Usuario:Lin linao/Guerra de Arauco

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Guerra de Arauco es el nombre que se le da en la historia de Chile al conjunto de enfrentamientos armados y periodos de tregua que hubo entre los mapuches por un lado e hispano-criollos del reino de Chile y luego chilenos por el otro, en un periodo que va desde 1536 hasta 1881. Tuvo lugar en la zona comprendida entre Concepción y Osorno, y en contadas ocasiones la lucha se desplazó más al norte, aunque con el correr de los años ambas facciones pasaron a considerar el río Biobío como su frontera y los enfrentamientos estuvieron circunscritos a las áreas cercanas a él.

Duración[editar]

Suele indicarse como fecha de inicio de este conflicto el combate de Reynogüelén, librado en 2052 después de un encuentro casual entre parte de la expedición de Diego de Almagro y un grupo numeroso de mapuches en la confluencia de los ríos Ñuble e Itata, pero visto desde un contexto histórico, fue una simple escaramuza que tuvo pocas consecuencias para el desarrollo del conflicto.

Puede decirse con más certeza que se inició bajo el gobierno de Pedro de Valdivia en 1544 con la batalla de Quilacura.

Su término es aún más difuso. Aunque a partir de 1609 cada gobernador de Chile celebraba "Parlamentos" con los caciques mapuches, en los cuales se discutía la mantención de la tregua entre ambas partes, los enfrentamientos fueron numerosos y no terminaron completamente hasta 1881, con el proceso conocido como Pacificación de la Araucanía, en que el Estado de Chile logró someter a su jurisdicción a los mapuches tanto por medios pacíficos como violentos.

Características[editar]

Cuando los españoles de la tropa de Pedro de Valdivia llegaron a la región del Bío Bío ya tenían una vaga idea de la índole belicosa de los indígenas de la región, diferente de la de sus vecinos picunches de más al norte.

Hasta ese momento, los conquistadores habían encontrado resistencia en varios pueblos americanos, pero les había costado relativamente poco acabar con ella por las armas o por la diplomacia. Por eso en un principio se le dio poca importancia a los combates con los mapuches y se procedió de acuerdo a lo usual, esperando derrotarlos en poco tiempo. Sin embargo, no fue así, pues se enfrentaron a un pueblo con costumbre de guerrear y que se encontraba en su propio terreno, lo que colocó en aprietos la colonizacíon en varias ocasiones.

Los mapuches ("gente de la tierra" en idioma mapudungun) no se amedrentaban, luchaban aun en la noche, eran organizados, porfiados y aprendían rápido como enfrentar al español, y eran un pueblo cohesionado en su espíritu guerrero. Aprendieron que el español era un ser que podía ser despiadado, ambicioso y cruel con sus enemigos, que miraba al indio como un ser inferior, que además al español le gustaba la vida fácil y precisaba de invadir sus ancestrales tierras, encontrar oro a costa de la vida de ellos, esclavizar indios para las labores agrarias y pesadas, que sus intentos de evangelización se contraponían a sus tradiciones y era una forma más de esclavitud.

Por estas razones se estableció una porfiada y reñida guerra de guerrillas, sin mostrar un vencedor evidente, pues tan feroz fue la resistencia mapuche que el español se vio obligado varias veces a despoblar y a retirarse de las zonas territoriales indígenas. Hubo más de un momento en que la colonización de Chile estuvo en franco peligro de desaparecer. La Guerra de Arauco fue un quebradero de cabezas para el rey Carlos V, Felipe II,III, IV y el virreynato del Perú, por su irresuelta situación constante en el tiempo, su alto costo pecuniario y de vidas. Hubo muchos combates en que alternativamente la victoria se pasaba de bando en bando. Asimismo hubo intentos de paz y periodos de paz aparentes seguidos de largos periodos de estado de guerra. Los españoles se convencieron finalmente que cualquier intento de paz era fútil y que sólo mostrandolé la espada al indio sobre su cabeza evitaría su rebeldía. Las pestes tales como el tifus, la viruela y otras enfermedades impidieron también al indio expulsar definitivamente al español. La guerra se fue desgastando en el último tercio en parte debido al cruce de las razas ibéricas y mapuches, ya que el indio tenía predilección por las mujeres españolas y las indias mapuches preferían al español. Esta son las bases de la herencia del actual pueblo chileno. Los mapuches ya habían enfrentado unos 80 años antes a los incas comandados por Tupac Yupanqui en la zona del Itata y los habían derrotado en la llamada batalla de las Lunas.

Campañas de Pedro de Valdivia[editar]

En 1544, Pedro de Valdivia envió al capitán Pastene a reconocer el litoral sur en los buques San Pedro y Santiaguillo. Zarpó desde Valparaíso y tocó tierra en la bahía de San Pedro, en Concepción, y en Valdivia, tierra bautizada en honor del capitán general. Luego volvió a Valparaíso.

Con el objeto de dar seguridad a la ciudad de Santiago, que había sido destruida el 11 de septiembre de 1541 por el cacique Michimalonco, y también para aumentar el territorio de su jurisdicción, Valdivia resolvió comandar personalmente una expedición terrestre hacia Arauco. Ésta partió en 1546 con 60 jinetes más indios auxiliares, y alcanzó el río Biobío, donde fue atacado por mapuches. Viendo que le sería imposible continuar con tan escasas fuerzas por un terreno tan hostil, Valdivia decidió volver a Santiago.

Fundación de Concepción, Imperial y Valdivia[editar]

En 1550 partió nuevamente una expedición en dos columnas: una marítima al mando de Pastene y otra terrestre al mando de Valdivia, quienes debían reunirse en la bahía de San Pedro. La columna terrestre avanzó hasta el río Laja, donde fue atacada sorpresivamente por los mapuches, sufriendo importantes pérdidas. Debió retirarse siguiendo los ríos Laja y Biobío, en dirección a San Pedro. A orillas del río Andalién fue nuevamente atacado por los mapuches, aunque sin mayor éxito. En ese lugar fundó un pequeño fuerte, que guarneció con algunos soldados, para proteger su marcha hacia San Pedro.

El 3 de marzo de ese año Valdivia fundó el fuerte de Concepción, el cual fue atacado el 12 de marzo por los mapuches. Jerónimo de Alderete logró derrotar a los atacantes, a cambio de numerosas bajas. El 20 de marzo ancló en la bahía la columna marítima, con la cual los españoles recibieron elementos para terminar el fuerte y reponer las bajas.

Valdivia envió un emisario al Virrey del Perú, solicitándole fuerzas adicionales, pues sabía que no le sería posible efectuar la conquista de Arauco con los medios a su disposición. Sin embargo, luego de reforzar Concepción, organizó una expedición que fundó un nuevo fuerte a orillas del río Imperial en 1551. Luego volvió a Concepción a preparar otra expedición, pues se le había informado que el Virrey le enviaba refuerzos por mar.

Dejando ordenado que los refuerzos desembarcaran en las Tierras de Valdivia descubiertas por Pastene, partió con 200 hombres en dirección al fuerte de Imperial. Una vez sobrepasado éste hacia el sur, Valdivia ordenó a Jerónimo de Alderete que se adentrara en el territorio y estableciera un fuerte, con el objeto de asegurar su flanco este. Alderete alcanzó el lago Villarrica y fundó el fuerte homónimo. Mientras, la columna de Valdivia avanzó hacia el sur y se reunió con los refuerzos enviados desde Perú, al mando del capitán Francisco de Villagra. En el lugar planeado fundaron el fuerte de Valdivia. Luego de guarnecer los nuevos fuertes, Pedro de Valdivia volvió a su base en Concepción en 1552.

El toqui Lautaro. Batalla de Tucapel[editar]

Con el fin de asegurar las comunicaciones con los fuertes del sur, Valdivia emprendió una tercera expedición que fundó los fuertes de Tucapel, Purén, Confines (hoy Angol), Arauco y Lebu. Los mapuches no se habían opuesto a las maniobras de los conquistadores, lo cual les dio la seguridad necesaria para realizar estas acciones.

En 1553 los mapuches celebraron un parlamento en el cual, ante el aumento de los fuertes españoles y su decisión de asentarse en el territorio, decidieron la guerra y eligieron como toqui a Lautaro, quien había servido como caballerizo a los conquistadores y sabía cómo luchar contra ellos.

Al mando de 6.000 guerreros, Lautaro atacó el fuerte de Tucapel. La guarnición española no pudo resistir el ataque y se retiró hacia Purén. Lautaro mantuvo el fuerte, seguro de que los conquistadores tratarían de recuperarlo. Eso fue precisamente lo que intentó hacer Valdivia, con un reducido número de tropas, las cuales fueron rodeadas y aniquiladas por los mapuches. El mismo Pedro de Valdivia fue capturado y muerto tras esta batalla.

Campañas de Lautaró[editar]

Luego de la derrota de Tucapel, los españoles reorganizaron sus fuerzas, reforzando Imperial para la defensa y abandonando Confines y Arauco para reforzar Concepción. Sin embargo, la tradición araucana imponía una larga celebración de la victoria, la que impidió a Lautaro explotar el éxito obtenido, como era su deseo. Sólo en febrero de 1554 logró reunir un ejército de 8.000 hombres, justo a tiempo para enfrentarse a la expedición punitiva española al mando de Francisco de Villagra.

Combate o Batalla de Marihueñu[editar]

Lautaro eligió la cuesta de Marihueñu para combatir a los españoles y organizó sus fuerzas en cuatro divisiones: dos tendrían la misión de contener y desgastar a su adversario, otra pasaría al ataque una vez que las anteriores cumplieran su objetivo, y una cuarta maniobraría para cortarle la retirada. Además, un pequeño grupo fue enviado a destruir el puente de balsas que los españoles habían tendido sobre el río Biobío, lo cual dificultaría aún más la retirada de Villagra. Dicha confrontación acaeció el 26 de febrero de 1554, desde las 8 horas hasta las 15 horas aprox. El ataque español rompió la primera línea mapuche, pero la acción de la tercera agrupación mantuvo la posición de los indios. Luego, las alas de esas agrupaciones atacaron los flancos de los conquistadores, y la cuarta agrupación los atacó por la espalda. Luego de varias horas de combate, sólo una pequeña parte de los españoles logró retirarse.

A pesar de esta nueva victoria, Lautaro no pudo aprovechar su ventaja debido a las celebraciones y creencias de su pueblo. Cuando pudo llegar a Concepción, ya había sido abandonada. Luego de quemarla, no pudo seguir atacando los fuertes restantes, pues la campaña se dio por terminada y los guerreros se desmovilizaron.

En Santiago, Villagra reorganizó sus fuerzas, y ese mismo año, 1554, marchó nuevamente a Arauco y reforzó los fuertes de Imperial y Valdivia, sin ser molestado por los mapuches, que hacían frente a su primera epidemia de viruela, traída por los españoles. En 1555, la Real Audiencia de Lima dispuso que se reconstruyera Concepción, lo cual se hizo bajo el mando del capitán Alvarado.

Lautaro atacó Concepción al saber que estaba siendo reconstruida, en diciembre de 1555, con 4.000 guerreros. Puso sitio a la ciudad, el cual fue tratado de romper por Alvarado, sin éxito. Sólo 38 españoles escaparon por mar de la nueva destrucción de la ciudad.

Peteroa y cerros de Caune[editar]

Luego de esta acción, Lautaro planeó una ofensiva contra Santiago, la cual contó con escaso apoyo entre sus pares, por lo cual sólo reunió a 600 hombres. En octubre de 1556 alcanzó en su marcha hacia el norte el río Mataquito, donde destruyó un campamento fortificado, en Peteroa. Desde ese lugar realizó reconocimientos hacia Santiago.

En Peteroa rechazó a pequeñas fuerzas españolas que lo atacaron, primero al mando de Diego Cano y luego del mismo Francisco de Villagra. Lautaro se retiró hacia el río Itata, hacia donde fue seguido en 1557. En vez de enfrentar a los españoles, los dejó pasar y marchó a Santiago.

Pese al secreto con que los mapuches marchaban, el cabildo de Santiago supo de su avance y envió una pequeña expedición a detenerlo, mientras se avisaba a Villagra que regresara a la ciudad. Las fuerzas españolas se reunieron y, presumiblemente por la traición de un mapuche, tuvieron conocimiento del dispositivo del campamento de Lautaro. El 29 de abril los conquistadores atacaron por sorpresa en su campamento en Mataquito desde los cerros de Caune, obteniendo una decisiva victoria, ya que Lautaro fue muerto en ese combate.

Campañas de García Hurtado de Mendoza[editar]

García Hurtado de Mendoza fue designado gobernador interino de Chile en 1557, e inmediatamente ordenó reconstruir Concepción, esta vez con fuerzas considerablemente superiores a las previas: 600 soldados, 6 piezas de artillería y 1.000 caballos. Una fuerza de ese número nunca se había visto en Chile.

Batalla de Lagunillas-Millarapue.

Después de la muerte de Lautaro, y ante la nueva expedición española, los mapuches eligieron como toqui a Caupolicán quien no adoptó las tácticas exitosas de Lautaro si no que volvió al ataque en masa, atacó en Lagunillas y Millarapue- Concepción con 3.000 guerreros, pero fue gravemente derrotado. Sin embargo, pudo escapar porque la caballería aún no llegaba a ese fuerte. Fue capturado y sentenciado a morir empalado por Alonso de Reynoso.

Garcia Hurtado de Mendoza creía a pie firme que los antiguos conquistadores no habían hecho lo suficiente para someter al pueblo mapuche, dada las victorias que había obtenido y pregonó sus victorias en la corte colocándose como un icono de ideal conquistador. Después de la muerte de Caupolicán, García Hurtado de Mendoza creyó que por fin habían sometido por el miedo al pueblo mapuche.

Esa afirmación carecía de absoluta validez, pues los mapuches siguieron con una guerra de guerrillas y no hubo día que algún yanacona no muriera a manos de los mapuches, y de vez en cuando algún encomendero. Cuando la cifra de yanaconas fallecidos ya era de 400, más una decena de españoles desaparecidos o muertos, entró don García a convencerse de que estaba absolutamente equivocado. Prontamente ordenó abandonar el fuerte de Tucapel y trasladarlo a Cañete. Mientras, en Quiapo, los mapuches construyeron un fuerte que desafiaba a las huestes de don García.

Batalla de Quiapo[editar]

García Hurtado de Mendoza tomo por asalto el fuerte de Quiapo en diciembre de 1558, cuya existencia cortaba las comunicaciones y obtuvo otra aplastante pero laboriosa victoria, ahorcando entre 100 mapuches como escarmiento. García Hurtado entró en tratos con un cacique llamado Peteguelén comprometiendose a someterse a cambio de su vida y libertad. Se produjo una tregua entre españoles y mapuches que no duraría mucho. En ese instante Felipe II relevó a García Hurtado de Mendoza reemplazándole por el vencedor de Lautaro,Francisco de Villagra.

García Hurtado de Mendoza se fue con la idea ilusoria de que había vencido al pueblo mapuche, pero lo concreto y objetivo es que fue uno de los pocos gobernadores que lograron un cierto grado de éxito en la Guerra de Arauco, pero dicho éxito se debía por un lado a la abundancia de recursos en soldados, pertrechos y armas que trajo y que no contaron en los anteriores conquistadores y por otro lado a que los indígenas no tuvieron líderes de la talla de Lautaro y además las pestes había diezmado la población indígena.

La Tasa de Sántillan[editar]

Esta tasa fue una forma de regular la servidumbre indígena y fue su creador el jurista Hernando de Santillán quien vino junto a Gracia Hurtado de Mendoza. La Tasa era un sistema de mitad para el trabajo indígena, que en vez de echar al trabajo a todos los indios de un repartimiento, se fijaba un turno en el servicio, quedando obligado el cacique de cada tribu a enviar a la faena un hombre de cada seis vasallos para la explotación de las minas, y uno de cada cinco para los trabajos agrícolas. Este trabajador, a quien hasta entonces no se le había pagado salario alguno, debía ser remunerado con la sexta parte del producto de su trabajo, y esta cuota, llamada Sesmo se le debía pagar regularmente al fin de cada mes. Se eximía además del trabajo a las mujeres y hombres menores de 18 años y mayores de 50, y se ordenaba que los indígenas fueran mantenidos por los encomenderos, quienes además debían mantenerlos sanos y evangelizados. Lo que ocurrió es que esta tasa se prestó para que algunos españoles como Pedro Avendaño abusaran sobradamente de los indios sembrando la semilla de futuras rebeliones, en especial la del pueblo huilliche.

Los mapuches quedaron en una aparente paz, pero habían evolucionado, ya contaban con armas de fuego, mejores estrategias y las derrotas inflingidas por parte de Don García hicieron del pueblo mapuche un cuerpo más cohesionado y una voluntad más forjada para seguir como un solo ente el camino de la guerra.

La segunda rebelión del pueblo mapuche-Campaña de los Villagra[editar]

Las hostilidades se iniciaron con la llegada del reemplazante de don García, Francisco de Villagra y se gatilló con el asesinato del encomendero Pedro de Avendaño y otros tres españoles en julio de 1561, a quien los indígenas odiaban por sus malos tratos y su cruel odio a los mapuches. Apenas conocida la noticia se alzó un levantamiento general de mayor fuerza que los anteriores.

Batallas del Pucará de Lincoya y los fuertes de Cañete y Angol[editar]

A finales de 1561, los indios rebeldes se fortificaron en un pucará llamado Lincoya, en el valle del mismo nombre. Pedro de Villagra el Mozo, hijo del gobernador destruyó el pucará pero no logró una resuelta victoria ya que los indios pudieron escapar. El corregidor de Cañete Juan Lazarte fue muerto a las puertas mismas de Cañete al intentar recuperar unas cabalgaduras robadas por unos treinta indios. En Angol, hubo un combate en Mareguaño para salvar al recién fundado fuerte de Purén que fue indeciso. Antes el soldado español podía vencer a 100 naturales por sí mismo, ahora apenas podía combatir simultáneamente a dos.

Los mapuches porfiadamente reconstruyeron el fuerte de Lincoya en enero de 1563, y nuevamente fue Pedro de Villagra a destruir dicho fuerte y nuevamente los indígenas los reconstruyeron, pero esta vez en sector de fácil acceso a la caballería, esto hizo despertar sospechas a los ya veteranos españoles quienes cargaron contra el emplazamiento, sin embargo, cayeron en fosos muy bien disimulados, allí murió de un lanzazo Pedro de Villagra el Mozo y muriendo otros 42 españoles con el. Francisco de Villagra se enteró de la noticia y embarcó enfermo para Concepción dejando a su primo de igual nombre que su hijo, Pedro de Villagra, a cargo de la campaña. Los mapuches se volvieron por separado hacía los fuertes de Angol y Arauco y los sitiaron pero no pudieron tomarlos, nuevamente Petegüelen les ofreció paz a los españoles y Villagra la aceptó, pero esta paz era engañosa ya que los indios necesitaban cosechar las sementeras.


En abril de 1563, los indios nuevamente sitiaron Arauco y duró 42 días en que los mapuches tuvieron 500 bajas hasta que tuvieron que retirarse por contraer disentería al beber agua contaminada. El 22 de julio de 1563 falleció Francisco de Villagra, el vencedor de Lautaro, en Concepción.

Campañas de Pedro de Villagra[editar]

En 1654, Pedro de Villagra, primo del fallecido Francisco de Villagra fue nombrado gobernador interino, ya con experiencia en la guerra intentó ganar tiempo con los indígenas tratando de hacer las paces, pero presentía que la situación estaba muy de cuidado y tomó medidas para resguardar los emplazamientos ya realizados. Uno de los objetivos indígenas era sitiar Concepción y se hicieron los preparativos para soportar un largo sitio. Justamente como lo presentía Villagra, los mapuches construyeron un pucará en Lebotacala algunos kilómetros de Concepción y luego de una indecisp combate lo desbarató, pero fue informado de una concentración de 3.000 indios comarcanos al mando de un cacique de nombre Loble que estaba casi a las puertas de Concepción el cual ya había vencido a un capitán de Villagra llamado Francisco de Vaca. Otro cacique llamado Millalelmo atacó y venció a otro capitán llamado Juan Pérez de Zurita en una ciénaga a dos leguas de Concepción. Ambos combates habían medrado la guarnición de Concepción y los sobrevivientes que llegaron a Santiago no pudieron hacer que el Cabildo fuera en auxilio del cercado que se le tendía a Concepción. Las victorias obtenidas por los mapuches los envalentonaron y resolvieron destruir Angol antes de ir a Concepción.

Combate de Angol[editar]

En Angol estaba un capitán muy capaz de Villagra, llamado Lorenzo Bernal del Mercado, quien supo que los rebeldes habían construido un pucará cerca de Angol, Bernal del Mercado hizo una patrulla de reconocimiento y se dio cuenta que los indios al mando del cacique Illangulién habían escogido muy bien la posición y se retiró; los indios cambiaron a una segunda posición más cerca de Angol y nuevamente Bernal hizo un reconocimiento y encontró que también la posición era inexpugnable y se volvió a retirar; esta vez los indios se sintieron victoriosos y daban por hecho la destrucción de Angol y ya se habían repartido las mujeres que encontrasen. Los indios se emplazaron en una tercera posición en espera de que se le sumasen más hueste desde el interior, esta vez el capitán Bernal atacó la posición antes que se reuniesen más indios y les produjo una contundente derrota con más de 1.000 indios muertos incluyendo al cacique Illanguelén.

Sitio de Concepción[editar]

Mientras tanto, los caciques Millalelmu y Loble comenzaron a cercar el fuerte de Concepción a partir de febrero de 1564 y encerraron a Villagra y toda la población en las empalizadas, el sitio duró alrededor de dos meses de continuas escaramuzas. El sitio habría continuado si no es que Juan Jufré que estaba en su encomienda en el norte del Maule se dio cuenta que todos los indios que se asentaban entre el Maule y el Itata estaban en el cerco de Concepción y resolvió con 12 españoles y 700 indios amigos atacar sus asentamientos, cogerles sus mujeres y sus hijos y arrasar las sementeras, esto causó que los indios al saber la noticia dejaran el cerco poco a poco para ir a defender sus ranchos. Los caciques viendo que los indios iban desertando convinieron en dar un asalto a Concepción antes de retirarse. El 30 de marzo de 1564 los indios asaltaron las murallas del fuerte de Concepción y Villagra logró conducir bien la defensa provocando una espantosa matanza en los atacantes quienes desistieron de seguir la acción retirandose hacia sus asentamientos, además ofrecieron paz a Concepción.

Segunda batalla de Reinogüelen[editar]

Villagra junto con Zurita y otros capitanes supieron que en Perquilauquen al noroeste de Reinogüelen se habían fortificado en un pucará. Villagra intentó por todos los medios lograr una acuerdo de paz con los rebeldes, pero fueron rechazados. Villagra asaltó el pucará y después de una recia lucha venció tomando a 700 indios como prisioneros, castigando a algunos y soltando a otros con mensajes de pacificación.

El combate de Tolmillan y aparente pacificación de Arauco[editar]

Villagra emboscó en un bosque al cacique Loble cerca del poblado del Tulmillán y después de un porfiado combate se rindió a las fuerzas de Villagra. Villagra tomó de rehén a Loble y perdonó la vida a sus huestes a cambio de hacer la paz con los españoles. Poco después Villagra era reemplazado por Rodrigo de Quiroga como gobernador interino. En 1565, Quiroga recibía en buenas condiciones la gobernación ya que los indios estaban en aparente paz, pero esa paz era muy efímera.

Rodrigo de Quiroga gozó de la aparente paz en Arauco y aprovechó para extender la conquista hasta Chiloé, los indios no molestaron a los españoles en el periódo comprendido entre 1565 y 1567.

La Guerra durante el gobierno de la Real Audiencia[editar]

Felipe II, rey de España tenía un panorama muy complicado de lo que ocurría en Chile y sus opiniones se basaban en los que reportó García Hurtado de Mendoza quien conceptuaba a los antiguos conquistadores como ineptos, sin prestigio, y además que la guerra contra las naturales ya se había prolongado demasiado con demasiadas vidas ibéricas. Por tanto creo la Real Audiencia que no era otra cosa que una junta de testigos directos con cargo de gobernadores para Chile y debían reportarle la situación real de lo que ocurría en Chile.

Llegaron los oidores en agosto de 1567 y se instalaron en Concepción y no en Santiago como se esperaba. Estas autoridades venían acompañada de Alonso de Reinoso quien resultó muerto cuando llegaba a Concepción al hundirse su nave acompañante a la de los oidores. Los Oidores esperaban que Bravo de Saravia se le reuniese pronto y enajenaron sin mayores consideraciones a Rodrigo de Quiroga quien ejercía como gobernador interino.

Lo mismo que con García Hurtado de Mendoza, los Oidores quisieron ingenuamente establecer una paz con los naturales rebeldes pero los capitanes Juan Godinez y Alonso Ortiz y Bernal del Mercado les hicieron aterrizar rápidamente y se convino a prepararse para entrar en acciones ofensivas, ya que los síntomas de una nueva rebelión se habían hecho notar. En efecto, los indios habían construido un pucará en un cerro cercano a Cañete y estaban reuniendo gente para la guerra. Bernal de Mercado, el precavido capitán vencedor de Angol, sitió dicho fortín iniciando las acciones y destruyendo el emplazamiento no sin antes tener algunas pérdidas, pero los rebeldes pudieron escapar merced de la difícil topografía del terreno. En este punto los Oidores cometieron desatinos increíbles, despojaron del mando a Bernal del Mercado y a Martín Ruiz de Gamboa y despojó de iniciativa al suplente capitán Avendaño. Empezando 1569, Bravo de Saravia, Presidente de la Real Audiencia llegó del Perú en ese momento y puso un poco de orden en la confusión producida por sus subordinados y puso nuevamente a Martin Ruiz de Gamboa como general, a Bernal como maestre de campo y a Avendaño como capitán. Al igual que sus predecesores había pensado en hacer la paz pero rápidamente se dio cuenta de lo inútil debido a que las actividades belicosas de los indios ya impedían trabajar en las minas, además se impuso que los mapuches conducidos por Millalelmo y Longonabal nuevamente habían construido un pucará admirablemente situado en el cerro de Catiray en el valle de Lincoya.

Derrota de Catiray o Mareguano[editar]

Bravo de Saravia no permitió participar a Bernal del Mercado y confió el ataque a Avendaño y Velasco, subordinando a Ruiz de Gamboa. Ambos militares mostraron una falta de coordinación e incapacidad militar injustificable si se toma en cuenta su experiencia. Francisco Jufré, hijo de Juan Jufré inciaron el asalto al fuerte pero debido a lo escabroso del terreno los indios los rechazaron, volvieron a atacar y esta vez los mapuches salieron en masa del fuerte y arrollaron a los 140 soldados españoles matándoles 88 efectivos y luego fugándose. Esta derrota causó que el mariscal Bravo de Saravia desalojará los fuertes de Arauco y Cañete por la imposibilidad de mantenerlos embarcandose en barcos hacia Concepción dejando casi la totalidad de los caballos por falta de espacio a merced de los indígenas. Bravo de Saravia ordenó al general Avendaño ir al Perú en busca de refuerzos y en enero de 1570 se entrevistaba con el nuevo Virrey, Francisco de Toledo. Toledo, no sin muchas dificultades, reunió un contingente de 200 soldados que incluían mestizos, condenados por crímenes, y algunos soldados de valor, y los envió con Avendaño a Chile por mar.

Derrota de Purén[editar]

En septiembre de 1570, Avendaño avanzó con 100 refuerzos y en Purén fueron emboscados por unos 1.500 mapuches al mando del cacique Pailacar quien les inflingió una tremenda derrota, y provocó la fuga de los españoles hacia Angol.

Felipe II, a raíz de las graves derrotas que Avendaño le expuso mediante cartas, revocó la autoridad de la Real Audiencia y renombró a Rodrigo de Quiroga como gobernador estable en 1571.

Las campañas de Rodrigo de Quiroga[editar]

Rodrigo de Quiroga como la vez anterior, logró una paz estable con los indígenas, y salvo alguno que otro incidente, debidos casi todos a los malos tratos que dispensaban los españoles hacia los mismos indios, la paz se alargó hasta 1575. Pero a causa de una serie de desastres naturales que los indios interpretaron como una señal fatídica de sus dioses en contra del dominio español nuevamente se despertó en ellos la rebelión. En este punto los Huilliches fueron los que llevaron la iniciativa de sublevación al aliarse con los mapuches, antes naturales enemigos de los huilliches para luchar como un solo cuerpo ante el español. Una serie de escaramuzas y guerra de guerrillas obligaron a Quiroga a mantener una guerra defensiva mientras pedía refuerzos a España los cuales llegaron en 1576 con una provisión de 400 españoles bien armados. En 1578, se inició la marcha de esta fuerza al mando de Bernal del Marcado y Martin Ruiz de Gamboa(cuñado de Quiroga), el objetivo era en una enérgica campaña pacificar a los indios ya fuera por la palabra o la fuerza, ejecutando a los más belicosos y enviando a otros como esclavos a la Serena. El mestizo Alonso Díaz fue esta vez el opositor de Bernal del Mercado quien lo fustigó con una serie de guerrillas robándole cabalgaduras. Rodrigo de Quiroga, sobrino del gobernador capturó a otro cacique mestizo Juan de Lebú y lo ajustició. Antonio de Quiroga, otro sobrino del gobernador se internó en la cordillera de Nahuelbuta y sorprendió a los indios reunidos en el pucará de Lincoya, se tomó la determinación de destruir las sementeras y talar los campos de modo de que los indios se vieran obligados a abandonar tan ventajosa posición. Em efecto los indios abandonaron la posición pero salieron en pos del ejército español y los alcanzó en el Valle de Andalicán el 21 de marzo de 1578 donde vencieron sin perder a un solo español.

Una segunda campaña a finales de 1578 dio como resultado una victoria con más de 200 indios muertos o heridos en Coyuncos, cerca de Angol, donde el mismo gobernador a pesar de una postrante enfermedad se batió en primera línea con los suyos. Asimismo ordenó a Martin Ruiz de Gamboa afianzar la ciudad de Valdivia, ya que el interrogatorio a un indio revelo que los Huilliches pensaban atacar dicha ciudad. Dos años después los indios seguían realizando guerrillas y Rodrigo de Quiroga falleció en Santiago, siendo uno de los pocos gobernadores que cierto éxito tuvo en la Guerra de Arauco.

La Tasa de Ruiz de Gamboa[editar]

Martín Ruiz de Gamboa, cuñado del fallecido Rodrigo de Quiroga, fue nombrado gobernador interino, a despecho de Lorenzo Bernal del Mercado con quien no se llevaba bien. Decretó la abolición de la tasa de Santillán e impuso otra llamada la Tasa de Gamboa que excluía al indio del servicio al español pero lo obligaba a pagar un impuesto por su libertad, cosa que no fue fácil de ignorar para los indígenas. Esta tasa arruinó a todos por igual y trajo una multitud de problemas aparejados; la tasa se tuvo que abolir tres años más tarde y volver a la tasa anterior: la esclavitud. En Chillán, en 1582 una nueva sublevación de los Huilliches se hizo sentir en sus alrededores y se sumaron a ella los hasta entonces aliados de los españoles, los Picunches. En ese año, una plaga de ratones invadió todo el sur y hacían estragos en las sementeras de los indios, éstos llegaron a pensar que los soldados españoles de habían convertido en ejércitos de ratones. En las cercanías de Chillán un capitán español llamado Miguel de Silva logró abortar un ataque de los indios hacia esa comarca.

Las campañas de Sotomayor[editar]

Alonso de Sotomayor salió de Cádiz a finales de 1581 con un cuerpo de 600 soldados con la finalidad primitiva de reemplazar a Rodrigo de Quiroga a quien Felipe II, mal informado por el nuevo virrey de Perú, Francisco de Toledo, aún suponía vivo.

Llegó en septiembre de 1583 a Chile viniendo por tierra desde Buenos Aires con un ejército de 430 hombres, ya que más de 150 habían desertado al saber de las características de la guerra con los mapuches, encontrando al país en un lamentable estado de laxitud económica y de voluntad guerrera y esto debido a la Tasa de Gamboa que paralizó la economía de la colonia. A Martín Ruiz de Gamboa se le siguió un juicio de residencia.

Lo primero que hizo Sotomayor fue derogar la Tasa de Gamboa y reeditar las antigua Tasa de Santillán, con algunas mejoras. Sin embargo, el daño era profundo y la Tasa que se derogaba había sido amparada por eclesiásticos que medraron de los indígenas, quienes odiaban profundamente al español, ya fuera vestido de armadura o de sotana.

En 1584, Sotomayor pudo aprestar un cuerpo relativamente bien apertrechado y se dirigió hasta Angol. Ordenó al capitán Alonso García Ramón una expedición punitiva contra los indios comarcanos que rindió más de 200 naturales muertos al ser sorprendidos desprevenidos en sus aldeas. Seguidamente Sotomayor penetró en la cordillera de Nahuelbuta y cayó sobre Tucapel y Arauco y realizó las mismas acciones punitivas cogiendo de pasada al mestizo renegado Alonso Díaz y a un español pasado a las filas mapuches llamado Jerónimo Hernández quien estaba desde algunos años adiestrando a los indios en el uso de las armas de fuego. Ambos fueron ajusticiados sumariamente.

Estando en Mareguano, cerca de Catiray fue emboscado por un escuadrón de indios al mando del segundo en el mando después del mestizo Alonso, conducido por otro español renegado. De no mediar la intervención de García Ramón habrían sido exterminados. Mientras tanto la rebelión de los Huilliches iba tomando un tinte muy peligroso en la región.

En Libén, lugar costero de Mareguano, los indios construyeron un pucará que fue desbaratado por el hermano del gobernador, Luis de Sotomayor. Alonso de Sotomayor después de estas campañas se convenció de que los indios eran realmente difíciles y porfiados de vencer y que no temían a los castigos ni matanzas y que tan pronto como abandonaba un sector aparentemente pacificado los indios hacían renacer nuevos brotes de insurrección. Finalmente decidió hacer la guerra defensiva instalando tres fuertes en el Bío -Bío, lugares en que los españoles a la larga vivieron prisioneros. Despachó a Perú al capitán Juan Alvarez por ayuda y esta se materializó a mediados de 1585 con la llegada del galeón San Juan de Antona con pertrechos. La mala suerte quiso que el galeón volara en pedazos al inflamarse una botija de pólvora durante la operación de descarga, este hecho dejó las esperanzas de Sotomayor por los suelos, y al ejército en las peores carencias. La miseria de la soldadesca conllevó conatos de sublevación que Sotomayor tuvo que reprimir con la mayor dureza. Los mapuches advirtieron la debilidad ofensiva de los españoles y aprovecharon de atacar Purén, el cual tuvo que ser despoblado.

Sotomayor tuvo que esperar hasta 1586 los refuerzos venidos desde Perú, quien estaba a cargo del nuevo virrey y ex-gobernador de Chile, García Hurtado de Mendoza. Solo recibió un refuerzo de 300 soldados a cargo del capitán Luis de Carvajal, más otro de 200 hombres que García de Hurtado de Mendoza juzgaba como suficientes. Además el virrey le ordenó emprender una enérgica campaña de sofocación de la rebelíon y el repoblamiento de los territorios perdidos.

En octubre de 1590 salió de Santiago hacia Angol, donde reunía una fuerza de 515 soldados y 1.300 yanaconas. Desde Angol salió a batir la costa de Mareguano (Talcamávida) y llegó a la celebre cuesta de Marigueñú donde después de transmontada hubo una batalla en la cuesta de Lavermán donde los mapuches tuvieron una derrota con la pérdida de un español por el otro bando. Sotomayor fundó el fuerte de San Idelfonso cercano al de Arauco y mientras permanecía allí una epidemia de viruela le mató casi a la totalidad de los yanaconas y también alcanzó a los mapuches que perecieron un tercio de sus guerreros y población. Despachó a su segundo al mando, Alonso de García Ramón, al Perú a solicitar más refuerzos, García Hurtado de Mendoza le recibió bien pero le mandó una exigua cantidad de 106 soldados y la amonestación de que no se le molestará más. En 1592, era relevado de su cargo y renombrado como gobernador de Panamá y en su lugar se le nombraba a García Oñez de Loyola.

Las campañas de Martín García Oñez de Loyola[editar]

En septiembre de 1592 asumía Martín García Oyez de Loyola, capitán preferido y sobrino del ex-virrey Francisco de Toledo. Este nombramiento hecho directamente por Felipe II y fue muy resistido por García Hurtado de Mendoza dada las características personales del nuevo sucesor de Alonso de Sotomayor. Martín Oñez no pasaba de ser un capitán muy honesto, de probada valentía, pero carente de la sabiduría necesaria para llevar a cabo con algún grado de éxito la guerra de Arauco.

Oñez de Loyola al imponerse del mísero estado de la colonia en Chile solicitó refuerzos immediatos al Perú que fueron acogidos en algún grado por García Hurtado de Mendoza, pero al quererse enrolar a soldados en el Perú estos se rehusaban a prestar servicio diciendo:

-"preferimos que nos echen a las galeras que ir a prestar servicio a la guerra de Arauco"-

Se tuvo que enrolar soldados en Panamá donde era menos conocido lo que pasaba en Chile, se logró reunir 300 soldados. Este refuerzo pobre por lo demás, no iba a llegar tan pronto a Chile por lo que se le ordenó a Oñez hacer una guerra defensiva solamente. Oñez de Loyola, apresurado por probarse con los mapuches intentó enrolar a pobladores y a confiscarle bienes, pero estos mediante el Cabildo le resistieron la orden y Oñez de Loyola que no estaba hecho con la misma materia que García Hurtado de Mendoza acató lo que el Cabildo le imponía y que estaba sustentado por un acuerdo de la Audiencia del Perú. Los españoles no estaban dispuestos a ser enrolados como soldados, ser además labriegos y comerciantes y para colmo que se le quitasen los escasos bienes.

Salió en su primera campaña com una exigua fuerza de 154 soldados y batió Lumaco y sus alrededores, fundando Santa Cruz de Oñez ( Costa de la actual Región de San Fernando, entrando en tratos pacíficos con determinadas poblaciones Huilliches. LOs indios no estaban aun en condiciones de hacer la guerra y esperaban el momento de recuperarse de la epidemia de viruelas que los había dejado mermados y acogieron las peticiones de paz que ingenuamente Oñez ponderó con un valor que no se merecían las cirscunstancias.

Sin embargo, los capitanes como Bernal del Mercado le hicieron ver la urgente necesidad de pedir refuerzos y en Perú, García Hurtado de Mendoza ya prácticamente saliente de su cargo le envío un refuerzo de 300 soldados muchos de ellos de no más de 20 años de edad y sin valer militar. Entre ellos venía Gabriel de Castilla, sobrino del nuevo virrey entrante Luis de Velazco a quien le nombró Maestre Campo como una forma de asegurarse los refuerzos de la mano del propio virrey.

En febrero de 1597, nuevamente se dio una batida por Lumaco y se fundo el fuerte de San Salvador de Coya, ahí se dio cuenta Oñez de Loyola de lo fútil que había sido su primera campaña anterior.

Penetró la Araucanía a mediados de junio y mientras intentaba ingenuos tratados de paz con los fingidos mapuches, estos se le dejaron caer encima del nuevo fuerte de San Salvador obligandole a volver a marcha forzada a Coya. Llegó en medio de un torrencial de lluvía y hubo que guarecerse en un nuevo emplazamiento donde fue cercado por los indios con la pérdida de 8 españoles. Logró escapar hacía Angol y los huilliches asociados a los mapuches ocuparon todo lo que se había conquistado en Lumaco. La rebelión indígena se esparció por toda la Araucanía desde el Itata hasta más allá del río Calle-Calle comprometiendo la estabilidad de siete ciudades españolas. Aun así Oñez de Loyola no lograba aquilatar el temple de los indios de la región y el odio irrevocable que despertaba en ellos el español y seguía haciendo ofrecimientos de paz, que por supuesto eran interpretados por los indios como signo de debilidad de fuerzas y cobardía.

A fines de 1597 llegó un segundo contingente desde el Perú de escasos 140 soldados más bastimentos, además incluianse baratijas para regalos a los indígenas que hicieran la paz. Gabriel de Castilla además traía la revocatoria de la prohibición de reclutamiento de pobladores como soldados. Oñez entró en tratos de paz con alguno que otro mapuche que venía en aparente son de paz. Los indios fingidos en paz recibieron azadones, palas e incluso armas, pretendía Oñez que los mismos mapuches iban a ser aliados suyos contra otros mapuches. Cada material de hierro que recibían los indios eran convertidos en lanzas y puntas de flecha.

El desastre de Curalaba[editar]

El 21 de diciembre de 1598, estando en La Imperial con sus fuerzas reunidas recibió un aviso de que el fortín de Longotoro en Purén había sido asaltado y exterminado el contingente. Resolvió salir desde La Imperial rumbo a Angol con una exigua fuerza de 50 soldados y alrededor de 300 yanaconas. Se le había advertido de los síntomas evidentes de rebelión y que los indígenas huilliches estaban al mando de los caciques Anganamón y Pelantarú. Un cacique amigo llamado Naucopillán advirtió a uno de los capitanes de Oñez del peligro y que se desistiera del viaje o bien aumentara sus fuerzas a lo que Oñez ignoró, quizás pensando que una mayor fuerza visible era una de las temidas expediciones punitivas de Sotomayor para los indios.

A dos jornadas resolvió acampar en Curalaba, a orillas del río Lumaco prescindiendo de toda medida de precaución de avance en territorio enemigo, no apostó guardias, no reconoció los alrededores y permitió a su gente vivaquear y dormir tranquilamente. En la noche del 23 de diciembre de 1598, tres escuadrones indígenas conducidos por Anganamón, Pelantarú y Gauiquimilla se acercaron al campamento español y esperaron la amanecida. Cuando se tocaba la diana, los indígenas cayeron sobre el campamento y la contienda se trastocó en una carnicería salvaje. Oñez de Loyola solo alcanzo a defenderse bravamente pero cayó abatido junto a sus capitanes, perecieron la totalidad de los yanaconas, 48 españoles incluido el gobernador que fue decapitado, extraído su corazón al igual que Valdivia y su craneo llevado como trofeo de guerra junto a los de sus soldados. Solo salvó un soldado Bernardo Pereda que se refugió en unos matorrales y se hizo el muerto y llegó a La Imperial dos meses después prácticamente en los huesos y por el se supo lo sucedido al gobernador. Oñez de Loyola, gracias a su ingenuidad pasó a ser el segundo gobernador muerto por los naturales.

El desastre de Curalaba encendió la guerra de Arauco con una fuerza incontenible en toda la región, las consecuencias de esto fueron la destrucción de Valdivia, el despueble de la ciudad de Arauco, la destrucción de Villarica y Santa Cruz, los indios sitiaron Angol y La Imperial que hubieron de ser abandonadas, la destrucción de Boroa y Quilacoya y Osorno. Chillán fue atacada el día 9 de octubre de 1599 resultando muertos 4 españoles y llevándose los indios 30 mujeres y niños. La cifra total de muertos ascendía ya a 200 españoles muertos, siete ciudades arrasadas, sitiadas o despobladas. En esta etapa de la guerra se apuntan casos de españoles pasandose al bando indígena para ir a ofrecerse como esclavos. Los mapuches se aliaron con los huilliches, antiguos enemigos entre sí formando una fuerza coherente que atacó en forma metódica los asentamientos hispanos. El panorama era mucho más grave que en los tiempos de Valdivia.

La gestión de Alonso García Ramón[editar]

El virreynato del Perú nombró apresuradamente y en reemplazo del fallecido Martín García Oñez de Loyola a Francisco Quiñones un militar ya entrado en años y con pocas aptitudes para el escenario que le tocaba enfrentar, pero si dotado de una gran prudencia. Este mandatario vio con horror el estado de la colonia y solicitó refuerzos urgentemente, y por mientras se dedicó a apuntalar con lo que tenía aquellos asentamientos que valía la pena defender. Sin embargo, pronto se dio cuenta que no estaba a la altura de los acontecimientos, hizo lo humanamente posible por estabilizar sus situación y enfermó, solicitó su relevo ya menos de un año llegaba en septiembre de 1600, Alonso García Ramón como gobernador de Chile, antiguo maestre campo de Alonso Sotomayor. Este militar, dotado de un carácter enérgico y resuelto equipó a 400 soldados quitándoles prácticamente a la fuerza caballos, armas y batimentos a los pobledores de Santiago y se dirigío resueltamente a Chillán y luego a Concepción. Realizó una batida punitaria por Arauco logrando rescatar algunas mujeres españolas y se reunió con Francisco del Campo en Osorno. Francisco del campò era un capitán de prestigio que había hecho traer Quiñones desde Perú. Ya se había establecido un plan de reconquistas de las plazas perdidas que consistía en avanzar en columnas punitivas y una de repueble cuando fue relevado abruptamente por el nuevo gobernador Alonso de Ribera nombrado por el también nuevo rey de España, Felipe III. Esto causó una gran decepción al saliente gobernador.

Alonso de Ribera y la guerra defensiva[editar]

Alonso de Ribera era de la talla de su predecesor García Ramón, pero no tenía experiencia alguna del escebario que iba a tomar y asumió en febrero de 1601 la gobernación de Chile en una situación algo más estable que la que asumió Francisco de Quiñones, pero no fue bien recibido por la colonia chilena quien ya había probado la mano enérgica de García Ramón. LLegó con 260 soldados bien equipados, muchos soldados que traía desde Perú, Ecuador y México eras mestizos, no estaban hechos del mismo temple que los españoles oriundos y su valer militar era cuestionable, fue un hecho que muchos de estos soldados desertaran al bando mapuche apenas sintieron que estaban del lado equivocado.

En este caótico escenario la iglesia tomó cartas en el asunto inmiscuyendose en las políticas de la guerra. Predicaba a todas voces que el mapuche actuaba de esa manera por estar defendiendo su tierra y por los malos tratos que se les había dado en tiempos anteriores y que se les debía tratar mejor. Esto era una verdad a todas luces, pero su divulgación causaba en los naturales un exacerbación del odio hacia el español y además era interpretado como otro signo de debilidad. Para entonces, los indios eran formidables enemigos, diestros en el manejo de la caballería, armas de fuego y tácticas de guerrillas y emboscamientos. Aquellos españoles que eran capturados se enfrentaban a un destino muy incierto, pueto que si eran considerados cobardes se les mataba horriblemente y si demostraban valentía y coraje tenían la esperanza de salvarse y vivir como esclavos.

El plan de Ribera era algo opuesto al de García Ramón y consistía en avanzar en líneas sucesivas de fuertes empujando lentamente la frontera hacia el sur. García Ramón le propuso su plan pero fue desechado por Ribera.

La primera campaña de 1601.

Ribera salió con 540 soldados de Concepción en febrero de 1601 y se internó por el camino de la cuesta de Marigueñú en la costa de Laraquete sorprendiendo a los mapuches y arrasando sus sementeras obligándolos a huir. Una vez destruidas las cosechas y asentamientos volvió a Concepción, hizo preparativos para una defensa de sitio y luego se encaminó a Santiago, fundando de paso Lonquén en el río Itata.

Hay que hacer notar que Ribera tenía fama de mundano a los ojos de las autoridades eclesiáticas, en especial un obispo llamado Pérez de Espinoza y los vecinos de Concepción y Santiago por estar en concubinato con una hermosa limeña María Lisperguer y su hija Catalina de los Ríos y Lisperguer, llamada La Quintrala.

Creación del ejército de Chile[editar]

Ribera propuso al Rey don Felipe III, la creación de un ejército permanente y profesional como un modo de mantener con algún grado de éxito la guerra de Arauco, sin necesidad de expoliar a los sufridos habitantes de la colonia. Creo una economía autónoma para proveerse de los avituallamientos que requería, pues los que venían del Perú se demoraban demasiado, de este modo, se crearon fabricas artesanales y talleres de confección de herrerías, telas y zapatos, que dio trabajo a sastres, herreros, carpinteros que se agruparon en asociaciones estatales. Estos costos eran pagados con dinero del virreynato o del mismo reino y evitó las llamadas "derramas" o contribuciones forzadas de avituallamiento por parte de los vecinos. Prohibió la presencia de indios en las ciudades y fuertes y suprimió la prostitución de soldados españoles con las "rabonas" o indias mestizas como un modo de asegurar que la información no se traspasara al enemigo. El obispo Pérez de Espinoza trató por todos los medios y mediante el concurso de vecinos descontentos hacer llegar a la Inquisición en Perú de la conducta liberal del gobernador.

La segunda campaña de Ribera en 1603[editar]

En enero de 1603 Ribera adelanto la "frontera" hasta llegar al Bío-Bío y fundó un fuerte llamado Nuestra Señora de Ale. Allí se enfrentó a un ejército de 5.000 huestes mapuches comandadas porel cacique Nabalburi a quien logró derrotar parcialmente, gracias al numeroso contingente de 500 soldados españoles. Tuvo que además ir en auxilio de los pobladores de Osorno y Valdivia quienes estaban padeciendo de hambre.

Las campañas de 1604 a 1605[editar]

En febrero de 1604, Ribera salió de Concepción con un batallón punitivo de 500 soldados en dirección a Purén, pero los indígenas no presentaron batalla limitándose a darles paso. Ribera tuvo que contentarse con asolar las sementeras y quemar rucas vacías. Los mapuches realizaron guerra de guerrillas, asaltando, robando y violando. En Yumbel una guarnición fue exterminada lo que provocó una dura reacción de Ribera en los alrededores de La Laja y Yumbel. Los mapuches no presentaron batalla en ningún caso, ni tampoco establecieron sitios a las ciudades importantes como en antaño. Muy probablemente esto se debía a una epidemia de tifus que los diezmaba.

Al final las intrigas de la iglesia en contra de Ribera se cobraron con el gobernador y fue relevado de su puesto y fue reasignado en Tucumán, siendo reemplazado por Alonso García Ramón, mientras se llevaba un juicio de residencia en contra de Ribera.

La intromisión jesuita en la guerra defensiva[editar]

El virrey del Perú asignó por instrucciones de Felipe III, al padre Luis de Valdivia como cabeza de las directivas de la guerra en Arauco. Esto sería uno de los mayores desatinos que se cometieron en la guerra de Arauco por parte de España. El padre Luis de Valdivia era un religioso muy místico y de gran carisma que planteo una descabellada idea de pacificar a los naturales. El padre Luis de Valdivia estaba convencido de que el medio más eficaz para concluir con la Guerra de Arauco era la supresión del servicio personal de los indígenas y el término de la guerra ofensiva, lo que debía ir acompañado por un esfuerzo evangelizador de los religiosos. En 1606 viajó al Perú y expuso estas ideas al recién llegado Virrey, el marqués de Monterrey, quien lo envió a España para obtener la sanción real del sistema propuesto. En 1612 recibió la aprobación y viajó desde Tucumán junto a Alonso de Ribera quien había sido liberado de los cargos que se le imputaban y se le reasignaba un segundo mandato en Chile. La condición de esta nueva oportunidad de gobierno para Ribera era que aceptará el libre concurso del padre Valdivia en la guerra defensiva. Alonso de Ribera sabía que la política del Padre Valdivia le acarrearía más problemas, pero sin embargo, acató el mandato real y se mantuvo al margén.

Parlamento de Paicaví.

Alonso de Ribera convocó el 9 de diciembre de 1612 a una junta de paz en Paicabí, y asistieron los caciques Anganamón, Tereulipe y Ainavilú. En ella el padre Valdivia los trató con extrema condescendencia, dando por promesa la destrucción del fuerte de Santa Fe, el regalo de las embarcaciones anexas y la liberación de los indios del servicio; a cambio los indígenas debían aceptar la paz y que misioneros estuvieran entre ellos en labores evangelizadoras. Los caciques mirandose unos con otros, aceptaron con falsas promesas de paz a los padres Horacio Vechi, Martín de Aranda y a Diego de Montalbán en sus asentamientos. Apenas se hubieron alejado los españoles del lugar del parlamento, los infortunados e inguenuos padrecitos fueron cruelmente muertos en una suerte de juegos de lanzas a la orillas del lago Lanalhue.

Nuevamente este hecho gatilló a que los indios se sublevaran en toda la región, pues estimaron que las predicas del padre Valdivia eran signos claros de temor y debilidad del invasor español ante el enemigo.

Ribera tuvo que re-emprender las campañas punitivas, además de lidiar con correrías de piratas, pero el Alonso de Ribera que llegó de Tucumán no era el mismo de antes, ya estaba cansado, muy enfermo y finalmente falleció profundamente enemistado con el padre Valdivia en 1617.

La situación entre 1619 y 1624-Campaña de Osores[editar]

Entre 1619 y 1623 se declaró una segunda epidemia de viruelas entre la población indígena alcanzando también a la población mestiza en la colonia. Para suerte de la existencia de la colonia, esta epidemía imprimió un freno a la rebelión desatada en Curalaba pues diezmó a las poblaciones rebeldes en un momento en que la gobernación de Chile pasaba por una y otra mano donde ninguno de los interinatos tenía mayores aptitudes militares. La excepción a la regla fue Osores de Ulloa un anciano militar dotado de un carácter enérgico que impuso disciplina al desastrado e inoperante ejército, ejecutó a los desertores e imprimió un nuevo impetú de armas a sus soldados. Cuando estuvo ya en condiciones operativas la soldadesca salió en una campaña punitiva contra los indios de Purén quienes no le dieron batalla por encontrarse diezmados y le rehuyeron el combate de frente. Osores además planteó al virreynato del Perú la reconstrucción de Valdivia y la factibilidad de hacerlo recayó en el conde de Guadalcazár que había sido encomendado el reconocimiento de las costas australes en prevención de ataques de piratas holandeses. Esta expedición naval llegó y se remontó hasta Valdivia y viendo que los indígenas reunidos en tierra le exponían una gran cruz como aparente signo de bienvenida se dispuso el desembarco de Pedro de Balmaceda con 10 soldados, apenas hubieron puesto los pies en tierra fueron masacrados por la turba de indios ante la atónita vista de la gente en las embarcaciones y huyeron del lugar. Osores intentó hacer llegar a la corona un informe del estado de la Guerra de Arauco a Felipe IV, el nuevo rey pero este monarca estaba aun influenciado con los informes del Padre Valdivia y solo atinó a enviar directamente desde España una flota de tres navíos con 400 soldados a cargo de Iñigo de Ayala, la cual zozobró a la altura del Estrecho de Magallanes, salvando solo un navío que desembarco la infantería sobreviviente, solo llegaron 80 soldados a Chile por tierra. Osores ya anciano, falleció en septiembre de 1624 cuando estaba por salir a dar una batida para Valdivia.

Las campañas de 1625-1629: Luis Fernández de Córdoba[editar]

En abril de 1625 asumía como gobernador Luis Fernández de Córdoba, sobrino del virrey del Perú. Este aristocrático e inteligente español derogó mediante el concurso de una cédula real la guerra defensiva impuesta por el infamado Padre Valdivia y se le autorizaba a someter a esclavitud a los mapuches capturados, asimismo forjó desde el primer momento una imagen de hombre fuerte. Reprimió con dureza los abusos y fraudes e impuso una severa disciplina marcial. Realizó varias batidas contra La Imperial donde capturó un cierto número de indios, pero le costaron 30 españoles muertos y más de 100 yanaconas a fines de 1627. Estando en La Imperial un ejército de 300 soldados y 400 yanaconas al mando de Juan Fernández Rebolledo con estos prisioneros, se le dejó caer en la noche una turba de indios comandadas por un ex-yanacona llamado Lientur quienes mataron 28 españoles más y recuperaron estos prisioneros, se tuvo que desalojar a toda prisa La Imperial y retroceder a Angol con muchos heridos. Los indios a pesar de la epidemia se enardecieron y se sublevaron asaltando Chillán y el fuerte de Nacimiento que estuvo a punto de sucumbir si no hubiera sido por el directo auxilio del gobernador. Lientur realizó una guerra inteligente de guerrillas y asoló nuevamente Chillán para ir a refugiarse en la alta cordillera, inútiles fueron los esfuerzos por capturarles. En abril de 1629, Lientur atacó nuevamente Chillán y el corregidor de Chillán, Gregorio Sánchez de Osorio, le emboscó. Pero Lientur admirablemente los envolvió y mató al corregidor y 8 españoles. En mayo de 1629, el capitán Fernández Rebolledo le presentó batalla a media legua de Yumbel, en un sector llamado las Cangrejeras y fue derrotado en un combate cuerpo a cuerpo matando 70 españoles y tomando por prisioneros a 36 sobrevivientes, entre ellos al capitán Francisco Núñez de Pineda, quien pasó siete años cautivo entre los indios. El gobernador Fernández de Córdoba, a la luz de los hechos, se dio cuenta que nada podría hacer para mejorar la situación en la guerra, que ya tenía 83 años de duración, y pidió relevo.

Las campañas entre 1629 y 1640: Lazo de la Vega[editar]

Francisco Lazo de la Vega tomó posesión el cargo de gobernador en diciembre de 1629, este español era como muchos de sus predecesores un brillante militar con éxitos en campos de batalla europeos, su principales características eran su férrea determinación, arrojo y valentía. Este perfil de gobernante iba a dar como resultado una de las mejores actuaciones en la Guerra de Arauco. Al asumir la gobernación de Chile no tenía mayor noción de las características de la Guerra de Arauco, pero una vez en Chile, tomó la firme determinación de poner en cintura a como fuera lugar a los mapuches. Deseoso de batir a los indígenas, una vez organizado el ejército, avanzó hasta el fuerte de Arauco.

La emboscada de Picolhué.

Estando en el fuerte de Arauco supo por indios amigos que el cacique Butapichón estaba en las inmediaciones con un número elevado de huestes. Despachó al capitán Juan Morales con unos 15 españoles y yanaconas a reconocer el terreno con la expresa orden de no presentar combate ni traspasar una quebrada llamada "la quebrada de Don García".

La avanzada no regresó y salió el gobernador con 400 españoles y una avanzada de yanaconas, suponiendo que Morales había traspasado la quebrada se adentró en ella y al salir se topó con una masa de indios superior a los 5.000 guerreros que le hicieron frente. La batalla fue en extremo recia y el gobernador vio muy comprometida la situación y ordenó el gradual retiro hacia la quebrada, sin embargo, un par de capitanes, Lillo y Bernal quisieron perseguir una porción de la infantería enemiga que se dio a una aparente fuga, pero fueron cortados del grueso al cerrarse las filas detrás de ellos. Lazo de la Vega no pudo reabrir las filas cerradas de indígenas y si no hubiera sido por la aparición de Morales más dos compañías de arcabuzeros que atacó el flanco enemigo, no habría podido retirarse. No obstante, perdió a más de 43 de los suyos que quedaron muertos o prisioneros más una crecida porción de yanaconas.

Lazo de la Vega pudo en esta derrota ver la naturaleza del enemigo a que se enfrentaba y se dio cuenta que necesitaría algo más que arrojo y valentía para llevar con éxito su campaña.

La batalla de los Robles.

A fines de marzo de 1630, inició una batida punitiva hacia las ciénagas de Purén con 400 españoles y 100 yanaconas. Durante un mes dio vueltas por territorio enemigo y este no le presentó batalla, limitandose a quemar las sementeras. Fustrado, inició el regreso y luego de dejar Yumbel acampó el 14 de mayo de 1630 en un sector ribereño del Itata llamado Los Robles, sin sospechar que Butapichón le venía siguiendo los pasos. Rápidamente Butapichón, aprovechando que los españoles no habían montado centinelas se dejó caer sobre el campamento matando a varios españoles en forma sorpresiva. Tal fue el desconcierto que se armó una batalla campal en combate cuerpo a cuerpo en donde los españoles lucharon con excepcional bravura logrando contener a los indios que finalmente se retiraron, no sin antes llevarse numerosos prisioneros. Lazo de la Vega tuvo 20 muertos, 40 heridos y un pequeño número de prisioneros.

A fines de diciembre de 1630 Lazo de la Vega logró recultar unos 150 españoles voluntarios en Santiago que pensaba sumarlos a los ya 1.600 soldados acantonados en el sur. Su idea era internarse en el mismo corazón de Arauco y dar una batalla armagedónica a los mapuches para terminar de una vez por todas con la guerra. El pánico general cundió cuando la población supo de las osadas intenciones del gobernador y el Cabildo le rogó que desisitiese de hacer ese tipo de guerra, pero fue inutíl, Lazo de la Vega quería esa batalla decisiva.

La batalla de Albarrada[editar]

En enero de 1631 se reunió Lazo de la Vega en el fuerte de Arauco con más de 800 españoles en armas y más de medio millar de yanaconas, nunca se había visto tal fuerza reconcentrada en un solo punto. Mientras eso sucedía los caciques Lientur y Quempuante sumaron unos 5.000 guerreros y paradójicamente también buscaban la idea de una batalla decisiva, lo que Butapichón rechazó en un principio, como iniciativa y se apartó con unos 2.000 guerreros propios. De todos modos, la proporción de fuerzas era de 1:3 en desventaja española.

Los indios llegaron a las inmediaciones del fuerte el 12 de enero, adelantandose a los planes de Lazo de la Vega y comenzaron a provocar a los españoles a batirse en campo abierto. El 13 de enero de 1631, Lazo de la vega ya habiendo hecho confesar a sus huestes salió del fuerte y eligiendo cuidadosamente el terreno fue a tender su línea de batalla en Petaco. La acción se inció con una carga de un escuadrón de indígenas que fueron contenidos con fusileros alternados protegidos por lanceros. Una vigorosa carga de caballería fue contenida por los escuadrones mapuches y el combate por unos instantes se tornó indeciso. Lazo de la Vega se subió a un caballo y arengando a su infantería y cargó en contra de uno de los flancos mapuches, la caballería logró rehacerse y cargó también por el otro flanco. Los indios de Quepuante empezaron a abrir filas ante la doble embestida y retrocediendo fueron a dar a una ciénagas donde se empantanaron, momento que aprovecharon los españoles para hacer una carnicería entre ellos. Murieron 800 mapuches y se tomaron prisioneros a medio millar más, los españoles solo tuvieron heridos.

Esta victoria fue una de las mejores obtenidas para las armas españolas desde los tiempos de García Hurtado de Mendoza, sin embargo Lazo de la Vega creyó que esta gran victoria iba a doblegar definitivamente a los mapuches a dar la paz tan anhelada, pero amargamente debió comprobar que no era de ese modo y debió retomar el antiguo plan de Ribera de hacer la guerra defensiva.

Entrado el invierno de 1631, la suerte siguió favoreciendo a las armas españolas al eliminar en el valle de Elicura a Quempuante y a su sucesor el cacique Loncomilla. Solo faltaba Butapichón quien sabiamente rehusó el combate y no le presentó batalla en las redadas y batidas punitivas en pleno corazón mapuche, logrando capturar otro medio millar de indígenas y recuperando miles de cabezas de ganado y rescatando a españoles cautivos. Para 1634, la voluntad guerrera mapuche había cambiado aparentemente y se notaba el languidecimiento de las actividades predatorias de los indios debido al arrasamiento material. Lazo de la Vega resolvió repoblar Angol en 1637 en forma prudente después de vencer al cacique Naucopillán en el combate breve de Angostura. Entregó el gobierno al Marques de baides: Francisco Lopéz Zúñiga. La guerra y las preocupaciones constantes minaron la salud de este bravo gobernador y en julio de 1640 falleció cuando recién llegaba a Lima en busca de ayuda médica.

Intentos de Paz-El primer pacto del Quillín[editar]

El nuevo gobernador, Francisco Lopéz de Zúñiga asumió en 22 de mayo de 1639 la gobernación de Chile estando la situación de la guerra en un estado óptimo para los españoles ya que las derrotas sufridas a manos de Lazo de la Vega habían quebrantado la capacidad ofensiva de los mapuches, sumado a las continuas pestes, así que se anhelaba una situación de paz. Lopéz de Zúñiga había sido un notable soldado al servicio de la corona y el rey lo había agasajado con un gobernación en Perú, pero los acontecimientos en Chile le hicieron nombrarlo gobernador, cosa que no gustó a Lopéz de Zúñiga, pero se abocó a la tarea de reclutar unos 300 soldados y se embarcó con ellos hacía Chile.

Lopéz de Zúñiga, en realidad más que un soldado era una persona muy ambiciosa e inteligente, su único anhelo era enriquecerse a como fuera lugar y al asumir la gobernación se dio cuenta que si en el periódo que gobernaba no tenía la paz con los mapuches, sus planes de fortuna se esfumarían. Resolvió primero que nada ganarse la voluntad de la Iglesia reviviendo los planes del iluminado Padre Luis de Valdivia, pero además debía demostrar fuerza ante los mapuches. Seguidamente, salió con un ejército de 1.700 soldados hacia Purén en enero de 1640 y logró contactarse con el cacique Lincopichón, hermano del ya mencionado y huidizo cacique Butapichón a quien le dio un gran recibimiento y promesas de paz, todo a la vista de las impresionantes fuerzas españolas, para que no quedara duda que las intenciones de paz no estaban sustentadas en cobardía o debilidad. Lincopichón cayó en el juego de Lopéz de Zúñiga y dispersó la noticia de las buenas nuevas a las demás tribus. Lopéz de Zúñiga además se dedicó a informar al rey de que la situación en Chile era desesperada y que los mapuches estaban a punto de caer con 6.000 huestes sobre sus fuerzas, esto a fin de que se le enciaran aun más pertrechos y soldados, y de paso arruinando el prestigio ganado justamente por Lazo de la Vega.

Se sumó a favor de Lopéz de Zúñiga el hecho de que el Volcán Villarrica hiciera erupción, lo que los mapuches interpretaron como que los dioses estaban enojados con ellos.

El 6 de enero de 1641, Lopéz de Zúñiga se reunió en las márgenes del río Quillín con varios caciques: Lincopichón, Butapichón, Tinaquepo y otros toquis y los vecinos de Concepción. En este parlamento se acordó por primera vez el reconocimiento de los mapuches como una entidad soberana de sus tierras, cuya frontera se les restituía hasta el Bío-Bío y además se les eximía de la esclavitud y servidumbre, dejarse evangelizar, la entrega de cautivos españoles y el establecimiento de comercio; los españoles se comprometían a respetar a los indios ene sus tierras, despoblar Angol, excepto el Fuerte de Arauco y el libre tránsito comercial. Si el Padre Valdivia hubiera estado presente en ese momento no habría cesado de bendecir a Lopéz de Zúñiga, pues ese acto era la consumación de sus deseos. En Santiago y el resto de Chile, el pacto de Quillín cayó como un balde de agua fría para los veteranos españoles quienes se sintieron ofendidos en sus logros anteriores, se echaba por tierra, sangre española derramada inútilmente, años de servicio y un retroceso en la conquista del territorio mapuche. Para los indios era una dorada ocasión para recuperarse de los quebrantos sufridos y poder tener tiempo de armarse.

Lopéz de Zúñiga aprovechó estos momentos de paz para lucrar en su gobierno, aun a costa del situado real, la corrupción pronto se generalizó a costas de las arcas del rey.

En 1643, dio una batida en las comarcas indígenas cordilleranas y capturó a Lincopichón y al renombrado Butapichón y los mantuvo como rehenes de garantía de paz.

Ya para 1644, Lopéz de Zúñiga comenzó a implorar al rey su relevo, pues se veían brotes de insurrección entre los mapuches, sumado a la presencia de piratas holandeses en Valdivia. Én 1646, llegó el relevo de Lopéz de Zúñiga, este era Martín de Mujíca. Lopéz de Zúñiga dejó el país con una cuantiosa fortuna, producto de los negocios que estableció en Santiago y fue a radicarse al Perú.

Dejaba al país con los mapuches ya alzados en rebelíón, una situación económica casi en el desfalco y un ejército indisciplinado y relajado.

Como corolario paradójico, Lopéz de Zúniga una vez en el Perú multiplicó aún más su fortuna y medró 8 años en ese país antes de fletar 4 navíos que partieron a España en 1656 con toda su familia y su tesoro. Casi al llegar a Cádiz fueron interceptados por una flotilla inglesa, donde murió Lopéz de Zúñiga y la mitad de su familia, los ingleses se apropiaron de toda la fortuna y más tarde devolvieron a España a 5 niños sobrevivientes de la familia del malogrado ex-gobernador.

El segundo parlamento de Quilín-la reforma de ejército español[editar]

Martín de Mujica era un soldado de la misma estirpe que Lopéz de Zúñiga, pero a diferencia de su antecesor, honrado, riguroso y honesto en sus acciones. Lo primero que hizo al asumir en 1646 fue reformar al alícaido ejército que estaba en un estado de indisciplina nunca visto. Promulgo sanciones y reformas duras para lograr un grado de disciplina, además de ejecutar a algunos soldados para hacerse respetar. La dirección de la guerra fue encomendada al maestre Campo Francisco de Rebolledo, mientras Mujíca se abocaba al gobierno.

Los mapuches estaban insurrectos pero las acciones no se habían iniciado a causa de una peste de viruelas que mató a mucha población guerrera, así que por algún momento se podía hablar de paz nuevamente con los mapuches.

Asistido por los jesuitas, adalides del plan del Padre Valdivia, Mujíca decretó un cese de hostilidades por 50 días. En ese periódo, se acercaron muchos caciques a pedir la paz y volvieron a su tierra con muchos presentes. Además ordenó la libertad de Butapichón y Lincopichón con las correspondientes promesas de paz. Mujica se hizo asesorar por un veedor que tenía gran influencia entre los indios, Francisco de la Fuente y Villalobos. Villalobos consiguió deponer el sitio que se tenía a Valdivia y se pudo continuar la reconstrucción de la ciudad, también se logró la reconstrucción del fuerte de Tucapel. El 24 de febrero de 1647 se celebró la segunda pactación de Quillín con los términos favorables a los mapuches más ampliados que en la primera pactación. No bien hubieronse firmado solemnemente los acuerdos, Mujíca tuvo que ejecutar a algunas caciques que conspiraban su propia muerte apenas se retirara, además una hueste de indios asaltó una columna que iba a Valdivia y además de matar a la compañía le robó cuanto ganado llevaban. Estas acciones endurecieron la postura de Mujíca y ordenó que todo indio mayor de 15 años que tomará las armas fuese muerto en el acto o fuese hecho esclavo. Por un lado se acariciaba al indio que se evangelizaba y por otro lado se mataba o se esclavizaba al rebelde. Además nuevamente se reiteraron las pasadas de españoles al campo enemigo.

Mujíca murió subitamente en abril de 1649. A pesar de sus esfuerzos la situación no mejoró mucho, logró que se pudieran evangelizar un mayor número de indios, pero las deserciones aumentaron por el lado español y por otro lado los indios aparentando someterse a lo pactado figieron la paz, pero subterráneamente se estaba gestando una nueva gran insurrección.


La insurrección de 1655-El descalabro de Acuña y Cabrera[editar]

Como reemplazante de Mujíca se asignó al maestre campo Antonio de Acuña y Cabrera quien se apersonó en Concepción en mayo de 1650. Este soldado español era muy afín a la orden jesuita y por tanto comulgaría fácilmente con las directrices del Padre Valdivia, y en efecto así fue, ya que los jesuitas manipularon a su antojo al nuevo gobernador, además estaba casado con una peruana de personalidad muy manipuladora llamada Juana de Salazar que aprovechándose de la debilidad de carácter y del cargo de su esposo, practicó un cuoteo familiar en el gobierno que se tomaba en Chile, ambos componentes asociados al nuevo gobernador, los jesuitas y su propia familia provocarían un hito en la Guerra de Arauco.

Para cuando asumió Antonio de Acuña y Cabrera, los mapuches ya estaban recuperados de las pestes, el odio ancestral hacia el español no había menguado en las nuevas generaciones y el recuerdo de las pestes y las derrotas anteriores ya eran un vago recuerdo en los loncos que habían surgido. La mecha de una nueva insurrección estaba dispuesta y solo bastaba algún simple hecho para que se encendiera con resultados insospechados.

El parlamento de Boroa

Antonio de Acuña y Cabrera asesorado por los siempre-presentes jesuitas instó a las tribus del sector de Valdivia y Osorno a hacer la paz, a lo cual los caciques respondieron favorablemente, incluso los de Chiloé, esto animó al gobernador a celebrar un parlamento en la localidad de Boroa el enero de 1651.

En el parlamento se ratificaron los mismos acuerdos que las paces de Quillín, pero además los indios debían reconocer como territorio español al norte del Bío-Bío, además de auxiliar a los españoles en sus requerimientos territoriales, tener de ellos la promesa de dejarse convertir por misioneros y deponer las armas y cultivar la tierra. Por un momento el iluso gobernador Antonio de Acuña y Cabrera creyó que la Guerra de Arauco tocaba a su fin.

Sin embargo, un acontecimiento imprevisto detonaría la mecha de la insurrección, un navío español, el San Jorge, conduciendo el real situado a Valdivia encalló en la costa de Osorno y los indios Cuncos viendo que los españoles traían gran cantidad de bastimentos, se les despertó la codicia y mataron a todos los tripulantes, 18 españoles, dos mujeres, un clérigo y algunos negros e indios, a fin de ocultar su crimen. El gobernador supo de este incidente en marzo de 1651, apenas mes y medio del evento de Boroa, por medio de algunas tribus temerosas del castigo español y que denunciaron a los culpables. Iracundo, Antonio de Acuña y Cabrera ordenó el castigo a los culpables al gobernador de Valdivia, Diego González Montero pero cuidando de no tocar a las tribus restantes. El gobernador recibió de parte de los indios Cuncos a tres caciques culpables y fueron sometidos a castigo, sin embargo González advirtió un cambio en la disposición de los que eran hasta entonces sus indios amigos. En efecto, meses después los mismos Cuncos mataron una avanzada de doce españoles.

El desastre de Río Bueno[editar]

En enero de 1652, la familia de la esposa del gobernador influyeron a Antonio de Acuña y Cabrera a hacer nombramientos de sus familiares en puestos claves en la frontera, José de Salazar fue nombrado jefe de la plaza de Boroa, Juan de salazar fue nombrado maestre campo y así varios cuñados y familiares se acercaron a la sombra del mandatario a medrar de los cargos. Demás está decir que estos militares desconocían el temple guerrero de sus enemigos.

Estos familiares se hicieron asesores permanentes de Antonio de Acuña y Cabrera y se dejó convencer de que el castigo hecho a los Cuncos era insuficiente. En 1653 se aprobó una expedición de tipo punitivo a cargo de los cuñados del gobernador.

Juan de Salazar partió desde el fuerte de Nacimiento con un ejército de 900 soldados y millar y medio de yanaconas en enero de 1654. Este ejército acampó en la ribera norte del Río Bueno y el 11 de enero se les presentó una fuerza de 3.000 indios Cuncos dispuesto a no dejarlos pasar. Juan de Salazar demostró una tremenda ineptitud táctica al ordenar contruir un angosto puente de balsas e instruir a la vanguardia a comenzar el ataque una vez puesto el pie en la otra orilla. Los Cuncos dejaron pasar unos 200 soldados y auxliares y los cercaron causando una matanza. Salazar desesperado ordenó al grueso rebasar el puente para ir en ayuda de los cercados pero, el puente no resistió y se cortó llevándose a decenas de soldados arrastrados a la orilla enemiga donde perecieron masacrados a lanzasos. El resto de los cercados, unos 100 españoles y 4 capitanes y unos 100 auxiliares murieron cruelmente masacrados y a la vista del inoperante Juan de Salazar. Para los indios sublevados, Juan de Salazar quedó como un cobarde y el gobernador Antonio de Acuña y Cabrera como un inepto.

A Salazar se le instruyó un sumario, pero fue absuelto por influencia de la esposa del gobernador, y es más, se le permitió nuevamente comandar un ejército de 700 españoles y 1.700 auxiliares para vengar su afrenta y honor. Mientras tanto el comandante de la plaza de Boroa fue advertido por indios amigos que una gran insurrección estaba a las puertas y envió a un indio de Talcamavida a entrevistarse con el mismo gobernador.

Antonio de Acuña y Cabrera no solo no recibió al este indio si no que lo hizo azotar públicamente en la plaza de Santiago, pensado que el indio estaba confabulado con militares opositores.

En febrero de 1655. Juan de Salazar y su ejército acampó en Mariquina y estando en este campamento recibió alarmantes noticias de asesinatos de españoles a lo largo de toda la frontera, incluíanse robo de ganado y mujeres blancas en algunos fortines. Pronto las noticias fueron cada vez más angustiantes y graves. Antonio de Acuña y Cabrera se unió a Salazar en Mariquina, pero los dos se dieron tumbos sin saber como enfrentar el grave conflicto que se les venía encima. El gobernador mostrando una injustificable conducta cobarde, se retiró hasta el fuerte de Buena Esperanza, una plaza que era clave para cualquier veterano, su intención era alcanzar Concepción. Ordenó el despueble de esa plaza con una fuerza de 3.000 soldados! hacia Concepción y se plegó una larga columna de pobladores que salvaron con lo puesto solamente. José de Salazar no fue menos que sus parientes y estando en le fuerte de Nacimiento ordenó su despueble a pesar de las rogativas de los veteranos por no hacerlo y aguantar un asedio hasta el invierno. No solo no dio oídos a los sabios consejos de los capitanes si no que continuó con los preparativos de huida donde fueron masacrados más de 200 soldados y un sin número de mujeres y niños que fueron abandonados. Los fuertes de Talcamávida y Colcura fueron sitiados y sus pobladores muertos todos, el fuerte de Arauco fue sitiado con graves padecimientos de sus pobladores, Boroa corrió igual suerte quedando sitiado sus moradores. Los indios en masa sitiaron luego Concepción y estuvieron a un tris de tomar la ciudad.

Tal fue la indignación por la cobardía demostrada por Antonio de Acuña y Cabrera y sus familiares que el Cabildo de Santiago resolvió deponerlo, cosa nunca vista antes en Chile, y colocar como gobernador interino a ya anciano veedor Francisco de la Fuente Villalobos con la esperanza de que las buenas relaciones pasadas con los indios hicieran algo a favor de los españoles, Villalobos resultó ser tan inepto en lo militar que sus medidas solo condujeron a que los representantes de la Real Audiencia reconfirmaran en su cargo a Antonio de Acuña y Cabrera. Tal era la confusión y el descalabro que la Real Audiencia se puso a las espaldas del inepto gobernador a dirigir las acciones militares como si fuera una marioneta. Algunas acciones tal como una victoria en las afueras de Concepción sobre montoneras mapuches abrieron un poco la situación permitiendo desalojar el fuerte de Arauco y reconcentrar en Concepción una mejor fuerza para una futura ofensiva. Súbitamente, tal como había empezado, los indios se retiraron de la frontera en la más aparente calma llevandose a sus comarcas el botín, mujeres, niños y soldados españoles prisioneros como esclavos internandose en su territorio sabeindo que el español no podría hacer nada por ahora. De haber habido un líder de la talla de Lautaro, los mapuches habrían finiquitado la conquista española.

La segunda rebelión de 1655-la campaña de Porter Casanate[editar]

Pedro Porter Casanate relevó prácticamente a la fuerza al porfiado gobernador saliente Acuña y Cabrera, instándole a cumplir la orden del virrey del Perú. Asumiría en diciembre de 1655 cuando ya se gestaba la segunda fase de la rebelión indígena en el marco de la guerra de Arauco.

El estado en que se recibía el reino, era semejante a lo ocurrido con Oñez de Loyola, se habían perdido los fuertes de Talcamávida, Colcura, Arauco, se conservaban aun Boroa, Valdivia, Chillán y Concepción a duras penas y solo con la porfía de sus defensores.

Casanate no era soldado, sino marino instruido, de carácter aguerrido y valiente, prudente e inteligente, muy enérgico y honesto a toda prueba. El Virrey del Perú vio en el las cualidades necesarias para la extrema situación que se vivía en el reino de Chile. Cuando Casanate llegó a Chile y se impuso de la situación echó rápidamente a un lado a los pegajosos jesuitas y su iluminada doctrina del Padre Valdivia y se dedicó a planificar el más fuerte golpe posible que se le pudiera dar a los indios rebeldes.

Casanate debutó con una victoria en Conuco, el 20 de enero de 1656 donde escarmentó duramente a los indios comarcanos que les presentaron batalla; cabe hacer notar que los mapuches y sus aliados no podían reunir grandes huestes por estar aun con una población algo reducida y por no ser coherentes entre sí.

Casanate salió de Concepción en febrero de 1656, con unos 700 soldados españoles, sin yanaconas y delegando el mando de la fuerza al capitán Francisco Nuñez de Pineda, veterano de la guerra con los mapuches. Las fuerzas de Casanate liberaron Boroa en marzo del mismo año, librando una batalla en Los Sauces con una brillante victoria española. Se resolvió liquidar el fuerte y devolverse a Concepción con los sobrevivientes de Boroa. Casanate quedó sorprendido de la fiereza del pueblo mapuche y estimó sabiamente que debía ser muy cuidadoso en planificar sus acciones.

El mestizo Alejo[editar]

Existía en el ejército de Casanate un soldado mestizo al que se le conocía como El mestizo Alejo quien se lució en la batalla de Conuco. Como se hiciera evidente entre sus pares, su dotes y participación solicitó que se le ascendiera a oficial, pero la negativa fue tan rotunda, brutal y contundente que resolvió pasarse al enemigo.

Era este hombre, muy bien parecido, de dotes intelectuales por encima de la media, valor a toda prueba y dotes de líder, lo cual fue rápidamente apreciado por los mapuches, quien los convenció que las batallas a campo abierto solo conducían a una segura derrota.

Adiestró a los mapuches en la guerra de guerrillas, ya ensayada antes por el hábil Butapichón, pero dándoles Alejo una perspectiva más eficiente, además buscó alianza con los Cuncos, Pehuenches y Picunches.

Debutó Alejo en la batalla de San Rafael ( antiguamente denominado Molino del Ciego) sorprendiendo con 1.000 de sus huestes a una avanzada de 200 españoles al mando del capitán Pedro Gallegos, quienes se fortificaron en una loma, mientras despachaba emisarios al fuerte de Conuco para refuerzos. Hábilmente, Alejo atacó de frente la posición española mientras mandaba destacamentos por la retaguardia para desbocar a los caballos que les eran inútiles a los españoles en esa posición, logró desbaratar la defensa española y los indios prácticamente masacraron a unos 190 españoles, dejandose unos cuantos para sacrificios y canjes. Otra victoria obtenida en Los Perales desbarató a unos 250 españoles al mando de Bartolomé Pérez Villagrán. Sin embargo, en Lonquén fue´rechazado cuando atrincheró a un destacamento de 280 españoles al mando de Bartolomé Gómez Bravo quien pereció como un valiente en el campo. Alejo tuvo la suerte de no ser perseguido.

Poster Casanate, una vez tomada las providencias que le produjó un terremoto que destruyó Concepción, salió de la reconstruida Concepción a fines de 1657 con una fuerza de 1.200 soldados donde llegó al fuerte de Conuco. En año nuevo desbarató una fuerza de caballería indígena de 500 huestes y luego realizó correrías punitivas en los alrededores del destruido fuerte de Curaco y Hualqui, Renaico y Mulchén, donde liberó a cautivos españoles y sustrayendoles a los indios numeroso ganado, causándoles a los indígenas unas 600 bajas en total.

En 1659, Poster Casanate intentó la captura del mestizo Alejo sin lograr su objetivo, pues se había refugiado en la alta cordillera con los pehuenches al mando del cacique Inaqueupu.

Nuevamente la peste de viruelas asolaban a los indígenas en ese invierno de 1660 y Alejo solo pudo reunir unas 300 huestes para la campaña que se traía entre manos, con la intención de tomarse Concepción fue a situarse aguas arriba del río Andalién. Fue a interponerse el capitán Juan de Zúñiga con 200 españoles, Alejo fingió retroceder a la carrera con sus fuerzas siendo perseguido por Zúñiga y cuando repechaban una loma escarpada, se devolvió sorpresivamente Alejo con sus guerreros y efectuaron una matanza entre los desprevenidos españoles, dejando en el campo al mismo Zúñiga y 60 soldados españoles.

Sin embargo, no iban a ser los españoles quienes finiquitarían al gran mestizo Alejo, si no que serían sus propias concubinas. El mestizo había capturado a dos hermosas españolas y cometió el craso error de favorecer a las españolas y repudiar a dos indias que eran también sus concubinas, estas celosas lo mataron cuando dormía embriagado en su ruca, y temiendo por sus vidas fueron a entregarse a Poster Casanate quien las premió con una pensión. De haber estado Acuña y Cabrera como gobernador, la victoria habría brillado radiantemente para Alejo y sus huestes. Por un momento en la tierra de Arauco pareció brillar la estrella de Lautaro, representada en Alejo.

El Toqui Misqui-fin de la rebelión[editar]

Para la primavera de 1661, un nuevo líder había ocupado la vacante de Alejo, se llamaba Misqui, quien sin ser de las mismas dotes que el mestizo tenía más arrastre entre su gente y logró acaudillar unas 1.500 huestes reuniendo sus fuerzas en el sector denominado Curanilahue, cercano al Salto del Laja. Una fuerza española al mando del maestre campo Jerónimo de Molina al mando de 600 soldados tocó que también llegaba al sector sin ser advertido por las huestes de Misqui. Molina advertido por un indio amigo de la concentración enemiga en el sector llamado Curanilahue, que tenía al alcance de la mano, resolvió efectuar un ataque nocturno por sorpresa a la luz de la luna. El ataque se efectuó en forma de tenaza y logró desbaratar la defensa mapuche dejando a 600 indios muertos y más de 200 prisioneros. Misqui intentó escabullirse pero fue capturado y ahorcado sumariamente en Yumbel, muy cerca del campo de batalla. Porter Casanate apenas alcanzó a cosechar los frutos de la victoria en Curanilahue, pues enfermó gravemente, alcanzó a realizar la paz con las tribus rebeldes y murió en febrero de 1662, dejando ahogada la tremenda rebelión desatada por su antecesor, Acuña y Cabrera. Como es ya común decirlo, la paz era solo aparente y fingida del lado indígena.

Aletargamiento de la guerra[editar]

No se imaginaba Porter Casanate que la victoria sobre Misqui iba a tener trascendencia, puesto es así que los indios imposibilitados de reunirse en grandes masas optaron por retirarse a sus comarcas, esto no significó una menguación del odio hacia el huinca(español en mapudungun, si no un aletargamiento de la voluntad de lucha. Esta conducta encuentra respuesta principalmente en el mestizaje cada vez más notorio en el pueblo mapuche y la disminución a la resistencia a la presencia española, muchas tribus e indígenas empeazaron a depender del pago por servicios, la dependencia de un patrón, y también las pestes como la viruela. El gobernador Meneses desbarató un conato de rebelión en abril de 1664 y nuevamente los indios ofrecieron la paz, esta vez Meneses exigió como condición que cada tribu dejara un hijo de cacique en territorio español a cargo del pecunio del gobernador. Antes de seguir es necesario reparar en algunas cifras sobre la Guerra de Arauco.

Estadísticas para 1664[editar]

Para 1664 el Virreinato del Perú (Jorge Eguia y Lume) estimaba entre 30.000 y 42.000 los españoles fallecidos en Chile de los cuales la mitad era consecuencia directa de la Guerra de Arauco. Dos gobernadores: Valdivia y Oñez de Loyola talentosos estrategas militares, con éxitos fuera de Chile, encontrarían la muerte a mano de los indios mapuches y asociados. A Chile se le conocía como el "cementerio de españoles".

Nunca se censó a los yanaconas venidos del Perú y mucho menos a los de Chile, pero se estimó en 60.000 los indios auxiliares sacrificados. Los mapuches al momento del comienzo de la guerra tenían una población estimada de entre 1.000.000 y 1.500.000 habitantes, una estimación entrega que para 1664 habían fallecido entre 90.000 y 100.000 guerreros, sin incuir las pestes traídas por el español que mataron a casi dos tercios de la población asentada indígena.

Conatos de rebeliones en el periódo de 1665-1695-Metamorfosis del guerrero mapuche[editar]

En el periodo citado, no hubo una guerra propiamente como tal, si no un aletargamiento prolongado, pero si los indígenas probaron alternativamente la mano de uno u otro gobernante para ver por cual de la más débil podía hacerse reencender la guerra. Durante el primer gobierno civil de Juan Henriquez en 1672, nuevamente ocurrió un levantamiento general de los indígenas, que fue sofocado de un solo y firme golpe con la pérdida de 1.000 huestes e idéntico número de prisioneros que se vendieron al Perú. Existieron también renegados como un tal Garrido que se pasó a lado mapuche y se convirtió en bandolero, pero fue cogido y ahorcado en 1675. Este aletargamiento no era otra cosa que la intromisión de la sangre española y la huilliche, es decir, la fusión de razas en el seno mapuche, las generaciones de Lautaro, Butapichón, Ancanamon, Elicura habían desaparecido y dado lugar a generaciones de mestizos, donde florecieron algunos renegados y bandidos. La guerra ancestral se había metamorfoseado a una guerra de bandidaje dedicadas al pillaje en vez de una guerra territorial- racial. A su vez gobernadores como Garro(1682) renunciaron a la evangelización y mantuvieron siempre la espada en la mano y arriba de la cabeza del indio como amedrentamiento. En 1692, otro conato de rebelión más serio se vislumbró durante el gobierno de Marin de Poveda, donde nuevamente los jesuitas con su influencia pretendieron realizar una especie de guerra espiritual con los indígenas, esto provocó hondas irritaciones en el seno de la adormecida comunidad indígena por los desatinos provocados por los padrecillos que pronto se transformó en una rebelión. Poveda para más remate tenía prohibición real de hacer la guerra militar contra los mapuches a causa de la influencia de los mismos jesuitas ante la corte, se alzó un cacique de la región de Maquegua, llamado Millapán quien realizó varios asesinatos a españoles. Poveda viendo que la insurrección iba creciendo se dio cuenta que si no actuaba pronto, la situación se desbordaría, así que después de negociar con autoridades eclesiásticas y con el apoyo de la población, sacó hacia el sur, una fuerza expedicionaria de 1.600 hombres, más 2.000 auxiliares. Viendo la determinación española, y la fuerza que se sustentaba, los indios corrieron a dar la paz en el parlamento de Choque-Choque. Nuevamente sobrevino un aparente aletargamiento en la guerra.

La guerra durante el siglo XVIII[editar]

Durante el gobierno de Francisco Ibáñez de Peralta, el ejército español estaba en su peor estado de miseria, sin pertrechos, pagas atrasadas y focos de rebelión que se venían desarrollando. Si se hubiera querido realizar una campaña de demostración de fuerzas, los resultados habrían generado una rebelión indígena de proporciones. Los indios estaban en aparente paz, pero los infaltables misioneros jesuitas contribuían mucho a fastidiar a las comunidades mapuches.

El parlamento de Tapihue-1713.

Durante el gobierno de Ustáriz hubieron síntomas de levantamiento general, generados en la zona de Penco y Calbuco donde una guarnición española completa fue exterminada por los indios comarcanos, estos españoles entraron en abusos con los indios y estos rápidamente se rebelaron contra los imprudentes soldados, este evento gatilló un conato de levantamiento general en todo Arauco y Ustáriz corrió a convocar un parlamento donde convocó a todas la milicias que pudo para impresionar a los indios, se les hizo promesa de no ser molestados por los adoctrinadores jesuitas y respetar su admapu.

Al igual que Lopéz de Zúñiga en 1639, Ustáriz, el gobernador de turno, necesitaba la paz para lucrar con las riquezas de la colonia, permitiendo contrabando fránces, por esto fúe destituido más tarde.

Después del parlamento, los jesuitas que no eran tontos permitieron a los indios seguir con su poligamia, sus borracheras, aprendieron a ser tolerantes y a su vez los indios los admitieron como anexos en su sociedad, pero el indio nunca aceptó de lleno el proceso evangelizador. Asimismo, la fusión de razas fue mayor en este periódo, ya que la india mapuche prefería al español por sobre los varones de su raza, el mestizaje se hizo más generalizado. El comercio también se acentuó más entre los fuertes y las comarcas, asimismo la adicción al alcohol hizo estragos en la voluntad mapuche. La institución de los capitanes de amigos que no eran si no alguaciles españoles encargados de vigilar el comercio y el trabajo trajo frecuentemente abusos contra las comunidades a su cargo.

La rebelión de 1723[editar]

La paz ya duraba más de 30 años, pero un hecho desencadenado por los mismos españoles produjó el quiebre de la paz. Precisamente, uno de estos capitanes de amigos provocó una peligrosísima situación en marzo de 1723. Los indios de Querecheguas asesinaron a Pascual Delgado, su capitán de amigos debido a su carácter soberbio en una borrachera, esto produjo que por el temor al castigo los indios se sublevaran en masa, una serie de desatinos y desconfianzas mal manejadas por los españoles contribuyeron a que el clima de la región se pusiera muy tenso. En Purén, un capitán llamado Mateo de Gallegos aprisionó a un grupo de caciques que habían venido a ofrecer el paradero de los indios criminales, Gallegos por desconfianza no les creyó y los encerró. Esto trajo como consecuencia que los indios comarcanos de Maquegua sitiaran el fuerte de Purén. El gobernador de turno, Cano y Aponte se hizo presente en Yumbel con 500 soldados y las acciones realizadas por el comandante de la plaza de Concepción, Manuel de Salamanca hicieron desistir a los indios de mantener el sitio y huyeron. Hubo algunas escaramuzas y escarmientos en donde el cacique rebelde llamado Vilumilla hostigó la zona del Laja y Purén hasta que sus fuerzas fueron dispersadas por el hábil y severo capitán Manuel de Salamanca.

Cano y Aponte juzgó necesario retirar la línea defensiva de fuertes y procedió a despoblar los fuertes de Arauco, Colcura, Tucapel, Purén y Nacimiento retirándose a la ribera norte del Bío-Bío. Estas acciones no fueron bien vistas por la corona liderada por el rey Felipe V, quien vio en estas acciones la renuncia a conquistar Arauco y procedió a enviar soldados y apertrechamientos a Chile en 1724.

El Parlamento de Negrete en 1726[editar]

Cano y Aponte celebró un parlamento en los llanos de Negrete, donde junto a 113 caciques conferenciaron sobre las causas de la rebelión y sus soluciones, cabe hacer notar que es inédito que los indios expusieran a los capitanes de amigos abusadores como causa de la rebelíon, sin pedir que se les quitará de encima, sino que se les reemplazaran por otros más justos. Cano y Aponte además reguló la forma de comercio con los indígenas mediante un sistema de ferias trimestrales, más concesiones de evangelización en territorio mapuche. La paz nuevamente se restableció y duró más de 33 años, en donde la corona aparentemente renunció a conquistar Arauco.

Los conatos de levantamientos de 1759 y 1766[editar]

Manuel de Amat y Junient, el gobernador de la época, fue una persona criteriosa y prudente que manejó con relativo éxito las relaciones indígenas.

Entre sus tareas, realizó una visita inspectiva a la frontera de Arauco, celebrando un parlamento con los indígenas en el Salto del Laja. La finalidad de esta iniciativa era crear un sistema de comunicaciones terrestres entre Concepción y la isla Chiloé, lo que implicaba pasar por distintos territorios ocupados por comunidades indígenas y que debían ser respetados por los españoles.

En Concepción, algunos caciques se comprometieron en forma no muy decidida a colaborar en el proyecto, que contemplaba la salida simultánea de dos expediciones, una desde Concepción y la otra desde Chiloé, que recabarían informaciones geográficas sobre el terreno.

Sin embargo, la columna que había partido de Concepción fue atacada por huestes rebeldes a cargo del cacique Lebián, y debió replegarse a Valdivia. Este hecho, acaecido en 1759, hizo fracasar la iniciativa, y para tranquilizar los ánimos, Amat convocó a otro parlamento, que esta vez se realizó en Santiago (febrero de 1760). Acudieron alrededor de 30 caciques, cuya presencia causó gran impresión entre los vecinos debido a sus coloridos atuendos y a la comitiva que les acompañaba. La reunión tuvo un éxito relativo, pues los jefes indígenas lograron que varios grupos mapuches, pero no la totalidad, depusieran las armas. Esta paz duró hasta 1769.

La sublevación de 1769 - El caotismo de los gobernadores[editar]

En 1769 gobernaba Antonio de Guill y Gonzaga, y ocurrió que los pehuenches capitaneados por Lebían arrasaron las comunidades de Yumbel y Laja. Los pehuenches se asociaron nuevamente a tribus rebeldes mapuches y la rebelión se extendió por la zona de la frontera. Finalmente los pacíficos huilliches se sumaron.

Justo cuando ocurrían estos hechos, y tras la prematura muerte de Gobernador Guill y Gonzaga, le sustituyó Balmaceda y Cenzano. Éste era un jurista inexperto en lides militares, lo que, sumado a una nueva intervención de la Iglesia, esta vez a cargo del obispo Espiñeira, gobernador de Concepción, el cual a su vez tenía bajo su cargo al fóbico maestre campo Salvador Cabrito, un exaltado militar, contribuyeron a crear un clima de caos nunca visto antes, perdiendo a sus aliados, como los huilliches. Espiñeira y Cabrito realizaron medidas rayanas en la sumisión ante los sublevados y encendieron aun más la llama de la rebelión.

En Santa Barbara, el 3 de diciembre de 1769 ocurrió una masacre de 30 españoles arrasando la plaza unos 4 millares de indígenas que como una ola destruyeron todo a su paso. La Audiencia viendo que el obispo Espiñeira los conducía al caos se puso a la espalda de éste para contrarrestar la sublevación y solicitó al gobierno de Cuyo y Mendoza que mandó una compañía miscelánea de extranjeros al mando de Reinaldo Bretón.

Balmaceda se personó en Concepción para ayudar a Espiñeira a contener la revuelta, anuló las medidas pacifistas del obispo, y se dispusó a atacar a los rebeldes, pero las expediciones no tuvieron éxito. Una de esas expediciones estaba a cargo de un irlandés llamado Ambrosio O´Higgins que quedó cercado en Antuco por los huilliches y pehuenches y a duras penas con gran pérdida de bastimentos y soldados se logró zafar del cerco. Otra expedición al mando de Antonio Narciso logró descercar el fuerte de Arauco en febrero de 1770.

El inoperante gobernador Balmaceda fue relevado abruptamente, en febrero de 1770, por el brigadier Francisco de Morales y Castejón, un experto y exitoso soldado de la confianza del Virrey Amat. Este relevo, unido a la necesidad de los indígenas de recoger las cosechas, y la venida de un invierno muy duro, suspendieron las hostilidades por parte los indios, lo que dio a Morales tiempo para planificar sus acciones defensivas.

Morales, en un primer momento, estuvo por realizar expediciones punitivas, pero el estado del ejército español no le garantizaba alguna probabilidad de éxito, por lo que aprovechó el tiempo de bonanza para equipar y mejorar lo que tenía en sus manos.

En septiembre de 1770, los caciques Taipilabquén y Cariñancu cercaron el fuerte de Colcura presentando 800 huestes a caballo. Morales en conjunto con O´Higgins y Santa Maria y el teniente Rafael Izquierdo emboscaron a los indígenas en la cordillera de Nahuelbuta, los indígenas embistieron el frente presentado por Izquierdo que batió totalmente a los 200 españoles del teniente matando a Izquierdo y a 40 españoles en la cuesta de Marigueñú. Morales, soldado forjado en los campos de Italia quedó estupefacto por el valor de los indios, causándole tan honda impresión que decidió buscar la paz con los indios.

Contrariando a los veteranos de la guerra, Morales convocó en febrero de 1772 a un nuevo parlamento en Negrete, los indígenas al mando del cacique Lebián aceptaron la paz con una falta de respeto y soberbia que enardecieron los ánimos de los colonos.

La habíl política de Jaúregui-cambio gradual de la relación hispano-mapuche.[editar]

Agustín de Jáuregui fue nombrado gobernador por Carlos III en 1772 y planteó una política hábil a partir del Parlamento de Tapihue donde re-estableció el colegio de indígenas y dispuso que las tribus tuvieran caciques embajadores; los indígenas aceptaron con gusto este tipo de representatividad, además dejaron gustosos a sus hijos en el colegio establecido, lo que en el fondo eran rehenes garantes de la paz. Agustín de Jáuregui además practicó la política de "dividir para gobernar" y hábilmente explotó las odiosidades tribales a tal extremo que pudo deshacerse del sublevado mestizo Mateo Pérez, el cacique Lebián y Aillipangui por medio del asesinato sin tener un levantamiento entre sus manos ya que los indios ni remotamente reaccionaron ante el asesinato de sus líderes. esta política iba a ser seguida por los próximos gobernadores como una forma de tener la paz.

Sin darse cuenta, los mapuches y sus asociados entraban lentamente en la civilización española, adoptando sus constumbres y forma de vida, gracias a la escuela de indígenas, los embajadores, los parlamentos y ferias y sobre todo al mestizaje cada vez más evidente. Estos mismos mestizos constituirían en el futuro el bandidaje y los sectores de extrema pobreza en el próximo siglo. Esta interacción gradual iba más adelante dar como resultado de tener a tan formidable enemigo como el más preciado aliado peleando mano a mano con el español frente a los independentistas.