Usuario:Ofiarcia/Taller

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La obra de Arjona se centra principalmente en la relación del cuerpo con un espacio específico que logra desarrollar una narrativa visual bien cuidada, casi sobria, donde se construye a través de la acción una nueva noción de espacio tiempo único entre lo que el espectador considera como verídico y lo que el cuerpo de la artista sugiere como rea. Para poder comprender más a fondo la obra de María José Arjona es necesario conocer no solo parte de su trayectoria como artista, sino que también es fundamental comprender sus procesos corpóreos desde la danza que posteriormente se verían reflejada en sus acciones performáticas. El refinamiento y la pulcritud en la puesta en escena de María José Arjona se debe particularmente a la afinidad que la artista tiene por la danza japonesa ankoku butō, mejor conocida en occidente como Butoh, que consiste principalmente en un popurrí de distintas técnicas de danza creadas por Kazuo Ōno y Tatsumi Hijikata en el marco de la posguerra (1950) con el único fin de exponer de manera exacta lo que es vivir en un mundo contemporáneo rebosante de violencia y tecnología. Arjona retoma en sus performances no sólo este constante cuestionamiento por el cuerpo violentado y violento y cómo estas fuerzas logran modificar los mismos límites de la piel, sino que también toma muchas de las características estéticas del butō tales como sus gestos fuertes y movimientos repetitivos con el fin de señalar la parte de la condición humana que quiere plasmar en sus acciones. Imposible sería comprender la obra de María Jose Arjona sin primero entender cuál es la noción de cuerpo que la artista ha buscado construir en lo que va de su trayectoria laboral, una búsqueda que no se dirige en ningún momento a la definición de una identidad propia o colectiva, sino que más bien Arjona redefine la noción de cuerpo como algo indefinido, un objeto que según se quiera puede tomar la forma adecuada para así crear a partir de él mismo. Este raciocinio de cuerpo como materia y no como identidad lo ha construido desde un análisis personal de Arjona para con el dibujo, donde es un ente el cual interrumpe espacios y crea temporalidades antagónicas a la del espectador. Dicha construcción la podemos evidenciar en la serie BLANCA elaborada entre los años 2008 y 2009, donde la artista a partir de la ejecución de una suerte de acciones que llevaban como materia principal su cuerpo iba transformando un espacio completamente en blanco, jugando así mismo con la noción de huella, memoria y tiempo. Algo similar ocurre con VIRES, performance donde la artista rompe toda formalidad entre obra y espectador haciendo que este último intervenga el lienzo que en este caso es el cuerpo de la misma artista, cuerpo servirá como dispositivo en el cual se manifestara la intención humana en una temporalidad predeterminada y un espacio sobrio.