontal actúa como una guía conductual hacia aquello cualificado como lo más adaptativo. Por consiguiente, dicha corteza se encargaría de una regulación de las respuestas emocionales de tipo “top down” (desde la corteza hacia las estructuras subcorticales). Para la consecución de las múltiples metas adaptativas pueden llevarse a cabo tanto conductas de acercamiento (procesadas por la CPF izquierda) como inhibidoras o de evitación (CPF derecha).[7]​ Esto implica que los niveles de asimetría funcional (por la hiperactivación de una de las dos cortezas prefrontales) tiene una fuerte influencia en el estilo afectivo humano, además de que sus variaciones predisponen al surgimiento de distintos trastornos afectivos y/o de alteraciones comportamentales.[6]

Antonio Damasio también es otro de los autores que ha estudiado la CPF. De acuerdo a sus aportes, esta estructura ejerce un papel fundamental en la toma de decisiones de relevancia emocional. Su hipótesis es conocida como la de los “marcadores somáticos”, siendo éstos reacciones fisiológicas asociadas a eventos pasados de significancia emocional que se “disparan” ante circunstancias actuales análogas a ellas.[7]​ De esta manera, también ha sugerido que cuando se piensa sobre las consecuencias potenciales de una conducta, el recuerdo del estado emocional en condiciones similares permite proporcionar información útil para evaluar esa conducta al activar proyecciones noradrenérgicas y colinérgicas del tronco del encéfalo y el prosencéfalo basal, reproduciendo así las sensaciones conscientes del estado emocional recordado en la corteza.[9]​ El procesamiento de estos “marcadores somáticos” se localizaría en la corteza ventromedial.[6]

Trastornos psiquiátricos y neurológicos asociados[editar]

Población con déficit en cognición social[editar]

Las personas con trastorno del espectro autista, trastorno de ansiedad social, TDAH y esquizofrenia presentan deficiencias generalizadas en el procesamiento de expresiones faciales que denotan emociones básicas, específicamente en el reconocimiento de señales de miedo y tristeza[10]​. Quienes padecen TDAH, además, tienen dificultad para reconocer emociones básicas como el enojo y el asco; mientras que con las expresiones de sorpresa o de alegría, no presentan problemas[11]​. La causa del déficit en el reconocimiento emocional se atribuye normalmente a un hipofuncionamiento de la amígdala. Estas emociones, bajo funcionamiento normal, actúan como pautas inhibitorias de comportamientos inapropiados (como la agresión) y, contrariamente, sustentan respuestas conductuales empáticas. Cabe mencionar que incluso en individuos sanos, el miedo es el más difícil de reconocer, a diferencia de expresiones como la felicidad y la tristeza.[10]

Demencia frontotemporal variante frontal[editar]

 La variante frontal de la demencia frontotemporal (DFTvf) se caracteriza por un severo trastorno de la conducta y la personalidad. La sintomatología conductual comprende desde comportamiento depresivo, desinhibición social y sexual, apatía, hiperfagia (aumento excesivo de la sensación de apetito, especialmente alimentos dulces), entre otras.[12]

Esto puede ser explicado, no excluyentemente, por alteraciones en el procesamiento emocional a causa de afectaciones en ciertas regiones anatómicas. El sustrato neural de las emociones básicas podría resumirse en: amígdala, hipotálamo y corteza cingulada anterior. Sin embargo, las emociones secundarias, aunque se apoyan en esas estructuras, también requieren de la activación de las capas prefrontales ventromediales, que son las que resultan alteradas en esta patología.[12]

La teoría de la mente (Theory of Mind, ToM) se entiende como la capacidad intrínseca del ser humano de adjudicar estados mentales cognitivos y emocionales a otros. Para identificar emociones secundarias o complejas, es necesario contar con TOM, ya que mediante esta función cognitiva se puede interpretar la información facial en múltiples niveles de profundidad. Alteraciones en esta capacidad, resultan en cambios en la personalidad de las personas con DFTvf. El reconocimiento facial de emociones básicas es un proceso cognitivo disociable de la inferencia a partir de la mirada de estados emocionales secundarios [12]​.

Lesiones de la corteza prefrontal ventromedial[editar]

La corteza prefrontal ventromedial permite prestarle atención a los ojos y reconocer las emociones con mayor precisión. Se ha hallado que en personas con desórdenes del espectro autista, esquizofrenia, depresión, psicopatía, traumatismo cerebrales, esclerosis múltiple o víctimas de maltrato infantil, esta área se encuentra lesionada. Por lo que, en gran parte de los casos, suelen haber anomalías en el comportamiento social; especialmente se halló una dificultad en el reconocimiento de expresiones de ira. Sin embargo, dándole instrucciones al paciente sobre dónde fijarse, el reconocimiento de emociones mejora [13]​.

Referencias[editar]

  1. a b c d Price, Cynthia J. (2018 May 28). «Interoceptive Awareness Skills for Emotion Regulation: Theory and Approach of Mindful Awareness in Body-Oriented Therapy (MABT)». Frontiers in Psychology. doi:10.3389/fpsyg.2018.00798. 
  2. a b Goleman Daniel (2012). Inteligencia Emocional. Bolsillo Zeta. 
  3. a b c d Santoya Montes, Yanin (18 de junio de 2018). «Las emociones en la vida universitaria: análisis de la relación entre autoconocimiento emocional y autorregulación emocional en adolescentes y jóvenes universitarios». Psicogente. doi:http://dx.doi.org/10.17081/psico.21.40.3081 |doi= incorrecto (ayuda). 
  4. a b Gordillo, Fernando (26 de abril de 2013). «La expresión facial de las emociones: historia y aplicaciones». La expresión facial de las emociones: historia y aplicaciones. 
  5. Wegrzyn, Martin; Vogt, Maria (2017 May 11). «Mapping the Emotional Face. How Individual Face Parts Contribute to Successful Emotion Recognition». Mapping the Emotional Face. How Individual Face Parts Contribute to Successful Emotion Recognition. PMID 28493921. doi:10.1371/journal.pone.0177239. 
  6. a b c d e f g h i j k l m n Labos, E.; Slachevsky, A.; Torralva, T.; Fuentes, P.; Manes, F. (2018). «Neuroanatomía Funcional de las Emociones». Tratado de Neuropsicología Clínica (2da Edición). Buenos Aires: Akadia. 
  7. a b c d e f g h i j k Phan, K.L.; Wager, T.; Taylor, S.F.; Liberzon, I. (2002 Jun;16). «Functional neuroanatomy of emotion: a meta-analysis of emotion activation studies in PET and fMRI». Neuroimage. PMID 12030820. doi:10.1006/nimg.2002.1087. 
  8. Snell R.S (2007). Neuronatomía Clínica. Editorial Médica Panamericana. ISBN 978-950-06-0089-7. 
  9. a b Kandel & Schwartz (2001). Principios de Neurociencia. España: McGraw-Hill. ISBN 9788580554052. 
  10. a b Marsh, Abigail A. (2007 Jan 1). «Deficits in facial affect recognition among antisocial populations: a meta-analysis». Neuroscience & Biobehavioral Reviews. doi:10.1016/j.neubiorev.2007.08.003. Consultado el 2007 Sep 1. 
  11. Retz-Junginger, Petra (May 2016). «Deficits in Facial Expression Recognition in Adult Attention-Deficit Hyperactivity Disorder». Psychiatr Prax. doi:10.1055/s-0034-1387570. 
  12. a b c Tabernero, Maria Eugenia (Diciembre 2011). «Reconocimiento facial de emociones básicas y complejas en una población de pacientes con demencia frontotemporal variante frontal». Anuario de Investigaciones, vol.18 (Ciudad Autonoma de Buenos Aires). 
  13. Wolf, Richard. C (sep 2016). «Emotion Recognition Deficits Associated With Ventromedial Prefrontal Cortex Lesions Are Improved by Gaze Manipulation». Cortex. PMID 27423116. doi:10.1016/j.cortex.2016.06.017. 

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