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Prehistoria[editar]

El valle del Arlanzón muestra ocupaciones humanas desde tiempos remotos. A tan solo 15 km del casco urbano se encuentran los yacimientos de Atapuerca, considerados como la cuna del primer europeo. Se han datado restos humanos en los yacimientos de la sierra de Atapuerca con más de 1 000 000 años de antigüedad. Según las investigaciones arqueopaleontológicas, hasta la fecha hay restos óseos humanos de tres especies distintas: Homo antecessor (Pleistoceno Inferior), Homo heidelbergensis (Pleistoceno Medio) y Homo sapiens (Holoceno), aunque es muy probable que también aparezcan restos óseos de neandertales (Homo neanderthalensis, Pleistoceno Superior) según los análisis geoespaciales de distribución de asentamientos realizados en la cuenca del Arlanzón.

En la ciudad de Burgos también existió un importante asentamiento de la Edad del Bronce a la Primera Edad del Hierro en el cerro del Castillo y en el cerro de San Miguel, además de algunas evidencias celtibéricas de la Segunda Edad del Hierro y romanas, si bien las últimas muy escasas.​ Por el momento, en el castillo de Burgos solo hay una secuencia de dataciones radiocarbónicas para los niveles de la Edad del Bronce a la Primera Edad del Hierro (niveles del Sector II: NX, NXII, NI, NV y NVI), con unas dataciones de 14C que van desde el 3230±70 al 2400±110 BP. En otro trabajo arqueológico actualizado se realizó una nueva recopilación y recalibración de todas las dataciones radiocarbónicas del castillo, con la curva de calibración Intcal. Según este estudio, los rangos de las dataciones radiocarbónicas recalibradas al 95 % de probabilidad revelan la existencia de ocupaciones desde la Edad del Bronce Antiguo/Medio al tránsito a la Segunda Edad del Hierro. No obstante, aunque no hay dataciones para otros niveles, los trabajos realizados también demuestran que hay importantes restos materiales del Calcolítico en el castillo (Nivel XIII), y del Neolítico y el Calcolítico en el Cerro de San Miguel, pero estos últimos han sufrido importantes alteraciones postdeposicionales por la superposición de los niveles de la Edad del Bronce y de la Edad del Hierro, además de las habituales alteraciones medievales y contemporáneas. La Prehistoria reciente del Neolítico a la Edad del Bronce no sólo está documentada en El Castillo y en el Cerro de San Miguel, —al igual que en las cuevas de la sierra de Atapuerca (p. ej., Cueva del Mirador y Cueva Mayor)—, sino que hay abundantes yacimientos en el valle del Arlanzón, con numerosos asentamientos del Neolítico (VI al IV milenio a. C.), Calcolítico (III milenio a. C.) y Edad del Bronce (II milenio a. C.)

Edad Media[editar]

Primeros años[editar]

Los historiadores han planteado en su momento varias hipótesis acerca del origen de la ciudad. Algunas situaban a las villas romanas Bravum, Auca, Augustobriga o Ceuca Tabelaria en su actual emplazamiento, mientras que otras atribuían su fundación a un tal rey Brigo o incluso, a los mismos griegos. En realidad, se sabe que Burgos fue fundada por Diego Rodríguez Porcelos hacia el año 884, luego de que volviese de alguna de las expediciones encargadas por Alfonso III contra los musulmanes. Es posible asimismo que lo haya hecho tras unir administrativamente a seis poblados dispersos por la zona, que se encontraban agrupados en torno a una antigua fortaleza. Posteriores referencias a la ciudad notician que Gonzalo Fernández, sucesor del hijo de Diego Porcelos, confirmó la venta de un huerto junto a ella en el año 912, y que en el 931 la convirtió en capital de su condado.

Desde entonces Burgos funcionó como un enclave importante para impedir a los sarracenos el paso a Cantabria por el norte y para extender los dominios del condado de Castilla hacia el oeste. En una ocasión los moros quisieron apoderarse de Burgos, pero el conde Fernán González repelió el ataque derrotándolos en el valle de San Quirce con cien jinetes y quinientos infantes. Por esos años Burgos contribuía al monasterio de San Millán con un panal de cera por casa, según los distintos tributos establecidos por el conde para las ciudades castellanas (vease voto de San Millán).

Por lo demás, resulta curioso que no haya constancia de un fuero para Burgos, tal como era común que se concediese a las ciudades y villas por esa época. El historiador Anselmo Salvá ha puesto de relieve esta cuestión en los siguientes términos:

Fueros municipales dieron varios condes a poblaciones como Brañoseras, como Melgar de Suso, como Castrojeriz, como Sepúlveda; fueros dio Sancho García para toda Castilla. Y, sin embargo, parece que ningún Conde se cuidó de dictar un fuero para la cabeza del Condado. Esto ¿podía significar una distinción? ¿Podía ser interpretado en el sentido de que Burgos no necesitaba fuero, porque precisamente de sus costumbres, de sus fazañas, de sus albedríos, de las sentencias arbitrarias de sus alcaldes o del mismo Conde se tomaban los elementos para los Fueros de otras poblaciones? ¿O es que ningún Conde ni en ninguna ocasión el pueblo sintieron la necesidad de un código para Burgos, porque Burgos se gobernaba rectamente, guardaba en todo regularidad, entendía bien la justicia, mientras que en otras poblaciones se sintió la necesidad de un Código porque en ellas el pueblo no se sometía fácil y voluntariamente a un régimen constante y justo?

Reinado de Fernando I de Castilla[editar]

En el año 1035 los reinos de Castilla y León se unieron bajo el trono de Fernando I, quien se sivió de muchos burgaleses para llevar a cabo la Reconquista. Mientras tanto en la ciudad, el núcleo principal de la población se situó en el barrio de San Esteban, es decir, en la parte alta del emplazamiento. Allí establecieron sus viviendas altas dignidades políticas y militares y se levantaron iglesias como las de San Martín, Vejarrúa, San Andrés (ésta última al menos en el siglo X) y el convento de San Lorenzo. Dicho convento fue adquirido posteriormente por Fernando para edificar una catedral, pues pensaba trasladar la errante sede del obispado de Oca a la misma Burgos. Si bien es cierto que fracasó en sus planes, sus hijas pudieron al menos asentar al obispo en el monasterio de Santa María de Gamonal, cercano a la ciudad.

Burgos siguió gobernándose por alcaldes designados por el rey y administrándose por un cuerpo de procuradores de vecindad que el concejo entero procedía a elegir reuniéndose en las iglesias. Todavía carecía de un cuerpo de leyes propio y exclusivo.

Por esos años Fernando también recibió la visita de mudéjares y judíos que le pidieron ciertos privilegios. El monarca hospedó a los cabecillas de dicha comisión en la fortaleza de Burgos, su residencia, mientras que a los demás les dejó aposentarse en una calle de la parte baja del barrio de San Esteban, que desde entonces y por ello, se llamó calle de Embajadores.

Reinado de Alfonso VI[editar]

Problemas sucesorios[editar]

A la muerte de Fernando I en 1064, el reino quedó dividido entre sus cinco descendientes. Quién quedó como monarca de Castilla, Sancho, se enfrentó pronto con su primo rey de Navarra, pero salió derrotado y debió refugiarse en Burgos. Poco después, venció a Alfonso, rey de León, y lo llevó preso a la fortaleza de la ciudad. No obstante, cuando Sancho murió en su intento de tomar Zamora, el depuesto rey leonés pretendió erigirse en rey de sus dominios. Al principio, Castilla desconfió de la iniciativa y se separó de León. Fue en Burgos donde se reunieron las más destacadas personalidades del reino con la intención de discutir la cuestión. Finalmente, se resolvió aceptar a Alfonso como rey, aunque con la condición de que jurase públicamente no haber tenido nada que ver con la muerte de Sancho. Este juramento se llevó a cabo en la ciudad, concretamente en la iglesia de Santa Gadea (también llamada Santa Agueda).

Asuntos religiosos[editar]

Durante el reinado de Alfonso VI pudo concretarse el traslado de la sede del obispado de Oca a Burgos, tal como lo había proyectado Fernando I. En 1075 el monarca cedió el palacio heredado de sus padres, que estaba en el solar que actualmente ocupa la Santa Iglesia Metropolitana, para la construcción de la catedral.

Entre el 6 de enero y el 22 de abril de 1080, cinco años después del hecho reseñado, se celebró en Burgos un concilio presidido por el cardenal Ricardo y al cual asistieron, entre otros, los obispos de Burgos, Santiago de Compostela, Lugo, León, Palencia, así como los abades y magnates de la Corte. La finalidad era discutir acerca de la conveniencia de adoptar la liturgia romana en reemplazo de la visigoda. Visto el resultado de los debates, en mayo de 1080 Alfonso VI decretó el proyectado cambio, aunque con la oposición de los burgaleses.

Asuntos administrativos[editar]

En el año 1078 y posteriores Alfonso VI donó a la comarca burgalesa una gran cantidad de pueblos y villas aldeanas, algunas las cuales ya no existen o modificaron su nombre:

  • Quintanilla
  • Orbanejas
  • Castrillo de Verove
  • Villaváscones
  • Castañares
  • Revilla
  • Velosieluro
  • Pedernales
  • Villamuñalba
  • Villagonzalo
  • Movilla
  • Averosa
  • Ramozo
  • Plantada
  • Villavicenti
  • Roada
  • Villasalbella,
  • Escobares
  • Villagonzalo río Ubierna
  • Villosa
  • Espinosa
  • Morquillas
  • Villantora
  • Rogalen, y además algunas porciones en
  • Mejoradas
  • Turones
  • Villaamitore
  • Villambesare
  • Quintanilla cerca de Quintanadueñas
  • Arroyal
  • Quintanaporca
  • Mazarinus.
  • Villavitores de río de Cavia
  • Fontes de D. Bermudo
  • Villaayuda
  • Populante
  • Quintanilla de Sta. María

Porciones de:

  • Villainfierno
  • Villavalvanera
  • Quintanilla Moroscisla.

Se desconoce como gobernó Burgos estos pueblos, aunque es posible que los haya dividido en ciertos grupos al frente de los cuales puso un alcalde, un merino y un escribano.

Hacia finales del siglo el abad francés San Lesmes diseñó un sistema de esguevas para proveerle agua a la población burgalesa por medio de unos cauces o canales que iban desde el lago Vena hasta la ciudad.

Conflictos con el rey aragonés y reinado de Alfonso VII[editar]

A la muerte de Alfonso VI le sucedió en el trono su hija Urraca. Ésta se casó con el rey aragonés Alfonso, que no tardó en entablar contiendas con los castellanos y con su propia esposa, a tal punto que en una ocasión tuvo que refugiarse en el castillo de Burgos. El obispo gallego Gelmirez se puso al frente de las tropas y entró en la ciudad no sin antes pronunciar en el monasterio de San Juan un sermón a favor de la reina. Obtenido el apoyo de los burgaleses, el obispo puso sitio al castillo en el que se había refugiado Alfonso y lo tomó por asalto en cuestió de algunos días.

Urraca, turbada por todos estos sucesos, convocó a las Cortes en el palacio de San Llorente, en Burgos. La ciudad propuso la unión y reconciliación de los dos esposos para que juntos fuesen los reyes de Castilla y de Aragón. Pero el obispo Gelmirez se opuso rotundamente, exponiendo que el matrimonio era incestuoso al ser entre primos.

En el año 1126 la reina falleció y le sucedió su hijo, Alfonso VII. El nuevo monarca procedió entonces a expulsar a los aragoneses de todas las plazas ocupadas, pero en el caso de Burgos, aquellos se negaron a abandonar la ciudad y se apoderaron del castillo, acaudillados por Sancho Aznarez. Se inició así un sitio por parte de los burgaleses, en el cual fue clave la participación de los judíos. En efecto, cierto día se dirigieron al castillo por la puerta de las Corazas y atacaron a los aragoneses hiriendo de muerte a su capitán, Sancho. Finalmente, el 20 de abril de 1127 la fortaleza cayó ante las fuerzas burgalesas.

En 1136 se celebró en la ciudad un nuevo Concilio para clarificar los límites de las diócesis de Burgos, Sigüenza, Tarazona y Osma. En 1157 Alfonso VII otorgó a Burgos algunos privilegios, por los cuales dispensaba a sus habitantes del pago de la anubda y la fonsandera y convertía al infonsado en un tributo voluntario, prohibiendoles a los jueces que lo exigiesen.

Reinado de Alfonso VIII[editar]

Tras la muerte de Alfonso VII, le sucedió en el trono castellano su hijo Sancho III, y después de muerto éste, Alfonso VIII. Durante la minoridad del monarca dos familias se enfrentaron por su tutoría: los Castros y los Lara. Burgos no dejó de sufrir las consecuencia de esta contienda, y uno de los Castros, Gutierre Ruiz, llegó a apoderarse de Burgos y su castillo tomando el cargo de alcaide. En esa tesitura el rey de León, Fernando, cruzó la frontera e invadió la ciudad, aunque posteriormente fue expulsado por sus propios habitantes. Consta que en 1165 Burgos ya estaba de vuelta en manos de Alfonso VIII.

En noviembre de 1169 se celebraron en Burgos las primeras Cortes que contaron con la participación de los procuradores de las ciudades. Poco después, el monarca celebró allí su casamiento con Leonor, hija del rey inglés.

En 1180 la Iglesia de Burgos quedó exenta de pagar todos los tributos en vigor y seis años después le fue donado el monasterio de San Pedro de Cervatos. Por esos años también se empezó a construir el monasterio de las Huelgas, , cuya abadesa, en abril de 1189, presidió en Burgos un capítulo general de monjas cistercienses. Al mismo tiempo, Alfonso VIII fundó el llamado Hospital del Rey, y le otorgó, entre otros bienes y rentas, sus heredamientos en Burgos.

En 1181 el rey privilegió a la ciudad dispensandole a su concejo del pago de la multa por homicidios. Dado las oposiciones que encontró esta nueva normativa por parte de los agente del fisco, Alfonso VIII la hubo de confirmar cuatro años después. En el año 1184, asimismo, se produjo la llegada a Burgos de la figura del Santo Cristo.

Reinado de Fernando II[editar]

Muerto Alfonso VIII, accedieron sucesivamente al trono castellano Enrique, su hermana Berenguela, y finalmente, Fernando II. Cuando éste fue proclamado rey de Castilla en 1217, su padre Alfonso IX de León invadió Castilla y marchó hacia Burgos con su ejército. Llegaron antes, sin embargo, las tropas del señor de Vizcaya Lope Díaz de Haro, el cual entró en su castillo y se aprestó a prepararse para la defensa. Finalmente, el rey leones desistió en sus pretensiones y se retiró. Inmediatamente, Berenguela (madre de Fernando) reclamó los restos de su hermano Enrique, que los recibió en Burgos, y se juntó con el rey castellano en Muñó para acometer con tropas burgalesas la conquista de algunos pueblos rebeldes a su autoridad, como Lerma y Lara. Seguidamente realizaron su entrada triunfal en la ciudad, donde el obispo de la diócesis celebró una procesión en su honor.

También en Burgos tuvieron lugar las ceremonias de la boda de Fernando II con Beatriz, hija del rey de romanos. Las fiestas comenzaron el 28 de noviembre de 1219.El 29 fue solemnemente armado caballero y el día 30 se verificó el casamiento en la Catedral fundada por Alfonso VI. Catedral que no tardaría en ser derribada para dar paso a la construcción de una nueva en 1221, cuando el obispo puso la primera piedra. El nuevo edificio sería terminado recién hacia 1230.

El nuevo monarca dispensó numerosos fueros y ordenamientos para la ciudad. En 1217 la eximió de toda contribución, excepto de 300 ducados que pagaba anualmente en el mes de marzo. Además, prohibió a su bodeguero vender el vino de las bodegas reales en Burgos, durante un mes del año, el que el Concejo señalase, y, por último, retiró la gracia que disfrutaba un portazgo de Burgos llamado Erra, por la que los cautivos que lograban tomarlo, quedaban redimidos. En 1237 autorizó a los fieles de Burgos matar cierta cantidad de cabezas de ganado si éste, fuese del rey o del monasterio de las Huelgas, entraba en las viñas de la ciudad. En 1247 dispuso, con caracter de fuero, que: a las mujeres que se casasen o se juntasen sin autorización de sus padres se les privase de la herencia de sus parientes para siempre; que ningún niño huérfano, hasta los seis años y si no fuese por un hambre insufrible, pudiese vender ni dar en heradamiento nada suyo; que a los siete años, los huérfanos pudiesen disponer, a la hora de la muerte, de la quinta parte de lo suyo, y que a los doce, la mitad.

En 1239 Fernando II regresó a Burgos y contrajó una enfermedad bastante grave de la cual, sin embargo, pudo sanar. En agradecimiento, se cuenta que el monarca reunió a doce hombres de los más pobres de la ciudad, les lavó los pies y les sirvió comida. Una decada después, tropas de la ciudad participaron en el cerco y toma de Sevilla.

Reinado de Alfonso X[editar]

Ordenamientos[editar]

El 12 de octubre de 1252 el nuevo rey, Alfonso X, expidió desde Sevilla y para Burgos unas ordenanzas por medio de las cuales:

  • Se tasa el valor en venta de los brisones, de las armas, de las sillas de caballo, de las tocas de seda, de la peña de diferentes clases, de los zapatos, del ganado de toda especie y de las aves de caza.
  • Se prohibe el uso de sillas ferpadas, o con oropel o con argenpel, es decir, con sólo la piel de oro o de plata.
  • Se ordena el uso del oropel y el argenpel en las coberturas, en la sobreseñal, en las cofias, en los pendones y en las linajeras (una especie de gorra con orejeras que entonces se usaba).
  • Se dispone que ningún hombre bastonara paños ni los ferpara ni pusiera en ellos orfres, cintas ni sirgos, ni usara camisa a cuerda, y que ninguna mujer usara orfres, ni aljófares, ni camisa margomada, ni tocas orilladas de oro o de plata, aunque sí podría llevar armiños o nutrias y bocas de manga.
  • Se prescribe que ninguno podría comer más de dos carnes, aunque si podría comer toda la caza que quisiere si hubiera sido cazada por él o se la hubieran regalado.
  • Se establece que nadie sea osado de dar ni tomar calzas por casamiento de una pariente; que el que se case no pueda dar a la novia más de 60 maravedís para paños de su boda; que en la boda no coman más que cinco varones y cinco mujeres, sin contar padres ni padrinos; que la boda no dure más de dos días, y que el novio, en un mes desde el día de su casamiento, no pueda enviar presente ni hacer convite a nadie.
  • Se dan preceptos para impedir la fundación de cofradías o yuntas en perjuicio de la tierra o el señorío real.
  • Se prohibe a los revendedores comprar pescado fresco y salir a los caminos a comprar los comestibles que se traían a la ciudad, así como sacar ganado aunque éste abunde, a no ser que fuesen acémilas cargadas de mercancías, corambres de conejo, sirgo y plata viva
  • Se exponen reglas para la cría y trato de azores, gavilanes y faleones.
  • Se ordena que de todos los ganados que entrasen a la ciudad sólo se cobre montazgo en un punto del término municipal.
  • Se reforman algunas prácticas de enjuiciamiento, tanto para las causas como para los pleitos.
  • Se dispone, en fin, que los mozos coronanados, es decir, que habían recibido la tonsura, y otros que andaban como clérigos aunque eran casados, contribuyesen en adelante como los demás ciudadanos.

En 1255 autorizó a todos los vecinos burgaleses a usar caballo, armas, loriga, brafaneras, escudo, lanza y capiello sin pagar tributo alguno, justificando la medida por estar enterrada en la ciudad su mujer, su madre y su abuelo. Ese mismo año Burgos compró su jurisdicción sobre los pueblos de Lara, Barbadillo, Villafranca Montes de Oca, Villadiego y Belbimbre, y en 1277 y 1278 el rey tuvo que conminar al merino mayor de Castilla para que respetase la autoridad del merino de Burgos sobre aquellos territorios. Bastante antes, en 1258, volvió a dictarle a la ciudad ordenamientos sobre el modo de comer, de vestir, de cazar, de pescar etc.

El 6 de febrero de 1359 firmó un convenio con el enviado del rey, Jusef Punitielba, por el cual el cual Burgos se obligó a dar al rey seis servicios,(se desconoce de qué cuantía), en cinco años, y el rey se obligaba a perdonar y olvidar todas las demandas y pesquisas en tramitación sobre lo que la ciudad había cobrado y de que debía haber dado cuentas.

Al año siguiente Alfonso X concedió a los propios de la ciudad toda las carnicerías y sus rentas que pudiesen existir en ella, con excepción de cuatro bancos que había obsequiado anteriormente al cabildo de la Catedral. Asimismo, mandó retirar de la plazuela que se extendía ante la puerta principal de la Iglesia el mercado de pescados y carnes allí establecido, e instalarle en el llamado Corral de los Infantes.

Apoyo a la causa de Sancho[editar]

En 1274 Alfonso X convocó Cortes en Burgos. Allí le fue concedido un servicio por todos los procuradores excepto los burgaleses, que se lo negaron pretextando que debían consultar el asunto con su ciudad. Muy poco después volvió a reunir las Cortes en Burgos para limar las desavanencias con cierto grupo de nobles. Por otra parte, estas desavanencias no tardaron en trasladarse a su hijo Sancho, que intentó suplantarlo en el trono convocando las Cortes en Valladolid. En esta ocasión Burgos se adhirió a la causa del joven rebelde, aunque al parecer sin romper las relaciones con el rey legítimo:

Poco tiempo después se le adhería Burgos. Y lo curioso aquí, lo inexplicable es la situación de nuestra ciudad en este anómalo período de la historia. Burgos, declarado en favor de D. Sancho, recibía de éste casi diariamente, órdenes, encargos, ruegos, advertencias, y al mismo tiempo recibía de D. Alfonso privilegios, leyes y consejos. Es cierto que Don Sancho no se había determinado a llamarse rey, porque quería dejar a su padre este título y los honores correspondientes. Lo probable es, pues, que Burgos acatara las órdenes de D. Sancho sin suspender por eso sus relaciones con D. Alfonso, tanto más, cuanto que, no habiendo seguridad de cómo había de resolverse estado tan difícilmente sostenible, los burgaleses, por si acaso, no juzgarían prudente rechazar la autoridad del rey legítimo.

El 3 de junio de 1276 concedió a los herreros burgaleses, por sus servicios especiales, exención de todo tributo. El 30 de octubre de 1279, levantó a ciertos vecinos de la ciudad una pena que por el rey les había sido impuesta a causa de falta en algunos pagos. El 31 de octubre del mismo año, se comprometió a obtener de su padre el perdón de algunas deudas que la ciudad tenía contraídas. El 20 de abril de 1280 obligó a los monederos, a los judíos, a los de la Llana y a los del barrio de San Felices a contribuír como los demás por heredamientos y compras de fincas; autorizó a los alcaldes a poder detener a los criminales que se refugiasen en Huelgas y en el hospital del Rey, y limitó a 100 carneros y 20 vacas la cantidad de animales que los vecinos de esos dos barrios pudiesen apacentar en tierras burgalesas. El 28 de diciembre de 1282 eximió a Burgos del compromiso de someter a los pueblos que se negaban a reconocer su autoridad. El 2 de mayo de 1284 ordenó a los alcaldes celebrar los juicios en los lugares indicados a tal efecto y no en sus propias casas. El 27 de noviembre del mismo año le pidió a los burgaleses que le hiciesen a Pedro Bonifaz entrega de 1.000 maravedís a quien se los había prometido para ayuda de costa de la prisión en que había estado.

Muy paradojicamente, esto no impidió a la ciudad pedir mercedes al legítimo rey. En 1278, por ejemplo, el concejo nombró al escribano Fernán Ibáñez como procurador de Burgos en la Corte de Alfonso X. El 22 de marzo de 1280 el monarca, no obstante, exigió energicamente a la ciudad que nadie dejase de contribuir aunque tuviese cartas de privilegio o perdó n expedidas por Sancho, pues éstas no eran válidas.

El fuero de Burgos[editar]

En 1256 Alfonso X otorgó a la ciudad como fuero municipal el fuero real que acababa de dar a Castilla, encabezando el privilegio de la siguiente manera:

Porque fallé que la noble cibdat de Burgos, que es cabeza de Castilla, non había fuero complido porque se juzgasen así como deben, et por esta razón venien muchas dubdas e muchas contiendas e muchas enemistades, et la justicia non se complía allí como debía, yo el sobredicho rey D. Alfonso, queriendo sacar todos estos damnos, en uno con Da. Violante mi mujer et con nuestro fijo el infante D. Fernando, dóles et otorgóles aquel fuero que yo fice con conseio de mi corte, escrito en libro et seellado con mío sello de plomo, que lo hayan el Concejo de Burgos, también de villa como de aldeas, porque se juzguen por él en todas cosas para siempre jamás, ellos et los que vinieren.

A continuación el rey expidió otro documento confirmativo del anterior insertando el referido fuero, y haciendo constar que:

Por ende, nos D. Alfonso, por la gracia de Dios rey de Castilla, entendiendo que en la noble villa nombrada Burgos, non habieron fuero fasta en nuestro tiempo, e juzgáronse por fazañas e por albedríos departidos de los hombres e por usos desaguisados e Isin derecho; e pidieron que les enmendaremos los sus usos que falláremos sin derecho, e que les diéremos fuero porque viviesen derechamente de aquí adelante, oviemos conseio con nuestra corte e con los omnes sabidores del derecho, e dímosles este fuero que es escripto en este libro, porque se juzguen comunalmente varones e mujeres, e mandamos que este fuero sea guardado para siempre e ninguno non sea osado de venir contra él.

Todo esto prueba que Burgos no tuvo un fuero municipal completo, peculiar, y exclusivo, sino hasta la epoca de Alfonso X. Por lo demás, su aplicación e interpretación planteó algunos inconvenientes a los alcaldes y al concejo de la ciudad. Es por eso que en 1263 las vecindades de Burgos envíaron a Arnaldo de Manchester y a Aparicio Guillén para consultar con el monarca ciertos puntos del fuero. El resultado de la entrevista fue que Alfonso dictó algunas disposiciones para la ciudad, referentes a préstamos de judíos a cristianos, a los recursos de alzada contra las sentencias de los Alcaldes, a la validez de las pruebas testificales entre judíos, a las demandas verbales y por escrito, al aplazamiento de los juicios cuando no se pudiera celebrarlos en el día señalado y a la pena de los forzadores de mujeres.

Moros y judíos[editar]

La Alijama, es decir, el concejo de la judería de Burgos, hubo de estar establecida en lo que se llamó después barrio de la Blanca, comprendiendo la parte trasera del cerro donde estaba la Iglesia de aquel nombre y la parte delantera del mismo sitio, bajando por algunas calles entre Santa Águeda y San Martín, y teniendo salida a las afueras por donde ahora está el lienzo de muralla más próximo al llamado Cubo de Doña Lambra.

A los moros, el concejo les dió para su residencia una huerta contigua a la de los judíos, prohibiendoles pasar por el interior de la ciudad. Ésta salvedad no fue siempre obedecida; en una ocasión los moros llegaron a abrir una puerta que daba a la calle de los cristianos, aunque luego el rey ordenó que se cerrase. Alfonso X les ordenó también andar con el cabello partido sin copete, con batnas, y les prohibió usar paño bermejo, verde, rojo, y zapatos blancos o colorados.

Reforzamiento de la ciudad y creación de la Casa de la Moneda[editar]

En el ultimo tercio del siglo XIII, y a pedido de Alfonso X, el concejo de Burgos comenzó a edificar una casa torre frente al puente de Santa María, para que sirviese de lugar para celebrar sus juntas y actos públicos. Consta que en 1268 aún no estaba terminada, y que mientras tanto se eligió una casa situada en la actual calle del Mercado, junto a la Plaza Mayor, para celebrar las audiencias.

En 1268 el plano para la construcción de la muralla estaba ya terminado. Sin embargo, cuando fue dado a conocer a los vecinos se plantearon algunas quejas por su estrechez. El Cabildo de la Catedral, por ejemplo, protestó porque de llevarse a cabo la edificación, como estaba planeada, sus casas en la calle de Santa María quedarían extramuros. El rey Alfonso X intervino entonces en la cuestión y le pidió a la ciudad construir la muralla tal como él lo había mandado, es decir, abarcando un mayor espacio.

Superadas las dificultades financieras, tras la introducción en la ciudad del tributo conocido como alcabala, la construcción de la muralla se inició en 1276 y prosiguió por varios años más. Por este tiempo también debió quedar terminado el alcazar, luego de todas las restauraciones a las que fue sometido por los reyes anteriores, y sobre todo, por Alfonso VIII.

Gremios[editar]

En 1259 se creó en la ciudad el gremio de los zapateros burgaleses, los cuales dictaron unas ordenanzas que el concejo y el rey se avinieron a aprobar sin dificultades y a confirmar posteriormente, en 1270. Las facultades ejecutivas del gremio fueron ejercidas por el Cabildo, que nombraba de su seno cuatro jurados para que cumpliesen la labor de policía de la profesión, mientras que las legislativas, lo eran de forma democrática por todos los trabajadores del oficio. Asimismo, la corporación destinaba una tercera parte de las multas al sostenimiento del hospital San Martín, otra tercera a renumerar el trabajo de los propios jurados, y lo restante al mantenimiento de las necesidades de la ciudad.

Reinado de Sancho el Bravo[editar]

El 23 de mayo de 1283 el sucesor de Alfonso X, Sancho el Bravo, expidió desde Toledo una cédula de confirmación del fuero municipal dado en 1256 a la ciudad. Según las cronicas de la época, Burgos sufrió en el invierno de 1286 una inundación que destruyó los puentes y otros edificios.

El 1290 mandó que ningún vecino de la ciudad pudiese ser preso por deuda a un clérigo o a un monedero, ni fuese obligado a dar posada a aposentador o a otra persona con oficio real, ni se le pudiese hacer pesquisa secreta por ningún motivo, aun presentando para ello carta regia. En 1293 ordenó que los pleitos entre moros fuesen juzgados solamente por los alcaldes de la ciudad, y que su concejo recaudase por sí mismo el portazgo, la martiniega y todos los demás tributos.

El 21 de mayo de 1293 el monarca le devolvió a Burgos el pueblo de Villimar, que había sido tomado por Lope Díaz de Haro, pero en contrapartida, pronto le quitó Villafranca para darsela a una hija de Juan Núñez.

El 9 de octubre de 1294 Sancho dispuso que a los canónigos de Burgos se les hiciese los mismos honores que a los infanzones castellanos.

En 1288, el monarca creó dentro del concejo burgalés una institución compuesta por doce jurados elegidos por las vecindades, a los cuales dotó de importantes funciones políticas, fiscales y judiciales. Entre ellas, la recaudación de impuestos y la resolución de causas y pleitos judiciales en primera instancia. En fin:

Lo que oviere de enderezar en la villa que lo fagan enderezar.

Introducción del regimiento y conflictos internos[editar]

La introducción del regimiento en los concejos bajomedievales castellanos durante el reinado de Alfonso XI significó un punto de inflexión en la vida política de las ciudades. En Burgos, la reforma se llevó a cabo en 1345 con el nombramiento de dieciseis regidores, y ratificó una situación precedente por la cual, principalmente desde 1322, los oficios concejiles eran acaparados por los caballeros villanos. Cada regidor, viviese o no en la ciudad, tenía un sueldo de 2.050 maravedís. A las sesiones concejiles, celebradas en la iglesia de , asistían por lo general diez o doce de ellos. Si no se llegaba al número exigido, se salía del ayuntamiento para pedir el voto a los alcaldes o a los regidores ausentes. En 1461, el regimiento burgalés acordó aceptar automaticamente las renuncias del oficio de padres a hijos, sin mediación regia. Esto constituyó, pues, un fenómeno de patrimonialización del cual no fueron ajenas otras ciudades castellanas.

Burgos, junto con Toro, Zamora y León, no conoció la institución de los linajes tan comunes en otras ciudades de la época, como Cuenca y Soria. En las primeras décadas del siglo XV el grupo oligarquico se dividió en facciones que se enfrentaron entre sí por el control del poder municipal, pero que terminaron promulgando en 1411 unas ordenanzas de justicia para evitar una posible intervención de la monarquía que les restase poder a ambos grupos. Los elementos pecheros pudieron entondes cohesionarse y reclamar su participación en la designación de los oficios subalternos y protestar, en 1430, contra la presión fiscal regia y concejil. Para hacerle frente, la oligarquía también presentó un frente unido y pactó con la monarquía el apartamiento de los pecheros de los órganos de poder a cambio de apoyo político y financiero. Este acercamiento dió lugar a las Ordenanzas de Regimiento y Justicia de 1476 y a las Ordenanzas de Gobierno y Administración de 1497.

Otro acontecimiento destacado en la conformación del poder municipal fue la introducción de la figura del corregidor, representante del rey en la ciudad y máxima autoridad en ella. Surgieron oposiciones, en este caso, que se plasmaron, por ejemplo, en las Cortes de Burgos de 1430, donde se denunciaron abusos de los mismos, y en las de 1453, cuando se pidió que el oficio fuese anual y con consentimiento de la ciudad.