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Usuario:Libertad y Saber/Textos sobre anarcocapitalismo

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NOMENCLATURA: PRECISANDO TÉRMINOS

Hace poco, comentando un escrito de Benjamin R. Tucker, un amigo me preguntó "si tú dices que la teoría laboral del valor, que subyace a la argumentación de Tucker, está hoy muy cuestionada, y que la libertad es también la libertad de emprender negocios y hacer empresa, ¿significa esto que aceptas el capitalismo y todo lo que esto conlleva, es decir intereses, rentas, beneficios?" Francamente, me resulta difícil comprender esta consecuencia. Yo simplemente quería decir que si el señor Zutano quiere poner un bar o cualquier otro negocio en su casa no tiene por qué pedir permiso ni al Estado ni al municipio ni a la comunidad, mientras no moleste, contamine o viole, de alguna otra forma, los derechos de los demás. Y me resulta difícil comprender las reivindicaciones que se hacen del capitalismo como el paraíso de la libertad humana. Incluso existe una corriente de pensamiento que se denomina "anarcocapitalista". Vamos a tratar de aclarar un poco todo esto, y para ello vamos a recurrir a nuestro rústico buen sentido y, en caso de necesidad, a nuestro viejo amigo el diccionario, sin necesidad de enredarnos con las disertaciones pedantes de los pontífices de la -bien o mal llamada- ciencia económica.

Capitalismo viene de capital. Capital o bienes de capital son, básicamente, las cosas que sirven para producir otras cosas. Es decir, los útiles, herramientas, máquinas, etc. Por otro lado, las cosas que se consumen son bienes de consumo o productos. Sin embargo, tal como hace notar Tucker siguiendo a Proudhon, esta distinción depende, básicamente, del uso que las personas le den a las cosas y no de las cosas mismas. Para el heladero o el panadero la leche es un bien de capital mientras que para el niño que se la toma es un bien de consumo. Cuando queremos iniciar un negocio y no contamos con los medios para hacerlo buscamos un "socio capitalista". ¿Significa esto que buscamos un señor gordo con un puro y un anillote de diamantes o, por el contrario, un insoportable aprendiz de yuppie que cree que las simplezas de algunos economistas neoliberales son la máxima creación del espíritu humano? Ni una cosa ni la otra. Buscamos una persona que ponga las instalaciones, herramientas, etc. necesarias para iniciar el emprendimiento del que se trate... O que cuente con el dinero para adquirirlas (por eso, muchas veces la palabra "capital" se ha convertido en sinónimo de "dinero"). Sigamos. Esto es un capitalista. Capitalismo, para el Diccionario de la Real Academia, es el "Régimen económico fundado en el predominio del capital como elemento de producción y creador de riqueza.// 2. Conjunto de capitales o capitalistas, considerado como entidad económica."

¿Pero cómo el capital, una cosa, puede "predominar"? ¿Predomina sobre qué? La respuesta es simple: Sobre el otro factor necesario para producir cualquier cosa, el trabajo. ¿Esto quiere decir que las máquinas nos mandan, que las herramientas nos gobiernan? No, este tipo de fantasías, asociadas con el día del fin del Mundo en algunas antiguas culturas, no tienen mucho que ver en esto. Quienes predominan son personas. Esos señores que se están detrás de las máquinas, herramientas, etc. o sea, detrás del capital. Esos, los socios capitalistas. ¿Sobre quién predominan? Sobre los otros, sobre los que no tienen ese capital. Todo esto es tan simple, es una perogrullada tan obvia que hasta da vergüenza escribirlo. Capitalismo es un sistema económico de dominación, en que la dominación no está determinada por la posesión directa de la mano de obra ni por la imposición forzosa de un tributo sino por la propiedad del capital. La propiedad del capital permite a su beneficiario dictar las condiciones de trabajo, la remuneración, la duración de la jornada y, sobre todo, cómo se reparte la torta -pero no únicamente.

¡Hum! Sin embargo, podemos plantear una objeción. Hemos dicho antes que la distinción entre capital y producto, como dice Tucker, o entre bienes de capital y bienes de consumo, es subjetiva. En ese caso, todo el Mundo posee capital, hasta el mendigo más harapiento. No existe, pues, ese dominio por parte de los dueños del capital. Vivimos en la era industrial. La era en que se produce y se intercambia a gran escala. Mediante el control del capital necesario para estas operaciones económicas a gran escala (eso que podemos llamar el "gran capital") estos señores dominan a los demás. El resto se lo regalan a los otros.

Dominan a sus subordinados o empleados dentro de la empresa y fuera de ella... Fuera de ella, todos ellos juntos dominan la sociedad, en alianza básicamente con los estados nacionales. Todos ellos juntos forman eso que denominamos Gran Burguesía, Gran Capital, Clase Capitalista, Oligarquía Financiera, Plutocracia o como queramos llamarlo. Los capitalistas paraguayos, en alianza con el estado paraguayo, mandan de hecho en el Paraguay. Lo mismo en México, Perú, Argentina o cualquier otro lugar. Y, finalmente, a nivel mundial, los grandes tiburones de las finanzas terminan dirigiendo el Mundo en alianza con los estados más poderosos.

Esto no quiere decir que estos caballeros sean necesariamente malvados ni intrínsecamente perversos. Puede haber entre ellos excelentes personas. Tampoco quiere decir que sus fortunas hayan sido, necesariamente, malhabidas. Simplemente describimos el hecho de la dominación.

Muy bien.

Esto es lo que siempre ha significado la palabra capitalismo. No hay por qué buscarle tres pies al gato. En consecuencia, un término como anarcocapitalismo es tan contradictorio como podría serlo "anarcoestatismo". Pues sí capitalismo significa el dominio a través de la posesión del capital y anarquía significa ausencia de dominio, "anarcocapitalismo" es una contradicción en ambos términos. En cambio, el término "capitalismo de Estado", por ejemplo, no es contradictorio. Simplemente designa un sistema en el que el lugar de los capitalistas privados ha sido ocupado por el Estado pero en el que se mantienen las mismas relaciones de dominación. Claro que, en ocasiones, un término cambia de significado. A veces un término originalmente agraviante es reivindicado (eso pasó con "anarquista", "impresionista" y otros).

Los que reivindican el término "capitalista" lo convierten en sinónimo de "libre mercado y propiedad privada para todos". Muy bien, están en su derecho. Pero no pretendan imponer su terminología capciosa e inútilmente complicada a los demás. Si ellos quieren hablar en difícil, allá ellos, y que entre ellos se entiendan.



DOS PROBLEMAS POR RESOLVER

En mi opinión, el anarquismo debiera ser una filosofía que rechaza toda dominación o toda opresión del hombre por el hombre. Puestas las cosas así, la mayoría de los hombres -salvo que sean muy cínicos o muy sinceros- dirán que se adhieren al anarquismo. En principio. Pero a continuación aclararán muchos que es necesario cierto pequeño grado de coacción, encarnado por el Estado (y después saldrán con la autoridad paterna sobre los niños y más). Pero eso, precisamente, es lo que caracteriza al anarquismo. Que no acepta al Estado. Ni siquiera al "estado mínimo" de la democracia liberal. Y que no acepta aquello de que el Estado es necesario para defendernos de otras dominaciones.

Pero, ¿qué es la opresión, la dominación? Es la capacidad que tiene un hombre de hacer que otro obedezca su voluntad. Capacidad basada, a la vez, en su poder para infligirle dolor, humillación y hasta muerte. Ésa es la dominación. Eso es lo que el anarquismo combate. Pero hay que precisar más. El anarquismo no puede pretender crear un Mundo perfecto en el que nunca, jamás, ocurra un abuso. Pero sí eliminar aquellos abusos, aquellas dominaciones que se convierten en hábito, en costumbre social y cultural, en institución. Entre ellos está el Estado, con su maquinaria represiva; el capitalismo, o dominio de los pobres por los ricos; el machismo, etc.

Según Hobbes, desde que el hombre apareció sobre la faz de la Tierra, se enzarzó en una despiadada guerra contra sus congéneres. Hombre contra hombre, familia contra familia, tribu contra tribu. Hasta que, finalmente, se dieron cuenta de que eso no llevaba a nada y decidieron vivir en paz. Pero, por si a alguien se le olvidaba, decidieron fundar el Estado. Esto es bastante absurdo si lo tomamos como explicación histórica del origen del Estado, pero puede tener mayor valor si lo interpretamos metafóricamente como explicación de la necesidad presente del mismo. La verdad es que, tal como explica Marvin Harris, durante miles de años el hombre se las arregló sin Estado, clases sociales ni relaciones sociales de dominación, relaciones amo-esclavo, príncipe-vasallo (o gobernante-gobernado) u otras similares. Es verdad que hoy parece estar de moda decir que Rousseau era un idiota o un loquito (y lo dicen, con todo el aplomo del Mundo, personajes que a duras penas recuerdan cuántos dedos tienen en cada mano). Pero la ciencia no parece confirmar ni el optimismo más fácil ni el pesimismo más negro. En base a tal evidencia histórica, yo, personalmente, puedo decir: El anarquismo puede ser algo más que buenos deseos, o que bonitos sueños o que una rebelión trágica y al final inútil contra el lado oscuro del alma humana -un especie de autodisciplina o ascesis-. Si, durante miles de años, el hombre vivió sin Estado, clases sociales ni dominación institucional (1), esto demuestra que esas relaciones surgieron como consecuencia de circunstancias históricas determinadas y, por lo tanto, pueden ser pasajeras. Y se puede hallar la forma de superarlas (de hecho, ya algunas formas de dominación se han superado parcial o totalmente).(2) El anarquismo, pues, puede reclamar hoy un cierto sustento científico (esto no quiere decir que sea una ciencia, ni que sea "científico" como pretende ser el marxismo: Sólo que algunos de sus postulados o, mejor dicho, su principal postulado, no ha sido, en modo alguno, rebatido por la ciencia). Ésta es una de las razones por las que se puede defender al anarquismo, a pesar de todo, a estas alturas del campeonato.

Pero si, en lo fundamental, el anarquismo puede tener razón, en la construcción práctica de su alternativa existen algunos puntos flacos que, en otros tiempos, pudieron haber pasado desapercibidos, pero que hoy se revelan como problemas de mayor magnitud, como problemones que merecen toda nuestra atención. Y estos problemas tienen relación, precisamente, con dos poderes a los que el anarquismo se ha enfrentado con más furia: El Estado y el Capital o, para quien prefiera los nombres de resonancias bíblicas, Leviatán y Belcebú, el dios de los mercaderes. Veamos uno por uno. 1) El crimen: En primer lugar, aclaremos que es simplemente una afirmación calumniosa aquella de que el anarquismo no da respuestas al problema de qué hacer con los actos antisociales. Sí las da y hay toneladas de papel sobre el tema. Lo que digo es que tales respuestas comienzan a resultar insuficientes. El anarquismo decimonónico creía en el hombre como un producto de las influencias y consideraba que el crimen, el delito y otras faltas eran producto de un ambiente social malsano, de las injusticias de la sociedad o de una educación defectuosa. Esto, en principio, es correcto, por lo menos en gran medida.

Junto a este planteamiento, se hallaba la idea, sin duda generosa, de que el delincuente no es un enemigo sino un hermano necesitado de comprensión y ayuda (idea generosa y bella, pero que puede tomar un rumbo siniestro, en la medida en que se nos dé por curar a la gente). Probablemente el libre albedrío sea una ficción -no lo sé- y, sin embargo, no creo que, en la práctica, se pueda organizar una sociedad al margen del concepto de responsabilidad personal -por absurdo que sea- y, por consiguiente, de mérito y culpa. La cosas se complica, además, cuando consideramos que el mundo delictivo de entonces no es el mismo de hoy, que el hampa se ha desarrollado como todo en estos tiempos de progreso y aún dentro del hampa mundial existen submundos de auténtico y demoníaco horror, a los que los mafiosos más avezados y crueles miran con repugnancia y aprensión (aunque, si hemos de creer a Víctor Hugo, submundos similares existían ya en el siglo XIX).

Podemos brindar comprensión y ayuda, por ejemplo, al pedófilo que no puede evitar ser como es, que no pudo evitar hacer lo que hizo, que se arrepiente sinceramente y al que el peso de su culpa lo acompañará seguramente hasta la tumba. Ése es un caso. Pero, ¿podemos brindar comprensión y ayuda al hombre de negocios que, fríamente y sin necesidad ni siquiera de ser un pervertido, organiza, por puro afán de lucro, una red de prostitución y pornografía infantil? Vamos a casos menos terribles. Podemos brindar comprensión y ayuda al ladrón que robó por hambre (es más, en cierto modo podemos decir que incluso está en su derecho). Pero ¿y aquel que roba -y a veces con violencia- simplemente para pagar algunos vicios y caprichos (y estos ladrones también existen)?

Existen criminales compulsivos, que requieren ayuda y son peligrosos, que no pueden controlar su ira o sus impulsos. Simplemente no pueden. Hay quienes, aunque sientan esos impulsos, pueden elegir entre seguirlos o reprimirlos, y eligen seguirlos. Si eligió seguirlo, se dirá, lo hizo porque su sentido moral está atrofiado, es absolutamente egoísta, etc. Y se dirá "no puede elegir ser de otra forma, luego tampoco es responsable". Pero esto ya es simplemente un divertimento sin fin. En resumen, se puede y se debe brindar comprensión y ayuda al delincuente cuya libertad de elección era nula o estaba severamente limitada por factores externos o internos. El problema es, ¿y los otros?

No seamos ingenuos para pensar que van a desaparecer automáticamente. Aún cuando admitamos que son el producto de circunstancias históricas transitorias, debemos admitir, en el supuesto más favorable que tardarán algún tiempo en esfumarse. Y no hay porque pensar que los tentáculos de esas siniestras organizaciones que se dedican a los más horrendos negocios del Mundo tengan alguna razón para detenerse ante las murallas de una ciudad o de un país que realizara un experimento anarquista.

A ese tipo de criminales hay que responderles. Y no con ayuda ni comprensión sino con firmeza. No hablo de castigar sino simplemente de defenderse. Evidentemente, esta justicia debería ser humana, más aún en la medida en que existen matices y algunos delincuentes pueden acercarse al primer tipo. Pero debe ser eficaz y disuasoria. ¿Significa eso volver a la policía y al tribunal? No. Simplemente, planteo el problema. Cómo enfrentarse a los criminales sin caer en el linchamiento o la matanza, sin clamar por un dictador justiciero, sin recurrir a los profesionales de la delación y el castigo. Ése es el problema. Me conformo, por ahora, con plantearlo para la discusión.

2)La empresa privada y el lucro: Un "anarco"capitalista o "anarco"liberal norteamericano consideraba, en un artículo, "ridícula" la postura anarquista de colocar al Estado y al Capital en el mismo plano. Ridícula me parece a mí la postura de negar la existencia de lo que en el siglo XIX se llamaba "la cuestión social", el conflicto capital-trabajo y , por último, la dominación del capital sobre el trabajo, dominación que tiene dos caras: Por un lado, el dominio del patrón en la empresa y, por el otro, el del gran capital aliado a los estados sobre el conjunto de la sociedad. A este respecto hay que aclarar que me importa un pepino que el señor Bohm-Bawerk haya refutado la teoría de la plusvalía (y aún ello está por verse, pues tuvo respuesta). Si lo hizo, bien por él. Pero el movimiento se demuestra andando. La tesis según la cual el conflicto asalariado-patronal es causada por la propaganda socialista es, sencillamente, mentira. Ni siquiera es opinable.

La verdad, yo creo, no debería importarnos mucho si existe o no plusvalía. Lo que debería importarnos es que existe un poder. Que, en el supuesto arreglo entre hombres libres e iguales, unos son los que deciden y otros los que se inclinan y obedecen. Unos siguen siendo los amos y otros los sirvientes. Con eso, más las maquinaciones corporativo-estatales y la destrucción de la Naturaleza, basta y sobra para una crítica al capitalismo y para meter leña para rato (por cierto, excusar la conducta patronal en base a la oferta y demanda, la utilidad marginal o cualquier otra ley económica "natural" es tan o más absurdo que excusar al marido golpeador en base a la ley natural que otorga al hombre mayor masa muscular que a la mujer). Y para defender la autogestión (y que no se diga que es puro gusto de criticar), la que siempre fue bandera anarquista. Pero... siempre hay un pero. El problema del capitalismo, del imperio del gran capital, es que nace de la empresa privada. "Sí ¿y qué?" nos dirá alguien. ¿Qué? Que, en realidad, nada hay de malo en la empresa privada, en principio. Que pedir la abolición de la empresa privada porque de ella surja el capitalismo puede que sea tan absurdo como pedir la abolición del sexo porque existen violadores. ¿Pero qué pasaría si la violación fuera la norma, y no la excepción en las relaciones sexuales? ¿Qué vamos a hacer?

Efectivamente, nada hay de malo en que alguien ponga un negocio cualquiera -es respetable además buscar independencia económica-. Con mucha frecuencia es un factor de prosperidad. Y tampoco nada hay de malo en que alguien quiera hacerse rico -a más de la mediocridad de esta aspiración en caso de ser un reduccionismo único o supremo-. Es más, no es necesariamente cierto aquello de que todo aquel que se hace rico es un ladrón explotador.

Es verdad que el anarquismo nunca planteó suprimir por la fuerza la iniciativa privada. Pero supuso que la mayoría de la gente elegiría un sistema colectivista o comunista. Bakunin supone que aquel que quiera podrá trabajar por su cuenta, pero que, en la práctica, no habrá lugar para el trabajo aislado. Se nota cierta incomodidad en ese pasaje -no recuerdo ahora de qué texto-, algo así como "aquí hay un cabo suelto, algo que no termina de cuajar, ojalá el tiempo aporte la solución" ¿Sólo es válido un proyecto de cambio social que incluya una reforma tan radical de las instituciones? ¿Creen de verdad que se puede plantear una transición inmediata al anarcocomunismo (ojo, que yo no digo que el anarcocomunismo no funcione, pero digo que es una forma de organización aprendida)? La verdad no veo tantas razones para esperar eso. Mucho menos para esperar una ruptura definitiva y total con la mentalidad capitalista.

El anarquismo individualista creyó haber encontrado la clave, al despojar la iniciativa privada de sus abusos y llegar a una autogestión natural en una economía de mercado sin capitalismo. Pero, ¿alguien puede estar de verdad seguro de que las cuatro reformas reseñadas por Tucker (3) bastarán para alcanzar este objetivo?

El problema, a mi entender, es ¿por qué, cuando alguien pone capital es un socio y cuando "sólo" pone trabajo es un empleado? La cuestión está en marchar hacia una economía de socios y no asalariados, pero sin que desaparezca la iniciativa privada ni la función empresarial. Ése es el problema.


Notas (1)Se pueden plantar dos objeciones a esta visión idílica de la prehistoria: La guerra entre bandas, por una lado, y la dominación del individuo por el grupo, por el otro. Respecto a la primera, dejando de lado el hecho de que la guerra se incrementa muchísimo con la aparición de los estados, la existencia de conflictos hacia fuera no niega el hecho de la inexistencia de relaciones de dominación hacia adentro. Respecto a la segunda, es una observación aguda, pero personalmente no conozco evidencias de que haya sido una dominación especialmente virulenta o siquiera mayor que la que sufre el individuo en la sociedad moderna. (2)Pienso en la esclavitud, el vasallaje y la dominación de la mujer. (3)Ver Socialismo de Estado y Anarquismo" haciendo clic aquí <tucker.html>.